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Against the rules por Altair

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Notas del capitulo:

Como prometí, el siguiente capítulo. No tardé tanto, ¿verdad? o3o Aquí se explicará todo lo que pasó hasta ahora, así que no os tiréis de los pelos si veis que Grell sufre de más. xD Todo tiene su explicación.

Una vez dentro del cuarto, el shinigami novato lo abrazó con desesperación, como si temiera que se escapase de él. Se separó un poco solo para que le viera la cara. Las pupilas de Grell empequeñecieron, dejando al color verde tomar más posesión de sus ojos mientras los rojizos del demonio lo examinaban con deseo.

-No me esperabas aquí, ¿verdad?

Otra vez. Esa voz suya, tan suave, tan pícara, tan... endemoniadamente cerca. En cuanto notó el aliento del demonio en su cara, se separó de él bruscamente.

-¿Qué quieres? -preguntó estupefacto-.

-Hablar.

-¿En serio? ¿Y de qué?

Sebastian se sorprendió por la sequedad del shinigami, pero en cierta manera lo entendía; todo esto era culpa suya.

-Yo... quería pedirte perdón y...

-No hace falta. Ya lo comprendí todo.

-¿Eh?

-Solo estabas jugando conmigo, ¿verdad? Solo una noche. Aún sabiendo que era algo tan importante para mí... -tras girarse, su voz sonaba cada vez más leve-.

-No, de verdad, yo solo...

- ... Vete -ordenó dándole la espalda-.

 

No le dio tiempo para explicarse; no quería oír sus excusas. Probablemente todo sería mentira. Así que mejor no saber nada del tema y dejarle claro que quería que desapareciera de su vida.

-Yo... te odio. ¡Te odio! -gritó el pelirrojo dándole un empujón, seguido de unos cuantos golpes que con el tiempo perdieron fuerza. El demonio aguantaba como podía; no era dolor físico lo que sentía, pero dolía lo mismo. No... Dolía bastante más. Más que cualquier tortura sádica-. Te odio... -frenó sus golpes, no era capaz de continuar-. Te odio... -dijo de manera casi imperceptible-.

No hubo un solo ataque más. Grell se había detenido, pero no por agotamiento. El demonio notó sus ojos brillantes escondidos tras sus rojas gafas, humedecidos. Intentaba aguantar las lágrimas, sentía que sus ojos iban a desbordar y ya empezaba a ver borroso. Notó una profunda molestia en la nariz, fruto del retenimiento del líquido. Y los colores se le subieron a las mejillas al pensar que era una escena demasiado patética.

-Grell...

-¡¡Largo!!

De improvisto, la puerta se abrió desde dentro, y en un abrir y cerrar de ojos, el demonio había sido expulsado hacia fuera por un fuerte empujón. La puerta se volvió a cerrar con un estruendoso golpe. El shinigami aguantó la respiración, hasta que escuchó los pasos ligeros del mayordomo alejándose tras permanecer unos instantes frente a la puerta, probablemente algo perplejo por su reacción. Entonces, suspiró y se dejó caer de rodillas al suelo, falto de fuerzas. Y una lágrima traicionera se escapó de su ojo derecho. Sus hombros pesaban toneladas ahora. No tenía ni fuerzas ni ganas de moverse de donde estaba. Como si se quedaba todo el día hasta que cayera la noche ahí mismo; no le importaba. Casi ni se enteró cuando un shinigami entró de golpe y se sorprendió con lo que encontró. Ronald había irrumpido en la habitación sin ni siquiera llamar antes. Sus modales se quedaron atrás por una causa mayor. Dio unos pocos pasos al frente, asustado por la escena que le ofrecía su senpai. La piel más pálida que jamás haya visto, unos ojos absolutamente vacíos y perdidos en el infinito, una cara completamente mojada. La segunda vez que lo veía llorar. Lloraba en silencio. Las lágrimas se deslizaban constantemente por sus mejillas, pero no escuchaba ni un solo sollozo. Más se sorprendió al descubrir, en el suelo justo enfrente a él, unas pequeñas pero abundantes salpicaduras. Lágrimas. Miró su ropa. También había algunos rastros de humedad, especialmente en las mangas y el pecho.

