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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

Nuevo capitulo!!!

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, kesesee

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, mpreg, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

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Capítulo 20.- Ojos rojos

 

 

 

 

Pedro estaba profundamente dormido en una silla, junto a la cama donde descansaba Rusia, a quien habían sedado para evitar que fuese a la prisión y matara a Alfred. En la enfermería, como en todo el palacio, no había ningún ruido mayor al de los propios de la noche.

 

 

Muchos dormían, a excepción de Kiara quien se encontraba hablando con el presidente de los Estados Unidos para negociar el cese al fuego.

 

—… las intenciones de Atlántida no son esas —le aseguró Kiara con parsimonia —. Lo único que le interesa a mi nación es vivir en paz…

 

 

Llevaban horas negociando la rendición de Estados Unidos y la libertad de los prisioneros de ambos bandos. Finalmente, llegaron a un acuerdo.

 

 

Kiara soltó un suspiro cansado cuando la comunicación terminó. Faltaban poco para el amanecer; a primera hora de la mañana tendría que dar un discurso para anunciar el fin de la guerra, lo que significaba que apenas podría dormir un poco.

 

 

La niña reina meditó sobre los acontecimientos que se habían su citado desde que Atlántida estaba de nuevo en la superficie. No pudo evitar recordar la primera vez que sintió los rayos del astro rey sobre su piel, ¡el sol era tan hermoso! Pero lo que más le gustaba era la luna; esa bella perla que coronaba el manto nocturno y es que le recordaba tanto a su querida madre.

 

Se estaba quedando dormida sobre el escritorio cuando apareció Unma, con una lanza en la mano, agitado y sudoroso.

 

—¿Tío?…

—¿Te encuentras bien? —ella asintió confundida. Unma suspiró aliviado. Al parecer unas naves de exploración habían estallado media hora atrás.

—Creímos que había sido algún desperfecto —dijo el hombre con seriedad —, pero no fue así.

Cuando se hizo el cambio de guardia que cuidaba al prisionero, se percataron que los celadores estaban muertos y Alfred había desaparecido.

 

—Activa las alarmas en todo el reino —ordenó Kiara —, que se cierren todas las salidas, no quiero que una sola pluma caiga sin que yo me entere —Unma asintió y se retiró a cumplir el mandato de su reina.

 

 

 

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Cuando las alarmas sonaron; los países se despertaron alarmados e inmediatamente corrieron a las habitaciones de sus hijos, preocupados por su seguridad. Pedro y María entraron juntos a la alcoba de Nicolai.

 

Al pie de la cama se encontraba Pandora, su pelaje blanco estaba enrojecido por la sangre que brotaba de la profunda herida que tenía en el lomo, no había nada que pudieran hacer… estaba muerta.

 

—¡Virgen de Guadalupe! —chilló María, cubriéndose la boca con ambas manos. Esto alarmó aún más a Pedro.

—¡¿Nico?! mijo, ¿Dónde estás? —Pedro estaba desesperado, si algo le pasaba a su niño… jamás se lo perdonaría.

 

 

Registraron la habitación de arriba abajo, entraron al baño. Con horror descubrieron el cuerpo de Cerberos, le habían perforado el cráneo con algo filoso. Los hermanos salieron de la habitación desesperados; corrieron en diferentes direcciones buscando al infante. Pedro, incluso regresó a la enfermería con la esperanza de encontrarlo en ese lugar.

 

—No está, no está… —dijo Pedro entre sollozos. Se encontraba en la sala con sus hermanos y el resto de su familia. Asteria apareció poco después, para informar a Argos que Alfred había escapado de Atlántida.

 

Cuando Pedro lo escuchó, sintió como si algo se rompiera por dentro. Una furia que jamás había experimentado se apoderó de él, miró a su hermana, ella estaba en iguales condiciones.

 

Vamos —le dijo María, su mellizo asintió con la cabeza. España quiso detenerlos, pero fue inútil, ambos mexicanos habían desarrollado (de pronto), una fuerza extraordinaria.

Esto sólo nos incumbe a nosotros —dijo Pedro antes de irse junto con su hermana, dejando a la mayoría de los presentes, confundidos y asustados.

 

Argos se levantó de su lugar, con paso tranquilo se dirigió a la salida, antes de desaparecer tras la puerta, miró a los presentes y dijo:

 

—Dejen que ellos se encarguen —las réplicas no se hicieron esperar. Aunque Estados Unidos perdiera la guerra, era aun demasiado poderoso y México no era oponente para él —. No interfieran en esto o les pesará…

 

Atlántida alcanzó a sus nietos; ambos iban a oponerse a que los acompañara, pero lo meditaron mejor… no tenían forma de salir de ahí sin la ayuda de su abuelo. Argos los guió hasta un pequeño hangar oculto en el bosquecillo; en ese lugar, el imperio guardaba su nave más veloz y con mejor tecnología bélica. La aeronave era pequeña, con espacio sólo para cuatro personas; su aspecto se asemejaba al de un ave con las alas extendidas.

