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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

Nuevo cap

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya—sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.


Parejas: RusiaxMexico, kesesee


Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, ¿Quieren mpreg?, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.


Beta: Usarechan.


 


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


 


Capítulo 6.- Dolor


 


 


Gilbert vagaba por el inmenso palacio de Argos. Sin saber cómo había terminado perdiéndose en los jardines; fue ahí cuando la vio. Asteria estaba practicando con una espada, no llevaba su capa y Prusia pudo apreciar el delicado pero al mismo tiempo, fuerte cuerpo de la mujer, bajo la delgada tela de su toga.


 


—¿Se te perdió algo? —habló Asteria al darse cuenta de la mirada que el albino le daba.


—Kesesese, eres buena con la espada —dijo Gilbert —, ¡pero no tanto como el gran awesone, kesesese!


 


Asteria levantó una ceja, ése chico era como Oberón y ella. Una nación extinta que seguía existiendo gracias a un ancla.


 


—Eres alguien peculiar —comentó la mujer colocando su espada en el hombro, adoptando una pose relajada.


—¡Soy un oresama!  —Temiscira suspiró.


 


 


Ése tipo es igual de molesto que el idiota de Roma.


 


 


—Por cierto —habló Prusia —, no se tu nombre.


—Soy Temiscira, mi nombre humano es Asteria.


—¿Hm? ¿Sólo Asteria? —ella asintió. El albino sonrió —¡Yo soy oresama Prusia!, kesesese, y mi awesone nombre es Gilbert Beilschmidt —el ave sobre su cabeza pio, llamando la atención de la mujer, que hasta ese momento se percató de su existencia —¡Él es Gilbird! —el ave volvió a piar —¡¿verdad que es tan awesone!


 


Asteria bufó. Ése tipo era aún peor que el idiota de Roma.


 


Sin saber exactamente como sucedió; Temiscira entabló una plática con el prusiano. Ambos terminaron congeniando bien. Se contaron historias de sus tiempos de gloria y también de su caída como naciones.


 


Asteria le contó lo mucho que llegó a odiar a Hipólita, la responsable de su caída como país y de cuanto detestaba a su madre porque, según sus palabras: había preferido al bueno para nada, cerebro de granito que era su hermano menor.


 


¡¿Puedes creerlo?! ¡Prefirió al inútil de Heracles que a mí!


 


 


Gilbert parpadeo un par de veces, ¿era hermana de Grecia?, pero no se parecían en nada. Heracles era flojo, tanto que provocaba sueño, mientras que ella era bastante activa. Físicamente tampoco se parecían mucho, Asteria tenía el cabello negro y Heracles castaño, lo único similar en ellos era el color de sus ojos, pero de ahí en más, había un océano de diferencia.


 


—Pobre de ti, kesesese.


 


Asteria sonrió dejándose caer de espalda en el pasto. A unos centímetros de su cabeza estaban unos arbustos de flores multicolores que despedían un agradable aroma.


 


 


—Gilbert —lo llamó después de un momento de silencio —, ¿Por qué no desapareciste?


 


 


La mirada del albino se ensombreció. No lo sabía, ¿Por qué continuaba existiendo? ¿No se suponía que al ya no ser una nación debía desaparecer?


Asteria se incorporó para quedar sentada en el pasto, notó la tristeza y el desconcierto del menor; decidió preguntarle directamente.


 


¿Quién es tu ancla? Se dio cuenta que la palabra le resultaba extraña, sonrió. El joven le parecía tierno con esa mueca de desconcierto. Palmeo el pasto indicándole al prusiano que se sentara junto a ella.


 


Un ancla es otro país que con su poder (magia o sentimientos), evita que la representación de otro como él, desaparezca, a pesar de que dicha nación haya desaparecido.


 


 


—¿Quién es tu ancla? —el gran imperio de Atlántida era su ancla y también la de Avalón. Si no hubiera sido por Argos, seguramente abrían compartido el mismo destino de tantos otros.


 


Gilbert pensó que tal vez, su ancla era su hermano, aunque también estaba Austria. Roderich era la persona a la que siempre amó y su actual pareja, quizás…


 


—Kesese, ¡yo soy oresama Prusia!, seguramente yo soy mi propia ancla, kesesese —Asteria parpadeo un par de veces y luego sonrió.


 


Después de todo, Gilbert no era tan malo como pensó.


