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Against the rules por Altair

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Notas del capitulo:

Lamento la tardanza. D: Los estudios me matan. En fin, espero que os guste.

Por cierto, primer lemon que escribo. No seáis muy duros. xD

-E-espera... -susurró Grell echándose un poco hacia atrás-.

-¿Qué? ¿No era lo que quería? -Sebastian sonrió y se acercó más-.

Era cierto que Grell estaba deseando eso desde hace mucho, pero ahora que tenía al mayordomo delante, dispuesto a hacer lo que él quería, tenía... algo de miedo. Nunca había hecho nada así; no sabía ni por donde empezar. Además, Will siempre terminaba enterándose de lo que hacía, sobre todo si tenía alguna relación con el demonio. Tenía miedo de lo que podría pasar si se entera. Se estaba empezando a poner nervioso.

-Oh, venga; no me dirá que tiene miedo, ¿verdad? -dijo con voz siniestra-.

Exacto. Dio en el clavo, como si le hubiera leído la mente. 

-N-no, es que... -Grell simplemente miró hacia otro lado, con gesto preocupado-.

Sebastian se separó e hizo una pequeña reverencia llevando una mano a su pecho y cerrando los ojos.

-Señor Grell, no se preocupe, no le haré daño. Está en buenas manos -abrió los ojos para mirarlo con lujuria y lamió su labio superior-.

Grell lo pensó unos instantes. Estaba algo asustado, pero... ¡qué demonios, -y nunca mejor dicho-! Ya se preocuparía por las consecuencias más tarde.

-Tonto, no hace falta que me trates de usted -se acercó y le besó; un beso fugaz-. Hay confianza.

El demonio entendió enseguida. Le volvió a besar, con mucha más pasión que antes. Con prisa, lo guió hasta el escritorio y lo sentó sobre él.

-Espera, éste es el escritorio de Will. Como le hagamos algo me...

-Shh... -Sebastian puso un dedo enguantado sobre los labios del pelirrojo-.

Y se calló. No protestó más. El demonio aprovechó ese pequeño momento de sumisión para, en un abrir y cerrar de ojos, deshacerse del abrigo rojo que siempre llevaba el shinigami. Acto seguido, le desabotonó el chaleco y la camisa lentamente, mientras su víctima miraba expectante. El mayordomo cruzó su mirada con la de Grell y, sensualmente, se quitó el guante derecho con los dientes. El shinigami sentía su corazón latir enérgicamente en su pecho y un ligero cosquilleo en el estómago. Sebastian se quitó el otro guante y lanzó ambos hacia atrás, sin importarle donde cayeran. Se fijó bien en el cuerpo de Grell; estaba temblando ligeramente. Se veía terriblemente delicado. Sebastian abrió un poco más su camisa para luego examinar con detalle el pálido torso. Lo acarició con una mano, llevando sus dedos desde la clavícula al ombligo, para luego subir y rozar uno de sus pezones.

Grell hizo lo que pudo para silenciar un pequeño gemido que amenazaba con salir de sus labios. Mientras se apoyaba al escritorio conuna mano, la otra la había llevado a la boca para impedir que otros pudieran escapar. Sebastian continuaba acariciando y pellizcando ese pequeño pezón cuando consiguió apartar esa mano y besarlo de nuevo, notando como se quejaba un poco dentro de su boca.

-Déjame escuchar tu voz... -suplicó el mayordomo con tono excitado tras cortar el beso-.

Grell no respondía. Desvió su mirada a un lado mientras se sonrojaba levemente.

-Me da vergüenza -contestó al fin-.

-¿Qué? -hizo una pausa-. Llevas meses detrás de mí... ¿y ahora te da vergüenza "animarte" un poco? -rió-. Pues... yo haré que no puedas dejar de gritar -sonrió y se acercó a él peligrosamente; Grell tragó saliva-.

Sebastian ya se encontraba besándolo otra vez, pero pronto dejó esa tarea para pasar a lamerle el cuello como si fuera el más delicioso de los helados, dejando rastros de saliva allí por donde pasaba su lengua. Del cuello, bajó a su pecho, donde chupó esa parte tan delicada con la que había estado jugado antes, mientras que con una mano pellizcaba el otro. 

-Ahh... -Grell cedió ante los estímulos y comenzó a gemir y suspirar-.

-Eso está mejor...

El demonio volvió a subir y le besó por sorpresa. Mientras las dos lenguas jugaban como si de una batalla se tratase, deslizó su mano por el pecho y abdomen del pelirrojo. Grell sabía cual sería el siguiente paso de Sebastian, y ante ello, tensó su cuerpo poco antes de sentir una ligera presión sobre el bulto creciente de su entrepierna. Tras frotar un poco por encima de la tela, el shinigami cortó el beso con un suspiro, abrazándose al demonio y gimiendo de nuevo. Entonces, Sebastian sonrió pícaramente, y con un hábil movimiento le desabrochó el pantalón. Grell se sorprendió de lo rápido que estaba yendo todo. Hace apenas unas horas, el mayordomo prácticamente había pasado de él; y ahora... Se paró a pensar en ello un momento; no lo entendía. ¿Por qué tan de repente? ¿Por qué ahora? Si realmente estuviera interesado en él, habría hecho esto hace bastante tiempo. Sebastian dirigió su mano de nuevo a ese lugar, con intención de meterla por dentro de aquellos ridículos calzoncillos de corazones, pero Grell lo detuvo antes de que eso pasara, agarrándolo de la muñeca.

