Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

The One Night Stand por Fallon Kristerson

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Tienen todo el derecho del mundo a matarme, pero les advierto que si lo hacen jamás terminará esta hsitoria ;A; lo lamentoooo! por eso traté de que fuera un capi algo más largo (traté) para tratar de comepnsarles si es que todavía hay alguien que quiera leer esta porquería ._. bueno, dejando de lado mis monseadas, ya yhe aclarado un poco mi panorama y sé por fin a dónde va toda esta cosa ^^ así que ya habrá más hechos por capítulo y la cosa dejará de ser tan lenta :) espero que les guste! ^^

PD: el siguiente capi también está listo y lo subiré en cuanto haya recibido un par de rr 8D *chantaje*

15. De una lado para el otro

Se suponía que el mejor amigo era una persona especial, en la que puedes confiar incondicionalmente, sin preocuparte de que te fuera a traicionar y dar la espalda. Gakuto sabía todo eso, y aún así algo le hacía dudar. Se lo contaba. Ok, ya llevaba casi un mes con Yuushi y no le había dicho absolutamente nada, por más que el rubio de vez en cuando preguntaba por él, pero Gakuto solo se encogía de hombros y murmuraba un "ahí está". Tal vez así le hizo creer que su especie de prostitución estaba en su fin (en teoría así era). Por otro lado, Jiroh no parecía desagradarle el empresario y eso le daba algo de ánimo a abrir la boca.

¿Pero y si las cosas no salían bien...?

Las disimuladas miradas que Gakuto le estaba lanzando ya por más de media le estaban comenzando a irritar en serio. Sabía que el acróbata a veces tenía problemas para decir algo específico y que aquella era una clara señal de que algo le estaba queriendo decir. Por lo general, Jiroh simplemente esperaba hasta que se lo dijese cuando se animase, pero esta vez realmente se estaba comenzando a impacientar. ¿¡Qué rayos pasaba! Algo le decía que, fuese lo que fuese, tenía que ver (mucho) con el presidente de Tatami Corp.

-¿Gaku?

Gakuto alzó la mirada de su Nintendo DS, el cual había traído consigo por no haber encontrado su PSP (que seguramente fue secuestrado literalmente por su gemelo malvado). Su madre de seguro le regañaría que para eso no iba a casa de su amigo, pero él sabía que a Jiroh, quien de todas maneras casi solo dormía, no le importaba si jugaba ahí.

-¿Qué?

Jiroh tomó aire, mordiéndose luego el labio inferior.

-Oye, ¿qué es lo que pasa?

Gakuto se quedó helado, mirando fijamente la pantalla superior de su consola.

-Sé que algo hay -siguió Jiroh seriamente-. Quiero saber qué es. ¿Tiene que ver con Oshitari-san?

¡Bingo! Gakuto asintió ligeramente, volviendo a levantar la mirada una vez más. Estaba excesivamente serio y eso asustaba al lirón. De ser mujer, le habría preguntado a Gakuto si estaba embarazado.

-No se lo puedes decir a nadie –dijo en un susurro.

Jiroh rodó con los ojos.

-Eso ya lo sé -bufó, pensando por un momento que eso era todo.

Pero se equivocaba.

-Somos pareja.

Silencio. Luego los grillos.

-¿¡Que ustedes QUÉÉÉ!

Definitivamente se oyó hasta Europa, o por lo menos hasta China y Corea. Gakuto, evitando una sonrisa nerviosa, suspiró.

-Que estoy saliendo con él -gruñó entre dientes-. Eso dije.

-¿¡Pero estás loco!

-Creo que sí...

-¡Gakuto!

-Ese es mi nombre.

-¡Aaaahhh! -exclamó Jiroh fuera de sí-. ¡Pero cómo se te ocurre! ¡Ese sujeto te dobla la edad!

Gakuto puso los ojos en blanco.

-No me dobla la edad, lo haría si tuviera treinta y dos años -se explicó-. Y él tiene veintiocho...

-¿¡Eres idiota o qué! -bramó Jiroh-. ¡Eso no cambia el hecho de que tú seas un menor de edad y él un adulto con carrera y media vida hecha!

-¿¡Menor de edad! -exclamó Gakuto enojado-. ¡Tú también eres un menor de edad saliendo con un adulto!