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


Pedro se incorporó del suelo, miró a Alfred con odio, ¡ya estaba arto! Esta vez no se iba a dejarse abatir por el rubio.


 


—¡¿Qué chingados te pasa? —le gritó encolerizado.


You are mine… —México le soltó un golpe con el puño cerrado, pero América lo detuvo con facilidad. Lo que Alfred no se esperaba era que el moreno le diera un rodillazo en el estómago, sacándole el aire.


 


Pedro logró zafarse del agarre, tomó la bata y se la colocó para cubrir su desnudez. Ya no iba a dejar que lo volviera a tocar.


 


—Estás pendejo si crees que te voy a dejar tocarme de nuevo —estaba enfurecido. Alfred creyó ver un destello rojo en los ojos de Pedro, pero no le dio importancia.


 


Entonces iré por María…


 


México apretó los puños, desvió la mirada. Alfred sonrió satisfecho; se acercó lentamente a su primo, saboreando cada instante; tiró de la bata que calló con delicadeza al suelo, dejando nuevamente el cuerpo desnudo a la vista de sus ojos depredadores.


 


Pedro cerró los ojos en el momento que los labios de Alfred rosaron los suyos. El recuerdo de Iván vino a su mente… no, él no quería que América lo violara, ¡no de nuevo!


 


—¡No! —gritó empujándolo con tal fuerza que hizo que el rubio callera de sentón en el suelo frío y húmedo.


—Eres un…


¿Maestro Pedro? —el grito del mexicano alertó a unas sirvientas que habían ido a la habitación por la ropa sucia. El moreno suspiró aliviado, tomó la bata colocándosela nuevamente y salió del baño sin siquiera mirar atrás. Estaba tan aliviado y agradecido con las sirvientas que no dudo en besarlas en la frente o en las mejillas.


 


Las doncellas salieron sonrojadas de la habitación, dejando al moreno solo para que pudiera tener privacidad. Pedro se cambió en tiempo record y salió de la habitación a toda prisa; Alfred aun se encontraba en el baño y seguramente esperaba el momento para volver a atacarlo.


 


Se dirigió al enorme salón que fungía como sala; ahí encontró a su melliza, abrazada a Argentina, suspiró.


 


Del odio al amor…


 


Decidió no hacer ruido y salió sin ser notado mientras la pareja comenzaba a besarse como si no existiera un mañana.


 


 


 


Rusia estaba en la oficina de Argos, el atlante prácticamente lo había secuestrado después del desayuno para hablar de su relación con Pedro.


 


—Envié por tus cosas —le anunció Argos. Rusia lo miró desconcertado pero en ningún momento borró su sonrisa infantil —. He ordenado que preparen una habitación en mi palacio… aunque —sonrió con cierta picardía —, seguramente dormirás en los aposentos de mi nieto.


 


Argos le dijo que, si bien aceptaba su relación con Pedro, debía pedir su consentimiento a los hermanos mayores de México del Norte, pues esa era una costumbre en Atlántida que sus hijos adoptaron y por lo tanto sus nietos debían respetar.


 


Rusia sabía que le sería difícil tener el consentimiento de, por lo menos Argentina, pero por Pedro haría lo que fuera necesario.


 


 


—Ahora, ¿Qué te parece si me ayudas a escoger los caballos que le regalaré a mis nietos? —Iván asintió sonriendo, sería un placer para él ayudarle si se trataba de eso.


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


México del Norte caminaba a grandes zancadas; estaba furioso y asustado. Cegado por la revolución de sentimientos que lo invadía, no se percató en qué momento llegó a los jardines del palacio, ni cuando fue que ingresó en el laberinto sin darse cuenta. Lo que Pedro no sabía era que detrás de él iba Alfred, asechándolo como lo haría un lobo con su presa.


 


Llegó hasta el centro donde se sentó en una de las bancas de mármol que estaban en el lugar. Suspiró tratando de recuperar la calma; cubrió su rostro con ambas manos.  ¿Por qué Alfred lo trataba como un objeto? ¡¿Por qué abusaba de él?! Levantó la mirada al cielo, una lágrima escapó del rabillo de su ojo izquierdo. Cuando eran niños, antes de que el rubio le quitara la mayor parte de su territorio. Él…


 


—Si Alfredo no se hubiera volado mis territorios yo… pus, quizás lo habría llegado a amar —le confesó al viento, pero el estadounidense lo escuchó.


