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West Lake por Hisue

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Notas del capitulo:

Hola!! 
Lo siento por la tardanza, otra vez. En serio, lo siento. Quiero agradecer a todas las personas que se han preocupado por mi ojo,muchas gracias. Por ahora sólo puedo cuidarlo, y más nada, así que no necesitan preocuparse de más, me voy a cuidar. 

Ya tengo trabajo!! Y eso es todo, los veo la próxima semana, con suerte. 

 

Capítulo 92


 


-A este paso, vamos a tener puros maricas aquí -Luke arrojó el balón de básquet al piso, bufando. Deberían estar formando equipos y, en cualquier otro día, se hubiera sentido feliz de tener a Garton en el suyo, pero no después de la escena en la fiesta-. ¿Es contagioso?


-Lo es -le contestó Gabriel, caminando hacia él, con las manos en los bolsillos-. Deberías alejarte o te darán ganas de probar.


-Ya te gustaría, Barnett -le espetó.


-¿A mí? Como no te cansas de decir, ya tengo a alguien que me ayuda con eso. Tú no. Si no recuerdo bien, dejaste a tu novia.


-Si van a seguir así, me largo -les interrumpió Alan, harto de estar allí y no jugar. Él sabía que iba a tener problemas y no le importaba demasiado cuando eran sus compañeros, sólo le hartaba escuchar lo mismo cada día.


-Lárgate, una mariposa menos.


-Como si pudieras ganarme, idiota...


Gabriel suspiró. Burlarse de Luke era una cosa, pero no le interesaba defender a Garton. Se alejó y se dejó caer en el piso, sonriendo cuando sintió a alguien apoyarse en uno de sus hombros. Giró el rostro y su sonrisa desapareció al ver a Harris allí.


-Esa no era la reacción que esperaba, Gabe.


-Quítate, ¿quieres?


-Vamos, no seas así -Gabriel desvió la mirada, volviendo a sonreír al ver a Melinda acercarse al campo, acompañada de Julie. Ella lo vio y por la manera en que le sonrió, supo que las cosas irían como él quería. Alan, por otro lado, se había ido hace un rato, al parecer también cansado de Luke-. ¿A qué viene esa sonrisa complacida?


-No te importa -contestó empujándolo mientras observaba a Alan marcharse detrás de su madre. Sin pensar mucho en lo que hacía, se acostó en el piso, usando las piernas de Harris como almohada-. Así está mejor.


-Eres una persona muy mimada, ¿te lo habían dicho?


-Tal vez sólo estoy tratando de fastidiarte.


-Debes intentarlo mejor. Me gusta este Gabriel -murmuró Harris, pasando una mano por su cabello-. Eres como ese perro tuyo. Primero gruñes y una vez que te acostumbras...


-No me he acostumbrado a ti -le interrumpió Gabriel. Clay enarcó una ceja y para probar su punto, volvió a pasar una mano por su cabello, sonriendo cuando Gabriel cerró los ojos y se inclinó hacia su mano.


-Sigue negándolo, Gabe.


Gabriel chasqueó la lengua. Estaba cómodo allí y no tenía muchas ganas de levantarse, pero si Harris se esforzaba en hablarle, su paz se iría por un tubo. Se levantó a regañadientes y observó la cara sonriente de Clay. Aún no decidía que iba a hacer con él, después que admitiera que le gustara y no le agradaba la incertidumbre en que se mantenían.


-Esta noche -le dijo, metiendo las manos en los bolsillos del buzo-. No puedo corresponderte o lo que sea, pero si quieres, puedes venir esta noche.


Clay apoyó las manos en el piso y sonrió ante la obvia incomodidad de Gabriel. Era gracioso verlo así. Asintió, aguantando las ganas de reírse.


-Lo pensaré -dijo. Gabriel volvió su atención al campo y se unió a uno de ellos después de discutir con Luke una vez más y esta vez, Clay decidió quedarse y unirse a ellos poco después. Además, podía ver a su prima cerca y no quería escuchar otro de sus regaños.


---


Melinda se detuvo frente a la puerta del cuarto de su hijo, suspirando. Alzó la mano, reticente y tocó cuando se dio cuenta que llevaba más de cinco minutos de pie allí. Tenía que hacer esto, tarde o temprano y se mantuvo pensando en las palabras de Gabriel, en su expresión cuando dijo lo mucho que le alivió que su padre no lo rechazara. Debía tratar de comprender. Debía tratar de darle lo mismo a su hijo.


-¿Qué haces aquí? -espetó Alan, al abrir la puerta. Todavía tenía puesto el uniforme de física y había sudor corriendo por su rostro. Melinda lo miró, notando cuánto había crecido y preguntándose cuántos años pasaron desde que miró a su hijo a los ojos. No lo recordaba. Tal vez desde que abandonaron el cementerio, o cuando la noticia del suicido de su esposo llegó hasta ellos. Su hijo no era un niño, había crecido y Melinda se encontró fijándose en las diferencias entre ese chico de pie delante de ella, mirándola con rabia y el niño que solía adorarla.


-Vine a hablar -dijo, haciendo un ademán hacia el cuarto, indicando que quería pasar-. Por favor, Alan.


Alan frunció el ceño, desconfiado, pero se apartó. Melinda entró y se fijó en la carpeta abierta sobre el escritorio y en el chico sentado en el piso que alzó los ojos y la miró, nervioso. Era su tutor, recordó y su mente hizo cuentas. Entonces, ése era el chico.


-Quiero hablar contigo, a solas -dijo, volviéndose hacia su hijo. No se creía capaz de hablar o incuso mirar a ese chico, no todavía. Ya era un esfuerzo estar allí y no empezar a pedir explicaciones.


-Volveré luego -dijo Mike, poniéndose de pie. Le decidió una sonrisa temblorosa a Melinda y se contuvo para no tocar a Alan mientras abandonaba el cuarto.


-Entonces -Alan se apoyó en la puerta, mientras su madre recorría el cuarto, se detenía frente a su cuaderno de dibujos y lo hojeaba. Se contuvo para no decir que dejara el cuaderno en su lugar y esperó. Sabía lo que Melinda iba a encontrar allí. La página abierta tenía un boceto de Mike, apoyado en la pata del escritorio, leyendo con expresión concentrada y la que seguía a esa mostraba a Julie y Katherine, de espaldas y de pie una al lado de la otra. Le gustaba dibujarlas y ver el contraste entre ambas cuando estaban cerca. Tamborileó los dedos sobre la puerta, tratando de no impacientarse y recordando el resto de dibujos. Había uno de Max, visto desde la ventana de un salón, uno de la capilla, árboles y copias de diseños que vio en la web.


