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El otro cambio por Aphrodita

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Notas del capitulo:

Por fin terminé el Uryuu/Tatsuki, así que me pongo de lleno con éste ^^. Igual no es mucho lo que quedaba por contar, éste es capi final (o casi) XD Estoy emocionada con el último capítulo del manga (y por eso éste fic me lo puedo ir metiendo ya saben dónde).

Se había vuelto hermosa con el correr del tiempo; y ahora que la veía desnuda descubría que “hermosa” le quedaba exiguo, el mote de “idol” insulso, y el de “belleza” no le llegaba ni a los talones. Era un ángel, era Dios. Y la tenía para él, gimiendo por y para él.

Sí, se sentía agraciado. Miles de chicos en la escuela morían por tener al menos una foto de ella tomada furtivamente con un celular, mas él la tenía, en cuerpo y alma.

Fue la primera vez de ambos, y pese a la inexperiencia los dos llegaron a la conclusión de que había sido un éxito rotundo. Quizás fue apresurado, atolondrado pero en su justa medida lo que dos jóvenes de su edad necesitaban.

Ella acercó su rostro, sonriente, al de Ishida quien le recibió con cariño sin dejar de acariciarle el cabello. Le encantaba, desde el color, a la textura y el aroma del mismo. Todo en ella era indescriptiblemente perfecto.

—Te quiero —susurró Inoue con lágrimas a punto de brotarle.

Por ser un varón quizás no supo entender el significado complejo de esa frase, él no sabía que para las mujeres intimar con un hombre, más tratándose de la primera vez, se depositaba demasiada confianza. Se crea un vínculo, o al menos se trata de crear para sentir que hay algo más que sólo piel. No, no se trata de amor, si no de seguridad y entrega. Orihime había puesto más que el cuerpo en esa primera vez, mientras que para Ishida había sido una experiencia nueva; la mejor sin lugar a dudas.

—Yo también —le secó la lágrima naciente sin entender a qué se debía tanta emoción—; ey, ¿qué sucede?

—Es que… —“es que no me entiendes” hubiera dicho, pero calló porque lo comprendió enseguida.

Desde hacía semanas Uryuu se mostraba lejano. No distante con ella o desamorado. Seguía siendo el mismo Ishida Uryuu borde y atento con las personas que le importaban, todo un caballero de nobles modales, pero Orihime sentía que por más que trataba de aferrarlo no lograba alcanzarlo. Algo en Ishida, a lo que no sabía darle nombre, era inalcanzable. ¿Su corazón, quizás? De repente recordó a Ulquiorra, y de inmediato a Ichigo.

—Inoue —al nombrarla de ese modo se corrigió enseguida—, Orihime… —pero las palabras parecían no querer salir de su garganta.

Tomó aire, intuía que si abría la boca podría llegar a lastimarla y era lo último que quería, lo que menos pretendía.

—Yo… yo puedo amarte —dijo Inoue de manera extraña, sin embargo Uryuu supo interpretarla a la perfección. La aferró más a su cuerpo y murmuró:

—No lo hagas.

—¿Por qué no puedo?

—Es… complicado.

Ella tomó algo de distancia y lo observó con curiosidad. Había una razón más que lógica para rechazar el cariño de una persona:

—Hay… otra chica que…

—Eres la única —aseguró, tajante. —Es… complicado —reiteró—, yo soy complicado —se corrigió con media sonrisa melancólica.

Contrario a lo supuesto, Orihime sonrió de oreja a oreja sintiendo algo similar a la empatía:

—Se ve que ambos no somos correspondidos.

Ishida la besó, porque Inoue además de ser hermosa por fuera lo era por dentro, porque no había nadie en la tierra que tuviese tanta bondad. Y seguía pensando, ahora con más ahínco, que Inoue no merecía cargar sobre sus hombros tanto peso.

 

 

Parecía un pacto implícito eso de guardar silencio y apariencias frente a los demás, eran más que amigos, era como si los dos estuviesen a la espera de algo, como si los dos aguardasen juntos esa llegada que parecía ser inminente.

Se querían, horrores, y aprendieron a quererse mucho más, y el miedo a lastimar estaba ahí latente, existía y atormentaba. Ishida no lo podía controlar, y Kurosaki parecía ser “eso”, el factor desencadenante.

