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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

Nuevo capitulo!!!

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, kesesee

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, mpreg, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

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Capítulo 18.- Spirits reborn parte I

 

 

 

 

Brasil, Argentina, Ecuador, Perú y Chile habían unido fuerzas haciendo que el enemigo le resultara imposible poder entrar a territorio latino, al menos por el sur y centro, mientras que Venezuela, Colombia, Panamá y Costa Rica, ayudaban a sus hermanos Haití, Jamaica, Puerto Rico y República Dominicana.

 

Perú y El Salvador acababan de enfrentarse a las fuerzas de la marina turcas, había sido una batalla bastante agobiante para Luis y Alejandro pero bien valía la pena si podían proteger su casa y la de sus hermanos.

 

—Esto fue tremendo —comentó el peruano dejándose caer en la arena. Se encontraban en las costas de Guatemala.

—Por lo menos pudimos defender la casa de Ana y patearle el trasero al creído de Turquía —comentó Alejandro dejándose caer en la arena.

—Hm. ¿Cómo estarán los demás? —dijo Luis, estaba preocupado por Cuba, Costa Rica y los otros que vivían en islas, también le preocupaba España, Romano y sobre todo su abuelo que mandaba la mayor parte de sus recursos para protegerlos a ellos, temía que, si el enemigo se llegara a enterar, lo atacara.

—Y pensar que todo esto es por la calentura del pendejo del gringo —Alejandro soltó en carcajadas ante el comentario de su hermano. Quizás, el estar tantos meses con María y Pedro les había contagiado su forma de hablar.

—Si no era por eso, te aseguro que sería por otra cosa —Alejandro suspiró —. Alfred sólo busca una excusa para apoderarse de nuestros territorios.

—Es verdad… —como olvidar todas las bases militares estadounidenses que había en sus casas y que tuvieron que deshabilitar, gracias a eso, muchas de sus cárceles estaban llenas.

—Hay que ponernos en marcha, el tío Francis ya debe de estar esperándonos con Ana —Perú asintió, aún faltaba mucho para poder ganar la guerra.

 

 

 

La flota aérea conocida  “Fritz” a cargo de Prusia se encontraba estacionada en el aeropuerto del puerto de Acapulco, en el estado de Guerrero, México. En sus costas, estaban anclados seis buques de guerra alemanes, seis franceses y tres atlantes.

 

María estaba con Gilbert, preparando la estrategia para defender esa parte del Golfo, mientras que del lado del Pacífico, Pedro e Iván hacían lo propio.

 

Al final, México había tenido que entrar a la guerra cuando barcos daneses, bombardearon las costas de Baja California Norte y Chiapas.

 

—Deberías regresar a Rusia, tu gente también te necesita —dijo Pedro a Iván, el aludido lo miró le sonrió y lo besó.

—Estoy bien —le aseguró —, México es quien está en peligro, da —Pedro desvió la mirada, estaba ligeramente sonrojado.

—Yo… preferiría que defendieras tu casa y a nuestro hijo.

 

Rusia se puso serio; tomó la barbilla de México y dijo:

 

—Yo los protegeré a los dos… y cuando esto termine, ¿México será uno con Rusia?

—Pero si ya… —se quedo callado cuando vio al ruso ponerse de rodillas y rebuscar algo en el bolsillo de su pantalón, poco después, sacó un hermoso anillo de oro blanco con incrustaciones de jade; en el reverso tenía una inscripción:

 

“i2;m n3;k4;l3;n3;kl4;l9;n3; l6;k6;l5;l0;l4;”*

 

 

—¿Pedro se casará conmigo? —quizás no era ni el lugar ni el momento pero dadas las circunstancias, Rusia temía que no lo hacía.

 

Por otro lado; México del Norte estaba tan sorprendido que sólo atinó a abrazarse de su amado y besarlo con pasión, después de un momento se separaron y Pedro dijo:

 

—¡Sí, me casaré contigo! —exclamó volviendo a besarlo.

 

El sonido de un disparo resonó. Todo fue demasiado rápido; el grito doloso de Rusia y luego su cuerpo cayendo al suelo… la sangre.

 

—Alfred, kolkolkol….

—Tú… —Alfred estaba a unos pasos atrás de Rusia, aún con la pistola apuntándole. Su rostro estaba descompuesto por la locura y la ira. Pedro tenía la mirada acuosa a causa de las lágrimas que luchaban por salir; la furia se apoderó de él, sus ojos se volvieron tan rojos como la sangre —. ¿Cómo lograste pasar la frontera? —su voz sonaba tan ajena a él, tan gruesa, oscura y sombría, pero no le importó.

