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The One Night Stand por Fallon Kristerson

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Notas del capitulo:

Ok, no, no me imagino a Bunta de malo… pero es que me dio la gana de ponerlo como antigua pareja del liron, principalmente porque no me lo imagino con alguien más que no sea atobe (o Gakuto o yuushi, pero de esos dos es obvio que ninguno podía ser su ex XD) En fin, supongo que se aclaró por que Jiroh no salía con nadie -.-U Le tocó en esta historia ser el chico del pasado oscuro 8D entre comillas, claro XD

 

Cursivas son recuerdos! -.-U

 

 

-Supongo que estarás la próxima semana –murmuró distraído el pelicereza mientras buscaba con la mirada su ropa. Era increíble como esta relamente acababa desapareciendo por completo cuando se trataba del socio de su padre. Recogió su ropa interior y su pantalón, saliendo a la puerta de la habitación y recogiendo la camisa que había caído antes de siquiera llegar a la habitación.


Yuushi se encogió de hombros.


-Supongo –dijo sin mucho ánimo, reclinado contra el marco de la puerta-. ¿Quieres que te lleve a tu casa?


-No es necesario.


-Como quieras.






Era viernes por la noche, de hecho eran cinco para las ocho de la noche.  Gakuto se encontraba extrañamente sentado en su mesa, pegado a su computadora. No vestía nada llamativo, ni parecía mostrar ganas de salir esa noche. En frente de su armario (o debo decir: dentro de) estaba Kotaro, rebuscando Dios sabe qué. Las prendas del mayor volaban por la habitación, pero el dueño no le prestaba mayor atrención al caos que iba formando su hermano. Había accedido a prestarle ropa a Kotaro y no era que no supiese lo que eso implicaba. Luego de media hora, el menor ya había encontrado algo que le parecía bueno. Un pitillo rojo vino y bastante pegado, junto con un polo largo que se ajustaba a su esbelta cintura, de color azul oscuro. Contento se contempló en el espejo de Gakuto, dirigiéndose luego hacia este y apoyándose con sus codos en los hombros de Gakuto.


-Arigatou, aniki –musitó Kotaro diveertido, tratando de leer una de las conversaciones del mayor.


Gakuto solo meneó ligeramente la cabeza. Jamás llegaría a comprender a su hermano. De un momento al otro actuaba como si fuesen mejores amigos, o que por lo menos se llevaban bien. Kotaro era todo un caso, a diferencia de Gakuto, uno nunca podía estar seguro qué es lo que pasaba por esa pelicereza cabecita. Si no fuese por el físico, uno no habría creído que fuesen hermanos y para colmo de males, gemelos. Gakuto cerró la ventaba en la que había estado, apagando la computadora.


-¿Y encon...?


-Yup, gracias –le cortó su hermano y sonrió-. Deberías ir también, o por lo menos salir, no sé.


Gakuto se rió. Tal como lo sospechó, los castigos no eran cosa para Kotaro. Funcionaban con Suzume, no con Kotaro. Unos ojitos bonitos, un poco de insistencia y ya era libre. Su madre se llevaba el secreto a la tumba, dado que su padre no necesitaba enterarse.


-¿Para qué? No tengo ganas ahora –contestó, sin moverse de su sitio. No, no tenía ganas, algo en él ya no quería lanzarse a los brazos de otro desconocido cualquiera. “A saber si vuelvo a encontrarme un socio de mi padre...” pensó, tratando de convencerse de que aquella era la verdadera razón por el que ya no deseba hacerlo con otra persona.


-Pues cuando te den ganas la próxima semana no podrás, dado que estaremos atrapados en la fiesta de no se qué empresario rico –continuó Kotaro riendo.


Rayos, lo había olvidado. Ahí sí sonaba como una buena idea el salir a lanzarse una juerga. Se levantó de la mesa, apartándose de Kotaro y metiéndose en su armario. Era raro pensar que un chico tuviese un armario tan grande, pero es que la mayoría de la ropa siempre la usaban tanto su hermano como él, dado que no había que preocuparse de las tallas o de que algo solo le quedase bien a uno de los dos. Se quitó el uniforme que aún traía puesto y buscó un jean y una camisa.


-¿Vienes conmigo? –preguntó en voz baja Kotaro y Gakuto solo asintió. No tenía muchos otros lugares a los que ir, al menos no se le apetecía ahora una discoteca, por lo que un bar le sonaba bastante bien. Una vez que salieron, ambos iban vestidos en colores similares, solo que la ropa de Gakuto no llamaba tanto la atención, ni resaltaba que tenía cuerpo de uke en full potencia.


-En serio ese sujeto te pone patas arriba –había mascullado Kotaro al escrutarlo de pies a cabezas-. Deberias llevar un cartel de “reciclado”, ya no eres el mismo...


