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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

Nuevo cap, kesesesese

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.


Parejas: RusiaxMexico, kesesee


Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, ¿Quieren mpreg?, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.


Beta: Usarechan.


 


 


 


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Capítulo 7.- El dios de la era oscura parte I


 


 


La noticia del embarazo de  Pedro llegó a los oídos del pueblo quienes no podían estar más felices; el hijo de una nación siempre significaba un buen augurio, especialmente si sus dos padres se amaban, como era el caso. Quien parecía ser el más contento era Argos, prueba de ello eran los campos que habían dado su mejor cosecha en siglos.


 


 


En esos momentos; Atlántida se encontraba en la ciudad encargándose de las provisiones que se enviarían a las naciones que aun las necesitaban, con él estaban sus dos amigos y Umna, éste último se encargaba de que las naves estuvieran en perfecto estado, mientras que Asteria y Oberón ayudaban a subir la ayuda humanitaria. Cuando los aviones estuvieron cargados, estos despegaron de forma vertical y luego horizontal; el sonido del motor era parecido al zumbido de un insecto y viajaba más rápido que la velocidad del sonido.


 


—Bueno, eso es todo —comentó Asteria montando su caballo, se acomodó el cabello —, nos vemos después.


— ¿A dónde vas con tanta prisa? —la cuestionó Oberón. Ella sonrió; es viernes le dijo y se marchó a todo galope. Avalón frunció el ceño y se cruzó de brazos al saber que su amiga iría con los autonombrados “Bad Trio” a alguna taberna y no la verían hasta el domingo.


 


—En verdad que no la entiendo —comentó —, ¿Qué le ve a esos idiotas? —Argos sonrió, si no lo conociera creería que Oberón estaba celoso de los extranjeros y de su amistad con Asteria.


—Tal vez esté intentando acercarse a su hermano —Avalón lo miró como si al atlante le hubiese crecido otra cabeza.


—Asteria odia a Grecia más de lo que tú amas a tus nietos —Argos no estaba muy seguro de eso; Temiscira era rencorosa y vengativa, pero ni ella podía odiar por tantos siglos, ¿no?


 


—¿Cuándo regresa la reina? —preguntó Oberón para cambiar de tema.


 


 


Kiara se había quedado en México para firmar alianzas con los países latinoamericanos, después visitaría las naciones cuyas representaciones se encontraban en Atlántida y se presentaría a sus líderes para tratar de crear tratados de comercio y dar su apoyo incondicional a los damnificados.


 


—En estos momentos debe de estar en la ONU —dijo Argos suspirando —, tal parece que muchos de los líderes mundiales nos culpan por los desastres que azotaron a sus países el mes pasado.


 


Avalón lo miró con los ojos entrecerrados, ¡por supuesto que tenían la culpa!, ¿es que Argos creía que su resurgimiento no tendría consecuencias en la superficie?


 


—Argos… a veces eres demasiado idiota —lo reprendió Oberón, el aludido tan sólo sonrió.


 


 


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Asteria llegó al palacio de invitados; con ella iba Pandora, una tigresa siberiana e Ícaro, un león blanco. La amazona amaba a los felinos grandes, especialmente los albinos, pues ellos poseían una belleza y elegancia casi divina.


 


 


Había quedado de verse con el Bad Trio en los jardines ya que Asteria no era del agrado de sus novios y para salir con ella debían jugar al agente secreto y escaparse antes de que los vieran.


 


Temiscira suspiró cuando en lugar de encontrarse a sus camaradas de tragos se topó con Grecia quien estaba rodeado por un montón de gatos, junto a él estaba Japón.


 


 


—Asteria… —la llamó Heracles sin poder ocultar una sonrisa. Grecia siempre quiso a su hermana, lloró por días cuando su madre le dijo que ésta había muerto.


—No me interesa —soltó la amazona dedicándole una mirada de odio. Ambos felinos rugieron causando que los gatos huyeran asustados. Japón frunció el ceño, pero no se movió, él no podía interferir en ese asunto.


—Necesitamos… hablar… —le dijo Grecia tomándola por la muñeca. Pandora e Ícaro iban a lanzarse a atacarlo pero su ama los detuvo. Esa mirada que el menor le daba logró desarmarla; era tal y como la recordaba.