-Sebas-chan; antes de seguir...

-¿Sí? -interrogó algo molesto-.

-M-me gustaría saber... por qué haces esto.

-¿Eh?

La pregunta pilló totalmente desprevenido al demonio. La verdad es que en ese momento, Grell se arrepintió de haberlo preguntado. Pensó que quizás Sebastian se molestaría por eso, o incluso que podría enfadarse e irse. Así que cerró los ojos con fuerza y agachó la cabeza, esperando sufrir una reacción negativa.

-¿Por qué dices eso?

-Yo... no lo entiendo. Antes no me hacías caso; hasta parecía que me odiabas. ¿Por qué... te interesas en mí tan de repente? -tragó saliva-.

Sebastian lo pensó un poco antes de responder.

-Soy un demonio, y tú un shinigami -dijo con expresión seria-. ¿No te parece motivo más que suficiente... para que me comporte así contigo delante de los demás?

-¿Qué...?

-¿Tú sabes lo que podría pasar si descubren esto? -hizo una pausa; Grell lo miraba interrogante-. Por eso te ignoraba; no podía dejar que supieran... que estaba interesado en un shinigami -confesó mientras lo abrazaba-.

-¿De verdad? -preguntó sonrojado-.

-Sí.

Esta vez, fue Grell el que tomó la iniciativa y le besó. Sebastian vio el camino libre, así que siguió con lo de antes. Metió la mano por debajo de la ropa interior del pelirrojo. Agarró su dureza firmamente y comenzó a acariciarla. El shinigami estaba tenso; había dejado su cuerpo rígido ante el tacto de esa fría mano. Pero a pesar de eso, cada vez tenía más calor. Se sentía bien, era una sensación demasiado excitante. Él, sentado en el escritorio de su jefe, en terrotorio de shinigamis, siendo masturbado por un demonio. Su demonio. Su amor imposible.

Grell se dejó llevar por el momento y con su mano, agarró la de Sebastian. Con algunos movimientos, le idicó que fuera más rápido. El mayordomo obedeció, sacudiendo su mano a un ritmo frenético.

Pero de pronto, el demonio se detuvo.

-¡Eh! -se quejó el pelirrojo. Sebastian lo besó para que no siguiera quejándose-.

-Espera, ahora me toca a mí pasarlo bien...

Grell lo interrogó con la mirada. Sebastian sonrió e hizo que se levantara del escritorio. Le indicó que se arrodillara en el suelo, y así lo hizo. El shinigami lo entendió enseguida, y con el rubor aún sobre sus mejilas, desabrochó el pantalón del mayordomo. Podía notar un duro bulto ahí. Tomó aire y de una vez por todas sacó su miembro de esa prisión de tela, como si de un tesoro se tratase. Sebastian sonrió complacido. El shinigami al principio lo miró con recelo, pero pronto tuvo el deseo imperioso de probarlo. Pasó su lengua desde la base hasta la punta, muy despacio. Sebastian soltó un suspiro de placer. Tras ese primer contacto, el pelirrojo se decidió a meterlo en la boca y a succionar y lamer tanto como pudiera. Era su primera vez, y no sabía si lo estaba haciendo bien, pero los gemidos del mayordomo le hicieron entender que sí.

Y así llegó el momento en el que el demonio no pudo más. Detuvo a Grell y le quitó los pantalones antes de que el pelirrojo pudiera darse cuenta. Lo apoyó sobre la pesa, de manera que su entrada quedara desprotegida y al descubierto. El shinigami sabía lo que pasaría ahora, y notaba como si su corazón estuviera a punto de salirle por la boca. Intentó tranquilizarse. Sebastian le apartó algunos mechones de pelo rojo que le cubrían la espalda y lo acarició muy suavemente. El demonio llevó al fin dos de sus dedos a la boca del shinigami para que éste los chupara. Grell se sonrojó más aún y los lamió completamente. Cuando estuvieron sufucientemente húmedos, el demonio los retiró para llevarlos a su pequeña y delicada entrada. Primero metió uno muy despacio, y observó la reacción del pelirrojo. Él gimió tras haberlo introducido, encorvando la espalda y apretando los puños, con los ojos cerrados. Era una sensación extraña y molesta, pero... en cierto punto, agradable.

Cuando Grell se relajó un poco, Sebastian metió el segundo dedo. El shinigami gimió de nuevo, esta vez más fuerte. Pero no fue hasta que el demonio empezó a meter y sacar sus dedos y a abrirlos en su interior, cuando Grell se volvió loco y empezó a jadear continuamente, susurrando de vez en cuando el nombre de su demonio.

-¡Sebas... chan! -dijo malamente entre gemidos-. ¡Ah!

