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El Señor del viento por Shiochang

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El Señor del viento

A ver como me va con este.
Sasuke tiene, para mí, y para Naruto, obviamente, la voz más sexy que existe, así que no se asombren de escucharlo cantar.
La voz encantadora
La mirada del azor se vio atraída por la brillante llama de la vela cuando Sasuke atravesó la oscuridad de la cueva. Años atrás, en ocasiones había utilizado aquella cueva diminuta y en forma de cuña a modo de halconera para Astolat y Ragnell. Dejó la vela en un nicho natural que había en la pared de roca y la ladeó de manera que el azor pudiera verla. A continuación se agachó para atender el fuego que ardía en el pequeño brasero de hierro del rincón; había dejado los carbones de turba en llamas cuando entró en la cueva la vez anterior para llevar allí al terzuelo, y el fuego ya se había estabilizado. Sabía que al azor le vendría mejor el calor y el aire seco que el frío y la humedad.
Abrió un arcón de madera que estaba apoyado contra el extremo más alejado de la caverna y revolvió entre un surtido variopinto de guarniciones para rapaces: guantes de cuero, zurrones, correas, grilletes de bronce, cascabeles para las patas y minúsculas caperuzas de cuero. Escogió un guante y se lo deslizó en su mano izquierda. Le ajustaba perfectamente, aunque hacía años que no usaba uno. Flexionó los dedos dentro del relleno interior y se ajustó el largo guantelete sobre el antebrazo. El cuero necesitaba ser engrasado, pero por lo demás se encontraba en buen estado.
Nunca había tenido la intención de utilizar de nuevo aquel guante, y mucho menos de llevar un halcón suyo posado en él. El guante le resultó pesado y rígido en un principio, pero pronto el cuero gastado se calentó y se amoldó a su mano.
Contempló la vieja mancha que oscurecía la palma del guante, apenas visible tras los repetidos fregados, dejada por la sangre de Astolat cuando murió en su mano. El guante le trajo a la memoria otros recuerdos de aquel aciago día en que la tragedia le golpeó una y otra vez antes de que se pusiera el sol, y acusó el grave peso de aquella tristeza antigua, congelada, como una carga de la que nunca se libraría del todo. Pero apartó a un lado aquellos pensamientos, cogió unas cuantas correas y un zurrón y se volvió para acercarse al azor, que parpadeó al verle pasar junto a él, todavía fascinado por la llama amarilla. Sasuke esbozó una sonrisa triste.
El terzuelo semisalvaje era hermoso, pero no demasiado inteligente; no era probable que cautivara a su amo del mismo modo que lo había hecho Astolat. Aquella era una magnífica cazadora y una criatura de rara lealtad, y Sasuke tenía la certeza de que jamás conocería otra igual.
Conservaría a Gawain hasta que se recuperase, y después le dejaría marchar sin lamentarlo. No quería tener un halcón; las criaturas hermosas y difíciles complicaban demasiado la vida y requerían un tiempo y una atención que él no podía dar.
—Tranquilo, pequeño —le dijo suavemente. El azor agitó los párpados con velocidad vertiginosa sin dejar de mirar la llama, totalmente extasiado.
Sasuke estiró la mano enguantada mientras le murmuraba en voz baja. Quitó las correas de las pihuelas de las patas y puso en su lugar un par de lonjas que habían pertenecido a Astolat. Después de enrollarlas alrededor de las garras de uñas más pequeñas, empujó suavemente con el puño enguantado la parte posterior de las patas, delgadas y musculosas. Gawain debía de haber sido bien adiestrado, pensó. Sin apenas dudarlo, el ave dio un paso atrás y se posó sobre su puño, con las garras fuertemente aferradas al guante justo por encima de la muñeca y la base del pulgar.
—Buen chico —le dijo Sasuke. Le ofreció un poco de carne cruda y cortada que había dejado allí antes, cuando llevó al azor a aquel lugar—. Te acuerdas de parte de tu adiestramiento. O tal vez estás demasiado cansado para tener otro berrinche.
Lanzó un suspiro, dio al azor otro poco de carne y dejó el resto en el zurrón que llevaba al cinto. Gawain comió aprisa y con avidez.
—No necesito un halcón, pequeño —le dijo—, pero a ti te conservaré mientras necesites cuidados. Aunque tendrás que ser adiestrado, porque tienes muy malos modales. —Acarició suavemente las plumas del terzuelo, sabedor de que el contacto suave tranquilizaría al animal.
Sin embargo, era consciente de que un exceso de contacto humano le alisaría las alas y las volvería pesadas.
Cuando el azor hubo terminado de comer, Sasuke se volvió y lo llevó hacia la vela, y la apagó de un soplido. El terzuelo se agitó sobre su puño y después se aquietó, serenado por la oscuridad que llenó la estancia, tan sólo aliviada por el resplandor rojo del brasero. Sasuke sabía que el joven azor estaba cansado y quizá dolorido por lo que parecía ser un ala torcida.
—Así que, sir Gawain, comienza el amaestramiento —dijo Sasuke, haciendo que su voz flotase grave y tranquila en la oscuridad—. Ahora yo soy tu fuente de comida. Soy tu captor, y también tu libertad. Aprenderás a conocer mi voz del mismo modo que el latido de tu corazón. —Mientras hablaba, le acariciaba las plumas del pecho con las yemas de los dedos.
Naruto se filtró en sus pensamientos igual que una niebla de verano, ablandando su ánimo. …l también era el captor del muchacho. Con el azor, tenía que trabajar por conseguir un intercambio de prudente confianza entre amo y halcón; aquello era todo lo que podía pedir de una criatura tan salvaje y elemental. Pero el doncel ya estaba civilizado y poseía un carácter agradable y delicado, y sin embargo él ansiaba contar con su confianza. Aun así, pensó que jamás la lograría; la tensión que había entre ambos era demasiado fuerte. Conservaría al azor más tiempo que a Naruto.