—Tienes hasta que lleguen los chicos —aceptó separándose de él bruscamente. No iba a dar su brazo a torcer tan fácil, su orgullo no se lo permitía.


—¿Por qué no… volviste… si estabas… viva…? —Asteria frunció el ceño y lo abofeteó, haciéndolo callar.


 


Temiscira estaba furiosa, ¡¿Cómo se atrevía?! ¡Era un maldito hipócrita! Ella había rogado por ayuda a su madre y lo único que ganó fue que la humillaran y se burlaran de su desgracia.


 


 


 


Asteria caminaba con paso lento y pesado. Su armadura estaba destrozada, la sangre la bañaba casi por completo; estaba gravemente herida, seguramente desaparecería pronto. Cayó de rodillas, justo delante de la puerta de su madre. Golpeó, gritó y suplicó hasta que la puerta se abrió. En el umbral se encontraba una hermosa mujer de cabello castaño y ojos verdes, traía un niño en brazos de unos tres años muy parecido a ella.


 


—Asteria —la voz de la mujer estaba carente de sentimientos.


—Ma-dre… a… ayu-dame… —suplicó Temiscira. Antigua Grecia miró a su hija con indiferencia.


 


“Es momento que mueras Asteria, un reino endeble como tú no merece existir…”


 


Esas fueron las últimas palabras que Temiscira escuchó de su madre antes de que ésta cerrara la puerta en su cara. Algo se rompió en el corazón de la amazona, el odio la invadió.


 


¡Te odio! gritó con las pocas energías que le quedaban ¡Que los dioses te maldigan a ti y a tu bastardo!


 


Ya no soportó más y se desmayó; iba a morir de una forma deshonrosa y humillante, sólo rogaba que los dioses cumplieran su deseo e hicieran sufrir a Gaya lo mismo que ella sufrió en sus últimos momentos.


 


 


Despertó de golpe; sus heridas estaban vendadas y se encontraba en un suave lecho, por un momento pensó que su madre se había apiadado de ella, pero descartó la idea casi tan rápido como llegó, no reconocía nada en esa habitación.


 


Me alegro de verte despierta en la entrada se encontraba un hombre de cabellos blancos y ojos tan rojos como la misma sangre. Su expresión era la más fría y seria que ella hubiese visto jamás —. ¿Cómo te sientes?


—Mejor… mintió, la verdad era que le dolía todo el cuerpo, se sentía mareada por la pérdida de sangre y la fiebre ya comenzaba a afectarla.


 


El hombre se acercó a ella; traía algunas vendas, hierbas medicinales y algo de comida.


 


Tardarás un poco en acostumbrarte le dijo el hombre entregándole el plato con comida.


¿A qué? “a ya no ser una nación”. Asteria sintió que el mundo se le venía encima, seguramente desaparecería pronto, sólo lamentaba no poder vengarse de Gaya y de su mocoso.


 


“Yo seré tu ancla, si es que deseas cumplir tu venganza”.


 


La amazona lo miró confundida, ¿Por qué me ayudas? ¿Quién eres?, el hombre sonrió con crueldad, pero por alguna razón, esto la reconfortó. Él se acercó más a ella y la besó con voracidad.


 


“Soy el imperio Atlante, mi nombre es Argos y de ahora en adelante estarás ligada a mi”.


 


 


 


Heracles no podía creerlo, su madre fue cruel, ¿Cómo había sido capaz de hacerle eso a su hija?, él no lo recordaba, aun era muy pequeño, pero se sentía en parte responsable.


 


—Perdóname… —dijo y la abrazó. Asteria no sabía qué hacer, tantos siglos odiándolo y él… no supo cómo, pero terminó devolviéndole el gesto.


 


Kiku se mantenía alejado, mirando la escena con una sonrisa. Le hacía feliz que Heracles se hubiese reconciliado con su hermana, pues sabía lo mucho que éste la quería y extrañaba. Ambos griegos se acercaron a él.


 


—Él es Japón… mi novio… —Kiku se sonrojó ligeramente, lo que ocasionó una sonrisa en su “cuñada”.


—Es un placer, aunque ya tengamos un mes de conocernos —dijo medio en broma, medio enserio.


