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West Lake por Hisue

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Notas del capitulo:

Nada que decir, excepto que leo Terraformars y empatizo con las cucarachas porque soy esa clase de persona (?)

Capítulo 85


 


-Hogar, dulce hogar -canturreó Wade, mientras bajaba del bus. Detrás de él, Max bajó del asiento en el que estaba y echó a correr, casi haciéndolo caer en el proceso-. Dios, ese perro es un salvaje.


Todavía dentro del bus, Gabriel observó a su perro a través de la ventana, mientras esperaba que todos terminen de bajar. No quería verse atrapado en charlas, el viaje no había sido tan divertido para él como para sus compañeros y ver las sonrisas que Alan y Mike no habían dejado de dedicarse cuando pensaban que nadie los miraba lo volvía peor. Se sentía como un idiota por haberle hablado cuando estaba borracho. Cerró los ojos. Tenía cosas en las que pensar antes que en Mike. Wade, para empezar. Entendía el problema ahora, pero no sabía cómo solucionarlo. Si le decía que aún eran hermanos, Wade no lo creería, lo sabía.


Se levantó al ver que ya no había nadie en el bus y caminó hacia el colegio, volviendo a mirar a Max. Después de correr un poco alrededor de la puerta, se volvió hacia el bosque y se perdió dentro de él. Gabe sabía que no lo volvería a ver en unas horas, cuando le diera hambre y lo dejó ver, volviendo a mirar al colegio. No quería entrar. No quería estar en ningún lugar, no recordaba la última vez que se sintió realmente en paz. Miró hacia arriba, hacia el techo del colegio y suspiró. Ahora que lo pensaba, sí hubo un momento en ese año en el que se había momento, ese día en la azotea del edificio que, para esos momentos, ya estaba inaugurado. Sonrió, nostálgico y se adentró en el colegio. No es como si pudiera abandonar, tampoco.


---


-Algo pasó entre ustedes, ¿cierto? -preguntó Julie, entrando al cuarto de Mike y apoyándose en el escritorio mientras éste dejaba su mochila en la cama.


-¿A qué te refieres? -Mike se giró, tratando de no lucir culpable. No creía que fuera necesario informar a Julie de sus... actividades con Alan, en especial porque ella solía quejarse de escucharlos, pero ahora estaba curiosa y Mike no quería escuchar la ronda de burlas si llegaba a enterarse. Incluso aunque le ere difícil dejar de sonreír. Se sentía bien, como si al fin dejara de estar confuso.


-Vamos, Mike. Esa mirada que tienes me indica que algo pasó. ¡Me han torturado con esto por meses, merezco los detalles! -exclamó. Mike ocultó una risita detrás de su mano. Julie había sonado exactamente como Wade lo haría y, como siempre, era extraño y divertido descubrir sus pequeñas similitudes.


-No pasó nada -negó, todavía sonriente. Julie cruzó los brazos sobre el pecho, hasta que Mike bajó la mirada, encogiéndose de hombros-. Tal vez pasó algo -admitió, en voz baja.


-Lo sabía -Julie bajó de la mesa, sentándose al lado de Mike, esperando-. Vamos, ¡cuéntame! ¿Al fin se acostaron?


-Algo así -admitió Mike. Julie le dio una palmada en la espalda, sonriendo.


-Bueno, ya era hora. Entonces, sí que es serio, ¿no? No más crisis y “oh, creo que todavía quiero a Gabriel”, ¿verdad?


-Te preocupas mucho por él -comentó Mike, ignorando su comentario acerca de Gabriel. En vez de bromear, Julie dejó de sonreír y asintió, esperando una respuesta seria. Mike supuso que su preocupación era justificada, después de todo lo que él había hecho.


-Realmente me gusta. Y lo quiero -admitió. Julie sonrió. No recordaba si Mike le había dicho antes si quería a Alan, pero lo hubiera hecho o no, esta vez, sonaba sincero. Se veía sincero, por la forma en que jugaba con sus dedos y la miraba de reojo, como si buscara su aprobación.


-Me alegro por ustedes. Al menos, mientras termina el colegio.


Mike la miró, parpadeando. Casi había olvidado que quedaban pocos meses para el fin de año. Luego de eso, él volvería a casa, postularía a alguna universidad y Alan... en realidad, no sabía lo que Alan iba a hacer.


-Sí que sabes cómo dañar los momentos -susurró. Julie se mordió el labio. Hasta ella podía admitir que eligió un terrible momento para hablar.


-Lo siento, olvida lo que dije -se levantó de la cama, llevando una mano a su cabello-. Voy a mi cuarto, sólo tiré la mochila. Y, lo siento. Eso fue inoportuno.


Se despidió, incómoda y abrió la puerta para encontrarse con Katherine de pie allí, con el puño en el aire, a punto de tocar.


-Te estaba buscando -Kathy sonrió, tomando a Julie por la muñeca-. ¿Quieres ir a comer? Ericka se ha ido a buscar a Gabe apenas llegó y me sigue ignorando. Hola, Mike.


Mientras Mike la saludaba, alzando la mano, Julie tiró de la suya, liberándose del agarre de Katherine. Agradecería que fuera un poco menos táctil.


-Iba a arreglar la ropa que dejé tirada por allí -dijo, frunciendo el ceño-. Después de eso, te alcanzaré.


-No te preocupes, voy contigo -Katherine sonrió, en espera de una respuesta y Julie hizo una mueca, sin contestar nada. Esperaba que Ericka volviera a prestarle atención, porque empezaba a incomodarle tenerla detrás suyo a cada momento.


---


-Levántate, Alan -Mike miró en dirección a la cama, en la que Alan seguía enredado, murmurando entre dientes. Habían despertado juntos, algo común desde que regresaron de la playa. Recordaba haberse dormido con la sensación de los dedos de Alan en su cintura y su aliento en la nuca, feliz y relajado.


-No quiero ir a clases -susurró éste, enterrando el rostro en la almohada.


-Necesitas aprobar -le recordó, sentándose al pie de la cama-. O tendrás un tutor particular.


-No sé para qué -comentó, levantándose y restregándose los ojos, sonando despreocupado-. No me interesa estudiar después de esto.


Mike se detuvo, mirándolo fijamente. Él sabía el poco entusiasmo que tenía Alan por estudiar, pero el que no pensara en su futuro le incomodaba. Las palabras de Julie seguían en su cabeza y las consideró mientras Alan bajaba de la cama y bostezaba.