 


 


Algo en el interior del rubio se removió. ¿Pedro pudo llegar a amarlo? Frunció el ceño. No, el mexicano lo amaba, después de todo, él era un héroe, su héroe y como tal debía salvarlo de sí mismo y hacerle darse cuenta de la verdad.


 


Se fue acercando lentamente al moreno, y lo atrapó, entre su cuerpo y el suelo, ocasionando que Pedro se golpeara fuerte en la cabeza. Alfred aprovechó la confusión que el golpe causo en el mexicano; tomó las manos del moreno y las sujetó con su cinturón.


 


—¡Suéltame! —le ordenó Pedro forcejeando. Pero le resultaba imposible hacer algo para liberarse.


—¡Quédate quieto! —le gritó propinándole una bofetada. —¿Quieres que vaya por María? — El mexicano lo miró con odio. “Mi abuelo no te lo permitirá”


 


América sonrió con prepotencia. “Just as your beloved grandfather is not to save. Same thing will happen with Mary”. México del Norte se quedo quito; desvió la mirada. Era cierto, su abuelo no podía estar en todos lados.


 


 


Alfred sonrió nuevamente, comenzó a deleitarse con el sabor de esos labios que eran como una droga. Se sentó sobre las piernas de Pedro, utilizando todo su peso, impidiéndole moverse. Desgarró la ropa sin mucho esfuerzo, dejando al moreno en bóxers. Tomó la capital del mexicano, arrancándole un gemido de dolor por la brusquedad de su atacante.


 


América entretuvo un rato, dejando marcas sobre las que el ruso había hecho en la piel morena; cuando estuvo satisfecho, se bajó el cierre y sacó su palpitante hombría. Le separó las piernas y lo penetró con violencia. Pedro gritó de dolor, lastimándose la garganta; su voz resonó por todo el laberinto, mezclándose con los gemidos de placer del rubio.


 


Pasaron alrededor de diez minutos, una eternidad para el mexicano. América soltó un gemido ahogado al alcanzar el clímax.


 


Una fuerza jaló al norteamericano antes de que  éste pudiera derramarse por completo dentro de Pedro.


 


—¡¿Qué le haces a mi sobrino?! —Gilbert estaba furioso, tanto que golpeo al rubio repetidas veces. Mientras el prusiano se entretenía con Alfred. Asteria se acercó al moreno que temblaba ligeramente, había lágrimas en sus ojos que luchaba por contener. Tomó su espada y cortó el cinturón que aprisionaba las manos de México del Norte.


—Ya pasó, tranquilo —le dijo cubriéndolo con su capa.


 


Gilbert continuaba zarandeando al infeliz que se había atrevido a tocar a uno de sus queridos sobrinos, Temiscira se acercó a ellos, con espada en mano; tenía una mirada de odio y un aura que denotaba sus ansias de sangre, colocó el filo de su espada en la garganta de Alfred, justo sobre la manzana de Adán.


 


—Dame una razón por la que no deba abrirte como un conejo —Asteria estaba tan enfurecida como el mismo Prusia. ¡Ese mocoso se había atrevido a tocar a uno de los queridos nietos de su amigo!


—El sensacional Gilbert será quien lo mande al otro mundo —incluso el pequeño Gilbird picoteaba la cabeza de América quien era sostenido por el albino y la mujer.


—¡Deténganse! —habló Pedro, un poco mas recuperado —No lo lastimen, por favor.


 


 


Ni Gilbert, ni asteria podían creer o comprender que México estuviese pidiendo clemencia para su violador.


 


—Cuando Argos se entere… —¡no!... si su abuelo o sus padres se enteraban, seguramente le declararían la guerra a Alfred y eso causaría gran sufrimiento a las personas que vivían en esas naciones y en todas las que participaran directa o indirectamente.


 


 


Asteria suspiró, Pedro tenía un corazón tan blando como el de Argos. Soltó a Alfred; no sin antes golpearlo con el mango de su espada. Gilbert también se desquitó, pateándolo en los testículos que dejó al rubio convulsionándose a causa del dolor.


 


—Vamos —dijo el prusiano tomando la mano de su sobrino y se lo llevó. Antes de seguirlos, Asteria le advirtió al norteamericano.