—El placer es mío, Asteria-san —respondió Kiku haciendo una ligera reverencia.


 


Temiscira pasó hora y media con ellos. Japón se dio cuenta que ambos hermanos tenían mucho en común, a ambos les gustaban los gatos, aunque Temiscira prefería los felinos grandes, mientras que Heracles los pequeños. Poco después llegó el Bad Trio.


 


 


—Nos veremos —dijo Asteria y se fue con sus amigos que estaban tan ansiosos como ella por ir a beber.


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


Los latinos estaban emocionados con la noticia del nuevo integrante de la familia; llevaban festejando un mes, entre cantos y las bromas a costa del pobre Pedro que no faltaron.


 


—Quien diría que vos saldrías pastelito, che —se burló Marcelo utilizando el lenguaje mexicano, sin embargo, Pedro no respondió.


—¿Te sucede algo? —lo cuestionó Brasil preocupado. El mexicano negó con la cabeza argumentando que tenía pequeños malestares propios del embarazo.


—Debe estar achicopalado por que los doctores le prohibieron entrarle al chupe —comentó María preocupada.


—Sólo serán dos o tres años —dijo Cuba tratando de consolarlo”. Sacó un abano y lo encendió, pero no le duró mucho el gusto.


—¡Deja eso! —le gritaron sus hermanas, Colombia lo golpeo en la cabeza y Costa Rica le quitó el puro, apagándolo con el pie.


—¡Auch! —se quejó Jorge —¡Verónica! —le gritó a la colombiana.


—Sólo a ti se te ocurre fumar delante de Pedro —lo regañó Alejandro, el salvadoreño tenía el ceño fruncido y veía a su hermano con desaprobación.


—Ale tiene razón —lo apoyó Carlos, el chileno miraba severamente al cubano —, weon…


—No peleen —pidió Fernanda.


—Están alterando a Pedrito —los reprendió Sebastián, el paraguayo estaba junto al aludido quien parecía ausente.


Carnal, vete a echar un coyotito —le dijo María.


—A todo esto, ¿Dónde está Rusia? —cuestionó la guatemalteca.


—Ya decía yo que el día era muy bonito, che, ¿Dónde está el boludo?


—Tata… —dijo Pedro simplemente, todos suspiraron, esos dos pasaban demasiado tiempo juntos en los últimos días.


—¿Deberíamos preocuparnos? —cuestionó Perú, todos se encogieron de hombros.


 


 


 


Lo que ninguno de ellos sabía era que Rusia le había pedido ayuda a Argos para hacerle un regalo a Pedro y a su bebé. Iván quería hacer una cuna y juguetes pero no tenía práctica con las herramientas de la Atlántida.


 


—Estoy seguro que le encantará a mi nieto —comentó Argos una vez terminaron el pequeño mueble. La cuna era de color blanco, con adornos de girasoles, en la cabecera estaba el águila del escudo de mexica en la parte de adentro y el águila rusa en la parte de afuera.


—Da —respondió el ruso con una sonrisa, esperaba que sus regalos le gustaran a su hijo o hija; cubrieron los objetos con telas de lino coloridas, cuando estaban a punto de llevar las cosas a la habitación que el ruso compartía con el mexicano. Apareció un joven sirviente cargando un cachorro de lobo blanco, tenía un ojo gris y el otro azul.


 


—Maestro Argos, joven maestro Iván —dijo haciendo una reverencia —. Maestro Atlántida, he traído lo que me pidió.


—Gracias —dijo el aludido tomando al cachorro de los brazos del joven —. ¿Puedes llevar esto a la habitación de Iván y mi nieto? —el sirviente asintió con una sonrisa, hizo una reverencia y se dispuso a cumplir su tarea.


 


Rusia miró al cachorro que no se movía; se le veía demasiado serio para ser tan pequeño. Argos le sonrió. “Asteria no es la única que puede regalarles mascotas”, le dijo con tranquilidad.


 


 


Ambos se dirigieron al salón de juegos que Atlántida había ordenado construir para sus nietos. El lugar tenía de todo, consolas de videojuegos, simuladores, una enorme pantalla de televisión, además de una mesa de billar, hokey, pinpon, incluso bolos y un pequeño cine lo suficientemente grande para todos ellos.


