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Despertar de primavera por x_tirana

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El errático movimiento de su corazón se lo indicaba. Su sonido a través de ese espacio vacío y oscuro que ahora lo rodeaba. Estaba muerto. Y aún así  allí estaba, ese músculo voluble en el medio de su pecho, ratificando con dolor su presencia.

Era ilógico pensar que nunca antes lo hubiera notado, pero así  era. Muerto por dentro. Deseaba que esta hubiera sido una muerte simple, como todas las demás. Una de la clase irreversible, de esas que llegan una sola vez. Y mucho mejor si llegara a manos de alguien menos cobarde que no utilizara una mirada o dulces palabras para cumplir con su objetivo. El beso de su zampakutou le habría traído una calida sensación de paz, ese sutil dolor al que estaba acostumbrado como shinigami que era. Su sentencia había sido firmada el día en el que se perdió en eso ojos fríos tan propios de un Kuchiki. Esos ojos que solo él había visto cambiar de expresión, que le habían sonreído con dulzura.

¿Acaso estaba destinado a sufrir a causa de ese sentimiento? Jamás pidió que todo sucediera como en las novelas de Rukia o en las historias fantásticas que había oído de pequeño. Simplemente quería ser feliz, es todo lo que siempre deseo. Ni lujos, ni fama, ni gloria. Solo paz y un poco que felicidad ¿Era demasiado pedir?

 La imagen de un Byakuya agitado y cubierto de sudor se sitúo frente a él. Estaba recostado contra su pecho. Casi sentía su peso, el calor de su respiración en su cuello. Recordaba el suave dolor en su miembro después de la apremiante sesión de amor. Susurraba su nombre al oído, sabía que había alcanzado el clímax. Su cabello le rozaba el rostro. Desprendía ese aroma florar de los aceites con los que solía bañarse y que tanto le gustaban. Se hundió en ellos todo lo que pudo y aspiró pesadamente. El cuerpo de su amante le pesaba más de lo que jamás admitiría: no le daría una excusa  para que se alejara. Ahora estaban en su oficina: las paredes y los muebles se volvían borrones a su alrededor. El noble agarraba su entrepierna descaradamente en medio de la rutina diaria que imponía sus labores como segadores. La movía de arriba hacia abajo sobre su ropa sin quitar los ojos de los suyos. Recordaba tan bien esa media sonrisa al sentir la presión de su miembro. La excusa con la que  lo había citado allí horas atrás fue tan patética que no le hubiera extrañado que el Capitán Ukitake, allí presente, dedujera toda la situación. Antes de notarlo, el noble había desatado el nudo que sujetaba su uniforme y se arrodillo frente a él sin detener el masaje. No dejó de mirarlo hasta que metió su virilidad en la boca. Una pequeña descarga eléctrica recorrió su espina mientras veía la parte superior de la cabeza de su amante ir y venir. El piso bajo sus pies empezó a girar y en cuanto se detuvo reconoció su habitación. A mitad de la noche, en los momentos en los que lo creía dormido, Byakuya entraba silenciosamente y se recostaba a su lado. Se dedicaba a mirar absorto como se movía lentamente al respirar; su rostro, decidido a recordar cada marca o cada línea que lo conformaba; y otras veces deslizaba sus delicados dedos por su cuerpo, desde su cabellera de fuego pasando por su pecho, siguiendo cada gota perlada escabullirse por cada hendidura, pasando por su sexo y dibujando pequeñas ondas en sus piernas torneadas hasta donde le dejaban sus brazos.

 

Te amo.

 

El susurro se perdió al besar su mejilla.

Las imágenes desaparecieron. Tenía ganas de llorar y gritar su rabia en todas direcciones pero su dolor se le congelaba en la garganta, transformándose en un suspiro ahogado, casi inaudible. Debía odiar a su capitán? SANTO CIELOS, LO HABÍA VISTO COGER CON AIZEN HACE MENOS DE CINCO MINUTOS! POR QUÉ SE PONIA A PENSAR EN ÉL DE FORMA TAN TIERNA JUSTO EN ESTE MOMENTO?! ACASO NO LO HABÍA VIOLADO?! Pero si se detenía a analizar cada momento, cada mirada, cada caricia sus dudas desaparecían de inmediato. Él no sería capaz de algo así  o… Ya no sabía que pensar, que creer y lo peor de todo era que ya no le importaba. El cansancio lo invadía, no tenía energía para moverse o incluso pelear mentalmente con él mismo. Lo amaba y de eso no había dudas. Pero esta relación lo estaba destrozando y algo tenía que hacer. Matar a Aizen encabezaba la lista.

Una vez más flotaba sobre la nada, sintiendo como el tiempo solo transcurría a través de los latidos acompasados de su corazón. ¿Cuándo acabaría esta tortura?

 

 

- Quiero todo listo en quince minutos- espetó Aporro mientras entraba al salón. No se dirigía a nadie en particular, sabía perfectamente como iba todo y que casi acababan. La verdad era que le divertía molestar a sus “subtitos” con sus preguntas. La mayoría de los que se encontraban allí trabajando eran arrancars de bajo rango y le temían demasiado como para siquiera mirarlo. Mientras hablaba se quedaban lo mas quietos posible para segundos después continuar con sus tareas más frenéticos que antes. Corrían de uno a otro lado de la sala circular con pequeños aparatos midiendo las paredes una y otra vez desde sitios aparentemente arbitrarios, anotando los datos con suma precaución y comparándolas entre si.

La habitación tenía todos los requerimientos necesarios para la ceremonia de liberación del Hougyoku: era uncírculo perfecto en el centro de Las Noches. Estaba prácticamente sin muebles o decoración, a excepción de un pequeño altar también circular de poca altura ubicado justo en medio. El color blanco mate de sus paredes le daban un aspecto aún más grande de lo que en realidad era. Intimidante, esa era la palabra indicada.

Ahora solo necesitaba posicionar el sacrificio y comenzar. Aunque la perspectiva de que ciertos shinigamis entrometidos arruinaran los planes de Aizen sama lo irritaba bastante. Primero se encargaría de esa molestia. Habían esperado esto desde hace mucho tiempo y ahora que finalmente el momento llegó, todo debía ser más que perfecto. Se aseguraría de ello.

 

 

El peliazul arrastraba a Renji por los pasillos de Las Noches, adentrándose más y más en el edificio. Nunca había cuestionado una sola orden en su vida, pero esta no tenía sentido. Ulquiorra no pronunció palabra alguna y sin embargo su expresión lo delató (já si a eso se le puede llamar expresión…). Él pensaba lo mismo. Durante los días que habían estado de carceleros del shinigami no se les permitió dejarlo solo ni siquiera un instante y ahora querían que lo depositaran en una enorme sala que no había sido usada antes, con su zampakutou y sin custodia alguna!  Todo lo referente a Renji no tenía sentido: como fue tomado como prisionero cuando ninguno de los dos bandos acostumbraba hacerlo, con custodia permanente quienes además de mantenerlo encerrado sin lastimarlo debía curarlo y ahora debían armar al enemigo y abandonarlo en el centro de las instalaciones. Esto no le gustaba para nada…

Notas finales:

Perdon por la espera! Estoy tratando de terminar de una vez este fic asi que no va a pasar mucho tiempo antes de que vuelva a subir un capitulo...

 

GRACIAS POR LEER♥


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