Aspiró profundamente mientras observaba al azor, y empezó a cantar suavemente, repitiendo las notas según una melodía monótona:
—Ky—rie e—Iei—son. Ky—rie e—Iei—son.
Unos finos haces de luna penetraban por la entrada, que estaba protegida con plantas y ramas de árboles. Bajo aquella tenue luz, Sasuke vio cómo el azor ladeaba la cabeza con curiosidad para escuchar, y volvió a cantar el verso:
—Ky—rie e—Iei—son. Ky—rie e—Iei—son.
A lo largo de las horas que cabalgó al lado de Naruto en el bosque, había estado pensando en la llamada que iba a emplear para el azor, y de algún modo esta encajaba bien. Era una melodía que poseía una serenidad difícil de encontrar, con aquellas notas elevándose y desvaneciéndose como el elegante vuelo de un halcón.
La tarareó de nuevo en tono grave y bajo. La constante repetición enseñaría al azor a reconocer la frase como la llamada de su amo. Habló al ave en tono paciente y sereno. Le cantó, le murmuró y la paseó alrededor, obligándola a permanecer despierta y manteniéndose alerta él mismo, con el fin de domarla lo más rápidamente posible. Sabía que mientras el terzuelo siguiera teniendo rabietas y ataques de furia a causa de su estado salvaje, el ala no se curaría debidamente y podría producirse nuevas heridas. Aunque tenía la intención de dejarlo en libertad, sabía que de momento debía domarlo.
Y durante todo ese tiempo, mientras paseaba con el azor cantando para él, reflexionó sobre la fe. Deseaba fe y confianza por parte del azor. Tenía la de Alice, sin reservas, hiciera lo que hiciera. Y también la sentía, fugazmente, en Naruto, y la había degustado como miel en sus labios. Ansiaba más de el, pero sabía que el joven había cambiado su opinión acerca de él. Había visto que la confianza vacilaba en sus ojos como la llama de una vela: ahora brillante, al momento siguiente mortecina.
Pero cuando admitió ante el que en efecto había tomado parte en la traición de Wallace, vio aquella chispa de fe desaparecer del todo en su mirada.
No podía culparlo. Hasta él había dejado de creer en sí mismo.

En la oscuridad de la cama acortinada, Naruto se despertó oyendo sonidos suaves y agradables: Alice canturreando ocupada en alguna tarea, el crepitar del fuego, Ragnell piando y la lluvia repiqueteando en el tejado. Se subió un poco más las mantas y atisbó entre las cortinas.
—¡Ya estáis despierta! —exclamó Alice de pie junto a la mesa, sobando una enorme bola de masa de pan.
—Buenos días, señora Crawford —dijo Naruto con la voz ronca.
—Llamadme Alice —la corrigió la mujer, sonriendo ampliamente—. ¡Habéis dormido casi dos días enteros! Aunque el descanso también cura.
Naruto parpadeó asombrado.
—¿Dos días? Recuerdo que me he despertado varias veces para comer y levantarme.
—Pero apenas podíais hablar, de lo cansada que estabais. —Alice sonrió otra vez—. Si queréis levantaros ahora, tenemos que daros algo de comer para que recobréis las fuerzas. —Alice trabajaba al mismo tiempo que hablaba, arremangada amasando con manos expertas. Naruto recorrió la habitación con la mirada.
—¿Dónde está...
—Sasu está con su azor. Gawain, dice que lo llamáis. —Rompió a reír—. Me pidió que horneara algo de pan para el terzuelo, de modo que llevo la mayor parte de la tarde ocupada en ello.
—¿Pan para el azor? No sabía que comían pan.
—Y no lo comen. Es para otra cosa. Sasu sabe que tengo buena mano para hacer pan, aunque pocos escoceses la tienen. Pero resulta difícil encontrar trigo molido, con los ingleses acosando toda Escocia y negándonos sus productos en el mercado. —Siguió golpeando y doblando la masa mientras hablaba—. Es muy difícil comprarles trigo, y la cosecha escocesa es muy escasa. Sasu me trae trigo molido cuando puede conseguirlo. Me trajo un poco hace un par de semanas, por eso le he dicho hoy que sí le homearía algo de pan. Si les ha robado esta harina a los ingleses, eso ya no lo sé.
—¿Robarla?
—Och, es un proscrito. —Alice se encogió de hombros—. Y los ingleses no le importan lo más mínimo. Más de una vez él y sus hombres se han llevado provisiones de caballos de carga que atravesaban el bosque, y han repartido el trigo y otros víveres por las aldeas. Veréis —prosiguió— hay muchos escoceses que tienen vacíos la despensa y los campos de cultivo, y que incluso carecen de un hogar, por culpa de los ingleses que vienen a través de las Lowlands, robando y quemando. Sasu dice que a cambio deben compensarnos con provisiones.— Dio forma a unas cuantas hogazas planas y redondas—. Yo hago un pan bueno y esponjoso. Utilizo harina de trigo, de avena y de cebada, y un poco de lúpulo para que suba la masa. Haríais bien en tomar un poco, muchacha. Sois toda huesos.
Naruto se ruborizó y se miró los delgados antebrazos y las sombras de las costillas que le salían del esternón.
—Tengo hambre —dijo.
—Bien. Os daré bien de comer. Supongo que antes querréis vestiros. Vuestro vestido y sobreveste están reparados y aireados, y los he dejado doblados al pie de la cama. —Alice dejó las hogazas a un lado y las cubrió con un paño—. Dejad que os ayude, ya que sólo podéis usar un brazo.
En cuestión de pocos minutos Naruto estaba bañado, vestido y sentado a la mesa, con el brazo derecho recogido en un cabestrillo y la mano izquierda sosteniendo una copa de vino caliente con especias. Alice depositó un cuenco de gachas de avena calientes sobre la mesa y metió en él una cuchara de madera.
—Cuando esté hecho el pan, le llevaremos un poco a Sasu. Comed.
Naruto comió. Alice se llevó las hogazas afuera y las introdujo en un horno de pan hecho de piedra que había detrás de la casa. Al regresar, llenó de nuevo el cuenco de gachas. Naruto apuró casi del todo esa segunda ración.
