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Guerreros Legendarios por Shiochang

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Guerreros Legendarios
El Coqueto Dúo

Las hermanas de Quatre habían rodeado a los amigos de su pequeño hermano y les sonreían invitándolos a comer con ellas, Wufei, ni lento ni perezoso, aceptó de inmediato, le encantaba toda esa atención femenina, igual Dúo, pero tanto Trowa como Heero mantuvieron la máscara fría en sus rostros, aunque Quatre podía sentir que el japonés bullía con rabia por dentro pese a que en su cara no se veía nada ¿cómo lo sabía? Ese era, tal vez, su don del corazón, saber que pasaba en los corazones de los demás.
- ¿Qué dicen ustedes? - dijo la hermana mayor de todas a Heero que se mantenía serio y frío - no nos los vamos a comer.
- Hn - contestó éste molesto pero sin darlo a entender.
- Vamos, Heero, estas hermosas chicas nos están ofreciendo de comer ¿por qué no aceptar su dulce y delicada compañía? - les sonrió y no vio la mirada asesina que el japonés le lanzó - Vamos.
- Bien - aceptó de mala gana y Trowa lo imitó.
Fueron derivados al salón principal en donde el padre de Quatre los miró preocupado al verlos acosados, en realidad se había esperado aquello porque ellas veían muy pocas caras nuevas por esos lados, pero esperaba una distinta reacción por parte de sus amigos, al menos dos de ellos coqueteaban descaradamente con ellas, pero los otros se mantenían serios y apenas respondían con monosílabos a sus interrogantes. Era claro que el joven trenzado se divertía hablando, a diferencia de su amigo japonés y el italiano que no veían nada de contentos.
- Sería bueno ponerle un tapón en la boca a ese Dúo - gruñó Heero fastidiado sentándose en un cojín.
- Vamos, Heero, no seas tan serio - le sonrió una de las hermanas de Quatre divertida - lo único que sé es que eres japonés y que eres arqueólogo y que por eso conoces a mi hermanito.
- Sí.
- ¿Tienes novia?
- No.
- ¿Hermanos?
- No, soy huérfano.
- ¿Te gustan los chicos o las chicas?
- Ninguno - mintió al ver que Dúo le prestaba más atención.
- ¿Ni siquiera mi hermano?
- Es mi amigo, como los demás.
- Es una lástima - dijo en voz baja - nosotras sabemos que a él le gustan los chicos y siempre lo hemos apoyado, no es su culpa ser así, y me pareciste una buena opción para él.
- A él le gusta alguien ya.
- ¿Crees que Trowa esté dispuesto a arriesgarse?
- Pregúntale a él - replicó y se dedicó a comer.
Dúo se sintió decepcionado, había contado con que una de las hermanas de Quatre le sacara alguna información que no supiera, pero Heero era tan cerrado, era más difícil sacarle un secreto que a una piedra. Además, estaba dolido ¿cómo se le ocurría decir que no le gustaba? Sabía de sobra que sí, se lo había dicho, pero ahora lo escondía ¿para qué si las hermanas de Quatre aceptaban este tipo de cosas?
- Creo que deberíamos repartirnos el trabajo - dijo Wufei sentándose frente a Heero - así sería más rápido ¿no crees, Yuy?
- Tal vez.
- Yo iré al Tibet a investigar con Nataku - ofreció.
- Yo iré al desierto de Mohabe - dijo Trowa.
- Yo voy contigo - dijo Quatre saltando casi sobre la oportunidad de estar a solas con él y Trowa le sonrió aceptando su compañía.
- Yo iré a Arizona, como nos dijo el general - dijo Heero.
- Yo voy contigo - dijo de inmediato Dúo - no puedo ir a ningún lado solo, me metería en problemas ya que no conozco el mundo y no sabría a dónde ir.
- Bien, trabajaremos a tres frentes - aceptó y miró a Wufei - son cinco puntos, así que haremos lo siguiente: Trowa y Quatre buscarán los rollos en el desierto árabe y se irán a Australia a buscar los otros tan pronto terminen; Wufei, tu dices que irás al Tibet, así que irás a Hiroshima luego a buscar el siguiente, Dúo y yo buscaremos en Arizona.
- ¿Por qué ustedes buscarán en un solo lugar?
- Porque a nosotros nos perseguirá Epión. - dijo Heero - yo aún tengo un rollo sin usar, que le daré a Quatre, y dos con demonios, lo más lógico es que me sigan a mí y que nos ocasionen más problemas que a ustedes.
- ¿Y que hacemos luego de encontrarlos? En el caso que esos malvados no lo hagan primero.
- Nos reuniremos en mi casa, en la isla Yuy, allí nada nos molestará y podremos aprender a usar a los guerreros y las llaves que liberemos.

