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Competencia de verano por Yunalesca

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Notas del capitulo:

Disclaimer: KH Reborn es propiedad de Akira Amano, aunque cualquier día de estos se secuestro a la mitad de los niños.


Pairing: principalmente 1859, RxL


Notas: Buenaaaaas. Aquí andamos, con el penúltimo capítulo. Espero que os guste.

Tras la máscara

Lambo miró a su compañero con expresión asustada. La noche anterior le había dicho que le quería, pero tenía sospechas más que razonables de que sólo se había dejado llevar por el momento y no era verdad. Esa mañana le había despertado a patadas, literalmente. Estaba seguro que le había quedado un buen moretón en el muslo allí donde le había golpeado. Luego le había utilizado como escudo cuando se encontraron con Levi y Mammon, sin ninguna clase de compasión. Leviathan les había disparado una buena cantidad de rayos y Reborn le había sujetado por los antebrazos para colocarlo delante de él. Todavía le rechinaban los dientes cuando recordaba la terrible descarga eléctrica que le había atravesado. Y ahora le estaba apuntando con su pistola, y a juzgar por el aura diabólica que le rodeaba le iba a disparar en cualquier momento.

-¿Qué quieres que haga, Reborn?- se lamentó el bovino- Si lo he perdido, lo he perdido. Me da igual cuanto te enfades, hay que volver a buscarlo. No soy yo sin mis cuernos- aseguró.

El hitman amartilló su arma, por lo que Lambo dio un prudente paso atrás.

-No podemos perder tiempo con tus estupideces, todavía nos quedan objetos por conseguir y hoy es el último día de la competición- sentenció el asesino.

-Pero… los cuernos son muy importantes para mí. Son… fueron un regalo de alguien muy especial. De la persona que me salvó la vida- se sonrojó levemente al decirlo.

Ahora que lo pensaba, era casi como si hubiera sido un camino marcado por el destino que le había llevado inexorablemente hasta Reborn. Lo recordaba como si hubiera pasado ayer, el que fue el peor día de su vida. Tenía cuatro años cuando sus padres se vieron envueltos en aquella pelea con una familia rival. Le habían hecho esconderse detrás de un armario y todavía recordaba el miedo atroz que había sentido mientras escuchaba los gritos de sus padres y los disparos zumbaban en el comedor. Y de pronto todo se quedó en calma.

-¿Mami?- preguntó muy bajito, con la voz ahogada y los ojos llenos de lágrimas.

-Vaya vaya, que tenemos aquí- alguien le dio un fuerte tirón y lo arrancó de su escondite. La escena que apareció ante sus ojos le hizo gritar de terror. Sus padres estaban en el suelo, completamente inmóviles y cubiertos de sangre.

-Hazle callar- dijo otra voz, y el hombre que le sujetaba le dio un bofetón tan brutal que se había quedado en estado de shock.

-¿Que hacemos con él?- preguntó su captor.

-Matarlo. No podemos dejar testigos- afirmó el segundo hombre.

Lambo no entendió del todo el significado de esas palabras, pero sintió una oleada de pánico ante las expresiones de los dos tipos. Rompió a llorar, mientras se revolvía en un inútil intento de escapar. Recibió un segundo golpe y de pronto notó el frío del metal sobre la frente. Le estaban apuntando con un arma. Chilló.

-Hn. Veo que sois muy valientes, aterrorizando a un niño- se burló la voz de un tercer hombre que acababa de llegar.

-¿Reborn? ¿Que haces aquí?

-Chaoss. Mi jefe me ha enviado a estudiar una posible alianza con la familia Bovino. Veo que he llegado en mal momento- sonrió de una manera tan macabra que los dos hombres se tensaron al acto- Dadme al mocoso- ordenó tras unos instantes de silencio.

-Siempre con esos aires de superioridad- replicó uno de los hombres.

Después de eso, los disparos habían vuelto a sonar por toda la habitación. Lambo se había encogido sobre si mismo mientras lloraba con desesperación. Finalmente alguien le había hecho ponerse de pie con poca delicadeza. Era el último hombre que había llegado, al que habían llamado Reborn.

-Deja de llorar, mocoso. Hay que salir de aquí- le dijo.

-No quiero. Quiero a mi mamá- replicó Lambo, haciendo un intento de acercarse a ella.

