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EL RIESGO DE AMAR por AICEN

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Notas del capitulo:

Bueno, muchas gracias por los reviews, son más que bien recibidos, y si sigo con la historia es por ellos.

Aqui les dejo un nuevo capitulo y les abandono hasta el siguiente, no estoy muy puesta asi que tampoco actualizaré a la misma marcha que con la otra historia, un capitulo al día y me conformo.

El día anterior a la boda de Shura y Saga, llegaron Saori y los caballeros de bronce.

Habían sido recibidos por todo lo alto, y como era costumbre en este tipo de celebraciones, traían con ellos regalos para los novios.

Ahora descansaban en sus habitaciones, o se habían juntado con los dorados, pero alguien hizo algo que nadie se esperaba, Camus en un momento dado, solicitó una audiencia privada con la diosa, a la que le pidió que también Hyoga estuviese presente.

Y ahora permanecía delante de una gran puerta de madera, esperando que le dejasen pasar y pudiera comunicarle a la diosa la decisión que había tomado.

Cinco minutos después una sirvienta le indicó que podía pasar, cuando entró y la puerta fue cerrada, se postró de rodillas ante su diosa en señal de respeto.

-levanta caballero de acuario-dijo Saori.

-muchas gracias mi señora-respondió al tiempo que se ponía en pie.

-eres libre de hablar Camus-dijo ella con una sonrisa.

-mi señora, se que tanto yo como mis compañeros os hemos jurado lealtad, y no es mi intención romper ese juramento-dijo Camus.

-se que también os debemos esta nueva vida que vos nos facilitasteis al resucitarnos, y yo personalmente os estoy profundamente agradecido.

-pero deseo pediros algo-finalizó.

-claro, por supuesto, dime lo que és y si está en mis manos, te lo concederé-respondió ella.

-mi señora, deseo que Hyoga tome su lugar como caballero de acuario y que me permitáis marcharme del santuario una vez finalice la boda de Saga y Shura-dijo Camus.

-¡Maestro¡-dijo Hyoga.

-mi señora, he dedicado toda mi vida a vuestro servicio, y estoy muy orgulloso de pertenecer a la orden de los caballeros dorados, no quisiera que pensaseis que os estoy traicionando, pues no es ese el caso, si en un futuro surge una nueva batalla, cosa que no espero, sabéis que podéis contar con mi poder y fuerza a vuestro lado-dijo el de acuario.

-pero deseo descansar, vivir una vida normal alejada de todo esto, mis motivos son personales y me gustaría poder guardarlos para mí, y os agradecería que no comentaseis nada con el resto para no enturbiar la celebración de mañana-

-caballero, no voy a negar que no me entristece la decisión que has tomado. Pero también soy consciente de que lo que me pides te lo has ganado a pulso, con gran placer concederé tu deseo-dijo la diosa.

-eso si, por tu seguridad, quiero que cuando encuentres tu destino, me mandes una nota comunicándomelo por si estuviésemos en la necesidad de encontrarte, y que sepas que la fundación te dará una ayuda económica para que empieces esa nueva vida que tanto deseas.

-y por mi parte, pedirte que mañana luzcas con orgullo la armadura de acuario, después de la boda, les anunciaremos a todos la sucesión en el onceavo templo-dijo ella.

-lo haré mi señora, no os preocupéis, y os doy mi más profundo y más sentido agradecimiento-dijo Camus.

-maestro- dijo Hyoga.

-Hyoga, estoy muy orgulloso de ti, se que defenderá el signo de acuario portando con honor la armadura que se te va a conceder por derecho, sigue los dictados de tu corazón y camina orgulloso de tus acciones, nunca retrocedas ante nada ni ante nadie, y pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, nunca te arrepientas de ser quien eres-dijo Camus.

-lo haré maestro-contestó el que pronto sería el nuevo caballero de acuario.

Camus hizo una nueva reverencia y salió de la habitación, se encamino hacía el que aún era su templo, cuando llegó, no pudo evitar el quedarse parado en mitad de este, contemplando cada piedra, cada columna, cada secreto guardado en silencio en aquel lugar.

Recordando en su memoria cada batalla, cada entrenamiento, el momento en el que ganó la armadura a la que ahora iba a renunciar, cuando luchó en aquel lugar contra un alumno que le derrotó.

Fue así como escuchó unos pasos acercándose, no hacía falta que se girase para saber de quién se trataba, reconoció el cosmos de Aioros antes de que este llegara a su templo.

-he renunciado a la armadura de acuario a favor de Hyoga, cuando finalice la boda, me marcharé del santuario-le dijo a su compañero sin mirarle.

-y dime Cam, ¿vas a dejarme aquí solo o existe la más mínima posibilidad de que aceptes que un amigo te acompañe en tu viaje?-preguntó Aioros.

-¿renunciarías a sagitario solo porque yo me voy?-preguntó Camus dirigiéndole la mirada.

-no, pero hace demasiado tiempo que deje de sentirme el caballero de sagitario, y sinceramente, no tengo aquí nada que me ate salvo la existencia de un hermano pequeño que preferiría que yo siguiese muerto-contestó Aioros.

