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El Señor del viento por Shiochang

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Notas del capitulo:

Ahora si, va corregido

El Señor del viento

 


Perdón, pero no suelo responder los comentarios (luego me voy de un viaje explicando todo), pero ahora voy a hace un alcance, por si no se han fijado en las fechas de lo fics, ángel audaz y este.  El primero está ambientado en Inglaterra en el siglo XVI, es decir, en plena edad moderna, y este, está ambientado en la edad media.  Enrique VIII, el rey de Ángel audaz, era más liberal en cuanto a las relaciones entre parejas (recurran a la historia universal, rompió con la Iglesia sólo porque no le permitían el divorcio), pero el rey Eduardo IV era un hombre cerrado, ambicioso y vengativo, en todas la novelas ambientadas en esa época y en la de su predecesor, se encontrarán con este hombre desalmado, acaparador, vengativo y destructivo.


En fin, ya lo verán por estos lados, en cuanto a Sasuke y Naruto, habrá romance, pero les costará admitirlo.


Y no digo más o se me acabara el espacio par el fic.


 


Visión

 


—La primera norma de la cetrería —dijo Sasuke— es sujetar con fuerza.


Extendió el brazo, sintiendo la tensión en los músculos del hombro y del pecho resistiendo la considerable fuerza de ascensión del azor. Este se agitó y aleteó violentamente hasta donde le permitía la longitud de las correas de cuero. Sasuke ladeó la cabeza para eludir otro fiero golpe de la punta de una ala.


—Naruto, en mi bolsa hay un poco de carne cocinada. ¿Podéis traerla y partirla en trozos pequeños?


El hizo lo que se le indicaba, y después se acercó cautelosamente sin dejar de mirar al furioso azor, que se debatía sin cesar. Entregó la carne a Sasuke, y este la cogió con la mano que le quedaba libre mientras el se apresuraba a apartarse. La mirada de Naruto, como la de él, estaba fija en el frenético animal y en sus anchas alas batientes, sus garras curvadas. Sasuke mantuvo el brazo extendido pacientemente, aunque le dolían los músculos por el esfuerzo de resistir la fuerza del azor. En la otra mano sostenía la carne. No pensaba ejercer ninguna fuerza sobre él; sabía que la rapaz estaba hambrienta y cansada, y esperaba que la atracción por la comida fácil y la disciplina del anterior adiestramiento acabaran imponiéndose.


Por fin el azor empezó a mover las alas más despacio y se posó sobre el puño de Sasuke con un aleteo final y arqueando un ojo hacia el hombre con una chispa de resentimiento.


—Ah —dijo Sasuke, sonriendo—. Aquí tienes, pájaro testarudo —Pasó el trozo de carne a la mano protegida con la banda de cuero. El azor se la arrebató inmediatamente—. Está cocinada, pero no hay otra cosa. Cógela, eso es, y el resto. —Observó cómo comía—. Ah, miradlo, Naruto —dijo en un impulso, sonriendo ampliamente—. Se agarra al puño más de lo que yo esperaba.


—Ha dejado de chillar —dijo Naruto—. ¿Está domesticado?


—Apenas. Está cansado y herido, y me acepta sólo a regañadientes.


—Ah —repuso Naruto—. Igual que yo.


Él miró fugazmente en su dirección y rió de mala gana. En ese momento el azor volvió a batir las alas y se lanzó al aire separándose del puño, sólo para quedar colgando cabeza abajo moviendo las alas.


—¿Qué ha sido eso? —preguntó Naruto alarmado.


—Una rabieta. No es más que mal genio. Quiere que sepamos que no le gusta esto. Los halcones, y en particular los azores, pueden tener rabietas una y otra vez, como un niño malcriado. Un halconero necesita una buena dosis de paciencia para tratar con un azor. —Alzó una ceja en dirección a la rapaz—. Y este parece que va a necesitarla también.


El terzuelo agitó las alas enfurecido, y después se quedó colgando inmóvil. Sasuke le puso una mano en el pecho y lo levantó suavemente hasta volverlo a su posición inicial sobre el puño. Las patas de afiladas garras se cerraron como garfios de hierro, presionando a través de la delgada protección de la mano de Sasuke, y este tuvo que reprimir un gesto de dolor. El ave esponjó las plumas del pecho y siseó.


—Tranquilo, pequeño —murmuró Sasuke. Fue hasta el arco que había clavado al suelo y bajó el brazo. El terzuelo se aferró a la percha con escaso afán, y Sasuke se dio prisa en atar las correas al arco.


—Es muy temperamental —observó Naruto, contemplando la escena.


—Los halcones de alas cortas son de fuerte temperamento por naturaleza, y más difíciles de adiestrar que los de alas largas. —Sasuke sacudió la cabeza en un gesto negativo—. Pobrecillo. Estaba domesticado, se perdió y se volvió salvaje otra vez, y ahora sufre esta impresión de ser de nuevo atrapado y apresado. Sí, es muy temperamental, y es probable que siga siéndolo.


—Tal vez debierais soltarlo —dijo Naruto—. No debéis mantener cautiva a una criatura que quiere ser libre. —Al decirlo le brillaron los ojos de manera elocuente. Sasuke le devolvió una mirada grave, aunque el corazón le latió con fuerza en el pecho hasta que el miró a otra parte.


Se pasó los dedos por el pelo enmarañado y de pronto notó el aire frío en contacto con el pecho y la espalda desnudos. Recogió su túnica de lana del suelo —su camisa se había ensuciado con el azor— y se la puso deslizándola por la cabeza. Mantuvo el ceño fruncido mientras se ataba el chaleco de cuero sobre la túnica y volvía a ponerse el cinturón. La inesperada responsabilidad del azor ciertamente terminaría reduciendo todos sus planes a un verdadero caos. Hasta ahora, nada había salido según tenía planeado. El sol estaría alto antes de que abandonaran aquel calvero, y cada hora de luz diurna a lo largo del sendero del bosque aumentaba el riesgo de que les vieran. No disponía de hombres que le guardaran la espalda si se topaban con soldados. Lanzó un suspiro de impaciencia y miró a Naruto.