Reborn se lo cargó al hombro y se lo llevó de allí sin más. No le importó lo mucho que lloró y suplicó que le dejara quedarse con sus padres, le sacó a la fuerza de su casa y le metió en un coche con él. Diez minutos después el hombre había perdido por completo la paciencia y había amenazado con matarle una docena de veces. Se llevaba la mano a la frente una y otra vez con expresión cansada, como si tuviera un terrible dolor de cabeza. Lambo seguía lloriqueando y pataleando para intentar escapar. Desesperado, Reborn acabó por decirle que si se callaba le compraría el juguete que quisiera. Todavía ajeno a la tragedia que acababa de producirse en su vida, Lambo sonrió ante el ofrecimiento y guardó silencio un ratito. Reborn aparcó en un callejón y le hizo entrar en un viejo edificio.

-No toques nada- advirtió nada más cruzar la puerta.

El local parecía una tienda. Estaba lleno de armas, y también de objetos muy extraños. Lambo se acercó hipnotizado hacia un escaparate donde había un par de cuernos colocados sobre un cojín rojo. Pegó la nariz al cristal, mirando como relucían, y se volvió hacia Reborn con la mirada brillante.

-Quiero esto- pidió, señalando los dos cuernos.

-Eso no es un juguete, no puedes tenerlo.

-Prometiste que me comprarías lo que quisiera y quiero esto- repitió.

Reborn volvió a negarse, por lo que Lambo empezó de nuevo a llorar, a gritarle que era un mentiroso y a decir que quería volver con su mamá. El moreno insistió en que no era algo para un niño así que Lambo se tiró al suelo y empezó a rodar, armando una tremenda pataleta.

-Reborn-san... le agradecería que no matara a nadie en mi tienda. Especialmente a un niño- suplicó aterrorizado el dependiente al verle cargar su arma.

Reborn masculló entre dientes y guardó su pistola.

-Está bien, te compraré los malditos cuernos pero deja de llorar- gruñó al fin.

La mirada de Lambo se iluminó al acto y unos minutos más tarde salía de la tienda con ellos puestos. Reborn condujo algo más de media hora hasta que llegaron a la mansión del jefe Bovino. Le hicieron quedarse coloreando un cuaderno en el pasillo mientras ellos hablaban de cosas de mayores, hasta que finalmente le fueron a buscar.

-¿Y esos cuernos?- preguntó su abuelo nada más verle.

-Tsk... He tenido que comprárselos para que dejara de llorar- gruñó Reborn, claramente de mal humor.

Su abuelo rió, aunque la risa no borró del todo el dolor que reflejaba su mirada.

-Ya veo. ¿Te gustan, Lambo?- le preguntó. El pequeño asintió enérgicamente con la cabeza- Bien, entonces tendremos que comparte un traje que haga conjunto con ellos- decidió. Luego se giró hacia el asesino y adoptó una actitud mucho más seria-. Muchas gracias por traérmelo, Reborn. Siempre estaremos en deuda contigo y tu familia.

Reborn resopló, quitándole importancia y, sin despedirse siquiera del pequeño, se marchó de allí. Con el tiempo Lambo había comprendido la importancia de lo que hizo aquel hombre, y los cuernos se habían convertido en su mayor tesoro.

La voz de Reborn sobresaltó a Lambo, arrancándole de sus recuerdos

-Creí que no lo recordabas- murmuró el asesino, con una expresión inusitadamente nostálgica- ¿Sabes? Nunca me diste las gracias.

Lambo suspiró.

-Cuando te vi de nuevo ya te había afectado la maldición y no supe que eras tú. De hecho, no me di cuenta hasta hace un par de años- confesó un poco avergonzado-. Pero tú mejor que nadie debería entender que no puedo perder esos cuernos.

Pasado el momentáneo arrebato de sentimentalismo, Reborn recuperó su aspecto amenazadoramente enojado.

-¿Qué clase de idiota no hace más que perder su posesión más preciada?- cuestionó con voz de ultratumba- Debería matarte por hacerme perder el tiempo- amenazó.

Lambo exhaló con pesadez y siguió al mayor de vuelta por donde habían venido. Estaba empezando a entrever un poco a través de la máscara de Reborn. Puede que fuera muy duro en sus palabras, pero allí estaban, desandando el camino para que pudiera recuperar su cuerno perdido. Quizás sí que sintiera algo por él, después de todo.

-¿Sabes, Reborn? Deberías hacer algo con tu mal humor.

Esta vez sí, sin mediar palabra, Reborn cargó el arma y le disparó.