 


—¡Tata! —exclamaron las chicas.


Hablando del rey de roma —comentó Pedro, Iván se acercó a él y lo besó en los labios.


—Hola mis niños —los saludó Argos besando las frentes de las chicas.


—Qué bonito perrito —comentó Fernanda, su abuelo sonrió. El cachorro escapó de los brazos de Argos  y saltó al regazo de Pedro, moviendo la cola y lamiéndole el rostro, visiblemente feliz.


—Es muy lindo—comentó México del Norte acariciando al animalito —, ¿Cómo se llama?


—Cerberos —a los latinos les parecía un nombre demasiado aterrador para una criatura tan adorable, pero cuando Pandora se acercó al moreno, el lobo le gruñó enseñándole los dientes pero no fue la única que sufrió a causa de los celos de Cerberos ya que incluso Iván tuvo que separarse del moreno.


 


Atlántida se arrepintió por un momento, el haber llevado al cachorro pero algo le decía que era necesario para cuidar de Pedro, no entendía la razón pero su instinto jamás le fallaba.


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


El Bad Trio ya llevaba su tercera cerveza, mientras que Asteria había bebido seis; tal vez era porque ella tomaba pequeños vasos que contenían un extraño líquido azul de agradable olor, mientras que ellos tomaban enormes tarros con espumosa cerveza.


 


 


—¡Eso es trampa! —chilló Gilbert ganándose la atención de los presentes —, ¡tú sólo tomas esos vasitos por eso siempre ganas!


—Es cierto —lo apoyó Francis.


—Joven maestro Prusia, joven maestro Francia, la maestra Asteria no ha hecho trampa —la defendió el tabernero.


 


Los atlantes sentían gran respeto por las personas mayores llamándolos “maestros”, al ser países se les consideraba personas sabias.


 


—Dekar, sírveles lo mismo que a mí —le pidió la mujer al tabernero. Éste la miró asustado pero hizo lo que le ordenó. El Bad Trio tragó grueso, la sonrisa torcida que la amazona tenía no podía significar nada bueno; con mano temblorosa tomaron el pequeño vaso de cristal. Bastó un solo sorbo para hacerlos sentirse mareados.


 


—El leviatán es tres veces más fuerte que sus bebidas alcohólicas —comentó Asteria con tono de superioridad.


 


Cuando terminaron sus bebidas, el trío comenzó a llorar lo crueles que eran sus parejas al ponerlos en abstinencia.


 


—¡Mi tomatito no me ha dejado tocarlo desde la fiesta! —lloró Antonio.


—Mon Angleterre tampoco me ha dejado mostrarle mi amour.


—Ni el señorito —se quejó Prusia —. Dice que no se siente bien.


 


Siguieron quejándose de lo malos que eran sus parejas que argumentaban no sentirse bien para tener sexo.


 


Creo que habrá epidemia de mocosos —pensó la amazona pero no dijo nada, al menos no por el momento.


 


Pasaron varias horas y el trío ya estaba tan ebrio que dormían en el suelo.


 


—Em, maestra Asteria —la llamó Dekar algo nervioso —, ¿no piensa llevarlos a palacio? —ella negó con la cabeza, no tenía intenciones de cargar con ellos, en ese estado eran muy molestos y tampoco le apetecía regresar tan pronto.


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


Pedro ya no soportó más los constantes comentarios de su abuelo sobre lo mucho que su futuro bisnieto se parecería a Iván y a él; se levantó de su lugar y se fue sin decir nada; Rusia hizo intento de ir tras él pero Argos se lo impidió.


 


—Necesita estar solo —le dijo Atlántida con una radiante sonrisa —, Pedro me recuerda a su abuela cuando estaba embarazada —los ojos del imperio se iluminaron con el sólo recuerdo de la mujer a quien amó.


 


Argos les contó algunas anécdotas de cuando Olmeca estuvo en cinta. Les dijo que una vez, durante su primer embarazo. Ixchel odiaba que la tocaran y cuando Argos intentó besarla, ésta le lanzó un ídolo de piedra del doble de su tamaño. Los latinos no pudieron evitar mirarse entre sí; Marcelo trago grueso mirando a María, ésta ya de por si tenía la costumbre de lanzarle cosas cuando estaba enojada, no quería ni imaginar lo que le haría si se embarazaba.


