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Against the rules por Altair

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Notas del capitulo:

Siguiente capi, el penúltimo. :'3 

Después de haberlo pasado tan mal, al fin parece que las cosas empiezan a ir mejor para estos dos... Pero no hay que confiarse.

Se despertó lenta y apaciblemente, como tras una noche de sueño reparador después de no haber dormido en semanas. Era agradable despertar así para variar. Aspiró el aroma del demonio en las sábanas todavía con los ojos cerrados, y cuando quiso echar un brazo hacia su derecha, notó que éste ya no se encontraba en la cama. Abrió los ojos y se le encogió el corazón. No estaba. Se levantó de un salto y lo vio, vistiéndose enfrente de un espejo a los pies de la cama. Su corazón se tranquilizó al saber que no se había marchado. Observó su sexy espalda moviéndose juguetona mientras se acomodaba la corbata y el cuello de la camisa. El demonio vio el reflejo de su atrevido pelirrojo en la superficie del espejo y se volteó para saludarlo con una sonrisa en el rostro.

-Buenos días. Tengo que irme a preparar mis tareas del día… –se acercó y le dio un beso en la frente-. ¿Puedes esperarme? No tardaré mucho.

-¿En tu habitación?

-No te preocupes, aquí no entra nadie. Los sirvientes saben que es “territorio prohibido” –el shinigami rió suavemente-.

-Está bien. Pero ven pronto.

-Tan pronto como me sea posible. Tú no salgas de aquí.

Le acarició una mejilla dulcemente y se puso los guantes. Alcanzó su frac negro, el cual fue vistiendo mientras salía de la habitación en dirección a la cocina. Una vez allí comenzó a preparar el desayuno de su señor, algunos dulces y un poco de té.

Entró en su cuarto y siguió la misma rutina de todos los días: Apartar las cortinas, entregarle una taza de té y luego vestirlo.

-Hoy vendrá Lady Elizabeth de visita. Por favor, procure ser amable con ella –le recordó mientras le colocaba el parche sobre el ojo-.

-Lo sé –dijo todavía adormecido-. Voy a dar una vuelta por el jardín, necesito relajarme para esta tarde.

-Entendido –fue lo que dijo, pero en su interior sonaba mejor la expresión “perfecto”-.

-Ah, por cierto. En relación a lo de ayer… –el demonio se sorprendió por dentro, pero esta vez no dejó ver ni un ápice de sobresalto en su rostro-. ¿Cómo crees que se tomaron los demás shinigamis la muerte de Grell?

-Bueno, no sabría decirle… Por allá lo odiaban bastante. Decían que era un incordio, así que en parte sería un alivio para ellos, pero por otro lado quizás estén buscando venganza, ya que quien acabó con su vida fue un demonio, y ya sabe que ambas especies no nos llevamos especialmente bien –mintió-.

-Ya veo… ¿Estarás preparado para hacerles frente si eso ocurre?

-Por supuesto –su mente voló, recordando lo sucedido tras la caída de Grell-.

 

 

Grell había cerrado los ojos, aparentemente por última vez, y Ronald en el suelo no hacía más que gritar y maldecir. El demonio cargó al pelirrojo delicadamente, como si se tratara de una princesa, y se dirigió hacia el rubio, todavía adolorido por el golpe anterior. Él iba retrocediendo a cada paso que daba el demonio. Si lo tumbó con un solo brazo, sabe Dios lo que podría hacerle ahora que estaba “desocupado”.

-Señor Knox, necesito que me haga un favor.

-¡¿Qué favor podría hacerle a un monstruo como tú?!

-Por favor, baje la voz, el conde está observando todo esto. Grell está bien, solo se ha desmayado. Pero ahora requiero de su ayuda. Levántese –pidió, y así lo hizo, algo perplejo-. Bien, llévelo al bosque, ocúltese durante un rato. Le diré a Ciel que lo ha llevado al mundo shinigami; fingiré que lo he matado de verdad. Así estará fuera de peligro –miró al pelirrojo, todavía inconsciente entre sus brazos-.