-Pero es algo totalmente diferente -contradijo Jiroh-. No lo puedes comparar, Gakuto, Atobe es prácticamente de nuestra edad también.

Gakuto solo rodó con los ojos, cruzándose de brazos.

-Traidor.

Jiroh suspiró. Gakuto siempre terminaría diciendo eso cuando se quedaba sin argumentos.

-Gakuto...

-No lo quiero oír -le cortó su amigo molesto, cerrando de golpe su DS y comenzando a guardar sus cosas, pero Jiroh lo detuvo tomándolo de la muñeca.

-Gakuto, escúchame por favor -lo volvió a intentar, ganándose una mirada fulminadora-. Créeme si te digo que no te conviene, porque no solo te lo digo por las razones obvias que son su edad y su posición como el socio de tu padre, sino también porque Atobe me ha hablado de ese sujeto y no quiero que salgas lastimado...

Gakuto se zafó del agarre, cerrando los ojos irritado. Respiraba algo agitadamente, pero luego de un par de segundos se calmó.

-Jiroh -dijo en voz baja, cosa que le llamó la atención al aludido-. Tú me conoces. ¿Alguna vez te ha parecido que me interesaba lo que otros fuesen a decir?

-No, aunque a veces no estaría de más, ¿sabes? -contestó Jiroh en tono amargo. Gakuto se encogió de hombros y los de sus labios parecían treparse hacia arriba.

-¿Alguna vez te he dicho que amo a alguien?

Jiroh no respondió, no quería oírlo ni tampoco creerlo.

-Lo amo, punto final.


Cuando volvió a casa, estaba de mal humor, cosa que al parecer contrastó terriblemente con el ambiente que envolvía su hogar. Su madre estaba zumbando una canción mientras lavaba los platos del almuerzo y su hermana la estaba incluso ayudando. Gakuto frunció el ceño, quedándose parado en el marco de la puerta.

-¿Qué haces ahí parado? ¡Siéntate!

Sin dejarlo responder, su progenitora lo tomó de la muñeca y lo jaló, sentándolo en la mesa.

-Es una lástima que te hayas quedado a comer en casa de los Akutagawa, pero te hemos guardado algo de postre -canturreó su hermana, sacando una fuente de la refri.

Gakuto la miró aterrado.

-Muy bien, ¿qué es lo que pasó?

Ambas mujeres se miraron, intercambiando sonrisas cómplices, cuando en ese momento apareció su padre en la cocina. El adolescente contuvo la respiración, observando como el hombre se acercaba y se sentaba delante de él en la mesa.

-¿Estabas donde los Akutagawa?

Gakuto asintió, mirándolo serio, aunque en el fondo también curioso. ¿Qué rayos le pasaba a su familia?

-Últimamente ya ni se te ve en esta casa -prosiguió el señor Mukahi y Gakuto no cabía en su asombro.

Pero a la vez aquello lo irritaba.

-¿Ah no? ¿Y acaso a ti sí? -contestó con veneno en la boca.

Sintió un par de palmaditas en su cabeza y vio que era su madre regalándole una agradable sonrisa. Su padre sin embargo chapó el anzuelo y frunció el entrecejo.

-¿Perdón?

Gakuto torció los labios.

-¿Dónde está Kotaro? -quiso cambiar de tema, viendo como la expresión de su padre se relajaba notoriamente.

Pero lo que le respondió no le agradó en lo absoluto.

-Está trabajando con Oshitari-san en la nueva campaña publicitaria.

-Supongo que habrán comido algo cerca de la oficina -murmuró su madre alcanzándole a su hijo una cuchara.

Gakuto miró hacia abajo. Pudín de chocolate. Kotaro... Yuushi... Almorzar en la oficina... ¿Qué estaba sucediendo aquí? Quería preguntar, pero un nudo en su garganta se lo estaba impidiendo. Quería exigir una explicación, pero parecía que el aire no alcanzaba sus pulmones y su cuerpo entró a una clase de trance. Lentamente bajó la cuchara, dejándola en el bol. Tomó el bol, se puso de pie y salió. Arriba, tiró su puerta.

El silencio se instauró de nuevo en la casa de los Mukahi y no huyó hasta que la puerta principal volvió a sonar con la llegada del último retoño.