¿Desencadenante de qué? De todos los demonios y fantasmas que acosaban a Uryuu, porque por más que quisiese guardarlo en el ropero, la mera presencia del Shinigami le ponía en alerta, le hacía darse cuenta de que su corazón tenía un ritmo porque podía oírlo latir con furia. Le ponía de mal humor, lo quería lejos pero a la vez cerca.

Kurosaki había aprendido a leerlo entre líneas; sabía cuando el Quincy tenías las defensas bajas para contraatacar, y sabía cuando se ponía a la defensiva para guardar distancia. Que Ishida se mostrase más borde con él, más insolente (si es que Uryuu puede serlo), más introvertido y alejado le daba la pauta de que iba caminando por terreno firme.

Déjà vu, quizás de lo que iba a pasar: Uryuu frenó los pasos y esperó a que Ichigo lo alcanzase.

—¿Cuánto más piensas seguirme, Kurosaki?

El mentado ahogó una sonrisa, sabía que Uryuu percibía que le estaba siguiendo, y le gustaba hacerle percatarse que él notaba que Uryuu sabía que lo estaba siguiendo.

—Pensaba seguirte hasta tu casa.

—Ya sabes donde vivo.

—¿Es una invitación?

Ishida lo miró de refilón, tratando de aparentar desagrado e ilusionado de que ese desprecio fuera lo suficientemente palpable para que Ichigo ni atinase a seguirlo. Pero guardó silencio, y fue su error no haberle contestado ya que Kurosaki tomó eso como una clara invitación.

Si Uryuu quería o no quería carecía de importancia para el Shinigami, iría a su casa el día menos pensando.

Y él día menos pensado fue uno de mucho calor, al menos para esa época del año. Fue el día que Ishida se dio cuenta de que no podía escapar a sus propios deseos, se descubrió débil y derrotado por ellos.

No tenía la culpa, era de Ichigo por ser tan entrometido y avasallador. Se besaron, sí, pero Ishida se dijo que un beso no significaba nada, aun cuando sabía que iba a terminar quitándose la ropa tarde o temprano porque quería hacerlo desde hacía mucho tiempo.

Si Ichigo tenía o no tenía experiencia carecía de importancia para el Quincy, lo tumbaría boca arriba sobre la cama y le exploraría hasta el último rincón de piel.

Exploró más allá que la piel, se metió en terrenos escabrosos y de los cuales no resultaba fácil salir, porque Kurosaki en toda su inexperiencia se las había ingeniado para doblegar esas endebles fuerzas, endebles porque el Quincy ya no tenía interés en negar lo evidente.

No tenía la culpa, era de Uryuu por ser así, por ser quien era. Ambos descubrieron algo en común: que en un inicio les unía la curiosidad, el misterio, la necesidad de descubrir al otro y esas nuevas emociones que se despertaban por hacerlo. Nunca se habían llevado bien como dos simples chicos, como dos amigos varones pueden hacerlo. Siempre había tensión entre ellos, malos entendidos, roces. Y ahora esos roces eran deliciosos, porque habían crecido y se trataban de roces de otro tipo.

Pero dejando de lado las emociones, Ishida descubría la diferencia entre estar con una chica y estar con un chico. No era mejor ni peor, era simplemente distinto. Era otro tipo de contacto: más rudo, pero a la vez más cercano. No era suave, pero tampoco frío. Sí fue brusco y rápido, más de lo que había sido con Orihime. ¿Ansiedad, más ganas, deseos? ¿Sería que Ichigo por ser hombre sabía dónde tocar, cómo tocar, dónde morder, cómo morder? ¿Serían los besos? Puras patrañas, Ichigo era torpe, pero lo hacía con ganas. Ishida no era más experto que él, pero lo hacía con aun más ganas.

Ichigo así descubrió un Quincy distinto, un Uryuu salvaje y sexual. A veces las apariencias engañan, y mucho.

El clima se cortó cuando ambos alcanzaron el clímax, fue como un clic, como algo quebrándose en sus interiores. Un instante; se miraron comprendiendo lo que había pasado, como si hubieran vuelto de un viaje astral, o bien como si una fuerte borrachera hubiera desaparecido de golpe dejando expuesto el desastre ocasionado en un estado vertiginoso que escapa del dominio de uno.

