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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

Gomen por la demora!!!

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, kesesee

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, mpreg, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

Capítulo 21.- Inicio del fin

 

 

 

Nicolai había destrozado todos los muebles de la habitación; en esos momentos golpeaba la puerta con los trozos de una patineta, pero era inútil, su cuerpo –aunque de una nación –, era de un niño de tres años y no tenía la fuerza necesaria para romper la gruesa madera.

 

Exhausto y con sus manitas lastimadas. Se dejó caer sentado sobre la alfombra y lloró llamando a su mamá.

 

Estaba asustado…

 

—Quiero… a mi mami… —sollozó. No quería llorar, los guerreros no lloraban, pero no podía evitarlo. Su cuerpo era asaltado por pequeños espasmos.

 

La puerta se abrió lentamente  y dos niñas asomaron la cabeza; al ver al niño se acercaron para tratar de consolarlo.

 

—No te asustes —le dijo la mayor al ver como Nicolai retrocedía como un animalito asustado y sus ojos volvían a tomar un tono carmesí —. Soy Malia y ella es mi hermana Shasa.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Shasa dándole golpecitos en la espalda para que se relajara.

—… Alejandro… —sollozó —Nicolai…

—¿Alejandro?, ¿eres el hijo del señor Alfred? —le preguntó Malia sonriendo —Él nos ha hablado mucho de ti.

—¡Ese señor no es mi papi! —dijo enojado, asustando a las niñas —, mi papá se llama Iván y es Rusia.

—¿Entonces no eres hijo de México y el señor Alfred?

—Mi mami si es México, pero el señor malo no es mi papá —dijo limpiándose las lágrimas.

—¿Eres hijo de la señorita María, verdad? —Nicolai negó con la cabeza. Ella era su tía.

—Mi mamá se llama Pedro

—¿El señor Pedro? —dijo Shasa sorprendida —, pero él es hombre.

—¿Y? —cuestionó haciendo un puchero y cruzándose de brazos. Para ese momento ya había dejado de llorar —Los papis de Rose, Sonnen, Jul, Iker y Ali, también son hombres.

 

Las niñas se miraron entre sí; era obvio que lo que les enseñaban en la escuela sobre que sólo las mujeres podían tener bebés no se aplicaba con los países.

 

 

—Entonces no eres hijo de Alfred —Nicolai negó con la cabeza —. Malia, hay que ayudarlo.

—Sí, te ayudaremos a regresar con tu mami —el niño las miró y sonrió, ambas quedaron sorprendidas del precioso color lila que tenían los ojos del pequeño… sin duda no era hijo de su nación.

 

 

 

Llevaban ya una hora de vuelo; las cosas se habían complicado en el mundo entero. Atlántida estaba sufriendo ataques y Argos lo resentía, pero mantenía su pose estoica para evitar preocupar a sus nietos.

 

—Llegaremos a Washington en media hora —dijo el atlante, su voz tenía un matiz extraño en su voz.

—Tata… —lo llamó María preocupada.

—Estoy bien… mi pequeña guerrera —le dijo entre dientes. La verdad es que su cuerpo le dolía horrores. Se llevó una mano a la frente, inmediatamente sintió algo húmedo; cerró los ojos, sabía que era sangre.

 

 

Atlántida se limpió la sangre tratando de ser disimulado, por suerte, sus nietos no se dieron cuenta pues en ese momento; en la radio de la nave se escuchó la orden del general Kratos.

 

Todas las unidades, inicien ataque…

 

—Por Dios, ¿Por qué el ejército atlante ataca tan de repente? —preguntó Pedro en voz alta.

—No. Esto es la respuesta de las agresiones que Estados Unidos está cometiendo en Atlántida —ambos mexicanos se taparon la boca con las manos; su abuelo estaba bañado en sangre.

—Tata… yo… lo siento —Pedro se sentía tan culpable; Argos debería estar ayudando a su gente, en vez de con ellos. Atlántida le sonrió, estiró su brazo y le acarició la cabeza, ya que estaba sentado a su derecha.

 

Jamás te disculpes por las consecuencias que puedan surgir por proteger a tus seres queridos. Eres un guerrero; un hijo de Azteca y Maya nunca debe mostrar debilidad ante nada ni nadie.

 

Pedro y María asintieron con la cabeza, aunque no podían evitar preocuparse por Argos; la sangre no paraba de brotar.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

Una hora antes del ataque a Atlántida; Alfred estaba junto al presidente y las cabezas principales de la milicia.