-Tengo que disculparme -dijo Melinda, cerrando la carpeta y sin mirarlo todavía-. Fue difícil para mí, pero no pensé en ti, en cómo te sentías.


Alan frunció el ceño. No esperaba eso. No esperaba nada, en realidad y se quedó en silencio, con la boca abierta, sin contestar.


-He estado tratando de comprender. Es difícil para mí, pero estoy tratando, Alan. Si no puedo entenderte, al menos quiero poder apoyarte.


-¿Estás segura? -preguntó Alan. Melinda se sentó y asintió. Que su hijo se mantuviera alejado y la mirara con una expresión cauta en sus ojos le dolía.


-¿Podrías acercarte? -Alan se pasó una mano por el rostro y se alejó de la puerta, caminando lentamente hacia su madre. No se sentó cerca de ella, de todas formas, se ubicó al borde de la cama de Mike, todavía sin creer lo que estaba escuchando-. ¿Cuándo empezó?


-No lo sé -Alan titubeó al contestar y se pasó una mano por el cuello, nervioso-. Sólo... pasó, no lo esperaba, no es lo que buscara tampoco.


Alzó los ojos para ver a su madre, esperando ver de nuevo la desaprobación y la lástima en ellos, pero ella se mantenía neutral y sólo la manera en que apretó los puños sobre sus rodillas le indicaron que la tranquilidad era sólo una fachada. Ella no podía aceptarlo, aunque se esforzara en estar allí y escuchar. Pero al menos era algo, pensó. Al menos, estaba allí.


-Lo siento -murmuró, sin saber qué más decir. En su anterior charla, estaba demasiado enojado por su actitud como para disculparse, pero ahora las palabras salieron sin que él las pensara, de manera automática-. No quería desilusionarte.


Melinda se miró las manos, sin saber cómo responder.


-Sólo quiero que sepas que estoy aquí para ti -dijo, al fin. Debía afrontar esto-. Soy tu madre, Alan. Eso no va a cambiar, elijas lo que elijas.


Alan bajó la cabeza, parpadeando para contener las repentinas lágrimas que amenazaron con escapar de sus ojos. No esperaba el alivio que sintió al escucharla, ni las ganas de llorar. Carraspeó, pero no alzó los ojos.  


-¿Y sobre lo otro que dije? -preguntó. Supuso que si iban a hacer las paces, lo mejor era mostrar todas las cartas. Se animó a mirar a su madre, tratando de adivinar qué pensaba detrás de su expresión tranquila. Melinda suspiró.


-¿Qué es lo que realmente quieres hacer?


-No lo sé, en realidad -Alan hizo una mueca, alzando el rostro-. Pero quiero descubrirlo sin pensar que debo hacer algo porque es lo que se espera de mí. No quiero que nuestra familia se hunda, es sólo... no quiero esa vida. No sabes lo difícil que es tener que escuchar todo lo que hablan, las cosas que dicen...


-Creo que te sorprenderías -le interrumpió Melinda-. Eras un niño y no debí dejar que afrontaras todo solo. Lo siento por eso. Pero no es fácil para mí tampoco. Al menos, me gustaría que lo pienses.


-Lo haré -prometió-. Al menos, eso puedo intentarlo.


-Pero no puedes intentar cambiar de idea con el chico -dijo, tratando que sonara a una broma. Notó que Alan volvió a bajar la cabeza, desanimado.


-No es que pueda -susurró-, no es así como funciona.


-Lo sé -Melinda suspiró. Era difícil estar allí, mirando a su hijo, pero al menos en algo, Gabriel y Henry tuvieron razón. Había notado el alivio en los ojos de Alan cuando le dijo que le apoyaría y, para su sorpresa, se sintió aliviada también-. Es él, ¿verdad? El chico que estaba aquí.


Alan asintió, a sabiendas que ya no tendría caso negarlo. Además, si su madre estaba allí con la intención de apoyarlo, mentirle sería un insulto hacia ella.


-Es Mike. Es mi tutor, ¿recuerdas que no quería un tutor?


-¿Ya estaban juntos, en ese momento? -preguntó. Se forzó a preguntar, a que su voz no temblar cuando lo hizo y a cambio recibió una pequeña sonrisa tímida de parte de su hijo. No recordaba, tampoco, la última vez que lo vio así de vulnerable, pero a la vez feliz. Desde que su esposo murió, Alan se había dejado envolver por el resentimiento y la amargura y ella no había notado, hasta ahora, el cambio, la ausencia de esa eterna tristeza que su hijo cargaba, como si todo lo que en él era afilado y duro se hubiera suavizado. ¿Y era a causa de ese chico?


-No exactamente -estaba diciendo Alan, con esa sonrisa tímida todavía bailando en los labios-. Me ayudó mucho. Él es una buena persona, en realidad. Responsable y todo eso, nada como yo.


Melinda bajó la cabeza. Cuando se había imaginado teniendo este tipo de conversación con Alan, siempre pensó que se trataría de una chica, le gustaba imaginar el tipo de mujer que elegiría, no un muchacho. Tal vez sus pensamientos se mostraron en su rostro porque Alan volvió a tensarse y desviar la mirada.


-No voy a pedirte que cambies -le aseguró-. Sólo es un poco difícil para mí. Espero que también entiendas si a veces yo lo desapruebo.


Alan asintió. Podía entender eso.


-Creo que te caería bien si lo conocieras.


Melinda se animó a levantarse y sentarse al lado de su hijo. Dejó caer una mano en su rodilla y miró al techo mientras hablaba.


-No creo que pueda, todavía. Sólo quiero que estés seguro que no me vas a perder, Alan, pase lo que pase. Y que siempre estaré aquí para ti.


-Gracias -susurró Alan. No confiaba en sí mismo para levantar la cabeza y agradeció cuando su madre dejó de tocarlo y cambió el tema, preguntando por Julie. Se quedaron un tiempo más charlando, del colegio, de sus amigos y sus gustos y se sintió feliz de responder, notando como su madre esquivaba cualquier pregunta sobre Mike o sus opciones para después del colegio. Alan no podía sino agradecerlo.


-Creo que ya te he interrumpido lo suficiente -dijo ella, mirando el reloj en su muñeca. Se levantó y Alan la imitó, de nuevo dudando sobre qué decir.


