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Against the rules por Altair

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Notas del capitulo:

¡Lo siento mucho! Debería haber publicado este capítulo hace ya bastante tiempo. Estoy en segundo de bachillerato, y este curso es MUY chungo x__x Más materia en menos tiempo. Mi evaluación empieza esta semana, cuando en otros cursos suele ser a mediados de diciembre. Fui escribiendo poco a poco cada día, pero tenía tanto trabajo que no avanzaba mucho...

Pero en fin, ya está aquí. Y para diciembre ya tendré más tiempo libre, así que también seguiré con el siguiente capi (que por cierto, ya empecé a escribir :'3).

Es poca cosa, pero espero que os guste.

 

Habían pasado ya cuatro días desde aquel encuentro con Sebastian, y Grell no conseguía hablar con él. Todavía se sentía algo avergonzado de haber caído de esa manera tan fácil, y cada vez que lo recordaba, los colores se le subían al rostro. No, no sería capaz de entablar conversación alguna con él cuando todavía sentía sus caricias sobre la piel, cuando ese fuego todavía estaba dentro. Se sentó en una silla en su dormitorio y se puso a leer los informes del día presente. Se giró hacia el escritorio y se apoyó sobre él. No se sentía capaz de terminar el trabajo de hoy. El dolor ya no era ningún problema, después de todo habían pasado unos días, pero no se encontraba animado. Así que decidió ir a hacerle una visita a ese shinigami novato que tan bien le caía. Se levantó de la silla decidido y caminó a paso lento hacia su cuarto, se sabía el camino de memoria. Esperaba poder desahogarse un poco.

El nuevo era un shinigami fuera de lo común; era joven, alocado y todo un Don Juan, pero al mismo tiempo, responsable y muy trabajador. Eso sí, odiaba las horas extras y siempre se las arreglaba para dejar todo listo dentro de su turno. Pero Grell, que se había encariñado con él al ver su carácter tan parecido al propio, siempre lograba convencerlo para irse a beber o a divertirse. Y el muchacho nunca mostró intenciones de negarse a esas salidas. Era un soplo de aire fresco en su aburrido y siempre estricto trabajo. Esas horas con su senpai las encontraba demasiado entretenidas. Su nombre, Ronald Knox. El shinigami de cabellos dorados. Ese joven se había convertido en su confidente, amigo íntimo al que recurre cuando se siente frustrado, cosa que últimamente ocurre bastante a menudo. Él sabía que Grell amaba a Sebastian, y era el único shinigami del despacho que no lo veía antinatural. Es más, siempre intentaba darle ánimos al pelirrojo. "Todo estará bien. Algún día cambiará", solía decirle. 

Fue hasta su habitación con intención de invitarle a tomar algo en alguna taberna perdida de Londres, pero cuando estaba por llegar vio una preciosa chica que salía de su cuarto. Se quedó quieto un rato, observando como se iba. Juraría que era una de las chicas de secretaría. Ronald le había dicho que llevaba unos días insistiendo en quedar con una... Parece que al final se salió con la suya. Vaya suerte tiene el chico. La mujer ni siquiera notó su presencia y se fue despreocupadamente mientras arreglaba sus cabellos castaños. Entonces Grell entró tras esperar unos instantes, no fuera a encontrar a su amigo en una situación incómoda.

-¡Hola~! -saludó con una sonrisa pícara-.

-¡¿Eh?! ¡Grell-senpai! ¡¿Qué haces aquí?! -gritó desconcertado y asustado el shinigami novato-.

-Oh, venía a invitarte a un trago. Pero... primero cuéntame... Ella era la chica de secretaría que me habías dicho, ¿verdad?

-Eh... sí.

Y así inició una conversación de cómo había pasado Ronald los últimos instantes en la tarde mientras terminaba de ponerse la corbata. Por lo visto se habían divertido bastante. Grell sintió algo de envidia por él, que siempre conseguía acostarse con quien quería. A veces le costaba admitir que el rubio, siendo mucho más joven, tenía bastantes más experiencias en ese sentido. Ronald no quiso hacer esperar más a su senpai, y pronto terminó de arreglarse y ambos se escaparon del mundo shinigami.