—Como le digas a alguien, te mato Kurosaki.

El mentado enarcó las cejas. Bonita frase a decir después de la primera vez, porque sabía que había sido la primera vez de Uryuu, este no se lo dejó de susurrar al oído mientras lo embestía:

“Despacio, eres el primero. Más lento, me duele. Así no, quiero sentirte poco a poco”.

Esas palabras se le quedarían grabadas a fuego en la mente y en el cuerpo. Eso de ser el “primero” era tan poético e íntimo que no podía evitar sonreír al evocar la voz de Ishida repitiéndoselo al oído. Y las mordidas, las mordidas y las marcas de amantes rudos dejaban por sentado el apetito que tenían.

Sin dudas no había sido la mejor experiencia sexual en cuanto técnica, pero para ellos había sido excelso. Ishida comprobó con dolor que incluso no se había sentido así con Orihime, pero suponía que porque era mujer, porque se conectaban de otra forma, porque el sexo de ella era más sentido, más del alma, mientras que con Kurosaki había sido pura batalla de cuerpos y ardor.

—Tengo hambre —dijo el shinigami viendo como su compañero terminaba de colocarse los pantalones. El Quincy tomó las prendas de Ichigo y dio la vuelta, plantando un gesto adusto.

—Vístete y vete a tu casa a comer.

—Qué bonito de tu parte, Ishida —murmuró un poco decepcionado, sólo un poco, porque no esperaba otra reacción por parte de Uryuu, es más, sospecharía de algo grave en caso de estar ante otro tipo de arrebato. —¿Tienes cosas que hacer?

—No es de tu incumbencia —terminó de ponerse la camisa y caminó hasta el baño, le dolía el cuerpo, en especial esa zona.

Kurosaki se vistió en soledad, aguardó a que el Quincy saliese del baño pero al escuchar la regadera prefirió dejarle una nota y marchar.

Cuando Ishida escuchó la puerta cerrarse suspiró aliviado, permitiéndose relajar los músculos. Al fin se había ido. Demasiada presión para su gusto.

Cuando esa noche Orihime vio las marcas en el cuerpo de Uryuu no preguntó. De cierta forma sentía que ya lo sabía, no se sintió sorprendida.

Ishida creía que su anatomía hablaba por sí sola, todavía para ese entonces le seguía doliendo ciertas partes de su cuerpo, como las piernas, los glúteos y la parte más íntima, ni hablar de los brazos. Parecía ser que su anatomía quería recordarle, aun estando con Inoue, lo que había hecho con Kurosaki.

 

 

Ichigo se había acostumbrado a los silencios del Quincy, a las palabras entredichas, a la ausencia de caricias. Quizás porque sabía que algo detenía a Uryuu; podía ser debido a mil temores: al que dirán, a los sentimientos y a la incertidumbre que siempre genera el futuro cuando uno se proyecta; a su propio padre o incluso a sus demonios.

Prefería no preguntar, había aprendido a callar, a respetar el espacio de Ishida, y cuando le decía “te amo” y recibía a cambio una mirada, nada más que una mirada, lo sabía. Al principio el detalle le dolía y millones de preguntas lo acosaban, pero con el correr de los meses comprendió que en la vida de Ishida había algo o alguien que tenía más peso que todo lo que podía prometerle si se quedaba a su lado.

¿Lo quería para él? ¿Y sólo para él? No era un tipo egoísta, pero tampoco un santo capaz de interpretar el amor universal, sea lo que sea éste.

Sólo sabía que si quería tenerlo a Uryuu consigo debía dejarlo libre, debía dejarlo ser; y en esencia ese era el Ishida rebelde, inaccesible e intratable que siempre le había agradado.

—¿Vienes? —consultó con un murmullo, seguro de que todos sus demás compañeros estaban entretenidos y ajenos a la conversación.

El Quincy suspiró observándolo con cierta circunspección. Se daba cuenta de que ya no toleraba más la situación.

—¿Qué buscas, Kurosaki?

—Llevarte un rato a pasear, nunca fuimos solos a ningún lugar —y antes de que se quejase acotó—: no lo tomes como una cita. Una simple salida de amigos.