-Gracias -dijo, al final. Melinda sacudió la cabeza y después de dudarlo un momento le dio un abrazo que se sintió incómodo para ambos, pero les hizo sentir como si se hubieran acercado. No del todo, pero iban avanzando.


-No es nada -murmuró ella. Alan se apresuró a abrirle la puerta y se sorprendió al ver a Mike allí, al parecer regresando de la biblioteca. Melinda lo miró, aún no podía admitir a ese chico y al parecer, él lo comprendió así porque le dedicó un breve asentimiento de cabeza y se apartó. Mientras salía y sentía los ojos de su hijo fijos en ella, recordó a Gabriel y se giró.


-No deberías agradecerme -le dijo, sonriendo-. Sé que lo detestas por su apellido, pero deberías plantearte si no lo estás juzgando muy deprisa. Fue Gabriel quien me ayudó a notar que estaba siendo injusta si no consideraba tus sentimientos en serio.


Alan sólo pudo sonreír, mientras observaba a su madre irse. Creería en todo, menos en la bondad de un Barnett. Recordó lo que Gabe le dijo en esa reunión, que podía alejarlo de esa vida si se lo pedía, pero nunca se lo pidió.


-Tenía que arruinarme esto también -murmuró, entrando al cuarto, seguido de Mike.


-¿Arreglaron las cosas? -preguntó.


-Hasta este mismo momento, sí. Pero ahora parece que tengo que tengo que darle las gracias a Barnett.


-No es tan malo como crees -murmuró Mike. Alan bufó-. Y al menos, tu madre vino, ¿no?


-Sí, ella está tratando -dijo, sin poder evitar sonreír-. Eso es bueno. Al menos es un comienzo.


Mike sonrió y se acercó, dándole un suave beso en los labios.


-Es cuestión de ver el lado bueno -comentó, sin mencionar nada acerca de la forma en que ella le había ignorado. Debía ser difícil de aceptar y podía entender eso. Acerca de Gabriel defendiendo a Alan, no podía imaginarlo, pero estaba seguro que Gabriel no era tan malo como Alan pensaba. Solía cometer errores y ser muy arrogante, pero no era malo. Pero no insistió más, sabiendo que no era un tema que Alan le agradara.


-Me siento mejor -Alan lo abrazó-. Ella llegará a aceptarte también. Es una cuestión de tiempo.


-No la fuerces, creo que es genial que lo intente, lo mejor es dejar que vaya a su ritmo.


-Lo haré -respondió. Se apartó un poco para mirar a Mike al rostro y se inclinó, rozando los labios ajenos con los suyos. Todos esos días, cada vez que se besaban, Alan no era el mismo y había un rastro de amargura que volvía a ambos incapaz de disfrutar el acto, pero esta vez era un beso de verdad y esta vez Alan no estaba pensando en nada más que en compartir su alegría y Mike pudo sentirlo. Abrió los labios ligeramente y sonrió mientras Alan llevaba las manos a su cintura y lo dirigía hacia la cama.


-Creo que extrañé esto -murmuró, contra sus labios. 


-¿Besarnos? -preguntó Alan, sonriendo.


-Tu cara sonriente -contestó Mike. Alan desvió la mirada, sintiendo que estaba a punto de sonrojarse y Mike le atrajo de vuelta a sus labios. No lo dijo en voz alta, pero Alan le pareció tierno en ese momento.


---


-¿Puedes ir fuera esta noche? -Wade alzó la cabeza, dejó de escribir en la laptop y se giró hacia Gabriel.


-¿Por? Mañana hay clases y algo que todavía no termino, Gabe. Puedes solucionar tus asuntos con Harris luego.


-Puedo decirle que te preste su cuarto -Wade enarcó una ceja. No sabía en qué demonios terminaría esa relación o qué planeaba Gabriel.


-No quiero dormir en su cama -bufó, cruzándose de brazos-. No quiero pensar en lo que hará después sabiendo que he dormido allí.


-Te das demasiada importancia -dijo Gabriel, aunque conociendo a Harris, no podía asegurar que Wade no tenía razón.


-Bueno, vale, iré a pasar la noche con Adriana. Si él y tú se vuelven novios, sería genial que acordaran mantenerme lejos de sus fantasías, por favor, ya va siendo hora.


-No tengo fantasías contigo -gruñó Gabriel, más por seguir fastidiando que porque fuera cierto o no. Wade se levantó, apoyó una mano en su hombro y le dirigió una mirada comprensiva mientras asentía.


-Sigue repitiéndote eso y algún día lo creerás. Lo sé, es muy difícil superarme, pero debes intentarlo.


Gabriel negó con la cabeza, acariciándose las sienes. Era mejor que Wade bromeara con el asunto, en vez de alarmarse, pero dudaba que fuera a dejar de burlarse pronto y la perspectiva no era agradable.


-No debí contarte nada nunca -se quejó. 


-Como sea, ¿necesitas que me vaya ahora, o más tarde?


Gabriel miró el reloj. Todavía eran las seis y aunque no habían quedado en ninguna hora en específico, pensó que sería mejor que Wade no estuviera allí cuando Harris llegara. O empezarían a discutir, él discutiría también y nunca podrían tener una charla más o menos normal.


-Ahora está bien. Y gracias. Puedes aprovechar y pedirle disculpas a Adriana.


-Oh, ya lo hice -respondió, lamiendo sus labios y esbozando una sonrisa pícara. Gabriel sintió un poco, sólo un poco de curiosidad y lo miró, esperando una explicación-. Sólo diré, hermano, ella puede tener unos cuantos fetiches. Pero lo valen.


Gabriel ladeó el rostro, mucho más curioso, pero sin querer preguntar directamente. Adriana lucía como la clase de chica a la que no le importaría pedir una o dos cosas en la cama y junto a Wade... bueno, los dos estaban cortados por la misma tijera. Y era bonita, no iba a negar que un par de veces la había mirado más de la cuenta.


-Hay una parte de mí que tiene curiosidad -admitió, reluctante-, pero la otra no quiere saber.


-Hablando de eso, nunca querías saber nada de Teresa, ¿te cae mejor Adriana?


-No es eso. Adriana es, al menos, de tu edad. No es una idiota que se metió con quién no debía -respondió, cruzando los brazos sobre su pecho. Wade suspiró. No tenía caso discutir sobre Teresa, él no pensaba dejar de verla y a Gabriel nunca le iba a gustar.


-Le diré que tienes su aprobación, entonces -respondió, antes de tomar su laptop, la mochila y salir del cuarto.