-¿En serio no hay nada que te importe hacer? -preguntó y algo en su voz debió denotar su molestia, porque Alan alzó la vista, sombrío.


-Sé que tú eres el alumno perfecto y eso, pero yo no.


-No soy el alumno perfecto -replicó Mike-. Sólo digo... deberías pensar en qué hacer.


Alan se encogió de hombros, caminando hacia el baño. A él le gustaría hacer algo, pero no sabía qué. Si era por seguir lo que su madre decía, terminaría estudiando administración, encargándose de lo poco que quedaba de las propiedades de su familia, pero odiaba la idea.


-A diferencia de ti, no tengo un futuro planeado. Supongo que ya veré.


Mike terminó de arreglar sus cosas, sin dejar de sentir esa desazón por las palabras de Alan. No quería exigirle nada, pero la idea de Alan sólo dejando su vida al azar le molestaba, le molestaba lo poco que se tomaba en cuenta. Que quería que Alan quisiera hacer algo, porque él no creía que fuera un inútil, como Alan a veces parecía pensar. De todas formas, no insistió con el tema cuando Alan salió del baño y le acompañó al comedor, no es como si pudiera obligarle a hacer nada.


---


Su madre llegó nuevamente el sábado por la mañana. Alan se encontró con ella en un café lejos del colegio y hablaron un poco sobre las clases, antes que ella empezara a contarle sus planes. Alan la escuchó en silencio, recordando a Mike. Él le había mostrado unos test vocacionales insistiendo que no tenía nada que ver con su obsesión a los estudios, sólo quería que encontrara algo que le gustara hacer, pero Alan se había negado a contestarlos, lo que causó que ambos discutieran y que Alan durmiera solo esa noche, molesto pero sin ganas de disculparse. No creía que tuviera que disculparse por no estar tan jodidamente seguro de todo como Mike lo estaba.


Con su madre, no parecían haber opciones. Ella lo miraba con ojos brillantes, esperando que estuviera de acuerdo con sus planes de regresar a ser lo que eran, recuperar sus inversiones y hacer que su apellido fuera reconocido más allá del escándalo y Alan llevaba mucho sin verla entusiasmada, tanto que no quería decirle que no. Mientras su madre se levantaba para ir a los servicios, Alan tomó una hoja en blanco y empezó a esbozar su figura, en trazos firmes. Cuando ella regresó a su lado, tenía el boceto a medias y Melinda sonrió al mirar la hoja por encima de su cabeza.


-No recordaba ese gusto tuyo por dibujar -le dijo ella, posando una mano en su hombro.


-Me uní al club de arte este año -mencionó él, sin darle importancia. Dibujar era sólo un hobbie, pero Melinda lo miró un largo momento, antes de sentarse. Desde que su padre murió, no había visto a Alan dibujar en casa y se sintió aliviada. Notaba el cambio de su hijo, la amargura cada vez menor que exudaba, las sonrisas más sinceras, como si al fin se estuviera curando. Ambos lo estaban decidió y apoyó una mano en la libre de su hijo, sonriendo. Alan le regresó la sonrisa, pero retiró la mano, incómodo.


-¿Estás de acuerdo, entonces? -insistió-. Tu padre estaría feliz si pudiéramos...


-Claro, mamá -la interrumpió él. La sonrisa de su madre se volvió más brillante y eso lo animó a seguir hablando-. No soy muy bueno, pero trataré.


Y, tal vez, si le decía a Mike que ya sabía qué hacer, dejaría de darle esas miradas decepcionadas y dejaría de insistir en hablar sobre su futuro. Tal vez podrían ir a la misma universidad. El pensamiento lo animó lo suficiente como para que su entusiasmo luciera sincero y su madre lo abrazó al despedirse, besándole en la mejilla, causando que él se alejara, restregándose el rostro con una mano, lo que la hizo reír, algo que no escuchaba desde meses antes que su padre muriera.  


-Entonces, iré a la escuela de administración cuando termine el colegio -anunció esa noche. Mike y Julie se quedaron quietos en dónde estaban, ella en el escritorio y él en el piso, en dónde tecleaba algo en la laptop de Alan, y éste frunció el ceño al ver que ninguno de los dos contestaba-. Pensé que obtendría una mejor reacción que ésta.


-Ya sabes, es muy difícil imaginarte en una escuela. O estudiando -murmuró Julie, mirando a Mike por ayuda.


-Gracias por el voto de confianza -ironizó él, herido. Miró a Mike también, que le regresó la mirada.


-¿Es lo que quieres hacer? -preguntó Mike, cerrando la laptop.


-Es una buena opción -contestó Alan. Podía notar la desaprobación de Mike sin que dijera nada y contuvo la risa amarga que pugnaba por escapar de sus labios. ¿Qué demonios le pasaba? Primero insistía en que buscara algo qué hacer y ahora se decepcionaba-. ¿Por qué no estás de acuerdo?


-No es eso, es que... ¿es lo que quieres hacer?


Alan bufó, hastiado.


-No sé lo que quiero hacer, Mike -replicó, cruzando los brazos sobre su pecho-. Pensé que se alegrarían al ver que he decidido algo y que seré útil en el futuro, dado que no tengo todo planeado como ustedes dos.


Salió del cuarto, dando un portazo y Mike lo siguió, suspirando. Su insistencia no era porque considerara que Alan era inútil, todo lo contrario.


-No fue lo que quise decir -llamó, sosteniéndole del brazo antes que pudiera alejarse-. Mira, cuando insistía qué debías elegir algo es porque creo que es bueno pensar en el futuro. Nunca pareces hacerlo y creo que podrías tener algo que te haga feliz. No me refería a que elijas algo sólo para ser útil. No sé si me explico.


-No sé, Michael. A mí me sonó que detestabas mi indolencia al decidir.


-Es porque sonabas como si sólo aspiraras a ser un vagabundo. Y me hacía sentir mal que no tuvieras más confianza en ti -se acercó a él, posando una mano en su mejilla-. A ti ni siquiera te gusta la administración, ¿vas a hacerlo por tu mamá?


