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un nuevo cuento de hadas por Fallon Kristerson

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Notas del capitulo:

Segundo capi, espero que el primero no los haya aburrido u.u

Solo algo que me olvidé poner en el primer cap: lo que está entre comillas son pensamientos. xD

Capítulo 2: ¿Salvando el reino?

Todo buen dragón necesita su princesa cautiva… o príncipe, si no la hay.

No podía creerlo, definitivamente NO. Gakuto estaba convencido de que su hermano había perdido la cordura. Si tratar de hablar con el dragón y permitir su entrada en el castillo para el príncipe era una locura. ¿Cómo no sabía el rey que en cualquier momento se volvería a transformar en una bestia gigante y se los tragaba a todos? Claro, en eso su hermano no había pensado.

Estaban ahora todos reunidos otra vez en la gran sala del trono, el dragón parado ante el trono.

-¿Dices que te llamas Yuushi?-

-Así es- el peliazul sonrió con desdén- Y si desea un apellido, Oshitari- hubo varios murmullos alrededor de todo el salón.

-Un dragón con apellido… ¿Y eso desde cuándo?- le comentó en voz baja Gakuto a Jiroh. Este solo asintió cansado.

-Debes de estar consciente de que has destruido mis establos, razón por la que he tenido que alojar a mis animales aquí- Shishido soltó un bufido y a su costado una gallina se hizo oír con su cacareo.

-Estoy muy consciente- respondió el extranjero aún con su sonrisa presente -Su Alteza-, agregó burlón. El monarca le dedicó una mirada amenazante.

-Pues te tengo que exigir que te vayas de mi reino- Atobe notó como, desde su lugar medio escondido entre los caballeros y los nobles, su hermanito le miraba incrédulo.

-Pues, y con todo respeto, Su Alteza no está en posición de darle órdenes a un dragón- su sonrisa se ensanchó- Si yo desease destruir su precioso castillo, nada me lo impide-

-Dragón tenía que ser- murmuró para sí el menor de la familia real, cuando sintió un escalofrío recorrerle.

El dragón por su parte, recorría la sala con la mirada, analizando a los súbditos del rey, hasta que se quedó en el grupo de personas que se habían amontonado alrededor del trono real. Allí se encontraban las personas más cercanas al monarca, o al menos así lo dedujo el peliazul. Lo analizó uno por uno, o mejor dicho de dos en dos. Primero estaban dos que de seguro eran caballeros y que al forastero le parecieron, o buenos amigos, o amantes (o cualquier cosa parecida…). Luego estaba un par que iba vestido de manera muy elegante, de seguro nobles, al parecer muy importantes para el rey. Entre ellos se había mezclado el bufón, quien tenía cara de no poder hacerse reír ni a sí mismo, y atrás del rey estaba parado un sujeto no muy pequeño, al parecer una especie de guardaespaldas. Ya iba a desviar otra vez la vista, cuando percibió a alguien más entre la gente de aquel grupito. Era una chica. No, error, un chico, más pequeño que los demás, posiblemente tuviera apenas doce o trece años. Debía de ser algo como un protegido o si no un príncipe. No pudo evitar pensar que era adorable, más aún con esa cara de trauma. En eso tuvo que sonreír. Tenía una idea, una con la que se garantizaba a sí mismo un buen rato de diversión.

Volvió otra vez la mirada hacia el rey.

-Si Su Alteza lo consiente, me gustaría proponer el llegar a un acuerdo con usted, si Su Excelencia considera la seguridad de su reino- los murmullos, que hace rato llenaban la sala, cesaron abruptamente y se produjo un silencio escalofriante.

-Habla-

-Yo no causaré ningún tipo de estragos, ni en su castillo ni en su reino, si a cambio yo me quedo a vivir en vuestro castillo, con los mismos derechos que un príncipe- miró de reojo al pelicereza, quien había palidecido considerablemente.

-¿Eso es todo?-

-No- los presentes se estremecieron.

-Lo sabía- susurró Gakuto.

-¿Qué más?-

-Quiero el derecho sobre una persona…- el rey comenzó a mirar alrededor de la salón. Aquello le había tomado por sorpresa, más lo primero que lo segundo. -…que yo elija-

Atobe miró de frente al dragón. Aquello no le agradaba, para nada.

-¿¡Exiges que te aloje en mi castillo con acceso a casi todos los lujos, además de entregarte a alguien como juguete!?-

-Yo no podría haberlo expresado mejor- la tensión crecía a cada segundo.

