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No Me Llames Pato por AthenaExclamation67

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Cap.II

 

Por unos minutos, se puso en cuclillas, y tras apoyar sus codos sobre sus rodillas y después de que sus manos sirvieron de soporte a su barbilla. Admiró las preciosas rosas. Pensando en que hacer. En como haría para darle las gracias a Ikki. En como demonio saltaría esa barrera que a veces les separaba, aunque después de ver esa nota. Podía intuir que cuando se acercara a agradecerle. Quedaría completamente derribada.

 

- Le preguntaré a ellos - se dijo a sí mismo - seguro que me pueden ayudar - sonrió convencido y se levantó de un brinco.

 

Se puso lo primero que encontró tirado encima de la silla. Un pantalón deportivo, una camiseta ajustada, y tras admirar por última vez su precioso ramo, corrió al cuarto de Seiya y Shun, para ver si podían aconsejarle. Creyendo que ellos, seguro iban un poquito por delante en ese aspecto.

 

- ¡Chicos! - entró sin llamar, sobresaltándolos, haciendo que se asustaran porque ya habían encontrado un modo de entretenerse - ¡tenéis que ayudarme! - espetó sin importarle demasiado que les encontrara en un momento intimo, delicado, cosa de la que no se percató, y que hizo enojar a Seiya.

- ¡OYE TU! - gritó furioso - ¿Qué no sabes llamar? - preguntó - acabas de… - Shun le hizo callar poniéndole la mano en la boca antes de que dijera una barbaridad.

- Hyoga… - sonrió muy sonrojado - ¿en qué podemos ayudar? - sacó su mano de la boca de Seiya, esperando que se hubiera calmado.

 

Hyoga se tensó repentinamente, se dio cuenta de que debería explicar lo que había pasado, y no sabía muy bien cómo hacerlo sin parecer realmente entusiasmado. Debía tranquilizarse, o los nervios le delatarían y quedaría claramente demostrado, si no fue suficiente clara su entrada efusiva, lo muy exaltado que estaba.

 

- Oh... Bueno… - miró a un lado, queriendo tranquilizarse - perdón, veo que acabo de interrumpiros - vio que los nervios le delatarían claramente - será mejor que regrese más tarde… - susurró y se dio la vuelta, empezando a marcharse, sintiendo que podría correr a su habitación de nuevo y pensar él solito el modo de hablar con Ikki, y también en como agradecerle ese precioso detalle.

 

Pero no era así como lo veían los benjamines que sabían todo lo que estaba pasando, así que Seiya, veloz como un rayo, se puso en pie y corrió hasta la puerta, cortándole el paso a Hyoga que se vio acorralado.

 

- Hyoga… - sonrió - si crees que después de interrumpir este momentito con Shun podrás irte sin decirnos… - la cara de Hyoga se transformo - es que no me conoces lo más mínimo - la sonrisa de Seiya se dibujó de oreja a oreja.

 

El rostro de Hyoga quedó blanco. Casi podría decirse que desencajado. Sabía del carácter bromista de Pegaso, pero quería creer, anhelaba creer que había cambiado, porque de lo contrario, estaba perdido.

 

- Venga Seiya - intercedió Shun - no seas malo, si no quiere contarnos… - susurró Shun acercándose a él - por algo será - añadió dando en el clavo, sabiendo que Hyoga se sentiría culpable - vamos, deja que se marche - le tomo de un brazo y lo hizo apartarse - sigamos donde no habíamos quedado… - le guiño un ojo pícaramente, aprovechando que le daba la espalda a Hyoga.

 

Juntos, los dos pequeños regresaron a la cama cabizbajos, interpretando perfectamente el plan. Plan que tenían perfectamente planeado y se sentaron en la cama, mirando a Hyoga, esperando a que se fuera, sonriendo con cara de tristeza.

 

- Aghh… ¡Está bien! - caminó hasta la cama y se sentó de un brinco - les contaré - suspiró - detesto que pongan esa cara - renegó viendo como enseguida los pequeños se sonreían cómplices.

