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Acompañante de placer: Oiran por RiSaNa_Ho

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Notas del capitulo:

 

 

 

Capítulo X

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By Risana Ho

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…oooO*Oooo…

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¿Su cuerpo se había congelado?

Hacía bastante frío y sus brazos y piernas quedaron inmóviles. Quería apartarse de la inquisidora mirada negra de Sasuke, pero nada reaccionaba en él, era como estar bajo un trance. Por un instante sintió una traicionera humedad en los ojos y no lo permitió. Jamás aceptaría. La fuerza restante de su interior ayudaría a contener las lágrimas. Firme, desplegando resolución, minimizando los sentimientos que intentaban desbordase de su corazón. El sufrimiento de perder a la persona amada era peor al dolor en sus heridas superficiales. Aunque si debiera afrontar una decisión, con su vida pendiendo de un fino hilo, regresaría al pasado en las mismas circunstancias, sólo para encontrarse una vez más con Sasuke Uchiha.

Ironías de la vida.

Las emociones de Sasuke iban en otra dirección. Funcionar conforme al entrenamiento centraba su realidad, evitaba así pensar en la maldita comedia trágica utilizándolos a ellos como actores principales y la traición de antagonista. Buscó soporte en su perfecta máscara de seriedad y aplomo. Procuraría mantenerse impávido, desechando el revuelto de emociones, tragándoselas lentamente y dividiéndose entre el hecho de estar en un sueño. Aún el filo de Kusanagi sobre el cuello de Naruto era la escena más bizarra protagonizada. Pero estaban ahí, ambos. Su fría contemplación negándole una tregua a "Tayu", una determinación alimentada del orgullo y el dolor. Repetía una y otra vez sus convicciones militares; es un traidor, un enemigo, su enemigo. El mantra perfecto recalcándole la verdadera identidad del sujeto a sus pies. Entonces… ¡¿Por qué su espada dudaba?! ¿Por qué arrebatarle la vida parecía un error? Vacilación. Debilidad. Compasión. ¿Amor? Esperanza de un futuro destrozado.

Por un segundo contempló su reflejo en el escaso brillo de los ojos azules y revivió una conversación pasada:

—Me desagrada verte herido —besó el dorso de la misma mano y la dejó libre—. Yo nunca te haría daño.

—¿Realmente lo evitarías? —Susurró—. Las palabras se las lleva el viento, es malo forjar promesas que no cumplirás.

—¿A qué te refieres? Jamás te lastimaría, Naruto.

¿Jamás? Ahora comprendía cada palabra, en su momento, descartada. Muchos recuerdos juntos, situaciones ininteligibles que poco a poco concibió. Su mente gritándole una sola verdad: traición. Dolía pensar en el amor que Naruto usó para estafarlo. Casi podría burlarse de sí mismo; la primera persona en la cual confió, entregándole su corazón, pisoteó cada pedazo. ¿Así o más imbécil? Había rabia, furia, desolación, miedo e impotencia. Tanto impidiéndole avanzar finalmente. Y lo odió. Reafirmaba su ideología, la debilidad al demostrar afecto. «Sentir algo por otra persona te vuelve un blanco frágil y vulnerable —miró su katana inmóvil—, igual que yo con él.» Sus manos se habían manchado de sangre enemiga muchas veces, pero imaginarlas impregnadas por la de Naruto le desconcertó.

El ruido de voces y pasos le hizo regresar de sus cavilaciones. Al otro lado de la calle apareció un grupo de hombres uniformados, Sai entre ellos. La respuesta estuvo clara.

Su debilidad aún tenía un nombre. Era patético.

—No vales nada, ni mi espada merece mancharse con tu sangre —retiró la afilada hoja, envainándola firme en su funda. ¿Hacía lo correcto? La voz de su corazón gritaba más fuerte a la razón—. Tómalo como pago por haberme salvado, no quiero tener deudas contigo. Además, hay muchas preguntas que debes responder. Eres parte de Konoha y pagarás tus crímenes.

El cerebro de Naruto tardó en procesarlo y parpadeó confundido. El alivio endulzó su boca por unos segundos viéndose libre del peligro, no obstante, así como llegó se esfumó. La fría expresión de Uchiha lo petrificó. En esos ojos oscuros había odio y desprecio. Un enorme peso de la máscara se desplomó en sus hombros, incrustándose ahí. ¿Qué significaba vivir si había perdido a Sasuke? El escozor en sus ojos aumentó.

—Átalo y llévalo directo a las celdas del cuartel —ordenó Sasuke teniendo a Sai a unos pasos—, es un miembro de Konoha.

Casi escupió la última palabra. Sai asintió a la orden del Capitán, inusualmente serio, dejándolo marchar sin preguntarle nada. El acto era bastante claro, incluso con detalles faltantes.

Cuando estuvo a punto de regresar al cuartel, luego de completar su recorrido, se percató de la columna de humo sobresaliente en la zona cercana a Sasuke, y prefirió investigar. Fue extraño ver humo, no había escuchado explosiones o indicios de fuego. ¿Su amigo estaría en peligro? Llamó a un par de compañeros y, apresurándose al área, dejaron otros atrás. Tardó unos segundos en discernir la escena, hasta identificar la identidad del sujeto herido; Naruto, vestía un traje negro propio de laOposición, Sasuke frente a él r10;su expresión indescifrabler10; tenía a Kusanagi rozándole la garganta. El ajetreo de su arribo consiguió la atención de Sasuke, entonces dijo algo a Naruto y enfundó la katana dispuesto a marcharse. No esperó encontrarlo furioso, decepcionado y sombrío.

—Vamos, ponte de pie, Naruto. —Lo observó al reconocer su voz, su expresión vulnerable, refrenando sus emociones, causó empatía en Sai. Ni como enemigo podía odiarlo. Los sentimientos siempre fueron un tema difícil para Shimura, pero tanto Sasuke y Naruto habían logrado despertarlos en él.