Gabriel suspiró y miró el reloj. Estaba aburrido y se sintió aliviado cuando la puerta se abrió, más de media hora después, y Harris entró, vistiendo unos jeans desteñidos y una camiseta color lavanda que había visto mejores días. Gabriel lo miró un momento. No encontró el mismo odio que sentía por él hace unos meses, aunque algo del fastidio seguía allí, casi todo reemplazado por culpa y una gran parte de deseo. Odiaba sentir todo eso al mismo tiempo.  Si tan sólo pudiera sentir lo mismo que con Mike... chasqueó la lengua, alejándose de ese pensamiento. Pensar en Mike era malo. Y no quería volver a sentir nada parecido a eso.


Clay le echó un vistazo al cuarto, como si no lo hubiera visto antes y apoyó el cuerpo en el escritorio, mirando hacia la cama, en la que Gabriel fingía terminar una tarea.


-Debí llamar antes de venir y ver si estabas disponible -bromeó.


-Lo estoy -contestó Gabriel, mintiendo a medias. Podía dejar la redacción que escribía para otro momento, pero no quería lucir ansioso-. Sólo espera un momento.


-Como quieras, Gabe -susurró-. Es como siempre se hacen las cosas, a tu gusto.


-Y yo aquí pensando que podía tener una charla normal contigo, Harris -murmuró entre dientes. Esa no era una buena forma de empezar.


-Está bien, lo siento. Termina tu tarea.


Gabriel esbozó una sonrisa tensa y terminó de escribir, observando a Harris de reojo. Parecía aburrido, pero él había notado que siempre parecía aburrido cuando debía quedarse quieto o callado durante mucho rato. Cuando al fin terminó y dejó la laptop en la mesa de noche, sentándose en el filo de la cama, Harris le miró, expectante y Gabe buscó una forma de empezar sólo para descubrir que no sabía bien qué decir.


-No quiero seguir con eso de evitarte -murmuró. Clay reaccionó enarcando una ceja.


-Al menos reconoces que me evitabas -dijo, aguantando una risa.


-¿He dicho ya que me resulta muy difícil hablar contigo?


-No, pero lo asumí.


Gabriel se rascó la cabeza, chasqueando la lengua, tratando de ignorar la obvia burla en el tono de Harris.


-Me gustaba como estábamos antes, ya sabes, antes de...


-¿Antes que dijera que me gustas? -completó Harris. Gabe asintió. Estaba tratando de no burlarse, ni ser cínico, ni nada. Sólo hablar y dejar las cosas claras.


-Es incómodo, puede que no para ti, pero a mí... prefiero que no sientas nada por mí, sería mejor. Más fácil.


-¿Eso significa que terminamos? -preguntó Harris. Barnett estaba dando vueltas al asunto y él se empezaba a aburrir. Prefería al Gabe que le gruñía a éste, y en realidad no entendía el drama. Si le gustaba Barnett, era su problema y de nadie más.


-Estoy tratando de hacer esto bien... no sé porqué, si eres tú después de todo, pero... y mentiría si digo que no me divierto contigo.


-Para mí el trato siempre ha sido el mismo, Gabe -dijo, sonriendo al ver que al menos seguía frunciendo levemente el ceño cuando le llamaba así-. Pasarla bien hasta que esto se acabe. Pero si quieres poner reglas, escuchémoslas. Soy una persona muy abierta a las posibilidades.


-No quiero poner reglas, sólo saber dónde estamos parados. Si estás bien con eso y asumes que no es probable que  me enamore de ti, porque eres tú...


-Estás logrando que me sienta ofendido -le interrumpió Clay.


-Lo siento -murmuró. Harris le miró, sorprendido de verdad esta vez y Gabriel lo notó. Bufó e hizo un ademán con la mano para restarle importancia-. Eres un incordio, pero creo que no eres tan malo.


Clay consideró responder con una broma, pero ya que Barnett había dicho algo amable, a su modo, decidió respetar el momento.


-Gracias -atinó a decir, unos minutos después-. Entonces, ¿puedo tocarte o no? Porque esto empieza a resultarme incómodo y para mí nunca hubo nada que discutir. Además, empiezo a aburrirme. Podría estar cenando, tomando una taza de té o...


Gabriel le interrumpió riendo y cuando Clay hizo el intento de preguntar qué era tan gracioso, Gabe ya estaba de pie y se inclinaba para besarle, apenas rozando sus labios. Clay parpadeó, y esbozó una sonrisa pícara para después levantarse, quitarse la camisa y arrastrar a Gabe a la cama. Eso estaba mejor, decidió, mientras Gabriel se ubicaba sobre él, como siempre, y le acariciaba por encima del jean. No le diría que había extrañado la sensación de sus dedos acariciando su miembro, pero lo había hecho. Gabriel lo besó, con la misma forma suave y dulce que Harris encontró extraña desde la primera vez que se acostaron, y suspiró contra sus labios. Era raro, pero había extrañado esa dulzura casi tanto como el miembro que ahora se deslizaba en su interior, haciéndolo gemir y arquearse.


-Demonios -jadeó Gabriel contra su cuello-. Te sientes bien.


-¿Gracias? -contestó, cuando pudo hablar. Ellos no hablaban mucho en la cama... Gabe solía susurrar un montón de cosas sin sentido y a las que no les prestaba atención, pero nada más. Por eso se extrañó cuando Gabriel le contestó.


-¿Gracias? ¿Qué clase de...? -un gemido interrumpió sus palabras- ¿Qué clase de respuesta es esa?


-Sólo muévete de una vez -espetó, y volvió a sorprenderse cuando lo que escuchó, amortiguado por su propia piel, fue el sonido de una risa suave. Gabriel sí que era raro. Al menos, le hizo caso. Dejó de besarle el cuello para poder incorporarse, llevó las manos a sus muslos y se movió, haciéndolo gemir.


-Te ves bien -susurró Gabriel. No estaba pensando en lo que decía, sólo estaba excitado y hablar era un impulso más que otra cosa. Y, además, se veía bien. Su piel era más pálida que la suya, y su cabello no era rubio brillante como el de Kristy y no era un cuerpo más pequeño que el suyo el que tenía debajo, pero se veía bien. Despeinado, mordiéndose los labios, pero aún teniendo esa expresión de desafío cuando lograba enfocar la vista y le miraba. Era irritante, pero le gustaba tenerlo así. Incluso si fuera sólo sexo.


-¿Me veo bien? -preguntó, entre jadeos-. ¿En general o sólo cuando tú me...?


Gabriel le interrumpió besándole.