 

Hyoga les contó con todo lujo de detalle lo que había sucedido cuando se despertó. Solo omitió alguna que otra cosa de la que podría avergonzarse, como el momento de embobamiento frente al ramo y esperó a ver lo que los muchachos le decían, esperando que sobre todo Shun, le diera alguna idea de cómo romper el hielo con su hermano.

 

- Oh vaya… - dijo Seiya - Ikki es un pozo de sorpresas - disimuló Seiya.

- Es que no le conocen - renegó Shun - si le dieran la oportunidad en lugar de pelear con él todo el tiempo - suspiró enojado.

- Sí Shun, puede… - refutó Seiya - pero es que tu hermano… - se calló antes de meterse en líos con su estimado conejito.

- ¡Ya chicos! - Hyoga les llamó la atención, empezando a arrepentirse de haber ido hasta allí - todos conocemos a Ikki - refunfuño - ¿Pero qué demonios hago? - dijo preocupado - esto no lo esperaba - añadió - ¿debería ir y agradecerle? - quedó callado, pensativo.

 

Seiya y Shun disimularon unos minutos, y pensaron. Trataron de no darle una respuesta demasiado rápida para que no se notara que tenían todo planeado. Ya que de un modo u otro, cuando tramaron todo ese plan, mejor dicho, cuando Seiya convenció a Shun de que era una buena idea. Creyeron que Hyoga iría a contárselo a ambos.

 

- Hyoga… - habló Shun finalmente, tal y como habían quedado - creo, como suele ser la tradición, deberías regalarle algo también… - se tomó el mentón pensando en algo - Por qué a ti también te gusta pelear con él… ¿no? - preguntó algo que era más que evidente, pero en su interior algo le dijo que debía hacerlo.

- ¿Eh? - se sonrojó - vamos Shun… es que preguntas cada cosa… - eludió la pregunta lo mejor que supo.

- Pero es que es evidente Shunny - espetó Seiya - ¡si le encanta! - empezó a reírse viendo como Hyoga se ponía rojo como un tomate.

- ¡SEIYA! - gritó Shun enojado, haciendo que las ganas de matar a Pegaso que Hyoga tenía desaparecieran - es suficiente - exclamó mirándole serio, haciéndole entender a su novio que se estaba pasando de la raya con una de las personas que más les había apoyado y habló - podrías regalarle un libro… - susurró - no estaría mal… - se tomó el mentón pensativo - creo que… - se calló haciéndose el interesante.

- Crees que… ¿Qué? - preguntó Hyoga con los ojos abiertos como platos.

- Es que… - jugó con sus dedos nervioso - hay un libro que le gusta mucho - volvió a callarse.

- ¡Hay Shun! - espetó Seiya que no sabía de esa parte del plan - ¿Cuál? - preguntó curioso, viendo como Hyoga suspiraba aliviado por no tener que preguntar.

- Los Pilares De La Tierra… - sonrió - el que tenia se perdió en un viaje - dijo triste - y nunca pudo volver a comprarlo - susurró.

- ¡Genial! - espetó Hyoga emocionado, dando un brinco - gracias por todo chicos - se levantó de la cama y corrió a la puerta - perdón por la interrupción de antes - abrió la puerta y salió corriendo hacia su cuarto, dejando solos a los pequeños que se miraron sorprendidos.

- Vaya Shun… - susurró Seiya dándole un beso en el cuello - eres todo un actor, podías haberme avisado que inventarías lo del libro - se estiró en la cama.

- No lo inventé - sonrió - es verdad, el año pasado se le perdió - le miró y se dejó caer sobre él, apoyándose sobre su pecho - van a querer matarnos después de esto - no pudo evitar que se le escapara la risa nerviosa - al menos hagamos que sea por un buen motivo - acabó besando de nuevo a su novio, retomando el momento romántico en el que Hyoga les había encontrado, celebrando el día de San Jorge ya que ellos, hacía rato se habían entregado sus regalos…

 

 

Hyoga entró en su cuarto como alma que lleva al diablo. Se sentía emocionado, Shun le había dado la idea perfecta para agradecer a Ikki ese precioso ramo y también un modo de romper definitivamente esa gran muralla que los separaba.