Sin embargo le correspondía seguir órdenes. Naruto estaba en calidad de prisionero. Sostuvo del brazo sano intentando levantarlo, él hizo lo posible por erguirse pero la falta de fuerza y el dolor de la herida impidieron soportar su peso. Sai ayudó sujetándolo de la cintura mientras pasaba el brazo ileso en sus hombros. Sasuke había pedido atarlo, cosa imposible en su actual condición, y dudaba que Naruto conservara fuerzas para huir. Las primeras gotas de lluvia mojaron su uniforme y supo debía apresurarse antes de la tormenta.

La lluvia fue una caricia suave en su piel febril.

Naruto elevó el rostro al cielo oscuro, permitiendo por primera vez que las dulces gotas desvanecieran las lágrimas en sus ojos, esas lágrimas ya insoportables de retener más. Era fuerte. Pero hasta el más valiente guerrero caía hecho añicos al arrebatarle las esperanzas de luchar.

La puerta de la habitación recibió su furia cerrándola de un fuerte azote. Pensó que dejar a Naruto en manos de Sai sería una buena idea para tranquilizarse, y no funcionó. Durante su regreso ignoró a sus soldados apartándolos uno a uno, porque, intuía, descargaría su cólera en ellos. Encerrarse en la intimidad de su estancia fue la mejor opción, necesitaba estar solo. Buscó distraerse leyendo los papeles del escritorio, pero cada letra del informe parecía escrita en otro maldito idioma. Al final, más molesto, golpeó la mesa con ambos puños y tiró los papeles al suelo, dejando un desastre mayor. ¿Qué importaba? Deseaba arrancar un poco de su frustración, cada imagen de Naruto le provocaba destruir su alrededor.

«¿Qué haces, Uchiha? Estás comportándote como un crío.» Recriminó una parte de su subconsciente.

Y tenía razón. ¿Qué ganaba destruyendo sus pertenecías? Olvidó su arrebato tirándose en su desgastado catre, cubriéndose los ojos con un brazo. Dormir era una buena opción aunque dudaba conseguirlo. Su mente repetía una y otra vez su último encuentro con Naruto. Había sido un idiota por caer ante un estafador. ¡Un completo fraude! Sus besos, las caricias, las palabras de cariño, los sentimientos profesados, todo formaba parte de una vil farsa. Un disfraz que Naruto ideó para acercarse a él; su enemigo. Aún costaba creerlo. ¿Por qué no se trataba de una pesadilla de la cual despertaría en cualquier instante? Abrir los ojos por la mañana y admirar una sonrisa de Naruto, a su lado, feliz… ¡Pobre iluso! Las cartas estaban puestas en la mesa y él perdió, engañado por un sentimiento que, apenas unos días antes, creyó verdadero.

No dormiría, la botella de sake guardada en su cajón era más tentadora.

La oscuridad de la celda lo recibió junto a un fuerte olor de humedad, mugre y moho. El cuarto de piedra desnuda desprendía una sensación gélida, la poca ventilación de la puerta dándole un toque sombrío, empeoró el cuadro. La zona subterránea del Cuartel era conocida por custodiar prisioneros en condiciones desfavorables. Los criminales considerados peligrosos habían pasado por esas frías paredes antes de la ejecución. Nada alentador. Naruto entró ahí, las manos atadas al frente –Sai lo había hecho al cruzar las puertas el cuartel, causándole un fuerte dolor en su músculo lastimador10;, forzándose a sostenerse en pie. Se acercó a la pared más alejada y se sentó ahí en el piso de tierra, con su espalda tocando las piedras. La humedad refrescó su piel caliente por la fiebre. Ni siquiera le interesó. Al acomodarse gruñó dolorido, su hombro golpeó una piedra y volvió a sangrar. ¿Cuánta de ella había perdido ya? Se sentía agotado física y mentalmente.

—Llamaré a una persona para revisar tus heridas —dijo Sai percatándose de la sangre.

Naruto no respondió, sus ganas de hablar desaparecieron. Sai dio media vuelta, dejándolo solo.

¿Por cuánto tiempo lo tendrían encerrado? ¿Manteniéndolo vivo hasta interrogarlo por los asesinatos que supuestamente ellos cometieron? ¿Para saber la ubicación del campamento? Pues esperarían sentados, porque de ningún modo revelaría el paradero de sus compañeros. Sería otra piedra atada a sus pies mientras intentaba nadar a la superficie. Jamás los defraudaría. Había perdido a Sasuke, comprendía su furia y desengaño, pero su familia contaba todavía con él.

¿Era egoísta su determinación?

Jiraiya agarró firme la lámpara de aceite para verificar los alrededores del campamento, la lluvia caía más fuerte y debía buscar posibles daños, o intrusos. Sus hombres y los aliados de Suna habían recorrido el perímetro, pero la amenaza de Orochimaru había complicado la situación. La jugada del Capitán –inculpándolos– había ofrecido la excusa adecuada para perseguirlos, lejos de restricciones. Hizo lo posible por conservar la calma. Salió al corredor, siendo consciente de las gruesas gotas de agua impidiéndole mirar más allá de su lugar. Entre la bruma distinguió la figura de un hombre corriendo a prisa bajo la tormenta. Por un segundo pensó en un enemigo, lo cual quedó descartado identificando las marcas rojas que el joven tenía en las mejillas. Kiba Inuzuka también lo reconoció, prácticamente voló al notarlo en el pórtico.

—¡Jiraiya! —Jadeó, tratando de tomar aire—. ¡Ha pasado algo terrible!

—¿Que sucede? ¿Por qué estás así, muchacho?

—H-han capturado a Naruto.

Jiraiya abrió bastante los ojos, incrédulo.

—¡¿Cuándo?!