 

OooOoOoOoOoOo

 

Chrome apretó la espalda contra el tronco mientras sujetaba su tridente fuertemente contra el pecho. Casi contuvo la respiración mientras dos de los subordinados de Dino pasaban cerca de allí. La habían visto hacía unos minutos y se habían dirigido sin dudar hacia ella, así que se había escondido entre los árboles y había creado una ilusión que borrara cualquier rastro de su presencia. Era casi imposible que la descubrieran, pero no podía evitar sentir los nervios a flor de piel. No quería fallar a Tsuna y al resto de sus compañeros, que poco a poco se estaban convirtiendo en su familia. Después de un rato que le pareció eterno, uno de los hombres dijo a su compañero que allí no había nadie y se alejaron por donde habían venido. Aún y así no se atrevió a salir de su escondrijo durante varios minutos.

-¿Chrome?- inquirió la voz de Tsuna en algún lugar cercano.

-Oh, jefe...- susurró la chica, deshaciendo la ilusión. Tsuna se llevó un susto de muerte cuando de repente la vio materializarse a un par de pasos-. Empezaba a preocuparme, estabas tardando mucho.

-Lo siento... Cervello me ha interceptado- sintió un escalofrío involuntario-. Me han dicho que va contra las normas conseguir los objetivos sin tu pareja. Les he tenido que asegurar un montón de veces que sólo estaba intentando localizarlos y en seguida volvería a por ti. Ni loco me enfrentaría a Varia yo solo...- murmuró mientras negaba repetidamente con la cabeza- Están a unos cinco kilómetros hacía allá- indicó, señalando a su derecha.

-Entonces pongámonos en marcha- propuso la dulce voz de la chica.

Tsuna habría dado cualquier cosa por ir en cualquier otra dirección. Hasta ese momento se las habían apañado bien los dos solos, tanto atacando como defendiéndose de otros equipos, pero ahora tendrían que enfrentarse a Xanxus y Squalo. Lo más probable era que Mukuro terminara por aparecer, y quedarse a solas con él le daba casi más miedo que enfrentar al dúo de asesinos. Suspiró y siguió a su guardiana de la niebla con resignación. Habrían caminado unos 500 metros cuando una voz familiar les hizo parar.

-¡Décimo!- le llamaba Hayato, agitando una mano para saludarle con una enorme sonrisa en los labios.

-¿Gokudera-kun?- se sintió mucho más tranquilo al comprobar que Hibari y él no se habían matado- Me alegro de ve...

La frase quedó en el aire porque de repente una bola de pelo saltó sobre él, con un irritado bufido, y empezó a arañarle la cara sin compasión.

-¡Uri, maldita sea!- se alarmó Gokudera. Corrió la distancia que les separaba y sujetó a su mascota con cara de pocos amigos- ¿¡Qué diablos estás haciendo?!- le regañó. El gato de la tormenta resopló con más ganas y decidió ensañarse con su dueño, al que le dio un zarpazo que apenas pudo esquivar- ¿Pero se puede saber qué te pasa?- le gritó, molesto. Hasta ese momento había estado de lo más tranquilo, pero ahora era un ovillo de uñas y dientes que no paraba de lanzarse a por él y a por Tsuna sin distinción- ¡Al anillo!- le ordenó.

Gokudera pensó que no le haría el menor caso, pero para su sorpresa Uri le dirigió una mirada resentida y se transformó en una pequeña bola de llamas que adoptó la forma de un anillo en su dedo.

-Lo siento tanto, Décimo- se disculpó Hayato, casi al borde de la histeria. Tsuna tuvo el tiempo justo de sujetarlo antes de que se arrodillara.

-No... No pasa nada... estoy bien- mintió el castaño. El zarpazo en la mejilla le escocía horrores pero no ganaba nada preocupándole de más- ¿Qué…- miró de reojo a Hibari, que les contemplaba con muy mala cara, y dio un respingo involuntario- qué hacéis aquí?- preguntó.

-Necesitamos la identificación de Chrome- explicó Hayato, sacándose un arrugado sobre del bolsillo y entregándoselo a sus compañeros para que leyeran su objetivo-. Es la única que nos queda y... habremos terminado.

