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Listen to your heart por lyra

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No le gustaba la cara que traía el médico. Tragó saliva con esfuerzo y se recostó en la camilla donde aún permanecía tumbado desde que había ido a urgencias en mitad de la noche porque sentía que le faltaba el aire. No era la primera vez que iba y sabía que tampoco iba a ser la última, desde que le hicieran las pruebas y le detectaran ese soplo en el corazón, sabía que sus días estaban contados.

-Tom, me temo que traigo malas noticias-dijo el doctor Moritz (*) Listing mirándole con firmeza.

-Hable sin rodeos, doctor Listing-pidió Tom tratando de mantener la calma-Por favor, dígame cuanto tiempo me queda.

-Poco-contestó el doctor Listing muy serio-Las pruebas indican que has tenido un infarto leve pero tu corazón no lo ha resistido, si ahora mismo sigue latiendo es por las máquinas a las que estás conectadas.

Calló a la espera de que su joven paciente reaccionara, pero mantenía fija la mirada en su bata blanca. Ni siquiera pestañeaba. No quería ser así de frío y directo, pero le conocía desde que era un niño. Era uno de los mejores amigos de su hijo, había tratado cada una de sus enfermedades y gracias a él le habían descubierto el soplo en el corazón a tiempo, lo que había desencadenado en una insuficiencia cardíaca. Pero la enfermedad se había desarrollado con bastante rapidez y en menos de un año su estado había empeorado.

-Tom, sabes que aún queda una posibilidad-murmuró Moritz.

-Un transplante, lo sé-murmuró Tom a su vez.

-Te pondremos el primero de la lista, tu caso es…

-Muy grave-susurró Tom.

Vio como el doctor asentía. En el fondo, debía sentirse “agradecido”, sería el primero de una larga lista donde en la mayoría de los casos los pacientes morían antes de recibir ese corazón tan deseado, o cuando lo recibía no era el adecuado y vuelta a empezar.

Viendo que su joven paciente necesitaba descansar, dio por terminada la conversación no si antes tocar otro delicado tema.

-¿Quieres que avise a tus padres?-preguntó Moritz, aún sabiendo su respuesta de antemano.

-Prefiero esperar a mañana, que descansen antes de los duros días que nos esperan-murmuró Tom resoplando.

Asintió a regañadientes, pero era mayor de edad y tenía que acatar sus decisiones aunque no estuviera de acuerdo. Conocía a sus padres y sabía que se iban a disgustar mucho cuando supieran que su hijo había pasado solo esa noche...aunque no estaba solo del todo. Por suerte compartía un pequeño apartamento con su propio hijo y Gustav, otro de sus amigos. En esos momentos se hallaban en la sala de espera, preocupados por el estado de salud de su amigo y con el susto aún pintado en la cara. Despertarse en mitad de la noche y ver que uno de tus mejores amigos agonizaba en su cama...

-¿Está bien?

La voz de Tom le sacó de sus pensamientos, debió de haber puesto el mismo gesto de miedo que recorría la cara de su hijo.

-Ahora te subiremos a planta y dejaré que Georg y Gustav te hagan una visita corta-explicó Moritz -No te tienes que agotar, ahora mismo necesitas descansar.

-Lo sé, no debo esforzarme-murmuró Tom entre dientes-Lo llevo haciendo desde hace casi un largo año.

Comprendía a lo que se refería, desde que le encontraran el soplo en el corazón su vida había dado un giro radical. Había tenido que bajar el ritmo de su vida, dejar incluso su trabajo porque se fatigaba con mucha facilidad. Sus amigos fueron su mejor apoyo, estuvieron con él apoyándolo cuando sus padres le suplicaron que regresara a casa, que permitiera que ellos cuidaran de él. Pero Tom se negó en rotundo, no quería dejar de hacer todo lo que le gustaba, ya había tenido que hacer muchos sacrificios. Independizarse con sus amigos cuando cumplieron los 17 fue una gran experiencia y no pensaba renunciar a ella, más cuando sus propios amigos prometieron estar pendientes.

Y vaya si lo hicieron, se turnaban para dormir en su misma habitación y gracias a ello su hijo Georg se despertó nada más escucharle jadear. Dio la luz con rapidez y se lo encontró recostado en la cama con los labios amoratados y una mano sujetando con fuerza el pecho. Se puso en movimiento y mientras que llamaba a gritos a Gustav, cogió el móvil y marcó el 112. La ambulancia no tardó en llegar y mientras esperaban trataron entre los dos de calmar a su amigo, que les miraba asustado con los ojos abiertos como platos.

Una vez en el hospital se hizo cargo de él de inmediato. Le conectó a una máquina que le ayudó a respirar y que hizo que su corazón latiera a un ritmo moderado. Estaba también conectado a un marcapasos y con la medicina adecuada lograron que sus labios recobraran su color sonrosado.

Le habían hecho todas las pruebas necesarias y media hora después de su ingreso le daba la fatal noticia. Su corazón ya no resistiría otro colapso, estaba muy débil y no quedaba otra salida que un transplante.

Suspiró y le hizo una señal a una de las enfermeras que le había ayudado en el caso. Ya tenían una habitación reservada en la última planta, la más cercana a la UVI por si acaso.

-Te veré arriba-prometió Moritz apretando su mano.

Tom asintió con los ojos cerrados. Estaba cansado, últimamente no hacía más que dormir y dormir. Ni se enteró de que le trasladaban, cuando quiso abrir los ojos de nuevo se hallaba en una habitación de paredes blancas. Estaba cómodamente tumbado en una cama y hasta sus oídos le llegaban el pitido de una máquina a la que estaba conectada. Tenía el pecho lleno de electrodos, la mayoría a la altura de su corazón, que latía con las pocas fuerzas que le quedaban.

-Hey...

Giró la cabeza con lentitud, sonriendo con esfuerzo. Sus dos amigos se encontraban de pie ante su cama, mirándole con los ojos llenos de lágrimas.

-Siento mucho el susto-bromeó en un susurro.

Sus amigos le devolvieron la sonrisa con esfuerzo, el padre de Georg les había puesto al corriente de la situación y temían que esa fuera la última vez que vieran a su amigo con vida.

-¿Qué tal te encuentras?-preguntó Georg.

-Mejor, gracias-contestó Tom-Tu padre hizo un buen trabajo.

-Nos ha dicho que no quieres llamar aún a tus padres...-empezó a decir Gustav.

-Mañana, dejadles descansar-cortó Tom tratando de levantar una mano.

Pero no pudo, sentía que el cuerpo le pesaba una tonelada. Cerró los ojos y resopló frustrado, no sabía cuanto tiempo iba a pasar en ese estado, o si recibiría a tiempo un corazón que le salvara la vida...

Le parecía muy egoísta pensar de esa manera, rezar para que en algún lugar muriera una persona que le diera ese corazón que él ya no necesitaría más. ¿Quién sería? ¿Y que sería de las personas que le rodeaban? Tendría familia, amigos que le querían...alguien especial con el que ya no compartiría su vida nunca más...

No, no podía pensar en que para que él viviera una persona tendría que ocupar su puesto en el más allá. Pero, si él moría, entonces serían sus padres y amigos quienes llorarían y se lamentarían. La vida era muy injusta...


(*)No sé cual es el verdadero nombre del padre de Georg, así que he usado su segundo nombre


Notas finales:


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