—¿Qué buscas? —reiteró, pero era claro que Ichigo no sabía o no pensaba decirlo en caso de saberlo. Uryuu sentía que su paciencia había llegado hasta ahí, entendía que la cercanía con Ichigo le hacía desear más, como una droga. Con un poco no basta, nunca es suficiente, siempre se quiere más. Pero no podía darle al shinigami eso que reclamaba de él, porque lamentablemente para Kurosaki lo compartía con Inoue, y lo seguiría haciendo mientras le durase.

No sabía si dividir su corazón o su amor en dos le hacía feliz, en realidad nunca se detuvo a filosofar sobre la felicidad, sencillamente se había dado así y no tenía intenciones de frenarlo, en apariencia ninguno de los tres, tal vez porque los tres iban en busca de lo mismo.

—Iremos a donde tu quieras —propuso dándole espacio para que abandonase el pupitre.

—Bien —accedió, como siempre terminaba accediendo con ellos dos. Nunca podía decirles que no—, yo te llamaré —tomó el morral y se marchó de la escuela.

Ichigo lo imitó, tomó el suyo reparando en que Orihime lo observaba desde su pupitre. La chica le regaló una escueta sonrisa y continuó dialogando con Tatsuki.

Esa tarde Ishida pensó con seriedad al respecto y llegó a la conclusión de que si realmente les importaba, si realmente su fin era no lastimarlos, si quería verlos felices como se lo merecían, debía hallar alguna forma de lograrlo sin lastimarlos y lastimarse en el proceso, porque comprendía que tarde o temprano, cuando los sentimientos fueran más sólidos, las tolerancias y entendimientos entre ellos serían menos. Estaba siendo egoísta por sus propios miedos.

No había desplantes, aún; no había planteos, aún. Esa misma noche llamó a Inoue, a Kurosaki lo llamaría sobre la hora ya que el shinigami tenía la facilidad de darle vuelta los planes y todo su mundo con una sola decisión. Podía decirle que sí en ese instante y al otro día cambiarle todo el panorama con una arrebatadora decisión a último momento.

 

 

Y ahí estaba, observándolos desde afuera a través del gran ventanal del bar donde los había citado. Hacia una hora que esperaban por él y bebían, podía notar como poco a poco se iban relajando.

Ambos se habían dado cuenta de que su cita no llegaba y no llegaría, se contentaron en conversar entre ellos sobre el tema, sin hablar directamente.

—No vendrá —fue el pensamiento que Orihime se le escapó.

—No —estuvo de acuerdo él, se rascó la nuca y bebió de un sorbo lo último que le quedaba del trago.

Quizás era el alcohol, quizás era la empatía que sentían o el saber que ambos esperaban a alguien que nunca vendría, pero había más confianza entre ellos. O tal vez siempre estuvo, de hecho Orihime e Ichigo no eran precisamente desconocidos y habían compartido más que batallas.

—No tiene sentido… —otro pensamiento que se le escapaba, no terminó de completar la frase “no tiene sentido seguir esperando” porque algo le decía que lo mejor era aguardar, sólo un poco más, aguantar.

—Yo… yo no me voy a dar por vencido —acabó de un trago la nueva copa que el mozo le había alcanzado.

—¿Le quieres mucho? —podía pecar de desubicada o inconexa la pregunta, no obstante Ichigo la había descifrado.

—El problema es que… —carraspeó—esta persona quiere… quiere proteger algo, me da esa sensación —elevó el hombro en señal de desconcierto pero luego sonrió; él sabía la verdad recién descubierta—: supongo que en realidad estima a otra persona… tanto que no puede estar conmigo pese a querer, ¿entiendes?

—Claro —respondió con júbilo, las mejillas enrojecidas por calor, por el alcohol o por la vergüenza que le daba mencionar lo que tenía en la punta de la lengua—; en mi caso, él… los dos —se corrigió—queremos a otra persona, pero estamos juntos porque nos hacemos buena compañía. Él me hace bien y yo a él —sonrió cerrando los ojos. Eso comenzaba a ser una gran falacia, una gran hipocresía. Suspiró derrotada—Lo que uno necesita a veces no es lo que quiere, ¿verdad?