Gakuto soltó un bufido, harto de tener a Kotaro persiguiéndolo con ese tema.


-Cierra la boca y camina –farfulló irritado, a lo que su hermanito rió por lo bajo.


-Puedo caminar y hablar –contestó retándolo, antes de que ambos desapareciesen en la oscuridad.




Sin duda, aquel barman le caía mucho mejor, que aquel que atendía la tabla en la discoteca en que conoció a Yuushi. Sin nada especial ocupando su mente, tomó a pequeños sorbos el contenido altamente alcohólico de su vaso, mientras que su mirada vagaba entre la muchedumbre que había asistido aquella noche a ese preciso local, y el escenario, sobre el cual su hermano bailaba y saltaba, bombardeando a todos con su voz.



-¿Aburrido?


Gakuto se giró hacia el cantinero, quien le sonreía de manera coqueta. Asintió, aunque luego volvió a centrar su atención en la banda de la noche. No lo hacían mal, pero de seguro había mejores. Y peores. Tomó el último sorbo disponible en su vaso y pidió una segunda ronda, la cual le fue concedida, cuando notó que alguien se sentaba a su lado. Lo miró con una ceja en alto, pensando que ese sujeto no debería estar ahí.


-Gran noche –rió Souta, el guitarrista de la banda de su hermano-. ¿No crees?


Gakuto asintió.


-¿No deberías estar en el escenario? –preguntó un poco receloso, volviendo la mirada otra vez hacia mencionado lugar. Souta volvió a reír y negó con fuerza.


-Hoy me remplaza Hikaru –musitó el chico. Gakuto asintió una vez más.


-Ah.


Souta se acercó un poco a él, inclinando un poco la cabeza y con una divertida sonrisa adornando su rostro. Se inclinó hacia él y sin más rozó ambos labios, dejando que su aliento recorriese las mejillas del más bajo. Gakuto no se alteró. Ese sujeto se moría por Kotaro, Gakuto lo sabía, así como sabía que había dos opciones: o tenía la esperanza de que Kotaro lo viese tratando de ligárselo y que por eso lograse sacarle celos, o estaba buscando consuelo en él, como de todas maneras estaba claro que su hermano NO le iba a prestar atención. Ni en un millón de años, Souta no era la clase de persona que le atraía mucho a Kotaro. Alzó la mirada y la clavó en la de su compañero de clase, tratando de sonreír como siempre lo hacía al encontrar a su presa de la noche. Pero solo un mueca forzada voló por su rostro y nada mejor logró salir. Volvió a bajar la mirada, cuando Souta lo tomó por el mentón y volvió a besarlo. No se sentía mal, Gakuto no sintió ni culpa ni nada por el estilo. Solo que no le parecía lo suficientemente bueno.


-Vamos –susurró Souta en su oído, tratando de no sonar muy impaciente. Lo tomó de la muñeca y lo jaló consigo y una puerta trasera. Solo sería algo rápido, no habría necesidad de mucho. Dejó que tras suyo se cerrara la puerta del cubículo que Souta eligió en el baño de hombres y luego solo sintió las manos de este sobre su cuerpo. Y no le gustó.


Gakuto la verdad que no era exigente con el sexo, siempre y cuando su compañero no fuese un fracaso total. Pero ahora ya nada lo satisfacía por completo. Sentía los labios de Souta sobre su piel, pedir más e intentando dar también de sí, pero a Gakuto no le gustaba. No lo llenaba como lo había logrado hacer... Como sea, no lo llenaba. Por un momento trató de corresponder a su amante, mas no lo logró. No, el problema no era Souta, aunque sinceramente ya ni él sabía cuál era el problema. ¿Kotaro? ¿Él mismo? ¿Yuushi?¿Ambos? No, no lo sabía. Sintió que su camisa se deslizaba por sus hombros hasta caer al suelo y entonces decidió reaccionar. Tomó a Souta por la muñeca y le ordenó que se detuviese. El chico obedeció, no sin estar un tanto sorprendido, aunque luego trató de reiniciar su labor, siendo nuevamente detenido por Gakuto. Este sin más se agachó, tomó su camisa y, luego de ponérsela, salió.


Salió y no solo del baño, sino que también del local. Afuera había una ligera brisa, pero el verano ya se hacía respetar en las calles. Gakuto no sabía a dónde se dirigía, de todas maneras no importaba mucho. Su casa era una opción desechada, al igual que la de Jiroh. Y no, no iría con el bastardo peliazul. No estaba de humor para eso. Así que simplemente caminó.




-¡Oye, dime qué coños te crees para desaparecer sin decir nada! –le espetó molesto Kotaro, despertándolo de golpe-. ¿¡Y para colmo ahora me miras así!?