-¿A dónde iremos?-volvió a preguntar el de sagitario.

-no quiero volver algo parecido a un templo en toda mi vida, y sin embargo, el único lugar donde me gustaría estar es uno lleno de ruinas, grandes iglesias y antiguos palacios-dijo Camus.

-¿Italia?-preguntó Aioros.

-sí amigo mío-contestó.

-entonces iré a decirle a nuestra diosa que se queda sin dos caballeros, y si un día tu camino y el mío se separan, sé al menos, que en algún lugar del mundo, puedo contar con un amigo-dijo Aioros.

El día siguiente, que era el de la boda, amaneció con un cielo claro y despejado, iba a ser un buen día para la celebración. Tanto Camus como Aioros, quien ya le había dicho a Saori y a Seiya su decisión de marcharse, lo tenían todo listo y preparado para marcharse aquella misma noche, o a la mañana siguiente a lo sumo.

Habían vuelto a dormir juntos, nuevamente sin nada más que una amistad sana de por medio, sus corazones seguían rotos y ellos desolados, pero tenían la esperanza de volver a empezar de nuevo y de que la vida les sonreiría de nuevo. Sanando sus heridas, y proporcionándoles el olvido típico que otorga el paso del tiempo.

Se ducharon, desayunaron y se vistieron sus armaduras por última vez, sonriéndose el uno al otro.

Permanecieron juntos cuando llegó la boda, parados en aquel reloj de piedra que indicó su batalla hacía ya años.

Vieron como llegaban los novios, Shura vestía un traje negro y una camisa blanca, enganchada a la solapa de la chaqueta, llevaba un capullo de rosa blanco, Saga vestía un traje gris oscuro con una camisa de color crema, su rosa era de color rojo. Ambos estaban guapísimos, y ellos tuvieron que cogerse de la mano para no armar una escena. Aioros intentaba como podía aguantar sus lágrimas, y Camus el salir corriendo de aquel lugar.

Pero aguantaron los dos la compostura, se mantuvieron en silencio hasta que llegaron al jardín de los sales gemelos. Aioros no pudo evitar comenzar a mover en gesto negativo su cabeza cuando los novios se dijeron el “si quiero”, Camus cerró los ojos para no ver el beso.

Cuando según lo acordado llegaron a la casa de sagitario para rendirle honores a su guardián y que este les diera su bendición, Aioros no pudo evitar mirar fijamente a Camus mientras decía las palabras.

-el templo de sagitario es vuestro, y yo Aioros, su guardián, os otorgo el permiso para cruzarlo siempre que lo deseéis, os doy mi enhorabuena por vuestro matrimonio, y os concedo la bendición de mi signo en vuestro enlace-consiguió decir.

Tuvo que volver a coger de la mano a Camus para poder continuar la subida, para nadie pasaba desapercibido el extraño comportamiento que tenían tanto Aioros como Camus, algunos iban cuchicheando, otros les miraban de reojo, y Death como siempre hizo el comentario supuestamente gracioso.

-creo que la noche de bodas va a ser mejor en acuario que en capricornio-dijo.

Cuando llegaron a acuario, todos los allí presentes, incluida la diosa, mantuvieron la respiración. Camus le lanzó una última mirada a Aioros, y luego utilizó su cosmos para que unos pequeños copos de nieve comenzasen a caer a su paso, sin llegar a provocar frio pero ofreciendo un bello espectáculo.

-soy el guardián del undécimo templo, portador del signo de acuario, es un honor para mí poner mi templo a vuestro servicio, os doy mi enhorabuena por vuestra boda, y os doy la bendición de Camus, caballero de oro de acuario, que la felicidad, la paz y el amor os acompañen en vuestra vida-dijo el de acuario aumentando un poco la caía de los copos de nieve, que paró en cuanto los novios le agradecieron el gesto con una leve inclinación de cabeza.

Cinco hora más tarde se encontraban sentados en la mesa donde se celebraba el banquete, habían acabado de comer y esperaban a que llegaran los brindis para retirarlo todo y que comenzase el baile.

Justo después de que cada uno de ellos brindase por los novios, y antes de que comenzase el baile, la diosa se puso en pie, y tanto Camus como Aioros, supieron que había llegado el momento.

-amigos, antes de comience el baile debo daros una noticia para que luego podamos brindar- dijo la diosa.

Todos permanecieron en silencio, no sabían de qué podría tratarse en esta ocasión, aunque algunos pensaron erróneamente, que alguna de las parejas ya formadas, se había animado a casarse gracias al empujoncito de la boda que se acababa de celebrar.

-mucho hemos pasado todos nosotros, cosas buenas que recordaremos y malas que no recordaremos ahora-prosiguió la diosa.

-dos de vuestros compañeros, han decidido que ha llegado el momento de que sus alumnos cojan su testigo y les sucedan en su cargo, para comenzar una nueva vida, lejos de nosotros, ha llegado el momento de que lo hagan oficial y entreguen sus armaduras.

Ahí sí que todos se quedaron anonadados, no sabían de quien podría tratarse, que compañeros habían renunciado a su armadura y su puesto a favor de sus discípulos, inevitablemente empezaron a oírse murmullos por toda la mesa, preguntando al más cercano a ellos de quien podría tratarse.