Tsuna alzó la vista del papel para observar al peliplateado. Juraría que le había temblado la voz con aquellas dos últimas palabras, aunque al mirarle todo parecía normal en él. Le contemplaba con la adoración de costumbre y estaba aguardando su respuesta con esa paciencia que sólo tenía con él. Valoró la propuesta de Gokudera. Si les daban la chapa de Chrome, tendrían que proteger con mucho más cuidado la de Tsuna para no quedar descalificados. A cambio, podrían contar con Gokudera y Hibari para ayudar a las otras parejas de su equipo. Teniendo en cuenta que quedaban poco más de seis horas para el final del juego y todos tenían cosas por hacer, le parecía muy buena opción. Sobre todo si podía contar con sus dos guardianes en la pelea contra Xanxus y Squalo, sólo de pensar que tenía que volver a enfrentarse a ese par le daban ganas de echarse a llorar.

-Chrome, creo que deberíamos darles tu… ¡Hiiiii!- gritó aterrado al ver que de pronto la chica salía volando a varios metros de allí. Tardó unos segundos en darse cuenta de que Hibari había sacado sus armas y la había golpeado con violencia- ¿Pero qué haces, Hibari?- lloriqueó.

-No tiene sentido aguantar vuestro estúpido amontonamiento si no puedo al menos pelear contra él- dijo, sonriendo como sólo la perspectiva de una buena pelea le hacía sonreír- Vamos, Chrome, llámalo- exhortó, mientras avanzaba hacia ella rodeado de un aura diabólica.

-Bueno, eso era de esperar- murmuró Hayato, que se limitó a llevarse un cigarro a los labios. Había hecho lo mismo con Dino, atacarle sin necesidad, y a él no se la tenía jurada como a Mukuro.

-¡Vas a hacerle daño a Chrome!- espetó Tsuna, preocupado por la chica.

Su guardiana de la niebla se puso en pie y enfrentó a Hibari con una mirada decidida. Aferró el tridente con ambas manos y le miró sin rastro miedo.

-No dejaré que pongas una mano encima de Mukuro-sama- aseguró, corriendo hacía él. Casi le había alcanzado cuando una silueta formada por volutas de niebla la hizo detenerse en seco.

-No te preocupes, aquí estoy muy aburrido- anunció la voz de Mukuro justo antes de que su cuerpo acabara de tomar forma y se volviera sólido-. Puedo jugar un rato con el carnívoro- la tranquilizó. Cogió una de las manos de la chica entre la suya y se la llevó a los labios. Sonrió de medio lado al ver que se ponía completamente colorada mientras le besaba los nudillos- Ahora descansa, mi preciosa Chrome- pidió, y ante estas palabras su pupila desapareció. Rokudo se giró para quedar cara a cara con Hibari, que tenía los brazos cruzados frente al pecho y parecía que fuera a perder la paciencia en cualquier momento-. Bien... ¿empezamos?

El rostro de Kyoya se iluminó ante la propuesta y, en menos de un parpadeo, atacó.

-No me lo puedo creer- se quejó Tsuna, mirando como sus dos guardianes se peleaban sin ninguna restricción.

-Bueno, estamos hablando del maníaco de las peleas y el psicópata demente- dijo Gokudera con un encogimiento de hombros.

-Ya... pues a veces me cuesta distinguir cuál es cuál- masculló el castaño entre dientes, consiguiendo que Hayato riera por lo bajo de su comentario.

Resignado, Tsuna se limitó a esperar con paciencia a que se cansaran... o a que se mataran el uno al otro, lo que posiblemente sucedería antes. Aunque tenía que reconocer que era un espectáculo digno de ver, y pronto se encontró con su atención puesta totalmente en la pelea. Tanto que no se dio cuenta de la silueta que aparecía de la nada pocos metros por encima de él.

-Te atrapé- anunció Byakuran con voz cantarina, batiendo sus alas para descender y sujetar a Tsuna desde atrás.

Tsuna gritó de puro terror al tiempo que Hayato soltaba una maldición. En pocos segundos, los tres se vieron envueltos en una lucha que no tenía nada que envidiar a la de sus dos compañeros. En medio del forcejeo Byakuran y Tsuna habían ido a parar al suelo. El castaño intentaba ponerse en pie sin demasiado éxito, ya que Byakuran parecía de lo más interesado en mantenerle bajo él.

Con un hastiado chasquido de lengua, Gokudera se alejó un par de pasos de ellos e hizo aparecer el arco de G. Byakuran seguía de lo más concentrado en rodar con el Décimo una y otra vez, así que cargó una flecha y en una de las vueltas, cuando el mayor estaba encima, disparó. El proyectil le dio de lleno en una de las alas, que estalló en un fogonazo de llamas blancas y desapareció.