-Pero…

-No se preocupe, no creo que sea muy difícil engañarlo. Cuando las cosas se calmen, iré al bosque a buscarlo. Por favor, cuide de él hasta entonces.

Con un gesto de dolor causado por el golpe anterior, recibió a su superior en brazos y huyó malamente hacia el bosque perdiéndose entre la maleza. Se quedó allí como el demonio le había ordenado. Dejó a Grell por un momento en el suelo, mientras le quitaba el abrigo. Con su chaqueta formó una especie de almohada y la puso debajo de su cabeza. Luego, le cubrió con el abrigo rojo. Y esperó.

El mayordomo había ido al encuentro de su amo, para explicarle lo que había pasado.

-Joven amo, acabo de cumplir la orden que me encomendó. El shinigami ha muerto.

-¿Y ese otro? El tipo rubio.

-No se preocupe por él, es un novato. Dijo que quería llevarse el cuerpo de su jefe al mundo de los shinigamis, pero dudo mucho que llegue, teniendo en cuenta el estado en el que se encontraba.

-Bien…

Ronald se estaba cansando de esperar, y empezaba a hacer frío en la noche. Entonces, el demonio apareció como una sombra sigilosa.

-¡Por fin! ¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora?

-El conde está durmiendo, así que de momento lo llevaremos a mi habitación.

 

 

El conde se levantó para marcharse; el mayordomo le abrió la puerta para que saliera, haciendo una pequeña reverencia con la cabeza mientras lo hacía. Entonces, tras asegurarse de que ya había salido al exterior de la mansión, regresó a su cuarto.

Cuando abrió la puerta, se encontró con que el pelirrojo había vuelto a quedarse dormido en su cama. Lucía demasiado adorable, con esa camisa demasiado grande para él y su largo pelo desordenado y esparcido por toda la almohada. No pudo evitar sentir ternura en su interior. Lo despertó delicadamente, y le explicó que Ciel estaría fuera un rato y que tenían tiempo para hablar. El pelirrojo intentó levantarse, pero un pequeño y molesto pinchazo se hizo presente en su parte posterior, ralentizando el proceso.

-¿Estás bien?

-Sí, no es nada –dijo enderezándose-. Enseguida se pasará.

-¿Fui muy duro anoche?

-Sí, y espero que así sea la próxima vez –confesó con un tono absolutamente lujurioso. El demonio sonrió-. Vaya… Mira cómo está mi ropa. No puedo ponerme eso.

Observó su ropa, arrugada y manchada de sangre. No sería adecuado vestirse con eso. Qué problema…

-Bueno, podría prestarte ropa de sirviente. Creo que todavía quedan algunos trajes que te podrían valer –sugirió el demonio-.

-¿Cómo la tuya? Ehg, es muy básica. Sabes que a mí me gusta destacar.

Sebastián ignoró el último comentario y fue hasta el almacén de la mansión, en la planta baja, para encontrar un par de camisas limpias y un chaleco negro. Cogió también un pantalón, pues observó que el del pelirrojo estaba manchado de tierra del bosque. Casi imperceptible, pero allí estaba la mancha. No encontró chaquetas de su tamaño, una lástima. Pero al menos ya tenía la ropa que necesitaba. Subió hasta su habitación, donde el shinigami se abalanzó sobre él al entrar.

-Grell, por favor, se va a arrugar.

-Yay, no importa. ¿Qué me traes?

-Lo que te dije, ropa de mayordomo.

-Aw, otra vez no… No quiero volver a ser el torpe mayordomo Grell.

-No lo serás –le dijo dándole un toque en la nariz y entregándole la ropa-.

Grell se quitó la camisa sensualmente delante del demonio, que a punto estuvo de atacarle de nuevo. La dejó encima de la cama y agarró una de las que el otro le había traído. Una era un poco grande, así que cogió la segunda, que parecía de su talla. La abotonó despacio. Parecía que era de su tamaño justo. Luego, se puso los pantalones negros. Le quedaban como un guante.

