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El Señor del viento por Shiochang

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El Señor del viento

 


Les tengo una noticia, aquí esta lo que tanto querían, lo que tanto ansiaban, pero le falta, le falta.


Advertencia, esta un poco acidito, disfrútenlo.


 


El miedo de perderte

 


Naruto probó el agua cautelosamente con el pie descalzo. En aquel extremo poco profundo del estanque, el agua estaba realmente tibia. Después de comer —el potaje de pollo y avena se había quemado un poco, pero tenía buen sabor —Sasuke había llevado las piedras calientes hasta el estanque y las había metido en el agua.


Se quitó el vestido y la camisola y dejó ambas prendas al lado de las botas. El sol de las últimas horas de la tarde se colaba en finos haces de luz al interior de la cueva, creando un cálido arco iris que brillaba sobre el chorro de agua.


Se metió lentamente en el agua y se sentó con un suspiro de placer.


Arriba, en la cima del peñasco, oyó que Sasuke silbaba al azor. Le había dicho que tenía la intención de trabajar con el terzuelo, animarlo a que saltase una corta distancia sujeto a una correa, desde una percha hasta su puño. Mientras él se preparaba para esa tarea, se dirigió con impaciencia a la cueva llevando sujeta del cinturón una pieza de tela que pensaba utilizar como toalla.


Se hundió un poco más dentro del agua y se recostó contra el borde. Aquel estanque natural de piedra estaba suave en algunos puntos debido a la erosión producida por el agua. Naruto se estiró y se dejó cubrir casi hasta la barbilla cuando encontró un nicho confortable. El agua lamía la piedra en una suave cadencia y borboteaba musicalmente a su paso por los repechos y depresiones de la pared de roca. Se relajó a medida que la tensión iba abandonándola poco a poco. El agua tibia le alivió el dolor del brazo, mezclándose con una corriente de agua más fría, procedente del extremo profundo del estanque.


Se le ocurrió, vagamente, que podría quedarse así durante toda una eternidad. El agua siempre le había provocado una sensación de tranquilidad. De niño le encantaba ir con su madre, y con varios otros niños, hijos de arrendatarios de Aberlady, a bañarse en un pequeño lago que había frente al castillo.


Reclinó la cabeza para mojarse el pelo y se lo escurrió con la mano. Cerró los ojos y se abandonó a la sensación del agua circulando alrededor de sí. Confundido con la miríada de sonidos de aquel lugar, le llegó de alguna parte el canto de Sasuke entonando una melodía para el azor, y sonrió mientras la escuchaba. Chapoteó suavemente en el agua y sonrió de nuevo al pensar cuánto se parecía el Craig al paraíso. No le costaría nada pasar el resto de su vida en aquel hermoso y solitario lugar sin arrepentirse nunca, mientras Sasuke estuviera con el. Entonces exhaló un suspiro de tristeza. Escuchó las notas puras y lejanas de la monótona melodía, mezcladas con el soniquete del agua. El tibio calor, el agua en movimiento y el armónico murmullo de la primavera lo relajaron profundamente. Los bordes de su consciencia fueron disolviéndose en aquella armonía, y empezó a ver delicadas luces que bailaban frente a sus ojos.


En cuestión de pocos instantes, se irguió sentado en el agua y se asió al borde de piedra, pero no pudo alejar de sí las resplandecientes imágenes que ya habían empezado a tomar forma.


 


Un hombre sentado en el rincón más oscuro de una cámara húmeda y malsana, con la espalda apoyada en la pared y los tobillos atados. Su enorme cuerpo estaba tan enflaquecido que parecía esquelético, y su largo cabello gris había perdido su tono plateado bajo varias capas de mugre. Cuando alzó la vista, sus sorprendentes ojos azules, tan parecidos a los suyos mostraban una expresión vacía provocada por la pérdida de toda esperanza. Entonces las sombras se cerraron alrededor de la imagen de su tío.


Después vio varios jinetes en el bosque, cabalgando en parejas a lo largo de un sendero, con sir Sai a la cabeza. Lucía una constitución fuerte y corpulenta, sonreía con complacencia y mantenía una postura de mando a lomos de su caballo moteado. Se volvió para mirar a la mujer que cabalgaba a su lado, que lucía una brillante cabellera dorada recogida en una trenza y cubierta por un velo de gasa, y llevaba un vestido de costosa seda bordada de color azul.


—Esposa —dijo él, sonriendo. La mujer no le miró.


Naruto supo que aquella mujer era el, y contuvo apenas una exclamación, asido al borde del estanque. Abrió los ojos, pero lo único que vio fue oscuridad, un amplio fondo para las confusas imágenes.


Vio de nuevo al peregrino, como en la ocasión anterior, vestido con capa y capucha, caminando junto a una iglesia bajo la lluvia. Esta vez se echó la capucha hacia atrás mientras se acercaba al arbusto de espino. Esta vez se arrodilló junto al montículo verde que había al pie del espino y juntó las manos en actitud de oración, mientras el azor pasaba volando junto a él para ir a posarse en el arbusto.


Se vio a sí mismo acercándose, su capa larga rozando en un leve susurro la hierba mojada al andar. Él alzó la mirada y sonrió. Cuando llegó hasta él, su figura se desvaneció en la neblina y la lluvia.


A continuación vio una serie de escenas de batalla, hombres que luchaban entre sí, blandiendo hachas y espadas, lanzas y mazas, asestando pesados golpes, con la armadura ensangrentada y reluciente a la luz de un amanecer envuelto en niebla, en el interior de un bosque umbroso, junto a las aguas de un tranquilo riachuelo. El ruido y las imágenes de la batalla se difuminaron y fueron sustituidas por un león que observaba las colinas escocesas.


Respiró hondo y se agarró con fuerza al borde del estanque, y entonces vio una última y vívida escena de una escaramuza en el bosque entre hombres a caballo y hombres a pie. Sasuke se encontraba entre ellos, rodeado de jinetes, cortando el aire con su espada mientras ellos le iban acorralando. La sangre oscureció su rostro cuando cayó.


 


—¡Sasuke! —chilló Naruto—. ¡Sasu!


Salió a toda prisa del estanque, salpicando la piedra de agua. La oscuridad lo envolvía, y sollozó tembloroso, menos alarmado por su ceguera que por el súbito miedo que de pronto sintió por Sasuke, herido y derrotado en su visión. Rogó en silencio que aquella no fuera la visión de su muerte.


Cayó de manos y rodillas sobre la piedra resbaladiza y palpó a tientas, buscando su ropa. Cuando por fin la encontró, rebuscó nervioso tratando de dar con la pieza de tela y se frotó con ella rápidamente para secarse el cuerpo, helado y chorreante de agua. Con manos temblorosas y torpes, encontró la camisola y se la deslizó por la cabeza, torciendo el brazo dolorosamente en su prisa por vestirse.


El murmullo del manantial y de los regueros de agua le resultó mucho más sonoro ahora que no podía ver. El eco era constante y enmascaraba el sonido del propio manantial, dificultándole la orientación. Se puso de pie, con el vestido en la mano, y se giró con gesto vacilante hacia lo que creyó que era el lugar donde se encontraba la escala, la manera más rápida de subir a la superficie. Sabía que había una puerta que conducía al túnel, pero temía perderse en un laberinto de cuevas y ramales.


—¡Sasuke! —gritó—. ¡Sasu!