Cuando Grell al fin salió de su ensimismamiento y notó al shinigami delante suya, levantó la mirada sin muchas ganas. No le importaba lo que estuviera pensando Knox de él en ese momento, o lo preocupado que él podría estar por culpa de su imagen. Ronald cerró la puerta. No dudó en echarse al suelo y arrodillarse para quedar a la misma altura. Lo miró a los ojos muy serio y apretó un poco los labios, como reprendiéndole por la situación. Él no podía estar de esa manera. No debería ser así. Levantó una mano y la llevó a su cara, donde secó las evidencias de su tristeza con cuidado. Aún sin quitarse los guantes de cuero parecía tan cálido... El rubio siempre había sido así de cercano con sus amigos. Su simple presencia era reconfortante.

Y nuevamente lo invadió ese sentimiento. No le dejaba en paz desde hacía ya días. Esa sensación de que sobraba del mundo, de que no debería estar ahí. Quizás era demasiado tarde; sentía que ya había muerto por dentro. Le dolía. Mucho. Le dolía el que Sebastian le engañara, que le hiciera eso solo para divertirse. Aunque más le dolía el haberlo echado así de su habitación. El haberle dicho que lo odiaba.

-Grell, lo siento mucho por todo esto... Creía que se podía solucionar -¿De qué le estaba hablando? ¿Es que él ya lo sabía? Lo abrazó muy fuerte, tan fuerte que manchó su propia ropa con las lágrimas del pelirrojo-. Pensé que si él te lo explicaba, lo entenderías. ¿Es que no te lo creíste? ¿O es por miedo?

-¿Miedo...? ¿De qué? -interrogó más para sí mismo que para el otro shinigami, mientras ponía la expresión más confusa que le permitía su ser-.

-¿Qué? ¿No te dijo nada? -se separó-.

- ... No. Yo... lo eché de aquí justo después de entrar -admitió algo avergonzado-. ¿Debería haberle escuchado?

-Oh, ¡por todos los cielos, Grell! ¡Sí! ¡Deberías haberlo hecho! Ahora no sé lo que podría pasar. ¡Tenemos que ir hasta la mansión Phantomhive!

-¿Para... para qué?

-Grell, esto es serio, pero no puedo explicártelo yo. Tienes que hablar con él, por mucho que te cueste.

-¡¡No puedo!! -perdió la calma-. ¡Me hizo mucho daño!

-¡¡Más te va a hacer como no vayas a verlo y soluciones todo esto!! -Ronald también se salió de sus casillas; la respuesta fue demasiado agresiva-.

¿Más daño? ¿A qué se refería? Entre el grito que soltó y que lo había agarrado bruscamente de los brazos, el rubio lo estaba empezando a asustar. Nunca lo había visto perder los nervios de esa manera.

 

 

Ya era por la tarde en la mansión Phantomhive. El joven conde había terminado su almuerzo y sin prisa, se encerró en su despacho a examinar informes y ofertas de distintas empresas. ¿De verdad creían que Juguetes Funtom iba a hacer un trato con esa cutre línea de tiendas de China? Lo único que le interesaba de China en esos momentos era el hombre llamado Lau, por su influencia en el bajo Londres y la capacidad de encontrar alguna información de valor. Si acaso alguna expansión por Asia no estaría nada mal, pero no acababa de encontrar empresas que le garantizaran el éxito. Entre tanto, Sebastian llamó a la puerta.

-Joven amo, vengo a traerle el postre.

-Pasa.

Siempre era todo tan mecánico... El terminar de comer para encerrarse en su despacho y que luego el mayordomo le trajera el postre. Él llama a la puerta, enuncia a lo que viene y el conde le da permiso para entrar, para tener que escuchar luego qué lleva ese dulce. Rutina. Para él era un día más, pero no para su mayordomo, que lucía algo decaído.

-¿Te pasa algo?

-No, joven amo, absolutamente nada -forzó una sonrisa-. ¿Por qué lo pregunta?

-No, nada. Te veías diferente.

- ...

Se aproximó hasta la mesa con aquel carrito de siempre. Dejó encima del escritorio un platillo que contenía una especie de masa crujiente con un agujero del que asomaban diferentes tipos de frutas del bosque cubiertas por una pasta blanquecina.

-Hojaldre de frutas, señor. Hecho con masa de hojaldre de la mejor calidad y frambuesas, moras y arándanos recién recogidos, cubierto todo ello por requesón...