 

Se bañó y arregló, poniéndose uno de sus pantalones favoritos, también una de sus camisetas que le quedaban arrapadas a su pecho y después de ponerse un poco de loción y peinarse adecuadamente, salió corriendo. Tomando su campera y las llaves de su auto, olvidándose de desayunar y de avisar a cualquiera de donde iba a estar. En su cabeza solo había dos cosas importantes que realizar. Comprar ese libro y pensar un modo en cómo decirle lo mucho que le gustaba pelearse con él.

 

Subió al auto que estaba aparcado al lado del deportivo de Ikki, no por casualidad, sino porque como era habitual, el día anterior, habían llegado al mismo tiempo a la mansión, y habían hecho una pequeña carrera por la pista que daba acceso a la mansión. Carrera que perdió, y dio lugar a una de las “pequeñas trifulcas” de las que hacían participes a los demás.

 

Arrancó y puso rumbo al centro de la ciudad, sabiendo que allí, en alguna de las numerosas tiendas que había, encontraría el libro, y quizás también una tarjeta.

 

Sus dedos golpeaban nerviosos contra el volante. Tenía miedo de no saber expresarse. Las palabras de Ikki, a pesar de ser escuetas, habían sido las precisas. Y él, quería acertar. No deseaba meter la pata, y mucho menos, acabar peleándose o algo peor.

 

Finalmente, después de manejar durante un rato, llegó a la ciudad y tras estacionar el auto en un aparcamiento privado, salió dispuesto y decidido a comprar el bendito libro.

 

Entró ilusionado en un gran centro comercial en el que había cientos de promociones. Todas relacionadas con la festividad. Todas haciendo mención al día de San Jorge. Y casi todas, ofreciendo algún espectacular ofertón por comprar un precioso ramo de rosas rojas. Pero él deseaba otra cosa. Y cuando llegó al correspondiente mostrador, se enteró de algo que no le agradó.

 

- Hola buenos días… - saludó al dependiente de la zona de la librería - quería un ejemplar de los Pilares de la Tierra - añadió sin dilación.

- Buenos días señor… - contestó educadamente - gracias por acudir en el día de hoy a nuestro almacén - sonrió - lamento informarle, que el libro por el que pregunta, está agotado  temporalmente. Si lo desea, podemos ofrecerle algún otro título - esperó.

- No - dijo asombrado - ¿Cómo puede ser? - preguntó extrañado.

- Verá, es un ejemplar muy leído, y antiguo si me permite decir - le miró con cara de… “en qué mundo vives” - por eso está en espera de una nueva edición - volvió a sonreír - con suerte, podrá encontrarlo en alguna antigua librería señor.

- Está bien… - miró al suelo - trataré de encontrarlo - miró de nuevo al dependiente - gracias por todo… buenos días - se despidió y salió corriendo, buscando otra tienda en la que poder encontrar el libro.

 

 

Volvió a correr, pero esta vez angustiado. No esperaba encontrarse con ese contratiempo. Y conforme iban pasando los minutos, sus nervios iban aumentando.

 

Tienda tras tienda, se encontró con el mismo problema. El libro que Shun le había dicho, estaba agotadísimo, y sus opciones se terminaban, así que por un instante, paso por su cabeza una idea descabellada. Tomaría su auto, e iría hasta la ciudad más cercana, una un poco más pequeña para poder comprar ese bendito libro y poder regresar a la mansión antes de la hora de almorzar.

 

Aunque la suerte decidió ponerse en su contra, y no pudo encontrar el libro en toda la mañana. La hora del almuerzo había pasado desde hacía rato, y seguía sin encontrar el ejemplar.

 

Desilusionado, después de recorrer el ultimo centro comercial de la ciudad más cercana que había encontrado, se apoyo sobre su auto y suspiró. Pensando en otra opción, aunque ya se había hecho ilusiones. Quería ver la cara que pondría Ikki cuando viera el libro.