—Hace unas horas. Seguí las órdenes de merodear el Cuartel militar, atento por noticias de la posible muerte de Uchiha. Entonces comenzó a llover de repente y me escondí hasta que el último soldado entrara, el Capitán Uchiha regresó casi ileso, un corte en su ojo era lo más destacable. Poco después un grupo de soldados arribó con Shimura, Naruto iba escoltado por ellos, atado. Se veía herido y débil —impotente, recordó el aspecto cansado de su amigo—. Quise ayudarlo pero eran demasiados para mí, solo hubiese logrado que me capturaran, y habría perdido la oportunidad de volver por ayuda.

—Hiciste bien en regresar, Kiba.

El hombre apretó la mandíbula, meditando la información en pro de una solución. ¿Cómo habían descubierto a Naruto? Reconocía las habilidades de su escandaloso alumno, él era capaz de librar una emboscada. ¿Qué salió mal? ¿Defender a Sasuke Uchiha? Sabiendo la relación de sus sentimientos por el Capitán, nunca debió permitirle continuar solo. Ahí resultaron las consecuencias.

—¿Ahora qué haremos, Jiraiya? ¿Iremos por él? ¡Pueden torturarlo para llegar a nosotros!

La imagen de Naruto golpeado y humillado fue un mal trago para ambos. Conocían los crueles métodos interrogatorios. Debían sacarlo a tiempo.

—Lo sé, estamos en desventaja, ellos piensan que nosotros fuimos los culpables del asesinato a la familia Temura, harán lo imposible por encontrarnos. Con Naruto en sus manos no se contendrán.

—Entonces…

—Debemos movernos de inmediato.

Kiba se sobresaltó al escuchar la nueva voz a su espalda. Jiraiya asintió en apoyo a su invitado. Cualquier oportunidad sería bienvenida, y por el semblante molesto de Gaara Sabaku supo que ofrecería una alternativa confiable.

—¿Qué propones, Gaara?

Una hora después la pesada puerta de madera se abrió nuevamente, dejando pasar una anciana. La mujer mayor cargaba una pequeña canasta repleta de vendajes y recipientes pequeños en un brazo, el otro sostenía un cubo de agua caliente. La acompañada un guardia, el soldado ayudó a colocar sus cosas en el camastro antes de salir, cerrando desde fuera. Una vez sola echó un vistazo al joven de cabello rubio sentado en el suelo, recargado en la pared. Parecía ignorarla, contemplado el interesante moho pegado a las piedras del cuarto. Ella había sido testigo de muchos casos similares; algunos criminales se ponían violentos, otros gritaban hasta desgarrarse la garganta y unos pocos, como él, optaban por perderse en su propio mundo, con las fuerzas para luchar abandonadas en un rincón. ¿Qué más había arrebatado su espíritu? Posiblemente no resolvería la situación, pero al menos aliviaría el dolor de su cuerpo maltratado. Además, lo querían lúcido para el interrogatorio.

—Me han mandado a curar tus heridas, muchacho.

El silencio fue su respuesta, no tomó a mal. Ella sacó un par de vendas, las mojó en el agua y exprimió despacio. Sus manos arrugadas tenían poca fuerza, había hecho aquel procedimiento tanto tiempo que sabía los pasos de memoria. A sus años era considerada la mejor curandera del cuartel. Desde joven fue fiel a sus principios, su madre le había enseñado el respeto a la vida, a curar cualquier persona. Fuera un soldado, un campesino o un enemigo, su deber pedía salvar vidas. Las facciones duras la hacían lucir como una vieja amargada, pero sus acciones demostraran lo contrario. Contaba con el respeto de los soldados, sus parejas, e hijos que había traído al mundo.

—¿Cómo te llamas?

Su nuevo intento de conversación tuvo mejor resultado. Él la miró, concentrándose en su cara seria.

—Naruto.

La anciana suavizó una sonrisa. Ese joven le recordó a su nieto.

—Bien, Naruto, soy Chiyo, la encargada de sanar las heridas de los soldados del cuartel —dijo mientras destapaba un frasco—. Sé bueno y déjame curarte, prometo no hacerte daño.

La mayor parte del tiempo recibía desconfianza de sus pacientes prisioneros, entendía su recelo. Pertenecer a bandos enemigos producía cierta aversión. Sus cuidados eran aplicados con buena intención, pero algunas personas preferían continuar heridos a dejarse sanar por un miembro del Cuartel, por muy médico que fuera. Naruto no parecía del mismo pensamiento, seguramente, ahí encerrado y débil, carecía de motivos para negarse. Con movimientos lentos él consiguió sentarse en el catre a un lado de la canasta. Cuidadosamente, Chiyo quitó la prenda negra del pecho, empapada por la lluvia y la sangre, dejándolo medio desnudo. Dio un rápido recorrido a la piel e identificó varias cicatrices. Su atención recayó en las dos heridas más relevantes, profundas –solo una de ellasr10; del brazo y hombro. Había perdido bastante sangre y ardía en fiebre. Sino desinfectaba los cortes podían empeorar. Pasó la tela húmeda limpiando cada parte, dedicándose exclusivamente a retirar la sangre coagulada alrededor del corte en el hombro, ni sus toques suaves lograron disminuir el dolor. Cuando ella empezó a coserle la incisión, Naruto tembló, mordiéndose fuerte los labios evitando gritar. A Chiyo le asombró su fortaleza. Se apresuró a terminar ambas lesiones, untó los ungüentos medicinales para prevenir infecciones y empleó una venda seca. Por último envolvió su torso con una pequeña manta, pasándole la tela alrededor advirtió la flaqueza de éste.

—Estás muy delgado, Naruto. Has perdido mucha sangre y la palidez de tu piel lo demuestra —dijo la anciana, cubriéndolo firme—. Deberás comer más o caerás enfermo.