-Al menos ella estaría feliz -murmuró Alan, inclinándose hacia su toque sin pensarlo. Una parte de él pensaba que estaba bien ser sólo un vagabundo, no le molestaría, pero su madre se decepcionaría y Mike también-. Nos estamos llevando bien, siendo una familia otra vez. No quiero arruinarlo.


-No creo que tu mamá quiera que elijas algo que no amas -insistió Mike, provocando que Alan esbozara una sonrisa tirante. No dudaba del amor de su madre, pero tampoco creía que ella estuviera de acuerdo si le decía que no le interesaba estudiar.


-Y yo no creo que entiendas cómo funcionan las cosas aquí. Ya deberías saberlo. Tenemos funciones que cumplir. Además, sin eso, tal vez lo único que sería es un vagabundo. 


Mike esbozó una sonrisa amarga. Gabe solía decir eso y le molestaba también. Negó con la cabeza.


-Tal vez si hablaras con ella entendería -insistió, sin mencionar nada sobre su último comentario. Él creía que lo único que le faltaba a Alan era encontrar algo que le gustara y poner un poco más de empeño.


-Hablaría, pero decirle que quiero dejarlo para no hacer nada no es un buen argumento. Ya déjalo, Mike. Piensa que podría ir a la misma universidad que tú. Apenas que no quieras verme después de esto.


Mike abrió la boca, sin decir nada. Desde que Julie lo mencionara, pensaba en eso a menudo, en que tendrían que separarse y la idea le dolía. No sabía qué harían después del colegio y ellos apenas empezaban a salir, no sabía si era correcto exigir algo, mucho menos su futuro sólo para estar juntos.


-Me gustaría seguir viéndote, pero... -Alan le interrumpió, a sabiendas que Mike seguiría insistiendo, inclinándose sobre él y dejando un beso sobre sus labios. 


-Te lo juro, Mike, no es tan malo -aseguró. Mike asintió, dando el asunto por terminado por ahora.


---


Más tarde ese día, Mike subió las escaleras rumbo a la azotea, exhalando un suspiro. Sólo quería un lugar para estar a solas y pensar, dado que la madre de Alan lo llamó, anunciando que aún no se iba de la ciudad y él fue a hacerle compañía. Desde su charla horas atrás, se sentía cada vez más incómodo, odiaba esa mirada de resignación en su rostro y odiaba no saber qué decirle, cualquier cosa que pensaba sonaba como si lo estuviera forzando a elegir algo que ni siquiera sabía que era  y era tonto considerarse con derecho a opinar sobre lo que elegiría hacer después del colegio, pero sólo quería ayudar. No quería, definitivamente no quería, ver la misma mirada desesperada que vio en Gabriel también en Alan. No quería repetirlo otra vez.


Abrió la puerta, dispuesto a sentarse y reflexionar un rato, pero ya había alguien más allá. Mike se alarmó, al ver a alguien sentado sobre la baranda, una mano puesta en la reja y se asustó al notar que era Gabe. No podía estar considerando saltar, se dijo mientras se acercaba y se fijaba en las botellas de cerveza en el piso. Sin quererlo, dejó escapar un bufido. Era como si Gabe estuviera tomando las costumbres de Alan.


-¡Gabriel! -llamó, alzando un brazo para tomarle de la camiseta. Gabriel miró hacia abajo, parpadeando y Mike notó la botella que sostenía-. ¿Qué estás haciendo? ¡Te vas a caer!


Gabriel ladeó el rostro. Estaba borracho, algo, justo lo que trataba de conseguir y por un momento pensó que se estaba imaginando a Mike, pero éste agarró su muñeca, urgiéndolo a mirarlo de nuevo.


-Baja de allí -pidió.


-¿Por qué? -preguntó, ahora ya convencido que era real.


-Es peligroso -insistió. Había venido aquí para relajarse, esto era lo último que pensaba encontrarse y empezaba a preocuparse más a cada minuto que Gabe seguía allí, balanceando los pies en el aire, riendo entre dientes como si no se diera cuenta del peligro o no le importara. 


-¿Por qué te importa? -le dio un trago a la botella, empezando a enfadarse. Había venido aquí para relajarse y olvidarse de todo. Sólo quería eso. Trató de ponerse de pie, pero se mareó y sintió la otra mano de Mike en su muñeca, sosteniéndole lo más fuerte que podía-. Estoy bien -murmuró, tratando de pasar una pierna por encima de la baranda. Mike dejó de tomarle la muñeca para que pudiera moverse con más facilidad, pero le cogió por la camisa y no lo soltó hasta que Gabriel tuvo ambas piernas de su lado de la baranda. Intentó descolgarse, lo que hubiera sido fácil estando sobrio, pero terminó de rodillas en el piso, quejándose por el dolor, con Mike detrás, ayudándole a ponerse de pie.


-Podrías haberte caído, ¿en qué pensabas? -le riñó, subiendo la voz.


Gabe se puso de pie, apartándose de Mike. Trastabilló, y tuvo que cerrar los ojos y apoyarse en la pared. Estaba más ebrio de lo que pensó, tal vez no lo había notado estando sentado y relajado por la viento en su rostro.


-No te importa -contestó-. ¿Qué demonios haces aquí?


Mike se abstuvo de contestar. Una parte de él quería dejarlo allí, pero no podía arriesgarse a que volviera a subirse a la baranda, estando ebrio.


-Lo mejor será que vayas a tu cuarto -le dijo, negando con la cabeza-. Nunca pensé que tú te arriesgarías así, de toda la gente.


-No te atrevas a usar ese tono conmigo, joder -espetó Gabriel, caminando hacia él. Trastabilló otra vez y se apoyó en Mike para no caer al piso-. Yo no iba... no iba a... hacer nada -balbuceó.


-Da igual, vamos, tienes que bajar las escaleras. No creo que puedas caminar.


-No quiero irme -Gabe se recargó en él, cerrando los ojos-. No quiero regresar.


-No puedes quedarte aquí -insistió Mike.


-¿Por qué no? -preguntó Gabriel, apoyando la frente en la pared. Mike estaba atrapado entre su cuerpo y la pared y él podría haber disfrutado de su cercanía en otro momento, pero ahora su cabeza daba vueltas y se encontraba incapaz de callarse-. Me gusta aquí. ¿Sabes? Hace unos meses, mi viejo me llevó a uno de sus... sus edificios. No fui cuando lo abrieron, pero esa vez... esa vez estuve allí... en la azotea. Y todo se sintió tan bien. Tan lógico. Sólo quería sentirlo otra vez.