 

No supo exactamente cuanto tiempo se echaron hablando de trivialidades, pero tras algunas copas de más y después de irse la mayoría de los clientes, Grell empezó a soltarse y por su cabeza pasó la idea de contarle todo. Al fin y al cabo, para eso lo había invitado. Aunque esto iba mucho más allá. Ronald siempre escuchaba sus quejas y problemas en silencio, y solo lo animaba cuando lo necesitaba con frases del estilo de "Todo va a salir bien". Supongo que la empatía no era su fuerte, pero al menos lo intentaba. Y esta vez, no solo es contarle el problema; necesitaba una opinión, una ayuda, un consejo. Pero bueno, eran amigos, y estaba seguro de que Knox sería franco con él para darle su opinión; lo apoyaría hasta el fin de los tiempos. Muy a menudo se preguntaba cuando cogieron tanta confianza el uno con el otro, ya que no se conocían desde hace mucho.

-Ronnie... Tengo un problema.

-¿Qué pasó? -preguntó con tono monótono. Ya supuso que lo había invitado para hablar-.

-Yo... El otro día me... acosté... con Sebas-chan.

-¡¿Qué?! ¿Y eso es un problema? Vaya, felicidades. ¡No me habías dicho nada, pillín! ¿Entonces Sebastian...?

-Pero... -interrumpió Grell-.

-¿Pero qué? No me irás a decir que te dejó embarazado o algo por el estilo, ¿no?

-Jaja, ojalá~ -se abrazó a sí mismo y sonrió de forma estremecedora-. No, no es eso -su expresión cambió por una más tímida-. Verás, yo... no soy capaz de hablar con él, me da mucha vergüenza. ¿Y si no quiere volver a verme después de eso? Sebastian tuvo muchas aventuras; igual para él solo soy una más... -Grell desbordó. No podía más, no podía seguir negándoselo a sí mismo, se sentía muy inseguro-.

-¿En serio? -Ronald soltó una risita llena de ternura-. Ah, Grell, eres más adorable de lo que los demás creen -le sonrió-. Bueno, supongo que es normal. Fue tu primera vez, ¿verdad? -Grell asintió notando como el rubor ya había tomado posesión de sus mejillas-. Mira, no te preocupes. Solo ve a hablar con él. 

-¡Pero es que no puedo!

-Eres como una adolescente, ¿sabías? -suspiró el rubio cansado, pero acto seguido lo miró con comprensión-. Escucha, es normal que sientas vergüenza ahora, todos pasamos por eso. 

-¿Tú también?

-Oh, ¡mi caso fue el peor de todos! -se echó a reír-.

-¿Por? -interrogó curioso-.

-Después de mi primera vez me sentí tan mal... ¡que me escapé de la casa de la chica con la que había estado! ¡Salí por la ventana de su cuarto! -rió de nuevo-. Tú no habrás hecho nada parecido, ¿no?

-¿En serio? Jajajaja -se rió a carcajadas, olvidando por un momento el tema a tratar, no se lo esperaba de ese Casanova que tenía por amigo-. No, fue él el que se marchó después. Pero supongo que era normal; al fin y al cabo, si lo descubrían en la biblioteca...

-Espera, espera... ¡¿Lo hicisteis en la biblioteca?! ¡¿En la biblioteca del despacho de shinigamis?! -gritó intentando asimilar que su amigo había sido tan osado-.

-Sí...

-Grell, si tuvisteis los huevos de hacerlo allí, no sé de que te estás preocupando -a veces, Ronald era un poco bruto en su lenguaje cuando estaba con amigos. No era algo que a Grell le molestara especialmente, pero preferiría que usara otras expresiones-. Piensa, Sebastian se arriesgó a ir hasta allí sabiendo que si lo pillaban podían matarlo. De verdad quería verte. ¿Qué te hace pensar que no quiere volver a hacerlo?

-Bueno... es que él puede tener a quien quiera cuando quiera... ¿Por qué yo? -ya se lo había preguntado en persona, pero aún así su respuesta no fue sufuciente-.

-¿Y qué más da? El amor surje, punto. No hay leyes o fórmulas para saber cúando va a pasar. Seguro que él te sigue esperando. ¿Por qué no vas a verle? A estas horas, los humanos ya estarán durmiendo.