-¡Lleguéee! Mamá, ¿todavía hay postre?

La señora Mukahi salió al encuentro de su hijo menor, preguntándole cómo había estado la tarde. El chico suspiró, masajeándose la nuca con pereza, y respondió que tal vez eso de las oficinas no era lo suyo, pero que igual había sido interesante ayudar a Oshitari-san. La madre sonrió, disculpándose, que Gakuto se había comido todo el pudín. Kotaro sonrió.

-No importa –dijo mientras subía corriendo las escaleras.

Gakuto pudo oír sus pasos y lamentó no ponerle pestillo a su puerta a tiempo.

-¡Hermanitooo! ¡Adivina qué tan genial estuvo mi día de hoy!

-Sal de mi habitación –le cortó Gakuto con tono serio y amenazante, a lo que su hermano le sonrió cínicamente.

-¿Por qué?

-Porque eres una molestia –bufó el mayor de los gemelos, a lo que la sonrisa de Kotaro se ensanchó.

-¿Por qué?

Plaff, almohadazo en la cara de Kotaro. Este sin embargo solo se rió a carcajadas, cerrando la puerta tras suyo, y devolviendo la almohada con la misma fuerza.

-Ah, acaso es porque papá me consiguió trabajo como el asistente personal de Oshitari-san? –susurró mientras se acercaba peligrosamente a su hermano.

Este se cruzó de brazos.

-¿Qué dices? Hablas como si eso debería preocuparme –escupió.

Kotaro alzó una ceja.

-Te preocupa, porque sabes que Oshitari no va en serio contigo –ronroneó, esquivando a tiempo la cachetada que iba dirigida a su rostro.

-Cierra la boca –siseó Gakuto, y Kotaro ladeó el rostro.

-Nop, no hasta que me digas que no estás enamorado de él.

Gakuto frunció el ceño. ¿A qué iba eso? ¿Qué se suponía que Kotaro haría con algo así?

-Mira, no es mi culpa que papá piense que soy el más apto para tomar su empresa. En cuanto me gradúe, estudiaré para eso y a la vez trabajaré a medio tiempo ahí. ¿Y adivina qué? No importa qué hagas, terminaré mucho más tiempo junto a Yuushi de lo que tú estarás en estas vacaciones, porque sinceramente sería muy ingenuo de tu parte creer que durarás más allá de eso.

Gakuto estaba atónito.

Agregando un coqueta sonrisa, Kotaro se dio media vuelta y abrió la puerta, aunque se volvió una vez más.

-Por cierto –musitó-. Agradecería mucho que no arruinaras la agradable atmósfera que por fin hay en esta casa, Gakuto.

Decidido: Gakuto asesinaría a ese imbécil.


Realmente no le gustaba para nada cuando Kotaro le echaba en cara todo lo positivo que le sucedía, frente a las "desgracias". O peor, le recitaba como poema florido sus tan despreciables defectos. Como lo odiaba.

-La verdad es que me he quedado con la impresión de que Oshitari-san no suele abrirse mucho, pero aún así es una persona tan amable y dedicada -siguió echándole flores el menor de los gemelos al empresario-. Además -agregó-, dice que soy muy bueno anticipándome a las necesidades de los demás. Gaku, ¿sabías que acerté eligiendo su almuerzo favorito?

Lo que a oídos de ambos progenitores sonó como una emocionada noticia, para Gakuto fue claramente una indirecta a lo "no sabes nada de él". Lo peor era que tenía razón, no sabía lo más mínimo acerca de Yuushi, de sus gustos, sus intereses, sus hábitos... Y Kotaro terminaría sabiéndolo todo. No quería, no le gustaba la idea de... de... ¿perderlo?

Gakuto, en respuesta, se encogió de hombros, suspirando.

-¿Alguien me puede decir qué estamos celebrando?

Sus padres se miraron.

-¿Celebrar? No necesitamos que sea una ocasión especial para que podamos salir a comer en familia -dijo su madre tranquilamente-. Pero si insistes podemos decir que celebramos el trabajo de verano de tu hermano.

Gakuto forzó una sonrisa, cosa que su hermana observó algo contrariada. Cuando el mesero se acercó y quedó explicándole la carta de vinos a su padres, se inclinó hacia el costado.