-Te ves bien, debajo de mí -respondió, burlándose. Obtuvo una risa como respuesta y en pago, impulsó sus caderas hacia adelante, logrando que la risa se convirtiera en un gemido grave-. ¿Lo ves?


-Eres un jodido idiota -replicó Harris, pero le rodeó el cuello con los brazos y lo besó otra vez y Gabriel se entregó al beso. Era la primera vez que tenían sexo de esa forma, generalmente sólo se fastidiaban hasta antes de empezar a hacerlo y, el acto, aunque excitante, no era más que un trámite. Era la primera vez que lo hacía, y no tenía problemas con ser un poco... arrogante bastardo, como le gustaba decir a Garton. Era extraño, pero no desagradable.


---


Gabriel se levantó, horas más tarde, gracias al leve sonido de una voz. Quiso decir que hiciera silencio, pero permaneció callado, escuchando a Harris hablar por teléfono, curioso a su pesar.


-¿Por qué me llamas a esta hora, tío? Podría estar durmiendo -lo escuchó reír entre dientes y seguir hablado-. Bueno, hay alguien... vamos, no debería importarte mi vida sentimental, ¿Liz te ha dicho algo? No es... tío... vale, hay alguien.


Gabriel parpadeó, esperando que no mencionara su nombre, mientras escuchaba a Clay reír y negar.


-Está bien, tío. Es Barnett. Sí, ese Barnett, ¿hay otro acaso? ¡No te rías! No lo menciones, ¿bien? Si llego a casa y me encuentro que todo el mundo lo sabe, nunca más te volveré a hablar -hubo una pausa, en la que Gabe consideró levantarse e interrumpir la charla. No la gustaba la idea de Harris diciéndole a todo el mundo que lo quería. Aunque Harris nunca mencionó querer, sólo gustar-. No, no es serio. Tío, por favor, no cases aún.  ¡Por favor, no uses mis posibles relaciones para tus negocios! Vale, vale, adiós. Te quiero también.


-Tienes una buena relación con tu tío, ¿no? -preguntó, sobresaltando a Clay. Éste se giró y guardó el celular, asintiendo.


-Son buenas personas, ambos. No estaría aquí sino fuera por ellos. Y no preocupes, mi tío no es un bocón. Aunque pregunta si puedes ir.


-No lo sé. Si mi padre quiere que regrese a Inglaterra, lo haré -Clay lo miró. Era imposible pasar por alto el tono de amargura que teñía la voz de Gabriel cuando debía hablar de su padre-. Pero igual, creo que eres la primera persona a la que escucho hablar así de bien con su pa... tío.


-No debiste corregir -le dijo Clay, sonriendo y volviendo a la cama-. No recuerdo a mis padres, siempre hay gente que me habla de ellos y cuando lo hacen, me miran como si hubiera perdido algo, pero no lo siento así. Nunca los conocí, para empezar. Fuera de sus nombres y las cosas que me cuentan, no sé nada de ellos y no puedo sentir nada por ellos. En lo que mí respecta, mis tíos son mis padres y Liz mi hermana.  Pero entiendo que para ti sea diferente.


-Sí -fue lo único que contestó Gabriel. No le apetecía hablar de Isabelle con él-. Y te entiendo, también -añadió, para no sonar tan cortante.


-Mi tío a veces habla de Henry -siguió diciendo Clay. Sospechaba que, incluso con la rabia que podría provocar en Gabe, era mejor que seguir mencionando a Isabelle-. Lo conoció de joven, y lo primero que me dijo cuando te vio es que eras igual a él. No Liam, él podía fanfarronear, pero no era como Henry. Pero tú sí. Eso dijo. Sonó como un halago, así que no hagas esa cara. Para nosotros, tener la sangre fría, saber negociar y elegir cuando hacer qué cosa según nos convenga son actitudes merecedoras de halago.


-No me siento bien por oírlo.


-Pero lo eres -Clay sonrió, se recostó en la cama y Gabriel contuvo el impulso de acercarse y acurrucarse contra él. Se estaba comportando con él como lo hacía antes con Kris y Mike, aunque no sintiera lo mismo. Supuso que era la costumbre o tal vez la necesidad de tener a alguien al lado. Lo que fuera, no le agradaba. Aunque no recordaba haber hablado nunca así con Mike. Pero Mike no sabe lo mismo que Clay, pensó. Sus mundos estaban muy lejos y aunque a Gabriel nunca le había importado, ahora lo notaba. Con Mike, nunca habría podido admitir que sus mejores características distaban de ser buenas. Podía bromear sobre ellos, pero no admitirlo. Tal vez siempre quiso que Mike creyera que él era una buena persona. 


-Lo único que me gustaría tener de él es su capacidad para no enfadarse. Eso me sería útil.


-Pero molestarte ya no sería divertido.


-Por eso me sería útil -Gabriel sonrió y fue Clay el que acortó la distancia entre ellos, aunque no llegó a tocarlo-. Entre tú y Wade, me van a hacer envejecer.


-¿Eso significa que nos vamos a seguir viendo? Eres lindo.


-Es obvio. Mientras mi familia tenga negocios con la tuya -nuevamente, Clay notó el verde de los ojos de Gabe oscurecerse. Tampoco hacía falta ser adivino para notar que no le agradaba seguir el mismo camino de su padre. Lo extraño era que, las veces que lo había visto en público haciendo el papel de hijo ejemplar, los ojos que ahora lucían enfadados, brillaban por la diversión. Se preguntó en qué momento mentía Gabriel. Gabriel bufó y se acomodó en la cama, dándole la espalda-. Es de madrugada, déjame dormir.


---


Alan no había terminado de bajar la mochila de su hombro cuando escuchó la puerta abrirse. Mike estaba allí, sentado en su propia cama, masajeando sus hombros con una mueca de cansancio en el rostro, así que supuso que era Julie, ella jamás tocaba, y se giró, sonriente, pero su sonrisa se transformó en una mueca de fastidio cuando vio a Barnett. Mike alzó los ojos también, sorprendido.


-Quiero hablar contigo -dijo, sin cerrar la puerta. No miraba a nadie en específico y Mike carraspeó, sin entender.


-¿Para qué? -preguntó-. Nosotros no...


-No contigo -le interrumpió Gabriel, señalando a Alan-. Con él. A solas.


-Bueno, nosotros no tenemos nada de qué hablar -murmuró Alan-. Apenas que sea algo del colegio y de ser así, habrías mandado a tu perro faldero, ¿no?