Mike apoyó las manos en su espalda, escuchándolo hablar. Gabe balbuceaba y siguió diciendo algunas cosas más, en voz muy baja. Sacó su teléfono, agradeciendo haber guardado el número de Wade y empezó a llamar, aunque era difícil de hacer con Gabe aún sobre él. Retrocedió un poco, hasta que su espalda encontró respaldo en la pared.


-¿Qué haces? -preguntó Gabriel.


-Llamó a Wade -no se le ocurría nadie más que pudiera obligar a Gabriel a moverse.


-No -pidió Gabriel, y su voz sonó herida-. No quiere verme. Me odia.


-No lo creo posible -murmuró Mike, aliviado al ver que al fin Wade contestaba.


-¿Para qué llamas? -fue lo primero éste dijo, sonando enfadado.


-Es Gabe -contestó Mike, ignorando su tono-. Está en la azotea, y está mal.


-No estoy mal. Wade. Es mi culpa, yo sólo... es tu culpa... -Mike frunció el ceño, sin entender. Gabriel seguía hablando en voz baja y herida y lo poco que podía entender era la forma en que repetía es tu culpa-. Tu culpa. Por ti yo... si tú no me hubieras dejado, nunca yo... y él me odia ahora.


-Está borracho, tienes que venir -le dijo a Wade, esperando que pudiera notar la urgencia en su voz-. Mira, lo encontré sentado en la baranda, borracho y no quiere irse.


Escuchó a Wade maldecir, antes de cortar la llamada. No dudaba que viniera, si había algo que sabía de esos dos es que siempre estaban allí para el otro.


-No fue mi culpa -le dijo a Gabe, empujándolo. Al menos, se las arregló para que se sentara en el piso-. Ya habíamos hablado de eso.


-Piensas que soy el malo aquí, ¿no? -preguntó Gabe, después de un rato en silencio. No había hecho ningún esfuerzo por moverse y hablaba con los ojos cerrados, la cabeza apoyada contra la pared-. No lo soy.


Mike lo observó, sintiéndose miserable. Odiaba verlo en ese estado y no tenía nada que ver con amor. Era Gabriel, se había acostumbrado a sus miradas orgullosas, a su manera de reponerse de cualquier cosa, incluso lo de Liam, sin ayuda de nadie. Excepto de Wade, claro. Este chico en el piso murmurando cosas en voz baja y ebrio no tenía nada que ver con el Gabriel Barnett que él conocía. Ni con el arrogante bastardo como el que actuaba frente a sus compañeros, ni con el amable que sólo se mostraba ante unas pocas personas. No había ni siquiera rabia en él, diferente a las últimas veces que estuvieron solos, no había nada más que un chico que lucía derrotado y él odiaba verlo así.


-No lo sé. Alan me dijo -comenzó a decir, sentándose delante de él. La única señal que Gabe estaba escuchando fue la forma en su mano se volvió un puño sobre el piso, seguramente molesto por escucharlo nombrar a Alan-. Él me dijo que sabía lo que fuera que me ocultaras. Se ofreció a contármelo, dijo que te entendería después. No acepté porque pensé que tú me lo contarías. Quería que fueras tú quién me lo contara.


Gabriel se movió un poco y lo miró, antes de desviar la vista. No dijo nada, lo que dio pie a Mike a seguir hablando.


-Creo que si se lo pido otra vez, me lo contaría -esta vez, Gabe dejó fija su mirada en él, llevando una mano a su frente. Aún estaba mareado y no creía haber escuchado bien.


-Tú estás con él -contestó-. Y tú... tú eres una jodida buena persona, no lo vas a dejar.


-Pero al menos sabría que no eres el malo. Si no quieres hablar, le preguntaré -ofreció. Era lo único que podía hacer, si a Gabriel le preocupaba tanto que le creyera el malo de la historia. No es que Mike no le creyera... pero no lo entendía. Qué era tan complicado que no se lo podía explicar y porqué tuvo que decir que no lo amaba delante de su padre. Se había rendido en encontrar una explicación.


-Tú no vas a hacer nada -escuchó a Wade decir, detrás de él. Mike se puso de pie, agradecido de verlo llegar, aunque molesto por el tono imperativo que usó.


-¿Por qué no? -preguntó. No entendía porqué Wade se opondría, debía notar que Gabriel estaba sufriendo y él sólo buscaba la manera de ayudarle-. No será como si hablara conmigo, pero al menos...


-No -negó Wade. Se acercó a Gabriel, bufando-. Eres un estúpido -le dijo. Gabriel se cubrió los ojos con el brazo, apretando los dientes.


-No quiero verte -se quejó-. ¿Por qué has venido? No quiero verte.


-¿Sí? Bueno, ya sabes, realmente no me importa lo que quieras -espetó Wade. Se volvió hacia Mike, que aún seguía de pie allí-. Ya puedes irte, deja a este imbécil conmigo. Y antes que lo preguntes, es porque fue su decisión. No contarte nada y arriesgarse a terminar contigo, fue su decisión. Tú podrías haber seguido con él, pero no lo hiciste, y esa fue decisión tuya también. Nada va a cambiar eso.


Cuando terminó de hablar, se volvió a Gabriel y le cogió de la mano, tratando que se pusiera de pie. No lo consiguió a la primera y tuvo que rodearlo con los brazos para ayudarlo a pararse, aunque Gabe no ayudó demasiado, todavía murmurando entre dientes.


-Si sigues así, te voy a dejar aquí -susurró Wade, ya enfadado. Mike seguía cerca. No tenía razón para seguir allí, pero quería asegurarse que Gabe estaba bien antes de irse-. Dame una mano aquí, en vez de sólo mirar si no te vas a ir.


Mike se acercó y cogió a Gabriel de un brazo, ayudándolo a caminar. Gabe recostó la cabeza en el hombro de Wade, arrastrando los pies.


-No me odies -murmuró, olvidando que Mike aún estaba allí-. No me dejes.


-No te odio -contestaron ambos al mismo tiempo. Mike miró a Wade, que se encogió de hombros y desvió el rostro. No le interesaba explicarle lo que pasaba entre él y Gabriel, en su opinión, Mike podía perderse de su vista para siempre.


