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Risorgimento por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, kesesee

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, mpreg, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

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Aquí están los resultados de las votaciones, y el ganador ya esta, ¡Será niño!

 

 

 

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Capítulo 13.- Plan parte I

 

 

 

Los países estaban felices con la reunión, aunque todos ellos se preguntaban por el señor de la casa a quien no habían visto desde la mañana. Asteria les dijo que seguramente estaría ocupado terminando los preparativos para la reunión que se efectuaría en unas semanas.

 

 

—Maestra Asteria —quien la llamó era un joven de largos cabellos blancos, su piel bronceada y ojos dorados lo delataban como un atlante; aparentaba tener unos veinticinco años de edad. Usaba una túnica roja con bordados verdes e hilo de oro. Su mirada tenía un brillo de misterio que resaltaba su enorme belleza y rostro andrógino. —Lamento interrumpirla.

 

Ella negó dedicándole una pequeña sonrisa; aparte de Kiara y Umna, ése joven era el único miembro de la familia real que le agradaba. Él miró a los países que acompañaban a la amazona, hizo una reverencia para mostrar sus respetos.

 

—Es un honor estar delante de ustedes, maestros. Espero que su estancia en Atlántida sea de su agrado —dijo —. Soy Ixchetl, sacerdote de la diosa madre Tlazoltéotl.

—Él es nieto primogénito del antiguo rey y hermano mayor de la reina —agregó la amazona —. ¿Qué sucede? —el aludido le explicó que Argos y Kiara habían solicitado una junta del consejo, la amazona suspiró pesadamente haciendo una mueca de disgusto. Ella odiaba esa clase de cosas, ¡era una guerrera!, la única diplomacia que conocía era la que le proporcionaba su espada. Se excusó con los países y se marchó con el príncipe.

 

 

 

 

Cada uno de los cinco poderes era integrado por seis miembros; los hombres y las mujeres más eruditas de Atlántida.

 

 

El consejo, la reina, Argos y ambas ex naciones se encontraban sentados formando un círculo, en el centro estaba Yaxkin exponiendo su caso. El argumentaba que su hija y Atlántida estaban traicionándolos al permitir que los extranjeros se establecieran en el reino y que tuvieran los mismos derechos que los ciudadanos.

 

—Hace milenios convivimos en paz con otros reinos —dijo Avalón. Yaxkin le dedicó una mirada cargada de odio. Un miembro de la milicia se levanto; él era el general en jefe del ejército. Dijo que eso había sido una de las causas principales de la casi extinción del imperio.

 

Ikta, miembro del poder del pueblo, habló a favor de los extranjeros; diciendo que él como encargado del cuidado de los países embarazados, había descubierto el gran interés y respeto que ellos y sus parejas tenían para con Atlántida y sus tradiciones.

 

 

—Esto es ridículo  —habló una mujer anciana. Ella era la cabeza del segundo poder: la nobleza —. Esos bárbaros sólo están actuando…

—Por favor, Amixtrain —la interrumpió Ixchetl quien a pesar de su corta edad era el líder del tercer poder: el clero —, yo tuve la oportunidad de conocerlos y me parecen personas muy agradables —comentó con tranquilidad —. Yo creo que lo mejor sería permitirle a los extranjeros quedarse en Atlántida pero volviéndose ciudadanos con todas las responsabilidades que esto implica.

—Y que los hijos que nazcan en el reino sean instruidos obligatoriamente en nuestras costumbres y creencias —agregó un miembro del clero.

—No podemos obligar a nadie a creer en nuestros dioses —dijo Kiara —, estaríamos actuando igual que lo que queremos evitar.

 

 

Ixchetl miró a su hermana, le sonrió, dándole la razón, para alegría de ella y enojo de su padre, quien ya no podía decir nada al no pertenecer al consejo. Centró su atención en Unma quien estaba entre su pareja y su tío abuelo; apretó los puños al ver que ninguno de ellos planeaba decir nada en contra de los extranjeros y que, en cambio daban su apoyo incondicional a las decisiones de la reina.

 

Al final, se decidió que los extranjeros radicados en Atlántida debían nacionalizarse y respetar las costumbres y leyes del imperio. Yaxkin estaba furioso pero no dejaría que las cosas se quedaran así.

 

—Es una lástima… tendré que quitar de en medio a Ixchetl también —dijo para sí. Era su único hijo varón, pero no importaba sacrificarlo para obtener su objetivo.

 

 

 

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Alfred tenía entre sus manos una esfera reluciente bastante extraña, no tenía uniones, no parecía ser de metal, aluminio o algún otro material. Tony, su amigo extraterrestre; había analizado la esfera descubriendo que no era de ningún material conocido en la tierra pero tampoco podía asegurar que fuese de procedencia alienígena. El atlante le había dado el objeto con las instrucciones de que debía colocarlo en Texas donde causaría una gran explosión que también dejaría al estado sin energía eléctrica y así podría culpar a Atlántida de terrorismo y declararle la guerra.

 

La idea no estaba del todo mal, pero, ¿sería capaz de sacrificar vidas inocentes, aun peor, que pertenecían a su territorio? Se encogió de hombros, cómo si no lo hubiese hecho en otras ocasiones.

 

—A veces se necesitan hacer pequeños sacrificios…

 

 

Examinó nuevamente la esfera; una bomba atlante capaz de dañar los aparatos electrónicos a millones de kilómetros del epicentro y hacer que la mitad de New York se convirtiera en un cráter. No correría riesgos, haría que explotara entre Texas y Luisiana, lo suficientemente lejos de México.

