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Solo el me entiende por mordred

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Notas del capitulo:

Y esta, la segunda parte de este two-shoot sin continuacion.

 

Que al disfruten y dejen comentarios.

Solo él me entiende (II de II)

 

Remus salió de su despacho; debía hacer su ronda nocturna. Con un suspiro cansado, miró la luna en cuarto menguante: aún quedaban varios días hasta que se transformase.


Sus pasos, lánguidos y sin fuerza apenas, llevaron al abatido hombre por los pasillos, envuelto en sombras. Se sabía cada pasillo de cada piso de memoria; no por nada era un Merodeador.

 

Pensó en la guerra: todos habían hecho sacrificios, la muerte de Albus, los encarcelamientos... Cada cual había intentado sobrevivir a su manera, sacrificándose por otros o dejándolos atrás. Después de aquellas trágicas muertes en Mayo, las pesadillas acompañaban a Remus por las noches; aquél era su motivo para hacer las rondas nocturnas.

 

Pensó en Snape; cada vez se parecía más a él. Y Remus lo último que quería era verse como él, amargado y solo, siempre solo. Pero era cierto: James y Lily habían sido los primeros en irse, luego le tocó el turno a Peter con su traición, y finalmente a Sirius. Le dolía pensar que cada vez le quedaban menos amigos, y siempre había temido por aquello que estaba pasando ahora: todos se habían ido, todos menos él.

 

Solamente era un licántropo, un infectado... Él era el que debía haber partido antes y no ellos, que eran inocentes en todos los sentidos. Sin embargo allí estaba, mirando desde lejos a su amor, sin el apoyo de nadie, hundido en su propia soledad.

 

No estaban los Merodeadores, no estaba Albus con sus horrorosos caramelos de limón y sus frases tan extrañas... Ni siquiera estaba Snape, con sus pérfidos comentarios, ni Lucius, con sus burlas.

 

Se extrañé echando de menos a los Slytherin; nunca habían sido amables con él y, sin embargo, añoraba el dolor que le producían sus insultos y degradaciones.

 

Quizás echaba de menos aquello porque así se sentía humano; el dolor, el rencor, el amor... Todos esos sentimientos le hacían reaccionar, llenaban el vacío de su interior. Hundido en sus fúnebres pensamientos, pasó frente a la puerta cerrada del servicio de los varones.

 

Desde dentro escuchó un estrangulado y lastimero sollozo. Frunciendo el ceño significativamente, abrió con sigilo la puerta de madera oscura, y miró dentro del oscuro servicio. La luz de la luna, escasa, apenas iluminaba los contornos de los lavabos pero, sin embargo, supo donde estaba la persona que había producido ese sonido. Su olfato y su intuición le guiaron debajo del tercer lavabo de la derecha, y con cuidado se acuclilló delante.

 

Con un movimiento de varita, las luces se encendieron, pero el chico no se movió, ajeno a ello. Tenía la cabeza escondida entre sus piernas, mientras se abrazaba a sí mismo. Lo único visible de él fue su cabellera plateada.

 

Con cuidado, Remus acercó su mano hasta el brazo del joven Malfoy y, al ver que no reaccionaba mal, le levantó de su posición, y finalmente, preguntó:

 

- ¿Estás bien, Draco? ¿Te has hecho daño?- la preocupación de su voz hizo que el chico levantara su rostro, humedecido por las lagrimas. Sus ojos se clavaron en los dorados de Lupin por un tiempo, hasta que, sorbiendo por la nariz, el chico asintió, despegándose de él.

 

- Los Malfoy no lloran - dijo con la voz afónica, bajando de nuevo la mirada. No obstante, Remus tomo su mentón y le obligó a mirarle, para decirle:

 

- Los seres humanos lloran, Draco. No tengas miedo de llorar - dejándose llevar por sus sentimientos, largamente reprimidos, junto sus labios con los de Draco, que le correspondió con reticencia.

 

A pesar de la preocupación que habían mostrado sus padres el día de la batalla de Hogwarts, nunca en ese tiempo le habían mostrado cariño. No es que le molestase, nunca habían sido dados a abrazarle, y él tampoco había necesitado de su afecto.

 

No obstante, cuando las pesadillas volvían, un abrazo y unas palabras de cariño siempre iban bien. Con una sonrisa, Remus profundizo el beso, sabiendo cómo se sentía; los recuerdos eran fuertes, te perseguían por el resto de tu vida, recordándote lo que había pasado en tu vida.

 

- Te amo, Draco - confesó el profesor. Para su sorpresa, el joven Malfoy le abrazó por la cintura y apoyó su cabeza en su pecho lleno de cicatrices, antes de decirle:

 

- Le amo, profesor Lupin- Solo él, su profesor, le entendía. Los horrores del año pasado se borraban a su lado, sumergiéndolo en el gran sentimiento del amor.


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