—¿Tenéis hambre? —le preguntó bruscamente— El afirmó con la cabeza—. Pronto tendremos que irnos —continuó diciendo—, pero antes quiero examinaros las heridas y buscaros algo de comer. El azor se ha comido la carne que tenía reservada para desayunar.


—He visto moras un poco más allá de ese olmo.


Sasuke asintió.


—Iré a coger unas cuantas y llevaré los caballos hasta el río. —Echó a andar, pero entonces se volvió a mirarlo de nuevo—. Cuidad del azor, si no os importa, hasta que yo regrese. Si tiene otra rabieta, dejadle suavemente en la percha. Y tened cuidado con las garras.


—¿Intentará escapar? —preguntó Naruto.


—Está bien atado, aunque a él no le gusta nada—. Arqueó una ceja hacia el —. ¿Y qué me decís de vos, lady Naruto?


—¿Os estáis preguntando si me tenéis a mí bien atada? —preguntó el en tono ácido y con la cabeza alta.


Sasuke estuvo a punto de echarse a reír por el inconsciente encanto que había en aquella actitud sincera y desafiante, pero se limitó a sacudir la cabeza.


—Sólo me pregunto si debo marcharme y dejaros aquí sin que nadie os vigile.


—No huiré... por el momento. No conozco este bosque, y apenas puedo controlar a ese antipático semental inglés. Y tengo hambre. —Apoyó el puño en su delgada cadera—. De momento, tenéis dos cautIvos.


Sasuke le devolvió una mirada franca.


—Y os conservaré a los dos. Podéis estar seguro de ello. —y se fue.


 


Naruto saboreó las últimas moras y se lamió el jugo de las yemas de los dedos. El sabor y la satisfacción de comer algo fresco todavía lo maravillaba, después de la prolongada privación sufrida durante el asedio. Suspiró y miró a Sasuke.


—¿Queréis que vaya a buscar más? —le preguntó este, que estaba sentado sobre el tronco caído. Unas minúsculas arrugas de diversión se formaron alrededor de sus ojos. Naruto se fijó en ellas y también en las puntas doradas de sus oscuras y pobladas pestañas. Los ojos de Sasuke eran de un color tan profundo y vibrante a la luz del sol, como onices con vetas de oro.


Naruto negó con la cabeza y sintió que se le sonrojaban las mejillas.


—Estoy llena —murmuró.


—Dejad que os vea el brazo —dijo él.


—Mi brazo está bien.


La herida le dolía ferozmente, pero odiaba admitirlo. Su propia conducta le resultaba un poco vergonzosa; el agotamiento lo había hecho sollozar y desmoronarse como un niño sobre el caballo, y era probable que hubiera roncado igual que un soldado tras un festín; sabía que aquello era un defecto suyo. Y ahora había comido con un apetito desaforado mientras Sasuke lo observaba con expresión indulgente.


No quería parecerle débil o necesitado, y tampoco quería que Sasuke pensara que confiaba en él. En Aberlady había depositado su fe en él, pero este rescate no era nada honroso. Su ira se inflamaba cada vez que pensaba cómo lo había convertido en un cautivo.


—Estoy bien —repitió con terquedad.


—Lo bastante bien para tener las mejillas más pálidas de lo que debieran estar, y para morderos el labio y hacer una mueca de dolor cada vez que os movéis. No seáis tonta, dejadme ver la herida.


Naruto lanzó un suspiro. Era cierto que el brazo necesitaba atenciones. Empezó a aflojar las tiras de tela que le sujetaban el brazo al costado. Sasuke se inclinó hacia delante, y el sol arrancó destellos a su pelo. Le bajó con suavidad la hombrera de la sobreveste gris oscura y enrolló hacia arriba la manga desgarrada del vestido gris claro que Naruto llevaba debajo. Cuando abrió los vendajes del brazo, el hizo un súbito gesto de dolor.


Sasuke lo miró con preocupación y retiró el último trozo de tela. El se miró la herida y lanzó una leve exclamación.


Los grandes orificios de la parte anterior y posterior del brazo se habían coagulado, pero la carne que los rodeaba se veía hinchada y sonrosada. La piel clara del brazo se había convertido en una masa de hematomas azulados. Sasuke giró el brazo, y el intenso dolor estuvo a punto de cortarle la respiración a Naruto. Al cabo de unos instantes, Sasuke asintió con la cabeza.


—Tiene buen aspecto —dijo.


—¿Buen aspecto? —exclamó Naruto, consternado.


—No hay signos de infección. Tenéis suerte de que sólo esté hinchado y blando. Os quedarán algunas cicatrices profundas, pero existen aceites que podéis aplicaros sobre la piel para atenuarlas. Dejadme ver el pie. —Se agachó para levantarle el tobillo y retirar el vendaje. Naruto sintió un fuerte escozor en la herida cuando él la puso al descubierto, y prefirió no mirar.


—Esto también está curando bien —dijo Sasuke—. Y por lo visto ya podéis andar mejor, aunque todavía cojeáis. Limpiaré las heridas y las vendaré otra vez, y mi tía podrá aplicar los ungüentos de hierbas apropiados para que sanen como es debido.


—¿Vuestra tía es una sanadora? ¿Dónde vive?


—Sabe mucho de sanaciones, más en animales que en personas. Su casa se encuentra a medio día de camino hacia el sur.


—¿Vais a decir a vuestra tía —preguntó Naruto despacio— que tenéis la intención de retenerme para pedir un rescate?


Él recogió la tela que había empapado en agua fría del arroyo cercano y la dobló. Sus ojos se posaron audazmente por un momento en los de Naruto.


—En ningún momento he hablado de rescate, muchacha —contestó con suavidad—. Es un simple trueque, una mujer a cambio de otra.


Por toda respuesta, Naruto aspiró profundamente, pues él le estaba presionando la tela fría y mojada contra el brazo.


