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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

Gomen por la demora!!!

 

Aqui les dejo el nuevo capitulo n_n

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, kesesee

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, mpreg, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

Capítulo 15.- Amenaza de guerra

 

 

 

Pedro fue ingresado de emergencia al quirófano. Afuera, sus familiares esperaban noticias de su estado de salud y el de su bebé. Italia lloraba en los brazos de Alemania, al igual que Romano y México del Sur quienes eran reconfortados por España, aún cuando este estaba igual de afligido que ellos. Atlántida caminaba de un lado a otro como león enjaulado; la culpa lo agobiaba. Aquellas bombas que dañaron a su nieto y a su bisnieto eran creación de su casa.

 

Rusia permanecía en una esquina con sus dos hermanas que trataban de animarlo, dándole palabras de apoyo.

 

 

Ninguno comprendía lo que había pasado; en un momento, todo estaba bien y en el segundo siguiente, todo era un completo caos.

 

—Todo estará bien, él tiene el corazón de un guerrero —le dijo Asteria a Argos, tratando de animarlo. Atlántida asintió, pero el desasosiego no lo dejaba. Nuevamente lo había hecho…

 

Pasaron unas horas antes de que Ikta y Otxi salieran del quirófano donde atendían a Pedro y Alfred, algunas enfermeras salieron tras ellos.

 

—¿Cómo están? —preguntó Rusia acercándose al anciano. Ikta lucia cansado, las ropas que usaba eran parecidas a las que utilizaban en cualquier quirófano.

—El bebé se encuentra bien, en cuanto al maestro Pedro… —hizo una pausa, su voz era apenas audible por la fatiga que invadía su vetusto cuerpo —lo sabremos en algunas horas.

—¿Puedo verlos? —preguntó Iván entre desesperado y anhelante.

—Hasta que esté en su habitación —le respondió el anciano —, en cuanto al bebé… vengan conmigo, pero sólo lo podrán ver por unos minutos y únicamente dos personas.

 

Ikta los llevó a la habitación continua. El lugar estaba lleno de todo tipo de aparatos médicos; en el centro había un pequeño cunero donde estaba un bultito envuelto por sábanas blancas que era cuidado por una mujer completamente cubierta con un traje quirúrgico.

 

Al lugar, sólo entró Rusia, por órdenes de Argos quien quería darle un poco de intimidad con su hijo.

 

La enfermera cargó el pequeño bulto para dejarlo en brazos de su padre, quien lo recibió temeroso de lastimarlo o dejarlo caer. Era tan pequeño y frágil. Tenía una pelusita blanca por cabello, sus ojos tenían un lindo tono violeta, como los de Iván y su piel era morenita, aunque no tanto como la de su madre. El bebé posó su mirada en Rusia y sonrió, pues aún cuando sólo tenía unas cuantas horas de edad, sabía quién era la persona que lo sostenía con tanto cariño y cuidado.

 

Iván sintió que el alma se le iba cuando las pequeñas manitas se cerraban alrededor de uno de sus dedos, áspero y tosco. Era su hijo… un trocito de él y de Pedro.

 

 

Afuera, Otxi hablaba con Oberón, sobre el estado de su “nieto” y de su bisnieto, a quien habían tenido que sedar  pues tuvo un ataque de histeria. Ikta y Atlántida se habían retirado a una habitación aparte, por pedido del viejo médico.

 

 

—¿Qué sucede? ¿Mi nieto o el bebé tienen algo grave? —Ikta negó con la cabeza.

—El maestro Pedro se encuentra estable y el niño aunque prematuro, está saludable —le aseguró.

—¿Entonces? Por los dioses, Ikta, dime.

—El bebé presenta rasgos atlantes…

 

Argos se mantuvo callado, lo sabía, lo supo desde el momento en que el bebé nació. Cerró los ojos y sonrió, hizo una oración a sus ancestros, agradeciéndoles por el futuro.

 

—¿Maestro Argos? —lo llamó Ikta preocupado.

—No le digas nada a nadie, en especial a Oberón y Asteria —el anciano lo miró confundido pero asintió con la cabeza. Pocos eran los secretos que el imperio escondía de los dos ex reinos y de su gente, pero era bien sabido que esos misterios tenían una razón.

 

 

 

España y Romano habían podido entrar a ver a su nieto, Rusia se los había encargado mientras él iba a ver a Pedro. México del Norte se encontraba dentro de un tubo en posición horizontal; estaba rodeado por un líquido color salmón. Una máscara le suministraba el oxigeno que necesitaba. Se veía tan sereno, como si su sueño fuese placentero.

 

En el lugar, también se encontraba Ixchetl, estaba frente a Pedro, con los ojos cerrados y recitando palabras en un idioma que Rusia no comprendía. Al percatarse de la presencia del país, el religioso le sonrió.

 

—Maestro Rusia —dijo haciendo una reverencia.

—¿Qué estabas haciendo? —su voz era fría y gruesa, igual a la que solía usar con sus enemigos.

—Oraba a los dioses por la salud del maestro México —respondió, aparentemente no le había afectado el tono y las miradas que el ruso le dirigía.

 

Rusia permaneció callado, personalmente, él no era un hombre de oración. Toda su vida fue una tragedia tras otra, lo que hizo que no creyera en seres divinos.

 

—¿De qué puede servir? —preguntó sin darse cuenta. Ixchetl lo miró con pena —Ellos no existen, da.