Acaso ¿no se daban cuenta de que hablaban de la misma persona? Desde ya. Al menos Inoue ya no tenía dudas al respecto. Después de haber ido esa tarde y encontrar una nota perdida entre los libros del Quincy, la pregunta se había instalado en ella. Reconocía la letra de Kurosaki, reconocía su perfume en la piel de Ishida e incluso el reiatsu que hacía poco el shinigami había recuperado. La nota era sencilla, escueta, pero revelaba mucho:

 

 “Te extraño aun cuando te tengo a mi lado. Pero es lo de menos; porque te tengo a mi lado, ¿cierto?”

 

¿Por qué la guardó? Tal vez para tener una prueba fehaciente cuando le fuera a preguntar a Kurosaki, aún sabiendo que no iría a preguntarle y que llegado el caso Ichigo no le mentiría, o tal vez sí, para evitar herirla. Quizás la guardó para que Ishida no lo leyese, porque intuía que de hacerlo el equilibrio dado podía llegar a derrumbarse. En algún punto Uryuu era feliz; a medias, pero lo era. Un sólo planteo de ese estilo tiraría todo a la borda, pero para Ishida todo dejó de ser tan perfecto cuando los sentimientos fueron palabras, frases, oraciones: “Te amo. Te extraño. Te necesito”

—Kurosaki —musitó con la mirada perdida. Aferró la pequeña cartera que tenía sobre el regazo sin estar bien segura de preguntarlo. A Ichigo no le gustaba hablar de la guerra, no obstante ella necesitaba saberlo—¿A veces… a veces piensas en la guerra?

El shinigami se tomó su tiempo para responder, pero cuando lo hizo las palabras sonaron amenas y el tono tranquilo.

—Todos los días, Inoue.

—Yo… yo tengo pesadillas.

—Es normal. —Ella asintió por lo que acotó—: ¿qué es lo que más te atormenta? —recargó la barbilla sobre el brazo que estaba apoyado sobre la barra—¿todo lo que no pudimos salvar o todo lo que perdimos?

Orihime encontró la pregunta insólita, al menos al inicio, pero luego lo entendió: en una guerra se pierde mucho aun siendo ganador.

—Me hubiera gustado… —bajó la vista, el nudo en la garganta le traicionaba el tono de voz—me hubiera gustado entenderlo antes… antes de… —se secó la lágrima sonriendo presa de nerviosismo—Lo siento, es que la guerra es muy reciente.

Hablaba de Ulquiorra, Ichigo lo supo de inmediato. Se incorporó para acercarse a ella e intentar consolarla, le había nacido así, como un impulso o deseo que debía ser saciado cuando antes.

—A mi también… me hubiera gustado entender muchas cosas antes, ver muchas cosas que no vi hasta después —le sonrió con cierta melancolía.

—Yo… —le correspondió la mueca—cuando pasó todo eso y te vi herido —ya no le importaba decirlo—, y aunque no te tenía a mi lado pese a tenerte —supo que él sabría dilucidarlo—creí que no lograría superarlo, que no tendría las fuerzas suficientes… y cuando todo lo malo pasó, esa necesidad de decir lo que callaba fue desapareciendo poco a poco pero… —le costaba darse a entender—, es como cuando comes udon con salsa de judías —prefirió recurrir a algo más sencillo—, se siente bien al paladar, pero luego cae pesado —Ichigo parecía no entender su lógica, así que fue mas sencilla aun—: algunas cosas es preferible no decirlas, no cuando uno sabe que pueden ser en vano, o cuando se tiene mucho por perder. Por muchas ganas que se tenga de gritarlas.

—No entiendo —y fue sincero.

—No entiendas —pidió ella con indiferencia. Era más fácil, era mejor seguir siendo la eterna enamorada de Kurosaki Ichigo, en silencio, sin tener el coraje de enfrentarlo por temor a un rechazo y perder su amistad. El distanciamiento la destruiría.

Mientras Uryuu estuvo junto a ella se sintió fuerte; sintió que pasara lo que pasara al menos él estaría a su lado, como siempre. Pero Uryuu era un amigo, no parecía ser más que eso, que ella sentía que la quería, sin dudas, pero no podía entregarlo todo… aun.

