Descuido
Incrédulo de su libertad, Jacob continuó corriendo por los bosques sin importarle por cuidar sus pensamientos. Se estremeció al pensar que nunca más tendría que hacerlo. Comenzó a disfrutar de sus habilidades como licántropo. Después de todo, los demás tenían razón. Poseía muchas ventajas de las que no había podido deleitarse nunca antes. Comenzó a explorar por primera vez desde que experimentó su primera transformación; corrió cada vez más rápido y le asustó darse cuenta que no parecía tener límites.
Lo mismo ocurrió con su fuerza física. Se había dado cuenta pronto de que podía destruir casi cualquier cosa, pero regularmente era accidental. Si se lo proponía, esta podía ser mucho mayor.
Decidió detenerse unos minutos a cazar cuando lo vio. Otra vez.
-¿Hambriento?- le preguntó Edward con una sonrisa burlona
-Casi tanto como tus deseos de ser destrozado- le respondió Jacob.
Notó que ya no sentía tanta tensión al estar junto a él. Sucediera lo que sucediera ya no tendría que darle cuentas a nadie. Lo único que lo detendría en caso de que quisiera matarlo, sería la probable desgracia que acarrearía a la reserva. Lo demás ya no importaba. Pero también se dio cuenta de que ya no tenía la más mínima intención de matarle. No supo si antes o después de darse cuenta de que las horas que llevaba corriendo, lo único que realmente estaba buscando era encontrase con él.
-¿Cuándo aprenderás a dejar esa innecesaria presunción, perro?- dijo Edward
Jacob se percató de que la sonrisa del vampiro ya no era tan molesta, no estaba seguro de si era el propio Edward quien había relajado su expresión. O si era que ahora él la veía diferente.
-¿Sabes? Me estoy cansado de tanta palabrería ¿Por qué no le ponemos fin a esto?- preguntó Jacob seguro de sí y acercándose al vampiro.
Edward soltó una carcajada que tomó por sorpresa a Jacob. Este frunció el seño. Sabía que su expresión no dejaba margen a duda de que sus intenciones eran verdaderas.
Antes de que dijera cualquier cosa. Edward agregó:
-Porque no quieres, perro. Tan sencillo como eso
Jacob permaneció en silencio y su respiración comenzó a agitarse. De repente lo invadió una sensación de Deja Vu y la siguiente frase de Edward estuvo a punto de ser innecesaria:
-¿Por qué decidiste hablar en voz alta esta vez?
Entonces Jacob lo entendió todo. Una vez que se había liberado de
Sam y los demás lobos, realmente descuido sus pensamientos por completo. Tanta libertad lo embriagó a tal grado que había olvidado su única excepción. El único del que jamás podría librarse porque no pertenecía a su raza. Porque sus poderes estaban más allá de su comprensión. Frente a él, estaba tan desarmado como la primera vez que lo había visto, nada había cambiado.
Y le había dejado la puerta abierta a aquello que más habría querido ocultarle. Más que a Sam, más que a nadie que él conociera.
-No sé de qué… -balbuceó Jacob
-¿De verdad lo vas a intentar?- Edward sonrió. Pero era una sonrisa definitivamente diferente. Parecía más bien de compasión- Lo siento- agregó –no creí que de verdad se te hubiera escapado. La demás gente no suele olvidarlo tan fácilmente. Además, probablemente tarde o temprano se te hubiera escapado- volvió a reír sarcásticamente.
-Está bien, tu ganas ¿Puedes largarte ahora?-agregó Jacob. Se sentía demasiado en paz consigo mismo como para darle el derecho de ag0biarlo de nuevo.
-Con que tenemos nuevas- le dijo Edward ignorando a Jacob –No sabía que podían hacer eso.
-Yo tampoco- agregó Jacob –y te agradecería que trataras de olvidarlo
-¿Y por qué habría de hacerte un favor a ti, perro?
-Tienes razón, puedes hacer lo que quieras siempre y cuando te mantengas alejado de mí.
-¿Y que si no lo hago?- preguntó Edward
Jacob estuvo a punto de responder. Pero ent0nces, al repasar las palabras de Edward cayó en la cuenta de que las coincidencias no daban para tanto.
-Ya veo. Después de todo. A ti también debe de fastidiarte tanto como a mí estos encuentros- Jacob sintió un escalofrío que le recorrió la columna vertebral. Por un momento creyó que entraría en fase tan involuntariamente como en sus inicios, pero segundos después pudo notar la diferencia.
El vampiro pareció notar el sarcasmo en el tono de Jacob.
-Son terribles las coincidencias ¿No crees?- sonrió de nuevo
Jacob comenzó a ponerse nervioso. No sabía a que estaba jugando Edward. O si lo estaba haciendo. Se quedó quieto por unos instantes. Esperando que el vampiro dijera algo más.
-Creo que ya es tarde- dijo Edward sin dejar de sonreír –me voy antes de que alguien llegué a buscarme de nuevo. Se les está haciendo una costumbre. Nos vemos en la próxima coincidencia, perro.
Dio la media vuelta y se perdió entre los árboles.
Jacob se quedó perplejo. Ya no era sólo que no le molestara como antes lo que pudiera suceder si Edward se percataba de lo que pensaba. Si no que sentía algo que jamás había experimentado. Que hacía que todo el rencor que sentía hacía Sam fuera tan débil cómo un humano frente a él.