-Soy yo, o últimamente estamos saliendo mucho "en familia"? -preguntó Gakuto en voz baja, inclinándose también y haciendo las comillas con los dedos.

Suzume se rió por lo bajo, encogiéndose de hombros.

-Es que papá quiere pensar que todavía tiene una... -bromeó, a lo que Gakuto puso los ojos en blanco.

La estudiante lo miró de manera analizadora, penetrante.

-¿Qué sucede?

Gakuto la miró interrogante.

-Algo tienes -insistió su hermana-. Estás todo raro... como serio y menos agresivo.

Gakuto solo la miró extrañado, antes de volver a sentarse derecho y hacer su pedido.

-No tengo nada.

-¿Qué cosa, Gaku? -preguntó su madre al oírlo.

Gakuto negó con la cabeza.

-Nada.


No sabía por qué diablos estaba haciendo eso. Realmente, algo raro tenía y ahora hasta él mismo se lo estaba diciendo. Solo que él sí tenía una seria sospecha de qué era ese algo. Cuando quedó parado ante aquella puerta, se preguntó por qué estaba dudando. ¿Tal vez Yuushi no estaba en casa...? ¿¡Pero qué demonios! ¿Eso qué importaba si tenía la llave (sin el consentimiento ni el conocimiento de Yuushi)? Al diablo con esto, sacó la llave y abrió, y al entrar procuró tirar la puerta con toda su fuerza. El golpe resonó por todo el apartamento y el mortal silencio le confirmó que el lugar estaba abandonado.

Se apoyó en la puerta, observando el recibidor vacío. Le extrañaba un poco el silencio solitario del lugar, porque nunca antes había estado ahí solo. Siempre era con Yuushi, porque era la casa de Yuushi. ¿Qué se suponía que iba a hacer ahí solo? Ni si quiera trajo algo consigo para distraerse mientras esperaba.

Suspiró y ascendió al segundo piso. En la habitación de Yuushi dejó su mochila y en el suelo y se quitó las zapatillas. Su mirada se paseaba por el dormitorio, cuando una idea cruzó su mente. Nunca había explorado completamente el apartamento del empresario, o mejor dicho: le daba curiosidad saber qué había realmente en los demás cuartos del segundo piso. Así que se dio media vuelta y terminó en la siguiente puerta, en lo que pareció ser algo como una oficina. Sin volver a echarle un segundo vistazo, pasó de largo y abrió la siguiente puerta: lo que encontró fue una pequeña salita. Un poco extrañado qué hacía una segunda sala en el piso de arriba, cerró la puerta.

-Nada –gruñó enojada, sin saber qué era lo que buscaba.

Cuando abrió la tercera y penúltima puerta del segundo piso, encontró algo más interesante. La oficina. Encogiéndose de hombros, entró. Era en sí una oficina casera común y corriente, con sus estantes repletos de libros que el adulto habrá utilizado en sus años de universidad, un escritorio con computadora. Sobre la mesa había varios papeles desordenados, un vaso vacío y envolturas de lo que parecían bombones de chocolate, pero lo que más le llamó la atención, fueron las fotos enmarcadas que estaban sobre el alféizar de la ventana frente a la mesa. Se acercó, trepándose sobre la mesa, y comenzó a observarlos. No eran muchos, la verdad, pero era bastante relevantes.

En la primera salía una pareja de esposos mayores, al parecer sus padres. Frunció un poco el ceño. Eran bastante opuestos, una mujer de facciones calmadas y amorosas y un hombre de semblante serio y estricto. Le recordaban tanto a sus propios padres, solo que su mamá era menuda y la señora Oshitari era alta y esbelta. "Ya veo por qué el hijo salió como salió", pensó el adolescente.

En la foto siguiente a la primera estaba su novio con una chica de cabello azul igual, largo y ondulado. Yuushi no debía tener más de quince años, tal vez un poco menos, y ella unos dieciocho. Se parecían mucho, por lo que asumió que era su hermana mayor que una vez mencionó ante su padre. Lo tomó, pensando que desde siempre el empresario ha sido bien parecido y... ¿¡demonios, qué decía! ¡Estaba demasiado bueno para ser verdad! Soltó un suspiro, tomando distraídamente un cuadro al azar.