 

 

Explotará cuando estés en la reunión —le había dicho su aliado atlante —De esa forma todos los países serán testigos del ataque.

 

 

Alfred sonrió, muy pronto tendría entre sus brazos a Pedro y a su hijo; pronto serían una familia y nadie, ni Rusia, ni Atlántida iban a poder impedirlo.

 

 

 

Ajenos a la locura de Estados Unidos. Iván y Pedro se habían retirado a sus habitaciones para tener un momento de intimidad. El ruso estaba fascinado con el redondo vientre de su pareja y el bebé parecía sentir lo mismo por su padre pues se movía más de lo acostumbrado.

 

 

—¿Qué crees que será? —dijo Pedro acurrucándose en el pecho del mayor. Estaban recostados en el precioso sillón. En un principio habían decidido no saber el sexo del bebé para que fuese una sorpresa pero a esas alturas, la duda los consumía, ahora si deseaban saberlo, pero por desgracia debían esperar un poco más pues Ikta y su asistente Otoxi, eran miembros del consejo y los otros médicos no tenían la autorización de Argos para atender a los países a menos que fuese una emergencia.

 

El gemido de Pedro lo sacó de sus pensamientos, lo miró preocupado, parecía estar adolorido… ¡¿acaso el parto se estaba adelantando?!

 

—Estoy… bien —le aseguró el moreno. En ocasiones, el bebé pateaba con demasiada fuerza, sin mencionar las contracciones que tenía, aunque no todas eran dolorosas, muchas veces lo tomaban por sorpresa. —Creo que nuestro chamaco va a ser futbolista.

 

Iván no pudo evitar una sonrisa sincera. Aún no podía creer lo afortunado que era al tener a alguien tan maravilloso a su lado y que, además le daría un hijo… era como un sueño hecho realidad.

 

 

 

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Unos días después; los países estaban reunidos en la sala. Las naciones que estaban en cinta y sus parejas, estaban felices pues, por fin sabían el sexo de sus futuros hijos:

 

Rusa y México tendrían un niño, Prusia y Austria también, España y Romano tendrían mellizos (niño y niña), mientras que Francia e Inglaterra, al igual que Alemania e Italia, tendrían niñas.

 

—¡Hay que hacer una fiesta! —dijo María emocionada por los futuros miembros de la familia.

—¿Fiesta? —preguntó Argos quien acababa de entrar junto con los dos ex reinos; los tres se veían cansados y preocupados.

—¿Sucede algo? —preguntó Arthur, preocupado. No era común ver a ese trío con ese aspecto.

—No sucede nada —dijo Oberón secamente. Ninguno de ellos deseaba preocupar a los jóvenes, especialmente a los que estaban embarazados, pues podrían hacerles mal —. ¿De qué fiesta hablan?

—De un baby shower —respondió Veneciano entusiasmado.

—¿Baby shower? —corearon los tres mayores. Fue María quien les explicó de que se trataba; a Argos le gustó la idea y se ofreció a ayudarlos en todo lo que necesitaran, Asteria tomó la mano de Bielorrusia y se la llevó de ahí ante la mirada atónita de todos.

 

Rusia y Ucrania estaban sorprendidos por el comportamiento de su hermana menor. Había estado actuando raro desde que llegaron; no acosaba a Iván o intentaba atacar a quien se acercara a él y lo más inverosímil, dejaba que Asteria la tocara o, prácticamente la “secuestrara”, aceptaba todos los regalos que la amazona le daba, que normalmente eran cosas como dulces, flores; cosas pequeñas pero que guardaban un gran significado.

 

 

—En una semana será la reunión —habló Oberón cruzándose de brazos y rompiendo el incomodó silencio que se había formado —. No me parece correcto perder el tiempo en esa clase de cosas.

 

Argos sonrió y sin importarle que no estaban solos; lo tomó por la cintura y atrapó sus labios en un besó voraz, ante la atónita mirada de los presentes.

 

—Oberón, hemos estado muy estresados en estos meses… una fiesta no estaría nada mal.

—¡Cierto! —agregaron ambos mexicanos, aún sorprendidos. Todo ese tiempo habían creído que su abuelo y Asteria eran pareja, pero al parecer, no era así.

 

Avalón bufó molesto por ser el centro de atención y por la mirada de perrito triste que Atlántida le daba y que sabía, siempre terminaba por convencerlo.

 

 

 

 

Kiara se encontraba disfrutando de una bebida caliente con su hermano mayor. Ambos eran muy unidos a pesar de los obstáculos que los separaban; la actual reina era la hija ilegítima que Yaxkin había procreado con una sirvienta, mientras que Ixchetl, había nacido dentro del matrimonio que el hombre tenía con una de las nobles más poderosas en Atlántida.

 

—Te ves algo tensa —comentó el joven sacerdote antes de darle un sorbo a su bebida.

—Me preocupa lo que padre esté planeando —él se levantó de su lugar, se acercó a la menor, se arrodilló frente a ella tomando sus manos que besó con cariño.

—Su majestad… la diosa reina madre Tlazoltéotl y el dios rey padre Miakutl están con usted —le aseguró —. Eres una gran reina. Tú y el maestro Argos han hecho lo correcto para salvarnos… jamás lo dudes.

 

Kiara sonrió. Mandó el protocolo por la cañería y abrazó a su hermano por el cuello como cuando era más pequeña.

 

—Gracias hermano…

 

 

 

Continuará…

 


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