Ante tal escena, Grell tan sumiso delante suya, en el demonio surgió la necesidad de introducirse en él cuanto antes. Así que retiró los dedos. El pelirrojo se quejó levemente, pero calló de repente cuando notó algo duro que se frotaba contra su entrada. Sebastian no perdía el tiempo; puso su miembro justo en la entrada de aquel lugar que tanto deseaba poseer. E hizo presión. No quería meterla toda de golpe para no hacerle daño, así que fue poco a poco. Apenas había metido la punta, cuando el shinigami sintió un agudo dolor.

-¡A-ahh! ¡Duele! -gritó Grell al borde del llanto-.

-Shh, tranquilo. Pronto pasará -le consoló acariciándole la cara con la mano que tenía libre-.

Tras unos momentos algo angustiosos para Grell, Sebastian consiguió meter todo su miembro dentro. El pelirrojo soltó un grito desgarrador cuando esto ocurrió. El demonio, preocupado, se mantuvo inmóvil durante un rato para no lastimarlo más.

-¿Estás bien?

-Sí... -dijo en un murmullo con ojos llorosos-.

-Oye, si quieres podemos parar.

-¡No! Estoy bien, de verdad... Duele, pero puedo aguantarlo -respondió con mirada mustia-.

Sebastian sonrió. A pesar del intenso dolor que seguro estaba sintiendo ahora... él quería continuar. Realmente sentía como si lo estuvieran partiendo en dos, lenta y dolorosamente. Pero al poco rato, ese dolor se fue mitigando. Movió sus caderas un poco; ya no dolía tanto, y la fricción generada por el miembro de Sebastian moviéndose dentro le provocaba otra nueva sensación de placer.

El demonio notó como Grell se movía debajo suya, y pensó que ya podía seguir. Empezó a embestirle muy despacio, con una delicadeza impropia en tan oscuro y violento ser. Grell gimió de nuevo, aferrándose a los bordes de la mesa. El mayordomo estaba sufriendo una tortura por tan pausadas acciones. Deseaba dejar salir su lado salvaje, follarlo de manera violenta, pero se contuvo. La velocidad de las embestidas fue aumentando ligeramente.

-Ah.. ah.. ah.. -a cada acometida, Grell dejaba salir un corto jadeo-. M-más, por favor, Sebas-chan... ¡Más rápido!

El demonio, tras esa súplica, ya no pudo contenerse. Sacó su miembro de golpe y agarró a Grell para darle la vuelta y bajarlo de la mesa. De un empujón, lo tumbó en el sofá y se puso sobre él. Jadeando y con ojos que brillaban con un fulgor rosáceo, contempló al shinigami. Todavía se encontraba confundido por tan repentino cambio. Sebastian se agachó más y lo besó como si quisiera devorarlo. Levantó sus piernas y metió su miembro en el cuerpo de Grell de una sola vez. El shinigami intentó quejarse, pero de nada le sirvió; Sebastian mantenía su boca ocupada. Y empezó a embestirle de manera mucho más dura que antes, llegando más adentro y tocando un punto mágico en la anatomía del pelirrojo, que gritó de placer tras ese contacto.

-¡Ah! ¡Más!

El mayordomo no se negó a esa orden. Las sacudidas eran ahora mucho más fuertes, casi violentas. El pelinegro tomó el pene de Grell con una mano y comenzó a masturbarlo igual de fuerte, siguiendo el ritmo de las embestidas. Grell se sentía realmente excitado ahora, con esa escena frente a sus ojos verdes: Sebastian encima suya, penetrándolo y, al mismo tiempo, masturbándolo. Era demasiado para él, y pronto comenzó a sentir un cosquilleo por todo su abdomen. El espeso líquido llegó para advertir que todo había acabado. Grell tembló solo con notar como, momentos después, algo extremadamente cálido y resbaladizo se abría paso en su interior. Se sentía sucio. Y era irremediablemente excitante.

El shinigami se sentía demasiado cansado; ni siquiera podía pensar en qué harían ahora para evitar ser descubiertos. Sebastian se giró para recoger los guantes y acomodar su ropa. Cuando se dio la vuelta otra vez, vio que Grell se había quedado dormido, con una dulce y tranquila expresión en su rostro. Sonrió y se acercó a él. También ordenó un poco su ropa y limpió los rastros de sus acciones. Le acarició una mejilla tiernamente y le quitó las gafas, para limpiarle una pequeña lágrima que estaba a punto de caer. Seguro que había sufrido más de lo que imaginaba. Dejó las gafas sobre el escritorio y se fue silenciosamente, sin dejar rastro ni testigos mas que ellos dos. Miró hacia el shinigami una vez más antes de irse, y su expresión cambió. Ahora no era ternura lo que reflejaban sus ojos carmesí, sino más bien preocupación y tristeza.

 

Continuará...

Notas finales:

Bueno, espero que os haya gustado.

No prometo nada sobre la siguiente parte, ya que ahora estoy en vacaciones y quiero disfrutarlas un poco. xD

Gracias por leer; hasta pronto.


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