-Te queda bien –opinó el mayordomo llevando una mano a su mentón-. Ahora el chaleco.

Y también se lo puso. Era igual que el que siempre llevaba, solo que en vez de ser marrón era negro.

-¿Y zapatos?

-No encontré.

-Entonces llevo los míos –canturreó notablemente alegre-.

-Voy a llevar a lavar tu ropa. Ahora vuelvo.

El demonio se llevó su apreciada ropa y desapareció entre los pasillos de la mansión. El shinigami pensó que seguro se perdería si salía a investigar, así que se quedó en la habitación de su amante. Curioseando, abrió el armario para ver si había algo interesante para vestir, aunque no fuera de su talla justa. Solo encontró camisas blancas y fracs negros.

-¿Pero este hombre siempre viste lo mismo? –cuestionó para sí en voz alta-.

-Lo mismo podría decirte yo –le susurró al oído por detrás-.

-¡Ah! Sebas-chan, deja de aparecer por detrás así.

-Lo siento, pero era muy tentador –rió por lo bajo-. La sirvienta lavará tu ropa. Ahora… –se sentó en la cama- debemos pensar en lo que vamos a hacer.

-Sí… –lo acompañó y se sentó también-.

-Si queremos seguir con esto, Ciel no debe descubrir que sigues vivo; no puede verte.

-Podría venir solo por las noches.

-Me encantaría, pero si vienes todas las noches, acabaría algo cansado y distraído por las mañanas –bromeó y le sonrió pícaramente-. Y podría notarlo.

-¿Cuánto tiempo más tienes que estar con él?

-No lo sé; hasta que descubra a los asesinos de sus padres… Eso puede llevar mucho tiempo. Incluso puede que años.

-Ah… Es complicado.

-Pero me gusta eso de que vengas por las noches, como un par de amantes furtivos. Parece sacado de una obra de teatro.

-¡Como Romeo y Julieta! ¡Un amor prohibido! ¿Ves? ¡Ya te lo dije!

-Solo espero no acabar como ellos… ­–el shinigami perdió por un momento su sonrisa-.

-Oye… Si quieres, podría venir solo de vez en cuando. No tiene por qué ser todas las noches.

-No, puedes venir cuando quieras, después de que Ciel se haya acostado. Solo te pido alguna noche sin “acción” cada varios días para descansar.

-¡Ni que fuera tan vicioso!

-Bueno… nunca se sabe. Creo que acabarías cogiéndole el gusto… –el shinigami se ruborizó por completo. La idea de hacerlo casi todos los días era demasiado intensa para él-.

Realmente no es como si el mayordomo necesitara el mismo descanso que los humanos. Era un demonio, y apenas dormía. Con una o dos horas era más que suficiente para él, pero… ciertas actividades nocturnas requerían un descanso mayor. Al fin y al cabo, dejaba parcialmente libre su lado demoníaco al encontrarse en este tipo de situaciones, y ponía su alma entera en cada movimiento; eso consumía bastante energía.

-Cuando esté lista tu ropa deberías irte. Se preguntarán donde estás y no quiero más shinigamis rondando por la mansión. Si saben que estás aquí y te buscan, podrían estropearlo todo.

-Cierto…

De pronto, al demonio se le tornaron los ojos de color púrpura por un instante, como la noche pasada. Aunque esta vez el motivo era distinto. Ciel lo llamaba. Se despidió del shinigami y fue a ver lo que quería. Era solo una tontería, pero le llevó algo de tiempo. Lavar al perro. Por lo visto, Pluto, al ver a Ciel en el jardín, salió corriendo hacia él, pero tropezó y  cayó en un charco de barro formado por Finny al regar las plantas. El conde le pidió que lavara su ropa, después de darle un baño al chucho. Había que dar siempre buena impresión a una posible visita sorpresa. Ni siquiera se preocupó de calentar demasiado el agua, para ese perro bien valía, y deseaba volver junto a su pelirrojo lo más pronto posible. Cuando terminó de asearlo, salió del cuarto de baño y fue hasta donde Meirin estaba lavando la ropa, para entregarle también la de Pluto. El perro se escapó del baño con una sola toalla atada en su cintura, que pronto quedó por los suelos. Meirin se escandalizó al verlo corretear por el interior de la mansión de esa manera. El demonio, cansado, lo agarró sin delicadeza y le volvió a atar la toalla demasiado fuerte, recibiendo un quejido por parte del perro. La sirvienta recibió nerviosamente el traje de Pluto. El demonio observó a un lado que la ropa de Grell estaba limpia y doblada encima de una mesa, lista. Así que se la llevó.