Cuando al fin llegaron al cuarto, Gabriel estaba medio dormido. Mike se fue apenas llegaron y Wade se quedó mirando a su amigo tirado en la cama, sin saber qué pensar. Estaba a punto de salir cuando Gabriel habló.


-No me dejes -dijo.


-No soy Mike -contestó Wade.


-Lo sé -Gabriel se incorporó sobre la cama, aunque no se atrevió a levantarse. El piso giraba delante de sus ojos, después de todo, pero necesitaba decir algo-. Entiendo porque estás enfadado, lo juro. Pero... pero siempre creí que estarías conmigo, sin importar lo que hiciera. Porque tú me conoces y aun así... eres mi hermano. No quería... no fue mi intención que pasara.


Wade se giró, sin contestar. Gabriel no lo estaba mirando, parecía estar hablando sólo gracias al alcohol.


-Te necesito -agregó-. No puedo perderte. No tú. Eres la única persona en la que confío de verdad, Wade, por favor.


Wade se acercó a su amigo al ver que éste estaba al borde de las lágrimas. Gabe llorando era algo que nunca podía superar y que odiaba ver. Ya era suficiente con saber que Mike tuvo que verlo de esa forma tan débil.


-No seas idiota -dijo, poniéndose de rodillas delante de él. Gabe apenas tuvo que levantar el rostro para verlo-. Nunca te dejaría.


-Pero tú...


Wade lo interrumpió, haciendo un gesto con la mano y sonrió, o al menos trató de hacerlo, antes de sentarse a su lado. Sin pensarlo, Gabriel apoyó la cabeza en sus piernas, no queriendo nada más que tener a su mejor amigo de vuelta. Que lo deseara o no, no era tan importante. Lo extrañaba.


-Tú ganas -murmuró Wade, enredando una mano en su cabello-. Supongo que era de esperar, siendo yo tan increíblemente guapo y todo -bromeó. No obtuvo respuesta, ni supo si Gabe le había escuchado, ya estaba durmiendo y Wade suspiró, dejándose caer sobre la cama. A veces esto de ser amigo de Gabriel era muy complicado. Le seguía incomodando que lo viera de otra forma más allá de la hermandad, pero no podía verlo sufrir. No estaba en su sistema.


Gabriel despertó con dolor de cabeza. Con los ojos aún cerrados, recordó parte de la noche anterior y se sintió miserable. Ya había perdido la cuenta de las veces que dejó que lo vieran actuar como un idiota. Maldijo en voz baja, notando de pronto el peso en su brazo y giró el rostro, una sonrisa formándose de forma automática en su rostro al ver allí a Wade. Si estaba durmiendo a su lado, significa que lo había perdonado, o al menos eso esperaba. Lo observó un rato, luchando con las ganas de tocarle el rostro. No era nada cómodo tenerlo durmiendo sobre su brazo, de todas maneras y trató de moverse sin despertarlo, sin lograrlo. Wade abrió los ojos, bostezando y parpadeó, tratando de ubicarse.


-Estás sobre mi brazo -murmuró Gabriel. Wade se movió un poco, volvió a bostezar y se acomodó, sin ganas aún de levantarse.


-Esa es tu cara de “vamos a hablar” -dijo, ahogando otro bostezo. No quería hablar, quería volver a dormir, pero suponía que alguna vez debían hacerlo y se forzó a mantenerse despierto. 


-No recuerdo mucho lo de ayer, ¿me perdonaste? -preguntó. Ayer se había sentido triste, pero hoy estaba calmado. Tal vez porque Wade volvía a mirarle y no parecía decepcionado. Sólo soñoliento. Aún así, se las arregló para esbozar una sonrisa traviesa al contestar.


-Lloraste y le suplicaste a Mike que regresara contigo -bromeó-. Después, me viste y decidiste que si no podías tenerme te tendrías que suicidar. Lo que es lógico, si lo piensas, porque mírame...


Gabriel sonrió, sin poder evitarlo. No podría decir cuánto extrañó ese tono, las burlas de siempre, aunque medio dormido, Wade suena menos travieso y más suave, y aunque no quiera pensarlo se pregunta qué se sentirá poder meter los dedos en su pelo y atraerle para un beso. Seguramente, se sentiría bien los primeros segundos, antes de ser golpeado.


-Entonces -insistió-. Me perdonaste.


-Supongo -susurró Wade, después de un largo momento en el que la expresión de Gabriel volvió a parecer tan desconsolada como la noche anterior-. Realmente parecías a punto de llorar.


-Te extrañaba -contestó Gabe, como explicación. No tenía caso negar lo mal que había estado-. No podría soportar que me odiaras.


-No podría -se dio la vuelta en la cama, sin notar que estaba muy cerca del borde. Antes de poder sujetarse, cayó al piso, la mitad de las sábanas enredadas entre sus piernas-. ¡Demonios!


Gabriel rio, sin contenerse. Se acercó al borde de la cama, acostándose boca abajo para poder verlo.


-No te rías y dame una almohada. No pienso moverme.


Gabriel le tiró una y Wade la puso debajo de su cabeza, acomodándose lo mejor que pudo en el piso. Gabe, al menos, ya no parecía tan triste como la noche pasada y haría lo que fuera para que siguiera así. Casi lo que fuera, lo de acostarse con él estaba muy lejos de sus límites. 


-No creo que pueda superarlo sólo así -dijo, observando a su amigo en el piso. Tenía que ser sincero, al menos. Wade le regresó la mirada, suspirando-. No ha cambiado nada, ¿sabes? Y también me siento mal, a veces creo que estoy enfermo sólo por pensar en ti de esa forma. Es terriblemente incómodo, y no quiero hacerlo, pero no puedo evitarlo.


-Tal vez lo estás -bromeó Wade-. Consideré hacerlo contigo por un momento -agregó, como si tal cosa. 


Gabriel parpadeó, palideciendo. Esto no era lo que esperaba, pero Wade sonrió, antes que él pudiera formular palabra alguna o pensar en algo coherente qué decir.


-Porque eras tú, así que intenté pensarlo. Pero es imposible, Gabe. No sólo no me gustan los chicos, no podría hacerlo contigo. Ni siquiera si fueras una chica.


-No sé, pero ahora me siento ofendido -murmuró Gabriel, sin saber qué pensar-. Estoy seguro que no vería mal si fuera una chica.