La mención de comida provocó en Naruto un gesto de repulsión. Inevitablemente arqueó un par de veces, vomitando los restos de la cena a un lado de la cama. Sintió la boca amarga y llevó la mano sana hasta su vientre cuando una punzada intensa le atravesó ahí.

—Lo siento —se disculpó mientras limpiaba su boca—. Últimamente pensar en comida me da asco y este dolor que vino de la nada.

Chiyo consideró su malestar, mirándolo atento. Le preocupó ambas reacciones; el vómito y el masaje en el vientre. Esa respuesta despertó la curiosidad innata de su principal profesión.

—Es un poco raro. ¿Te has sentido también mareado? ¿Cansado, soñoliento? ¿Desde cuándo te duele?

—Algunas veces este mes —Naruto la vio confundido—. Me pasaba por las mañanas, el dolor apenas esta noche, estaba muy ansioso, luego de luchar con Sa-

El nombre quedó incompleto. Y era verdad. Por la presión de su trabajo, noches sin dormir, días sin comer, misiones pesadas dejándolo acabado por el cansancio acumulado. ¿Por qué se interesaba en su mala salud?

Ella quiso cerciorarse de las ideas que sospechaba.

—De acuerdo, haré un chequeó final, una última revisión. —A Chiyo urgía eliminar las dudas, aunque su intuición nunca fallaba. Al menos conllevaba un leve dolor y el muchacho no estaba sangrado entre las piernas, era un buen indicio, y un alivior13;. ¿Podrías recostarte? Serán unos minutos.

Naruto obedeció, aún desorientado.

La anciana tanteó su vientre, hundiendo los delgados dedos, formando un círculo. Hizo en dos o tres puntos hasta parar en el centro, presionando un poco más fuerte. La sensación extraña tensó a Naruto. Chiyo observó sus manos por unos segundos, su percepción era correcta. Nada tenía relación con la falta de sueño o el cansancio, acababa de comprobarlo. Sus casi cincuenta años de oficio le habían obsequiado un buen ojo, un instinto privilegiado, se percataba de los mínimos detalles. Reconocía los indicios. Ella había traído al mundo a muchos niños de Kioto.

—¿Sucede algo malo? —preguntó inquieto, la mujer había quedado callada. Tampoco era tan despistado como sus amigos creían, relacionar sus síntomas con el chequeo lo puso nervioso. Sin embargo una voz en su cabeza le tranquilizaba. «Son paranoias tuyas, tomaste el té, ¿recuerdas? Chiyo sólo es una mujer despistada.»

—Nada, son cosas mías.

Mintió viendo la cara preocupada de Naruto, posiblemente ese bebé no tendría padre. Mortificarlo en su estado anímico afectaría su condición, él necesitaba recuperar fuerzas para soportar el peso de la responsabilidad. Fue una suerte haberlo revisando antes, los prisioneros confinados a las celdas subterráneas recibían el peor trato, y si utilizaban la tortura en él, debido a los interrogatorios, matarían a su hijo. El bebé aún se aferraba a la vida. Sería prudente comunicárselo a uno de sus superiores.

—Te recomiendo comer adecuadamente y descansar mucho. Sé que este lugar es horrible, pero harás bien en seguir mis consejos. Una vieja como yo sabe lo que hace, muchacho.

Recogió sus cosas, sonriéndole antes de llamar al guardia e irse. Naruto pretendió regresarle el gesto.

Guardó cada frasco en su respectivo lugar y acomodó las vendas sucias en la mesa para lavarlas después. Salió a prisa directo al salón de entrenamiento en busca del Teniente. Su primera opción fue el Capitán Uchiha, sin embargo nadie lo había visto a partir de su regreso al cuartel. Necesitaba informarlos de inmediato, o temía lo peor. Encontró a Shimura despidiendo al grupo de hombres que habían concluido el entrenamiento nocturno, esperó junto a la puerta hasta detenerlo solo. Sai sonrió al verla, esa sonrisa aparente característica suya.

—¿Qué ocurre? ¿Ha terminado con Naruto-kun?

—Sí, y debo comentarle otro asunto importante respecto a su prisionero.

—¿Son graves las heridas?

Ella negó levemente.

—Despreocúpese, sus heridas son profundas pero el medicamento funcionará pronto. Es un joven fuerte, los cortes no son el problema.

—Está muy misteriosa, ¿de qué se trata, Chiyo-san?

—Es por el estado de Naruto —la anciana suspiró, sería directa y franca—. El muchacho está de encargo. Espera un bebé.

La sonrisa de Sai desapareció.

—¿Naruto se lo dijo?

—¿Cree que puede tratarse de una farsa para obtener compasión? —Ella frunció el ceño—. No, Teniente Shimura, le aseguro por mis años de experiencia que ese joven no tenía idea. Ha confundido sus síntomas, y mi revisión lo confirmó. Asumo que tiene, por lo menos, dos meses.

¿Dos meses? Naruto trabajaba en Shimawara, tenía clientes, ese amante de Osaka, el bebé podría pertenecerle a cualquiera. Se equivocaba. Naruto en realidad fue un espía encubierto en el barrio rojo. Si sus clientes también fueron una fachada… ¿ese niño pertenecería a Sasuke?

—Esto es malo.

—Quizá deba informárselo al Capitán Uchiha.

—No —sería una pésima idea—. Lo haré yo y tendremos las medidas adecuadas. Debemos mantener el secreto entre nosotros, ¿de acuerdo? Nadie más, ni el Capitán Orochimaru.

—Claro, dejo el asunto en sus manos —dio una reverencia y dudó en continuar—. Disculpe mi atrevimiento, comprendo que es un prisionero, pero me gustaría llevarle más alimentos, necesita comer bien para recuperar energía.

—Me encargaré de ello también, no se preocupe, Chiyo-san.

—Gracias.

La mujer desapareció dejándolo pensativo. En la actual situación… ¿Cómo diría a Sasuke que, probablemente, sería padre?

