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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

Nuevo cap !"!!

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.


Parejas: RusiaxMexico, kesesee


Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, ¿Quieren mpreg?, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.


Beta: Usarechan.


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


Capítulo 7.- Celos y Noticias


Temiscira podía oír claramente los sollozos del moreno. Realmente se sentía una inútil, ¿Qué podía hacer?, no era buena para tratar con las personas, nunca le interesó; ella era una guerrera y como tal, dejaba que su espada fuese quien hablara en su lugar.


Escuchó pasos que se hacían cada vez más fuertes. Frunció el ceño, se colocó al lado de la puerta, de tal forma que el intruso no la viera. La puerta se abrió y el intruso ingresó con paso calmado pero firme. Ella se lanzó contra el desconocido haciendo que éste callera de cara al suelo, pero con la misma velocidad y con una gran fuerza, fue arrojada contra la puerta con un golpe seco.


Asteria se incorporó encontrándose de frente con Rusia quien la miraba como si estuviese a punto de atacarla.


—Hm, eres tú —dijo Asteria. No podía negar que el golpe le había dolido; tendría que ser más cuidadosa en el futuro.


—Kolkolkol —el aura alrededor del ruso era tan oscura y siniestra que la mujer no pudo evitar compararlo con Atlántida en la época oscura.


—Está en el baño —le dijo Asteria antes de salir; su presencia ya no era necesaria, además de que debía ir a hablar con Argos.


Rusia vio marcharse a la amazona; se asombró que ésta no pareciera temerle a pesar del aura y su mirada asesina. No le dio importancia, su prioridad era Pedro.


Iván entró al baño con cautela; Pedro estaba en la orilla de la tina, desnudo y abrazando sus piernas con el rostro entre ellas. Su cuerpo se convulsionaba con pequeños espasmos, estaba llorando y eso le rompió el corazón al ruso.


—Pedro —el aludido levantó el rostro. Sus ojos estaban enrojecidos e hinchados, sus mejillas húmedas a causa de las lágrimas.


—Perdóname —dijo con voz entrecortada. Esto le partió el alma al albino, se acercó a él y lo abrazó contra su pecho. No tenía nada que perdonar, Pedro no cometió ninguna falta y aun así, él…


—Te amo —el llanto del mexicano aumentó aun mas, realmente no se sentía digno del cariño que Rusia le ofrecía.


"Te amo" decía Iván con cada fibra de su ser. "Tú no eres culpable de lo que pasó".


Poco a poco, Pedro se fue calmando, hasta que se durmió entre los cálidos y protectores brazos de Rusia. Iván lo llevó a la cama donde se acostó con él; en la mañana hablaría con Argos. Lo que Alfred hizo no podía quedar impune.


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Asteria cruzó los amplios pasillos. Pasaba de la media noche cuando se fue de la habitación de Pedro y agradecía a los dioses que todos se encontraran dormidos; no tenía deseos de dar explicaciones de lo sucedido.


Se detuvo frente a una puerta que ostentaba el escudo de Atlántida: el leviatán. La abrió sin anunciarse. Argos estaba en la cama con Oberón, los dos disfrutaban del cuerpo del otro. Temiscira se aclaró la garganta, llamando la atención de la pareja, el hombre de ojos dorados le sonrió.


—Asteria, ¿quieres acompañarnos? —preguntó separándose de Oberón quien tomó el libro que estaba en el mueble junto a la cama y se puso a leer.


Temiscira negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonrojarse al ver al atlante salir de la cama y desfilar por la habitación completamente desnudo. No era la primera vez que lo veía de esa forma; los tres habían compartido muchas noches de placer y todas ellas fueron maravillosas.


—Ponte algo de ropa —lo regañó mientras se sentaba en un sillón que se encontraba frente a la cama. No podía negar que se estaba excitando con ese cuerpo que nada tenía que envidiarle a los dioses.


—¿Qué sucede? —cuestionó Oberón sin despegar la mirada de su lectura. No podía ocultar su curiosidad, Asteria nunca rechazaba una buena sesión de sexo.


—Argos, debes iniciar con las clases de tus nietos —dijo desviando la mirada de ese cuerpo de tentación —, especialmente las de defensa…


Fue tanto el desconcierto de Atlántida que se puso su bata de seda roja; se acercó a su amiga y la obligó a mirarlo a los ojos.