—El frío ayudará a bajar la hinchazón y a mitigar el dolor —dijo Sasuke —. Sostened lo así un rato. Regresó hasta donde estaba el azor, el cual encogió las alas con cautela al ver que se aproximaba el hombre. Sasuke empujó ligeramente las garras del azor con el brazo protegido por las tiras de cuero, y después de unos instantes la rapaz se subió a su puño con un leve aleteo. Sasuke se puso de pie, hablando al ave en tono bajo y tranquilo, y le ofreció un trozo de carne que dejó sobre el cuero.


—Tenía entendido que se había acabado la carne de conejo —dijo Naruto.


—Y así es. Esto es de un ratón que atrapé cuando fui por las moras y el agua.


Naruto hizo una mueca. En los ojos de Sasuke brilló una chispa de diversión.


—Él también necesita comer, y no le gustan las moras ni las nueces, igual que a nosotros no nos gusta lo que come él.


—Le disteis de comer hace no mucho.


—Sí —admitió Sasuke—. Quiero saciarlo de momento, para que cuando viajemos esté gordo y lleno, y menos deseoso de intentar cazar él mismo su comida cuando vea alondras y otros pájaros en el bosque.


El azor terminó de comer y apretó las garras, pero no se enfureció. Se quedó en su percha, como si hubiera empezado a confiar en el hombre que lo había rescatado pero también lo había capturado.


Naruto observaba la escena, deseando poder confiar en aquel hombre de nuevo, pero también la había hecho prisionera a el.


—Si yo fuera un halcón —dijo—, me revolvería, y os mordería y os arañaría hasta que me dejarais en libertad.


—En ese caso, qué suerte tengo de que seáis una mujer —repuso Sasuke arrastrando las palabras y mirándola. El se ruborizó.


El terzuelo alisó las plumas y chilló. Sasuke comenzó a mover la mano lentamente en círculo por encima de la cabeza del azor, una y otra vez, mientras murmuraba frases afectuosas en tono suave y tranquilizador. El ave observaba fascinada el movimiento de la mano, y pareció relajarse.


—¿Qué estáis haciendo? —quiso saber Naruto.


—Mirándome la mano, caerá en una especie de sopor —explicó él—. Así, tranquilo, pequeño —añadió en voz baja—. Olvidará que soy su enemigo natural y se sentirá cada vez más cómodo en mi mano, escuchando mi voz. Con el tiempo aprenderá que no quiero hacerle daño. Aprenderá a confiar en mí.


—Eso —replicó Naruto— no es fácil.


—Eso tengo entendido. —Sasuke lo miró fugazmente. El lo dejó pasar.


—¿Pensáis adiestrarlo?


—Sí. Voy a domesticarlo. Tranquilo, pequeño. Eso es.


Siguió moviendo la mano en lentos, largos círculos. El azor observaba, intrigado. Naruto también miraba, sintiéndose atraído por aquellos gestos apacibles e irresistibles.


—Pero pertenece a alguien —dijo al cabo de unos instantes.


—Pertenecía. —Sasuke hizo hincapié en la forma de pasado.


—Un azor suele ser propiedad de un pequeño terrateniente —dijo Naruto—. Pero también lo tienen los caballeros y los barones, y hasta los condes y los reyes. Ese terzuelo podría pertenecer a cualquiera. Si su dueño es un hombre de rango, vos podríais tener problemas. Debéis devolverlo.


—Yo soy un proscrito, hago lo que me place.


Naruto contempló el azor. Observó también la mano de Sasuke, ágil y fuerte, y bellamente formada. El azor la miraba también.


Naruto dejó escapar un suspiro.


—Bueno, podría proceder de las halconeras de Aberlady —admitió—. Kakashi lo sabría. —Se acercó un poco más, atraída por la mano, el azor y el hombre—Es decir, si es que alguna vez me permitís ver a Kakashi de nuevo.


Sasuke le dirigió una mirada que indicaba que había captado la agria observación.


—Venid aquí, a mi lado, donde el azor pueda veros —le dijo—. Si os quedáis detrás de él, se pondrá nervioso. Y no debéis mirar fijamente a un halcón —agregó—, porque eso significa peligro para él. Los gatos salvajes miran fijamente antes de atacar.


—Ah. —Naruto cambió de sitio y se puso al costado derecho de Sasuke, aún sujetando la tela fría y húmeda contra el brazo—. Mi padre tuvo una vez un hermoso azor hembra, hermana de la que el rey Alejandro llamaba su halcón de caza favorito.


Sasuke enarcó una ceja.


—Mi tío fue halconero real del rey Alejandro. Quizá crió al azor de vuestro padre. —Se dirigió a ella en el mismo tono que estaba empleando con el terzuelo: bajo y meloso, casi musical. Naruto experimentó una deliciosa serie de escalofríos por la espalda.


—¿Aprendisteis cetrería con vuestro tío? —le preguntó.


—Sí. De niño me crié con mis tíos de Dunfermline, antes de ir a la escuela del seminario de Dundee. Mi tío me enseñó mucho sobre ese arte.


—Así que sois un halconero. –Naruto le miró sorprendida.


—No soy más que un forajido, al que han dado el sobrenombre de halcón, y que conoce los halcones.


Se inclinó hacia delante y depositó al azor en la percha, y a continuación se volvió hacia Naruto. Le quitó la tela de la mano para limpiarse los dedos con ella, la introdujo en su cinturón y se dispuso a ajustar de nuevo los vendajes del brazo. Naruto sintió que el dolor cedía cuando Sasuke lo tocó. Un escalofrío la recorrió de la cabeza a los pies cuando él le subió la manga hasta el hombro y empezó a enrollar los vendajes que le sujetarían el brazo al costado. La simple sensación que le provocaban las manos de él resultaba relajante, incluso irresistible.


No quería que se detuviera. Se sentía igual que el azor, atrapado y extasiado. Tal vez, incluso llevaba en la cara la misma expresión de tonta beatitud.


Se aclaró la garganta.


—Dejad que lo haga yo —dijo cuando Sasuke se arrodilló para levantar el borde del vestido y la sobreveste.