Gabriel se enfadó por la mención despectiva a Wade, pero hizo lo posible para que su rostro no lo mostrara.


-Vamos, Garton, sabes que tenemos que hablar.


Alan frunció el ceño. Sabía porque Barnett quería hablar, pero no quería hacerlo. Y al mirar a Mike, se dio cuenta que no quería ocultarle más cosas.


-Puedes hablar delante de él -dijo, señalando a Mike. Esta vez, el enfado de Gabriel fue visible para él y también notó la forma en que sus ojos se detenían en Mike, como buscando una respuesta.


Mike los miró a ambos, sin saber bien qué hacer. Odiaba los secretos y por alguna razón, sentía que esto tenía algo que ver con el secreto que Gabriel llevaba tiempo guardando y que Alan, por alguna razón más extraña, conocía. Regresó la mirada a Alan, preguntando sin palabras si estaba bien que se quedara y éste se encogió de hombros. Entonces, todo dependía de Gabriel. Excepto que él jamás quiso contarle nada.


-Bien, hablemos delante de Mike -dijo Gabriel, sonriendo. Se acercó, jaló una silla y se sentó al revés, como acostumbraba, con los codos apoyados en el respaldo-. Pero primero que todo, ¿no tienes algo por lo que agradecerme? Escuchemos tus “gracias” y hablemos.


-No tengo nada porqué agradecerte, Barnett -replicó Alan-. Lo que hagas no es asunto mío.


-Vaya, pensé que serías la clase de persona que reconoce cuando está en deuda. Porque yo soy el bastardo después de todo, ¿no es así? Vamos, Garton, juguemos a esto. Eres el buen chico y como lo eres, me vas a agradecer por haber hecho que tu madre cambiara de opinión. Me las arreglé incluso para que pensara tu decisión de no participar en su resurgimiento -era una mentira a medias, pero cuando Alan no refutó, supo que había dado en el blanco. Su padre debió decirle algo que hiciera que Melinda replanteara todas sus ideas, sobre la homosexualidad y sobre el futuro de su hijo. Tal y como lo veía, Garton estaba sacando un precio muy barato.


El rostro de Alan se puso lívido y por un momento no supo qué decir. Miró de nuevo a Mike y éste negó con la cabeza y miró hacia la puerta. Se iría si se lo pedían, eso era seguro. Al menos, que estuviera allí sirvió para tranquilizarlo.


-Bien -dijo, entre dientes-. Gracias, Barnett, por tu amabilidad. ¿Algo más?


-Sabes porqué lo hice -respondió Gabriel. Sin girarse, se dirigió a Mike-. ¿Puedes salir, Mike?


-¿Por qué? -preguntó Mike, cuando estaba cerca de la puerta. Tenía pensado irse sin chistar, pero no lo entendía y todo estaba regresando a su cabeza. Ese día en que escuchó a Gabe confesarle a su padre que él no era nada más que un juego, sus excusas después... odiaba no saber qué había pasado exactamente con ellos. Se giró y encaró a Gabriel-. ¿Por qué él puede saberlo y yo no? Lo lógico sería que no le confiaras tus secretos a alguien que te odia.


Mike no esperaba una respuesta, en realidad, pero Gabriel llevó una mano a sus labios, considerando cómo responder de forma apropiada.


-A él no le importa -contestó-. A él nadie le creería y eso es una razón, pero más importante, es porque no le importa.


Alan frunció el ceño, y abrió la boca, para negar las palabras de Gabe. Pero entonces Barnett lo miró, esos ojos de un intenso verde y no pudo responder. Él sabía que Isabelle estaba viva, o al menos sabía que Gabriel lo creía así. Pero nunca pensó en averiguar más, en realidad nunca pensó en ella en lo absoluto. Pero, ¿acaso Barnett pensaba en su padre muerto gracias a su familia? Lo dudaba.


-¿Qué clase de lógica es esa? -inquirió Mike. Lucía herido y a pesar de lo mal que se sintió al verlo así por Barnett, Alan se acercó a él y posó una mano en su mejilla izquierda, cuando notó que Gabriel no pensaba decir nada más. Al parecer, tenía pensado quedarse allí, sentado como una estatua, hasta que Mike decidiera salir del cuarto.


-¿Puedes salir, Mike? -preguntó, en voz baja. Miró por encima del hombro a Gabriel y notó cómo desvió los ojos apenas notó su mirada. No es que su expresión hubiera cambiado en algo-. No te puedo prometer que te contaré después, no es mi secreto, no puedo hacerlo.


Mike alzó la mirada, notó la inseguridad en Alan y alzó la mano, uniéndola a la que Alan mantenía en su mejilla. Quería saber y no podía evitarlo, pero asintió, sabiendo que de todas formas no obtendría una respuesta.


Gabriel no se movió hasta que Alan estuvo frente a él. Estaba enfadado, toda su tristeza por ver a Mike y ver lo cercanos que eran ahora fundiéndose en rabia, pero se mantuvo bajo control. Esto era más importante.


-Entonces, ¿qué quieres?


-Quiero entrar a tu casa -dijo Gabriel, sin dudar. Alan lo miró, soltó una risa seca y negó con la cabeza.


-Estás loco si crees que voy a dejar que un Barnett ponga un pie en mi casa.


-No seas idiota -replicó Gabe-. Mi padre ya ha estado allí, invitado por tu madre, y creo que él tiene las manos manchadas, no yo. Salir con estupideces sobre dignidad ahora no tiene sentido.


-No te debo ningún favor, hiciste lo que se dio la gana -respondió Alan, enfadado. Quería golpearlo  y romper esa perfecta máscara de indiferencia-. Y no importa lo que mi mamá hago, nunca te voy a dejar entrar a mi casa.


-Puedo cambiarlo -dijo Gabriel. Alan lo miró, sin entender-. Si pude convencer a tu madre de dejarte el camino libre, ¿crees que no podría hacer lo contrario? Y aquí estaba yo, pensando que era mejor hacerte un favor, y estar a mano.


-¿Por qué quieres entrar a mi casa?


-¿Me dejarás entrar si te lo digo?


Alan chasqueó la lengua. Odiaba esto y odiaba sentir que sólo estaba bailando en sus manos. Pero tenía razón y se lo debía. Odiaba pensar que le debería algo a un Barnett más que hacerle caso y seguirle el juego.


-Bien -aceptó, a regañadientes.


-Alguien me dijo que tu padre guardó algo en su estudio que podría incriminar al mío. Lo quiero.


