El sonido del reloj de la torre central anunció el comienzo de la hora dedicada al estudio. Los alumnos se encerraron en la biblioteca, la mayoría de ellos incapaces de concentrarse en sus respectivas tareas. A pesar de todo, encontrarse rodeado de tanta gente transmitía tranquilidad. Las recomendaciones de la dirección sugerían no merodear por los jardines de noche y procurar ir siempre acompañados.
- ¿Te importa si me siento a tu lado?
Naruto había dado varias vueltas en busca de algún hueco libre. Mientras deambulaba por el lado derecho de la sala, descubrió a Sasuke en una mesa prácticamente desierta, oculto tras una hilera de estanterías. Se sentía intimidado, pero no lo suficiente como para huir con las manos vacías.
- ¿Debería? - Inquirió el Uchiha sin apartar la vista de su libro.
- No, supongo que no.
Naruto obvió la sobriedad del chico y le regaló una sonrisa. Abrió su cuaderno de apuntes y se dispuso a hacer los deberes, pero a los pocos minutos se sorprendió a sí mismo observando de reojo al moreno. No podía centrarse, estaba comenzando a escribir incoherencias y las palabras se disolvían en su mente tan pronto como llegaban.
- No te he visto mucho por aquí. - Tanteó.
- Quizá es porque no te has fijado bien. A veces, ese es el problema.
Quedó claro que no había empezado con buen pie y trató de desviar el rumbo de la conversación de manera que no resultara tan incómoda.
- ¿Qué estás estudiando?
- Arquitectura. - Le contestó sin demasiado entusiasmo.
- Igual que yo. Eres de segundo año, ¿cierto?
- Así es.
El rubio se lo pensó muy bien antes de proseguir. Llegados a este punto no tenía nada que perder, y aunque careciera de explicación, quería tener la oportunidad de saber más de aquel chico.
- Resulta que yo soy de primero, y ando algo perdido con los planos y las perspectivas. - Dudó. - Me preguntaba si podrías ayudarme un poco.
Esa fue la primera vez que Sasuke se dignó a mirarle. Levantó sus ojos negros del libro y los posó en el rostro del rubio, dibujando una mueca con los labios que fue incapaz de descifrar.
No le tomó demasiado cosechar la proposición que Naruto le acababa de hacer, sin embargo, a éste se le antojó una eternidad. Giró su silla hacia Uchiha y esperó una respuesta positiva. Por su parte, el azabache se le acercó al cuello y lo rozó ligeramente con la nariz.
- ¿De veras necesitas mi ayuda?
La cercanía de Sasuke y su aliento frío acariciándole la piel le produjeron un súbito escalofrío. Tragó saliva y parpadeó varias veces. No necesitaba su ayuda, pero la ansiaba, en ese momento más que nunca.
- Me vendría genial, de hecho tengo que entregar un trabajo pasado mañana.
- Muy bien, ya buscaré la forma de que me devuelvas el favor...
Comenzaba a formular un "no pasa nada", cuando procesó el veredicto, incapaz de terminar de creerlo. Dejó transcurrir unos segundos, aguardando la pertinente mofa que el moreno le lanzaría, a modo de dardo directo al centro de su frente. Terminado este periodo de cortesía para con su dignidad, se permitió agradecer el gesto. Y así, Sasuke le enseñó, apoyándose al principio en ejemplos simples que cualquiera comprendería, cómo trazar cada vista en la mente antes de llevarla al papel. Habló lo justo y preciso, pero para el rubio fue fascinante. Sus expresiones, sus ademanes, sus palabras, algo le hacía diferente a los demás. Perdió la noción del tiempo. El reloj volvió a sonar.
- He de irme. - Informó Sasuke a la par que recogía sus cosas.
- Gracias de nuevo.
- No hay de qué. Búscame mañana.
Naruto lo observó hasta que su silueta se perdió tras las hileras de enciclopedias. Se levantó apresurado y se dirigió al punto donde lo había visto desaparecer, pero allí no había nadie. Tampoco lo encontró en el comedor durante la hora de la cena. Los segundos se convirtieron en minutos, y éstos en horas. Aquella noche le costó conciliar el sueño.
***
No sabría decir si realmente estaba dormido o por el contrario seguía dando tumbos en la cama cuando percibió un fugaz movimiento entre las sombras. Aguzó el oído, inundándose del silencio de la noche.
- ¿Hay alguien ahí?
Era evidente que quienquiera que fuera no iba a corroborar sus sospechas, por lo que encendió la lámpara de la mesita y se incorporó. Todo estaba tal y como lo recordaba, sin ningún indicio de intrusión. Volvió a recostarse contra las sábanas, iluminado por la luna llena.
El viento gélido sopló en su cara, escuchó una risa a lo lejos. Algo tiraba de él hacia la oscuridad. Tropezó y cayó de rodillas al suelo, y allí estaba el cuerpo sin vida de un chico, con un corte en la garganta, rodeado de su propia sangre. La angustia de aquel rostro vacío era casi palpable.
- ¡Naruto, ábreme!
Despertó agitado. Todo había sido un sueño. La luz del sol se colaba por la ventana, obligándole a entrecerrar los ojos. Se levantó y fue a abir la puerta.
- ¿Gaara? ¿Qué sucede?
- Te estábamos esperando para desayunar, pero no dabas señales de vida. ¿Estás bien?
- Sí, solo he tenido una mala noche.
Lo invitó a pasar y fue a por el uniforme para vestirse. Estaba arrugado, seguramente debido su falta de orden. Le extrañó no encontrar su cadena de plata junto a la camisa. Era un recuerdo de su difunta madre. Miró en los cajones, y luego en el escritorio. No estaba por ninguna parte. Una idea tomó forma en su cabeza; alguien había estado allí aquella noche.