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Las aventuras de Atobe Keigo por Neko uke chan

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Notas del capitulo:

 

Se bajó del auto rogando para sus adentros que no lo vieran e identificaran los invitados de la fiesta, pero todos parecían estar muy ocupados en charlas amenas con el anfitrión como para notarlo. A lo lejos divisó a Atobe, luciendo su esbelta figura en buenos y estratégicos cortes de su smoking italiano, lila suave en combinación con una refinada corbata terracota y mocasines de punta redondeada, brillantes como los luminosos candelabros interiores. Cruzó la amplia entrada del jardín principal y presentarse en la lista de invitados en manos del portero, se adentró en un colorido y jovial mar de personas, destacando en el anonimato tendencias invernales en los cortes de cabello, distintos acentos mezclados en un mal pronunciado idioma japonés, perfumes demasiado atrevidos y vestidos pomposos.


Esquivando invitados y mesas transitó hasta encontrar a su objetivo ambulante, topándose en el camino con varios de sus compañeros regulares del club de tennis, todos ataviados adecuadamente y con ese toque de elegancia arrogante que caracterizaba a las deportivas imágenes públicas de su secundaria y de la que él tanto carecía.


 –Te encontré– afirmó, posando una mano despreocupada sobre su hombrera cuando logró abrirse paso entre el tumulto de gente que rodeaba al cumpleañero y el cual comenzó a dispersarse al ver perdida la atención del mismo.


–Jiroh, pensé que nunca llegarías o que la seguridad no te dejaría pasar, justo estaba por buscarte en la lista de asistentes.


–¿Me buscabas para algo? pero si yo era el que te buscaba a ti.– afirmó extrañado.


–Sí, para algo que solo tú debes conocer –Keigo sonrió enigmático y con un ademan de excusa, se retiró del sitio con el recién llegado.


Lo guió por pasillos y escaleras alejados de la concurrencia y el murmullo de voces. Los enormes candelabros en el lobby encandecían aun en el tercer piso, que no tenía ni una sola luz encendida en todo el pasillo.


–¿Qué tengo que hacer aquí?–cuestionó Akutagawa, algo inquieto por la soledad y lejanía que propinaba el sitio. Atobe solo sonrió soberanamente.


–Darte una parte de mi agradecimiento por el regalo recibido– sin anticipar mucho se abalanzó voraz contra sus labios, ahogando un gritillo de sorpresa, introduciendo a mordidas la lengua en su boca, recorriéndola y jugando con su estructura muscular, sus manos se paseaban sobre la tela con la delicadeza suficiente para no arruinar el planchado de la pieza pero con la precisión exacta para acariciar los pezones y girarlos, endureciéndolos.


Pequeños quejidos ahogados del holgazán hacían espacio entre sus dientes para adentrar mas a la curiosa intrusa, expulsando perdidos hilos de saliva por las comisuras. Las manos del más bajo subieron hasta la nuca del otro, atrayéndolo hacia sí para sentir más contacto, juntando sus caderas y rozando sus miembros. Atobe se encargaba del trabajo de manosear por sobre el pantalón la endurecida hombría del chico quien le regalaba pequeños gemidos de incitación. Apretó fuerte esa parte y procedió a desprender con simetría los botones, la pretina y bajar la tela hasta dejar expuesto el pene erecto. Jiroh parecía arder en fiebre y sudor, recogiendo la saliva que escurría de su boca abierta -sin hallar como cerrarla entre suspiros- con el dorso de la mano, evitando manchar la manga y bajar la mirada para evitar encontrar la de Keigo que introdujo con calma y poco esfuerzo en su cavidad oral la virilidad exigente de atención.


–Ah A-tobe-h –antes de poder ubicarse en tiempo y espacio y contenerse, ya se había corrido en los labios del otro. El dueño de la mansión se levantó, acomodó su arrugado saco y su corbata, sacudió su pantalón de mezclilla, limpió el semen que no logró tragar del todo con su pañuelo de bolsillo y sonrió lujurioso.