-¿A la mansión Phantomhive? ¡No, no! ¡Es un suicidio ir allí! El conde me la tiene jurada desde que maté a su tía. ¡Es capaz de ordenarle a Sebas-chan que acabe conmigo! -tembló solo de pensarlo-.

-Pero estará durmiendo; no tiene por qué enterarse -sonrió con cierto morbo-.

-Bueno...

-Y así también le devuelves a Sebastian lo que hizo por ti al ir a la biblioteca.

-Ya, pero... -se quedó pensando unos instantes-. Mmm... Quizás tengas razón... Me voy. Tabernero, cóbreme.

-Va, esta vez pago yo. Tú vete -le dijo alzando la copa deseándole suerte-.

 

 

Y allí estaba, frente a la imponente mansión. Llevaba allí plantado un buen rato, pero ya había decidido que lo haría, así que no iba a dar marcha atrás. Comenzó a pensar en lo que podría decirle a Sebastian, y su mente quedó en blanco. No se le ocurría nada. Se quedó perdido mirando a las ventanas de la lujosa vivienda mientras esperaba que algo le viniera a la cabeza. ¿Cómo podría empezar? Un "Hola, buenas, solo quería saber si todavía me quieres" no sonaba muy bien. Podría decir que venía buscando más contacto físico con el mayordomo, pero eso no solucionaría el problema. Sebastian era un demonio, y como tal, no negaría un placer carnal de ese calibre, fuera con quien fuera. Quizás eso se limitara solo a sexo, sin amor. Le desagradaba de sobremanera que fuera así. No tenía pruebas, solo una pequeña idea en la cabeza fruto de su desconfianza en todo este asunto, pero se lo tomaba como si fuera absoluta verdad. Quería que fuera suyo y de nadie más; que solo suspirase por él y que fuera él en quien pensara cada noche antes de dormir y cada mañana tras despertar. 

-Buenas noches, Grell. ¿A qué se debe su visita?

Solo notó un cálido aliento en su cuello y unas palabras pronunciadas con voz suave y burlona. No había escuchado ningún otro ruido; ni los pasos del demonio acercándose a él por detrás, ni su respiración, ni siquiera el viento que chocaba contra él. Nada. Sebastian, sigiloso, se había acercado con cuidado al pensar que se trataba de alguna amenaza, pero al ver el color rojo escarlata entre la noche, enseguida se relajó. El otro únicamente se tensó, reconociendo al instante al dueño de la pícara voz. Se giró, pero no lo miró a los ojos. 

-¿Y bien? ¿Vas a estar ahí toda la noche? Pasa -con un pequeño gesto, lo invito a seguirle hasta la mansión-.

-¿Está bien? ¿No se molestará Ciel?

-El joven amo ahora está durmiendo, no se enterará.

Justo las palabras de Ronald.

-Oh, bueno... -eso solo lo hizo ponerse nervioso otra vez. Como si fuera una adolescente invitada a casa del chico popular del insituto cuando sus padres no estaban-.

Caminaron en silencio hasta la sala donde el conde recibía a los invitados, decorada con lujosos sofás de terciopelo rojo y madera fina y enormes estanterías sobre las que reposaban libros que todo mortal aburguesado debería haber leído al menos una vez en su vida. Grandes obras universales que serían recordadas por siglos. El shinigami se sentó en uno de aquellos cómodos sofás, mientras el mayordomo lo miraba. Se quedó de pie junto a él, manteniendo por un momento un gesto de curiosidad.

-¿Y por qué has venido?

-Bueno... -titubeó-. Yo... -agarró sus manos con fuerza-.

-Quieres decirme algo, ¿verdad? -asintió-. ¿Sobre lo del otro día? -asintió otra vez-.

-¿Tú... -tragó saliva y se armó de valor- piensas en esto como... algo a largo plazo?

-¿Nuestra relación?

-Sí.

-Bueno... seré sincero. No creo que esto deba continuar... Lo siento mucho, Grell.

Lo imaginaba... Había ido sabiendo que le podía contestar algo así y venía preparado, pero de todos modos se bloqueó. Su cuerpo entero se paralizó, sus oídos no escuchaban las disculpas del mayordomo y su visión estaba fija en las estanterías, pero de todos modos no veía nada. No pensaba en nada. Todo negro. Todo oscuro. Todo vacío. No fue hasta que Sebastian apoyó una mano en su hombro que Grell al fin salió de ese negativo ensimismamiento.