El eco distorsionado de su voz pareció perderse en el rugido del agua, que se le antojó como el ruido apagado de un trueno en sus oídos. Dio unos cuantos pasos inseguros hacia delante, y su pie resbaló en un charco del suelo. Recuperó el equilibrio, lanzó una leve exclamación y se volvió otra vez. Al extender la mano frente a sí, encontró una pared. Movió torpemente los dedos por la superficie húmeda y nudosa y avanzó unos pasos, siguiéndola. El estruendo del manantial era ahora más intenso y lo confundía. Otro paso, y otro más, y entonces perdió pie y cayó de lleno en el estanque.


La impresión del agua fría hizo que se incorporara, escupiendo medio ahogado, con el agua cayéndole sobre la cabeza. Se hundió y desapareció bajo la superficie, agitando frenéticamente los brazos. Inmediatamente volvió a salir, con la camisola retorcida alrededor del cuerpo, y una vez más se hundió. Empleó la fuerza de sus brazos para impulsarse hacia la superficie, pues sus miembros recordaron, desde la época de su infancia, cómo mantenerse a flote.


Medio nadando, medio hundiéndose, tosiendo y jadeando casi presa del pánico, se impulsó hacia delante en las heladas aguas, sin saber muy bien dónde estaba el borde del estanque en medio de la oscuridad que lo rodeaba.


 


 


Sasuke se quitó rápidamente las botas y la túnica al tiempo que gritaba su nombre, pero Naruto había desaparecido bajo la superficie por segunda vez. Se lanzó de pie a la parte profunda del estanque y nadó en dirección a Naruto, que se debatía, escupiendo y con el cabello extendido alrededor como si fuera una capa dorada. Avanzó hacia el a brazadas largas y rápidas y lo agarró rodeándola por el tórax, apretándolo contra sí mientras nadaba, impulsándose con las piernas, hacia el borde del estanque. Logró sacarlo del agua y a continuación se izó a sí mismo, con la respiración jadeante. Naruto se dobló hacia delante, gimiendo, con la respiración tan agitada y forzada como la de él. La mirada asustada y desorbitada de sus ojos alarmó a Sasuke.


—Naruto —logró decir con voz rota, al tiempo que le apartaba hacia atrás la masa de pelo empapado que le había caído sobre el rostro—. Naruto, estás a salvo. Estoy aquí. —Le levantó la cara y le limpió el agua de la mejilla.


—Sasu —dijo el, extendiendo una mano. El movimiento fue tan torpe que golpeó con el brazo el hombro de Sasuke, y después lo bajó buscando a tientas su antebrazo. Sasuke se quedó mirándola con el ceño fruncido. Tenía a Naruto sentado y casi desnudo frente a él, y sin embargo no parecía darse cuenta: miraba hacia arriba y sus ojos eran de un color azul como el cristal. Por debajo de la seda diáfana y mojada de su camisola, se agitaban su pecho; la tela se le adhería a las caderas y descansaba arrugada sobre sus muslos desnudos. Sintió el deseo de recorrer todo su cuerpo, pero en cambio el corazón se le cayó a los pies.


Alzó una mano y la movió lentamente frente a Naruto; el no parpadeó ni se movió.


—Oh, Dios, Naruto –susurró Sasuke. Con un sollozo de horror, Naruto cayó hacia él. Sasuke lo rodeó con los brazos y lo estrechó contra sí, mientras el escondía las lágrimas contra su pecho desnudo. Estaba temblando y chorreando agua, igual que él.


—Tranquilo —le dijo Sasuke, sujetándolo firmemente con un brazo mientras estiraba el otro para coger su túnica seca y envolverla alrededor del cuerpo estremecido de Naruto—. Cálmate, pequeño.


—He tenido una visión... v... varias —balbuceó el, tiritando violentamente. Caía sobre ellos la luz dorada de las últimas horas de la tarde, pero aquellos rayos de sol ya no eran capaces de contrarrestar la húmeda frialdad del aire.


—Cuéntamelo todo en la torre, donde los dos podamos estar calientes y secos —dijo Sasuke. Y se puso de pie, ayudándolo a incorporarse sin dejar de arroparlo con la túnica. Luego recogió las botas de ambos y recuperó el vestido empapado de agua para retorcerlo. Sujetándolo firmemente con un brazo, lo guió con cuidado hasta salir de la cueva y la llevó por el interior del túnel al largo tramo de escaleras que había bajo las ruinas.


En su dormitorio al otro lado de los muros del broch, dio a Naruto una manta de su cama, un tartán de lana que era a la vez grueso y abrigado. Mientras el se quitaba la camisola, él se dio la vuelta prudentemente y añadió un poco de leña al débil fuego. A continuación se desprendió de las empapadas calzas y se cubrió con su amplia capa de peregrino para protegerse del intenso frío, incrementado por la piel y el cabello mojados.


—Ven a sentarte junto al fuego —dijo a Naruto, volviéndose para guiarla. El se acomodó en el suelo, al lado del fuego, con la espalda apoyada en la pared y las rodillas levantadas bajo la manta. Sasuke oía cómo le castañeteaban los dientes. Se sentó junto a el y la acercó hacia sí para rodearla con los brazos.


—¿D... dónde está el azor? —preguntó Naruto, temblando.


—Lo dejé en su aposento —respondió Sasuke—. Pensé que ya había trabajado bastante por hoy.


—¿V... vino volando hasta el puño, atado a la cuerda? —preguntó el.


—Estás helado. —Le frotó la espalda con la mano para hacerla entrar en calor—. Vino volando como en un sueño, Naruto, a todo lo largo de la cuerda, unos pocos metros, aunque fueron necesarios incontables intentos para conseguir que lo hiciera —agregó con disgusto—. Pero lo hizo. Así que le di de comer y lo dejé en una percha. Pasará la noche durmiendo.


—¿No vas a permanecer despierto con él?


—Por esta noche le dejaré dormir, y empezaré de nuevo con él por la mañana. Si se porta bien, probaré con un fiador, una cuerda más larga que le permitirá recorrer volando todo un campo. Creo que ya está listo para eso, parece que tiene el ala más fuerte.


—Por fin se está domesticando —dijo Naruto.


—Hasta donde le es posible. —Sasuke la miró—. Cuéntame qué ha sucedido, Naruto. ¿Ya has entrado un poco en calor?


—A... algo —contestó ella, todavía con un castañeteo de dientes—. No sé qué es lo que provocó las visiones —dijo—. El estanque estaba tan maravilloso, tan cómodo. Me estaba relajando, mientras escuchaba el murmullo del agua y cómo cantabas tú, y en ese momento aparecieron sin más las visiones. Cuando salí del estanque, estaba ciega y… me entró el pánico.


—¿Qué viste? ¿Lo recuerdas?


Naruto guardó silencio durante un instante y a continuación sacudió la cabeza ligeramente.


—Sé que vi otra vez a mi tío, y tú... tú corrías un gran peligro, Sasu. Lo recuerdo bien. —Inclinó la cabeza hacia las rodillas levantadas y escondió el rostro en la manta—. Mi tío se encontraba en una mazmorra. Tengo que encontrarle, Sasu.


—Sai te ayudará a hacerlo —repuso él en tono adusto.


—Sí —susurró el, con la cabeza inclinada. Al cabo de un momento dejó escapar un suspiro—. Te vi en una emboscada, creo. Sé con seguridad que corrías un gran peligro. —Hizo un leve ruido de frustración—. Había otras muchas imágenes, de batallas, y también de los dos, tú y yo, en un jardín. No lo entendí.