—No será más que un momento —repuso él al tiempo que deslizaba los dedos bajo el vestido y encontraba el tobillo. Naruto experimentó una súbita sensación de ablandamiento, como si una parte de sí comenzara a derretirse. Cambió el peso a la pierna derecha y levantó el pie herido, apoyando una mano en la cabeza de Sasuke para conservar el equilibrio. Su cabello caldeado por el sol tenía una textura suave y fina. De pronto sintió que le ardían las mejillas.


—¿Por qué os llaman el Halcón de la Frontera? —Le preguntó, buscando desesperadamente algo que decir. Sentía extrañamente que le faltaba resuello.


—Quizá sea porque en el bosque ataco con rapidez y capturo presas inglesas —respondió él secamente—. O quizá sea porque puedo ver a lo lejos con la claridad de un cristal. O tal vez —levantó la mirada hacia ella— me he ganado ese nombre por mis desagradables ataques de mal genio.


Naruto reprimió una sonrisa.


—Decidme la verdad.


Sasuke se encogió de hombros y continuó enrollando la tela con firmeza alrededor del tobillo.


—Hace años tuve otro halcón, la primera vez que vine al bosque —dijo—. Era un azor hembra, grande y muy hermoso, un feroz cazador. Cazaba gallos salvajes con pasión, del mismo modo que mis hombres y yo cazábamos ingleses. Nunca se nos escapaba una presa. —Depositó el pie de Naruto en el suelo, y el retiró la mano de su cabeza—. Era un azor magnífico.


—¿Lo tuvisteis con vos en el bosque?


—Le preparé una halconera en el interior de una cueva —respondió Sasuke, girándose para ir a agacharse junto al terzuelo—. Salía conmigo casi todos los días. Si nos encontrábamos con alguna presa adecuada para él, Astolat echaba a volar en pos de ella; si nos topábamos con presas para mí, ingleses, él se quedaba esperando en un árbol o planeando en el cielo. A veces desaparecía durante unas horas, pero siempre regresaba. —Sonrió débilmente, pero Naruto captó una chispa de tristeza en sus ojos.


Sasuke comenzó a mover de nuevo la mano en lánguidas pasadas por encima de la cabeza del azor. Naruto le observó desde atrás.


Flotaba una tranquila paz en el pequeño claro del bosque, aparte de los conflictos de voluntades y temperamentos del captor y su presa. Naruto deseó preservar aquello, aunque tuviera que permanecer allí, de pie e inmóvil, simplemente contemplando al hombre y a la rapaz hasta que se pusiera el sol.


—Astolat suena a nombre de un ave notable —dijo—. Debéis de ser un estupendo halconero para haberla adiestrado tan bien.


—Los halcones son muy distintos en carácter y temperamento, igual que las personas. Astolat era un azor perfecto, inteligente y con una lealtad casi canina. Jamás he conocido un halcón mejor. —Agitó la mano y el azor, con la vista fija en el, pareció extasiado y ligeramente atontado.


—¿Qué le ocurrió? —Naruto contempló cómo se movían suavemente los dedos de Sasuke, y se sintió tan cautivado como el azor.


—Fue herido por una flecha inglesa que iba destinada a mí —contestó Sasuke en voz baja.


—Lo siento —susurró Naruto. Sasuke asintió con un gesto, mientras su mano se ladeaba y trazaba espirales imitando el vuelo de un halcón.


Naruto mantuvo la mirada fija en aquella mano que se movía en infinitos y lentos círculos sobre la cabeza del terzuelo, y todo lo demás empezó a desvanecerse de su conciencia. En alguna parte trinó un pájaro y una leve brisa agitó los árboles. La elegancia y la fuerza de aquella mano lo arrastraron en su vuelo. Escuchó su voz serena hablándole al azor, las mismas frases, una y otra vez.


En una ráfaga de lucidez, comprendió lo que el azor sabía de aquel hombre: que era una presencia tranquilizante, segura, una presencia en la que podía confiar. Deseó poder sentir eso mismo por él, pero no podía. Los pensamientos salían de su mente tan rápidamente como habían entrado. Siguió mirando la mano y escuchando la voz.


De repente le sobrevino una imagen que recordaba, como un sueño revivido: un hombre sosteniendo un azor en su puño enguantado, de pie junto a un arbusto de espino, bajo la lluvia.


Sasuke era aquel hombre.


El corazón empezó a latirle con fuerza. Meses atrás, en una visión olvidada hasta ahora, había visto a Sasuke Uchiha con un azor. Aspiró profundamente y quiso decírselo, pero no pudo; quiso apartar la mirada de aquella mano que se movía lentamente, trazando círculos interminables en el aire, pero no pudo.


El calvero iluminado por el sol empezó a difuminarse. La mano de Sasuke era lo único que veía ya. Unas luces centellearon y relucieron en los nuevos límites de su campo de visión. Notaba cómo la oscuridad iba dejándose caer, llenando su mente, sustituyendo al mundo que veían sus ojos por un mundo distinto.


Quiso gritar, pero no pudo; quiso que él la hiciera volver, pero no pudo extender los brazos. La oscuridad y la luz se mezclaron y se adueñaron de ella con la fuerza del océano, y sintió vagamente que caía de rodillas. Entonces penetró en ella la luz, más brillante que el resplandor del fuego o del sol, vibrando y danzando con su mente, vívida, fascinante, amorosa, mágica.


Y comenzaron las imágenes.


. . .


Vio densos jirones de niebla en remolinos. Aquel velo se disipó y —reveló un montículo verde y un arbusto de espino, tras el cual se alzaban los imponentes muros de una iglesia de piedra oscurecida por la lluvia.


Junto al espino estaba Sasuke Uchiha, vestido con capa y capucha, y sosteniendo el azor en su puño protegido por un guante. Naruto se sintió presente en aquella escena también, avanzando lentamente hacia él sobre la hierba mojada. Sasuke se volvió y lo miró, y el sintió su pena, grave y profunda, infinita.