-Yo me encargo de ésta –dijo agarrándola y llevándosela a su cuarto-.

La doncella se preguntó de quién sería esa ropa, pues no le sonaba. Pero pronto lo olvidó.

Sebastian entró en la habitación tras asegurarse de que no había nadie en el pasillo. Le entregó la ropa recién lavada al shinigami, que comprobó que no se había estropeado. Como se hubieran corrido los colores de su adorado abrigo correrían cabezas.

-¡¡Sebastian!! ¡¡Sebastian!! –se escuchó un grito agudo tras la puerta, golpeándola incesantemente-.

-¿Y ahora qué? –respondió el demonio mirando preocupado hacia el shinigami-.

-¡Pluto quemó el traje! ¡Está en el jardín escupiendo fuego! ¡Por favor, ayúdanos!

-Está bien, dame un momento… –se giró y moderó su tono de voz para que no lo escucharan desde fuera-. Deberías irte. Tengo que salir ya y puede que te vean dentro.

-Está bien, ya me cambiaré en el mundo shinigami. Bye bye, Sebas-chan. Hasta por la noche –le dio un rápido beso y desapareció por la ventana-.

El demonio sonrió, pero cuando abrió la puerta lo primero que vio el jardinero fue una expresión de fastidio total. No entendía por qué seguían manteniendo a ese chucho, si no les causaba más que problemas.

 

 

Grell llegó a su habitación con cuidado de que Will no lo viera holgazaneando por ahí. Desde el día anterior no había dado señales de vida y seguro que tenía mucho trabajo que hacer. Estaba por entrar cuando una cabellera rubia se asomó por el pasillo.

-¿Grell? –Ronald lo miró fijamente, incrédulo, por la ropa que llevaba-. ¡Grell! ¿Pero qué llevas puesto? –el shinigami miró algo sonrojado hacia otro lado, con una sonrisa en la boca-. ¿Qué tal te fue?

-Pasa y te cuento –guiñó un ojo y entró, dejando a su pupilo confuso-.

Cerró la puerta y dejó la ropa limpia encima del escritorio, apartando todos los papeles que debía entregar. Se sentó en la cama mientras Ronald hacía lo mismo en una butaca cercana.

-¿Y bien?

-Me lo contó todo. Tú lo sabías, ¿verdad?

-Sí, pero le tuve que prometer que no te diría nada. Quería contártelo él. Y por lo que veo, le perdonaste, ¿no?

-¿Por lo que ves…?

-Hombre, si desapareces durante toda la noche y al día siguiente vuelves con su ropa, por algo será, digo yo.

-Ahá… –afirmó-. La mía… ehm… se ensució –Ronald puso expresión de no entender, pero rápidamente tornó a una de sorpresa y luego de incredulidad-.

-¡No, no, no! ¡No es lo que piensas! –negó antes de que su amigo siguiera imaginándose cosas que no eran-. ¡Era de sangre!

- … –su tez se volvió blanca-.

- … –se quedó callado al darse cuenta de lo que acababa de decir; eso daba pie a más malentendidos-.

-Grell, no lo mejoraste.

-Ay, ¡era SU sangre! ¡Le mordí sin querer, ¿vale?! –gritó colorado-.

-¿Ahora qué eres, un vampiro? Que bruto… –una carcajada se escuchó en la habitación. El pelirrojo enseguida lo siguió, a pesar de intentar aguantar la risa-.

-No es culpa mía tener estos colmillos… –bufó molesto-.