Sasuke lo observaba con mirada fija mientras una idea iba tomando forma en su mente.


—Naruto —empezó despacio —, dijiste que tu tío y el sacerdote solían hacerte preguntas, y que tú les describías lo que estabas viendo.


—Sí, durante una visión. Pero ahora la visión ha pasado.


—Tráela de nuevo —dijo él en voz queda—. Y dime qué es lo que ves. Deja que te ayude a recordarlo.


Naruto ladeó la cabeza, pensando, y asintió con un gesto. A continuación reclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, privados de la vista, y aspiró profundamente. Por espacio de varios minutos, lo único que oyó Sasuke fue el crepitar del fuego y el lento ritmo de la respiración de Naruto, pero entonces vio que el muchacho movía los párpados.


—Veo un peregrino a la entrada de una iglesia, bajo la lluvia —dijo, y después describió la iglesia—. Se dirige hacia un arbusto de espino. El peregrino es el señor del viento, y el arbusto guarda un secreto... —prosiguió con voz tranquila.


Sasuke se sintió profundamente impresionado mientras lo escuchaba. Había oído algo similar en la predicción que el padre Dounzu había hecho circular por la frontera de Escocia; pero el hecho de oírla completamente, de labios del propio profeta, le dejó estupefacto.


Naruto describió la abadía de Dunfermline con todo detalle, incluso el arbusto de espino que crecía en el patio, y sin embargo Sasuke sabía que el nunca había pisado aquel lugar. No hacía mucho que él había caminado junto a aquel arbusto vestido con la capa de peregrino. Frunció el ceño; el único secreto que protegía el espino era la tumba de la querida madre de su amigo.


Naruto echó la cabeza hacia atrás y continuó.


—Veo un campo de batalla al lado de un río ancho y tranquilo... —Hablaba con fluidez, rápidamente y en voz baja, y Sasuke escuchó con atención. Naruto creaba vívidas imágenes en su mente, como si él fuera el ciego y Naruto el vidente.


—Hay un león que domina en actitud protectora las colinas de Escocia —repitió Sasuke suavemente—. ¿Quién es ese león, Naruto?


Ella inclinó la cabeza, reflexionando.


—Robert Bruce, conde de Carrick. En primavera tomará sobre sí la corona de Escocia, pero habrá que esperar muchos años antes de que triunfe sobre los ingleses. Incluso entonces, su independencia no durará para siempre. Pasarán más de quinientos años antes de que Escocia e Inglaterra puedan vivir verdaderamente en paz, cuando haya caminos de acero y vagones que se muevan velozmente sobre ellos sin caballos.


Sasuke li miró boquiabierto y atónito.


—El señor del viento será capturado —dijo Naruto. Sasuke se inclinó hacia delante.


—¿Quién le capturará?


—No se puede confiar en el halcón de la torre.


—¿Cuándo capturarán al señor del viento? —insistió Sasuke con suavidad.


Naruto sacudió negativamente la cabeza a modo de protesta.


—Pronto... pronto —respondió. Se calmó como si estuviera viendo algo nuevo—. Un pergamino doblado que cae de la mano, fuertemente atada, que lo sostiene. El señor del viento guarda el secreto del león y lo protege con su vida. Veo otro pergamino —frunció el ceño—, pero la tinta está desapareciendo.


Sasuke experimentó una gélida sensación de frío que le recorrió los brazos. Nadie sabía nada del pergamino doblado que Wallace había dejado caer la noche en que fue apresado, y que él mismo recogió más tarde.


Naruto permaneció sentado en silencio durante unos instantes, y a continuación lanzó un suspiro y abrió los ojos, ladeando la cabeza como si buscara oír la voz de Sasuke. El fuego ponía luces cálidas en sus ojos ciegos.


—Estoy aquí, Naruto —dijo en voz queda. El extendió una mano, y él la tomó— Dios mío —dijo—. Eres una vidente, posees un raro don. No me sorprende que tu tío te protegiera tanto ni que el sacerdote tomara nota de todo lo que decías. ¿Recuerdas lo que acabas de decir ahora?


Naruto negó con la cabeza.


—Sólo algo acerca de ti, de batallas y de Escocia. —Se estremeció y se arropó un poco más con la manta.


Sasuke lo acercó a sí para darle calor y le contó todo lo que había dicho, pero no permitió que su voz grave y tranquila delatase su asombro ante aquella capacidad de profetizar.


—Sasu, puede que corras un gran peligro si sigues adelante con este intercambio —le dijo Naruto—. El señor del viento será capturado...


Él sacudió la cabeza en un gesto negativo.


—El peligro existe siempre —murmuró—. Los que luchamos como rebeldes debemos aceptar esa verdad, de modo que la amenaza de peligro no me preocupa. Y tu visión no ha revelado nada acerca de cuándo podría suceder algo. Podría verme envuelto en una refriega dentro de una semana, un mes o varios años. —Calló por unos momentos y la miró—. Y es posible que lo que has visto sea un símbolo referido a mí. Hay otras formas de apresar a un hombre, pequeño.


Naruto inclinó la cabeza hacia atrás, perplejo.


—¿Cómo? – apenas notaba que Sasuke no lo trataba como a una mujer.


—Puede que nunca haya corrido peligro, y sin embargo haya perdido el corazón —Sasuke la observó fijamente mientras el silencio flotaba entre ambos.


—No era un símbolo —susurró—. El peligro es real.


—Tal vez lo sea —murmuró Sasuke sin apartar los ojos de el—. Naruto —dijo al cabo de un momento—, ese pergamino que has mencionado... Lo tengo yo.


Naruto abrió mucho los ojos, pero sin expresión alguna.


—¿A qué te refieres?


—La noche en que capturaron a Wallace, se le cayó un pequeño objeto que tenía escondido en la mano, y tenía las manos atadas, tal como tú has dicho. Se trataba de un pergamino doblado, justo como tú lo has descrito. —Hizo una pausa—. Tú no tenías modo de saberlo.


Naruto se irguió, interesado.


—¿Todavía lo tienes?


—Sí. Es una carta del obispo Lamberton de Saint Andrews a William Wallace, en la que menciona un pacto entre ese obispo y Robert Bruce para apoyarse el uno al otro contra los ingleses. El obispo invitó a Wallace, con la aprobación de Bruce, a unirse a ese pacto secreto. Es bien sabido que la Iglesia de Escocia ha opuesto resistencia a la fuerza de Inglaterra, pero la carta revela que Bruce de Carrick forma parte de esa rebelión también, y que estaba dispuesto a apoyar a Wallace.


—¡Dios santo! —Naruto parecía vivamente impresionado —. Si los ingleses poseyeran una prueba tan clara de las intenciones de Bruce, para él eso sería el fin de sus esperanzas... y de su vida. El futuro de Escocia estaría perdido.


Sasuke asintió.


—La he guardado por miedo a que si se la hacía llegar a Bruce, o de vuelta al obispo Lamberton, tal vez fuera interceptada. Ya había decidido guardar el secreto del león, tal como dijo el profeta.


Naruto ladeó la cabeza y una arruga empezó a formarse entre sus delicadas cejas doradas.


—Creo que guardas demasiados secretos.