Las malas noticias le habían dado dolor de cabeza. Luego de abandonar Shimawara prefirió retornar al Cuartel, en espera del desconsolador informe de la muerte de Sasuke Uchiha. Sin embargo sólo recibió el agrio descubrimiento de su fracaso. ¡El maldito Uchiha seguía respirando! Sus inútiles ninjas contratados fracasaron en su encomienda. Según la información de sus hombres, la única herida que Sasuke obtuvo fue un tajo a la altura de la ceja. ¡Inútiles! Cabe mencionar que desató su furia contra ellos, matándolos por ineptos mensajeros. Su plan había fallado, pero, muertos los ninjas que atacaron a Uchiha, nadie tendría pruebas para inculparlo a él.

—¿Capitán Orochimaru?

La voz de Kabuto llamó. Aún en la oscuridad de su habitación, sentando en un sillón, esperaba mejores resultados. Su fiel subordinado había salido a recolectar información de la situación, una ventaja de tener a sus propios soldados merodeando por el cuartel.

—Espero que sean mejores noticias, Kabuto, o acabarás muerto como los otros sujetos.

—No se preocupe, son buenas. Hablé con algunos soldados y encontré puntos interesantes.

Orochimaru encendió una lámpara de aceite, colocándola en una mesita. Kabuto nunca fallaba.

—Te escucho.

—Conforme a los reportes de nuestros compañeros, hace más de tres horas los soldados de Sasuke trajeron un nuevo prisionero.

—¿De los nuestros?

—Descuide, Capitán, comprobé los archivos yo mismo, el prisionero pertenece a Konoha, es un miembro auténtico de la Oposición.

—Vaya, ¿quién imaginaría que esos inútiles serían capaces de atraparlo? —rió sarcástico—. ¿Y su guarida? ¿Saben la ubicación?

—No, supongo que Sasuke apenas hará el interrogatorio. Sin embargo eso no es relevante, si no la identidad del preso. Investigué en cuanto escuché las referencias. ¿Recuerda la ausencia de Tayu en la casa de Tsunade? Los rumores dicen que se trata de la misma persona. Aparentemente Jiraiya involucró a uno de sus integrantes como espía en Shimawara, aunque desconozco su objetivo.

Yakushi estuvo satisfecho por la sonrisa de Orochimaru. La suerte aguardaba a su lado, obsequiándole otra oportunidad. Las palabras de Sakura acudieron a él: «Sasuke parece bastante interesado, mis compañeras dicen que podría convertirse en su danna.» Su As adquiría valor, sacaría ventaja de esos sentimientos. El interés de Sasuke por Naruto se convertiría en su ruina. Se valdría del pobre corazón roto de Sasuke Uchiha para hundirlo por completo.

—Creo que podemos averiguarlo —se levantó—. Es hora de brindarle una agradable visita a nuestro nuevo huésped.

Sai había esperado a la mañana para hablar con Sasuke. Una noche de sueño daría una mejor perspectiva de las cosas a su amigo, eso suponía. A él le sirvió e ideó un plan B, en caso de fracasar con Uchiha. A primera hora, antes del desayuno, se dirigió directo a su habitación. Costaría hallar un punto exacto para soltarle la noticia, pero tampoco contaba con más tiempo. En sus manos tenía las vidas de Naruto y su hijo, y la decepción de Sasuke empeoraba el escenario. Tocó un par de veces sin conseguir nada, un segundo intento fue lo mismo. Golpeó más fuerte con intención de no parar hasta obtener respuesta. Una maldición sonó del otro lado y segundos después Sasuke abrió, el ceño fruncido advirtió su molestia, los ojos rojos e hinchados tuvieron más peso en él. Sai entró a prisa. Olía a sake y vómito.

—¿Por qué molestas tan temprano, Sai?

Sasuke regresó a su cama, inspeccionándolo sentado ahí. Shimura dudó por un segundo. Ese rostro serio engañaría a otros, aunque Sai distinguía las diferencias; las ojeras marcadas, los ojos rojos, el cabello revuelto, hablaban por sí mismos. ¡Y la habitación estaba hecha un desastre! Sasuke Uchiha era un hombre fuerte, pero un hombre fuerte herido.

—Estoy preocupado por ti, te encerraste desde anoche en compañía del sake. Sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? —En ocasiones con ésa, Sai procuraba poner de su parte, comprender los sentimientos de los demás era difícil—. No me iré hasta escucharte.

Una muestra de sonrisa amarga quedó en los labios de Sasuke. Confesar sus problemas parecía inservible. Aunque conociendo a Sai tampoco se rendiría.

—¿Por dónde empiezo? Está muy claro, Naruto resultó ser un espía de Konoha, estuvo a mi lado para vigilarme, saber mis movimientos, yo qué sé. Me engañó y caí en su trampa. Listo, ahora puedes reírte de mí, pintor de cuarta.

Ni el sarcasmo r10;o el insulto de años atrásr10; impidió revelar sus verdaderas emociones. A Sai no le molestó, Sasuke estaba dolido y hablaba su parte herida. La traición de Naruto impedía su reflexión y, aceptó que, hablarle del embarazo traería más daños que beneficios.

—¿Has escuchado su historia?

—No.

—¿Puedes darle una oportuni-?

—¿Qué pretendes, Sai? ¡Es nuestro enemigo! Un asesino. —Advirtió en voz alta y abandonó la cama yendo a la mesa—. ¿Por qué debería perdonarlo? Me vio la cara de idiota, se reía a mis espaldas cuando le demostraba lo mucho que me importaba. Tuve suficiente de él.

Sai no daría su brazo a torcer. Posiblemente su falta de conocimiento respecto a la amistad nublaba su juicio, pero no odiaba a Naruto. Una sonrisa como la suya no era falsa. Sus ojos azules brillaban por la presencia de Sasuke. ¿Cómo mentir respecto a ello?