-Bien -tomó el plato y comenzó a tomar pequeños bocados-. Por cierto, siguiendo con lo de antes, creo que lo mejor será cortar el problema de raíz. Si lo dejamos a su aire, puede florecer de nuevo.

-Pero joven amo, no creo que vuelva a acercarse después de lo que le he hecho.

-No creo que él sea de los que se rinden a la primera. Si acabas con él, ya no tendré que preocuparme por si vuelve a las andadas; es la mejor solución -el demonio se permitió regalarle al conde una breve expresión de sorpresa-. Entonces está decidido. Es una orden -dejó el plato ya vacío en la mesa-.

- ... -agachó la cabeza y permaneció en silencio-.

-Dijiste que una orden era absoluta, ¿verdad?

-Lo sé, amo.

-Entonces ve.

-Yes, my Lord -llevó una mano a su pecho y luego se retiró con pesadez, llevando consigo el plato vacío encima del carrito-.

 

 

Unas pocas horas más tarde, dos shinigamis acababan de cruzar el terreno que separaba la carretera de la entrada de la mansión. Estaban a punto de acercarse a la puerta, cuando un cuchillo aterrizó justo delante de sus pies.

-¡¿Qué?! -saltó Grell-.

-Por favor, Grell, márchese. Ahora -advirtió el mayordomo cuervo desde el tejado-.

-¿Qué está pasando aquí? ¿Ahora eres tú el que me echas?

-Se lo suplico... Si no se va tendré que matarlo -dijo sin creerse todavía que tenía que hacerlo, pero intentando sonar firme-.

-¿Qué? Es una broma, ¿verdad? -miró al shinigami rubio, que solo le dedicó una mirada amarga y negó con la cabeza-.

-¿En serio que...? ¿Esto era lo que tenía que decirme? ¡¿Que me quería matar?! -le gritó a Knox-.

-¡Él no quiere matarte!

-¡¿Entonces por qué lo hace?!

-Grell... -el demonio saltó hasta el suelo y se situó justo enfrente del shinigami, listo para atacar-. Es... una orden. No puedo desobedecerla. El joven amo me ha ordenado que acabe contigo -y de pronto, llevó una mano hasta su cuello-.

El pecho le dolía. No quería seguir sintiéndolo más. No le importaba vida o muerte, pues encontraba el descanso final ciertamente apacible. Sintió el dolor real de esa situación. Ese ser, al que alguna vez amó con toda su alma, ahora lo estaba estrangulando. Lo estaba matando y él no hacía nada por impedirlo. No se resistió. Escuchaba los gritos de Ronald como algo lejano; su oído empezaba a fallar. El rubio intentó atacarle, pero al demonio le bastó con un movimiento seco de su brazo libre para noquearlo al momento. Todavía era solo un novato... No era capaz de manejar una situación así. El pelirrojo cerró sus ojos. Ahora notaba otra vez como si fuera a desbordar y esa horrorosa presión en la nariz. Sí que lo amaba. Todavía lo hacía. No, nunca había dejado de hacerlo. Por mucho que lo odiara después de lo que hizo. Por mucho que le gritara o golpeara. Su corazón, su alma y su ser entero le pertenecían a él. Volvieron a deslizarse las lágrimas por su cara, comenzando por el lado derecho.

Lo último que pensó antes de que todo se volviera negro fue en lo estúpido que había sido por creer que la muerte sería algo agradable.

 

 

-Esto no está bien, Sebastian. ¡No puede salir bien! -Ronald se desesperó mientras el demonio dejaba el cuerpo del shinigami pelirrojo sobre la cama de su cuarto-.

-Tranquilícese, señor Knox. Está todo bajo control.

-¡Cómo tranquilizarme en un momento así! ¡Casi estrangulas a Grell!

-Ya lo sé; debo disculparme con él más tarde. Pero era necesario, el joven amo estaba observando desde la ventana.

-Sí, me di cuenta de eso. ¡¿Pero era necesario hacerlo de esa manera?! ¡Y además darme ese golpe!

-Por favor, baje la voz. Es tarde, pero los demás sirvientes todavía podrían estar despiertos.

-Pobre Grell, seguro que pensó que era el fin. ¡Eres una bestia!

-No. Solo soy un buen actor -lo miró sin gestos de burla; era verdad que era una muy buena cualidad suya-. Y a un buen actor no se le permiten fallos a la hora de la representación.