—Buena chica —dijo Alice—. Sois alta, pero estáis delgada como un junco. Sasu me ha dicho que habéis pasado semanas sin apenas comer, a causa del asedio.
Naruto afirmó con la cabeza y respondió a las preguntas que le hizo Alice acerca de la dura prueba sufrida en el castillo de Aberlady. En ese momento retumbó un trueno, e Naruto volvió la vista hacia las ventanas, minúsculas aberturas cubiertas con pergaminos engrasados que dejaban pasar una débil claridad grisácea. La lluvia golpeaba con fuerza sobre la puerta y el tejado.
— Perdonadme, pero quiero confesaros algo, ya que Sasuke no está — le miró un tanto preocupado por lo que le pudiera decir — soy doncel — y esperó su reacción.
— Lo sospechaba – le sonrió ella — pese a vuestra apariencia tenéis las rodillas de un muchacho y roncáis como tal — agregó — no os preocupéis, aquí nadie dirá nada al respecto, vuestra vida no corre peligro al respecto, un buen escocés no vende a una mujer y mucho menos a un doncel.
— Gracia, no sabéis lo que eso significa para mí.
—No llueve muy fuerte —comentó Alice cambiando de tema— pero nos mojaremos cuando llevemos el pan a Sasu.
—¿Dónde está?
—No está lejos, hay que andar a través del bosque y después subir una larga pendiente hasta llegar a una cueva —contestó Alice—. La convirtió en halconera hace mucho tiempo, y se ha llevado allí al azor. ¿Podréis andar con ese tobillo?
Naruto estiró el pie.
—Ya está mucho mejor. Puedo andar bastante bien. —Alzó la vista al oír un batir de alas.
Ragnell abandonó su percha y atravesó la estancia volando para ir a posarse en el respaldo de una silla. Su pata de plata y su pie en forma de garra golpearon contra la madera hasta que encontró el equilibrio. La gran rapaz se quedó mirando fijamente a Naruto con su ojo brillante y de color rojizo.
—¿No está atada a la percha? —preguntó Naruto.
—Ragnell vuela a donde le apetece —respondió Alice—. Es libre de ir y venir, incluso de salir de la casa. —Sonrió—. No irá muy lejos, no puede vivir sola fuera de aquí, con una sola pata y malcriada y acostumbrada a la mano de un ser humano, y ella lo sabe.
—¿Qué le ocurrió en la pata?
—Cuando se la regalaron a mi esposo era un polluelo herido, es decir, una cría sacada del nido para ser domesticada. Nigel era halconero real —explicó Alice mientras vertía vino caliente y especiado en la copa de Naruto, y servía una segunda copa para el.
Naruto asintió con un gesto.
—Lo sé. Sasu me ha hablado de él.
Alice cogió un guante de cuero y se lo puso, y a continuación levantó la mano. Con un rápido aleteo, Ragnell cruzó la habitación con las alas extendidas y fue a aterrizar con precisión asombrosa en el puño de su dueña.
—Ragnell había sido atacada por un halcón celoso en la halconera de otro hombre. Nigel creyó que iba a morir, pero era un pajarito muy fiero.
Sacó un trozo de carne cruda de un plato que había junto al fuego y le dio a Ragnell una pequeña porción. Después se limpió los dedos en un trapo.
—La pata herida se le puso negra y se le cayó. Nigelle hizo otra falsa, y más tarde otras, a medida que iba creciendo. Aprendió a volar y a posarse llevando la pata de plata. Incluso aprendió a volar persiguiendo presas, aunque no es lo que más le gusta. Está muy acostumbrada al puño, y sólo se alimenta de esta forma. Ah, pájaro tonto y perezoso —la arrulló.
Ragnell cacareó y se estiró hacia abajo para limpiarse el pico en los lados del guante. Abrió la cola en abanico, lanzó una deposición líquida al suelo y parpadeó mirando a Naruto.
—Quiere que sepáis que aquí es ella la reina. No, dejadlo, yo lo limpiaré. Lady Ragnell me tiene amaestrada para que sea su doncella. Ese es el precio que tengo que pagar por tan noble compañía, supongo. Aquí estamos las dos solas, excepto por el gato, la cabra y las gallinas. Ragnell también ha convertido al gato en su criado, pero de momento la cabra no le hace caso.
—Debe de ser agradable vivir sola, sin nadie ante quien responder excepto una misma —comentó Naruto.
—Es muy solitario.
—A veces pienso que vivir sola sería como el paraíso. Siempre he obedecido a alguien: mi padre, mi tío, mi sacerdote. Ahora mi prometido querrá la misma obediencia. Tal vez debiera huir al bosque y vivir como una anacoreta.
—No tenéis aspecto de conformaros con vivir como una ermitaña religiosa.
—Vos os habéis conformado con vuestra soledad. A lo mejor yo también.
Alice se encogió de hombros y acarició al halcón.
—Yo no he escogido estar sola, pequeña. Mis hijos y mi marido están muertos, todos desaparecidos luchando por Escocia. —Naruto vio cómo los ojos de la mujer se llenaban de lágrimas. Dejó escapar un suspiro y sacudió la cabeza—. Lo único que me queda es Sasu, Karin y este pájaro arrogante. —Arrulló de nuevo a Ragnell—. Espero que algún día Sasuke se case con Karin. Son primos, pero sólo por matrimonio.
—Sasu haría cualquier cosa por vos —dijo Naruto suavemente, sintiendo una punzada por dentro al comprender que Sasuke amaba tanto a la tal Karin que iba a arriesgarlo todo por recuperarla.
Alice sonrió.
—Es como si fuera un hijo mío, aunque sea un forajido y un sinvergüenza.
—Alice, ¿es un traidor? —le preguntó Naruto. Aquella pregunta lo tenía preocupado desde que Sasuke lo había dado a entender de manera implícita.
Alice negó con la cabeza.
—No. …l no es así.