-Bueno… Y luego te quedaste a dormir.

-Sí. También hablamos de lo que íbamos a hacer. De momento, voy a ir a visitarlo por las noches.

-¿No es muy arriesgado?

-¡Para nada! Mientras no se entere Ciel, todo bien.

-No sé yo…

 

 

El demonio seguía en la mansión ocupándose de sus tareas diarias. Había preparado una tarta de nata y fresas para su señor. Cuando fue a servírsela a su despacho, el conde ordenó:

-Cierra la puerta.

Y así lo hizo.

Al mayordomo le pareció curioso que ordenara algo así, ya que no se preocupaba por esos pequeños detalles cuando entraba para servirle los dulces. Eso le hizo ponerse en alerta. Significaba que debía hablar de algo importante con él y que nadie más debía enterarse.

-Bien… Tenemos que hablar, Sebastian.

-¿De qué, amo?

-Lo sabes muy bien. Ese shinigami… todavía no está muerto, ¿verdad?

- …

-Dímelo, es una orden.

- … No. No lo está –hizo una larga pausa avergonzado; había desobedecido una orden directa y su amo lo había descubierto-. ¿Puedo preguntar cómo lo supo?

-Lo vi saltar desde tu ventana en la mañana. De verdad, me decepcionaste… Pero te daré otra oportunidad. Mátalo. Y esta vez, de verdad –no le iba a preguntar qué hacía escapándose de la habitación de su mayordomo, ya se lo había imaginado, así que se limitó a dar su orden absoluta-.

El demonio no podía creer que lo hubiera descubierto tan pronto. Y de esa manera tan estúpida. ¿Así pretendían encontrarse cada noche? Si a la mañana siguiente podían verlos, no servían para nada las visitas furtivas. Se quedó en silencio, hizo una pequeña reverencia y salió del despacho. Juraría que su pecho había temblado por unos instantes. Si fuera humano, diría que sus latidos se habían acelerado. Llevó una mano a la cabeza y retiró los pelos que caían sobre su frente y sienes, echándolos todos hacia atrás mientras soltaba un largo suspiro. Ahora sí que no sabía lo que podía hacer. Su amo no caería dos veces en la misma trampa, así que seguro que le exigiría pruebas. Por lo menos, ver su cadáver desmembrado.

Llegados a este punto, solo había dos soluciones. La primera era la que más le dolía, y para la segunda todavía era demasiado pronto.

Pero… ¿Y si había una tercera opción?

La experiencia le había enseñado muchas veces que las cosas no eran solo blancas o negras; hay una infinita escala de grises de por medio.

Y así, caminando entre los largos pasillos con el pelo desordenado, tomó su decisión. Su tercera opción.

Al fin y al cabo, ¿qué pasaría si no pudiera manejar un asunto así? Sonrió solitario y comenzó con los preparativos. Iba a ser una noche muy larga…

 

 

Por su parte, Grell hacía rato que estaba enfrascado en su trabajo, concretamente en archivar todos aquellos papeles que se le habían quedado pendientes del día anterior, antes de que Will amenazara con atacarle con su propia guadaña. Cuando dejó el último registro sobre la estantería suspiró aliviado. Entonces, Alan, un shinigami novato de pelo castaño y mirada triste, se le acercó en silencio por detrás.

-Sutcliff-senpai… –susurró tímido-.

-¿Sí? Oh, tú eres el protegido de Eric, ¿verdad? ¿Qué quieres?

-Verá… Eric no está ahora mismo y me han encargado que archive esto por él, pero… no sé donde están los registros que busco. ¿Puede ayudarme?

-Por supuesto~ –estaba claro que es encontraba de un humor especialmente bueno; no le importó ayudar al joven shinigami-. A ver, ¿qué muertos eran?

-Tome, está todo aquí –le entregó una carpeta marrón con varios documentos-.

-Sabrás los detalles de la recogida de cada alma, ¿no?

-Sí, estuve presente. Yo le ayudé a recolectarlas.

-Bien. Son todas de una zona al noroeste de Londres… ¿Qué pasó allí?