-Vamos, chicos, no me obliguéis a haceros daño- ronroneó Byakuran, que en ningún momento había perdido la sonrisa.

Hayato no se lo pensó y disparó una segunda flecha. El Millefiore tuvo el tiempo justo de hacer desaparecer el ala que le quedaba y el proyectil atravesó el espacio vacío a pocos centímetros de su espalda. Tsuna aprovechó su momento de despiste para darse impulso con las llamas de sus manos, esperando escaparse de él. Lo único que consiguió fue que ambos se elevaran un par de metros antes de volver a caer por el impulso de Byakuran. Seguía en la misma posición de desventaja y ahora además le dolía horrores la espalda. Vio por el rabillo del ojo que Hayato tensaba de nuevo la cuerda y las llamas de tormenta le conferían un aspecto temible a su expresión resuelta.

-Suelta al Décimo- dijo su guardián, totalmente serio-, o el próximo disparo no será un aviso.

En respuesta, Byakuran hizo aparecer varias llamas negras levitando a su alrededor. Tsuna se dio cuenta de que la cosa empezaba a ir en serio. Cogió aire en profundidad y, mientras lo soltaba, se deshizo también del miedo. Sus ojos se volvieron de un tono ambarino que parecía reflejar la fuerza interior de sus llamas. Durante varios segundos todos permanecieron inmóviles, conscientes de que el primer movimiento desataría el infierno. Y finalmente pasó. Byakuran alzó una mano. Hayato disparó. Tsuna activó el X-burner contra el suelo, con lo que consiguió finalmente liberarse y quedar en un ángulo que le permitía atacar. Las llamas estallaron por todas partes a su alrededor en una cegadora mezcla multicolor. Cuando se apagaron, pudieron comprobar que no había cambiado demasiado la situación, salvo por las heridas que habían recibido.

Byakuran tenía un agujero en el hombro izquierdo donde le había atravesado la flecha. Tsuna y Gokudera mostraban varias quemaduras leves causadas por la lluvia de llamas negras, pero en lineas generales había que decir que para la potencia brutal que habían desplegado en sus ataques, los tres seguían bastante intactos. Byakuran se llevó una mano a la herida y ésta se cerró al acto.

-Podrías haber apuntado al corazón- dijo a Gokudera.

El peliplateado asintió gravemente con la cabeza.

-Podría- se limitó a decir.

A Byakuran pareció gustarle esa respuesta porque al instante recuperó la sonrisa relajada que le daba aspecto de niño y, con un chasquido de sus dedos, las heridas de los dos Vongola empezaron a sanar.

-Bien, por un momento pensé que os tendría que matar- dijo divertido-. Peeeero... eso no significa que renuncie a mi objetivo. Lo siento por ti, Tsuna- anunció.

-Tsk, ponte detrás de mí, Décimo- gritó Hayato al castaño, que todavía se mantenía levitando a un par de metros de altura.

-Me parece que tú tienes suficientes problemas conmigo- anunció una voz justo tras él. Hayato se volteó para encontrarse con Gamma, que le miraba con interés- Byakuran, deja de jugar y coge nuestro objetivo de una maldita vez- instó a su compañero.

Gokudera les miró a uno y otro, estudiando las opciones. Ni él ni Tsuna peleaban con intención real de matar, y teniendo en cuenta las habilidades de sus oponentes, eso complicaba mucho sus posibilidades de victoria. Byakuran había sujetado a Tsuna de un tobillo y lo había lanzado contra el suelo, por lo que volvían a estar como minutos antes. Dio un rápido vistazo a su alrededor y comprobó que, efectivamente, Hibari y Mukuro seguían peleando entre ellos, ignorándoles por completo. Soltó un gruñido de frustración. Odiaba pedir ayuda, pero detestaría más aún que se redujeran las opciones de ganar del Décimo sólo por su orgullo.

-Vosotros dos, dejad vuestra estúpida pelea, maldición. Hacéis falta aquí- increpó a sus compañeros.

Hibari y Mukuro se detuvieron un instante para mirarle con incredulidad.

-No interrumpas, herbívoro. Estamos en medio de algo importante- replicó Kyoya con evidente fastidio.

-¡Y una mierda! No hay nada más importante que el Décimo- gruñó. Y después de eso fue como si se hubiera desatado un vendaval. Todo pasó tan deprisa que Hayato ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar.