—Sai afirma que hay pruebas de ello.
—No puede haberlas. —Frunció el entrecejo—. Pero Sasu parece obsesionado, como si guardara un secreto en su interior. Pero es que lleva sobre sí una pesada carga desde que los ingleses tomaron Wildshaw.
—¿Qué queréis decir? —preguntó Naruto.
—Pesan muchas muertes sobre su conciencia.
Naruto frunció el ceño.
—¿Os referís a los hombres a los que ha matado en batalla?
—Esas acciones le inquietan, pero es un guerrero y no el sacerdote que su padre quería que fuera. Las muertes causadas en batalla son consideradas como lícitas por la Iglesia, y estoy segura de que él se confiesa de ellas y es absuelto. Pero lo que pesa sobre sus hombros como un yugo son las muertes de... personas a las que amaba, aunque él no fuera el causante de ellas. —Alice se puso de pie para depositar al halcón en una percha y después se quitó el guante de cuero y se volvió—. El pan ya debe de estar hecho —dijo en tono práctico—. Venid conmigo.
Cogió una capa de un gancho de la pared y se la echó por los hombros. A continuación le tendió a Naruto la suya y aguardó a que ella se acercase a tomarla.
—Vamos a llevar el pan a Sasu y a su azor —dijo Alice—. Y esperemos que la lluvia disuada de momento a sir Sai de que nos haga una visita.
Naruto siguió a la mujer al exterior, donde llovía más intensamente, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho al pensar en ver a Sasuke de nuevo. Se preguntó qué sucedería después de aquello. ¿Insistiría en retenerlo cautivo... o lo dejaría en libertad? Quizá debiera intentar huir. De momento, pensó mientras caminaba sobre la hierba mojada, no tenía otra alternativa que quedarse con Alice y Sasuke. Ya casi no cojeaba, y pronto tendría el pie lo bastante fuerte de nuevo para la larga caminata que la llevaría a través del bosque hasta el castillo de Wildshaw.
Al pasar entre los árboles, frescas gotas de lluvia le salpicaron las mejillas y el pelo, y a cada inspiración sus pulmones se llenaron de la humedad del aire. Aspiró profundamente y de algún modo sintió el olor a libertad. Había pasado la mayor parte de su vida tras los muros de un castillo, efectivamente prisionero por voluntad de aquellos que pretendían protegerlo. Ahora, por primera vez paladeaba la libertad y la independencia, y ansió más.
Y, sin embargo, irónicamente, seguía siendo un cautivo.
Naruto llevaba asida una hogaza de pan caliente, envuelta en un trapo basto, y disfrutaba de aquel calor mientras seguía a Alice a través de la cortina de agua que formaba la lluvia. Ascendieron por una larga ladera rocosa y se detuvieron poco antes de llegar a la cima. Una inmensa pared de roca se alzaba más allá de la cresta de tierra que coronaba la colina, una sombría superficie pétrea cubierta de matojos.
Alice se dirigió hacia el peñasco. A primera vista, Naruto vio varias grietas profundas. Alice continuó avanzando de lado entre la pared de roca y enormes matas de tojos puntiagudos.
Naruto vio que una de las profundas sombras era en realidad una estrecha abertura, disimulada por densa vegetación. Cuando se acercaron un poco más, Alice se llevó un dedo a los labios. Del interior de la roca surgió un sonido inesperado, melifluo y grave: alguien que cantaba una melodía armoniosa y resonante, con el suave golpeteo de la lluvia. Naruto miró a Alice con una expresión de asombro.
—Sasu cantaba con los benedictinos de Dunfermline, en un coro que hasta los mismos ángeles hubieran envidiado —murmuró Alice con orgullo—. Cuando era pequeño, cantó en solitario para el rey Alejandro. Ahora supongo que le está cantando al azor.
Gritó su nombre, y el canto se interrumpió.
—Entra, Alice —respondió Sasuke.
Alice se puso de lado para deslizar su corpachón a través de la pequeña abertura. Naruto la siguió y ambos se internaron en la oscuridad. La cueva era estrecha en la entrada y luego se ensanchaba un poco.
Una luz gris se filtraba por la grieta, y un brasero encendido despedía un calor seco. Había una percha de madera de pie en el suelo, que estaba cubierto de arena y tierra para absorber los excrementos de la rapaz. Sasuke estaba sentado en un largo banco, con la espalda apoyada contra la oscura pared de piedra y el azor posado en su mano enguantada.
—Alice —dijo Sasuke en voz baja. Tanto él como el azor clavaron sus brillantes miradas en Naruto—. Lady Naruto —dijo, y el contestó con una inclinación de cabeza.
—Traemos el pan —dijo Alice.
—¿Recién hecho y todavía caliente? —preguntó Sasuke, irguiéndose. Naruto observó que hablaba en tono bajo y suave por el azor.
También percibió un callado cansancio en sus hombros encorvados y en las sombras que rodeaban sus ojos. El azor se agitó inquieto, y Sasuke lo apaciguó.
—Así es, caliente, o de lo contrario no le serviría de mucho al azor —dijo Alice—. Y aquí tienes una hogaza para ti. —Se acercó a Sasuke para dejar el envoltorio sobre el banco.
El azor se enfureció, lanzándose fuera del puño de Sasuke, agitando las alas y chillando. Sasuke extendió el brazo con un gesto de resignación mientras el ave golpeaba furiosa al aire.
—No aguantará mucho —dijo Sasuke—. Está agotado.
—Igual que tú —replicó Alice—. ¿Has dormido algo en estos dos días?
Sasuke se encogió de hombros. El azor se calmó, y él volvió a levantarlo hasta el puño.
—Un poco.
—Mmm —gruñó su tía—. Vas a matarte por ese pájaro. Yo pensaba que Ragnell era la reina de los pájaros desgraciados, pero ese terzuelo es casi peor.
—No es tan malo como crees.
Alice gruñó, dudando.
—En fin, Nigel te enseñó bien. Si hay alguien que pueda domar a ese azor que se ha vuelto salvaje, eres tú.