 


 


 


Cuando Pedro entró a su habitación, se encontró un objeto cubierto con lino azul y un precioso moño blanco, en la cama también había cuatro paquetes pequeños de colores pasteles, abrió la más grande descubriendo la pequeña cuna, en ella había una nota escrita por puño y letra de Iván.


 


 


Pedro es la persona a quien ama Iván,


No importa nada.


México siempre será uno con Rusia,


y nuestro hijo es la prueba, da.


 


 


Pedro se llevó las manos al rostro y lloró; Iván se merecía saber si el bebé que esperaba era suyo o de Alfred, no era justo para Rusia pasar por eso, ni tampoco para él.


 


—Pero saldré de esta —se repetía incesantemente. Él siempre pudo salir de todos sus problemas, tenía la fuerza de un guerrero y se recuperaría como siempre.


 


La puerta se abrió y el médico entró, por un momento se preocupó al ver llorar al moreno, pero se relajó cuando éste le dio una sonrisa aunque algo forzada.


 


—Maestro Pedro, ¿Cómo se siente? —le preguntó el médico —, estoy bien don Ikta —el anciano lo observó unos segundos antes de pedirle que se recostara en la cama.


—Son objetos muy interesantes los que tienen aquí —dijo refiriéndose a los juguetes y a la cuna.


—Los hizo Iván —el viejo médico no pudo evitar sonreír. “El maestro Rusia lo ama mucho”.


 


Pedro no respondió, tan sólo dejó que Ikta cumpliera con su deber, México miró los aparatos que el anciano usaba para ver el estado de su bebé, una idea cruzó por su mente.


 


—Don Ikta —lo llamó —. Ustedes tienen mucha tecnología —el anciano asintió —… pus, yo quisiera saber si “hipotéticamente” uno de esos aparatos podrían servir pa’ ver si el chilpayate que espera una mujer es de su esposo o de otro.


 


El anciano permaneció callado por unos segundos, analizando el nerviosismo y repentino interés de la joven nación.


 


—Es posible —respondió con calma —, aunque “hipotéticamente”, la mujer debe tener el permiso del patriarca de su familia.


—¿Su esposo? —Ikta negó con la cabeza. “En su caso sería el maestro Argos”. Pedro tragó grueso —¿Por qué lo pregunta? —el mexicano alegó que sólo tenía curiosidad pues la tecnología en la Atlántida era, incluso más avanzada que la de los países de primer mundo.


 


El médico no dijo nada, guardó sus cosas y se despidió del moreno diciéndole que todo estaba marchando bien y que regresaría en una semana para continuar con el chequeo prenatal.


Nuevamente se quedó solo con sus pensamientos, tomó uno de los juguetes que Rusia había hecho, un pequeño balero de hermosos colores. Su mirada se centró en la matrioska.


 


—Iván… —sonrió, había tomado una decisión; hablaría con su abuelo. Esperó que todos se durmieran. Por suerte, cuando Rusia llegó, éste estaba tan cansado que se abandonó a los brazos de Morfeo tan pronto toco la almohada.


 


 


Pedro abandonó la habitación, tratando de no hacer ruido. Caminó a hurtadillas por los pasillos y entró a la alcoba de su abuelo, por suerte, Argos aun continuaba despierto.


 


—Tata… —Atlántida estaba sentado en un sillón con algo parecido a un Ipad entre las manos. Cuando el atlante miró a su nieto, sonrió y dejó el aparato en el mueble para acercarse al moreno y abrazarlo.


—¿Cómo estás?, ¿necesitas algo? —le preguntó conduciéndolo al sofá frente a su cama para que se sentara con él. Pedro se removía en su lugar. Jugaba con sus manos y con la tela de su pantalón, estaba nervioso.


—Tata, necesito confesarte algo, pero debes prometerme que no te enojaras ni harás nada —Argos lo miró confundido, pero le recordó que, si estaba en su poder cumpliría cualquier deseo que tuviera.


—Prométemelo Tata —Atlántida suspiró, no le gustaba nada la insistencia de su nieto pero terminó aceptando.