—Vine a rescatarte —dijo Alfred. Se acercó a la pareja, apuntándole a Rusia a quemarropa en la cabeza, estaba a punto de tirar del gatillo, pero… México fue más rápido, lanzándose contra el rubio y lo alejó de su prometido.

—Pedro, ¿Qué haces?, ¡Escapa!, yo detendré a éste mal… —con un fuerte puñetazo, México le hizo callar.

—Te lo diré por última vez… —su voz era cada vez más sombría, como la de un demonio sediento de sangre —. Yo amo a Rusia y jamás lo dejaré… mucho menos por alguien que nos ha herido.

 

Se alejó de América para examinar a Rusia, suspiró aliviado, al cerciorarse que la bala sólo había herido su hombro y no parecía haber tocado alguna arteria importante, aunque sangraba mucho.

 

—¿Estás bien? —le preguntó Iván a Pedro acariciándole la mejilla, ensuciándolo un poco con la sangre que brotaba copiosamente de su hombro y manchaba su uniforme.

—Tonto… yo debería preguntarte eso —Alfred gruñó furioso. Esa mirada y ese dulce tono de voz que México le dedicaba a Rusia y que sólo debía pertenecerle a él. Tomó su arma, decidido; sí Pedro no era suyo, no sería de nadie.

 

Apuntó, dispuesto a matarlos, pero… algo le arrebató el arma con tal fuerza que prácticamente le rompió el brazo. Sin que tuviera tiempo de reaccionar, fue lanzado al suelo, cayendo boca abajo, algo muy pesado le impidió incorporarse.

 

—Tata…

—¡Pedro! —dijo Romano abrazándolo tan fuerte que parecía querer asfixiarlo —, ¡maldito mocoso!

 

Atlántida tenía a Alfred apresado entre su cuerpo y el suelo, aplicándole una llave para evitar que escapara, mientras que Alemania lo encañonaba con su propia arma.

 

Lovino y Ludwig se encontraban con Argos cuando recibieron la noticia de la intromisión de Alfred en territorio mexicano.

 

—¿Se encuentran bien? —les preguntó Argos reforzando su agarre.

—Da —respondió Rusia entre dientes, la verdad, la herida le dolía horrores y la pérdida de sangre le hacía sentirse débil.

 

 

 

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En la Atlántida. Los pequeños ya tenían la apariencia de niños de cuatro años, aunque su habla y razonamiento eran de infantes mucho mayores. Avalón,  era el único que permanecía en el imperio para proteger a las pequeñas naciones y enseñarles las artes secretas de la magia.

 

—Señor Oberón —lo llamó el pequeño Sonnen. Él y el resto de los niños se encontraban con el caído reino en su biblioteca personal.

—¿Por qué tenemos que estudiar esto? —cuestionó Alice haciendo un puchero —Esto es aburrido, maldición.

—Es necesario que lo aprendan —dijo Avalón sobándose la sienes. Esos niños eran un real dolor de cabeza.

—Pero, ¿Por qué? —quiso saber Iker.

—Tonto —lo regañó Rose —, nosotros somos países y debemos saber magia para ayudar a nuestra gente y a nuestros papis —miró a Oberón no muy segura de haber dicho lo correcto —, ¿no es así, abuelito?

—Así es. Ustedes, nacieron aquí, en Atlántida, e incluso, pertenecen al imperio y como tal, poseen parte de magia ancestral y deben aprender a dominar ese don.

—Señor Oberón —dijo Alejandro quien estaba sentado entre los mellizos —. Yo no soy como ellos —era verdad, hasta el momento, Avalón no había podido descubrir qué país sería el bisnieto de Argos, aunque era obvio que el atlante si sabía.

 

 

 

Oberón no sabía que contestar, por suerte, las alarmas que indicaban el arribo de naves aliadas. Los niños se emocionaron, pues, seguramente, sus padres habían regresado; salieron de la habitación a gran velocidad. Avalón suspiró, pero él también estaba ansioso por ver a Argos, sólo esperaba que trajeran buenas noticias.

 

 

Continuará…

 

 

 

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i2;m n3;k4;l3;n3;kl4;l9;n3; l6;k6;l5;l0;l4;: Somos uno


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