Gawain batió las alas, agitado, y abrió el pico repetidamente para protestar.
—¿Qué es lo que lo molesta? —quiso saber Naruto.
—Alice lo pone nervioso —respondió Sasuke.
—Sí, al verme se acuerda del tremendo susto que le dio Ragnell ayer —comentó Alice—. Los azores aprenden rápidamente, pero igualmente pueden ser muy tontos. Así, Gawain, tranquilo, no ha venido conmigo esa antipática señoritinga de cola roja —le dijo al terzuelo—. Oh, ya empieza otra vez. —Gawain agitó acaloradamente las alas, y Sasuke lo sostuvo con paciencia—. No quiero quedarme aquí y enfadarlo más. ¿Necesitas alguna otra cosa, Sasu? Más tarde volveremos a traerte algo más de comida.
—Quiero que lady Naruto se quede aquí —contestó Sasuke.
—¿Que me quede? —repitió el aludido—. ¿Aquí?
—Necesito ayuda para atender al azor, y Alice no puede acercarse a él. —Volvió su atención a la rapaz. Naruto y Alice se quedaron mirando hasta que el ave se tranquilizó por fin. Sasuke la colocó de nuevo sobre el puño y le dio de comer una tira de carne cruda—. Así, esto es por haber vuelto al puño, pequeño —le dijo, y a continuación miró a Naruto—. ¿Estáis ya más fuerte? Habéis venido andando hasta aquí, de modo que debéis de encontraros mejor. ¿Podéis ayudarme con Gawain?
Su voz tranquila, tan irresistible como su mirada, le provocó un curioso hormigueo en todo el cuerpo, y sintió que se le sonrojaban las mejillas. De pronto el corazón empezó a latirle con fuerza, como a la espera de algo.
—Estoy lo bastante bien —dijo.
—Ha dormido todo este tiempo, así que está descansada —informó Alice—. Si te queda algo de sentido común, Sasu, lo cual dudo después de pasar tanto tiempo sin dormir, dejarás que ella vigile a ese azor por ti mientras tú echas una cabezada. Enseguida vuelvo. —Fue hasta la entrada de la cueva, se deslizó al exterior musitando algo y gruñendo y desapareció.
Naruto le tendió la hogaza de pan caliente y envuelta en el trapo que llevaba en las manos.
—¿Vamos a darle de comer este pan?
—No va a comerlo. Venid aquí. —Tocó el banco—. Sentaos a mi lado. El azor tendrá otra rabieta si no os ve bien.
El tomó asiento donde Sasuke le indicaba, y al hacerlo su hombro izquierdo rozó el brazo de él. Con su mano libre, Sasuke extrajo su puñal de la funda que llevaba al cinto y se lo entregó.
—Cortad la hogaza en dos partes —le ordenó. Naruto obedeció, un tanto torpemente, con la mano izquierda. Unas volutas de vapor caliente se elevaron en el aire entre ambos, y cerró los ojos por un instante, sonriendo mientras inhalaba el agradable aroma del pan recién hecho.
—¿Tenéis hambre? —Sasuke parecía divertido—. Luego compartiremos mi hogaza. Cortad una mitad sin dividirla del todo. Así, eso es. Ahora colocad la mitad abierta sobre el ala izquierda.
Naruto vaciló.
—¿Queréis que le ponga el pan sobre el ala? —preguntó, incrédula.
—Sí. Tiene un ala torcida. ¿Veis cómo se dobla en la parte de arriba? Cuando extiende las alas, esta no la levanta tan alto. Y las rabietas no hacen más que empeorar la torcedura. El calor húmedo del pan es un tratamiento sencillo y eficaz.
—Ah. –Naruto levantó el pan abierto por la mitad en dirección al terzuelo, que respondió con un chillido y amenazando con las garras. Naruto apartó rápidamente la mano y estuvo a punto de soltar el pan—. Yo también lo pongo nervioso. ¿Me marcho?
—No habéis sido vos quien lo ha asustado. Está acostumbrado a vuestra voz y vuestra cara, pero no sabe si el pan es amigo o enemigo.
Naruto rió levemente. Sasuke sonrió, en un gesto rápido y deslumbrante que hizo que el corazón le galopara en el pecho. Sasuke volvió a murmurar suavemente al azor. Entonces se puso de pie, llevando a la rapaz, y cogió un objeto de entre una maraña de utensilios de cuero que había encima de un pequeño arcón de madera, y volvió a sentarse junto a Naruto.
—Cállate ya —le dijo a Gawain.
Con dedos rápidos y ágiles, colocó una caperuza de cuero sobre la cabeza del azor. Este agitó las alas, estiró el pescuezo como signo de protesta y a continuación se quedó inmóvil y silencioso.
Naruto lanzó una leve exclamación.
—No —susurró—. Le habéis tapado con la capucha... —Extendió una mano.
—¡Cuidado! —Sasuke le agarró la mano, y ella la bajó. Sasuke dejó escapar un suspiro—. Mirad, no está preocupado en absoluto.
El azor ciertamente parecía contento. Naruto se dijo a sí misma que había sido una tonta al reaccionar alarmada.
—No lucha —dijo, observando al terzuelo.
—Los halcones se tranquilizan en la oscuridad, así que las capuchas ayudan a calmarlos —explicó Sasuke—. Es evidente que Gawain ya ha llevado antes una capucha. —Lo miró—. No es una crueldad, Naruto.
—Lo sé —murmuró—. A veces es necesario.
—Así es. No podemos curarle el hombro a menos que esté tranquilo. Yo jamás trataría mal a un pájaro. Sólo aceptan el trato amable y paciente, no se los puede forzar.
Naruto sintió que se le enrojecían las mejillas bajo la mirada de Sasuke. Se preguntó si su tono de voz tranquilo y afectuoso iba dirigido al azor o a el.
—Habéis sido muy amable. Para ser un bandido —le dijo. A él le chispearon los ojos.
—He aprendido mucho de los halcones.