—Está encerrado, no tiene más por perder, conocer su historia puede serte útil. ¿Y si Konoha lo obligó?

La insistencia de Shimura empezaba a hostigarlo.

—De acuerdo, hablaré con él… será únicamente en un interrogarlo.

Sai palideció, si fuera posible, más.

—¡No puedes torturarlo!

—Conoces mis métodos, la tortura en mi última opción.

—Pero estás furioso con él y podrías lastimarlo como venganza.

Sasuke escudriñó unos segundos, Sai parecía esconder algo

—¿Qué tramas en realidad? Defiendes a un asesino como si fuera tu amigo. ¿Debería reconsiderar tu lealtad?

—Sé que es sospechoso, aunque por alguna razón confió en él. ¿Por qué no das el beneficio de la duda?

«¡Porque yo me enamoré de él y me engañó!», quiso gritarle. Su orgullo lo detuvo.

—Si acabaste puedes retirarte, voy a vestirme para salir al entrenamiento.

El tema quedaba zanjado ahí.

—¿Permitirás que termine así?

—Tú no sabes nada.

—No, tú eres el que no sabe nada —susurró.

Lo último que miró Sai antes de irse fue la espalda de Sasuke. Caminó rumbo a la salida trasera del Cuartel, guardándose la información de Naruto para sí mismo. Dada las circunstancias, su amigo odiaría a ese pequeño, a su propio hijo, pensaría en un engaño por su compasión. Se sentía acorralando, como si Sasuke estuviera a punto de atravesar a Naruto con su katana y él se interpusiera entre ambos para impedirlo.

Su opción del plan B estuvo clara. Sería arriesgado: un todo o nada.

—Es por los dos.

Cuando Naruto escuchó el ruido de la puerta pensó encontrar a la mujer pelirroja que había llevado comida la noche pasada, pero en su lugar descubrió la desagradable sorpresa de un hombre pálido con largo cabello negro; Orochimaru Sannin. Instintivamente, aún aturdido por los restos de la fiebre y el dolor en sus heridas, se sentó recto en el catre, alerta por cualquier movimiento sospechoso.

—Buenos días. ¿Cómo amaneció nuestro encantador preso?

Orochimaru disfrutó la agradable vista. La ira y desprecio en los ojos azules lo emocionaron. Contuvo sus ganas de visitarlo hasta el amanecer, pues los soldados de Sasuke habían custodiado fielmente las entradas de las celdas, de la primera puerta a la última. Él, siendo un rango superior a Uchiha, poseía el derecho de interrogar al prisionero a cualquier hora, sin embargo Kabuto sugirió esperar al cambio de guardia. Con la ayuda de sus propios subordinados entraría y saldría sin darle explicaciones a Sasuke, su plan requería marchar con discreción para tener éxito. Dedicó un repaso más cuidadoso a Naruto, su ropa rota, los golpes en el rostro y las vendas del hombro y brazo. Ni la escasa luz de la vela impidió deleitarse, la expresión dura quedaba suavizada por las marcas oscuras bajo sus ojos, la tez demacrada, manchada de tierra y sangre, mostraba una fragilidad que Tayu deseaba ocultar. Por un segundo lamentó no haberle visto ataviado con un exquisito kimono de seda y joyas hermosas. Era un desperdicio retener a un ángel cautivo entre cuatro paredes de piedra húmeda. Naruto merecía una jaula de oro, exclusivamente para satisfacerlo. Relamió sus labios pensando en dicha posibilidad.

Se acercó despacio al camastro, Naruto pendiente de cada paso.

—Alguien como tú no debería estar aquí, pudriéndose en la suciedad. ¿Sabes? Puedo ser generoso, a mi lado tendrías joyas, dinero, posición, lujos —sonrió, deteniéndose a cortos centímetros. La mirada ansiosa asechaba de arriba mientras Naruto, sentado a la orilla del camastro, alzó el rostro, retador—. Si tú obedeces mis órdenes, tendrás el mundo a tus pies.

Orochimaru aprovechó la ventaja, acarició un mechón de cabello rubio, bajando lentamente hasta rozar su mejilla. Él apartó los dedos de un fuerte manotazo, un dolor intenso atravesó su hombro pero nada rivalizado con la aversión en su piel.

—¡Preferiría estar muerto antes de servirte! —respondió determinado. ¿Por quién lo tomaba? Su presencia le asqueaba.

La sonrisa de Orochimaru desapareció por unos segundos, había sido bondadoso ofreciéndole un trato. Su indulgencia tocó límite y ese rechazado costaría caro.

—Eres ingenuo e impulsivo, muchacho. Perdiste la única oportunidad de salir vivo. ¿Te has percatado de tu alrededor? Con una indicación mía serías ejecutado hoy mismo. Pero no lo haré, todavía tengo trabajo para ti.

—¿Trabajo?

Naruto tuvo un mal presentimiento. El Capitán omitió su pregunta como si no la hubiese escuchado.

—Anoche fueron circunstancias lamentables, perdí un par de apuestas. Festejé antes de tiempo yendo Shimawara, a la casa de Tsunade. Muy popular. ¿La conoces? Un pajarito rosa me dijo que sí. Solicité la presencia de Tayu y a cambio obtuve una mujer de poca clase. Resultó interesante, Sakura es una excelente conversadora, me contó varios detalles curiosos. ¿Sabías que nuestro querido Capitán Uchiha está enamorado de un apuesto cortesano? —El corazón de Naruto latió frenético, la actitud confiada de Orochimaru estremeciéndolo—. Imagina mi sorpresa al enterarme de la identidad del nuevo prisionero. ¡La misma persona! Qué pequeño es el mundo —ironizó—. Debo felicitarte, Naruto-kun, lograste ablandarlo, domaste los afectos del respetado Capitán. Lamentablemente ahora tiene el alma destrozada… y la conservaremos así.