—¿Por qué? ¿Le ha pasado algo a alguno de ellos? —ella negó con la cabeza. Obviamente no le diría lo que le ocurrió a Pedro, la era oscura sería poca cosa comparado a lo que Argos haría si se enteraba —¿Entonces? —ella se encogió de hombros.


—Ya me conoces, siempre busco algún motivo para usar mi espada —dijo tranquila —. Mientras más pronto aprendan mejor, ¿No te parece, Oberón? —el aludido asintió, aunque realmente ya no estaba poniendo atención.


"Además, tus nietos necesitan aprender lo antes posible, hay muchos peligros y sabes a lo que me refiero".


Atlántida se mantuvo en silencio; Asteria tenía razón. Se acercó a ella y la besó en los labios.


—Mañana iniciaré con sus clases —le aseguró. "Vamos a la cama", ella negó con la cabeza, no se sentía con ánimos de tener sexo, dio cualquier excusa y se retiró a su habitación para descansar un poco.


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Alfred llegó al palacio donde se hospedaban. Rogaba a los cielos porque todos estuviesen dormidos pues no quería dar explicaciones de su estado actual, pero para su mala fortuna, en la estancia se encontraban el bad trio, sus respectivas parejas, Alemania, Veneciano, Japón, Grecia, Canadá y China.


—¡My good! —exclamó Arthur quien fue el primero en ver al recién llegado.


—¡América, aru! —chilló China —, ¡¿Qué fue lo que te pasó, aru? —el aludido miró al prusiano con disimulo, éste le dedicó una sonrisa torcida, contento de ver su obra y la de su nueva amiga.


El rostro de Alfred tenía varios moretones y estaba bastante hinchado, el más visible estaba en la parte inferior derecha, justo en la mandíbula donde Asteria lo golpeo con empuñadura de su espada.


—Kesesese, eso te pasa por molestar a ese pobre potro, kesesese —comentó Prusia ganándose la mirada de los presentes.


La mentira que Gilbert inventó fue que había visto a América molestar a un pequeño potro haciendo enojar a la yegua quien, seguramente era la responsable de todas las lesiones del rubio.


—Malo, Alfred, aru —lo regañó China. A Arthur se le hizo extraño, América tenía tanta fuerza como para vencer a un búfalo, ¿Cómo es que terminó así?


—Obakasan, no está bien que molestes a un animal indefenso —lo regañó Austria.


—Fusosososo, deberías tener más cuidado, hay cosas aquí que no se parecen en nada a las de nuestras casas —comentó Antonio.


—El bastardo se lo tiene merecido —agregó Romano.


Alfred no dijo nada; dio la vuelta y se fue a su habitación, dejándolos con la palabra en la boca.


—Creo que Amerique está ocultando algo —dijo Francis.


—Ve, ha estado muy raro desde que llegamos —si hasta Feliciano se había dado cuenta las cosas realmente eran muy graves.


—Bruder, ¿Qué sucedió realmente? —le preguntó Ludwig a Gilbert. Su mirada le decía que no aceptaría más que la verdad, algo que Prusia no podía darle.


—Estoy diciendo la verdad, West, kesesese —Arthur lo miró enojado, ¿Por qué no lo detuvo antes de que se hiciera daño?


—Prusia-san, si sabe algo, debe decirlo —habló Japón. El aludido se hizo el indignado, alegando que decía la verdad.


Tanta fue la insistencia que Gilbert terminó diciendo que, mientras Asteria le mostraba los alrededores, vieron a Alfred molestar a un pequeño potro y ser atacado por tres yeguas y el semental.


—Kesese, si Asteria no los hubiera calmado, ahora el idiota de América estaría peor, kesese —Roderich frunció el ceño.


—¿Y tú que hacías con esa mujer? ¡Indecente! —no hacía falta ser un genio para saber que el austriaco estaba celoso. Seguramente, Gilbert no tendría sexo una buena temporada.


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A la mañana siguiente; durante el desayuno, Argos les dijo a sus nietos que ese día comenzarían con el entrenamiento.


—Pensaba dejarlos disfrutar toda la semana —dijo con parsimonia —, y aunque sólo han pasado dos días creo que lo más conveniente es iniciar lo antes posible.


Todos asintieron, la idea les parecía bien, aunque les resultaba un poco extraño pero no le dieron mayor importancia.


—Pedrito, ¿te sientes bien? ¿Cómo te golpeaste? —le preguntó su melliza preocupada por el rostro compungido y el moretón que Alfred le había hecho, pero no fue la única, los demás también lo hicieron. Pedro sonrió, argumentando que le dolía el estómago y que se tropezó cuando estaba medio dormido. Argos no le creyó, miró al ruso que se encontraba al lado del mexicano, con severidad.