—En efecto.
Naruto reprimió una sonrisa. Sasuke miró al azor y le rascó el pecho hinchado con la yema del dedo.
Muy cierto, pensó Naruto. Su actitud paciente y serena, su voz grave y tranquilizadora, incluso la manera ágil de moverse; en todo ello se veía la influencia de varios años cuidando halcones. Los halconeros de su padre, y su padre también, mostraban aquella misma actitud de fuerza deliberadamente suavizada. Observó cómo Sasuke ajustaba la diminuta correa de la capucha del azor con dedos largos y ágiles mientras le murmuraba frases tranquilizadoras.
—Mi padre decía a veces que los halconeros podrían ser excelentes madres —dijo Naruto.
Sasuke rió suavemente.
—Sí. En cierto modo, esto se parece a hacer de madre. Hemos de cuidar de una criatura pequeña con infinita paciencia, y a menudo ponemos sus necesidades por delante de las nuestras.
Empezó a tararear de nuevo la melodía, cuyas notas se elevaron y descendieron en delicados matices. Naruto apoyó la cabeza contra la roca y escuchó, sucumbiendo a aquella magia. En otra ocasión anterior le había visto moviendo la mano lánguidamente, trazando círculos sobre la cabeza del azor, en un movimiento que la sedujo también a el, arrastrándolo a ese mismo estado de ensoñación. Ahora era su hermosa voz la que iba tejiendo el hechizo. El azor fue rindiéndose poco a poco, y el también.
—Ah —susurró Sasuke al cabo de un rato—. Ya se ha calmado. Ponedle el pan encima del ala.
Si le hubiera pedido que pusiera la hogaza sobre su propia mano, tal vez le hubiera obedecido sin rechistar. Se removió un poco para sacudirse el sopor y levantó el pan hacia el terzuelo.
Sasuke alzó la mano que le quedaba libre para guiarla, con dedos suaves al tocar los suyos. Los dos juntos deslizaron el pan tibio sobre la articulación del ala y el hombro del pájaro, el cual se movió ligeramente al sentir el contacto.
—Tranquilo, pequeño —dijo Sasuke con suavidad. Naruto mantuvo la mano sobre la hogaza de pan y Sasuke puso su mano encima. El calor empezó a rodear los dedos de ambos.
Sasuke entonó de nuevo el kyrie. La melódica letanía hizo vibrar todo el cuerpo de Naruto, calmante como el calor del pan y como la suave presión de los dedos de Sasuke sobre los suyos. Cerró los ojos.
Cuando Sasuke dejó de cantar, ella alzó la vista y le miró en silencio. …l se recostó contra la pared de la cueva y cerró los dedos sobre la mano de Naruto, y un instante después los retiró. Naruto los echó de menos, mientras continuaba sosteniendo el pan caliente sobre el ala del azor.
—Tenéis una voz maravillosa —le dijo—. Como el vino especiado, cálida y acogedora. Vuestra tía me ha dicho que en cierta ocasión cantasteis para un rey.
—En efecto, de niño. Estaba en el coro de Dunfermline, y canté unos himnos cuando asistió a misa el rey Alejandro. Ningún terror podía compararse con aquello —dijo con ironía—. Yo era un chiquillo de diez años, con las rodillas y las manos temblando, de pie y solo delante de un rey y su corte. Más tarde, cuando fui al seminario de Dundee, canté en el coro de los monjes. Mi voz sobrevivió al paso a la edad adulta, al parecer. —Sonrió.
—¿Seminario? ¿Estudiasteis para ser sacerdote?
—Mi padre quería que lo fuera. Pero fue en Dundee donde conocí a William Wallace y a John Blair, que se hizo monje benedictino aunque seguía luchando al lado de Wallace y le servía de confesor. Cuando Wallace se fue de Dundee y se convirtió en un rebelde, yo me quedé en la escuela oyendo cada vez más relatos de sus hazañas. Una noche me escapé y fui a unirme a él. Tenía dieciséis años.
—¿Se enfadó vuestro padre?
—Mi padre —dijo Sasuke— era también un rebelde que se escondía de los ingleses porque se negó a firmar un juramento de lealtad al rey inglés. Le mataron pocos años después. —Contempló al azor y le murmuró unas palabras. Luego volvió la vista hacia Naruto—. Mi hermano mayor, que había heredado el castillo de nuestro padre, murió en Falkirk. Poco después de eso, los ingleses tomaron Wildshaw por medio del fuego y la traición.
—¿Y lo tienen desde entonces? —preguntó Naruto.
—Desde entonces.
—¿No habéis podido recuperarlo?
—No —contestó Sasuke en voz tan baja que ella apenas pudo oírle—. No he podido.
Alzó una mano para acomodar la hogaza de pan sobre el ala del azor, y sus dedos secos y cálidos rozaron levemente los de Naruto. El vio que pretendía hacerse cargo de la tarea de sostener el pan en su sitio, de modo que retiró la mano y la descansó sobre las rodillas.
Deseaba saber más de su vida como rebelde y del modo en que había perdido Wildshaw, pero notó que él no quería hablar más de ello.
—Habéis pasado la mitad de vuestra vida luchando y ocultándoos —observó.
Sasuke sonrió con tristeza.
—Supongo que sí.
Empezó a cantar otra vez el kyrie en tono grave y meloso, lo cual a Naruto le provocó un delicioso cosquilleo en todo el cuerpo.
—¿Por qué cantáis ese verso una y otra vez? —le preguntó—. ¿Os recuerda el pasado?
—Estoy enseñando a Gawain a reconocerlo como la llamada que emplearé con él. Más adelante lo silbaré para que lo conozca de diferentes maneras. Luego introduciré comida, le daré de comer cada vez que oiga el verso. Cuando aprenda a confiar en mí, vendrá rápidamente sin temer nada.
—Ah —dijo Naruto—. Creí que cantabais porque todavía añorabais la paz de la vida monacal.
—A veces pienso en esa paz —repuso él en voz queda.
