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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

New cap!!!

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, kesesee

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, mpreg, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

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Capítulo 10.- Equinoccio de primavera

 

 

Las calles de Atlántida estaban atiborradas de gente ocupadas en arreglar sus casas o negocios con colores vistosos; el aroma de las flores inundaban los sentidos y la algarabía reinaba en los corazones. Su reina Kiara había regresado a tiempo para el festival del equinoccio.

 

 

Argos se encontraba en la sala del trono con su jefa; Kiara tenía una expresión molesta después de escuchar todo lo que la nación le contó que había sucedido en su ausencia. La reina compartía la indignación del imperio pero como soberana debía ver lo que era mejor para su gente.

 

—El romper toda relación con Estados Unidos, no me parece la mejor opción —comentó la niña con seriedad —. Obama ha sido muy amable conmigo, gracias a él fue que nos reconocen como país.

—No quiero que ése bastardo de Alfred este cerca de mis nietos —Kaira quería comprender al mayor, pero a pesar de su gran inteligencia no podía… aun le faltaba mucha experiencia en ciertas cosas—. ¡Merece un castigo!

 

Kiara seguía sin estar de acuerdo; gracias a lo que Argos le había hecho a la representación de USA, el país había sufrido un terrible terremoto que afectó aun mas, la ya de por sí dañada economía. Como la atlante y su comitiva se encontraban en el territorio cuando sucedió; muchos estadounidenses los culparon por lo sucedido. Casi ocurría una revuelta. Si rompían las alianzas y tratados, seguro sería considerado como una declaración de guerra, aún así, Argos no daba su brazo a torcer, argumentando que Estados Unidos no significaba ningún adversario para el poderío del imperio de Atlántida.

 

—Me sorprendes maestro —dijo la reina con severidad —, tú jamás has subestimado a ningún enemigo, por más pequeño que éste parezca.

 

Argos sonrió. “el poder de una representación humana es equivalente a la fuerza de su país y ninguno de nuestros… “huéspedes” se compara conmigo”.

 

—Babilonia cayó por su orgullo y soberbia… —Atlántida frunció el ceño. Él no era como esa mujer estúpida… no cometería los mismos errores.

 

Kaira dejó escapar un ligero suspiro. Cambió de tema, por el momento era mejor dejar que Argos se calmara.

 

 

Los preparativos para el equinoccio de primavera estaban casi listos. La reina había ordenado a los costureros reales que confeccionaran trajes ceremoniales para los huéspedes y los nietos de Argos, ese año serían los invitados de honor, aunque Atlántida no estaba muy de acuerdo con la decisión de su superior, pero terminó aceptando; Kiara podría ser una niña pero tenía la terquedad y astucia de una mujer.

 

 

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Marcelo y María daban un agradable paseo por los jardines. Ese día no tendrían clases, pues, tanto su abuelo como Oberón estaban ocupados ayudando con el festival y Asteria vigilaba a Alfred a quien se le había prohibido la entrada al palacio de Argos, por lo que también estaba indispuesta para enseñarles.

 

Ambas naciones se sentaron bajo la sombra de un árbol, el pasto se sentía agradable.

 

 

—¿Qué creéis que nono haga con el pelotudo? —María se encogió de hombros, realmente espera que su abuelo hiciera pagar a Alfred por todo el sufrimiento que le causó a su hermano… aunque eso costara sufrimiento en su gente.

Argentina se percató de la molestia de México, la comprendía perfectamente; él también estaba furioso con Estados Unidos, lo odiaba y si estuviera en sus manos lo acabaría de la forma más humillante que se le ocurriera.

 

Se acercó a María y la abrazó por la espalda, besó su cuello un par de veces, disfrutando la piel morena.

 

—Vos sos la más hermosa potra —la mexicana sonrió, se volteó para apoderarse de los labios del argentino.

 

Y tú, mi ególatra favorito.

 

 

El amor se respiraba por toda la Atlántida; muchas parejas paseaban de la mano por las calles de las grandes ciudades, daban paseos románticos por los parques o en los botes. México del Sur y Argentina no eran los únicos que disfrutaban de ese día especial. Alemania y Veneciano estaban en un restaurante que había abierto un par de días atrás y que vendía comida internacional, lo que fue un alivio para ambos pues extrañaban el sabor de sus cocinas.