-Pero ése no es el problema. Es que eres tú, serías tú. Creo que si lo fueras una chica, sólo desearía que te metieras a monja, porque te quiero, Gabe.


Gabriel recordó, de pronto, alguna ocasión en la que Wade había jurado jamás estar con alguien a quien amara. No era lógico, pero era la manera en que como su amigo pensaba.


-La mayoría de personas consideran que es mejor acostarse con alguien a quien quieren. Y por si lo dudas, también te quiero -agregó. Su amor, de todas formas, no tenía nada que ver con la forma en que lo deseaba. El sentir ambas cosas a la vez era lo que le perturbaba. 


-Mi mamá y mi papá se quisieron, alguna vez. Oí historias. Y tus padres. Te envidiaba, ¿sabes? Ellos eran felices y se querían. Pero sólo míralos, mis padres no soportan estar en el mismo espacio juntos y tu madre está encerrada en un psiquiátrico, y todo el mundo piensa que está muerta.


Dejó de hablar, sin decir el resto. No creía que nada como el amor verdadero existiera y jamás, incluso aunque pudiera forzarse a sí mismo a acostarse con Gabe, arriesgaría perderlo por algo que se terminaría acabando y tal vez, destruyendo lo que ya tenían. Gabriel, al menos, pareció entenderlo, porque asintió.


-Es demasiado complicado -siguió diciendo-. Y ya me conoces, lo complicado sólo está bien si puedo divertirme.


-Entonces -Gabriel pensó en sus palabras con cuidado. Podría insistir. Algo le decía que si insistía, Wade terminaría aceptando porque no sabe decirle que no, pero no sería correcto. Sería un imbécil si lo hiciera. Decidió que lo mejor era bromear-. ¿De verdad consideraste el acostarte con un chico?


-Bueno, tuve que hacer varias pruebas para ver si eras tú o todos. Incluí a Luke y Harris, pero no te preocupes, tú ganaste. A ellos quería asesinarlos después de pensarlo y a ti sólo golpearte.


-Me siento halagado -bromeó. Wade se quedó en silencio, mirándolo. Gabriel sonreía, sí, pero había algo en su mirada que no era sólo felicidad.


-¿En qué piensas? -preguntó. Gabriel se mordió el interior de la mejilla.


-Que te ves muy bien -contestó, exhalando un suspiro y censurando el resto de sus pensamientos. Notó que su amigo hacía una mueca de disgusto y supuso que no sería fácil para él acostumbrarse, pero luego volvió a verlo, asintiendo.


-Esto es tan raro -murmuró, recordando algo de repente-. Cuando me besaste, en el hospital, ¿era por eso? -preguntó, aliviado al ver que Gabe negaba con la cabeza. Si Gabriel lo besó esa vez, cuando él no podía pensar en otra cosa que no fuera el miedo, pensando en acostarse con él, nunca se lo perdonaría.


-Ya pensaba en ti así, un poco -dijo, bajando la voz-. Pero lo hice sin pensar. Porque, no sé, quería sentirte... o sea, no, eso sonó mal. Quería... Dios, sólo quería sentirte cerca, asegurarme que eras real, que estabas allí. No quiero tener que pasar por eso otra vez.


-Eres tan dulce -se burló Wade, sonriendo-. Aunque, si pensamos en tus otros gustos, ahora entiendo porqué odias la cicatriz. Quién diría que cada vez que te molestaba diciendo que sólo me querías por mi bonita cara, estaba diciendo la verdad.


-Eso no es cierto -negó Gabriel, frunciendo el ceño-. Sí, odio esa cicatriz. Pero porque me recuerda lo que te hicieron. Esos idiotas.


-Cálmate, era una broma -Escucharon sonar la puerta y Wade suspiró, lo que menos quería era levantarse -. ¿Quién mierda se levanta tan temprano el domingo? -gritó, antes de indicar a Gabriel que se levantara y abriera la puerta. Con un suspiro, éste lo hizo, extrañado al ver a Mike allí.


-Hola -saludó éste-. ¿Podemos hablar?


Gabriel miró hacia Wade, sin saber qué responder. No creía que hubiera nada de qué hablar, apenas que él quisiera regresar, pero lo dudaba y había forma en que eso pasara.


-A solas -agregó Mike.


-¿Puedes salir un momento? -preguntó. Él y Wade se miraron un rato, discutiendo sin palabras, hasta que Wade claudicó y se levantó del piso.


-Si te vuelves a deprimir, no esperes que esté allí para consolarte -advirtió a Gabriel, que asintió y se volvió a Mike cuando su amigo salió del cuarto. Lo mejor, decidió, era no esperar nada.


---


-¿Me vas a decir porqué has estado dando vueltas por el cuarto desde que te has levantado? -preguntó Alan. Se había despertado temprano para dibujar, y se sorprendió al encontrar a Mike ya despierto, regresando del comedor. Era domingo y aunque a Mike le encantaba madrugar, los domingos eran la excepción. Tenerlo allí dando vueltas le distraía.


Mike se detuvo, exhalando un suspiro.


-Vi a Gabriel anoche -dijo. No había nada que ocultar, después de todo. Aún así, Alan dejó el lápiz y se giró en la silla, cruzando los brazos sobre el pecho.


-¿Hay algo que tenga que saber?


-No, no en realidad -murmuró Mike-. Sólo quería preguntarte algo.


Alan asintió, aunque no se creía ese “no en realidad” de Mike. Si le decía que todo entre los dos fue un error, no le soportaría, y lo peor es que no le extrañaría.


-Gabe estaba borracho -contó Mike, frunciendo levemente el ceño en señal de preocupación-. Y muy mal. Creo que nunca lo he visto tan mal y creo que lo he estado culpando todo este tiempo, por lo que pasó. Y ahora que lo pienso, creo que eres la segunda persona que no lo culpa y lo entiende. Porque tú sabes qué es lo que pasa con él.


-Sí -admitió Alan, temiendo las próximas palabras de Mike. Pensaba que él ya había olvidado su ofrecimiento de contarle la verdad, pero al parecer no-. Y no te lo dije porque tú no lo quisiste. ¿Quieres saberlo ahora?


Mike meditó la respuesta. Recordó el rostro de Wade cuando le dijo que no, que ésa fue la elección de Gabriel.