—Confío en pocas personas —repuso Sasuke—. Y hay pocas personas que confíen en un traidor.


—Yo tengo fe en ti, y sin embargo tú no confías en mí.


Sasuke observó su rostro iluminado por la luz anaranjada entre las densas sombras. Lo que sentía en aquel momento era una mezcla de respeto y admiración..., y comprendió que también de amor. Pero al mismo tiempo experimentó otra sensación de tristeza: tendría que renunciar a Naruto.


—Sí confío en ti —susurró.


Naruto apoyó la mano en su pecho, la palma desnuda contra la piel de él. Sasuke se preguntó si el notaría en los dedos cómo le palpitaba alocadamente el corazón.


—Entonces dime por qué te consideras a ti mismo traidor, cuando yo no veo otra cosa que honor en ti. — Ladeó la cabeza como si aguardara una respuesta.


Sasuke suspiró y se frotó la frente, pensativo. Llevaba demasiado tiempo guardándose aquellos siniestros recuerdos para sí. Sintió una punzada de miedo en las entrañas; nadie conocía la historia completa, y sin embargo deseaba contársela a Naruto. Era una necesidad que nacía de mucho más que la simple confianza.


Suspiró otra vez.


—Los ingleses me hicieron prisionero la primavera pasada, y me encerraron en Carlisle.


—Ya, y te escapaste en el verano —dijo Naruto.


—Me encerraron junto con otros nobles escoceses, pero cuando varios de nosotros fuimos trasladados al norte en el verano, yo me escapé de la escolta. Karin no logró huir conmigo. Entonces fue cuando Sai se la llevó a Wildshaw.


—Y por eso debes recuperarla —dijo Naruto—. Entiendo. Pero eso no te convierte en traidor.


—Mientras estuve encarcelado en Carlisle, el rey Eduardo envió la orden de que varios de nosotros firmásemos un documento. Si no obedecíamos, seríamos ejecutados. Un día, cuatro de nosotros lo firmamos, con falsas intenciones; ninguno tenía la intención de cumplir lo firmado. Algunos fuimos liberados más tarde, y yo fui entregado a la custodia de Sai. Le ordenaron que me dejara libre, pues esperaban que yo cumpliera la promesa, pero a él se le ocurrió retenerme un poco más de tiempo. —Se encogió de hombros—. Yo no estaba de acuerdo con eso, de modo que escapé de su patrulla una vez estuvimos en el bosque.


—¿Qué era el documento que firmaste? —preguntó Naruto rápidamente.


Sasuke vaciló, temiendo lo que tenía que decir.


—Un acuerdo para atrapar a Wallace y entregarle a los ingleses.


Naruto guardó silencio por espacio de unos instantes.


—No quiero creer que tú prometieras tal cosa.


—Créelo —dijo Sasuke con brusquedad.


—Otros lo firmaron también, pero has dicho que ninguno cumplió lo prometido.


Sasuke dejó escapar un largo suspiro y clavó la vista en el fuego.


—Yo sí lo cumplí —dijo en voz queda—. Los conduje hasta Will.


—¡Sasu, no! —jadeó Naruto.


—Cuando escapé, vine aquí y me enteré de dónde se encontraba Wallace, muy al norte de este lugar. Partí disfrazado de peregrino, pero me siguieron. Sai debió de enviar un hombre tras de mí. Si yo lo hubiera sabido —dijo enfáticamente—, habría tomado una ruta diferente o llevado otro disfraz. Pero les conduje hasta Wallace, como un idiota. Al día siguiente descubrí que había varios soldados concentrados frente a la casa en la que me había reunido con él. Acudí allí lo más aprisa que pude —sacudió la cabeza— pero fue demasiado tarde.


Naruto se inclinó hacia él. Sus dedos encontraron su cara, se deslizaron a lo largo de su mandíbula, le rozaron los labios, fríos y delgados contra la mejilla de él.


—Tú no le traicionaste.


—Sí lo hice. —Cerró los ojos, angustiado, sintiendo los dedos de Naruto suaves como alas de mariposa sobre su piel—. Llevé a aquellos bastardos hasta él. Si no hubiera ido allí, ahora Will estaría vivo.


—Sasu —murmuró Naruto en tono sincero—. Los dos tratamos de advertirle, de ayudarle. Tú no le traicionaste. Aquello tenía que suceder.


Sasuke permaneció silencioso, con el ceño fruncido y los labios apretados. Llevaba mucho tiempo convencido de que había traicionado a su amigo, por un disparate, por un descuido, por egoísmo... No sabía cómo lo había hecho, pero ocurrió. Quería alejar de sí aquel dolor y aquella rabia, pero no podía.


—Sasu... Has dicho que he mencionado otro pergamino, uno del que desaparecía la tinta. Ese debe de ser el que tú firmaste.


—No lo entiendo. Lo firmamos con tinta negra.


—Las palabras que se desvanecen son un símbolo —dijo Naruto—. La promesa no era real. La culpa no existe. Tú no desempeñaste ningún papel en la traición de Wallace.


Sasuke escuchó su dulce voz, sintió el suave roce de su contacto y notó cómo se rompía la dura coraza que rodeaba su corazón. Trató de contestar, pero tenía un nudo en la garganta.


—Le habrían capturado de todos modos. Tenía que ser así. Nadie podría haberlo cambiado —dijo el con suavidad.


—Hay otra cosa más —siguió él en voz tan baja que sonó áspera en el aire inmóvil.


Naruto volvió el rostro hacia él, aguardando. Sasuke comprendió que su paciencia era una bendición. Confiaba en el. Mucho. Dejó escapar un pesado suspiro antes de decir:


—Cuando se llevaban a Wallace... yo intenté, con mi última flecha, quitarle la vida.


Oyó cómo el aspiraba profundamente.


—Sabías lo que le esperaba —dijo Naruto—. Sabías que su muerte sería inevitable, y cruel.


Él asintió con la cabeza, incapaz de hablar a causa del nudo en la garganta.


La mano de Naruto encontró la suya.


—Ese fue verdaderamente un gran acto de amor —susurró.


Desde que era niño no había vuelto a sentir el escozor de las lágrimas. Parpadeó para dominarlas, contento de que el no pudiera verlas.


Naruto apoyó la frente en la mejilla de él, rozándole con su cabello suave como seda tejida por manos celestiales.


—Sasu, tú jamás podrías haber traicionado a Wallace. Los que te amamos lo sabemos bien. Tenemos fe en ti. ¿Cuándo vas a comprender eso?


Sasuke contuvo la respiración. “Los que te amamos... tenemos fe en ti”. Eran palabras sencillas, hermosas, conmovedoras.


Bajó el rostro, deslizando la mejilla junto a la de Naruto, y lo atrajo hacia sí, estrechándolo, meciéndolo suavemente en sus brazos. Varios momentos más tarde, varias inspiraciones más tarde, logró por fin recuperar el control de su voz.


—Tú viste todo esto hace meses —murmuró—. Ojalá te hubiera conocido entonces. Ah, Naruto —dijo, suspirando—. Si me hubieras predicho esto, podríamos haber cambiado las cosas.


—No podemos cambiar lo que Dios ha dispuesto. Y con gusto profetizaría para ti —insistió el, con voz que era un cálido aliento contra la mejilla de él—. Haría cualquier cosa por ti.