-poneros todos en pie por favor, frente a la estatua de la diosa-dijo Atenea.

Tras unos minutos de arrastrar sillas, de moverse ellos y de colocarse por orden de casa como era apropiado en esos momentos, la diosa coloco a su lado a los caballeros de bronce, y se puso enfrente de los dorados.

-comencemos-dijo ella.

Y en aquel momento fue en el que más de uno de ellos tuvieron que morderse la lengua para evitar gritar, Hyoga y Seiya habían dado dos pasos al frente al mismo tiempo que Aioros y Camus. Al ser el de sagitario el primer templo por orden, fue hacia el que primero se dirigió la reencarnación de la diosa.

-Aioros, caballero de oro custodio del noveno templo del santuario y santo de sagitario-

-¿renuncias por voluntad propia al noveno templo del santuario y le concedes por esta misma voluntad su guardia y custodia a tu discípulo, el caballero de bronce Seiya de Pegaso?-dijo ella.

-si lo hago-contestó.

-¿renuncias voluntariamente a portar la armadura de oro del signo de sagitario, y por esta misma voluntad le concedes esta armadura a tu discípulo?-preguntó ella.

-si lo hago-contestó.

-Seiya, Aioros, quitaros las armaduras por favor-dijo ella.

Y así lo hicieron los dos hombres, despojándose de sus respectivas armaduras.

-caballero de Pegaso, yo te nombro el digno sucesor de mi signo-dijo Aioros.

La armadura de sagitario comenzó a brillar, vistiendo el cuerpo de Seiya.

-saludad todos a Seiya, caballero de oro de sagitario- dijo Saori.

Uno a uno lo fue haciendo, primero se inclinaron ante Aioros en señal de respeto y despedida y luego ante Seiya con el mismo gesto pero de respeto y bienvenida, cuando todos volvieron a sus lugares la diosa se puso enfrente de Camus.

-Camus, caballero de los hielos, custodio del undécimo templo del santuario y santo de acuario-

-¿renuncias por voluntad propia al undécimo templo del santuario y le concedes por esta misma voluntad su guardia y custodia a tu discípulo, el caballero de bronce Hyoga del Cisne?-dijo ella.

-si lo hago-contestó.

-¿renuncias voluntariamente a portar la armadura de oro del signo de acuario, y por esta misma voluntad le concedes esta armadura a tu discípulo?-preguntó ella.

-si lo hago-contestó.

-Camus, Hyoga, quitaros vuestra armadura por favor.

Unos minutos más tarde, ya ambos sin armadura, fue Camus el que habló.

-caballero del cisne, yo te nombro el digno sucesor de mi signo-

Cuando la armadura del signo de acuario vistió el cuerpo de Hyoga, se repitió el mismo proceso que con Seiya y Aioros, se despidieron de Camus y saludaron a Hyoga como nuevo compañero.

Solo Aioria se acercó a su hermano y le preguntó el porqué de su decisión.

-¿acaso me queda un solo motivo aquí dentro para permanecer en mi sitio hermano?, reconócelo Aioria, hasta tú has renegado de mí, me mantienes apartado y ya ni siquiera haces algo, aunque sea lo mínimo por estar conmigo-dijo Aioros.

-y os aclararemos una duda, ni Camus ni yo somos pareja, pero cuando todos y cada uno de vosotros decidisteis abandonarnos, dejarnos apartados y prescindir de nosotros, no tuvimos más remedio que consolarnos el uno al otro, ofrecernos todo aquello que vosotros nos negasteis, así que no nos vengáis ahora con vuestra mejor cara de pena y arrepentimiento, las falsedades sobran en una boda.

-una boda que por cierto, ha terminado por destrozarnos, durante una semana nos habéis evitado, nos habéis mantenido alejados de cualquier preparación, ni habéis consultado ni habéis pedido ayuda, simplemente, por cortesía y educación es que tanto Camus como yo estamos aquí, y lo sabéis mejor que nadie.

-así que no hace falta que salgáis corriendo a despedirnos derramando lagrimas falsas, o con falsos “lo siento”, pues al menos yo, ni pienso llorar ni sentir el abandonar este sitio, aunque en él me deje a mi propio hermano, al que tengo delante y al que le sobro tanto como a vosotros-finalizó el antiguo caballero de sagitario.

Se marcharon para no estropear más de lo que ya estaba la boda, para ni oír los comentarios de sus compañeros, ambos se despidieron de la diosa con una inclinación, le dedicaron otra por puro respeto al patriarca Shion, y Aioros le dio un pequeño beso en la frente a su hermano Aioria después de decirle un único “adiós”

Aquella noche, bajo el amparo de la luna llena y sin ninguno de ellos de testigo, salvo la diosa que les transmitió sus buenos deseos y depositó un suave beso en la mejilla a cada uno después de darle las gracias por todo, se marcharon, con la firme idea de no volver a pisar aquel sitio a no ser que fuese estrictamente necesario.

 

 

 

 

 

Notas finales:

pues eso, hasta el siguiente


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