-Como sea. ¿No crees que se asustó mucho?

-El mejor actor es el que no sabe que está actuando.

- Hng... -gruñó un poco y observó a su amigo con pena-. ¿Tardará mucho en despertar?

-No lo sé, quizá un par de horas. Espero que antes del amanecer.

-Te vas a quedar despierto toda la noche, ¿verdad?

- ... Eso no le incumbe -hizo una pausa leve-. Ya ha ayudado bastante; si quiere puede irse.

-Ni de broma, yo también me quedo. Necesitas ayuda.

-Está bien... -cedió el demonio-.

Ronald dejó encima de la cama el abrigo rojo de Grell que había estado cargando desde hacía ya un rato. Se sentó en una butaca al fondo de la habitación, preparándose para la larga noche que iba a pasar junto al demonio. Las cosas se habían vuelto muy complicadas, y pensaba ayudar en lo que fuera posible. Quería devolverle a su senpai todo lo que había hecho por él cuando comenzó su vida como shinigami. Entonces, tras salir de sus divagaciones, notó que Sebastian se había sentado en la cama junto a su superior, a su lado izquierdo. Se quitó la chaqueta y también los guantes. Nunca antes había visto a ese mayordomo sin su frac negro. Supuso que al encontrarse entre seres no humanos, las formas ya no importaban. Estaría más cómodo sin él. De improvisto, pasó una mano desnuda sobre el rostro de Grell. Rozó su mejilla sin hacer mucha presión, como si fuera algo delicado que pudiera romperse. Knox se sorprendió de sobremanera. No pensaba que los demonios pudieran albergar tal ternura. Por eso lo estaba ayudando. Sabía que en el fondo, Sebastian solo quería lo mejor para su amigo. Toda esa escena, iluminada por la leve luz de un candelabro, se había vuelto tétricamente hermosa.

-Dime... ¿crees que Ciel se lo ha creído? -rompió el silencio de la fría habitación-.

- ... No estoy seguro -contestó sinceramente y sin desviar la mirada de su pelirrojo-. Pero no creo que sospeche. Al fin y al cabo, tanto vuestra existencia como la nuestra todavía es un misterio para los seres humanos. Podría darle cualquier explicación, que mientras tenga un mínimo de sentido, se la creerá.

-Bien. ¿Y cómo vas a explicarle a Grell todo lo que pasó?

-Desde el principio y hasta el último detalle. Espero que lo comprenda y que pueda perdonarme algún día.

-No te preocupes, seguro que lo hará -intentó darle ánimos, pero ciertamente no sabía como podría reaccionar el pelirrojo-.

Sebastian retiró las gafas rojas con cuidado del rostro de Grell y las observó con detenimiento. Ese objeto era lo más preciado que poseía un dios de la muerte. Un dios que depende de un par de cristales sobre su cara... Es gracioso, cómo algo tan simple pudiera ser tan necesario para una existencia divina.

-Ten cuidado -advirtió Ronald-. Son importantes.

-Lo sé... ¿No es molesto ver mal?

-Al principio un poco, pero te acostumbras. Luego acabas adorando tus gafas. Son únicas.

-Y si se las quita, ¿hasta donde alcanza a ver?

-Pues... -retiró sus gafas negras con cuidado-. A partir del medio metro ya no veo absolutamente nada nítido. No sería capaz de leer un cartel con letra pequeña a esa distancia -se las volvió a poner-. Y de lejos ni siquiera reconozco a personas, solo distingo colores.

-Interesante...

-Ah, pero un shinigami nunca jamás debe dejar sus gafas.

-¿Por qué?

-Abandonarlas significa su renuncia como shinigami. Como hizo Undertaker.

-¿Y es definitivo? ¿No se puede volver después de renunciar?

-Depende del caso... Algunos todavía tienen acceso al mundo shinigami y a los archivos, pero no trabajan.

A partir de ahí los temas de conversación se acabaron, y no volvieron a intercambiar palabra en un lapso de tiempo cercano a una hora del mundo humano.

El shinigami afeminado se revolvió en la cama, señal de que estaba a punto de despertarse. Abrió los ojos, desorientado y sorprendido, y se llevó una mano a la garganta mientras se sentaba en la cama de un salto.