Sasuke dio un paso atrás. Naruto se movió también, flotando en la neblina, pero vio que él se daba la vuelta y desaparecía. Deseó seguirle, pero no pudo; había algo que la retenía, como si llevara cadenas. Se volvió, y vio otro hombre de pie junto al espino.


Era un hombre corpulento, un caballero con armadura, de audaz belleza, huesos y músculos grandes, más alto que ningún hombre que hubiera visto jamás. Se apreciaba su poderoso cuerpo bajo la cota de malla y la capa verde que llevaba. Sostenía una ancha espada en posición vertical, con ambas manos apoyadas sobre la alta empuñadura, y la miraba fijamente. Sus ojos eran grises y en ellos se veía brillar una extraña luz.


—Sasu busca la paz —le dijo el hombre con su voz grave y amable—. Y también busca perdón. Pero debe concedérselos él mismo, aunque se resista a ello.


—¿Quién sois? —preguntó Naruto.


—Un amigo —respondió el hombre—. Sé paciente con él, Naruto. Encontrará lo que está buscando.


El afirmó con la cabeza y miró hacia el lugar por donde había desaparecido Sasuke, pero no vio más que niebla flotando, vacía y solitaria. Se volvió de nuevo. El apuesto y corpulento caballero se había esfumado.


La niebla dio paso de nuevo a la oscuridad. Esta vez se trataba de una penumbra parda, fría y corrupta, hedionda. A través de las húmedas sombras alcanzó a ver unos muros de piedra y un hombre agachado en un rincón.


Su Tío. Llevaba el cabello largo y desaliñado, sucio y grisáceo; la barba le ocultaba el rostro, su carne fláccida resaltaba los huesos de su enorme cuerpo; pero Naruto le reconoció. Reconoció sus ojos azules, que ahora se mostraban apagados y de color pizarra. Se cubría la cabeza con manos temblorosas y se hallaba encorvado hacia delante.


Naruto le llamó, y él levantó el rostro. La esperanza iluminó sus facciones... y en ese momento la imagen se desvaneció.


—¡Tío! —chilló Naruto, extendiendo las manos—. ¡Tío!


Pero la oscuridad la inundó, con un manto de estrellas de colores, arrastrándola consigo. Todo se fundió en una profunda negrura aterciopelada, y entonces Naruto se desplomó de bruces. Sintió el suelo duro y frío bajo la mejilla. También notó la hierba húmeda de rocío entre los dedos y aspiró su aroma fresco junto con un fuerte olor a cebollas salvajes no lejos de allí. Experimentó la caricia el viento y del sol en la cara y en las manos. Oyó el canto de una alondra en lo alto y el suave piar del azor, a escasos metros de ella, y decidió incorporarse ayudándose de manos y rodillas.


—¿Naruto? —Su voz sonó suave y con un toque de preocupación. Naruto se giró hacia ella—. Naruto, ¿qué ha pasado? ¿Estáis enferma?


Sasuke estaba agachado junto a el. Notó el calor que irradiaba su cuerpo. Tenía una mano, fuerte y firme, apoyada en el hombro de el.


—Estoy bien —respondió, un poco jadeante—. Estoy bien.


Comenzó a ponerse de pie lentamente. Las manos de Sasuke la sostuvieron mientras el se incorporaba. La brisa le agitó la falda contra las piernas y sintió el agradable calor del sol en el rostro.


—¿Podéis andar? —le preguntó Sasuke. El afirmó con la cabeza—. Venid aquí y sentaos.


La mano de él cogió la suya, cálida, atenta, fuerte. Notó el peso de su otra mano en la cintura. Dio un paso adelante y tropezó cuando su pie chocó contra algo, una raíz, una piedra. Pero las manos de Sasuke la sostuvieron.


—Naruto, ¿qué ocurre?


El dudó antes de contestar:


—Estoy ciega.


—¿Ciega? —repitió Sasuke en un susurro.


—Sí. —Naruto asintió tembloroso.


Sasuke lo observó unos instantes. La brillante luz del sol prestaba a sus ojos una purísima delicadeza, pero su mirada era inexpresiva y desenfocada. Levantó una mano y la movió despacio, dejando que su sombra le cruzase la cara, pero Naruto no parpadeó.


—Naruto —le dijo en voz baja a causa de la impresión—. ¿Qué sucede? —Se preguntó con desasosiego si se habría hecho daño cuando el caballo se desbocó llevándolo encima; sabía que las heridas en la cabeza podían tener efectos muy extraños—. ¿Os golpeasteis en la cabeza ayer?


Naruto ladeó ligeramente la cabeza mientras le escuchaba. Tenía la mirada fija y vacía, orientada hacia algún punto más allá de su hombro.


—No. Me viene la ceguera cada vez que tengo una visión. Pasará.


—Cuando caísteis de rodillas y os pusisteis a hablar y gritar, ¿estabais teniendo una visión? —preguntó Sasuke. El afirmó con un gesto.


—Y después siempre me sobreviene esta ceguera.


Sasuke se pasó los dedos por el pelo, miró a otra parte, volvió a mirarlo, tratando de encontrar alguna lógica en aquel rompecabezas que le permitiera comprender, en aquel estado de alarma y aturdimiento.


—¿Ciega? —repitió.


—La ceguera pasará —dijo Naruto con calma. Extendió una mano y encontró el brazo de él, y apoyó allí la mano. Sasuke la agarró del codo—. He aprendido a contar con ella.


—¿Cuánto dura?


Naruto se alzó de hombros.


—Una hora, una tarde, a veces un día entero. Ocurre siempre. Y ruego por que siempre sea así.


—¿De lo contrario le sucede algo malo a vuestra vista?


—Sólo un poco de visión borrosa de lejos, pero eso es bastante común. En cierta ocasión, mi Tío hizo que me examinara un médico, y dijo que tenía los ojos sanos. Esto sólo ocurre durante las profecías y después de ellas, luego desaparece por sí solo. El padre Dounzu dice que es el precio que debo pagar por tener el don de la profecía.