 

Antes de subir, Argos les dio la empuñadura de una espada y dos brazaletes plateados, a los dos mexicanos, ninguno de los dos preguntó al respecto (el armamento de la casa de su abuelo era único en todo aspecto). Abordaron la nave en silencio y esta despegó de forma vertical.

 

 

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Nicolai despertó en una habitación que no era la suya. Las paredes estaban tapizadas con imágenes de superhéroes, que para el niño no eran más que dibujos de hombres con trajes ridículos.

 

Las sábanas de la cama eran de color rojo con cientos de mini círculos amarillos con un rayo rojo. En una esquina había un televisor de LCD con diferentes consolas de videojuegos.

 

Nicolai se levantó de la cama y vio, para su horror que llevaba un pijama azul con rojo que tenía una “S” en el pecho.

 

—¿Qué es esto? —se preguntó el niño con una mueca de asco. De pronto, los recuerdos de lo sucedido llegaron a su mente como un relámpago. El atlante irrumpiendo en su habitación, como Pandora y Cerberos habían salido a su defensa, pero el intruso los asesinó a sangre fría.

—Pandora… Cerberos… —Nicolai se dejó caer de rodillas, llorando por la suerte de sus queridas mascotas.

 

La puerta se abrió lentamente y Alfred entró con el desayuno; en su rostro tenía una sonrisa radiante.

 

—¡Good morning! —dijo Alfred. Nicolai retrocedió un paso, sus ojos se volvieron rojos por unos segundos —No tengas miedo, no pienso lastimarte, Alexander.

—Me llamo Alejandro —dijo frunciendo el ceño —. Tú eres el hermano de Rose. Eres el responsable de que mi papi esté herido…

—Tu padre soy yo… —Nicolai gritó colérico. Su papá era Rusia, uno de los países más grandes del mundo y su mamá era México, el cuerno de la abundancia*.

—Eres mi hijo. Rusia engañó a Pedro —le dijo Alfred con voz suave y cantarina para tratar de calmar al pequeño —. Do not worry, your daddy is a hero and will to rescue your mother the villain!

 

Estados Unidos se acercó para intentar abrazarlo, pero Nicolai le lanzó una patada y se alejó de él.

 

—Kolkolkol —los dientes de Alfred rechinaron cuando el niño hizo el mismo sonido que Iván hacia cuando algo le molestaba; lo que más le impresionó fue ver como los ojos de Nicolai pasaban de lilas a rojos tan brillantes como carbones encendidos.

—¡Alexander Jones! —lo amonestó cuando el infante comenzó a lanzarle cuanto objeto tenía a su alcance.

—¡Me llamo Alejandro Nicolai Braginski García! —gritó enfurecido.

 

 

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En Atlántida; las cosas estaban algo tensas. Los médicos habían tenido que suministrarle más sedantes al ruso para evitar que se enterara del secuestro de su hijo e intentara hacer alguna locura. Los países europeos aliados al imperio se preparaban para hacer un bloqueo, tanto comercial como de territorio para obligar a Estados Unidos a entregar a Nicolai y a los prisioneros de guerra.

 

 

En esos momentos, los latinos se encontraban solos en la sala del palacio de su abuelo. Todos ellos estaban preocupados por su sobrino y el futuro del mundo.

 

Acababan de salir de una guerra y estaban a punto de entrar a otra.

 

 

—Deberíamos hacer algo —dijo Ecuador preocupado. Los latinos asintieron con la cabeza. Ya estaban artos de que Alfred hiciera siempre lo que se le diera la gana, sin importarle a quien pudiera perjudicar.

—Hay que enseñarle que si te metes con un latino, ¡te metes con todos! —dijo Venezuela.

—Fátima tiene razón —la apoyó Costa Rica.

—¿Qué podemos hacer? —cuestionó Puerto Rico bajando la mirada —Él sigue siendo más fuerte que nosotros.

—Separados somos débiles  —aceptó Cuba cruzándose de brazos —, pero…

—Juntos somos invencibles —finalizó Costa Rica.

—Hay que enseñarle a ése oweonado de Alfred la fuerza que heredamos de nuestros padres —agregó Chile. Sus hermanos y primos asintieron con firmeza. Ya era hora de mostrarle al mundo que ellos eran los dignos hijos de Azteca, Maya e Inca.

 

 

 

 

Alfred había encerrado a Nicolai en su habitación. Debía esforzarse mucho si quería que su “hijo” lo quisiera y se olvidara de las mentiras de Atlántida y Rusia.

 

 

Caminaba tranquilamente por los pasillos de la Casa Blanca; minutos atrás, el Secretario de Defensa le había informado que el escuadrón especial “Boinas Verdes”*, ya se encontraba en Atlántida a la espera de órdenes. Sonrió complacido, ése atlante le estaba sirviendo más de lo que esperaba.