 

—Nuestro aliado atlante desea hablar con ustedes —dijo el Secretario poniendo una especie de disco metálico en el centro de la mesa. El objeto se abrió como flor; una luz blanquecina salió. Lentamente, la imagen semitransparente de tamaño natural, fue apareciendo.

—Saludos —dijo la figura que estaba ataviada con una túnica y capucha que le cubría la cabeza impidiendo verle el rostro —. Hablaré lo más simple posible, para que sus pequeñas mentes primitivas puedan comprender.

 

Uno de los militares se levantó de su lugar, golpeó la mesa con ambas manos e insultó al holograma.

 

—General, siéntese —le pidió el presidente antes de posar su atención en la figura translucida. —Atlante… he hablado con su reina y hemos llegado a un acuerdo de paz…

—Ustedes los estadounidenses han creído (desde el inicio de su país), que son la nación más poderosa —lo interrumpió el traidor —. ¿Dejarán que una pequeña niña les dé órdenes? Que patético.

—¿Qué sugiere? —era más que obvio para el atlante que ese comentario sería más que suficiente para tenerlos en sus manos.

—Su estimado Secretario ha sido tan amable de enviarme a sus Boinas Verdes, en una hora se iniciará el ataque y les sugiero que estén preparados, pues seguramente, esa niña lanzará un ataque contra ustedes.

—¿Qué ganarás con esto? —preguntó el presidente.

—Kiara es una falsa reina —dijo con rencor —. Yo soy el verdadero soberano…

 

La conversación duró un par de minutos más antes de que llegaran a un acuerdo que agradara a ambas partes.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Las ciudades atlantes eran un completo caos; los soldados estadounidenses (que habían aparecido de forma misteriosa), mataban todo lo que se moviera, sin importar si eran atlantes o no. Los escuadrones especiales hacían lo posible por contener al enemigo, pero les estaba resultando difícil… los invasores usaban armas del imperio.

La ciudad sagrada no estaba en mejores condiciones, los palacios de invitados habían sido destruidos desde sus cimientos, el de Argos fue el menos afectado, sólo unos cuantos muros se habían derrumbado; la mitad del palacio de la reina se había derrumbado.

—¡Kiara, debemos salir de aquí! —le dijo Unma tratando de que la niña se levantara de su trono, pero ella se mantenía estoica, a pesar de los daños que el salón había sufrido —Llamaré a los guardias…

—No. Los guardias de la ciudad prohibida y el ejército deben proteger a mi pueblo... —dijo Kiara con seriedad.

Unma asintió, aunque no muy conforme. Envió una señal a través de su brazalete para que el General iniciara la invasión a Estados Unidos.

La puerta voló en pedazos y cinco boinas verdes ingresaron, apuntando a la reina y su tío con sus armas.

 

 

 

Unma se colocó delante de Kiara para protegerla de los enemigos; no estaba cuidando de su gobernante, lo hacía de su sobrina, a quien quería como si fuese su hija.

 

—Suelten sus armas y ordene la rendición —dijo el líder del escuadrón. La niña reina frunció el ceño, caminó a su trono y se sentó en el.

 

—Soy Kiara, el nuevo sol, reina de Atlántida —dijo sin una pizca de miedo —. Atlántida no bajará la cabeza ante nadie.

—Mátenla… —los hombres se prepararon para acribillarlos, pero Kiara se mantuvo firme.

 

De pronto, los estadounidenses se evaporaron en una luz roja, dejando de ellos sólo las armas y ropas.

 

—¡Hermano! —Kiara sonrió, en la puerta estaba Ixchetl, en la mano tenía un tridente que despedía un poco de humo. La felicidad de la reina y de Unma se esfumó tan rápido como llegó… había algo diferente en el sacerdote.

—Les dije que no se atrevieran a tocarla —el rostro de Ixchetl estaba descompuesto en una mueca de odio y maldad, algo nunca visto en el joven, siempre correcto y amable que mantenía una dulce sonrisa en los labios.

—¿Hermano?

—Dime Kiara… ¿ya has comprendido que permitir la entrada de los extranjeros fue una pésima idea?

—Ixchetl, ¿Qué demonios estás diciendo? —habló Unma tan confundido como su reina.

—Ya es momento que yo tome el lugar que me corresponde como soberano del imperio —sonrió —, pero no te preocupes Kiara, seguirás siendo la reina… te convertirás en mi consorte.