—Madre de Dios —dijo Sasuke suavemente—. No lo sabía.


—Pocas personas lo saben —repuso Naruto.


Sasuke lo miró pensativo. Entonces se dio cuenta de que el estaba esperando que hablara.


—¿Qué visión habéis tenido?


Naruto arrugó la frente.


—Os he visto a vos.


—A mí —repitió él, ceñudo y cauteloso de pronto.


—Sí, y también al azor —prosiguió Naruto—. Junto a un arbusto de espino. Estoy intentado recordar..., se me olvida rápidamente. Había otro hombre..., un caballero. —Se interrumpió por espacio de unos instantes, como si se esforzara por recordar—. Me habló. Yo estaba allí también. —Sacudió la cabeza, confundida—. El resto lo he olvidado. Es como cuando uno olvida un sueño al despertarse. —Se mordió el labio y pareció intensamente frustrada—. Lo siento. Intento recordarlo, pero... —Se encogió de hombros y sacudió la cabeza de nuevo, haciendo que el cabello le cayera sobre los hombros. Sus vacíos ojos azules expresaban sincera inocencia.


Sasuke experimentó una curiosa sensación de ablandamiento en el corazón. La lógica le decía que dudase de todo aquello, pero al mirar a Naruto le resultaba imposible hacerlo. Estaba muy preocupado y profundamente impresionado.


—¿Eso es todo lo que recordáis? —le preguntó.


—Sí. Después de una visión, apenas recuerdo algo de lo que he visto u oído. Casi siempre tengo conmigo a mi padre o a mi sacerdote para que vayan escribiendo lo que digo. Me hacen preguntas sobre lo que veo y oigo durante la visión, y yo puedo responderlas. El padre Dounzu ha tomado nota de todas mis profecías, y las entiende mejor que yo misma. Yo recuerdo muy poca cosa de ellas, y suelen ser un galimatías para mí, todas llenas de símbolos. —Suspiró y movió los dedos sobre el brazo de Sasuke—. Ojalá pudiera recordar. Una vez intenté esforzarme por recordar, y... —Se interrumpió y se mordió el labio.


—Tal vez sea la impresión de la ceguera lo que hace desaparecer todo —dijo Sasuke.


—Puede ser. Antes me asustaba mucho encontrarme ciega, pero ahora ya me he acostumbrado.


No parecía estar acostumbrado, pensó Sasuke. Parecía vulnerable, como una niño aterrorizado haciéndose el valiente. Sintió cómo sus dedos se cerraban con ansiedad sobre su brazo. Él le apretó a su vez el codo, tratando de tranquilizarlo.


—¿Cuánto tiempo lleva sucediendo esto? —quiso saber.


—Desde que tenía trece inviernos, unas cuantas veces al año —respondió Naruto—. He aprendido a provocar las profecías mirando fijamente un cuenco de agua o el fuego. Pero ahora me ha venido de forma tan extraña... tan repentina. No me había sucedido desde que era joven. Sasuke... ¿recordáis vos lo que he dicho? A veces vuelven a mí las imágenes si alguien me repite lo que he dicho.


Él se frotó la frente, pensando.


—Habéis dicho «paz y perdón», y algo acerca de un amigo.


—¡Ah! —exclamó ella—. He visto un caballero que decía que era un amigo.


—¿Quién era?


Naruto sacudió la cabeza negativamente.


—No lo sé. Ya casi no me acuerdo... Era un hombre grande y alto. ¿Algo más?


—También habéis gritado: «¡tio!».


Naruto contuvo una exclamación.


—Recuerdo... ¡He visto a mi tío! —Cerró con fuerza los dedos sobre el brazo de Sasuke—. Estaba en una mazmorra. Estaba... enfermo, débil. —Inclinó la cabeza—. ¿Y si está herido, o muerto?


—Está vivo —se apresuró a decir Sasuke—. Vos le habéis visto vivo. Recordadlo, Naruto.


El asintió. Su rostro se veía de un color cremoso bajo el fuerte sol, y sus ojos eran como cristales de un azul transparente, perfectos pero incapaces de ver.


—Dios santo, Naruto —murmuró Sasuke—. Dios santo. —Se sentía estupefacto, mareado, como si le hubieran dado varias vueltas con los ojos vendados y le hubieran orientado en una dirección desconocida... Un poco como debía de sentirse el, pensó—. Decidme qué necesitáis de mí.


Naruto pensó durante unos instantes.


—Por ahora, debo pediros que me proporcionéis seguridad.


—Está bien —contestó él en tono áspero.


“Cualquier cosa”, pensó para sí. De pronto echó profundamente de menos la comunicación entre las miradas de ambos, y, deseando un mayor contacto con Naruto, le rozó la curva de la mejilla con los dedos. El inclinó el rostro hacia la palma de su mano por un instante, y cerró suavemente los ojos.


—Lo prometo —dijo Sasuke.


—Gracias —contestó Naruto—. Pero en ese caso, Sasuke Uchiha, debéis dejarme marchar. —Su tono fue ligero, como una reprimenda de broma.


De repente, Sasuke tuvo la impresión de que jamás podría dejarlo marchar. Se asombró de la fuerza y la certeza de aquel pensamiento. Comprensión, se dijo; piedad, tal vez. Sólo eso, y nada más.


—Venid conmigo, Naruto —le dijo suavemente, y lo tomó del codo para guiarla poco a poco y con cuidado en dirección a los caballos.


 


Naruto ladeó la cabeza mientras cabalgaban por el sendero del bosque. En su ceguera, los sonidos le parecían más fuertes, los olores y sabores más intensos, y los dedos más sensibles a la hora de distinguir texturas y formas. El esfuerzo necesario para captar ordenadamente tantas sensaciones a la vez, sin poder ver lo que estaba oyendo, tocando o gustando, podía ser agotador y abrumador; pero había momentos en los que se sentía sumamente estimulado por reconocer las cosas más sencillas.