Si se atrevió a lastimarlo, lo matare…


Asteria miraba con disimulo a su amigo, el brillo carmesí en los ojos de éste le preocupó, pues la furia del atlante estaba centrada en el ruso; debía interferir antes de que sucediera alguna tragedia.


—No deberías avergonzarte —habló Temiscira captando la atención de los presentes. Ella sonrió con cierta prepotencia; miraba a Pedro, tratando de transmitirle que le siguiera la corriente —. Las amazonas eran los mejores jinetes, es natural que yo sea mejor que tú.


Pedro parpadeó un par de veces, antes de comprender el plan del antiguo reino. Decidió olvidar lo sucedido, ya antes lo había hecho y podía hacerlo nuevamente.


—¿Es eso cierto? —le preguntó Argos a su nieto, él asintió —¿Y el golpe?


—Me caí del caballo, jejeje —respondió riéndose con nerviosismo. Atlántida sonrió con cariño, se lo había creído.


—No debes sentirte mal por perder contra Asteria, ella es increíble cabalgando —ninguno pasó por alto el doble sentido que tenía esa oración, ¿acaso ellos…?


—Cuando termines tu entrenamiento. Tendrás una mínima oportunidad de derrotarme —finalizó la amazona con una sonrisa satisfecha.


Después del desayuno, Atlántida se llevó a sus nietos al campo de entrenamiento, dejando a Rusia con sus dos amigos. Oberón no se quedó mucho, se fue segundos después sin siquiera despedirse.


—No te preocupes —le dijo Asteria sonriéndole con cariño, no era típico de ella, pero Iván le transmitía cierta empatía. Rusia estaba ausente, sus pensamientos se encontraban en las mil y una formas en las que haría sufrir a Alfred.


Asteria se levantó de su lugar para acercarse al ruso, colocó una mano en el hombro de Iván, llamando su atención.


Nada de esto es culpa tuya. Temiscira admitió que no le agradaba la presencia de los otros países y que, aduras penas soportaba a los ruidosos nietos de Argos, al menos en un principio.


—Acepto que esos niños son fáciles de querer —dijo encogiéndose de hombros.


Cuando vi lo que ése bastardo le hacía a tu chico… tuve deseos de cortársela y metérsela por la garganta.


Rusia no dijo nada; la amazona torció la boca, quizás había una forma de animarlo.


—Ven conmigo, tengo algo que te alegrará —dijo guiñándole un ojo. Lo tomó de la mano, obligándolo a seguirla. Tenía la forma ideal para ayudarlo a superar ese mal sabor.


Asteria llevó al ruso hasta su habitación, Iván se tensó en el momento en que la mujer lo obligó a sentarse en la cama y le cubrió los ojos con una venda.


—Amo a Pedro, da —Asteria sonrió, le parecía tierno y esperaba que su regalo ayudara al albino.


Iván, por alguna razón, no hacia intento de moverse. Escuchó los pasos de la amazona alejarse y luego regresar; un peso cayó sobre sus piernas, era suave al tacto. Algo húmedo y frío tocó su mano y después algo áspero.


—Ya puedes quitarte la venda —Rusia obedeció. Su sorpresa fue grande, en su regazo estaba un pequeño cachorro de tigre, su pelaje era blanco y negro. Asteria sonrió cuando Iván abrazó al felino quien lamía su mejilla. Quizás, no todos los "invitados" de Argos eran una molestia, la prueba eran Gilbert y el ruso.


—Es uno de los cachorros que tuvo Pandora, uno de mis tigres —habló la amazona —, es una niña y si lo deseas, puedes quedarte con ella.


—Da —contestó con su característica sonrisa infantil —. ¿Cómo se llama? —la tigresa no tenía nombre, así que Rusia podía darle uno.


Tu chico y tú, podrían elegir el nombre juntos. Rusia sonrió ante la idea; estaba seguro de que a Pedro le encantaría y ésta le ayudaría a olvidar el incidente.


—Dime una cosa, ¿en verdad creías que te traje para tener sexo? —Iván no respondió pero la sonrisa en su rostro le hizo entender que sí.


Si hiciera algo para lastimar a los niños de Argos, él sería capaz de obligarme a limpiar todos los establos con una esponja pequeña. Y eso en el mejor de los casos.