Ambos contemplaron al azor, y Sasuke entonó de nuevo la melodía. Gawain ladeó la cabeza encapuchada como si estuviera escuchando con avidez y tratara de desentrañar un enigma. Naruto experimentó un deseo incontenible de romper a reír; el azor estaba de lo más cómico con la pequeña caperuza de cuero sobre la cabeza, como un sombrero que le hubiera caído delante de los ojos, y con la hogaza de pan absurdamente prendida a su ala. Soltó una leve risita.
—Parece el bufón de un rey, o un actor de máscaras en una representación de Navidad.
Sasuke sonrió.
—Realmente parece tonto. —Luego sacudió la cabeza ligeramente—. Jamás pensé que estaría otra vez aquí sentado, sin haber dormido y curando a un halcón.
—¿Habéis permanecido despierto estos dos días?
—He echado alguna cabezada. —Bostezó y zarandeó un poco al azor, que había empezado a inclinarse—. Pero cada vez que sir Gawain empieza a dormirse, yo procuro despertarlo.
Naruto estudió el rostro de Sasuke a la vacilante luz que despedía el brasero. Tenía los ojos cansados, rodeados de profundas sombras, y la piel pálida por la fatiga. Se fijó en la forma de su labio inferior, ligeramente carnoso y húmedo, en las arrugas a ambos lados de la boca, en la oscura e incipiente barba de un día que suavizaba el contorno de su mandíbula.
—¿Por qué os obligáis a hacer esto? —le preguntó suavemente.
—Es la mejor manera de domar un halcón.
—Pero la más dura para el halconero y para el pájaro —replicó ella—. Cuando yo era pequeña, mi padre llevaba consigo halcones nuevos a lo largo del día y los dejaba en la oscuridad durante la noche, conservándolos cerca de él durante una semana o dos. Mi madre se oponía a que tuviera los halcones posados en el puño a las horas de las comidas, y no le gustaba que durmieran en una percha en su dormitorio. Pero él insistía en que llevaba tiempo adiestrar a cada uno como era debido.
—Tiempo —dijo Sasuke— es precisamente lo que no tengo. No tenía previsto amaestrar a un halcón.
Naruto frunció el ceño.
—Sólo teníais previsto raptar a una profetisa.
—Así es. —Lo miró con intención. Acto seguido levantó la hogaza de pan—. Todavía está templado. Lo dejaremos así hasta que se enfríe.
—¿Podemos comemos la otra mitad? —preguntó Naruto en tono lastimero.
Sasuke rió levemente.
—Sí, la compartiremos.
Naruto partió el resto del pan y entregó a Sasuke el trozo más grande, y ambos comieron en silencio.
—Me alegro de que estéis aquí —murmuró Sasuke cuando hubieron terminado.
—¿Sí? —preguntó Naruto, sintiéndose tímida.
—Sí. Vos me mantenéis despierto, y yo mantengo despierto al azor.
—Oh.
Casi había albergado la esperanza de oírle decir algo más. Levantó la vista y vio la curvatura y la suave plenitud de sus labios, lo que le recordó vívidamente la sensación de aquellos labios en contacto con los suyos. El recordarse a sí mismo que tenía que ser prudente con aquel hombre de pronto se convirtió en un problema.
—Habladme, Naruto —dijo Sasuke, apoyando la cabeza contra la pared con un suspiro—. Tengo tanto sueño como este halcón emperifollado.
Naruto empezó a hablarle de las halconeras de su padre y él le formuló preguntas interesantes con voz ronca por el cansancio. El azor inclinó la cabeza, y Sasuke movió ligeramente el puño para que no se durmiera. Luego preguntó a Naruto por su infancia y su vida en Aberlady. El habló en voz baja mientras Sasuke escuchaba, sosteniendo al mismo tiempo la hogaza de pan sobre el ala del azor. Sasuke levantó un pie y lo puso en el banco para apoyar el antebrazo, con el azor, sobre la rodilla.
—¿Así que desde que murió vuestra madre y vuestro padre, vuestro tío y el cura han sido los únicos que han presenciado vuestras profecías? —le preguntó.
—Y más tarde sir Sai —repuso Naruto—. Mi tío le invitó a contemplar las sesiones una vez que se acordó que nos casaríamos. Quería que Sai supiera qué hacer.
—¿Qué hacer cuando os sobreviene la ceguera?
—Qué hacer durante las visiones. Mi padre y el sacerdote me hablan y me hacen preguntas, y el padre Dounzu además toma nota por escrito de todo lo que digo. Normalmente yo no me acuerdo.
Sasuke le dirigió una mirada penetrante.
—¿No recordáis nada?
—Muy poco —respondió Naruto—. Como ya habéis comprobado vos mismo.
…l juntó sus rectas cejas.
—¿Quién estaba con vos cuando pronunciasteis la profecía acerca de Wallace?
—Ellos tres.
—¿Y el sacerdote tomó nota de todo lo que dijisteis?
—Sí —contestó Naruto—. Después repitió parte de ello en su parroquia, y envió una copia a los Guardianes del Reino. Pero no reveló enseguida todo lo que yo dije sobre Wallace, él y mi padre sabían que eso causaría un gran peligro. Así que se lo guardaron para sí durante un tiempo y por fin lo dieron a conocer una semana antes de que sucediera. —Sacudió la cabeza negativamente y suspiró—. ¿Cómo iban a saber ellos que todo ocurriría tan pronto?
—Sí, cómo. —Naruto frunció el ceño al captar el tono de sarcasmo y levantó la vista. Sasuke lo atravesó con una mirada de reojo—. ¿Sabéis qué dijisteis acerca de mí, Naruto?
El desvió los ojos, incómodo.
—Sé algo de lo que dije ese día. Ese pan ya debe de estar frío —dijo con cierta brusquedad—. ¿Qué más podemos hacer por el azor?
No quería hablar de las profecías; le gustaba la paz que se respiraba en aquella cueva cálida y oscura, y le gustaba la voz sedante de Sasuke y su actitud amable. Hablar de las predicciones no hacía otra cosa que crear tensión entre ellos. Ya notaba un cambio en el ambiente.