—¡¿Qué?! ¿Estás demente? —habló Unma enfurecido —¡Kiara es una niña!, lo que es peor, ¡es tu hermana!

 

Ixchetl sonrió; eso no importaba; él era el legítimo rey y Kiara debía ser su reina, le pertenecía por derecho.

 

 

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—¿Crees que esto funcione? —le preguntó María a Argos. Los tres se encontraban dentro de la Casa Blanca. Argos asintió con la cabeza, ya era momento de entrar en acción.

—Ustedes busquen al niño, yo los entretendré…

—Pero tata…

—¡Vayan! —los mellizos asintieron y salieron corriendo, cubiertos por el velo invisible que les proporcionaba los cinturones.

 

Cuando ambos mexicanos desaparecieron por el pasillo; Argos tomó la empuñadura, desactivó el poder de su cinturón haciéndose visible y atacó.

De la empuñadura salió un haz de luz que golpeó contra una de las paredes haciendo que explotara viniéndose abajo y creando una gran conmoción, llamando la atención de toda la seguridad del lugar.

 

 

 

Los mexicanos corrieron por los pasillos; por suerte, Pedro conocía el camino a la habitación de Alfred. Esa parte de la casa estaba desierta, seguramente todos se encontraban, o bien, buscando refugio o intentando detener a Atlántida.

 

No tuvieron que andar mucho tiempo antes de ver a tres niños a quienes reconocieron inmediatamente.

 

—¡Ale! —chilló Pedro haciéndose visible nuevamente, al igual que su hermana. Al verlo, Nicolai corrió en su dirección, estaba feliz de estar en los brazos de su mamá y lloraba de emoción. —Gracias —les dijo a las niñas que tan sólo sonrieron.

—Debemos salir de aquí —dijo María. Pedro asintió, cargó a su hijo y dieron la vuelta para escapar, pero ni bien habían avanzado algunos metros cuando Estados Unidos les cerró el paso.

 

Ambos hermanos se tensaron; Pedro abrazó al niño contra su pecho en un ademán protector.

 

—Pedro… has venido —Alfred estaba sonriendo, su voz cargada de júbilo era palpable para los dos mexicanos —. Nuestro hijo te extrañaba.

—¡Nicolai no es tu hijo! —le gritó María enfurecida; sus ojos estaban tan rojos que parecían brillar.

—Mary, se que siempre me has odiado…

—No, Alfred —habló Pedro —, esto tiene que terminar de una maldita vez —su voz era áspera, cruda —. Rusia y yo nos amamos y este niño es la prueba de ello.

 

No, definitivamente no lo aceptaba, México era suyo, ¡le pertenecía! Y así tuviese que ser a la fuerza, lo tendría junto a él para siempre.

 

 

 

 

 

Las cosas en Atlántida no estaban mejor; mientras Alemania, el Bad trio, los latinos y sus aliados se preparaban para invadir Estados Unidos, los niños estaban en la sala con sus madres que al más mínimo sonido o perturbación, saltaban listos para defender a sus hijos. Algunas Boinas habían ingresado pero no hicieron nada, pues Rusia apareció detrás de ellos con Asteria y Oberón; eliminándolos.

 

—¿Están bien? —preguntó Oberón. Rose saltó a sus brazos y lloró a causa de lo asustada que se encontraba.

—¿Dónde está Pedro y mi hijo? —preguntó Iván. Los países se miraron entre ellos, sin saber si responderle o no —¡Díganmelo!

—América escapó y se llevó a Nicolai —Rusia apretó los puños ante lo dicho por Austria —. Pedro, María y Argos fueron a rescatarlo.

 

Iván dio la vuelta; esta vez, Alfred había ido demasiado lejos. Oberón y Asteria se miraron, ella asintió y fue tras el ruso; no podría salir de Atlántida sin una nave. En el trayecto, se encontraron con algunos enemigos que poco o nada pudieron hacer para contener al enfurecido euroasiático y a la amazona.

 

—Argos está con ellos, estarán bien —le dijo Asteria mientras su espada atravesaba la cabeza de un enemigo. Rusia no respondió, estaba demasiado furioso como para prestar atención a lo que lo rodeaba.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Kiara empuñó su espada; de ninguna manera permitiría que su hermano se saliera con la suya. Había traicionado al pueblo, a su familia, a Argos y eso no lo iba a permitir.

 

—Antes de entregarme a ti… prefiero la muerte.

 

 

Continuará…


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