Rusia agradeció el regalo y se marchó dejando a la amazona sola. Asteria dejó escapar un suspiro, se sentía tensa.


—Necesito un buen trago —pero no le apetecía ninguno de los licores que había en palacio quería algo diferente; sonrió, tenía semanas sin pasearse por la ciudad, pero no quería ir sola —. Hn, Argos estaba ocupado con sus mocosos y Oberón es más frío que un tempanó —podría ir en otra ocasión pero ella deseaba ir ese día —. ¡Ya sé!


Se colocó su capa y espada, tomó una pequeña bolsita que Argos le dio esa mañana. Corrió a los establos en busca de su caballo y partió al palacio donde se estaban quedando "las distinguidas" visitas. Encontró al bad trio en la estancia, acostados y completamente aburridos.


—Hola polluelo —saludó Asteria a Gilbert quien comenzó a gritarle que no lo llamara así.


Mon cherry, ¿a que debemos el honor de tan hermosa visita? —le preguntó Francis besando el dorso de la mano izquierda de la mujer.


—Vine a secuestrar a Gilbert —respondió limpiándose la mano besada por el francés —, pero mientras más mejor, ¿les gustaría ir a una taberna conmigo?


—Fusososo, ¡suena bien! —exclamó España —, pero mi dulce tomatito no me perdonaría si me voy a divertir y lo dejo encerrado.


Asteria se encogió de hombros, eso era lo de menos. Pueden llevar a quien quieran, mientras ellos hacen turismo, nosotros disfrutamos de una buena bebida. Les pareció buena idea, por lo que Francis y Antonio fueron a llamar a sus novios y a los demás, dejando al prusiano y a la amazona solos.


Asteria tenía curiosidad por saber cómo se encontraba el pervertido, Gilbert le contó lo sucedido y la mentira que tuvo que inventar para explicar lo sucedido. Austria fue el primero en aparecer, frunció el ceño al ver como su idiota parecía coquetear con la mujer de escasa ropa.


—Me abría encantado verlo —comentó ella entre risitas.


—¡Indecentes! —exclamó llamando la atención de ambos —, si van a hacer esa clase de espectáculos deberían irse a una habitación.


—Tú debes ser Austria —habló Asteria ignorando el comentario del aludido —, el señorito Roderich, vaya que tienes idiotizado al pichón.


—¡Que no me digas así! —le gritó Gilbert enojado.


—Soy Temiscira, mi nombre es Asteria se presentó ignorando olímpicamente al albino; colocó una mano en el hombro de Prusia y sonrió —. Vine a invitar a mi compañero del club de los muertos vivientes a dar un paseo por la ciudad pero creo que sería más divertido si van todos.


—No tengo deseos de salir —respondió Roderich cruzándose de brazos. La amazona sonrió nuevamente, el castaño era tan transparente que daba risa.


Es una pena, los dulces de temporada son los más sabrosos, especialmente si los acompañas con flauta. Eso fue suficiente para convencer al austriaco quien estaba desesperado por escuchar algo de buena música.


Minutos después, ya todos se encontraban en la estancia, Alfred fue el último en aparecer. La amazona se acercó a él. Tienes suerte de sólo haber recibido unas cuantas patadas, pero eso te enseñará a no molestar a los potros, en especial los de esa "manada". En ese momento, las miradas sorprendidas se centraron en Gilbert.


¡Les dijo la verdad!


—Bueno, nos iremos en los vehículos por que ir a caballo sería muy problemático —antes de irse, les entregó un pequeño escudo redondo a cada quién.


—Con esto podrán pedir lo que quieran —les dijo mientras los repartía.


Mathew estaba junto a Alfred, triste pues seguramente la mujer no lo tomaría en cuenta; grande fue su sorpresa cuando la mano de la amazona le acarició los cabellos.


—Qué lindo oso tienes —comentó entregándole el escudo, Canadá se sonrojó —. Eres Mathew, ¿no? —el rubio estaba sorprendido, ¿Cómo es que sabía su nombre? Asteria lo había visto en la fiesta, hablando con los dos mexicanos, fue ahí donde escuchó su nombre.


—Bueno eso es todo, vámonos.


—¡Espera! —chilló Alfred —, ¡falta el héroe! —ella soltó un "ups", argumentando que no creía que él tuviese ánimos de salir después de su pequeño "accidente".


—Podemos compartir el mío —dijo su hermano.


—¿Quién eres? —preguntó el oso.