Sasuke retiró la hogaza de pan y barrió las migas de las plumas del azor.
—Tenía entendido que olvidabais todo lo que veíais.
Era un hombre inteligente y testarudo, y Naruto sabía que no sería fácil distraerle. Se puso de pie y fue hasta el brasero para extender las manos hacia el suave calor que desprendía.
—Esa única vez —dijo— hice todo lo que pude por recordar. Le pedí al padre Dounzu que me leyera hasta la última palabra, aunque él suele decirme que es mejor que no sepa lo que predigo. …l y mi tío, y también sir Sai, se sintieron molestos por el hecho de que yo les preguntase por la visión.
—¿Por qué? —quiso saber Sasuke. Habló en tono áspero, y el azor reaccionó esponjando las alas—. ¿Por qué quieren impedir que lo sepáis? —preguntó en tono más suave.
Naruto se encogió de hombros.
—Mi tío dice que es demasiada responsabilidad para mí. Y el padre Dounzu dice que las visiones son demasiado eruditas para alguien de mi educación y con mi débil mente femenina.
Sasuke soltó un resoplido, escéptico.
—Vos tenéis una forma muy femenina de ver la vida, es cierto. Pero no en absoluto una mente débil. Justamente lo contrario, diría yo.
Naruto asintió, un poco aturdido por el cumplido, y fijó la vista en el resplandor del brasero.
—El padre Dounzu interpreta las visiones cuidadosamente para comprender el simbolismo. …l dice que en ellas hay significados muy profundos. Cree que las profecías provienen de Dios, habladas en el lenguaje de los patriarcas, y que han de ser estudiadas detenidamente. —Se alzó de hombros—. Está preparando un libro con las profecías, aunque yo le he pedido que no lo haga. Pero él dice que con ellas se ganará el respeto de muchos.
—Esperemos que tenga la intención de compartir los honores con la profetisa —musitó Sasuke—. Contadme el resto.
—Después de ese día, intenté recordar yo misma las visiones, pero sólo logré ver parte de ellas. Supliqué a mi tío que me repitiera lo que había dicho, pero no confiaba... —Se interrumpió bruscamente.
Sasuke se irguió en su asiento.
—¿No confiabais en quién?
Ella bajó la cabeza.
—No confiaba en que ninguno de ellos me dijera la verdad —respondió con un hilo de voz—. Y yo quería saberla.
—¿Por qué habrían de mentiros? —Su voz era como un mar de amabilidad. Naruto deseó sumergirse en él, en su ritmo, en su calor.
—Mi tío y el sacerdote siempre me han protegido, por eso me ocultan secretos. Cuando era más pequeña, mi padre pensó que debía protegerme del mundo exterior, pero incluso cuando me hice mayor no se aflojó esa protección.
—¿Siempre habéis tenido visiones? —preguntó Sasuke.
—Comenzaron cuando tenía trece años —respondió—. Sufrí unas fuertes fiebres durante varios días y estuve a punto de morirme. Después de eso, perdí la vista durante un mes entero. En el peor momento de la fiebre, en una especie de delirio, describí una batalla entre ingleses y escoceses que aún no había tenido lugar. Estaban conmigo mis padres y el sacerdote, porque el padre Dounzu había acudido a administrarme los últimos sacramentos.
Sasuke la miró con expresión fija.
—Dios santo —murmuró—. ¿Y hubo tal batalla?
—Pocos días después de la visión, ocurrió tal como yo dije. El padre Dounzu dijo a mis padres que mi profecía era un don divino que me habían concedido los ángeles cuando yo estaba al borde de la muerte. Dijo a mi padre que había que usar ese don, y que los ángeles podían hablar a través de mí y en favor de toda Escocia.
Sasuke dejó escapar un suspiro.
—Y entonces el sacerdote y vuestro padre descubrieron que contaban con un medio de predecir la guerra.
Naruto se encogió de hombros.
—No sé si pensaban eso. Me decían poca cosa, y yo hacía lo que ellos me pedían.
—Naturalmente. No erais más que una chiquilla —dijo Sasuke.
—Mi padre y el sacerdote, y también mi madre, parecieron quererme mucho desde que me convertí en profetisa. De repente pasé a ser algo más que simplemente una jovencita alta, torpe y tímida a la que casar con algún buen partido. De modo que hice lo que pude para complacerles. Las visiones me venían con bastante facilidad, pero la ceguera y el olvido eran muy difíciles de soportar. —Desvió la mirada y se mordió el labio—. El padre Dounzu dice que ese es el precio que debo pagar por tener el don.
Sasuke permaneció silencioso, mirándolo.
—Ah, pequeña —dijo en tono triste, como si sintiera su dolor—. Sois una rebelde y una guerrera, y ni siquiera lo sabéis.
El ladeó la cabeza.
—¿Qué queréis decir?
—Resistís mucho —dijo Sasuke suavemente—, y lucháis a vuestro modo.
—¿Cómo?
—La ceguera y el olvido son como una batalla que libráis en vuestro interior, una protesta por ser obligada por otras personas a hacer profecías.
Naruto sintió un vuelco en las entrañas al comprender la verdad que había en aquellas palabras, y se quedó mirándolo.
—Dios mío —susurró, atónito—. ¿Puede ser eso cierto?
Sasuke lanzó un suspiro.
—Naruto —murmuró—. Ven aquí. —Tocó el banco. Ella no se movió—, Me acercaría yo a ti, pero estoy tan cansado que no creo que las rodillas me sostuvieran.
Naruto continuó inmóvil, mirándole fijamente, en parte hechizado por su mirada y su voz, y en parte estupefacta por la asombrosa verdad que él le había revelado.
—Ven aquí —susurró Sasuke de nuevo, tendiéndole la mano.


Continuara…

Se siente, se siente, el romance esta presente.
En fin, no me gusta adelantar nada, no habrá más hasta mañana.
Shio Zhang

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