-¿...Estás bien?

- ...

No fue capaz de abrir la boca. Se quedó en silencio y miró al suelo. Algo cambió dentro de él en ese momento. Se sintió vacío, como si hubiera estado malgastando su tiempo. No, su vida. Toda su vida había ido persiguiendo aquello que quería, con resultados normalmente negativos. Pero no se preocupaba tanto por ello. Normalmente le llegaban uno o dos días y ya estaba recuperado, centrado en intentar algo con otra persona. Pero esto fue distinto. A pesar de ser rechazado innumerables veces, esta era diferente. Nunca le había pasado algo así con alguien. Después de pasar la noche con él... ahora no quería nada serio. Se sintió utilizado por el ser al que más quería. Pensó que quizás no sería capaz de volver a sentir algo así nunca más. Todos sus sentimientos se habían quedado en esa sala, junto a los libros, encima del sofá, debajo de la mesa, en las paredes... Ninguno de ellos se quedó con él. Pensó que tampoco los necesitaría. De pronto, se cuestionó su propia existencia. ¿Para que había nacido aquí, si lo único que hacía, por lo visto, era incomodar a los demás? Tampoco aportaba demasiado al planeta. Solo recolectar almas; era lo único que hacía. No podía mezclarse entre los humanos y hacer algo por el mundo, ya que lo tenía prohibido. ¿Qué le quedaba, entonces? ¿Una existencia eterna de infelicidad? Solo observando como el mundo avanzaba hacia su destrucción, hasta el final de los días. ¿Qué vendría antes? ¿El apagón de nuestro Sol o el choque contra Andrómeda? ¿O la raza humana encontraría su fin antes de eso?

Con esas cuestiones en mente, el shinigami abandonó la sala en silencio, con mirada perdida y apagada. Se dirigía a su despacho en el mundo shinigami, pero... ¿para qué? Al fin y al cabo, ni su trabajo podía hacer bien, según Will. Había entrado en una fase terriblemente negativa, autodestructiva. Sebastian lo miró preocupado. En el estado en el que había quedado, temía que hiciera alguna locura. Lo siguió hasta la salida de la mansión.

-Grell, de verdad, lo siento -a pesar de parecer palabras sinceras, Grell ya no creía nada. Se había tornado escéptico-.

El pelirrojo abrió la puerta lentamente, pero el mayordomo se acercó por detrás, pasando un brazo por encima suya y cerrando la puerta de golpe. Silencio. Luego, apoyó su cabeza tiernamente en el hombro del shinigami.

-Por favor, perdóname... -suplicó una, dos, tres veces. Por su voz trémula parecía que el demonio estaba arrepentido de verdad-.

-No creo que pueda... -se forzó a contestar-.

En cuanto Sebastian escuchó esto, se echó hacia atrás con gesto dolido. Grell abrió la puerta de nuevo y se marchó, dejando al demonio sumido en un mar de culpabilidad.

 

 

Se encontraba en aquel ancho pasillo, de camino a su cuarto; derrotado, cabizbajo. Buscó la llave en el bolsillo, y justo cuando consiguió introducirla en la cerradura, alguien le gritó por detrás.

-¡Grell-senpai, por fin llegas! Te estaba esperando. ¿Qué tal todo? -le saludó Ronald-.

- ...

Grell se giró y le ofreció la más vacía de las expresiones. Abrió la puerta y le invitó a pasar, en silencio.

-¿Te fue mal? -preguntó lleno de preocupación-.

- ... Sí. Él... dijo que esto no podía continuar.

-¿Y no te dijo por qué? 

- No... Pero se disculpó. Muchas veces -no miraba a Ronald, sino a la pared. Se sentía apático; no tenía muchas ganas de hablar-.

-Lo siento... Si hay algo que pueda hacer...