—Soy Canadá…


Ni modo, pensaron Gilbert y Asteria; tal vez podrían lanzar a Alfred del edificio más alto o empujarlo a una calle congestionada, las opciones para deshacerse de él eran ilimitadas.


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Pasó un mes. La relación entre Rusia y México del Norte era cada vez mejor; Anastasia –como llamaron a la tigresa –, fue de gran ayuda para que Pedro se olvidara de lo sucedido. Dormían en la misma habitación, pues la familia del mexicano aceptó su noviazgo (muchos, gracias a las amenazas de María y de sus amigos los chaneques).


En los últimos días; Pedro se había sentido mareado por las mañanas y había ocasiones en las que vomitaba todo lo que ingería. Esa mañana, su malestar fue tanto que no quería ir al comedor, por ello, Iván pidió que les enviaran la comida a la habitación, esto preocupó a la familia del mexicano, especialmente a Argos y María quienes fueron a verlos.


—Neta, estoy bien, tata —le dijo Pedro, aunque la palidez de su rostro lo contradecía —, ¡estoy como mango!


—Sí, podrido y apachurrado —agregó María en tono preocupado, su hermano la miró indignado.


—Tal vez, tu organismo no se ha acostumbrado a la comida de Atlántida.


—No me pasa nada —Argos suspiró.


—Pedro ha estado con mareos y vomitó en los últimos días —confesó Iván. Argos le preguntó molesto, el motivo por el cual no le comunicó el estado de su nieto. México defendió a su novio diciendo que él se lo había pedido.


Argos decidió llamar a los médicos de su palacio, quería asegurarse que no fuera nada grave. En media hora, llegaron tres hombres que inmediatamente comenzaron a auscultar a su paciente; le hicieron varias pruebas, tomaron muestras de sangre y orina, todos los estudios los hicieron en la habitación con ayuda de unas pequeñas computadoras no más grandes que un celular.


—¿Qué tiene? —cuestionó Argos cada vez más preocupado. Los médicos se miraron entre ellos, no era fácil explicar lo que le estaba sucediendo a su paciente, pero debían tranquilizar a su país antes de que se molestara con ellos.


—No necesita preocuparse, maestro Argos —le aseguró el médico más anciano —, el joven maestro Pedro no tiene nada grave…


—Entonces, ¿Qué tiene? —esta vez fue Iván quien habló, tenía al moreno entre sus brazos.


Los tres sonrieron, nuevamente habló el anciano. Les dijo que los síntomas que el mexicano presentaba eran propios de un embarazo.


—¡¿Yo qué? ¡Están pendejos! —gritó Pedro a punto de un ataque de nervios —, ¡no me chingen! ¡No soy vieja! ¡¿Cómo podría estar preñado?


Iván, María y Argos estaban tan contentos por la noticia que ignoraban las groserías que decía el mexicano. Rusia se acercó más a su novio y lo besó con pasión, cariño y amor, haciendo que todo su enojo se fuera.


—Te amo —le decía entre el beso —, ¿Pedro me ama?


—Da —respondió el mexicano. No podía negar que estaba feliz por la noticia, ¡iba a tener un hijo de Rusia!


—¿Cuánto tiene? —preguntó Argos, mientras que María daba saltos por todos lados gritando que sería tía.


—Un mes… —esto fue como un balde de agua fría para la pareja, ése bebé podría ser de Alfred y no de Iván.


Argos pareció percibir el cambio en la pareja, pero lo adjudicó a la sorpresiva noticia; tomó a su nieta y salió de la habitación seguidos por los médicos.


Pedro escondió el rostro en el pecho de Iván, Anastasia se acurrucó entre ambos al presentir la tristeza de sus amos.


—Iván, yo…


—¿Cómo le llamaremos? —lo interrumpió. México lo miró confundido, Rusia le sonrió —. El bebé que Pedro espera es mío, no importa si Alfred tuvo que ver en su concepción, da.


Pedro no pudo evitarlo, besó con pasión a su amado ruso, internamente, rogaba a los dioses que el padre de su futuro hijo fuera Iván y no Alfred, pero la intriga lo carcomía por dentro.


Continuara…


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El club de los muertos vivientes: Asteria se refiere a que tanto Gilbert como ella deberían estar muertos al ya no ser naciones.


Estoy como mango: Bueno, eso tiene varios significados, el más común es que esta tan bueno como un mango.


Próximo capítulo: XD En este capítulo se verán los síntomas del embarazo de nuestro querido Pedrin y algunas cosillas mas, kesesesee, hasta la próxima semana.


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