Trowa y Quatre habían partido luego de comer y habían sido despedidos por las hermanas del segundo que se veían felices que éste tuviera novio. Wufei casi se había atragantado ante las palabras de las chicas, pero le pareció fantástico que ellas lo aceptaran tal cual era, pese a que era una cultura muy machista la suya, casi tanto como la de su país.
Dúo y Heero también salieron esa tarde rumbo a Arizona luego que el primero investigara un par de cosas sobre la familia Maxwell, eran ricos hacendados y tenían grandes extensiones de terreno de cultivo y miles de cabezas de ganado, así como varios pozos petroleros, lo que hacía ver lo ricos que eran. Además, había encontrado una nota bastante interesante acerca de la familia, a principios del siglo XX uno de los hermanos del abuelo Maxwell había trabajado en una expedición a Egipto y ayudó al explorador inglés que descubrió la pirámide de Luxor después de la primera gran guerra y se había quedado con una estatuilla de oro y dos rollos de papiro que al parecer mostraban el ritual de la muerte y el juicio del alma en el otro mundo.
Wufei fue el último en marcharse, estaba renuente a ir al Tibet, pese a que quedaba bastante lejos de su casa. En realidad, siempre sintió algo de culpa al dejar a su abuelo a cargo del clan siendo que este ya era bastante anciano, sin embargo, no había regresado porque sospechaba que era lo que le esperaba en casa. Seguía enamorado de Heero, no podía negarlo, pero comprendía bien que era el resucitado faraón quien era dueño de su corazón y prefería quitarse del medio en vez de terminar humillado.
El joven chino aterrizó en una nevada montaña y dejó oculto a su guerrero en una cueva, no quería llamar la atención de los habitantes del poblado cercano, de seguro iban a decir que era el Yeti y tendría problemas con las autoridades no sólo por eso, sino que por el ingreso ilegal a sus fronteras. Se puso el abrigo de piel y dejó a Nataku para bajar al pueblo, debía averiguar si habían pasado cosas extrañas en los últimos días y si por allí no había algún coleccionista de antigüedades, especialmente egipcias. Llegó a una pequeña posada y pidió una habitación por unos días.
- ¿De dónde viene, Señor? - le dijo una chica de largos cabellos negros que ayudaba al recepcionista.
- De Qatar - respondió sin pensar.
- Pues no parece ser árabe - le dijo ella.
- ¿Y quién dijo que lo era? Yo sólo dije que venía de allá.
- Su habitación es la número 7, señor Chang.
- Gracias.
- ¿Chang? - repitió la chica preocupada, pero Wufei no le contestó, estaba cansado, ya mañana comenzaría su búsqueda de información, después de todo, San Miguel les dijo que como ellos habían usado dos de las llaves, era más difícil que los demonios liberaran el mal del infierno, y que esos los haría ganar tiempo.
- Ojalá y ese Zech no me siga a mí y siga a Yuy - se dijo abriendo la puerta de su cuarto - tal como nosotros tenemos información, ellos deben tenerla - se sentó en la cama y se echó hacia atrás - debí haberle pedido a él que me acompañara, pero igual se nos habría pegado ese trenzado ¿por qué se tuvo que aparecer? Lo odio - gruñó cerrando los ojos, casi de inmediato se había dormido.

El viaje por el desierto era cómodo para Quatre, que ya estaba acostumbrado a deslizarse por las candentes arenas, pero Trowa se veía un poco abochornado, se sentía mal y no era precisamente por la compañía, estaba feliz de estar con el rubio árabe, pero aquel malestar lo venía siguiendo desde la pelea que tuvo Zero con Epión, pero no lo entendía.
- ¿Te sientes mal, Trowa? - le preguntó Quatre preocupado deteniendo el camión en que transportaban a los guerreros por el desierto - montemos el campamento aquí ¿Está bien?
- Creo que sí - tan pronto se detuvo Trowa se bajó y despachó todo lo que le bailaba en el estómago - me siento pésimo - le dijo a Quatre cuando éste lo ayudó a tomar asiento en una banquita que sacó del camión.
- Estás amarillo, Trowa - le dio un vaso con un poco de agua - descansa, yo montaré el campamento - lo besó en la mejilla y se dedicó a armar la carpa.
Trowa lo siguió con la mirada, no le gustaba ponerse enfermo, quería ser él quien protegiera a tan frágil criatura, pero no siempre se tiene lo que se desea, se dijo.
Quatre volvió la mirada hacia Trowa y le sonrió dulcemente. Hacia cinco años que se habían conocido en Venecia, la cuidad más romántica de Europa, en un concierto de música clásica, ya no recordaba cual, cuando este acompañaba a su hermana y su cuñado. Se habían chocado en el pasillo y de inmediato una especie de corriente eléctrica pareció sacudirlos. Quatre se había sonrojado como nunca al disculparse, pero Trowa se había mostrado amable con él y sólo le pidió en retribución su nombre y una cita a cenar al otro día, puesto que ese día sería prácticamente imposible librarse de la familia.
Trowa le sonrió al joven árabe, la primera cita la recordaba con alegría, la había preparado con gran esmero, no tenía mucho con que impresionar a un chico tan rico como él, pero daba su mejor esfuerzo. Las flores sobre la mesa, el mejor vino de las viñas de su cuñado, las más delicadas copas y la más fina porcelana acompañarían la más deliciosa de las cenas, claro que él ni se acordaba que era lo que había servido, sólo recordaba su bella sonrisa y el dulce sonrojo de sus mejillas. Recordaba que habían brindado por su amistad, se habían tomado de las manos y el primer beso, lástima que no pudiera llegar a más, llamaron a Quatre a su celular y se tuvo que ir.
- ¿En qué piensas, Trowa?
- En nuestra primera cita - se rió al ver que se ponía rojo y luego se sentaba a su lado - nos hemos visto mucho en todos estos años y jamás hemos vuelto a repetirla.
- Yo también pensaba lo mismo - se acomodó en su hombro - pero ahora estamos solos y nadie podrá interrumpirnos ¿no crees? - lo miró a la cara - perdona - se alejó de él - sigues con cara de enfermo, te prepararé algo y descansarás, ya habrá tiempo de algo más.
- Quatre - le sonrió con ternura - no es necesario.
- Déjate mimar esta noche, por favor - le pidió y encendió la cocinilla poniendo la tetera - al menos que yo pueda ayudarte y cuidarte por una vez ¿sí?
- Como quieras - le sonrió y le tendió la mano para que volviera a sentarse a su lado y acurrucarse en su regazo.