Sasuke sintió que el corazón le daba un salto. Lo estrechó con más fuerza, hundiendo los dedos en su pelo húmedo, sintiendo su calor, su peso, todo su ser en los brazos. Apenas capaz de pensar en lo que estaba haciendo o diciendo, deslizó lentamente la boca por su mejilla.


—¿De verdad lo harías? —murmuró contra su piel.


—Sí. —El le rodeó el cuello con el brazo—. Pero un proscrito no querrá cargar con la molestia que supone una profetisa.


—Si se ha tomado la molestia de cargar con un tonto azor —musitó él, acercando la boca a la suya—, un pequeño doncel profeta podría resultarle toda una bendición.


Naruto tomó aire sorprendido ¿desde cuando conocía su secreto?  Alice no podía habérselo dicho ¿verdad? Y se golpeó mentalmente ¡Estaba prácticamente desnudo entre sus brazos!, Sasuke lo había bajado del castillo ya antes cuando bajaban por el precipicio, frente a frente.  Dios, el siempre lo supo y se quedó callado, así que también su secreto había estado a salvo siempre.  Y no hace mucho rato lo sacó del agua empapado ¿sería que estaba tan angustiado de la visión que no se dio cuenta de lo que pasaba?


Pasó los dedos a través de su cabellera, le inclinó la cabeza hacia atrás y tomó su boca con una rapidez y un ansia que apenas llegaban para expresar la sed que sentía. Apretó los labios contra los suyos, en un afán por beber algo de su dulzura e inocularla en su propio corazón.


El corazón le retumbaba en el interior del pecho. Suspiró bajo la suave caricia de sus labios y se rindió de buen grado a la fuerza del beso. Él se inclinó hacia delante, y Naruto se dobló hacia atrás, un movimiento fluido de ambos en un juego de rendición y entrega.


Por un instante, Naruto vio unas diminutas luces que giraban en la oscuridad frente a sí, en una exquisita mezcla de colores. Las luces se incrementaron poco a poco, rotando en su visión interior hasta que llenaron por completo sus ojos con un intenso resplandor dorado.


El resplandor del fuego. Contempló, más allá del hombro de Sasuke, las llamas doradas. Conteniendo una exclamación, se apartó un poco para mirarle a él, con la mano apoyada en su mejilla de barba incipiente, parpadeando para aclararse la vista, para cerciorarse de que se encontraba allí. Miró al fondo de sus ojos de color carbón bordeados por densas pestañas. La silenciosa pregunta se leía en su cara. Sus dedos recorrieron la curva de su mejilla. El sonrió y dejó escapar una leve risa.


—Sí —susurró—. Ya puedo verte otra vez. No sé qué magia hay en tu forma de besar, pero es algo maravilloso.


—Esa magia no es mía —replicó Sasuke, inclinándose hacia el. Naruto le aceptó gustoso, acoplando su boca a la de él.


—No es mía tampoco —musitó Naruto contra sus labios.


—Ah, entonces —murmuró Sasuke al tiempo que la hacía resbalar hasta el suelo, sobre un nido de cálidas mantas—. Debemos de haberla creado entre los dos.


—Sí —jadeó —. Así es.


Sasuke se recostó junto a el. La manta se deslizó cuando Naruto se acercó a él; sentía el calor del fuego que ardía en el hogar en la pierna desnuda y en el hombro.


Él lo tomó en sus brazos y se inclinó para besarlo suavemente, y cuando apartó los labios lo hizo tan lentamente que Naruto se movió hacia él pidiendo más, Sasuke le acarició el pelo y lo miró fijamente.


—Nadie más podría hacer desaparecer mi ceguera con un beso —dijo Naruto, mirándole también—. Estoy seguro de ello.


—Creo que sería capaz de matar al hombre que lo intentara —murmuró Sasuke. La vehemencia que había en su tono calmo provocó un hormigueo de emoción en el—. ¿Y qué me dices de sir...?


—Calla. —Le puso un dedo en los labios—. Ningún hombre me besará nunca como tú, ni me tocará como dejo que tú me toques —susurró—. Lo juro.


Sasuke cerró los ojos.


—Naruto, si me juras eso, te lo haré cumplir.


—Hazlo, entonces. —Le miró fijamente—. Y júramelo tú también.


—Lo juro, nadie más que tú —dijo él en un jadeo, y volvió a apoderarse de su boca. El dejó escapar un suspiro cuando Sasuke se introdujo entre sus dientes y la punta húmeda de su lengua tocó la suya. Yacía sereno en sus brazos, sin embargo tenía la sensación de que todo su cuerpo vibraba y giraba en torbellino.


La rápida y ferviente promesa que ambos acababan de hacerse el uno al otro la inundó por entero, dándole la profunda certeza de que allí, con él, había encontrado amor y refugio perfectos. Quería darse a sí misma totalmente, entregarse a él en cuerpo y alma, sin arrepentirse; quería, desesperadamente, quedarse con él, aunque sabía que eso tal vez nunca fuera posible.


- Sasu, yo sé que tu sabes la verdad – le dijo en un susurro – pero necesito estar seguro que me quieres a pesar de ello.


- Naruto, he estado peleándome todo este tiempo contra la culpa, se bien cómo es tratado un doncel en las cortes del rey Eduardo – le acarició la mejilla – vos no sois un animal, sois una persona que merece tener lo mejor – le volvió a apretar contra sí – desde que os saqué de vuestro castillo que sé que sois un doncel y no por ello os amo menos, no muchos sobreviven a la persecución.


Negándose a cerrar los ojos y ver de nuevo sólo la oscuridad, se echó un poco hacia atrás para mirarle. Sus ojos recorrieron los cabellos ondulados que lanzaban destellos a la luz dorada del fuego, los hombros anchos y suavemente musculados, su fuerte cuello donde latía apresuradamente el pulso.


Pero la vista no podía proporcionarle lo suficiente de él. La ceguera le había enseñado el valor y el poder del contacto. Pasó las yemas de los dedos siguiendo la forma de su mandíbula: cuadrada bajo la oreja, firmemente curvada en la barbilla, cubierta de una fina barba que parecía arenilla. Él cerró los ojos cuando Naruto le tocó los párpados, las pestañas densas y suaves. Su nariz era larga y recta, su aliento una cálida caricia, su boca carnosa, firme y húmeda. Sasuke le cogió el dedo y se lo introdujo en la boca, haciendo que el dejara de respirar, sorprendido por la sensación.


Naruto dejó resbalar la mano por su cuello hasta su pecho, terso y bellamente esculpido, deteniéndose sobre el corazón. Él lo acercó más a sí, presionando con una mano en la parte baja de su espalda. Aunque la manta y la capa estaban arrugadas debajo de ambos, Naruto notó el intenso calor del cuerpo de Sasuke, y, como reacción, experimentó un estremecimiento en lo más hondo de sí mismo, sorprendente y excitante.


Las manos de Sasuke se detuvieron en su espalda, semejantes a dos remansos de calor.


—¿Deseas que suceda esto? —le murmuró en voz baja junto al oído.


—Sí —respondió el ferviente mente—. No tengo ninguna duda.


Sasuke lo atrajo a su cálido abrazo, con la manta entre ambos a modo de colchón. El escondió el rostro en su hombro. El peligro que había predicho y el compromiso que lo aguardaba eran ciertos. Experimentó un desesperado presentimiento que lo instó a buscar consuelo en sus brazos; aquella podía ser Ia última vez que estuviera con él.