—Usted y yo somos muy diferentes… como nuestras creencias —dijo con parsimonia —. Mi vida es sólo un suspiro en comparación a la suya que es lo más cercano que existe a la inmortalidad —hizo una pausa. Se acercó a México y posó una mano en el cristal que lo separaba del país —, aún así somos parecidos… ambos somos humanos.

 

El príncipe le dio una palmadita en el hombro a Rusia para darle ánimos.

 

—El maestro Pedro no morirá mientras existan personas en su territorio… o mientras alguien sea su ancla en este mundo —después se retiró para darle un poco de intimidad.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

—¡Argos! —gritó Temiscira, estaba agitada por la carrera que había hecho desde el otro lado del palacio.

—Asteria, ¿Qué sucede? —le preguntó preocupado por el estado de su amiga.

—¡¿Dónde está Argos?!

—Aquí estoy —respondió el aludido que acababa de regresar —. ¿Qué sucede?

 

La amazona ahorró palabras; presionó un botón de sus brazaletes y una proyección se reflejó en la pared.

 

 

En otras noticias. El director de la seguridad nacional de los Estados Unidos de América ha declarado estado de alerta y ordenado a la Atlántida, permitir la salida inmediata del presidente y su familia.

 

 

Asteria cambió de canal.

 

 

El recién aceptado país conocido como el imperio Atlante quien, hasta hace poco se creía sólo un mito, ha vuelto a estar en el ojo del huracán por los recientes atentados terroristas en Norteamérica…

 

 

Otro noticiero…

 

Las naciones del mundo han condenado los atentados y exigen al gobierno atlante una explicación, ya que según fuentes del FBI, se presume que son los responsables. De no responder, en las siguientes horas se podría desatar una guerra que…

 

 

 

Asteria cortó la transmisión, era suficiente con eso. Los presentes miraron preocupados al viejo imperio. En los pocos meses que tenían de conocerlo, sabían que no era capaz de hacer aquello de lo que lo acusaban.

 

 

—¿Tata? —todos los latinos estaban preocupados por Argos y lo que el futuro le tuviese deparado si es que le declaraban la guerra.

—Asteria, prepara todo para que mis nietos y nuestros invitados regresen a sus casas —ella asintió.

—¡No nos vamos a ir! —gritó Ecuador con seguridad.

—Es cierto —lo apoyó Jamaica.

—Nono, tú nos apoyaste y no vamos a dejarte botado ahora, sólo por esos pelotudos —agregó Argentina.

—Nosotros tampoco —declaró Alemania. Le debía la existencia de su bebé, además de su hospitalidad y cuidados para con Feliciano en los meses que no estuvo con él.

—Kesese, oresama piensa lo mismo.

—Ya los has oído, ninguno te dejará —agregó Brasil, los latinos y los europeos asintieron con la cabeza.

—Les agradezco su apoyo pero no quiero que se vean envueltos en una guerra que no es suya.

—Mi hijo fue herido y casi pierde a su bebé —habló España, a su lado estaba Romano —, por supuesto que es nuestra lucha.

 

 

Argos estaba agradecido pero no podía dejar que ninguno de ellos se viera mezclados en aquel asunto, en especial aquellos que tenían que velar por el futuro de sus aún no natos hijos.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

Kiara había ordenado que todos los líderes fuesen regresados a su patria, junto con los connacionales que quisieran regresar a sus países. También, se estaban haciendo preparativos para regresar a las naciones embarazadas y a Alfred a sus respectivas casas.

 

 

—Le advertí majestad, que algo como esto podría llegar a suceder —dijo Kratos.

—Lo mejor es expulsar a todos los extranjeros, ordenar a nuestros hermanos que regresen y cerrar las fronteras de manera permanente —aconsejó Atal, la General de primera división y mano derecha de Kratos.

—Nosotros no hemos cometido ningún acto terrorista —replicó la niña —. ¿No creen que al hacer eso le estaremos dando más razones para declararnos la guerra?

—¡Que lo intenten! —vociferó Kratos —, nuestras fuerzas militares son superiores a las de ellos.

—Los extranjeros serán como niños tratando de enfrentarse a guerreros —agregó el Coronel Aron.

—Ellos tienen armas nucleares que son obsoletas contra nuestro armamento  —dijo Atal.

—La guerra no es la solución —Kiara se mantenía firme a su decisión, ella no quería que vieran al imperio como una nación bélica o conquistadora, su deseo era todo lo contrario. —Enviaré mensajes al mundo deslindándonos de los atentados. Hoy a las diez de la noche daré un comunicado para condenar los ataques y dar mi apoyo incondicional a los afectados…

—Pero majestad… —intentó protestar el Coronel Aron.

—Es mi última palabra —dijo con firmeza.

—¿Qué dirá el maestro Argos? —cuestionó Atal.

—El maestro Argos opina lo mismo que yo. Él no quiere que sus nietos sufran por una guerra estúpida.

—Es precisamente lo que temo —dijo Krotos —, el maestro Atlántida se está dejando llevar por sus sentimientos, si nos hubiéramos quedado…

—El maestro Argos hizo lo que era correcto —lo interrumpió la niña reina que cada vez estaba más molesta —. Nuestro pueblo languidecía… aún lo hace —hizo una pausa —. Confió plenamente en nuestro amado imperio, él jamás se ha equivocado en sus decisiones —el tono de voz y el semblante de Kiara se alejaba cada vez más a la ternura e inocencia de una niña para dar paso al de una reina preocupada en cuyos hombros estaba la responsabilidad de dirigir una nación.

 

Como respuesta, los tres militares se arrodillaron frente a ella; ya no dudarían mas, ahora su lealtad era completa para con su señora.

 

 

Continuará…

 

 


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