Sabía que Sasuke llevaba el azor en el puño forrado de cuero, porque oía el crujido de las correas y el roce de las garras del ave. Con frecuencia oía a Sasuke murmurándole con aquella voz suya de tono profundo y timbre agradable, semejante al calor de la lana en una noche fría. Y sabía que él llevaba las riendas de su caballo con firmeza, porque notaba la tensión en la brida. La pierna de él rozaba ocasionalmente la suya, lo cual le provocaba un delicioso hormigueo de placer en todo el cuerpo.


Sasuke llevaba todo el camino cabalgando a su lado, hablando con amabilidad, contándole lo que sabía del bosque de Ettrick. Le dijo que llevaba casi diez años viviendo en cuevas del bosque, y percibió el respeto y el amor que sentía hacia lo que era su hogar adoptivo. Sasuke era un narrador nato, desgranaba emocionantes y entretenidas historias acerca de su vida como proscrito y rebelde escocés. Describió los años que pasó al lado de Wallace y sus hombres, luchando en guerrillas y tejiendo artimañas, sopesando riesgos y estrategias. Habló de actos de crueldad, de coraje, de ingenio. Con hábiles palabras y voz entonada, pintó retratos de hombres inteligentes y fogosos que creían que tenía que haber libertad en Escocia y que habían sacrificado muchas cosas por esa causa. Pero no le dijo nada de cómo había llegado él a llevar esa vida, y no preguntó. Se limitó a escuchar, y se alegró de que los anteriores conflictos entre ellos parecieran haber entrado en una tregua.


—Mi tío estaba parcialmente ciego —dijo Sasuke al cabo de un rato—. Ya estaba así cuando me crié con él de niño.


Naruto ladeó la cabeza, interesada.


—¿Vuestro tío el halconero?


—Sí. Un águila amaestrada le dejó ciego del ojo izquierdo.


—¡Un águila! No sabía que se las podía amaestrar.


—Si el halconero posee la habilidad suficiente, sí es posible. Hace años, mi tío Nigel capturó una en las montañas, un polluelo que aún estaba en el nido, la crió y la amaestró. Era un ave magnífica, aunque casi imposible de manejar. Un día estaba comiendo de la mano de Nigel. Las aves de rapiña tienen la costumbre de golpear fuertemente con el pico para limpiarlo, y esta lo golpeó contra la cabeza de Nigel y le arrancó el ojo.


—¡Dios de los cielos! ¿Y siguió adiestrando aves después de eso?


—Sí, continuó siendo halconero real durante varios años —contestó Sasuke. Naruto captó una nota de orgullo y una pizca de diversión en su voz—. Lucía su parche en el ojo como si fuera una corona. Un halconero al que le falta el ojo izquierdo es muy probable que haya amaestrado a un águila —explicó—. Sólo por haberlo intentado se ganó el respeto de los demás.


—¿Todavía tiene halcones?


—Murió hace algunos años —dijo Sasuke bajando la voz—. Cuando murió el rey Alejandro, se retiró a Dunfermline y se dedicó a fabricar guarniciones para halcones. Se quedó con un viejo halcón peregrino que había pertenecido al rey. Esa ave tenía más de treinta años cuando murió.


—Qué viejo —dijo Naruto en un impulso. Oyó que Sasuke reía ligeramente— Para ser un halcón, quiero decir.


—Sí, bueno, yo soy más viejo todavía —dijo Sasuke, irónico—. Aunque supongo que vos apenas llegáis a los veinte.


Naruto levantó la cara.


—El próximo invierno cumpliré los veintiuno. La mayoría de las mujeres de mi edad están casadas y tienen niños.


—Y vos no lo habéis hecho. ¿Por qué?


Ella se encogió de hombros.


—Soy un mal partido. Pocos hombres querrían por esposa a una profetisa ciega.


Sasuke permaneció tanto tiempo en silencio que Naruto giró la cabeza hacia él, como si buscara una respuesta.


—Yo creo que seríais muy buen partido —murmuró Sasuke por fin.


—Ya, para conseguiros lo que vos deseáis —replicó con acritud. Él quería a una determinada mujer; se maravilló por lo fuerte que debía de ser su amor, y eso le provocó un leve cosquilleo de celos.


—El hombre que se quede con ese buen partido será un hombre afortunado —dijo Sasuke.


Naruto sintió un vuelco en las entrañas y notó que las mejillas se le encendían con un furioso rubor. La voz de Sasuke, una agradable mezcla de suavidad y aspereza, resultaba tan íntima como si él le estuviera tocando la piel desnuda.


—Sir Sai es el que mi tío ha escogido para mí —dijo.


—¿No le habéis escogido vos?


—Siente poco interés hacia mí, pero le interesa mucho lo que yo poseo.


—¿El qué?


—Las profecías. –Naruto ladeó la cabeza hacia él, aunque no podía dirigir la mirada directa que deseaba dirigirle.


—Ah —repuso él—. De modo que así son las cosas.


Naruto esperó a que explicara aquel seco comentario, pero Sasuke guardó silencio. Cabalgando a su lado, escuchó el ritmo amortiguado de los cascos de los caballos, los débiles graznidos del azor y el constante murmullo del bosque formado por el rozar de las hojas, el viento y el canto de los pájaros.


Al cabo de un rato deseó oír de nuevo la voz de Sasuke, como si al tapiz de sonidos que la rodeaba le faltase una pieza central, un punto de referencia.


—Habéis dicho que os criasteis en Dunfermline, con vuestro tío.


—Sí, desde los diez hasta los quince años —dijo él con naturalidad, como si le agradase conversar con el.


—Conozco ese lugar. Allí es donde está enterrada santa Margarita, y también otros miembros de la realeza de Escocia —comentó Naruto—. Yo no he estado en la abadía, pero he oído decir que es muy hermosa.


—Es una gran abadía, un lugar sagrado. La ruta de los peregrinos pasa por allí —dijo Sasuke—. Pero el rey Eduardo la declaró cueva de ladrones, pues era allí donde se reunían los nobles escoceses para elaborar sus planes contra los ingleses. Así que la quemó el año pasado. Fue una acción atroz. Su propia hermana fue enterrada allí.