-Yo... Sebas... Estoy... ¿vivo?

Grell miró desorientado a su alrededor hasta que el demonio le tendió las gafas. Tras pensarlo dos veces, las agarró con algo de miedo y se las puso. Entonces, observó al mayordomo y a su compañero con mirada confusa. El demonio por un momento no supo con qué cara mirarle, seguro que lo había pasado muy mal por su culpa y no sabía si su explicación lo convencería. Pero de todas maneras, empezó pidiéndole perdón.

-Lo siento Grell, lo siento mucho -se disculpó mientras le agarraba las manos con firmeza, apretándolas un poco fuerte-.

-Y... ¿La orden? -preguntó con algo de miedo-.

-No la cumplí. Ciel estaba mirando por la ventana, por eso fingí que te estaba matando. Pero no pude -lo abrazó-. No podía matarte. No se me da bien expresar estos sentimientos... Demasiado humanos... Pero quiero que sepas que haré lo que sea por ti.

-Sebas... -empezó a llorar y lo abrazó fuertemente-. Gracias, pero... no sé si puedo confiar en ti -se separó un poco. El demonio lo tomó otra vez de las manos, delicadamente-.

-Quiero explicártelo todo. Señor Knox, por favor... ¿Podría dejarnos a solas?

-Claro. Voy a volver al mundo shinigami. Si necesitáis ayuda, avisad.

-Gracias -respondió sinceramente Sebastian-.

Ambos esperaron a que el shinigami saliera de la habitación. Entonces, Grell miró fijamente al mayordomo, esperando su explicación. Tenía algo de miedo por quedarse a solas con él; todavía no sabía si debía confiar en el demonio después de lo que le hizo... Pero debía ser valiente.

-¿Por donde podría empezar? Veamos... Grell, desde siempre me has parecido un ser extravagante, irrespetuoso, molesto... Pero la verdad es que me atraía esa parte de ti. Siempre marcando diferencia... Eres único. ¿Qué clase de shinigami lleva una motosierra eléctrica décadas antes de que se inventen por mano humana? -rió un poco-. Aparte de eso eres un poco sádico... Y eso me gusta.

El shinigami se sonrojó. Jamás pensaría que a Sebastian le gustase ese lado oscuro suyo que tantas molestias causaba a los demás. Mantuvo el silencio, no sabía qué decirle.

-Verás, como seguidor de las sombras que soy, me llaman mucho la atención los seres como tú que desafían las normas por el placer propio.

-¿Placer...? -susurró muy bajito-. Yo no lo llamaría así -rió ligeramente-.

-Pero así es.

-Todo eso suena muy bien, pero después de lo que pasó...

-Grell, entiendo que no lo creas, pero puedo explicarlo todo. Esa noche fue la mejor de mi larga vida, te lo garantizo -Grell se ruborizó al recordar las cosas que hizo aquella noche con el mayordomo-. Es cierto que al ser un demonio el placer carnal me pierde, pero te juro que no lo hice para desahogarme y luego no volver a verte más. Y si por mí fuera, lo habría hecho mucho antes.

-¿Y por qué no lo hiciste?

-Órdenes del joven amo.

-¿Cómo...? -esa respuesta lo descolocó por completo-.

-Me ordenó que me alejase de ti, en todos los sentidos. Él te odia. No podía acercarme, lo tenía prohibido.

-Y entonces... esa noche...

-Es un poco largo de explicar. Al encontrarte aquel día en Londres, el joven amo pensó que serías un incordio si seguías persiguiéndome de esa manera, y se le ocurrió que yo podría acabar contigo -Grell tragó saliva. El conde realmente lo odiaba, y eso le producía escalofríos-. Le sugerí que en vez de eso, yo podría fingir que me interesabas y luego, de alguna manera, romperte el corazón. Pensó que así no te acercarías más a mí y no habría necesidad de una lucha estúpida, palabras textuales. Así que me lo ordenó. Pero mis sentimientos eran verdaderos, lo juro. Esa noche te tomé con todo mi ser.

-Yo... no sé... -dudó-. ¿Todo fue verdad? -Sebastian asintió-. Entonces luego te alejaste por orden del conde...

-Sí, pero fue la orden que más me ha costado cumplir. Lo siento mucho.

-Supongo que no pasa nada. No puedes desobedecer, es parte del contrato.