Levantó la cabeza y le besó en la comisura de la boca, en el labio inferior, le amó con la boca, con las manos, con el ofrecimiento de su cuerpo. Abrió la boca bajo la suya y suspiró, alejando de sí todo pensamiento, toda lógica, sumergiéndose en sus sensaciones, tomando como única guía el tacto y el corazón.


Sasuke deslizó los dedos a lo largo de su garganta y dejó que resbalaran más abajo. Naruto sintió que el corazón le latía con más fuerza, retumbando con urgencia, al tiempo que la mano de Sasuke recorría el contorno de su pecho desnudo. El calor de su palma resultaba tan irresistible que se arqueó hacia ese contacto. Sasuke introdujo la punta de la lengua en su boca, mientras su mano le moldeaba el pecho. El corazón de Naruto se aceleró, su respiración se hizo más agitada. Pronto sintió la otra mano de Sasuke abriéndose paso a través de sus cabellos, entrelazándolos, inclinándole la cabeza hacia atrás para poder deslizar los labios fácilmente por su garganta, mientras sus dedos se curvaban sobre su pecho, provocándole un estremecimiento que se extendió por todo su cuerpo.


El acarició suavemente la sólida extensión de su pecho, la piel tibia que cubría su dura musculatura, y encontró el pezón plano y suave. Lo tocó con curiosidad, levemente, notando cómo se endurecía igual que los suyos al contacto de él. Oyó su rápida inspiración y sintió su mano resbalar por su abdomen y bajar aún más, suavemente, hasta que Naruto se movió hacia él con un leve gemido.


Sasuke apartó la manta y lo acercó por fin, su cuerpo sólido y ardiente junto al suyo, sus manos cálidas acariciando su espalda, su cabello, sus caderas. Bajó la cabeza y encontró un pezón, y empezó a bañarlo con sus labios húmedos. El profundo e intenso placer arrancó otro gemido de Naruto. Sus dedos, inmóviles, que lo tentaban con aquella quietud, se hundieron suavemente en la oculta hendidura de su cuerpo.


Aquel contacto se tradujo en exquisitas caricias que la inundaron hasta que por fin se incorporó hacia él, sintiendo como un fuego líquido que recorriera sus miembros, una sensación vibrante y maravillosa que lo dejó anhelante, como si oscilara sobre el tentador borde de la perfección. Se abrazó a Sasuke con más fuerza, deseoso de obtener lo que su cuerpo prometía y su corazón ansiaba ya.


Naruto deslizó las manos por el abdomen de él, siguiendo la línea de vello que conducía hacia abajo. Su miembro rígido y caliente le llenó las manos. Sasuke emitió un gemido grave, cambió de postura y lo colocó sobre él, acomodándolo de manera tal que sus piernas le abrazaban las caderas y su cuerpo se acoplaba íntimamente al suyo. El se inclinó para abrazarse a él, sintiendo cómo su corazón latía cerca del suyo y las bocas de ambos se unían en un prolongado beso. El ritmo cada vez más rápido de la respiración de él se aunó con el suyo, al tiempo que guiaba sus caderas con dedos suaves pero apasionados. Naruto resbaló sobre él como un guante, emitiendo un leve gemido que se perdió contra la garganta de Sasuke.


Cuando se irguió otra vez, arqueando la espalda, él le cogió las manos, palma sobre palma. Aquel sencillo contacto, de algún modo fue tan tierno como la dulce y cálida fusión de sus cuerpos, como si lo que prometía con su cuerpo fuera sellado con sus manos.


Sintió que lo invadía una fuerza irresistible, una poderosa corriente de alegría que trajo consigo una revelación: el hogar que ansiaba, el refugio que necesitaba existía en el amor que habían creado entre los dos. El pertenecía al lugar donde se encontrara él; el mejor castillo, el bosque más frondoso, ofrecían tan sólo un pobre refugio en comparación con lo que había encontrado en compañía de Sasuke.


Volvió a inclinarse sobre él y dejó escapar un suspiro. Sasuke aspiró profundamente y lo atrajo a sus brazos, que lo aguardaban, mientras su cabellera se extendía en abanico y les cubría a ambos como si de un par de alas se tratara.


 


El frío que acompañó al amanecer penetró por la ventana y le despertó. Sasuke, con un escalofrío, subió un poco más las mantas y apretó a Naruto dentro del círculo de sus brazos, sintiendo su cuerpo desnudo caliente y suave en contacto con el suyo. Sus ronquidos le hicieron sonreír, y le ladeó un poco la cabeza inerte para acallarlos.


Estaban tumbados juntos en la cama de él, sobre un nido formado por mantas y pieles. Ojalá se le hubiera ocurrido engrosar su colchón de paja y poner una cortina alrededor de la vieja y abierta cama de piedra para protegerse de las corrientes. Estaba acostumbrado a su duro lecho, y a echar un sueño rápido y profundo cada vez que se acostaba en él.


Pero la noche anterior, la austeras comodidades de su cámara habían servido de apoyo para un acto de amor jubiloso y sensual. Desde el suelo, cuando las ascuas del fuego empezaron a apagarse y la fría brisa se hizo sentir más, buscaron el refugio de los cobertores de la cama. Ninguno de los dos estaba cansado, de modo que ambos comenzaron a explorarse y entregarse con entusiasmo el uno al otro, profundamente y sin reservas. Sasuke sintió que su sangre y su cuerpo se aceleraban al recordarlo, y apretó los labios contra la frente de Naruto, que seguía dormido.


Lanzó un suspiro y acunó la cabeza de Naruto contra su pecho, peinando su suave cabellera con los dedos con gesto lento, cariñoso. Ese día, o al siguiente, regresarían sus amigos con el mensaje del sacerdote. Pronto, demasiado pronto, Naruto entraría en la iglesia de Stobo y desaparecería de su vida.


Se preguntó si podría soportar el sacrificio que se había impuesto a sí mismo; se preguntó si podría quedarse atrás y verlo partir.


Naruto se acurrucó en sus brazos en sueños. El le besó en la frente y en la curva de la oreja, y acarició con la mano el bello contorno de su cadera. Deslizó los dedos por su brazo, sobre el delicado hueso del hombro, siguiendo la inclinación de su pecho. Naruto se agitó levemente y levantó el rostro hacia él. Cuando él se inclinó para besarlo en la boca, le rodeó el cuello con los brazos y le atrajo hacia sí, devolviéndole el beso con pasión. Con un leve gemido, pasó los dedos entre su pelo, acercándole de nuevo. No era necesario decir nada; él entendía lo que sentía.


Sasuke experimentó la misma sensación desesperada de que el tiempo se les escapaba de las manos. Temía perderla para siempre. Pero de momento, le daría toda la felicidad posible, todo su amor, y tomaría lo que le ofreciera. Dentro de unos días, las obligaciones que cada uno de ellos tenía destruirían lo que habían encontrado juntos.


Lo rodeó con los brazos y bajó la cabeza para besarlo, susurrando su nombre. Deseaba decirle tantas cosas... Sin embargo, no dijo nada y dejó que sus manos y su cuerpo hablaran con elocuencia por él.


 


—Pero el fiador es una cuerda muy larga —dijo Naruto, de pie junto a Sasuke mientras este se enrollaba una larga soga en el brazo—. Sólo ha regresado al puño desde una distancia muy corta. El fiador mide treinta metros, has dicho.