-Revisaron mi casa de pies a cabeza -dijo Alan, negando con la cabeza. Lo que más había querido años atrás era que una prueba apareciera-. No había nada. ¿Y quién te lo dijo?


-No es del todo cierto -contestó Gabriel, ignorando la pregunta de Alan-. La investigación estaba empezando cuando tu padre se suicidó. Dejó esa carta admitiendo su culpa y después de eso, en medio de todo el escándalo, no revisaron nada más.


-¿Y por qué no me dices dónde está para traerlo? -Gabriel esbozó una sonrisa, antes de volver a su posición inexpresiva y Alan supo que no iba a obtener una respuesta-. ¿Y qué tal si cambias de opinión y en realidad te estoy ayudando a limpiar a tu padre?


-No puedes saberlo -murmuró Gabriel-. Pero es una cuestión de elecciones. He elegido este mundo, Garton y haré lo que sea para lograr lo que quiero. Tú elegiste huir. No tienes ningún derecho a cuestionar o preocuparte por lo que haga después. Porque podrías seguir aquí, investigar las cosas por ti mismo y limpiar a tu padre, como tú dices, pero no lo vas a hacer. Y eso te quita el derecho a hacer preguntas.


Alan se mordió el interior de la mejilla. Era como estar frente a Henry, incluso en la voz y en el tono de suave regaño, como si estuviera impartiendo una lección para una persona demasiado idiota, esa condescendencia que odiaba. Lo peor, claro, era que tenía razón. ¿Cómo podía exigir nada? Abandonando a su madre, eligiendo cualquier otra cosa, sólo se alejaba más y más de la verdad.


-Deberías agradecerme -siguió diciendo Gabriel-. Algún día, encenderás la televisión, verás las noticias y sabrás la verdad. Y cuando el nombre de tu padre esté limpio, recuerda ir y agradecerme apropiadamente.


Gabriel sonrió, poniéndose de pie.


-Bueno, eso es todo. Tiene que ser lo antes posible, invita a más personas. Tú, Mike, Julie, Katherine. Ericka y Wade van conmigo, claro. Ah, y los Harris. Ambos. Puedes invitar a más gente. Luke, si quieres. Podría ser una fiesta divertida.


-¿Quién te ha dicho que he aceptado? -preguntó, sólo para borrar la expresión satisfecha en el rostro de Gabriel, pero éste sólo se limitó a sonreír, una mueca engreída que hizo que Alan tuviera ganas de golpearlo. ¿Y así intentaba convencerlo que estaba del lado correcto?


-Dos semanas, máximo -dijo, dirigiéndose a la puerta. Ninguno de los dos se extrañó al ver a Mike cerca de la puerta y Alan se preguntó si había tratado de escuchar su conversación. De haber estado en su lugar, él lo habría hecho.


-¿Por qué no se lo cuentas? -preguntó a Gabriel, antes que él se alejara. Gabriel se giró y, por primera vez en toda su charla, pareció confundido.


-¿Qué? -preguntó. Antes, él también se preguntaba porqué no le podía contar a Mike, porqué su padre se oponía tanto a ella. Pensaba que era para alejarlo de Mike, pero ahora entendía que no era por eso. Si le contaba todo a Mike, ¿quién más seguiría? Le podría decir la verdad amparado en sus sentimientos, y la próxima vez, con la siguiente persona, se inventaría otra excusa y volvería a contarlo y en algún momento, alguna persona traicionaría su confianza y... no podía controlar lo que hicieran. Sólo podía controlar sus acciones y necesitaba entender que Isabelle era un tema prohibido-. No.


-Déjalo, Alan -suspiró Mike, tirando de su brazo-. Está bien.


Gabriel les dio una última mirada y se alejó, con las manos en los bolsillos. Cuando desapareció en el pasillo, Alan volvió al cuarto y Mike lo siguió.


-¿Estabas escuchando? -preguntó, sin intención de acusarlo. Mike asintió.


-No escuché mucho, sólo que... ¿está tratando de acusar a su padre? -preguntó. No quería decir que también había oído cómo Gabe remarcó que Alan no tenía derecho a hacer preguntas, si no se iba a quedar al lado de su madre. Pensó que no sería conveniente tocar ese tema hasta que Alan quisiera.


-Porque es una buena razón -murmuró Alan. Mike suspiró.


-Ya hemos hablado de esto -dijo Mike, exhalando un suspiro. Le molestaba que Alan todavía dudara de él, que siguiera insistiendo con el tema-. ¿Puedes por favor confiar en mí? No estoy contigo porque quiera olvidar. Y no sé cómo puedes estar conmigo si piensas eso.


Alan se restregó los ojos con el dorso de la mano, suspirando.


-Lo siento. Yo sólo... a veces no sé porqué te gusto... -se interrumpió, sacudiendo con la cabeza. Esto no tenía nada que ver con Mike y no podía seguir culpándolo de sus inseguridades-. No, no es tu culpa, soy yo, y mis problemas con Barnett. Y no dudo de ti, te lo aseguro.


-Bien -Mike sonrió y se estiró para besarle-. Quiero saber porque todavía no entiendo qué fue lo que paso. Es sólo eso, necesito entender qué pasa entre él y entre ustedes. No tiene nada que ver con mis sentimientos por ti.


-En serio lo siento -repitió Alan. Mike soltó un suspiró, llevó sus manos a las de Alan y le apretó los dedos.


-Me enojaré si vuelves a insinuarlo.


-No sé porqué no estás enojado ahora -admitió. Si fuera él, estaría gritando o algo, pero lo que le gustaba de Mike era eso, precisamente. Su forma de mantenerse tranquilo y pensar las cosas. Le  observó mientras éste se mordía el labio inferior y bajaba la mirada a sus manos unidas.


-No eres la clase de persona con la que nadie pensaría que yo saldría -dijo, de pronto, sorprendiendo a Alan. No respondió nada, no sabía  a qué venía esa declaración. Mike volvió a apretar el agarre en sus manos y alzó la mirada-. Pero estoy contigo porque quiero. Porque te quiero. Creo que no lo digo muy seguido -murmuró, bajando la mirada, avergonzado.


Alan parpadeó un momento, sorprendido. Era cierto que Mike se lo dio muy poco, pero no estaba esperando una declaración. Sintió sus manos temblar y lo soltó para poder abrazarlo.


-Te quiero también-susurró, apretándolo contra su cuerpo-. Y no sé porqué te quiero, a veces te miro y lo único que veo es a un nerd.