—¡¿Qué?!

—Voy a ponerlo fácil, nada de rodeos; confesarás a Sasuke lo mucho que disfrutaste engañarlo, lo divertido que fue jugar con sus dulces sentimientos. Será sencillo actuar nuevamente.

Orochimaru pretendía destrozarle, aún más, el corazón. Eliminar todo rastro de esperanza. Una persona despechada, dolida, traicionada, perdía fácilmente la cabeza. Descartaba el buen juicio arrastrándose en el fango de las emociones negativas. Manipularía a su antojo la marioneta en que se convertiría Sasuke Uchiha, la vulnerabilidad beneficiaría sus propósitos, quedaría fuera del juego.

—¡Nunca haré algo tan despreciable!

—No estoy preguntándote si quieres hacerlo o no, es una orden. ¿O prefieres que la casa de Tsunade pague las consecuencias? ¿Vivirías con el remordimiento de sus muertes? Kabuto investigó para mí; Tsunade, Shizune, Hinata, Tenten. ¿Haku? Lindo niño, por cierto. Personas inocentes caerán por tu obstinación.

La mirada de Naruto brilló furiosa con una chispa roja.

—¡Maldito hijo de puta! ¡Ellos no tienen nada que ver contigo!

Orochimaru ignoró.

—Sasuke vendrá en algún momento, piénsalo detenidamente, estaré vigilándote de cerca. Miente y ellos viven, dile la verdad y desatarás una masacre que teñirá de carmesí el barrio rojo. ¿No es irónico? —rió.

Naruto apretó fuertemente los puños, el dolor manteniéndolo consciente, resistiendo la burla de Orochimaru. Estaba entre la espada y la pared, a punto de cometer una tontería. Sólo los toques en la puerta interrumpieron el disfrute de Sannin.

—Siento interrumpirlo, Capitán —un soldado entró nervioso—. La cocinera ha traído los alimentos del prisionero, ¿la dejo pasar?

Si impedía el paso a la mujer, ésta iría a comunicárselo a Sasuke. Sería un inconveniente.

—Está bien, terminé aquí.

El soldado hizo una reverencia, dejándolo solo nuevamente. Unos segundos después irrumpió la mujer pelirroja, sostenía una bandeja con varios cuencos y una yukata gris perfectamente doblada.

—El teniente Shimura ha enviado esto —ella no levantó la vista, un poco asustada, quedando al margen de la puerta. Orochimaru la ponía nerviosa.

—Piénsalo muy bien —susurró a Naruto. Avanzó en dirección a la salida, deteniéndose junto a Karin—. Ni una palabra de mi visita al Capitán Uchiha.

Karin asintió rápidamente. Cuando por fin salió ella respiró tranquila, recuperando su siempre semblante presuntuoso y observó al prisionero. ¿Qué había de especial en él? Aun como enemigo gozaba de mejores tratos; buena comida, ropa nueva y la atención de Chiyo, ejemplos claros.

—Hay más comida para ti —dijo para llamar su atención, él continuaba concentrado en la puerta como si ésta fuera lo más interesante del mundo—, y ropa limpia, esos harapos son un asco.

Ella dejó la bandeja en el camastro y extendió la yukata nueva frente a él. Naruto la miró desinteresado. Pronto notó la sopa miso, el arroz y el pescado. Su estómago se cerró y las amenazas de Orochimaru reprimieron su apetito. Pero también recordó a la vieja Chiyo y eligió el pescado, forzándose a probar un mordisco, el primer bocado fue una tortura por las náuseas regresando. Karin hizo un gesto y giró el rostro, momento que aprovechó para esconder el par de palillos bajo la cama, algo le decía que los necesitaría más adelante. Ahora la cuestión sería convencerla de su descuido al olvidar los utensilios en la cocina.

Sasuke prolongó su visita al anochecer. Durante el día había dedicado su tiempo al entrenamiento, sacando la frustración en los combates que sus subordinados ofrecían, lastimó a unos cuantos y prefirió dejarlo así. No podía lamentarse por siempre, y su cargo de Capitán requería atención. O eso intentó convencerse. El resto de la tarde se encerró en su oficina, pretendiendo una tranquilidad que no soportó, los papeles parecían irrelevantes y frustrantes. En cada instante pensaba en Naruto.

Las cosas debían acabar ya.

El pasillo a las celdas lucía iluminado por varias lámparas de aceite, su luz reflejaba sombras en las paredes de piedra y el sonido de sus pasos lo amortiguaba la tierra húmeda del suelo. Era un lugar silencioso rodeado por un aura sepulcral. Pocos prisioneros entraban ahí, los más peligrosos ocupaban una habitación especial subterránea. Las celdas normales, a nivel de Cuartel, servían para los ladrones, ebrios o alborotadores. Los asesinos, violadores y homicidas recibían doble vigilancia. Sin embargo esa noche la prisión estaba casi desierta, los soldados continuaban los patrullajes por la ciudad, en busca de más miembros de Konoha. Naruto era vigilado dos soldados; uno a la entrada del recinto y otro en la puerta de la celda. Y ahora él debía cumplir su deber; interrogarlo. No había encontrado con Sai desde la mañana, pero su conversación continuaba dándole vueltas en la cabeza. ¿Qué pretendía su compañero? Quizá pronto sabría. Cuando paró frente a la pesada puerta de madera supo que no había retorno. El guardia dio las buenas noches, abriéndole a prisa para sucederle el paso. La fría sensación de la habitación, la escaza luminosidad y el olor a mugre lo recibieron de inmediato. Entonces, aún en la penumbra, distinguió a Naruto. Esos ojos azules miraban fijamente, sentado en el catre; las rodillas flexionadas rodeándolas con su brazo sano y cubriéndose la espalda con una desgastada manta sucia. Agotado, marchito, consumido. Sasuke sintió su corazón contraerse, pero recurrió a su orgullo para sostener la máscara seria, indiferente. Necesitaba centrarse en su objetivo, como si fuese un interrogatorio de rutina, un criminal común.