Esta vez salían dos chicos con él, debían tener unos veinte y pico años, durante la época de universidad. Se veía bien... Permaneció un buen rato mirando fijamente la foto, y entonces, sin pensárselo una segunda vez, le dio la vuelta y lo abrió por atrás. Sin embargo, del marco sacó dos fotos en vez de una. Extrañado frunció el ceño, volviendo la foto. Salía una chica, de aspecto algo enfermizo y de seguro era de aquellas chicas que le decían que sí a todos y su mayor defecto era no tener personalidad. Encima de esta había estado la imagen que antes había visto. Dudó. Luego de eso tomó la primera foto y dejó en el marco de la chica. Tenía un mal presentimiento.

Oyó entonces como se cerraba la puerta principal.

Oyó entonces como la puerta principal se cerró. Devolvió rápido el marco a su sitio, esperando que Yuushi no lo mirase demasiado seguido, y se guardó apresuradamente la foto, saliendo de la habitación, tratando de ser lo más sigiloso posible.

-¿Gakuto? -dijo Yuushi sorprendido al verlo arriba de la escalera-. ¿Cómo entraste?

Dejó en el recibidor su portafolio. Gakuto bajó las escaleras.

-Encontré una copia de tu llave -explicó el adolescente con la mirada fija en su novio.

-¿Y no me pudiste decir eso cuando la tomaste? -cuestionó Yuushi con el ceño fruncido.

Gakuto solo se encogió de hombros.

-No creí que te molestaría -susurró.

Yuushi suspiró, cerrando los ojos y masajeándose la sien.

-No, no me molesta -dijo finalmente y lo miró-. Te estaba llamando.

Gakuto ladeó el rostro. ¿Y su teléfono?

-Lo olvidé en casa.

-Ah...

El adulto volvió a suspirar, pasando al lado suyo, y se dirigió a la cocina.

-¿Qué quieres comer?

Siempre era la misma pregunta. Gakuto respondió que le daba igual, a lo que Yuushi decidió que cenarían Strogonof. Si bien no era lo mismo que salir a un restaurante elegante para cenar comida a la carta, Gakuto sintió que ya estaba comiendo demasiado seguido afuera.

Siguió a Yuushi a la cocina, quedándose en el marco de la puerta, y lo observó callado. En algún momento Yuushi alzó la mirada y lo vio. Ladeó el rostro y preguntó si estaba todo bien.

-¿Para qué me llamabas? -quiso saber Gakuto.

Yuushi solo se encogió de hombros mientras terminaba de sacar ingredientes.

-Para esto, que vengas, no sé -murmuró sin mirarlo.

Sonaba algo irritado, ahora que lo notaba, y eso le sacó una pequeña sonrisa. Entró y fue directamente donde él para abrazarlo por la espalda, inhalando su aroma a colonia cara, camisa de algodón y empresario ocupado.

-¿Mal día?

-No te imaginas -gruñó-. Primero los endemoniados informes, luego una baja en las finanzas, cambio de planes en la campaña propagandística, y Tomoka y Kotaro realmente...

-¿Kotaro?

Yuushi se detuvo en seco, dándose cuenta de lo que había dicho.

-Ah... Es que, bueno... Tu padre creyó que podría necesitar un asistente y...

-Ya lo sabía.

Silencio.

-¿No me lo ibas a decir tú, cierto?

Se apartó del adulto, apoyándose en la mesa a su lado, mirándolo fijamente. Yuushi puso los ojos en blanco.

-No, sí... O bueno, tal vez no lo consideraba necesario.

-¿Ah no? –bufó Gakuto-. ¿Por qué? ¿Por qué daba igual?

-¿Solo viniste por eso? –respondió Yuushi exasperado.

Hubo una pausa peligrosa, en la que Gakuto presionó sus labios, mirándolo molesto.

-Si tanto te molesta que haya venido me puedo ir -siseó provocativo.

Yuushi rodó los ojos.

-No Gakuto, no es...

-Ya lo sé -bufó el adolescente interrumpiéndolo-. Kotaro, yo, da lo mismo al final, ¿no? ¡No es que realmente me quieras a mí!

Supo que había sido estúpido decir eso en el momento en que fue empujado con brusquedad contra la pared. Supo que era un idiota en el momento en que su boca fue sellada por la del adulto, quien lo sujetaba con fuerza por los brazos. Quiso gritar, aunque no sabía muy bien por qué. Quiso corresponder y no supo por qué en ese momento no lo hizo.