 

Se subió de nuevo a su auto, mirando a través del parabrisas antes de arrancarlo y tras comprobar en el reloj que era más tarde de lo que él pensaba. Tomo su teléfono móvil, y cansado por tanta búsqueda sin resultados, llamó a Shun, para avisar que estaba bien, y que llegaría más tarde de lo que esperaba.

 

Colgó después de que hablaron y le dijo que no encontraba el dichoso libro, y se sintió mal. Creyendo que Ikki lo tomaría por un desagradecido. Giró la llave de su auto y furioso porque las cosas no le salían como deseaba, puso rumbo de vuelta a casa.

 

Avanzó por el gris de la autovía que ya había visto mientras corría de un lado a otro. Pero esta vez, además se le sumaba el oscuro del anochecer. Encendió los faros, y triste, siguió avanzando, viendo a los lados los indicativos de velocidad, también las señales y algún que otro aviso de obras que lo tomaron desprevenido y lo obligaron a desviarse de la ruta por la que debía regresar.

 

Tomo un desvió. Viéndose obligado a entrar en una pequeña población que le pareció deshabitada. De hecho, lo que allí se podían ver, eran solamente fábricas y naves industriales enormes en las que no tenía ni la más mínima idea de lo que se debía realizar.

 

A paso lento, para no perderse, avanzó fijándose muy bien por donde iba, viendo que sorprendentemente, muchas de las naves industriales eran mercados de flores, y muchas otras de tejidos y ropa que a pesar de que ya era algo tarde, o eso creía. Seguían abiertas, recibiendo a los camiones que supuso estaban llenando sus grandes vagones con mercancía para repartir al día siguiente.

 

Finalmente, llegó a otro desvió. Uno que le dejaría en la autovía que le llevaría directo a casa, pero cuando se disponía a poner el intermitente y girar el volante, aceleró y corrió creyendo ver un espejismo.

 

Su auto corrió victima de la fuerte aceleración. Frenando en seco delante de una de las grandes naves industriales, se bajó del coche y después de cerrarlo, corrió hasta la primera puerta donde vio que podían atenderle.

 

- ¡Hola! - casi gritó - ¡necesito que me vendan algo! - espetó asustando a una de las muchachas que estaba en la entrada fumándose un cigarrillo.

- ¿Perdón? - contestó un guarda.

- ¡Sí! - respiró agitado - esto es la editorial “Casa Del Libro” - señaló el gran emblema impreso en el muro de la pared - tienen que ayudarme - pidió.

- Verá señor… - susurró la chica - nosotros no vendemos… - quiso seguir pero Hyoga la interrumpió.

- Por favor, haga una excepción, necesito su ayuda - dijo desesperado.

- Señor - sonrió - nosotros no vendemos directamente al publico - sonrió tomándole del brazo - pero si me acompaña, le muestro nuestra tienda donde puede adquirir su ejemplar si está disponible - empezó a caminar viendo como Hyoga se sobresaltaba de la emoción - dígame… ¿Qué título busca? - preguntó amablemente.

- Pues ya he recorrido todas las librerías, y me dijeron que está agotadísimo, espero que sí lo tengan - tomó aire queriendo que su desanimo desapareciera - buscaba un ejemplar de “Los Pilares De La Tierra” - exhaló.

- Vaya, que casualidad - sonrió - hasta mañana no se iba a poner a la venta de nuevo - explicó - nuestra editorial se encarga de la nueva edición - continuó explicándole al tiempo que llegaban a la tienda de las visitas al publico - por favor - pidió educadamente - quiero un ejemplar de la última edición de los Pilares - dijo sin acabar a su compañera que entendió perfectamente y en pocos segundos apareció con un libro enorme que lucía una preciosa encuadernación - ¿Quiere que lo envolvamos? - preguntó.

 

Hyoga alucinó. Por fin había encontrado el bendito libro. Solamente asintió y con ganas de saltar encima a la muchacha y abrazarla, le abono el importe del libro y agradeció repetidas veces, haciendo que se sonrojara.