Ichigo tomó la decisión de arriesgarse; ¿eso era lo que quería el Quincy? ¿Cuál era el fin? Sabía que Inoue poseía sentimientos hacia él. Ahora todo le cerraba, las miradas de ella, las sonrisas, el acercamiento de Ishida, la insistencia de éste y la amistad con Orihime.

Pensó en darle con el gusto, ¿qué podía perder intentándolo? Ya había perdido demasiado y se rehusaba a quedarse como mero espectador de la vida. Ni Orihime ni Ishida eran los mismos de antes, ni la relación seguiría siendo igual por mucho que se esforzasen en volver al pasado. No debía ser así, el cambio debe darse: las personas no permanecen inmutables, cambian.

La besó, sabiendo que ella no le rechazaría, por el al contrario. Estaban ahí con un motivo. Ichigo por fin había abierto los ojos, lo que por tanto tiempo Orihime había pretendido. Al final Ishida sí había resultado un buen celestino.

Cuando el shinigami se distanció del rostro de la chica susurró:

—¿Por qué no entra? —tal vez en verdad todo, como la valentía, era una fachada en Ishida; tal vez era un verdadero cobarde que no se atrevía a enfrentarlos. La miró con curiosidad y le preguntó—: ¿Lo sientes?

Ella asintió, desde hacía tiempo que sentía el reiatsu de Ishida afuera. Para que Kurosaki lo notase el Quincy debía haberlo hecho adrede, de manera inconsciente o consiente, era irrelevante el detalle. Ichigo volvió a prestar atención al rostro que sostenía entre las manos y de repente se sintió incómodo con tanta gente alrededor y se llegó a preguntar si podría llegar más lejos, descubrir eso mismo que Ishida había descubierto y que no le permitía ser libre, o al contrario: eso que le hacía tan libre, al menos para con ellos dos. Porque ni él ni Orihime eran sus dueños, ni el Quincy le pertenecía a ninguno.

—Hay mucha gente —incluso Inoue parecía reparar en el detalle de que no estaban solos en el mundo.

—¿Puedo acompañarte hasta tu casa?

Orihime enarcó las cejas, comprendía lo que esa pregunta implicaba. No pensó demasiado la respuesta, ella también quería y necesitaba saber qué pretendía Ishida con todo eso. Luego de haberse resignado era irónico que Kurosaki la correspondiese.

No les extrañaba, a ninguno de los dos, esa resolución por parte del Quincy. Éste se mentía y les mentía diciendo que no le importaban muchos aspectos por los cuales incluso era capaz de sacrificar su propia felicidad.

—Sí, acompáñame —sintió el corazón latirle con frenesí y marchó junto al shinigami sustituto.

Ishida se quitó los lentes y se frotó los ojos, el cansancio mental era mucho más devastador que el físico. Los vio marchar juntos luego del beso. Sabía que era una jugada arriesgada de su parte, pero era el único camino que había hallado para que ambos lo comprendiesen. Sólo esperaba que ellos lograsen amarse de la misma forma que él los amaba a ambos.

 

Fin

Notas finales:

¡Jajaja! Y ahora llueven las piedras. ¡No me tiren con ladrillos de 30 que duele, carajo! No, no me maten, igual aunque en teoría YA terminó, falta un epilogo, porque a esto le falta un cierre (que lo tiene que coser Uryuu, cuac!), que en realidad era el primer final que se me había ocurrido (pero me gustaba más la idea de terminarlo así).

 

Espero que les haya gustado, yo rodé en baba haciendo las escenas IchiIshi, así que no se pueden quejar porque hubo yaoi XDXDXD Además, aclaré que era un Ichigo x Uryuu x Orihime, y saben que cuando es así… bueno, es así. Siempre tienden a pensar que en un triangulo sólo dos quedan juntos (cosa curiosa para mi ya que, que sean tres no le veo el problema XDXDXD), pueden quedar los tres y ser felices… como en “Normal”, “Falsedades” y alguno más que me esté olvidando o.O

 

En fin, muchas gracias por leer ^^. En cuanto haga el lemon Keigo x Uryuu, hago el epílogo Ichigo/Uryuu/Orihime.

 

La frase del capítulo le pertenece a Borges.

 

5 de noviembre de 2010 (mañana es el cumpleaños de Uryuu, wiii!)

Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.


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