De pronto, las manos de Yuushi lo fueron soltando, como si se hubieran arrepentido de lo hecho, y el empresario lo liberó. Se pasó el dorso de la mano por la boca, sin mirarlo, y eso le rompió el corazón. Se dio media vuelta, dio un paso, dos, hacia la puerta, cuando Gakuto se percató que se estaba alejando de él.

-Podemos pedir algo de comida chi... –murmuró

Antes de que Yuushi pudiera terminar la frase, Gakuto ya lo había vuelto a tomar de la muñeca, jalándolo. Por reacción, se giró, encarándolo, cayendo de la impresión. Sin darle tiempo de nada, Gakuto tomó su rostro y lo besó. Yuushi le correspondió urgido.

Terminó nuevamente contra la pared, con la ropa siéndole arrancada por la prisa y su cuerpo reaccionando con deseo. Lo necesitaba, lo necesitaba. No el sexo, era Yuushi lo que...

-¡Ahh!

Se arqueó al sentir su boca sobre sus pezones. Se aferró a los hombros desnudos del genio, buscando hasta el más mínimo contacto posible. Cuando terminó entre los brazos de Yuushi, sus manos planas contra la pared, y su boca acorralada nuevamente en un beso fogoso, jadeó sobre sus labios, susurrando su nombre.

Sabía de sobra lo que venía cuando el otro ensalivaba tres dedos, mas eso nunca llegó. Fue él mismo quien terminó llevando los dedos a la boca del otro, disfrutando plenamente cuando los labios y la lengua de Yuushi los envolvieron. Era un sentimiento agradable, cálido y húmedo. Cuando retiró sus dedos, un hilillo de saliva quedó pendiendo de la boca de Yuushi, el cual seguía cada uno de sus movimientos. Era como si fuera imposible que se le moviera un músculo sin la supervisión del adulto.

Se mordió los labios al penetrarse a sí mismo. Se suponía que estaba acostumbrado a aquello, pero sentir ahora él mismo como su esfínter ahorcaba a sus dedos era una sensación algo extraña, casi angustiante. Apoyó la cabeza en el hombro de Yuushi, quien lo rodeó. Trató de empujar más allá sus dedos, pero sentía que eran demasiado pequeños como para dilatarlo lo suficiente. Sin embargo, de un momento al otro pareció lograr rozar con la punta del dedo medio su próstata y fue inevitable gemir fuertemente en el oído de Yuushi. Estaban duros, ambos.

Yuushi, impacientado, tomó su muñeca y la sacó de ahí, volviéndolo a presionar contra la pared, y lo penetró sin cuidado alguno.

Estaba desesperado y Gakuto podía sentir esa desesperación. Lo sentía con cada embestida que lo hacía derretirse. Realmente no quería sonar como nenaza, pero era diferente... especial. Con cada embestida no era él teniendo sexo con un sujeto que estaba para chuparse los dedos, sino que era simplemente Gakuto abriéndose a Yuushi. No tenía que fingir, simplemente dejaba que los gemidos salieran, porque de por sí ya eran imparables. Estaba sonrojado, lo sabía, pero incluso Yuushi traía una expresión tan atípica en él. Estaba descompuesto, no había altanería ni soberbia. No era el educado empresario preocupado por todos los detalles, era el idiota del que se había enamorado sin querer en lo absoluto, que ahora solo estaba pensando en él y en lo mucho que le gustaba su cuerpo. Amor. De alguna manera también había espacio para el amor, cuando lo rodeaba con sus brazos, cuando mordía su cuello y luego lo besaba, cuando gemía su nombre también...

-Gakuto...

No podía más, ya casi llegaba... solo... solo un par de penetraciones más y...

-¡Ahh, Yuushi!

Al diablo con las etiquetas. Cuando Yuushi se corrió en él, deseó que no fuese ya el fin. Respiraba con dificultad y la mano del adulto le acariciaba el pecho. Le susurraba cosas de las que solo descifraba la mitad. Al diablo con las leyes, al diablo con las reglas.

Mierda que lo amaba.

Notas finales:

ya saben, dejn rr :3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).