—Me debes unas respuestas… ¿Naruto? ¿O también inventaste tu nombre como parte de tu farsa?

La voz grave de Sasuke estremeció su cuerpo.

—Ése es mi verdadero nombre, Sasuke.

—Capitán Uchiha —corrigió.

—Para mí siempre serás Sasuke.

—No puedo decir lo mismo de ti.

Naruto dibujó una sonrisa melancólica, estaba claro, había perdido el amor de Sasuke. Los orbes negros que tanto le gustaban únicamente encerraban desprecio. La frustración escoció sus propios ojos pero reprimió las lágrimas, basta de lamentaciones. Anhelaba comprenderlo. Si él estuviera en su posición actuaría de igual manera, recibir una puñalada en la espalda por la persona amada y destruir su confianza, no puede olvidarse de la noche a la mañana. Menos un hombre orgulloso como Sasuke Uchiha. Ni haberle salvado la vida amortiguó el golpe de su traición, la esperanza de recuperarlo sería una desesperada ilusión efímera.

Y las advertencias de Orochimaru, transformadas en demonios imaginarios, habían susurrado inquisidores escenarios por el resto del día. ¿Vida o muerte? ¿Qué más perdería si elegía lo correcto?

—Cierto, soy un espía, un miembro de Konoha. Mi especialidad consiste en engañar y estafar. ¿Creíste en mis besos, mi cariño? ¿Pensaste que realmente me enamoraría de un bastardo presuntuoso como tú? —Los músculos de Sasuke se tensaron a cada palabra. Y la benevolente penumbra permitió a Naruto alcanzar las expresiones disimuladas del Capitán a la espera. Abandonó la manta, levantándose del camastro, yendo lentamente hasta pararse frente a él. Su decisión sería firme—. ¿Quieres saber mis respuestas? Sólo considera esto… ¿puede fingirse el amor, Sasuke? Porque yo no lo creo.

Ahí jugó su última carta.

Las consecuencias caerían en él como pesadas dagas por haber desobedecido a Orochimaru. Encontraría después una forma de ayudar a Tsunade y los demás, apartando a Sasuke de ellos. Aun anteponiendo su vida. Pero mentirle quedaba descartado, hubiese significado despedazarle el corazón, pisotearlo y escupirlo. «¡Siempre actúas antes de pensar, Naruto! A veces eres muy impulsivo-ttebane.» Recordó a su madre sonriéndole. Esa misma impulsividad heredada de ella lo movía. De tal manera, a centímetros de Uchiha, tuvo el coraje de buscar su mano, apretándola, transmitiéndole el calor de su sinceridad.

Una parte de Sasuke dudó, mantuvo el violento impulso de abrazarlo cuando los dedos fríos de Naruto sostuvieron los suyos. ¿Cómo lograba atravesar sus barreras con un simple toque? Su propia mano tampoco quedó quieta, aventurándose en acariciar la mejilla sucia de su compañero. Mas la sangre seca en ella le recordó la realidad. Frunció las cejas ante su vulnerabilidad y retrocedió un par de pasos, como si repentinamente la piel de Naruto le abrasara la yema de los dedos. ¡Caería en sus mentiras otra vez! No importó la confusión en el rostro ajeno, recuperó su porte militar y dio media vuelta, abandonando la celda en un silencio incómodo.

El guardia lo miró confundido, había pasado poco tiempo dentro para considerarlo un interrogatorio exitoso, pero tampoco mencionó nada. Un "buenas noches" regresó Sasuke y se marchó por el pasillo. Regresaría por la mañana, con la mente clara y coherente.

¿Puede fingirse el amor, Sasuke?

De seguir así terminaría creyéndole. Iluso.

No obstante, a unos metros más casi a la salida escuchó un par de pasos. El final del pasillo estaba oscuro, la lámpara de aceite había sido rota. ¿Quién iría a tales horas? Instintivamente sujetó el mango de Kusanagi, adelantándose a cualquier improvisto. La silueta de un hombre surgió de repente entre las sombras.

—Necesitamos hablar.

La voz fue desconocida y apretó más su katana.

—¿Quién eres? ¡Muéstrate! —El intruso obedeció y, reconociendo su rostro, sintió la ira burbujeando en su estómago—. ¿Por qué hablaría contigo?

La molestia en su voz quedó clara y no pareció importarle al hombre, éste hizo movimiento con la mano y por detrás llegaron tres tipos más. Dos vestidos de negro; uno sostenía las manos de un rehén atadas en la espalda, el otro presionaba firmemente su katana en la garganta del mismo rehén. Su prisionero… Sai Shimura.

—Te conviene escuchar. Baja tu espada, no tienes opción.

¡¿Cómo habían capturado a su amigo?! Impotente y furioso, retiró su arma. Se preguntó en dónde demonios estaban los demás guardias. ¿Y la alarma? ¿Qué hacía él allí? Observó de reojo la dirección a la celda de Naruto, luego miró al hombre pelirrojo.

La respuesta cayó como un rayo al árbol a mitad de una tempestad.

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Continuara…

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…oooO*Oooo…

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Notas finales:

Muchas gracias a: MajoKijutsu, moonrose, Kyubi-dono, Lenayuri, sue, Kame-chan, Tsunade la quinta, Pikacha-sama, hanakaede85, Emina2040, merisusa, Miss00leisy, sayuri-chan, Tama-chan Hanabira, Noin, Bishii_SN, cristal, ANKOKU, BLACK LADY, itachichan, MoXiiTa UchiihA, AAA, Namikaze Amai, Xx_MaRiLeSIY_07_xX,  Steph Neko, ggbmiharu y LadyRosier.


 Gracias x leer (°~°)/


 


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