Ese molesto hombre parecía divertido, su sonrisa sardónica así me lo hacia saber. Ladeo mi vista buscando mi ropa. Sebastián como siempre tan servicial acerca un albornoz para arropar mi cuerpo
—Ara... no necesitaba cubrirse Conde, después de todo no me era molesta la vista —ese maldito Shinigami es de lo peor.
— No lo hago por ti Enterrador —le contesto mientras me dirijo al cuarto de baño — Simplemente no me apetece estar al descubierto frente a tu impúdica mirada
—Vale que eres peor que un demonio —me dice pero en realidad puedo leer como en su mente me besa, me chupa, me toma
—Eres un pedófilo pervertido, aunque no es que me moleste —le hago una seña con la mano para que se acerque —si me dices algo que de verdad valga la pena dejare que por lo menos me lamas —mis ojos se tornan de color rojo brillante demostrando que mi naturaleza esta presente
—Es sin duda un buena oferta —se coloca de rodillas para estar a mi altura—. La muerte le sienta de maravilla Conde.
Levanta con amabilidad mi pie blanco llevándoselo a la boca, besándolo de manera suave, puedo sentir su lengua que recorre mis deditos, mis labios forman una mueca burlona, con una mano lo golpeo con fuerza. Me mira desde el suelo.
—Aun no me has dicho lo que quiero saber —le informo para que no mal entienda.
Sebastián esta a dos pasos de mi, puedo ver sus manos hechos puños, esta llegando a su limite.
—En este momento hay alguien buscándolo Conde—. Levanto una ceja demostrando que su información no tiene relevancia para mí —. Pero no caiga en el error de pensar que es cualquier persona, o demonio — ríe un poco — porque quien lo busca es Amenfis
Puedo ver el rostro sorprendido de mi mayordomo, con ello deduzco que ese tal Amenfis es alguien del que debo cuidarme. Mis ojos se entrecierran, puedo ver la saliva del Shinigami saliendo por la comisura de sus labios. Repúgnate. Es el único calificativo que puedo darle, sin embargo la información es buena y la paga debe llegar.
Me acerco a la cama, subo con cuidado y sin miramientos pateo el cuerpo o lo que ha quedado del demonio que esa noche fue mi cena.
El hombre de cabello plateado me mira hacer sin decir una sola palabra. Una vez despejado el lecho camina hacia mí.
—Te recuerdo Shinigami que solo puedes lamer —, dejo que mi cabeza caiga de forma sensual a un lado exponiendo mi cuello — así que contrólate no quiero tener que dejarte igual a ese — le señalo con la vista
—No se preocupe Conde — me susurra muy cerca de mi oído, sus manos están abriendo el albornoz — se cuando detenerme —me asegura —además no quiero que su mayordomo me tenga mas rencor del que ya leo en sus facciones
Eso me hizo reír, no me puedo imaginar a un Sebastián molesto por algo como esto.
Las manos del enterrador son finas y suaves a pesar de su oficio. Mi cuerpo reposa sobre las sabanas llenas de sangre. El olor de ese líquido carmesí parece incentivar nuestra naturaleza. Se supone que él es un dios. ¿Entonces por que peca con un demonio?
—Porque es lo mas delicioso del cielo y el infierno Conde —me dice al oído como si estuviera leyendo mis pensamientos, bien se que eso es imposible y solo se me ocurre una cosa. Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Al fin sus manos han terminado de delinea mi figura y sus dígitos son remplazados por sus lengua, ese tibio miembro viscoso y suave me recorre, primero mi cuello, luego mis hombros. Rió coqueto, puedo sentir sus intenciones de clavar eso dientes puntiagudos en mi dermis, se abstiene sabe que no tiene consentimiento. Sigue bajando degustan con gran deleite cada parte de mí, mis caderas, mis muslos y mis pies, en los cuales por cierto pone mayor énfasis. Es como un lacayo, me mira desde su poción casi arrodillado y yo solo le sonrió con superioridad, incitándolo. Repta sobre mi sin que su cuerpo llegue a rozar con el mío.
Ahora esta a la altura de mi sexo el cual esta si no despierto del todo por lo menos semi erecto. Me muestra con una mueca su felicidad.
—Delicioso —vuelve a asegurar —no hay comparación con nada
Primero besa esa parte tan intima, recorriendo con la lengua mis testículos, y parte de mi zona peri anal. Doy un respingo al sentir esa lengua cerca de cierta entrada que no le he permitido tocar a nadie.
—Relájese Conde, no voy a propasarme —es un desgraciado, no hago ni el menor intento de disimular mi disgusto —como siga mirándome así —mi rostro esta siendo sujetado por sus manos —no me va a importar mi integridad y lo voy a violar —coloca un beso casto en mi mejilla, lo retiro de una bofetada
—Si ya estas satisfecho es mejor que me retire —intento levantarme pero me lo impide de forma firme sin llegar a lo brusco —apenas estamos comenzando
Ahora sí que tengo ganas de gritarle a Sebastián que me quite a este sujeto de encima. Una mano sujeta las mias por subre mi cabeza mientras su boca está completamente sobre mi miembro, lo absorbe lo estrangula con esa lengua tan adiestrada. Mis mejillas están rojas cual granadas y un jadeo nada santo escapa de mis labios. Siento como mi cuerpo se contorsiona del placer, ese maldito sepulturero sabe cómo hacer una felación.
Mi demonio esta cerca de la cama, me mira con suplica muda. Sé que no le gusta verme en estas situaciones, pero por algún motivo siempre se mantiene cerca, después de todo los demonios no somos pudorosos y no reclaman el tenerlo en la misma habitación. Por fin mi tormento termina, el Shinigami se relame los labios sin dejar escapar ni una sola gota de mi semen. Mi respiración esta entrecortada y mi cuerpo esta aun laxo por el orgasmo.
Un gruñido ha salido de mis labios, miro hacia abajo. Ese maldito se ha atrevido a cortar parte de mi sexo. Una gotita diminuta sale de la punta delineando mi ahora flácido pene.
—Yo limpiare mi error —. Se recuesta nuevamente sin dejar de ver esa solitaria gotita roja. Esta por recogerla con su boca.
—Me temo que la sangre del joven amo no es para un Shinigami —ese fue Sebastián. Con la punta de su dedo a recogido mi liquido vital y de inmediato lo come —. Lo siento pero esta sangre es demasiado adictiva para que tu…
—Entonces es cierto —el enterrador esta reprimiendo una carcajada —. Es cierto que la sangre de Ciel Phantomhive es capaz de domar a cualquiera, de hacerlo adicto hasta lo indecible —voltea a ver a Sebastian — ¿acaso no fue eso lo que le paso a Claude? — Él no contesta —Conde si yo fuera usted no me separaría mucho de mi mayordomo—. Lo miro con molestia
—Y si yo fuera tu me largaría antes de que mi paciencia se agote
—Como siempre fue un placer
—No puedo decir lo mismo —le contesto mientras vuelvo a colocar la prenda blanca sobre mi cuerpo y lo veo marcharse.
Sebastián se acerca a mí, sus ojos están encendidos por su naturaleza demoniaca y me pregunto ¿qué será lo que está pensando?. No tardaría en descubrirlo.
Continuara…