—El problema no es la longitud —contestó Sasuke, caminando con el en la parte llana y cubierta de hierba de la cima del peñasco. Gawain permanecía posado en el puño, piando, mientras que Naruto avanzaba a grandes zancadas para mantenerse al paso de Sasuke—. El problema consiste en hacer que el azor regrese al puño rápidamente y por su propia voluntad. Cuando haga eso, lo hará desde un metro, treinta metros o media legua, sin cuerda. La distancia no significa nada para los halcones, la confianza lo es todo.


Naruto asintió, comprendiendo, y se quedó de pie donde él indicó.


—Ahora, observa, y veremos lo que hace —dijo Sasuke.


Comprobó los nudos que sujetaban el fiador a las guarniciones de cuero y después enterró el otro extremo de la cuerda, atado a un gancho de madera, en la hierba. Murmuró unas palabras al azor durante unos momentos, y acto seguido cruzó la explanada de hierba desenrollando el fiador según andaba, y dejó al terzuelo sobre una repisa de roca. Regresó hasta donde estaba Naruto y llamó a la rapaz.


Gawain no se movió del sitio, ocupado en arreglarse las plumas de las alas. Sasuke lo llamó de nuevo, cantando las notas del kyrie y tirando ligeramente de la cuerda. El azor agitó las alas, se elevó y descendió otra vez para posarse en el suelo. Sasuke lanzó un suspiro y fue hasta él para recogerlo, musitando en voz baja. Volvió con él a donde aguardaba Naruto, enrollando el fiador. Entonces lanzó el brazo hacia arriba y animó al azor a salir volando del puño.


De pronto, Gawain se elevó en el aire con las alas totalmente extendidas, alejándose hacia lo alto, desenrollando el fiador detrás de él. Sus alas grises y crema bogaron en el viento, planearon, bogaron otra vez, llevándolo hasta el otro extremo de la explanada.


Naruto lanzó una exclamación al verlo, y Sasuke rió en voz alta a su lado. El azor era hermoso y elegante, y sin embargo poseía una fuerza afilada y temible, como el amo del aire, como un arcángel paseándose por su reino, con el sol arrancando destellos plateados a su lomo al avanzar.


Ganó altura. El fiador se agitó y se elevó con él, y entonces empezó a tensarse. El azor ascendió y planeó hasta posarse sobre un alto saliente de la roca situado a lo largo de la ladera de la montaña.


Naruto contempló a la rapaz.


—¿Va a regresar?


—Veremos —murmuró Sasuke, y levantó la mano. Las notas claras y profundas del kyrie se esparcieron por el risco.


Naruto contuvo la respiración y aguardó. Gawain ladeó la cabeza y se volvió. Sasuke entonó la melodía otra vez, con el brazo estirado en alto.


Entonces, como si ya lo hubiera pensado bastante, Gawain remontó el vuelo con la gracia de un bailarín y regresó hacia ellos, cortando el aire con las alas extendidas como si flotara en medio de una corriente. Naruto vio la gran velocidad a la que se aproximaba y dio un paso atrás aprensivamente. Sasuke permaneció inmóvil como una piedra y esperó, con el brazo levantado, mientras el azor enfilaba directamente hacia él. En el último instante, justo cuando Naruto se llevaba una mano a la boca para ahogar un grito de aviso, temeroso de que el azor golpease a Sasuke con sus poderosas garras, el terzuelo se inclinó, frenó y se posó en el puño aleteando con total desenvoltura.


Sasuke le ofreció un pedazo de carne. Después sonrió abiertamente y miró a Naruto.


—Ahí lo tienes —le dijo—. Esto es un azor.


El sonrió y se acercó a él, levantándose las faldas, ya que había insistido en seguirse fingiendo mujer por si regresaban lo demás, y medio corriendo al subir los escasos peldaños.


—Ha sido precioso —dijo—. Sir Gawain, qué pájaro tan hermoso eres.


—Muy hermoso, en verdad —dijo Sasuke, mirándola—. Ahora vamos a ver si quiere hacerlo una vez más, y otra, y otra. Puede que termine siendo una tarde muy larga.


—Bueno —dijo ella, suspirando—, ¿Qué otra cosa tenemos que hacer?


—Eso, ¿qué otra cosa? —Alzó una ceja y le dirigió una mirada traviesa. El le miró a su vez y reprimió una sonrisa, notando cómo se le encendían las mejillas. Sintió que la invadía una leve sensación de dicha al pensar en estar de nuevo en sus brazos.


—¿Crees que el azor querrá venir a posarse en mi puño? —le preguntó.


—Tal vez. Si quieres, podemos averiguarlo.


—Me gustaría probar. —Observó cómo Sasuke enrollaba rápidamente la cuerda, le murmuraba algo en voz baja a Gawain y le lanzaba de nuevo al aire.


Así fue transcurriendo la tarde, en una mezcla de desilusión y también de placer. Naruto permaneció al lado de Sasuke contemplando el azor, y junto con él lo mimó y tranquilizó. Gawain voló o no voló, se enfureció o se posó en su percha, comió o no comió, según su capricho. Pero cuando las sombras empezaron a alargarse sobre el peñasco, ya obedecía más y se enfurruñaba menos. Y con independencia de su estado de ánimo, Naruto se dio cuenta de que la rapaz siempre parecía responder de algún modo, evidente o sutil, a las notas graves y serenas del kyrie.


Cuando se aproximaba el crepúsculo y unas nubes bordeadas de rosa se extendieron por el cielo, Naruto volvió la vista hacia el bosque. Lanzó un suspiro, percibiendo una curiosa sensación, una mezcla de seguridad y poder, en lo alto de aquella aguilera. Sasuke recogió el fiador y se lo sujetó al cinturón, y a continuación se dio la vuelta para ir hasta donde estaba el, con Gawain posado tranquilamente en su puño.


—Es maravilloso estar aquí —dijo cuando Sasuke llegó a su lado—. Tan protegidos, tan por encima del resto del mundo.


—¿Es eso lo que más te gusta? ¿La protección que ofrece este lugar?


El se encogió de hombros.


—Me gusta lo aislado que está, y la sensación de que nadie puede amenazaros aquí arriba, de que nadie puede subir aquí a menos que conozca el camino secreto.


—En efecto. Este lugar ofrece refugio... y también una especie de libertad —dijo Sasuke.


—He pasado mi vida dentro de un castillo, viendo muy poco del mundo exterior —dijo Naruto—. Creía que estaba protegido, pero ahora sé que era falso. Estaba recluido, como en una prisión, mi vida estaba regida por las normas de otras personas. Aquí me siento verdaderamente seguro, y verdaderamente libre. —Le tendió una mano, y él la cogió—. Quiero quedarme aquí para siempre, contigo —dijo impulsivamente.


Sasuke guardó silencio, sin soltarle la mano. El esperó, con el corazón palpitando de esperanza, a que él expresara el mismo sentimiento.


—Posees un gran don, Naruto —dijo Sasuke por fin—. Tus predicciones deben ser escuchadas por muchos. Pero por ese mismo motivo necesitas contar con la mejor protección. Hay personas que desearían utilizarte, si pudieran, para que les dijeras lo que depara el futuro.


—Mi propio tío... y el rey de Inglaterra entre ellos —comentó Naruto con cierta amargura.