 

 

—Ve~ este lugar es muy bonito —Alemania cabeceó un asentimiento. Desde que supo del embarazo de Feliciano, Ludwig parecía estar ausente y es que temía no ser un buen padre, pero no era el único pues Italia estaba pasando por lo mismo.

—Ludwig… yo, ¿crees que seremos buenos padres? —Alemania se acercó a él, lo besó en los labios sin importarle que los demás lo vieran, lo único que le interesaba al germano en esos momentos era reconfortar a su pareja y así mismo.

—No lo sé, pero juntos le daremos todo el amor que necesite y lo apoyaremos en todo —Italia sonrió, acurrucó su cabeza en el hombro del rubio, se sentía tan bien, tan protegido.

 

 

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América llevaba tres días inconsciente; durante ese tiempo Inglaterra no se había despegado de su lado. Tejía algunas prendas de bebé para entretenerse. Alfred comenzó a abrir los ojos, un pequeño quejido escapó de sus labios; al verlo, Arthur dejó el tejido a un lado.

 

—¿Cómo te sientes? —le preguntó entre molesto y preocupado. Estados Unidos miró al británico, trató de incorporarse pero el dolor que le invadió se lo impidió.

—¿Qué pasó? —su voz estaba algo ronca y áspera por la fuerza que el atlante ejerció en su garganta.

—Argos te atacó —dijo con reproche aunque el angloamericano no sabía si era dirigido a su persona o al imperio.

 

Arthur lo miró con severidad. Le reprendió lo que había hecho con Pedro pero Alfred se defendió diciendo que él sólo hizo lo que le enseñó: tomar lo que quería, usando la fuerza si era necesario y América quería a México. Inglaterra golpeó el colchón con el puño cerrado, miró a su “hijo” con enojo.

 

—¡Argos casi te viola por tu estupidez! —América frunció el ceño; por supuesto que no se olvidaba de lo sucedido, pero ya vería ése viejo, en cuanto se recuperara le declararía la guerra.

 

Simplemente no podía creerlo, ¡Alfred estaba completamente fuera de sí!, Argos había barrido con todos ellos y sometió al propio norteamericano con gran facilidad, ¿Qué le hacía pensar que podría ganarle a un enemigo como ése?

 

—Idiota, si el bebé que México del Norte espera resulta ser tuyo… —Alfred lo interrumpió, ¡¿Pedro estaba embarazado?! Sonrió, con mayor razón pelearía con quien sea para recuperar al mexicano y a SU hijo.

—Tengo que ver a Pedro —dijo haciendo intento de levantarse pero una mano lo detuvo, volteo encontrándose con la mirada de la amazona a quien no había notado hasta ese momento.

—Ni se te ocurra —ella estaba más que molesta, no sólo tenía que pasar su tiempo siendo “la niñera” de Alfred, para colmo debía hacerlo en su estado y aún peor, ¡en el festival del equinoccio donde podía beber licores de temporada!

 

América le dio una mirada retadora, trató de alejarse, pero no pudo; Asteria tenía más fuerza de lo que se esperaría de un país extinto. Ella no planeaba dejarlo ir, aunque por la presión que ejercía sobre el rubio se había abierto la herida nuevamente; Inglaterra se percató de ello, pero la expresión en la amazona le hizo callar.

 

—El bebé que Pedro espera es mi hijo, el comunista no me arrebatará lo que me pertenece… —ella no se contuvo, lo abofeteo, gritándole que Argos ya había ordenado hacerle pruebas a México para saber de quién era el niño que esperaba y el resultado había salido a favor de Iván.

—Ése niño es la prueba fehaciente de la unión Rusia-México —sentenció la amazona, pero Alfred jamás lo aceptaría, en su mente creía que el nonato era su hijo y haría lo que fuese necesario para recuperar lo que le pertenecía.

 

 

 

Mientras tanto; España y Romano estaban en la oficina de Argos, en compañía de Umna, esperando la llegada de Atlántida quien había mandado llamar a los dos primeros. Media hora fue lo que tardó el imperio en llegar; saludó a los tres y pidió al atlante dejarlos a solas.

Cuando Umna se retiró, Antonio fue el primero en hablar; quería saber el motivo por el que Argos los solicitaba, pues él más que su pareja, sabía del odio que el reino sentía por ellos.