-Yo no soy de los que entregan así no más la vida de alguien-

-¿No desea Su Alteza saber primero a quién elegiría yo en caso de que usted acceda a hacer un trato?- lo que siguió fue una larga pausa.

-Adelante, ¿a quién elegirías?- el dragón sonrió satisfecho. Sentía que ya había ganado y no dudó en mirar de frente a su víctima, casi creyó poder oír como se le paraba el corazón a este.

-A él- lo señaló con un movimiento de la cabeza- al pequeñito.

Silencio absoluto, tal parecía que incluso los animales comprendían la situación. Nadie sabía con exactitud lo que seguiría.

-¿¡A Gakuto!?-

-¿Así se llama?-

-¿¡Pretendes que te entregue a mi hermano!?- Atobe parecía comenzar a molestarse seriamente y la sonrisa del dragón se ensanchó. Había logrado la primera parte de su objetivo, molestar al rey.

-Sí, supongo que sí-

Por primera vez en su vida, el rey de Hyotei no sabía qué responder. Miró hacia su hermanito, quien, blanco como estaba, solo movió los labios como articulando una palabra.


-¿Y ahora qué? ¿Se lo servimos por la cena?-

-¡Shishido!-

-¿Qué?-

-¡No digas esas cosas!-

-¡Ya cállense los dos!- estaban reunidos en una habitación a solas el rey y su "corte", junto con "el elegido" (como lo había llamado Haginosuke).

-Bueno, aunque muriese, aunque sea habrá valido la pena…- murmuró el pelicereza.

-Lo dudo- lo interrumpió su hermano. –Si realmente te quisiera comer, te habría pedido de frente servido en bandeja de plata.

-¿Eh?-

-Además de que eres demasiado pequeño como para saciar el hambre de un dragón.-aclaró el monarca.

-Muchas gracias, me siento halagado- respondió el príncipe, ignorando las risitas del bufón y la mueca burlona del caballero mayor.

-Quiero decir que serás su juguete. Al parecer solo quiere burlarse de nosotros-el menor tragó saliva.

Se produjo un largo silencio.

-¿Y bien?-

-…-

-¿Gakuto?-

-…-

-¿Hermano?-

-…-

-¡No puede ser! ¡Decídete ya!-

-¡Shishido!-

-Solo decía…-

-¿Príncipe?-

-Supongo que no tengo opción… creo-

Todos se le quedaron mirando, no era cosa de todos los días ver al pelicereza tan callado y con tal cara de susto.

-¿Seguro?- solo asintió. No lo parecía.

-Bueno, en tal caso, deberíamos ir a avisarle al dragón que su proposición ha sido aceptada-


-¡Maldita bestia del infierno!-el príncipe ya parecía haber superado el trauma. Caminaba a través de los largos pasillos vacíos, dirigiéndose a su habitación.

-¿¡Cómo se atreve!?- soltó un bufido -¡Hacer ESO!- dijo/gritó recordando lo sucedido durante la cena. Se llevó la mano a la oreja, sonrojándose al mismo tiempo.

-Ojalá se aburra pronto y se vaya…-

-Aunque me fuese te llevaría conmigo- dijo una profunda voz a sus espaldas. El pelicereza se encontraba a un paso del infarto. –Veo que ya no dices nada-

-¿D-e dónde saliste?-

-Estoy detrás de ti desde que salimos del comedor. Las bestias del infierno sabes ser muy sigilosas, puede que no me hayas descubierto porque yo no iba gritando por ahí como un loco- susurró al oído del menor.

-…- el peliazul se alejó un poco del príncipe.

-Bien, ¿no te dirigías a tu acuarto?-

-Bueno yo...-

-Vamos-

-¿Eh? ¿Cómo que vamos?- peguntó cauteloso el más pequeño.

-Vamos a nuestra habitación- sonrió el dragón.

-¿QUÉ!?-

-Grita más fuerte, creo que en Rikkai todavía no lo han oído…-

-¡No pienso compartir habitación contigo! ¡¡No para que a penas cierre los ojos me comas!!-

-No estás considerando el hecho que, si te como, la mitad de la diversión se habrá ido y será uno menos a quien fastidiar-

-¡Ya te dije que no pienso dormir en el mismo cuarto que !-

-No tienes opción-

-¡Ja! ¿Y quién lo dice?- la sonrisa del mayor desapareció y este se acercó otra vez a Gakuto.

-Tu amo- susurró peligrosamente, y luego volvió a sonreír- o si tu prefieres me puedes definir como tu dueño-

-…-

-Y yo no te obligo a dormir, puedes quedarte en vela toda la noche si deseas-

Se volvió a apartar y le dio un empujoncito al adolecente para que este siguiese caminando.