—Así es —dijo Sasuke, y después dejó escapar un suspiro—. Naruto, no quiero condenar a tu tío del todo por recluirte como lo hizo. Él quería protegerte de aquellos que no podían entender lo que tú eres capaz de hacer, y quería asegurarse tu capacidad de profetizar. El casamiento que ha preparado para ti obedece a ese propósito.


Naruto le contempló fijamente, apretando sus dedos.


—¿Qué estás diciendo? —susurró, incrédula.


Él desvió la mirada hacia el bosque.


—Que yo no puedo darte lo que necesitas ni lo que deseas.


—¿Cómo sabes en verdad lo que yo deseo? —replicó, un tanto desafiante.


—Sé que la seguridad es importante para ti —contestó Sasuke—. Sé que también lo es un hogar. Tú debes vivir en un lugar agradable, un castillo amurallado, con un jardín y..., y rosas que cuidar. —Calló durante unos instantes y le apretó la mano con más fuerza—. Un hogar donde puedas criar niños, donde conozcas la paz y la abundancia, donde compartas tus profecías con quienes puedan beneficiarse de ellas.


—Lo importante para mí es el amor —dijo el—. La libertad. Tú eres importante para mí —añadió con pasión.


—Tu don es algo muy importante —dijo Sasuke—. Es significativo y poco corriente. Si te encierras a ti mismo con un hombre que debe esconderse del mundo, nadie oirá tus profecías. —Suspiró—. Un proscrito sin hogar no puede salvaguardar a un valioso profeta. Pero un hombre que gobierna un castillo fuerte y una guarnición, y que tiene el poder de Inglaterra de su parte, puede hacerlo muy bien.


—Pensaba que lamentabas enviarme otra vez con Sai  —dijo Naruto, apenas capaz de controlar el temblor en la voz. Cerró nerviosamente el puño en la mano de Sasuke.


—Y lo lamento —repuso él con calma—. Pero quiero que te vayas.


El frunció el ceño.


—Quieres a Karin.


Och —murmuró por lo bajo—. Ya sabes la verdad de ese asunto. —No lo miró, aunque el no apartaba los ojos de su perfil—. Naruto, si te quedaras conmigo, nos perseguiría Sai, y también las tropas que el rey Eduardo enviaría tras nosotros. Nunca tendrías paz, ni abundancia, ni un hogar.


—Esto es un hogar —dijo ella—. Si me voy con Sai, seré... tendré que convertirme en su esposa, y... y no soporto esa idea. —Le asió con fuerza la mano y se giró hacia él—. Y el rey Eduardo me obligará a decir profecías para los ingleses.


—Dilas bien —dijo Sasuke—. Tendrás todo lo que desees.


—¡Todo lo que desee! —El miedo y la ira estallaron en su interior—. ¡Tú eres todo lo que deseo!


—Todo lo que deseo yo —insistió él con gravedad— es que tú estés a salvo. He reflexionado mucho sobre esto. Tu don es notable y ha de ser compartido. Tú mereces honores y lujos, y yo no puedo dártelos. Esta es la única manera. —Contempló el cielo que iba cambiando a un color lavanda. El azor chilló, se agitó un poco y movió las alas.


A Naruto el corazón le retumbaba en el pecho, y su respiración se aceleró.


—Existe una dificultad en canjearme por Karin.


—¿Cuál es?


—No pienso ir.


Sasuke enarcó una ceja y la miró.


—Irás.


Ella frunció el ceño.


—Cuando vayamos a Stobo, podrás dejar a Karin dentro de la iglesia cuando Sai la envíe allí, y yo saldré y le diré que no deseo irme con él.


—Eso —dijo Sasuke— provocaría un baño de sangre.


—No me obligues a ir —rogó.


Sasuke exhaló un suspiro de angustia y levantó una mano para acercar a Naruto hacia sí, rodeándole el cuello con el brazo. El se abrazó a su cintura y dejó escapar un breve sollozo de alivio, contento de estar en sus brazos.


—Tengo que dejarte marchar —dijo Sasuke—. Tienes que comprenderlo. Eres la profetisa de Aberlady, demasiado valioso para que se la quede un proscrito. ¿Y qué me dices de tu tío?


—No quiero ser propiedad de un hombre que controle mis profecías como si fueran sacos de lana que llevar al mercado —dijo Naruto—. Y ha de haber otro modo de encontrar a mi tío. El padre Dounzu puede ayudarnos, o tu amigo de la abadía de Dunfermline. —Se mordió el labio y cerró los ojos con fuerza—. Podemos encontrarle, estoy convencido.


—No —musitó Sasuke contra su pelo—. Se encuentra en Wildshaw.


—Esperemos. Sasu —dijo, al ocurrírsele una idea nueva—, me iré con Sai tal como has planeado, para que tú puedas recuperar a Karin. Si Sai tiene a mi tío a salvo, me iré de Wildshaw con mi tío. Luego regresaré aquí contigo.


El guardó silencio un instante, estrechándola contra sí.


—No puedes hacer tal cosa.


—Puedo volver —dijo Naruto—. Déjame volver.


—Naruto —dijo Sasuke, sombrío—. No.


—Lo haré —insistió el.


Sasuke lanzó un profundo suspiro y contempló de nuevo el bosque a la luz cada vez más apagada. Naruto le contempló a él, con los ojos súbitamente llenos de lágrimas.


—Comprendo —susurró—. Tú quieres tu libertad, y crees que conmigo no podrás tenerla.


Él cerró los ojos por un momento.


—Te quiero a ti, pero no puedo tenerte. Te irás con Sai, y con el tiempo terminarás olvidándome.


Naruto sintió una punzada de dolor en las entrañas.


—No digas eso. Necesitamos estar juntos.


—Tú y yo seguimos caminos diferentes —dijo Sasuke.


—¡Seguimos el mismo camino! Tenemos las mismas necesidades... paz, refugio, amor —terminó con un hilo de voz.


—Sí, si nuestras vidas hubieran sido distintas —dijo él—. Si yo fuera simplemente el señor de Wildshaw y tú la dama de Aberlady... Pero las cosas no son así.


—Sasu —dijo Naruto, escondiendo el rostro en su túnica—. Sasu, no hagas esto. —Cerró los ojos con fuerza para alejar las lágrimas.


—Cálmate —le dijo él con dulzura, abrazándola sin moverse—. Naruto, mi pequeño —dijo al cabo de unos momentos—. Mira ahí abajo.


El miró, entornando los párpados.


—Sólo veo árboles. Tú tienes la vista tan aguda como la de un halcón.¿Qué has visto?


—A Quentin y Patrick. Regresan mucho antes de lo que pensé.


Naruto se aferró a él y miró. Transcurrieron largos minutos hasta que vio las diminutas figuras de los dos hombres corriendo en dirección al peñasco. Temía su llegada, temía su mensaje, y también lo que iba a suceder en los próximos días.


—Sasu —dijo—. Tengo miedo.


Él le acarició el pelo lentamente y apartó el brazo con que le rodeaba los hombros.


—No te pasará nada.


Naruto continuó observando a los dos hombres por espacio de unos instantes mientras el viento le azotaba el vestido y el cabello, y después se dio la vuelta.


Sasuke se alejó, con el azor posado en su puño, y se internó en las crecientes sombras.


 


Continuará…

 


Sasuke es más terco que una mula, pero tiene sus buenas razones.


Espero que les haya gustado, no puedo hacer un verdadero lemon, no me sale.


En fin, será, será lo que será.


Shio Zhang


 


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