-No. No exactamente -agregó-. Sólo quiero saber...


Se detuvo. No quería herir a Alan y no sabía cómo hablar sin hacerlo. Pero necesitaba saber.


-Puede que diga lo contrario, pero una parte de mí lo lleve odiando desde entonces -dijo, estrujando sus manos-. Y sólo quiero saber si eso que no me podía decir era razón suficiente...


-Para dejarte, quieres decir -completó Alan, por él. Mike tenía la mirada gacha y él sentía el corazón hundiéndose en su pecho, aunque no le extrañaba. No era raro el saber que un Barnett se quedaba con trozos de su vida y Mike siempre se sintió prestado. Pensaba que ya no, pero al parecer se equivocó. Podría ser cruel y decirle que no. Que Gabe bien podía contarle si lo quisiera, pero no podía hacerle eso a Mike, porque por más idiota que sonara, lo quería. Quería que fuera feliz, y no quería mentirle.


-Es una buena razón -suspiró cuando lo dijo, agradeciendo estar sentado-. Es una muy buena razón.


-¿Y por qué lo sabes tú? -preguntó Mike. No entendía eso, tampoco. Porqué Gabriel sería sincero con una persona que detestaba.


-Porque yo sí le creería y nadie me creería si lo contara. Y porque quería que le ayudara a cuidar a Julie en el colegio -explicó-. La fastidiaban mucho, siempre lo han hecho y Wade nunca hizo nada por pararles, por consiguiente Gabriel tampoco. Supongo que crecer le hizo madurar o qué se yo.


Incluso a él, su voz le sonó desapasionada, vencida. Mike no parecía notarlo, más ocupado en fruncir el ceño y, tal vez, hacer conjeturas.


-No parece que lo odiaras ahora.


Ahora mismo, Alan odia a Gabriel más que a cualquier cosa, le parecería gracioso que Mike diga eso, de no ser porque le resulta terrible la idea de él siendo simpático con Barnett.


-Es un arrogante bastardo. Y si hay algo bueno en él, se va a terminar si sigue con su padre. Y va a seguir -en realidad, Gabriel se parecía cada día más al hijo de perra de Henry Barnett, excepto por los estallidos de rabia. A Alan le preocuparía, pero una parte de él había aceptado que su familia perdió y se siente bien tal y cómo están las cosas ahora, con su madre pareciendo viva nuevamente. Lo único que haría su felicidad completa es que Henry los dejara en paz-. Cuando él dice que su padre es un bastardo, tienes que creerle, Michael. Tiene una buena razón para decirlo. De todas formas, supongo que si tú siguieras con él, podrías ayudarle con eso. Parecía que se esforzaba en ser amable contigo.  


-¿Qué? -preguntó Mike, confuso. Observó a Alan y notó lo tenso que se veía-. Escucha, debo hablar con él...


-Asumo que sí -le interrumpió, volviendo al dibujo. Mike quería preguntar qué le pasaba, pero antes debía cerrar el ciclo con Gabriel. Lo sabía ahora, no se sentiría en paz hasta que lo hiciera.


-Sí -contestó-. No te enfades conmigo, por favor. Volveré en un rato -dijo, a modo de despedida. Alan no le contestó y Mike decidió que hablaría con él más tarde.


---


Cuando Gabriel abrió la puerta, Mike no se esperaba la expresión que vio en él. Estaba tranquilo, parecía resignado, pero a la vez feliz. Lo que sea que hubiera pasado, no le necesitaba a él para sentirse mejor. Tal vez nunca lo había necesitado, y a pesar de todo, el pensamiento todavía le hizo sentir incómodo.


-¿Vas a hablar? -preguntó Gabriel. Mike sólo había permanecido allí de pie, mirándole.


-¿Recuerdas algo de ayer? -preguntó.


-No y no quiero hacerlo -contestó, aunque recordaba algunas cosas-. Sólo ve al punto, ¿quieres?


-Bien -dijo Mike, exhalando un suspiro-. Mentí ayer, cuando dije que no te odiaba. Una parte de mí lo hace. O lo hacía. Le pregunté a Alan por lo que sea que no querías contarme, pero no te preocupes, no le pedí detalles. Sólo quería saber si era una buena razón, para mentir así delante de tu padre sólo porque creíste que él no aprobaría lo nuestro.


-No me digas que te dijo que sí -ironizó. Lo que menos esperaba de Garton era favores.


-Lo hizo -afirmó Mike, sorprendiendo a Gabe-. Dijo que tenías una muy buena razón.


-¿Y entonces? -cuestionó. No quería tener ninguna esperanza y luchó para sonar desinteresado.


-Bueno. Si tú dices que no eres el malo aquí, te creo, Gabe -Gabriel alzó la cabeza, queriendo decir que no le importaba lo que él pensara, pero ayer había estado mal precisamente por eso y no tenía caso intentar mantener su orgullo ahora. Mike tenía los ojos fijos en él, la mirada comprensiva que tan bien conocía-. Y no entiendo en realidad de qué va todo eso, con tu papá y tu familia, pero si crees que fue lo mejor, entonces bien. Estaba enfadado porque no me elegiste, pero no te guardo rencor por eso, no más.


-¿Porque ya no te importo? -preguntó Gabriel, sin poder contenerse.


-No -negó Mike, acercándose un paso-. Nunca me has dejado de importar, eres tú. Una parte de mí te va a querer siempre -susurró. Eso era cierto también. Una parte de él se preguntaría, siempre, cómo hubieran sido las cosas si no hubiera entrado ese día al cuarto, se imaginaría los días con él, los años con él. Notó que Gabriel desviaba la mirada y se forzó a seguir.


-Necesitaba decírtelo. Lo siento si es egoísta, pero necesitaba... cerrar.


Gabriel asintió, sin contestar. No esperaba nada menos, no quería necesitar el perdón ni la simpatía de Mike, pero era débil a él y sus miradas, y a toda esa dulzura suya.


-Vale -susurró, no confiando en sí mismo para decir nada más.


-No quiero que te sigas haciendo daño -Mike se animó a acercarse, posando una mano en su brazo-. El Gabriel que vi ayer no era uno que conociera. No quiero ser quien cause eso. 


-No te preocupes, eso lo causé yo -contestó, esbozando una sonrisa tensa. Quería llorar ahora mismo, en realidad-. Pero no te preocupes, no lo volveré a hacer.