Hibari entrecerró los ojos y le fulminó con la mirada. Gokudera no tenía ni idea de que había hecho, pero estaba muy claro que le había conseguido enfadar. Kyoya se giró hacia Mukuro, llevó la mano hasta el colgante del guardián de la niebla y se lo arrancó sin más. Luego empezó a caminar hacia ellos con un aura tan asesina que Hayato la sintió incluso deslizándose sobre su piel. Estaba a punto de preguntarle que diablos le pasaba, pero a su derecha Byakuran soltó un grito triunfal que le hizo volver su atención hacia él. Había conseguido ponerse a horcajadas sobre Tsuna y, con un movimiento increíblemente ágil, le sacó los pantalones de un tirón. La mirada del Décimo se desorbitó al momento y estaba seguro de que su cara no presentaba una expresión mucho mejor.

-Objetivo conseguido- anunció Byakuran mostrando la prenda de ropa en alto-. Sólo nos faltan los pantalones de Iemitsu- le dijo a Gamma, que todavía permanecía a su lado sin intervenir.

Hayato aún estaba intentando cerrar la boca del asombro cuando Byakuran apareció junto a él, sujetó a Gamma del brazo y desaparecieron los dos. Cuando al fin logró reaccionar ante semejante sinsentido corrió hasta Tsuna, que estaba completamente abochornado por lo sucedido, y le ayudó a ponerse en pie.

-Décimo, ¿tienes ropa de recambio?- le preguntó.

Tsuna no llegó a responder nunca porque en ese momento Hibari llegó hasta donde estaban ellos y le dirigió tal mirada de enojo que sólo acertó a emitir un sonido agudo entre dientes mientras se ponía a temblar. Antes de que Hayato pudiera preguntarle que le pasaba ahora, Hibari asestó un golpe tan brutal a Tsuna que consiguió lanzarlo al suelo una vez más. Luego se dio la vuelta hacia Gokudera.

Hayato se puso automáticamente en guardia, e iba a darle la bronca del siglo por tratar así al Décimo cuando vio algo en su mirada que le hizo callarse al momento. Hibari estaba terriblemente enfadado, y le miraba con tanto odio que dio un involuntario paso atrás. Supuso que correría la misma suerte que Tsuna y terminaría rodando por el suelo con un buen golpe en la cabeza, pero en lugar de eso Kyoya le sujetó de la muñeca y empezó a alejarse, arrastrando a un desconcertado Hayato con él. Para cuando procesó todo lo que había pasado y quiso replicar, ya se encontraban a varios metros de allí.

Todavía tendido en el suelo, Tsuna vio como mantenían un breve forcejeo justo antes de perderse de vista en la espesura del bosque. Soltó un leve quejido, y no tenía claro si era por lo mucho que le dolía el cuerpo o de simple frustración.

-No entiendo nada... Quiero irme a mi maldita casa- se quejó Tsuna mientras se ponía en pie de un salto.

En respuesta a su protesta recibió la característica risa de Mukuro, que le ofreció unos pantalones salidos de la nada. El ilusionista se había dado cuenta en cuanto apareció Byakuran. Sus movimientos, su forma de pelear e incluso el aura que rodeaba a Hibari habían cambiado. Había sido de una manera tan sutil que le había costado notarlo, pero allí estaba, su atención dividida entre las dos peleas que estaban llevándose a cabo de manera simultanea. Hibari podía mentir y decirle a Gokudera que no le importaba, pero sus acciones dejaban muy claro que no era verdad.

-Bueno... tampoco resulta tan extraño. Las nubes y la tormenta siempre han ido de la mano- murmuró el ilusionista, más para sí mismo que para Tsuna, quien parecía estar aguardando alguna clase de explicación. Sonrió a su compañero con expresión maliciosa- Dime, Tsuna, ¿deberíamos ir de la mano nosotros también?

La pregunta le provocó al castaño un escalofrío de lo más desagradable. Terminó de subirse los pantalones con un gesto apresurado y se apartó prudentemente de él.

-No tengo idea de que estás hablando, pero sea lo que sea, la respuesta es no- afirmó con absoluta convicción.

Mukuro estalló en carcajadas ante su evidente nerviosismo. Lejos de tranquilizarle, la animada risa del ilusionista le hizo estremecer.

 

Notas finales:

Notas finales: me parece que se les empieza a notar a todos lo que esconden, hehehe. Ahora sólo falta que lo reconozcan de una vez. Si no me fallan los cálculos, el próximo capítulo será el último, así que nos vemos el jueves que viene con el final.


Gracias por leer ^^


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