–Continuaremos cuando termine la fiesta, tienes tiempo para arreglarte y bajar. Usa el baño al fondo del pasillo, a la izquierda– sugirió y dio media vuelta escaleras abajo, a cumplir con su deber como bocchan y repetir el discurso de todos los aniversarios, este año enfocado en la notificación del rechazo a la propuesta de Jeanq Louise.


Akutagawa se reincorporó a los minutos, percatándose de su arruinado pantalón Maldición pensó, y a paso apresurado y a tientas entró al baño indicado por el otro antes de irse. La única puerta iluminada por una lámpara esquinera.  Dentro del enorme tocador se encontró con varias mudas de vestir, de diferentes telas, diseños y colores, predispuestas para él con demasiado acierto como para ser obra de la casualidad.


 Atobe siempre piensa en todo se recordó y cayó en cuenta de algo muy conveniente: El muy pervertido lo tenía planeado. Ya después se desquitaría, por el momento se dedicó a escoger el que más similitud tuviera con su conjunto, se aseó (toda la indumentaria de higiene estaba allí, preparada) y bajó a escuchar el discurso de su capitán.


Ya en la escalinata del primer piso estaba lo suficientemente cerca como para distinguir las palabras que recitaba el joven aristócrata:


 –…Por lo que decidí optar por seguir mis propios deseos, proponiéndolos como mis metas a largo plazo y mi impulso a seguir. Con esto quiero decir que si las intenciones de afianzar relaciones con esa parte importante de la familia siguen en pie, las apoyaré sin dudar, siempre y cuando estas no perjudiquen ni sean prioritarias sobre mis proyectos personales. Aprovecho la ocasión para aclarar ese significativo asunto y pedir su comprensión referente, además, por supuesto, de agradecer su siempre congraciada asistencia a mí decimo sexto aniversario. Por favor sigan disfrutando la velada a plenitud en nombre de Atobe Keigo. Salud.


“Salud” se escuchó repetir en coro tras apagarse las polifónicas palabras por los altoparlantes y un repicar de copas en choque tintineó por doquier. Sin duda había sido un discurso bastante peculiar, tal vez demasiado en comparación a otros, pero no por ello había roto el riguroso protocolo establecido para ese tipo de eventos, la expectación del rechazo de aquella propuesta circulaba bajo la mesa en forma de rumores, pero una vez expuesta fue mejor aceptada de lo previsto. Consiente la mayoría de los asistentes de que el futuro del muchacho estaría sobre una cancha a nivel profesional, y no en las gradas apostando por cualquier afortunado jugador para cubrir su sueño frustrado.


Tras reanudarse las pláticas previamente interrumpidas y Keigo bajar de la tarima, Jiroh se reunió con él, ansioso.


 –Gran discurso Capitán, como podía esperarse– sonrió cándidamente, contagiándole el gesto.


–Me costó menos de lo que imaginaba, y me gustó más de lo que recordaba el pronunciar tantas palabras baratas. Por cierto, la mejor parte de la velada comienza cuando la fiesta termine, así que ve avisando a tus padres que te quedarás a dormir, ¿sabes a lo que me refiero? – susurró divertido a su oído, causándole cosquillas.


–Claro que sí. ¿También tienes una habitación preparada para quedarme?–inquirió de una casual manera que parodiaba un ademán de sensualidad.


 –No– contestó autoritariamente –, no hace falta, con la mía es suficiente.


Juntaron sus copas y brindaron por un año más de vida, por un año más de amistad, complicidad, compañerismo, de amor y pasión.


Por otro año más de aventuras contigo. Pensaron al unísono. 

Notas finales:

Y aquí finaliza esto, damas y caballeros. Quiero darle mi especial agradecimiento a scaarletta por seguir atentamente cada inoportuna actualización y comentar con tanto entusiasmo (¡muchos besos!), y a EluneST por tomarse la licencia y hacer el sacrificio de re-leer este desastre de historia, siendo testigo de la transformación del mismo a lo largo y ancho de los años (¿y por qué no? De compartir amistad y vivencias) POT siempre tendrá un lugar asegurado en mi corazón por más que me desasocie del fandom y/o del canon y es algo que no puedo negar.


Gracias por llegar hasta aquí~


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