 

—Se que el sentimiento de desprecio es mutuo entre nosotros —Romano respondió afirmativo, mientras que España solo se limitó a cruzarse de brazos —, pero después de lo que le sucedió a Pedro… creo que lo mejor es crear una tregua.

 

La pareja no comprendió; Argos les explicó que, estaba seguro que Estados Unidos le declararía la guerra por el incidente ocurrido días atrás. A él no le preocupaba entrar en conflicto con el angloamericano, pero sí que éste pudiera atacar o tratar de invadir a alguno de sus nietos (principalmente México).

 

—Nuestros países no tienen ningún lazo comercial o de cualquier otro tipo —habló Argos con parsimonia —. Les propongo formarlos y a cambio, ustedes prometen proteger a mis nietos en caso de una guerra entre Atlántida y Estados Unidos.

 

La pareja no necesitaba nada a cambio, ellos protegerían a sus hijos sin que el mayor se los pidiera, aun así, ese día se firmó la alianza Cuahtli*.

 

 

 

Los países se regresarían a sus casas después del festival pues tenían que cumplir con sus obligaciones, aunque no todos, pues Pedro, ambos Italia, Austria e Inglaterra debían quedarse por causa de su estado, por ello se decidió que la siguiente reunión de las naciones que se realizaría dentro de cinco meses sería en Atlántida para evitar que los embarazados hicieran algún sobreesfuerzo que pudiese llegar a perjudicarlos a ellos o a sus bebés.

 

 

Después de la pequeña reunión y la firma de las alianzas y tratados; Argos los llevó con los sastres para que confeccionaran los trajes que debían usar en las festividades. Durante el tiempo que les tomaban las medidas; Antonio no pudo evitar preguntarle a Argos la razón por la que su gente podía comprenderlos, la respuesta fue muy simple:

 

Mi gente habla el idioma universal.

 

La pareja no comprendió muy bien, esto causó que los sastres soltaran una pequeña risita y que Argos les diera una sonrisa comprensiva.

 

Los países hablan dos idiomas: uno es el que nació con ellos o fue heredado de sus ancestros, el otro es el que usan para comunicarse con otras naciones, ese idioma era la lengua de todos los reinos y países, hasta que Babilonia* construyó una torre para llegar a los dioses, quienes la castigaron, a ella y a los que la ayudaron haciendo que no pudiesen comprenderse…

 

 

—¡¿La torre de babel* existió?! —Argos asintió; salvo por algunos cuantos detalles, la historia de lo que sucedió en esos días estaba casi intacta.

—¿Cómo es que ustedes no fueron afectados? —cuestionó Antonio. El atlante les dedicó una sonrisa enigmática pero no contestó la pregunta y el español decidió no insistir en el tema.

 

 

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Iván y Pedro disfrutaban de un tranquilo baño, con ellos estaba Anastasia a quien le encantaba el agua, el único que no parecía muy feliz era Cerberos que permanecía en una esquina donde no podía mojarse; aunque eso no evitaba que el cachorro gruñera cada vez que el ruso se acercaba a su amo. El animalito representaba un gran problema para Rusia, pues era muy celoso y no permitía que nadie (con excepción de Argos), estuviera a menos de un metro del mexicano; al principio, esto le había parecido gracioso y hasta tierno a Iván, pero eso terminó cuando Cerberos los interrumpió evitando que la pareja tuviese un encuentro íntimo… el único lugar donde el lobo no se atrevía a entrar era en la bañera pues le tenía miedo al agua.

 

—Iván —lo llamó Pedro mientras se acurrucaba en el pecho desnudo de su pareja, ese era uno de sus lugares favoritos —. ¿Cómo le pondremos a nuestro chamaco?

 

 

Rusia sonrió, su pequeño había recuperado su alegría y entusiasmo. Pasaba la mayor parte del tiempo jugando con sus mascotas, estudiando (obligado por Iván y principalmente por Argos), con sus hermanos y con Rusia, pensando en su futuro hijo, pero hasta ese momento no se les había ocurrido algún nombre; aunque aun faltaran casi siete meses.

 

Se besaron, disfrutando de la sensación de la piel desnuda y el agua tibia. Rusia se sentía tan feliz que en ocasiones temía que fuera un sueño o peor aún, que Pedro lo abandonara, sumergiéndolo en una profunda soledad de la que dudaba que pudiera salir.