-Hubo un accidente –susurró con algo de tristeza-.

-Bueno, los registros de esa zona están por aquí… –comenzó a caminar por la biblioteca, seguido muy de cerca por el novato-. Mira, la biblioteca está dividida por secciones según el territorio. Las zonas del sur de Inglaterra están hacia la entrada, y cuanto más al norte, estarán más al fondo. Luego, las del Oeste a la izquierda, y las del Este a la derecha. Fácil. Luego, en cada sección, los nombres de las personas están por orden alfabético.

-Muchas gracias.

-De nada.

Grell se había despedido del novato, que ya empezaba a ordenar las muertes. Salió de la biblioteca con prisa. Ya había caído la noche, y tenía una cita pendiente…

Llegó a la mansión todavía con algunos nervios en su cuerpo. No creía poder acostumbrarse a ir hasta allí todas las noches. Avanzó seguro, cuando reconoció la figura del mayordomo cuervo en la entrada.

-¡Buenas noches, Sebas-chan! –le gritó emocionado-.

Pero toda esa alegría se esfumó cuando, desde detrás del mayordomo, el conde Phantomhive aparecía en escena y lo miraba decidido.

-¿Qué… qué significa esto? Sebas-chan…

Grell estaba confundido, y su mirada llegaba hasta el mayordomo con un deje de temor. El demonio desvió la mirada, sintiéndose culpable.

-Grell Sutcliff –dijo con autoridad el joven conde-. Has estado interfiriendo con mi trabajo desde que nos conocimos. Y también has matado a Madame Red. Por todo esto, yo, Ciel Phantomhive, tomaré venganza. No quiero saber lo que habrá pasado entre vosotros dos para que todavía estés vivo… Pero aquí se termina tu suerte.

-¡Espera! ¿Va en serio? Vamos, conde, ¡no lo hacía a propósito! ¡Solo quería pasar un poco de tiempo con Sebas-chan! ¡Puedo serle útil! ¡Yo puedo hurgar en la vida de las personas! ¡Tengo esa capacidad! ¿No cree que sería de ayuda en su “trabajo”?

-Demasiado tarde, shinigami. Sebastian, acaba con él.

-Sí, amo…

-Así que así son las cosas, ¿eh…? Bueno, supongo que no me queda otra opción…

De la nada, su motosierra roja apareció, tomándola entre sus manos y preparándose para la acción. No quería luchar contra su demonio, pero no iba a dejar que el conde se saliera con la suya. La idea de dañarlo, o peor aún, matarlo, le rondaba por la mente, y por un momento se sintió incapaz de alzar el arma contra él. Podría matarlo si lo atravesaba con ella. Debía tener cuidado y buscar la manera de parar los fuertes ataques que seguro le caerían. Sebastian no luchaba por sobrevivir, sino por meras órdenes. Y aunque no fuera su deseo hacerlo, estaba seguro que le atacaría con todo lo que tenía. Como aquella vez… Al recordarlo, solo pudo temblar. No le costó mucho derrotarlo la primera vez que se mostró ante él como shinigami.

La luna estaba alta en el cielo oscuro. No había presencia de una sola nube en la bóveda terrestre. El viento no soplaba. Todo estaba en el más absoluto de los silencios. Nadie pensaría que en una noche tan tranquila, el destino de dos seres estaba a punto de sellarse para siempre.

-Adelante, Sebastian.

Notas finales:

Espero que os haya gustado. (: Las cosas se tensan un poco a partir de aquí. Todavía no escribí el siguiente capítulo (exámenes, exámenes everywhere) así que me tardaré un poco más en actualizar, lo siento.

*Por cierto, no sé si en el manga se habla un poco más de la naturaleza de los demonios (no lo leí xDU), pero en el anime no recuerdo nada de interés que me pudiera ayudar con algunas líneas. Así que me inventé lo de que al salir su lado demoníaco al tener sexo se cansan más. xDU Sinceramente, ni idea. Pero no me parece que quede mal así, ¿no?

Gracias por leer. ♥


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