 

- Muchas, muchísimas gracias - dijo una vez más - me salvaron el pellejo - sonrió y salió corriendo, siendo ya bastante tarde, subiéndose al auto muy emocionado, feliz porque parecía que todo por fin empezaba a ponerse de su lado.

 

Antes de arrancar. Tomo una bolsa con algo que había comprado en una de las tiendas que anteriormente había visitado, y sacó un sobre con una tarjetita, rellenándola con las palabras exactas que quería expresar y la dejó estratégicamente unida al libro para después arrancar su coche y salir corriendo a la mansión, esperando poder encontrar a solas a Ikki y poder entregarle el regalo, y también hablar.

 

Veloz, más de lo que debiera, se dirigió a la mansión, llegando pasadas las diez de la noche, dándose cuenta de que tendría que dar muchas explicaciones. Pero esperaba que no fuera precisamente esa noche. Solo una cosa pasaba en ese momento por su cabeza. Que Ikki no se hubiera marchado a ningún otro lugar.

 

Aparcó casi derrapando. En el mismo sitio del que en la mañana se había marchado. Sabiendo que por lo menos Ikki estaba en la casa y después de bajarse del coche, pudo ver la tenue luz que salía de las ventanas del salón y sintió curiosidad. Cosa que le provocó y decidió acercarse para comprobar quien estaba allí.

 

Miró a través del cristal y vio la chimenea encendida, pudiendo comprobar que Ikki estaba sentado sobre la alfombra, apoyado contra el sofá,  y que por suerte no había nadie más, no lo pensó más. Creyó que la ocasión era la más adecuada y entró en la casa. Dejando la campera colgada y las llaves en el cenicero, como siempre solía hacer, tomándose todo el tiempo del mundo mientras pensaba las palabras que decir, y sobre todo como empezar a decirlas.

 

Dio un paso, avanzando por la gran entrada, viendo la luz  de las llamas de la chimenea del salón bailar, caminó un poco más, notando como su cuerpo temblaba, sintiendo que sus manos se movían de un modo que no podía controlar hasta que se paró al lado de la columna, con el regalo en las manos y cuando alzó la mirada, pudo comprobar que Ikki le había visto, y le miraba fijamente, encajando una ceja de un modo extraño.

 

- Hola Ikki… - susurró.

- Hola Pato - contestó serio - a buenas horas llegas - frunció el ceño.

 

Hyoga se tensó…

 

- Sí, yo… - se puso nervioso - quería darte las gracias por…

- Las gracias por qué PATO - hizo hincapié en la palabra, provocándolo.

 

Hyoga se crispó…

 

- Por tú regalo de la mañana Ikki - sintió que la congoja se apoderaba de él.

- De qué regalo me hablas PATO - insistió, provocándole más.

Hyoga apretó los dedos con fuerza contra el regalo que tanto le costó encontrar…

 

- Tu regalo Ikki, el que dejaste en mi cuarto - respiro agitado - las rosas - le miró asombrado, sintiendo que todo se le escapaba de las manos.

- Venga ya PATO - le provoco más, creyendo que bromeaba, empezando a reírse - ¡no jodas! - se rió más fuerte, consiguiendo justamente lo que quería, provocar a Hyoga - como se te ocurre que yo te regalaría precisamente rosas PATO - se rió más fuerte, sin darse cuenta de lo ofendido que se sentía Hyoga - te pasaste todo el día fuera y olvidaste las neuronas en algún lado PATITO - volvió a reír, siguiendo con la provocación.

- ¡¡TE DIJE MIL VECES QUE NO ME LLAMES PATO!!

 

Le gritó furioso, y sin poderse contener, le lanzó el libro, directo a la cara para después salir corriendo, dejando a Ikki completamente sorprendido, tanto que no pudo esquivar el libro y le impactó de lleno en la nariz con tanta fuerza que lo hizo caer al suelo de rodillas por el dolor.

 

 

 

 

 


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