Grell asintió con desgana. Knox nunca lo había visto de esa manera. Normalmente cuando alguien lo rechazaba se pasaba la noche quejándose de lo idiotas que eran aquellos que se habían negado a estar con él, para luego pasar a bromas y risas. Presintió que esto era mucho más grave de lo que parecía a simple vista; su sempai ni siquiera le miraba a la cara, estaba ido desde que llegó al mundo shinigami. Solo se le ocurrió abrazar al pelirrojo para intentar reconfortarlo de alguna manera. Y así lo hizo. Grell dejó que su amigo lo abrazara. Tras unos instantes, él mismo correspondió al abrazó y se pegó más a él, comenzando a llorar. Lloró en silencio en el hombro del rubio, mientras este le daba apoyo también en silencio, acariciándole el pelo algo sorprendido.

 

 

Hacía ya un par de horas que Grell se había quedado dormido tras soltar un mar de lágrimas en su chaqueta. Lo dejó en su cuarto y se fue hasta Londres. Tenía que hablar con el maldito demonio que había hecho que su senpai no pareciese el mismo. No tardó en encontrar la lujosa mansión, y con ella, al culpable. Estaba sentado encima del tejado, observándolo. El rubio se había dado cuenta, pero sabía que no le atacaría si no hacía nada raro.

-¡Sebastian! ¡Tengo que hablar con usted!

El demonio saltó hacia abajo, a pocos metros del shinigami. No iba a enfrentarse a él. No parecía venir con intenciones de pelear, pero no bajó la guardia. Si le daba el más mínimo indicio de lo contrario, no tendría piedad.

-¿Qué quiere? -indagó con un tono ciertamente borde, no le agradaba el tener shinigamis desconocidos rondando por la mansión-.

-Es sobre Grell Sutcliff... -su rostro expresó sorpresa y algo de enojo-.

-Eso no le incumbe. Vaya a buscar algún humano moribundo; ¿no tiene trabajo? -demasiado tajante, pero debía ser así-.

-Sebastian -alzó la voz-; sé lo que pasó.

- ... ¿Y va a hacerme chantaje o algo? No va a funcionar.

-No... Es solo que estoy preocupado por Grell.

- ...

-He escuchado mucho sobre ti, pero nunca pensé que serías tan desesperante. No mereces sus lágrimas...

- ... Él... ¿lloró? -preguntó algo más calmado-.

-Sí. Por tu culpa.

-Lo siento... 

El demonio lucía algo débil. ¿Quién lo iba a decir? ¿Un demonio preocupado por un Dios de la Muerte? No, imposible. Al menos, eso pensaba Ronald. Pero... parecía abatido de verdad. O eso, o la mentira era su cualidad más destacable después de la fuerza sobrehumana.

-¿De verdad te arrepientes?

-No, no me arrepiento de haber hecho lo que hice. Me arrepiento de esto; de lo que está pasando ahora.

-¿De qué?

- ... No creo que pueda entenderlo. Lo lamento, pero necesito regresar al interior de la mansión. Pronto amanecerá y debo preparar el desayuno para el joven amo -Ronald asintió no muy convencido, y se giró con intención de marcharse-. Pero... -el shinigami volteó- por favor, ¿podrías decirle que... hmm... -dudó-. No, mejor olvídelo. Debo hablar de esto en persona.

-¿Seguro? -Sebastian asintió-. Sebastian... sinceramente, ¿qué está pasando? 

El shinigami rubio a veces pecaba de ingenuo, pero simplemente se lo hacía. Tenía un gran olfato para detectar donde se estaba cociendo algo raro, y esta era una ocasión. No se le escapó.

-Como le dije antes...

-Por favor. Soy su mejor... bueno, su único amigo de verdad en el despacho. No se lo contaré a nadie más; solo quiero ayudarle. 

El demonio solo lo contempló desconfiado. Un shinigami, un enemigo al que por cierto no conocía de nada, le estaba suplicando una explicación sobre todo este tema. Para ayudar a Grell. ¿Y como podría ayudar al loco pelirrojo de dientes afilados con saber lo que ocurría? El averiguarlo no solucionaba nada; eran escasas las opciones que tenía. No sabía que tenía ese rubito, pero lo notaba bastante cercano. ¿No se supone que eran enemigos acérrimos? Quizás fuera por su forma de ser, tan parecida a la de él... Bueno,  no necesitaba contarle absolutamente todo, pero pensó que podría decir lo justo y suficiente para que lo entendiera.

 

 

-Oh... ¿Ronald? -llamó el pelirrojo al despertar solo en su cuarto-.