 


México dio un profundo suspiro, trataba de encontrar las palabras adecuadas, pero no era fácil.


 


—Necesito hacerme la prueba de paternidad —el imperio lo miró confundido. ¿Por qué quieres hacerlo?, ¿Iván no es el padre de tu bebé?


 


“Alfred abusó de mi”. La tierra tembló ligeramente.


 


“¿Cuando?


 


—Un día después de la fiesta —nuevamente se sintió un ligero movimiento. Argos se levantó de su lugar y caminó con lentitud hasta el gran armario —¿Tata? —él no respondió.


 


El atlante abrió el armario, mostrando el gran arsenal que tenía: espadas, lanzas, escudos, dagas, entre otros. Tomó un tridente que era un poco más grande que él.


 


—Ta-Tata, ¿q-que haces? —“voy a dar un pequeño paseo”, fue su respuesta antes de salir de la habitación con paso tranquilo. Pedro se asustó, había logrado ver los ojos rojos y ese brillo maligno, como el de un demonio sediento de sangre. Corrió tras su abuelo, gritándole que se detuviera; el ruido hizo que sus hermanos y Rusia se despertaran.


 


Oberón fue el primero en ver a su amigo en ese estado; no pudo evitar retroceder un paso asustado. La última vez que vio a Argos en tal estado, casi fue el final del mundo.


 


—Abue… —Costa Rica intentó acercarse al atlante pero Avalón se lo impidió; en esos momentos, Argos era un peligro hasta para sus nietos.


—¡No se le acerquen! —les ordenó colocándose entre ellos y el atlante que se alejaba con lentitud.


—¡Debemos detenerlo! —gritó Pedro, tratando de acercarse a su abuelo pero Oberón se lo impedía; en su estado sería el doble de peligroso.


 


 


Los latinos le gritaban que se detuvieran, más Argos parecía no escucharlos, sólo seguía caminando, como un fantasma errante. El alboroto despertó a Asteria quien no tenía ni media hora de haber regresado; le dolía la cabeza a causa del alcohol y los regaños que los novios del Bad Trio le habían dado.


 


—¿Qué pasa?, ¿es que no puedo dormir a gusto? —se quejó desde la puerta de su habitación. Argos pasó a su lado sin verla, pero la amazona se percató de la mirada del hombre.


—¡Asteria! —Oberón se acercó a su amiga, detrás de él estaban los latinos e Iván, estos últimos no sabían lo que estaba pasando.


—¿Qué sucede? —cuestionó.


 


¡Es el dios de la era oscura!


 


Esto fue suficiente para que el malestar de la amazona desapareciera, miró la espalda de Argos que ya estaba a seis metros de ellos.


 


—El dios de la era oscura… esto no es bueno —entró a su habitación y tomó su espada, si tenía que pelear contra su amigo para defender a los demás, lo haría.


 


 


Continuara…


 


 


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Pastelito: Embarazada.


Achicopalado: Triste.


Chipe: Tomar.


Cerberos: Perro del infierno que cuida las puertas del Hades.


Balero: El balero, también llamado boliche, ticayo, emboque, capirucho, coca , es un juguete de malabares compuesto de un tallo generalmente de madera unido por una cuerda a una bola horadada por uno o varios agujeros de un diámetro ajustado al tallo, cuyo objetivo es hacer incrustar un eje delgado al hueco del mazo. Su nombre en francés es bilboquet y viene de bille (canica) y bocquet que designa la punta de un dardo. Estuvo presente en numerosas culturas y épocas con diferentes nombres y su origen es muy antiguo. También se considera originario de Latinoamérica, jugado ya desde la época precolombina.


Matrioska: La matrioska o muñeca rusa (ruso: i2;k2;m0;ln5;m6;l2;k2; /ma2;g2;tre0;oʂkə/) son unas muñecas tradicionales rusas creadas en 1890, cuya originalidad consiste en que se encuentran huecas por dentro, de tal manera que en su interior albergan una nueva muñeca, y ésta a su vez a otra, y ésta a su vez otra, en un número variable que puede ir desde cinco hasta el número que se desee, siempre y cuando sea un número impar, aunque por la dificultad volumétrica, es raro que pasen de veinte.


Chilpayate: Niño


 


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