Gakuto parpadeó sorprendido, soltando un gruñido cuando la luz del día le dio de lleno en la cara. Kotaro estaba sentado sobre su cadera, mirándolo molesto. El menor infló los cachetes y luego se inclinó hacia su hermano.


-Esa me la pagas.


Gakuto frunció el entrecejo.


-Viniendo de ti, eso debería asustarme... –Kotaro bufó molesto-. Pero con despertarme ya estamos a mano.


Y sin más lo empujó fuera de su cama, cuando en ese momento se abrió de golpe la puerta de su habitación. Suzume entró y no estaba sonriendo.


-Papá está aquí.


Los dos gemelos se miraron sorprendidos. ¿Su padre aquí? ¿Un sábado y para colmo en la mañana? A eso se le decía problemas. La mayor de los tres los miró un poco recelosa, extrañada de ver a los dos chicos tan juntos y sin estar moliéndose a golpes o insultos. Kotaro se paró y avanzó hacia la puerta, donde seguía parada Suzume con cara de preocupada. Gakuto se incorporó, descubriendo que tanto su hermano como él aún seguían con la ropa de la noche anterior puesta. Pensó en que si debía cambiarse o hasta ducharse, aunque con un molesto bufido su hermana le dio a entender que los estaban esperando y no pacientemente. Bajaron en silencio, los tres hermanos nerviosos y entraron a la sala, donde se encontraron con su padre sentado en uno de los dos sofás. El adulto les indicó a los gemelos que se sentaran delante suyo. Fue ahí cuando la mirada de ambos recayó sobre un pequeño sobre que se encontraba en la mesilla de la sala. Suzume huyó a la cocina, donde supuso que estaría también su madre con los nervios encrispados. No era que el matrimonio Mukahi fuese malo. No, malo no era, solo tenso. Muy tenso, y esa tensión se había transmitido a los hijos.


-Creía haber dicho, Kotaro –empezó en voz baja el hombre, avisándoles de esa manera a sus hijos que algo malo se avecinaba-, que no tenías permiso de salir. ¿Y bien?


Kotaro no bajó la mirada, al igual que tampoco pestañó ni se encogió. Gakuto sabía que no tenía por qué estar ahí, pero como era costumbre de su padre, era obvio que él también tendría que tener de alguna manera la culpa de algo lo suficientemente grave como para llevarse una buena reprimenda. Como Kotaron no hacía todo el tiempo algo que se pudiese castigar, el padre se las había agarrado con Gakuto, quien jamás había logrado reprimir una respuesta o un pensamiento. Cosa que le trajo muchos problemas, ya fuese en el colegio, en la casa o en la calle.


-Mamá me dio permiso –contestó Kotaro y Gakuto desvió la mirada hacia la ventana.


-¡Tu madre sabía perfectamente que no podías salir! –bramó ahora el señor Mukahi, poniendo alertas a los gemelos-. ¡Al igual que tú!


Kotaro no respondió. A Gakuto le pareció oír un sollozo desde la cocina.


-¡Y TÚ! –oh, Dios, ahora le tocaba a él-. ¿¡NO TENÍAS NADA MEJOR QUE AYUDARLO A SALIR!?


-Justo en el clavo –se oyó decir, y por primera vez en su joven vida (que con esa respuesta ahora se acercaba peligrosamente a su fin) deseó poder cerrar de vez en cuando la boca-. No tenía nada mejor que hacer.


Silencio. De haber estado parado frente a frente con su hijo, el señor Mukahi le habría proporcionado una fuerte cachetada. “Una como cuando le dije que no me interesan las chicas...” pensó con pesimismo Gakuto.


¿¡Y qué si me gusta que me follen!? ¡No actúes ahora como si te interesara mi vida!


A veces le dolía el pensar que era el hijo menos querido de la familia, pero de eso la verdad que no había una prueba justificable. Gakuto se había sentido humillado, despreciado, olvidado, rechazado... En fin, todo lo que un padre no debería hacerle sentir a su hijo, a tal punto que ya no le interesaba si era querido o no por él. Prefiriría incluso ser amado por Kotaro que por su padre, a él al menos podía devolverle absolutamente todo lo que le decía o hacía, pero su padre... Gakuto no habría sabido como dejar a su padre en desventaja, dado que no tenía con qué hundirlo. Y en fuerza... No quería ni imaginarlo.


Solo quería salir de ahí.


El padre se volvió a echar hacia atrás y sus hijos observaron con atención y recelo cada uno de sus movimientos, descubriendo que la mirada del adulto volvía recaer sobre el sobre de la mesilla. Era blanco y sobre su blanda superficie estaba el escudo de Hyotei, al igual que el nombre y la dirección de la familia. Y entonces volvió a mirar a los dos pelicerezas.


-Ábranlo.


Notas finales:

nya, ajajaja esos dos gemelos XD


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