-Después de eso, Ciel pensó que a pesar de haberte destrozado el corazón podrías volver a intentarlo, y me ordenó matarte para evitar futuros problemas.

A Grell le dolía el pecho de nuevo. Ahora que todo estaba más o menos claro se había dado cuenta de que lo que de verdad estropeaba esa relación -aparte de sus especies- era ese maldito contrato, por el cual Sebastian debía obedecer en todo momento a su amo. Intentó pensar en una solución, pero todo se reducía a la muerte de Ciel, y él ya no era un asesino. Y por supuesto, Sebastian lo protegería si alguien intentaba atacarlo. Tras la última revelación, su rostro se mostró más abatido de lo normal. La orden seguía vigente, y el mayordomo debía acabar con él. Pero todavía no lo había hecho. Tenía algo de miedo de que la completara. Sebastian leyó esa preocupación en sus ojos, y se adelantó a decir:

-No sé lo que haremos a partir de ahora, pero no te preocupes. No pienso cumplir esa orden. Tienes mi palabra.

El demonio se acercó lentamente. Todavía tenía sus manos agarrando las del shinigami, que se echó un poco hacia atrás. Aún desconfiaba un poco. Sebastian sintió un pequeño puyazo en el pecho por esa reacción, pero se siguió acercando. Grell agachó la cabeza, sumiso, y el demonio aprovechó entonces para pasar una mano por su nuca y besarle de forma tierna en la frente. El shinigami se sorprendió por dentro, y por fuera su expresión se serenó. Estaba más tranquilo. Se acercó también, y rodeó con sus brazos el bien formado cuerpo del mayordomo.

-Palabra de demonio, ¿no? -cerró los ojos aspirando su aroma infernal. Hacía mucho tiempo que quería volver a tenerlo de esta manera-.

-Exacto. Nosotros no mentimos.

No supo si fue por causa de la emoción del momento, la falta de oxígeno de un tiempo atrás o la seducción inconsciente del mayordomo, pero el shinigami se aproximó a él y lo besó con cariño. Echó los brazos por detrás de su cuello para acercarlo más. Había pasado muchísimas noches en vela pensando en cómo sería tan ansiado beso, y otras tantas recordándolo tras su ida. Éste le supo mucho más dulce que los de aquella noche. Sebastian se sintió aliviado, y se dejó hacer. Permitió que el shinigami jugara con él cuanto quisiera. No iba a presionarlo después de todo lo que sufrió; prefirió que fuera él el que tomase la iniciativa para recuperar esa confianza que tenía antes. El pelirrojo cortó el beso y lo volvió a abrazar.

-Por favor, déjame estar así un rato...

-Claro -aceptó y comenzó a acariciarle el pelo dulcemente-.

El silencio inundaba el cuarto. Solo se podía escuchar el sonido de sus respiraciones pausadas. Ninguno de ellos pensaba absolutamente en nada, solo en permanecer así cuanto les fuera posible, sin intercambiar ningún tipo de palabra. No era necesario; ya se había dicho todo.

Pero al inquieto shinigami una idea le vino a la cabeza de pronto. Se alejó un poco y tímidamente, aunque con cierta picardía, se insinuó.

-Sebas-chan...

-¿Sí? -respondió oliéndose lo que trataba de decirle su pelirrojo-.

-Bueno... Ya que todo está más o menos arreglado, qué te parece sí tú y yo...

-Entendido -sonrió-.

Adoraba al mayordomo. Parecía tener un sexto sentido para entender sin palabras; podía leer sus expresiones como un libro abierto.

-Ven a por mí -le retó el demonio-.

-Joo, se supone que tú eres el dominante.

El pelirrojo se quejó, pero no parecía importarle en realidad. Se acercó muy lentamente y apreció sus labios entreabiertos y ligeramente curvados, que formaban una sonrisa lujuriosa. Juró que nunca antes los había deseado tanto como ahora. Los probó, muy despacio. El mayordomo reaccionó y empezó a colaborar, moviendo sus labios también. Introdujo su lengua y acarició con ella esos dientes puntiagudos tan peculiares. Grell ahora tenía los ojos cerrados, pero no el mayordomo, que captaba cada detalle y lo grababa a fuego en su memoria. El pelirrojo mordió ligeramente el labio inferior de Sebastian, haciendo que éste notara sus afilados colmillos. Un ligero sabor a óxido llegó a ambas bocas por la sangre que empezaba a salir de la carne del demonio.