Mike se apartó y le dio un golpe en el brazo, aunque sonreía. Era fácil sentirse bien con Alan, desde antes, cuando sus burlas eran un poco más en serio.


-Eres tonto -murmuró, volviendo a golpearle.


-Sigue con eso, tal vez algún día sienta tus golpes -se burló, riendo e inclinándose para besarlo nuevamente. Mike permaneció impasible un momento, sólo para fastidiarlo, pero cuando Alan le lamió los labios, suspiró y abrió la boca, rodeando su cuello con los brazos-. Creo que debes irte.


Mike asintió. Era el día en que debía ayudar a Betty, pero aunque Alan dejó de besarlo, no se movió de dónde estaba, no quería irse.


-Preferiría quedarme -confesó, jugando con el dobladillo de su camiseta.


-Y yo -contestó Alan-. Pero, sabes, el chico que quiero es tan jodidamente responsable que llega a ser irritante. No se lo digas, pero me gusta mucho eso de él.


-No lo haré -contestó, sonriendo-. ¿Qué harás con Gabe? -preguntó, cuando estaba a punto de irse.


-Detesto admitirlo, pero se lo debo. ¿Quieres conocer mi casa? No sé si Julie quiera venir y no quiero pasar una tarde sólo con sus amigos.


-Claro -aceptó Mike, sonriendo-. Le diré a Julie, seguro viene también. 


---


-Entonces, según las últimas noticias, vamos a la casa de Garton -Wade entró al cuarto, se sentó entre los cojines arreglados en el piso y cruzó las piernas a modo indio, observando a Gabriel, que salía del baño, secándose el cabello. Casi no se extrañó al ver salir a Harris del baño, sólo agradeció que ambos estuvieran vestidos-. Por favor, díganme que mi cama permanece inmaculada.


-Sueñas -respondió Clay, brindándole un guiño-. Es nuestro lugar favorito, sabes que siempre estamos pensando en ti.


-Maldito enfermo -replicó Wade, aunque sin verdadero enfado. Gabriel suspiró, sin encontrar nada que añadir a la charla-. Entonces, ¿la casa de Garton?


-No sé, ni Liz ni yo queremos ir -comentó Clay.


-Vamos -intervino Gabriel-. Es una excusa para salir del colegio y beber un poco sin necesidad de ir a un club y ser ahogado por el ruido.


-La completa expresión de la juventud, mi Gabriel -Wade rio y Clay observó la forma en que ambos se miraban, en una conversación sin palabras sobre lo que sea.


-Si me invitas tan gentilmente, iré -dijo, buscando su chaqueta. Sabía que no tenía caso quedarse más tiempo, incluso aunque Gabriel hablaba más con él y, en general, era más amable. Era extraño, en realidad-. Te veo luego.


Se acercó a Gabe y le dio un beso en los labios, pretendiendo que fuera corto y suave, pero lo sintió abrir los labios y, más que nada, sintió la incomodidad de Wade, así que continuó besándolo, llevando una mano a su nuca e introduciendo la lengua en su boca. Gabriel no participó activamente, pero al menos no se alejó y le dejó hacer hasta que Wade carraspeó.


-No necesitaba ver eso, gracias, Harris.


-Dile a tu amigo, él no me detuvo.


Wade le contestó con un gesto grosero y Clay se fue, al fin, riendo.


-Él tiene razón -dijo Wade, girándose hacia Gabriel-, debiste apartarlo. En serio, no necesitaba ver eso.


-¿Desde cuándo eres tan remilgado? -preguntó Gabriel, sentándose a su lado en el piso. Wade bufó, haciendo una mueca de asco. No era remilgado, no tenía problemas con nada, pero eso no significaba que disfrutara ver a dos hombros manoseándose. 


-Si a ti no te gustaran las chicas, no creo que te gustaría verme en esa situación tampoco. Como sea, ¿en serio vas a seguir creyendo en mi madre?


-No creo que me lo haya dicho si no quisiera que hiciera algo -murmuró Gabriel. A él también le molestaba sentirse un peón, pero tenía que aguantar de momento. Suspiró. Hablar de eso le recordaba a Mike y Garton y la obvia complicidad entre ellos. Volvió a suspirar, a sabiendas que enfadarse no serviría de nada-. Ya veré qué hacer cuando encuentre lo que sea que haya allí.


-Lo tienes todo planeado -Wade volvió a reír, pero sintió el enfado de Gabriel y cambió el tema-. Entonces, ¿tú y Harris van en serio ahora?


-Más o menos -admitió Gabriel. Se recostó en la pared, estirando las piernas. Si podía ser sincero con alguien era con Wade. Sabía que no lo juzgaría-. No es que me guste más ahora, ni nada. O sea, el sexo está bien. Muy bien y todo, pero creo que es seguro. Quiero decir, si alguna vez sale a la luz, nadie me va a molestar si es un Harris. Además -admitió, bajando la voz-, no quiero tener que pasar por eso otra vez.


No necesitó especificar para decir que con “eso” se refería a Mike, Wade lo supo de todas formas y aunque siempre pensó que el amor era una tontería, ver a Gabriel descartar la posibilidad le molestó. El amor podría ser una estupidez para él, pero Gabriel nunca lo consideró así. Le molestó notar que Gabriel consideraba a Mike tan Mike tan importante como para quitarle las ganas de enamorarse


-Tal vez algún día -dijo, posando una mano en la rodilla de Gabriel-, encuentres a alguien que no sea un idiota que salga llorando al primer problema.


-Por el momento, no me interesa -murmuró Gabriel. Recordó a Mike nuevamente y apretó los puños y Wade fingió no darse cuenta-. Lo que quiero es salir de aquí de una vez y poder hacer algo. Me está matando el sentirme inútil.


-No creo que pueda entender el sentimiento, si fuera por mí, viviría sin hacer nada por el resto de mi vida.


-Si no fuera por mi viejo, lo haría también -replicó Gabriel. Dejando la toalla a un lado, recostó su cabeza en el hombro de Wade y suspiró cuando, de inmediato, una mano subió a acariciar su cabeza. Le tranquilizaba. Le gustaría que Mike siguiera a su lado, poder olvidarse de todo y sólo ahogarse en la ternura que significaba Mike, pero esto era de cierta forma, mucho mejor. Porque no necesitaba mentirle a Wade, y no necesitaba mantener una imagen ante él, ni necesitaba hacer nada más que quedarse allí y dejarse acariciar-. Al menos, estarás conmigo.


-Sí, bueno. Tú asegúrate que no me aburra y nunca me perderás. 


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