 

 

Por fin llegó el tan esperado festival del equinoccio de primavera. Los países vestían trajes parecidos a los típicos de la época prehispánica. Una capa con plumas de brillantes colores, el emblema de la Atlántida estaba bordado con hilo de oro, sus cabezas estaban adornadas con elaborados penachos con largas plumas azules, jade, plata y oro, la piel había sido teñida con un tono azul marino de un olor agradable. La reina Kiara vestía un traje hecho con piel de jaguar. Ella y Argos se encontraban en la cima de la pirámide principal que coronaba la capital de Atlántida. Los invitados de honor se encontraban a los pies de la pirámide, sentados en una alfombra de flores, frente a ellos había una gran cantidad de alimento con aspecto extraño pero con un olor delicioso que abrió el apetito de más de uno.

 

El sol se posó en la cima de la enorme pirámide; Kiara levantó un objeto redondo con ayuda de Argos; era el escudo de la Atlántida, hecho de oro, en el momento en que los rayos de luz se reflejaron en el metal, creó un haz de luz que se dirigió a otra pirámide, y luego a otra, hasta que las tres que había en la capital estuvieron conectadas por el resplandor.

 

Las tres pirámides se iluminaron y la algarabía de la gente no tardó en hacerse presente; los sacerdotes comenzaron con sus rituales, encendieron enormes fogatas, algunas mujeres bailaban recitando cantos tan antiguos como el mismo Argos. Después, llegó el momento de los sacrificios de animales, esto trajo a los latinos y al mismo España sentimientos encontrados; no eran humanos pero la forma en la que los ofrecían a los dioses hizo que recordaran las antiguas glorias de las culturas mesoamericanas.

 

Llegó el momento del banquete, la comida era una mezcla interesante de barias culturas. Había tamales de mariscos, de carne tan “exótica” como cocodrilo, jaguar e iguana. Guisados que no se podían definir de que estaban hechos pero que tenían un sabor delicioso. Las bebidas consistían en pulque, mexcal, tequila o tradicionales de la Atlántida que eran más fuertes pero de sabores más delicados, una interesante combinación; después, las parejas recién casadas o que esperaban hijos, rogaron a los dioses por sus favores, lo mismo hizo Pedro, que le pidió a la Virgen de Guadalupe que le ayudara para que su hijo naciera sano y pudiera tener una vida feliz con él e Iván.

 

 

Llegó el turno de los guerreros en donde Argos y Asteria participaron en un combate ceremonial que representaba la lucha que dio origen a la vida*. Las festividades se extendieron toda la semana, cuando acabaron, los países se prepararon para regresar a sus casas, aunque estaban preocupados por dejar a sus parejas; Atlántida les había prometido que los cuidaría como si de sus nietos se tratara e incluso los mudó a su castillo para poder estar más pendiente de ellos.

 

 

Partieron en la mañana, despedidos por sus parejas quienes los vieron abordar las naves que los llevarían a sus casas, las mismas que los traerían de regreso en un par de meses. Argos los vio partir en silencio, últimamente estaba preocupado, cierta fecha se acercaba y mucho tenía que ver con él y su resurgimiento.

 

 

¿Qué pruebas les esperaban en el horizonte?

 

 

Continuara…

 

 

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Babilonia: fue una antigua ciudad de la baja Mesopotamia. Ganó su independencia durante la Edad Oscura, tras lo cual se convirtió en capital de un vasto imperio bajo el mandato de Hammurabi (siglo XVIII a. C.). Desde entonces se convirtió en un gran centro religioso y cultural. Aún en época helenística, ya despojada de su segundo imperio y caída en desgracia frente a otras grandes ciudades como Persépolis, Alejandro Magno quiso convertirla en su capital.

Cuahtli: Águila

La Torre de Babel (en hebreo: מגדל בבל‎ Migdal Bavel; en griego antiguo Πa3;ργος τq34;ς Βαβέλ, Pirgos tēs Babél) es una construcción mencionada en la Biblia judeocristiana. Según algunas interpretaciones del capítulo 11 del Génesis, los hombres pretendían, con la construcción de esta torre, alcanzar el Cielo.

Combate ceremonial que representaba la lucha que dio origen a la vida: Esto tendrá explicación más adelante, sólo puedo adelantarles que es parte de la religión de la atañida (cosa que debo inventar)


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