 


“Intenta algo como esto nuevamente y será lo último que hagas en tu patética existencia”.


 


 


Ni Gilbert ni Asteria dirían nada, pues Pedro se los hizo prometer, pero eso no significaba que pensaran dejar las cosas así.


 


—Llévalo a su habitación —Asteria asintió.


—Tío Gil, yo… —el albino le revolvió el cabello como solía hacerlo cuando el moreno era un niño. Le sonrió con cariño.


 


No te preocupes, no iré a matar a ése bastardo.


 


Pedro suspiró aliviado y se dejó llevar por Asteria. Era cierto que no iría por América y no le diría nada a España, ni a Romano, ni siquiera se lo diría a Alemania o a Austria, pero si a Rusia.


 


—Aunque lo odie por lo que le hizo a mi awesone persona —suspiró —. Me importa más el bienestar de Pedro.


 


 


Tardó dos horas en encontrarlo, pues el palacio era muy grande y no estaba seguro si el ruso continuaba ahí p si había regresado al lugar donde ellos se hospedaban. Por suerte, se encontró con una de las doncellas que ayudaron a Iván a instalarse en su nueva habitación.


 


Entró sin anunciarse, haciendo mucho ruido para ser notado, despertando a Rusia que estaba en la amplia cama. Miró al prusiano con un aura oscura y diciendo: kolkolkol.


 


—Aclaremos algo ruso —habló Gilbert cruzándose de brazos y mirándolo desafiante —. El gran oresama te odia y estoy seguro que mi gran aweosidad te es molesta…


—Kolkolkol…


—Pero mi awesone cariño por Pedro es mayor que mi aversión por ti —Iván frunció el ceño. No le estaba gustando nada el rumbo que estaba tomando esto.


 


Le prometí a mi casi tan awesone sobrino que no le diría a nadie…


 


—Habla de una vez —estaba comenzando a impacientarse. ¿Prometes no saltarme encima? Rusia asintió no muy conforme.


 


Gilbert soltó un pesado suspiro; se preparó mentalmente para un posible ataque a su persona. Cerró los ojos tratando de darse valor.


 


“Alfred abusó de Pedro”.


 


La noticia le cayó como un balde de agua fría. ¡¿Ése maldito había vuelto a tocar a México del norte?! ¡Lo iba a matar!


 


Se vistió con rapidez, para ir a buscar a Alfred y mandarlo al otro mundo, pero Gilbert le bloqueo la salida.


 


—Kolkolkol… —Prusia no se dejó intimidad por el ruso, ciertamente más alto y fuerte que él.


—Pedro no quiere que lo lastimes…


 


 


México del Norte no deseaba que una guerra se desatara por su culpa, ese era el motivo de su silencio y si en verdad Rusia lo amaba, debía tratar de entenderlo y brindarle todo su apoyo y protección, aunque por dentro se estuviese muriendo.


 


 


Iván se sentía tan impotente, tan inútil. Pedro era la persona a la que amaba y no fue capaz de protegerlo.


 


—¿Dónde está? —preguntó un poco más tranquilo —¿Dónde está Pedro? —Gilbert suspiró aliviado.


—En su habitación —Iván salió diciendo un “gracias” y se fue en busca de su querido mexicano.


 


 


 


En cuando Pedro llegó a su habitación, se metió al baño. Se sentía tan sucio. No pudo evitarlo… lloró como no lo hacía desde que tenía memorias. Había traicionado a Iván, era una basura que no se merecía su amor...


 


 


Continuara…


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


Los dobladores de voces japoneses de Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, Hungría, China, España, Prusia, Grecia, Estonia, Suiza, Turquía, Hong Kong, Roma, Germania, Francia, Alemania, Islandia, Finlandia, Polonia, Letonia, Bélgica, Ucrania, Chibitalia, Holanda y Liechtenstein se encuentran sanos y salvos, ya han confirmado su paradero.


 


Se desconoce los paraderos de Suecia, Seychelles, Lituania, Austria, Bielorrusia, Santo Imperio Romano, Sealand, Tony, Noruega, Dinamarca y Joven! Estados Unidos/Japón/Kumajirou.


 


En el caso de Himaruya, él se encuentra sano y salvo, actualizó su blog el sábado.


 


Roguemos a Dios, por los seiyuus que aún faltan y también por todos nuestros hermanos japoneses que están pasando por un terrible acontecimiento.


 


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