-¡Oh! ¡Lo siento! -se disculpó Grell con algo de su sangre en la comisura de sus labios-.

-No importa, no es nada... -llevó las manos desnudas hasta la zona, manchándose los dedos de color carmesí-. ¿Y no crees que así es un poco más excitante? -cuestionó sin ningún tipo de vergüenza mientras algo más del líquido rojo teñía su labio inferior. Sus ojos se volvieron púrpuras mientras esperaba la respuesta del pelirrojo-.

-Sádico -rió-. Pero, ¿sabes? Adoro el rojo.

Con un dedo, limpió la sangre de la boca del demonio y luego lo lamió, provocándolo. Sebastian pudo comprobar que toda su confianza había vuelto, y ya no se sentía incómodo con él, así que cambió de roles y procedió a atacar. Lo tumbó en su cama y le lamió el cuello, dejando un rastro rojizo. El otro se estremeció al notar la lengua bajando. Abrió su camisa, manchándola con la sangre que todavía quedaba en sus manos, y siguió descendiendo. No se entretuvo demasiado en su pecho, sino que bajó casi directamente hasta el ombligo, donde dio vueltas y vueltas mientras el pelirrojo silenciaba gemidos. Entonces, volvió a subir.

-¿Te parece interesante hacerlo en la cama de un demonio, shinigami?

-Mucho -sonrió plenamente-.

Esa era la respuesta que necesitaba. Bajó de nuevo hasta debajo del ombligo y desabrochó sus pantalones. El shinigami tomó aire antes de sentir su cálida boca y verse inundado por el placer.

El resto de la noche se perdió en recuerdos borrosos para el shinigami, causados por la falta de sus gafas. Las había dejado encima de la mesilla cuando sintió que estorbaban. Pero todavía quedaban en su memoria los sentimientos, las sensaciones, las caricias... Ese dolor profundo que poco a poco se transformaba en placer... Recordaba que, en algún momento, el demonio había dejado su trabajo oral y le había desnudado por completo. A cambio, el shinigami lo desnudó a él torpemente. Recordaba también que él había tomado la iniciativa esta vez, e introdujo sus propios dedos dentro suya. También el estado frenético en el que estaba su adorado mayordomo, observando con lujuria como su amante se auto-preparaba. El demonio se había tumbado en la cama, y él, tras posicionarse encima de sus caderas, bajó. Ese dolor... tan agudo, aparentemente insoportable, pero que tanto placer le traía. Lo sintió una vez más, cada vez que subía y luego bajaba. Era él el que marcaba el ritmo esa noche. Recordaba también esos arañazos en sus glúteos, hechos por el mayordomo cada vez que llegaba abajo y cogía impulso para levantarse de nuevo. Esas uñas negras clavándose en su pálida piel...

Y, sobre todo, recordaba como el demonio había llegado tan adentro esa noche, para luego recibir otra vez aquel espeso y pegajoso líquido que, al retirar el miembro de su interior, resbalaba por sus muslos.

Más tarde, el mayordomo le cedió su camisa al shinigami para que no cogiera frío, ya que la de Grell estaba llena de rastros de sangre demoníaca. Se la puso, aunque le quedaba un poco grande. El mayordomo bajó las mantas que cubrían la cama y lo invitó a quedarse a dormir, cosa que el shinigami aceptó sin dudar. Se tumbó en ella seguido de Sebastian, que subió otra vez las mantas para taparlos a ambos. Entonces, Grell se acercó a él y se acomodó en su pecho desnudo.

-¿No tienes frío?

-Para nada -le sonrió y pasó un brazo por debajo de su cuello para abrazarlo-. Descansa, mañana tenemos que pensar en lo que vamos a hacer.

-Sí...

Poco tardaron en quedarse dormidos esa noche. Pero por poco tiempo, pues el amanecer estaba cerca y el mayordomo debía encargarse de sus tareas desde bien temprano.

Notas finales:

Ahora voy a ser un poco mala... No reviews, no conti :P Lo siento, pero necesito saber si a los lectores todavía les interesa la historia~

PD: El final me quedaría bastante largo en un solo capi, así que lo voy a dividir en dos: los dos siguientes.


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