-¿Sí? -contestó justo mientras abría la puerta y entraba a la habitación-.

-Hmm... ¿A dónde fuiste?

-Al servicio. ¿Cómo estás? -preguntó con gesto algo sombrío-.

-Ah... mejor -se sentó en la cama-. ¿Y tú? Parece que viste un fantasma o algo -sonrió, pero de manera fingida-.

-No es nada, es que estoy cansado. Oye... no te preocupes. De alguna manera todo se va a solucionar, ¿vale? -le dijo intentando darle ánimos para afrontar una realidad que todavía no conocía. Grell solo asintió algo somnoliento mientras Ronald se marchaba a su propio cuarto-.

 

 

Otra semana pasó rápido. Ya había recuperado el ritmo normal de trabajo, pero todavía se encontraba algo decaído. Todo lo que hacía en esos días era prácticamente automático. Recoger almas, rellenar informes, recoger almas, rellenar informes... Por las noches ya no lloraba, pero le costaba conciliar el sueño. Algunas veces Ronald había ido hasta su cuarto con cerveza para intentar distraerle y que estuviera acompañado en esos momentos difíciles que suponían el rechazo. Pero no volvía a ser el de siempre, no importaba lo que intentara animarlo. Había perdido su toque pícaro y ya apenas hacía gracias con sus compañeros. Incluso Will notó que algo raro pasaba al no tenerlo encima todo el día. Pero mientras no molestara a su persona e hiciera su trabajo, a él le daba más bien igual lo que sucediera con el pelirrojo.

-¡Grell-senpai! -lo llamó Ronald en cuanto este dejó su habitación por la mañana-. Will me dijo que tienes que ocuparte de un shinigami nuevo.

-Ah, lo que me faltaba, un novato -expresó con molestia, cosa que hizo sentirse algo mal al rubio; él también era novato-. Quiero decir... ahora mismo no me encuentro capaz de instruírlo. ¿No puede ocuparse de él otr-

-¡No! -intentó que su negativa no sonara muy rara, pero el que Grell intentara escurrir el bulto lo descolocó. Así que insistió; tenía que ser él sí o sí-. Es un shinigami muy especial, Grell; tienes que conocerlo.

-¿Qué tan especial tiene que ser para eso...? Bueno, qué remedio. ¿Dónde está? 

-Aquí mismo. ¡Pasa! -le gritó al aire hacia el final del pasillo. Un muchacho se vio a lo lejos-. 

Ronald le sonrió a su senpai de manera exagerada y luego se alejó sin decirle ni siquiera el nombre del novato. Fue hasta el final del pasillo, intercambió algunas palabras con el nuevo y, tras darle una palmada en la espalda, se marchó.

-Ah... ¿Por qué yo? -suspiró desanimado. Pensaba decirle un par de cosas y luego mandárselo a cualquier otro shinigami del despacho; no estaba para novatos. Los novatos a veces eran desesperantes. Recién despertados en una nueva vida eterna tienen muchas preguntas y muy poco tiempo para aprender. Todos están desconcertados. Y necesitan saberlo todo antes del examen, o si no, irán de vuelta al sueño eterno-.

El shinigami se iba acercando poco a poco. Llevaba un traje nuevo, recién salido del costurero: chaqueta y pantalones negros, corbata negra, camisa blanca y gafas simples. Gafas de novato. Su pelo era negro, algo largo y liso, y lo llevaba recogido hacia atrás con una goma. Sus andares eran silenciosos, casi felinos, y estaba mirando a Grell directamente a los ojos. Éste se había quedado medio embobado viendo como se aproximaba con esos movimientos, y la verdad, puso poca atención a su cara; pero cuando estuvo tan cerca como para comenzar a hablar con él, el otro shinigami lo agarró de un brazo y violentamente entró a la habitación arrastrándolo.

Continuará...

 

Notas finales:

Como siempre, espero que os haya gustado. c: 

PD: Creo que xilema95 me va a matar por lo que le hice al pobre Grell (?) x'3 Pero es necesario para la historia! D:U No te preocupes, que todo tendrá su porqué al final... 

PD2: Y lo siento por la parrafada existencialista, pero me va mucho ese rollo y así quedaba más dramático xDU


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