-Vamos-

El mayor tuvo que hacer un esfuerzo para no partirse de la risa ante la mueca del otro. Cada vez le gustaba más ese niño y no tenía duda alguna de que se divertiría, Estaba claro de que no se arrepentiría de su decisión.

Siguió al menor, prestando atención a cada uno de sus movimientos. Cada persona que se les cruzaba le dedicaba al chico una mirada de compasión y luego se alejaba lo más rápido que podía. Cuando por fin llegaron ante una pesada puerta de madera, el dragón se le anticipó al príncipe y la abrió antes de que el otro pudiera si quiera tocarla.

-No necesito tu ayuda para abrir mi puerta- le espetó de manera agresiva el más pequeño a su "dueño".

-¿En serio tienes la fuerza requerida?- preguntó burlón este.

-Grrr-

-¿Sabes? Cada vez me das más la impresión de ser un lindo gatito-

-Cállate-

-No tengo por qué-

-…-

Entraron y el mayor cerró tras sí la puerta, sabiendo bien que el príncipe hubiera preferido dejarla abierta. Ya estaba oscureciendo, pero aún había suficiente luz como para poder ver en qué clase de lugar se encontraba. El príncipe se quedó parado en el centro de la habitación, mientras que el dragón se preocupó por observar cuál iba a ser su dormitorio de ahora en adelante. Era una pieza bastante grande, muy espaciosa (después de todo Gakuto era el príncipe), aunque su mobiliario, si bien se veía caro, no era demasiado relevante. Había una gran cama con dosel, la cual se veía muy cómoda. Después estaba, delante de la ventana, una mesa, y, a la derecha de esta, un librero (aunque el peliazul dudaba de que Gakuto hubiera leído si quiera la mitad de los libros que había ahí). En el centro, sobre el suelo, había una alfombra redonda, roja, de un material que se parecía al terciopelo. Tampoco faltaba el ENORME armario, de madera. Tenía dos puertas, en las cuales estaban ilustradas varias figuras bíblicas y otras de animales mitológicos. "Rara combinación", pensó el dragón. Finalmente, al pie de la cama, había un baúl, muy parecido al armario posiblemente hecho por la misma persona, solo que en este mueble, los tallados representaban la historia de San Jorge. "La típica del valiente caballero que rescata a la doncella secuestrada por un temible dragón" fueron las palabras que pasaron en ese momento por la mente del mayor. Miró aquel baúl con repudio y volvió a concentrarse en su nuevo juguete. Este seguía parado y sin moverse de su sitio, dándole la espalda.

-¿Sucede algo?- preguntó el amo.

-Solo hay una- el menor se dio media vuelta.

-¿Cómo?-

-Solo hay una… una sola cama- parecía un poco apenado por el tema. -¡Y yo no pienso dormir en el suelo!-

-¿Por qué deberías? ¿No te gusta tu cama?- preguntó el mayor aparentando un tono inocente.

-Pero… ¿Y tú?- preguntó (verdaderamente) inocente el príncipe, y luego agregó: -No es que me interese…-

-La cama es lo suficientemente grande para dos personas, y considerando lo peque…-

-¿¡Qué!? ¡Ni sueñes que voy a compartir cama CONTIGO!-

-¿Por qué no? Por todas mis escamas, no seas exagerado…-

-¡He dicho que NO!-

-Dios… ¿Siempre gritas tanto?-

-¿Te molesta?-

-No-

-Grrr-

Silencio.

-¿Y bien? ¿Qué hay de la cama?- dijo entonces el peliazul en un tono más serio.

-Ya lo he dicho, antes duermo en el suelo-

-Pues, nadie te lo impide-

-¿Eh?-

-¿Quieres dormir en el suelo? Nadie te lo impide, al menos no yo.- luego sonrió- Además, tu alfombra se ve bastante cómoda…-

-El menor no contestó, sino que se dirigió hacia su armario y sacó, con semblante de triunfo, una frazada de lana bien gruesa.

-Claro, sin problemas. –el pelicereza sonrió aún más, aunque interiormente prefería su cama. –Será mejor que vayas a la lavandería a que te den más mudas de ropa-

Tras unos minutos de silencio y miradas asesinas que atravesaban la habitación, el dragón salió de ella. Para ambos se acababa de iniciar una competencia en la que más valía el orgullo que otra cosa. Para el dragón era definitivo, había encontrado un nuevo capricho: el príncipe del reino de Hyotei.


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