 

 

 

En Atlántida, Kiara estaba terminando de alistarse para dar un ultimátum a Estados Unidos. Sus sirvientas le pintaron la piel colocándole manchas para que luciera como un jaguar. Kratos, Atal y Aron, harían lo propio para garantizar el regreso de Nicolai y de los atlantes que aun permanecían en el país enemigo.

 

Cuando terminó de arreglarse; Kiara se dirigió a la sala del trono, de donde transmitiría el mensaje, en el camino, su padre le cerró el paso. Yaxkin la miró de pies a cabeza.

La reina usaba una túnica larga de color rojo, que permitía ver la piel pintada para que se asemejara a un jaguar; en su mano izquierda llevaba un escudo con el símbolo atlante y en la derecha una lanza con tres plumas rojas.

 

—Kiara…

—Ahora no tengo tiempo para sus “te lo dije” —le cortó con seriedad —. La representación de Estados Unidos ha secuestrado a Nicolai…

—¿La diplomacia ha fallado? —dijo Yaxkin burlándose —. Son bárbaros… salvajes y sólo entienden el idioma de la lanza. Es por eso que una niña no debe ser reina, en especial una niña como…

—¿Cómo yo? —habló Kiara enojada —, la hija ilegítima que el “noble” príncipe Yaxkin tuvo con una sirvienta. Una bastarda que no fue educada en la aristocracia. ¿Es eso a lo que se refiere, padre?

 

El hombre no respondió.

 

—Le tengo noticias. Yo soy Kiara, el nuevo sol, reina del gran imperio atlante —sentenció dejando a su padre con la palabra en la boca.

 

 

Yaxkin sonrió cuando se quedó solo en el pasillo. Por lo menos ya estaba actuando como una reina, ya después le haría pagar el insulto que le causó con su forma irrespetuosa de hablarle.

 

 

 

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Estados Unidos había enviado un mensaje a los países que creaban el cerco. Si no quitaban sus embarcaciones, comenzarían a lanzar bombas nucleares. Kiara había respondido la amenaza, alegando que no se retirarían hasta que no entregaran a Nicolai y a los atlantes prisioneros, lo mismo hicieron sus aliados.

 

 

—Majestad, ¿está segura de esto? —le preguntó Unma preocupado. Kiara asintió, hasta ese momento, ella había sido muy permisiva y ya era momento de enseñarle al mundo cual era el verdadero poder del imperio más poderoso del mundo.

 

 

En el mismo palacio de la reina, se encontraba el traidor, sentado en un sillón y bebiendo un poco de licor atlante. Miraba una pantalla donde se mostraba un noticiero estadounidense. Sonrió, su plan estaba saliendo a la perfección; ya era momento de hacer su jugada.

 

Presionó el dije que colgaba de su cuello, segundos después, se escuchó una detonación y el palacio entero sufrió una fuerte sacudida.

 

—La diversión ha comenzado…

 

 

Las ciudades atlantes eran un completo caos; los soldados estadounidenses (que habían aparecido de forma misteriosa), mataban todo lo que se moviera, sin importar si era atlantes o no. Los escuadrones especiales hacían lo posible por contener al enemigo, pero les estaba resultando difícil… los invasores usaban armas del imperio.

 

 

La ciudad sagrada no estaba en mejores condiciones, los palacios de invitados habían sido destruidos desde sus cimientos, el de Argos fue el menos afectado, sólo unos cuantos muros se habían derrumbado; la mitad del palacio de la reina se había derrumbado.

 

—¡Kiara, debemos salir de aquí! —le dijo Unma tratando de que la niña se levantara de su trono, pero ella se mantenía estoica, a pesar de los daños que el salón había sufrido —Llamaré a los guardias…

—No. Los guardias de la ciudad prohibida y el ejército deben proteger a mi pueblo... —dijo Kiara con seriedad.

 

Unma asintió, aunque no muy conforme. Envió una señal a través de su brazalete para que el General iniciara la invasión a Estados Unidos.

 

La puerta voló en pedazos y cinco boinas verdes ingresaron, apuntando a la reina y su tío con sus armas.

 

 

Continuará…

 

 

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El  cuerno de la abundancia:  Es el nombre que se le da a México por ser rico en recursos (lo que es paradójico con la pobreza que existe en su territorio, ¡gracias políticos!).

Boinas Verdes: Las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos (en inglés: United States Army Special Forces), también conocidos con el apodo de Boinas Verdes (Green Berets) es una unidad de operaciones especiales del Ejército de Estados Unidos. La fuerza fue fundada en 1952 por el Coronel Aaron Bank y tomó en parte como modelo a los SAS (Special Air Service) británicos en cuanto a ser grupos reducidos de cuatro o cinco hombres, a la especialización de todos sus miembros y a técnicas como la famosa Corazones y Mentes.1 Como ésta unidad, los boinas verdes son grupos de cuatro o cinco hombres, todos ellos con el rango de sargento o superior, especializados cada uno en una tarea como explosivos y demoliciones, transmisiones, medicina, idiomas...


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