Naruto lanzó una pequeña exclamación.


—¿La abadía quedó en ruinas?


—La iglesia se salvó, por la gracia de Dios. Uno de los monjes es amigo mío. El año pasado la mayoría de los monjes no tenían dónde vivir, tras el incendio.


—¿Y la casa de vuestro tío? ¿Se salvó?


—Se quemó —respondió Sasuke—. Él y su esposa se retiraron a una pequeña casa en el bosque. Ella todavía vive allí, desde que murió mi tío.


—¿Vuestra tía Alice?


—Eso es. Cuidado, agachaos hacia la izquierda, hay una rama baja. —Sasuke tiró de su brazo sano, y ella bajó la cabeza dejando que las ramas le pasaran por encima.


—Os estoy causando muchas molestias. Lo siento.


—No importa. —Su tono era amable.


Cuando los caballos empezaron a descender una pendiente, Naruto se inclinó hacia atrás, aferrada a las crines del animal, hasta que el suelo volvió a nivelarse. Sintió el viento azotándole el pelo y el calor del sol en la cara, y el trino de los pájaros le llegó más débil y lejano.


—Hemos salido del bosque —dijo.


—Sólo para cruzar un páramo. Pronto entraremos otra vez a cubierto y seguiremos otra senda forestal. El bosque de Ettrick está formado por mucho más que zonas boscosas; también comprende páramos, colinas, lagos y arroyos.


En ese momento el azor chilló fuertemente, e Naruto percibió el rápido batir de alas.


—¿Qué sucede? —preguntó.


—No es más que otra rabieta —contestó Sasuke. Naruto notó que los caballos se detenían, mientras que el frenético aleteo del azor continuaba, aminoraba y por fin cesaba—. Tranquilo, muchacho —lo tranquilizó Sasuke—. Calma, vuelve a la mano. —Momentos después los caballos reanudaron la marcha—. Ha visto pasar un par de ciervos, y le han sorprendido. —Naruto asintió, y continuaron cabalgando.


—Vuestro azor necesita un nombre —dijo Naruto—. ¿Existe alguna norma para poner nombre a un ave de caza?


—No, aunque yo siempre ponía a mis halcones y a mis caballos nombres de héroes y heroínas de los cuentos del rey Arturo.


Naruto inclinó la cabeza con curiosidad.


—¿Y por qué?


—Cuando era un muchacho, mis padres me regalaron un manuscrito pintado escrito en francés que contenía muchos de los cuentos de Arturo. Yo los leí una y otra vez. Supongo que los nombres se me quedaron grabados.


—Yo también los leí, y me encantaron. Mi madre tenía una copia en inglés, con pinturas muy bonitas. El sacerdote me enseñó a leer cuando era más pequeña, y también a escribir un poco. Me encantaba copiar mis cuentos favoritos de aquel libro. —Sonrió levemente, recordando, y giró la cabeza en dirección a Sasuke—. Al otro halcón le pusisteis el nombre de Elaine, señora de Astolat, que murió de amor por Lanzarote.


—Así es. Era un nombre profético.


Su tono sombrío le recordó el comentario anterior: el ave había muerto herida por una flecha inglesa. Aguardó en la oscuridad que la rodeaba, y se preguntó si él le contaría algo más, dado que aquello claramente le entristecía. Pero Sasuke no dijo nada.


Oyó el murmullo de las hojas, percibió el olor del follaje y sintió el frescor y la quietud del aire: estaban entrando de nuevo en el bosque. El paso de los caballos se hizo más lento. El azor chilló otra vez.


—Ciertamente necesita un nombre —dijo Sasuke—. ¿Cuál puede ser?


—Mmmm. —Naruto frunció el ceño—. Arturo, Héctor, Gawain y Tristán, todos ellos tenían halcones o iban de caza... ¡Ah! —Sonrió—. ¡Gawain!


—¿Gawain el azor? —preguntó Sasuke en tono dubitativo.


—Significa halcón de mayo, o halcón de la llanura, en lengua galesa. Vamos, Gawain —dijo, hablándole al azor. Oyó un leve roce de alas—. Yo creo que le va muy bien.


Sasuke rió divertido.


—Mejor de lo que creéis. Mi tía Alice tiene un halcón hembra de cola roja llamado Ragnell.


Naruto rió.


—Gawain y Ragnell eran pareja en una de las leyendas.


—Exacto. Supongo que por eso la profetisa ha escogido ese nombre.


Naruto percibió una nota de humor en su voz e imaginó una chispa de luz en sus ojos azules. Sonrió en su dirección y le dijo:


—Sir Gawain prometió desposar a lady Ragnell, aunque ella era una vieja y odiosa bruja. ¿Cómo puede irle bien ese nombre a un hermoso halcón?


—Creedme, le sienta estupendamente —dijo Sasuke con irónica certidumbre— Siempre quiere salirse con la suya, igual que la mujer del cuento. Además, tiene... un aspecto poco corriente.


Naruto sonrió.


—Suena muy interesante. Estoy deseando conocerla.


—Oh, la conoceréis.


Naruto se puso seria al instante. Se reprendió a sí mismo por reír tan abiertamente con él. Con independencia de su amabilidad al ayudarla y de su paciencia, aquel proscrito la tenía cautiva.


Por supuesto que conocería a aquel halcón hembra, se dijo amargamente. Sasuke tenía la intención de llevarla a la casa de su tía y retenerla allí en calidad de prisionero.


Suspiró, contemplando la frustrante oscuridad que lo envolvía, y siguió cabalgando hacia un incierto futuro.


 


Continuara…

Paciencia, paciencia, que se van a quedar sin uñas.


Tuve un tiempito y arreglé este capítulo, así que lo subí de inmediato. 


No prometo nada, el romance va a salir en el capitulo que tenga que salir, tan pronto Naruto le diga a Sasuke que… Mejor me cayo, no a los spoilers.


Gracias por leerme.


Shio Zhang.


 


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