-Lo siento -murmuró Mike, dejando caer el brazo-. Y gracias.


-¿Por qué? -preguntó, apretando los dientes. 


-Por todo.


Cuando Wade entró al cuarto, no esperó que Gabriel se tirara a sus brazos y ocultara el rostro en su cuello, las manos estrujando su camiseta, temblando. Lo dejó estar así por un rato, devolviéndole el abrazo.


-Sólo vino a “cerrar el ciclo” -murmuró, su voz baja y desgastada. Wade le acarició el cabello. No creía que nadie mereciera que Gabe sufriera así y odio a Mike con todas sus fuerzas. Ni siquiera encontraba fuerzas para bromear.


-¿Estarás bien? -preguntó. Gabriel dejó de temblar, considerando la pregunta. No es como si Mike hubiera dicho algo nuevo, él sabía que ya lo había perdido, pero seguía doliendo. Al menos, Wade estaba allí.


-Lo estaré -prometió. Tal vez él también necesitaba eso, perder todas las esperanzas, y sólo terminar de una vez.


-Bien -Wade se separó, y Gabriel notó que llevaba un par de botellas de soda en la mano. Le dio una a Gabriel, pasando un brazo por sus hombros, acercándose a su oído para susurrar-. De todas formas, deja la depresión. No es por nada, pero no eres el mejor tú cuando estás deprimido.


Gabriel asintió. Mike había dicho algo parecido y para evitar pensar en él, apoyó la frente en el hombro de Wade, dejándose abrazar. Sólo agradecía tener a su mejor amigo de vuelta, al menos eso hacía las cosas más fáciles.


---


Mike se mordió el labio, cerrando la puerta de su habitación. No había encontrado a Alan cuando volvió, no estaba en el club de arte tampoco y faltaba poco para las doce, sólo media hora antes de reunirse con Betty, le prometió ayudarla. Quería hablar con él, aclarar cualquier duda que tuviera lo antes posible. Recorrió el colegio, sonriendo aliviado cuando al fin lo vio, conversando en un pasillo con Elizabeth Harris. Ella le dio un disco y Alan le sonrió, pero cuando vio a Mike, su sonrisa se transformó en una mueca.


-¿Terminaste de hablar con Barnett? -le preguntó, al llegar a su lado. No esperaba verlo tan pronto, en realidad.


-Sí -contestó Mike-. ¿Podemos hablar ahora?


-Como sea -susurró Alan. Mike lo siguió de regreso al cuarto, confuso. Esperaba que Alan no creyera que se había ido para reconciliarse y cuando notó la forma en que lo miraba, ya dentro de la habitación, entre enfadado y resignado, se dio cuenta que eso era precisamente lo que pensaba.


-No es lo que piensas -le dijo, esbozando una sonrisa conciliadora.


-¿Qué? ¿No me pediste que te contara todo eso para poder perdonar a Barnett? -preguntó, el tono irritado que Mike llevaba meses sin oír regresando a su voz.


-Sí -asintió Mike-. Pero no cómo crees.


-¿En serio? ¿Entonces cómo?


-¡Alan! -exclamó Mike, acercándose a él y tomando sus brazos-. Escúchame, ¿por qué hablas como si hubiera ido a reconciliarme con él?


-Porque lo quieres -dijo, frunciendo el ceño y desviando el rostro. No lo niegues.


-No lo niego -Alan se soltó de su agarre, enfadado y Mike suspiró, cogiéndole de una muñeca esta vez-. ¿Quieres escucharme, por favor? Quería tener una razón para perdonarlo, sí. Porque pensé que no podía continuar si una parte de mí seguía estancada, pensando en los porqués y considerando que no nunca fui suficiente para él. No quería eso, no quería arrastrar eso. 


-Eso suena como que lo amas -murmuró Alan.


-Sólo quería terminar el ciclo -musitó-. ¿Por qué crees que pensaría en dejarte?


Alan regresó a mirarlo. Mike lucía herido y él comenzaba a sentirse culpable.


-Tal vez porque siempre lo miras y hablas de él como si todavía lo quisieras -espetó, aún enfadado.


-Fue la primera persona que quise de esa forma, pero ya no, Alan. ¿Por qué estás conmigo, si crees que no te quiero? -preguntó, sin poder creerlo del todo. Aunque, si lo pensaba, era su culpa. La desconfianza de Alan y su inseguridad, era su culpa-. Lo siento, no quise... nunca pensé en volver con él. No desde que estoy contigo, ¿bien? Y no es por compromiso, ni nada de eso.


-Entonces, no hiciste nada con Barnett. Sólo fuiste allá para decirle que lo perdonabas -comentó. Mike movió la cabeza para asentir-. ¿Sólo eso?


-Parecía que era lo correcto -contestó Mike. Miró a Alan, suplicante. No quería pelear. Y no quería seguir con esa charla-. No estaría aquí de otra manera, ¿no?


-¿Me quieres? -preguntó. Mike se lo había dicho unas cuantas veces, pero después de verlo tan preocupado y alterado por Barnett, necesitaba saberlo, oírlo hasta convencerse.


-Sí -contestó-. ¿Por qué sigues sin creerme?


Alan desvió el rostro. Podía contestar algunas cosas a eso, empezando que había visto la manera en que actuaba con Barnett, esa forma de comportarse como si no pudiera tener suficiente de él, siempre en las nubes cuando lo veía y que no notaba lo mismo cuando se trataba de él. Se sentía terrible y estúpidamente inseguro.


-¿Qué tengo que hacer para que me creas? -preguntó Mike, sin saber si sentirse desilusionado, enfadado o culpable. ¿Qué más prueba podría tener que el que estuviera allí, con él? Alan lo miró durante un rato, al parecer buscando algo en él que Mike no sabía qué era, antes de asentir.


-Bien, entonces -susurró. Mike frunció el ceño. Esto no era cómo se había imaginado la charla, pero sabiendo que parte del comportamiento de Alan era su culpa, se rehusó a mostrarse enfadado y sólo asintió, apoyando una mano en el pecho de Alan y besando su mejilla, antes de buscar sus labios. Alan sonrió, aún un poco indeciso. Pero Mike tenía razón, él estaba aquí, y lo conocía, no era del tipo que mentía. Cerró los ojos, suspirando y le devolvió el beso.


 


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