El viaje a Estados Unidos había sido agotador, en especial para Dúo que había usado sus poderes síquicos para evitar que los radares los detectaran aunque Heero le había dicho que tal vez no fuera necesario, pese a que eran de metal, no eran de algún metal conocido por el hombre, eran casi como los ángeles, pero no le hizo caso. Aterrizaron en el desierto y dejaron a sus guerreros ocultos bajo tierra, luego caminaron hacia una carretera cercana y pidieron que los llevaran a la cuidad. Dúo se había dormido sobre el hombro del japonés mientras viajaban en la parte de atrás de una camioneta envueltos en una manta de lana que les había prestado el chofer. Heero miraba las estrellas, también estaba cansado, pero no quería dormirse ¿y si Dúo tenía una de sus famosas pesadillas?
El vehículo se detuvo frente a un motel en el camino y Heero se enderezó para despertar a Dúo que no quería moverse. Ambos se bajaron del auto y le agradecieron al chofer su amabilidad. Heero se echó la mochila al hombro y se dirigió a la recepción con un Dúo más dormido que despierto.
- Sólo nos queda una habitación doble - le dijo la encargada mirando an trenzado recargado contra la pared.
- No importa - dijo Heero - no será la primera vez que tengamos que compartir la habitación - tomó la llave y arrastró al medio dormido Dúo a la habitación.
- Menos mal que vamos a acostarnos cómodos - dijo el trenzado bostezando - ¿aún estamos muy lejos de aquel lugar?
- Un poco - le dijo Heero quitándose la ropa - acuéstate mejor, debemos descansar, recuerda que vas a hacerte pasar por el otro Dúo y necesito que tu percepción esté en optimas condiciones para que averigües todo lo que puedas de él y su familia.
- Sólo necesito de alguien que lo conozca muy bien para saberlo todo.
- Igual debemos descansar, nunca sabemos si ese malvado anda cerca de nosotros - le recordó y se metió bajo la ropa de cama.
Dúo lo miró y por primera vez prefirió dormir en la otra cama. Heero lo miró pero no dijo nada, tal vez lo hacía para no meterlo en problemas o algo parecido.
- Te amo, Heero - le recordó en un susurro antes de dormirse.
- Yo a ti - le respondió en el mismo tono y se durmió también.

Wufei tenía un frío tremendo cuando se despertó, pero se dijo que era lógico teniendo en cuenta a la altura que se encontraba y dormía con las ventanas abiertas, se dijo tratando de consolarse. Fue al baño, se lavó sus partes y volvió a vestirse lo más rápido que pudo, tenía hambre, así que bajó a investigar a que hora se servía el desayuno.
- Buenos días, señor Chang - le dijo la misma chica de la tarde anterior - el desayuno está a punto de servirse, pase al comedor.
- Gracias - fue su escueta respuesta y se sentó en una mesa junto a la ventana por donde se veía la nevada montaña.
- ¡Buenos días, Merian! - le dijo un tipo a la chica y trató de besarla, pero ella lo esquivó - tan esquiva como siempre ¿eh?
"Se llama como mi prometida" se dijo Wufei sorprendido pero de inmediato dejó de prestarle atención al ver que entraba un anciano con largas barbas blancas y se sentaba frente a él "Parece ser más viejo que Matusalén" se sonrió.
- Una cara nueva en este pueblo - le dijo el hombre con la voz cascada por los años - no muchos vienen por estos lados.
- Así parece - dijo el chino al fijarse como lo miraban todos los comensales - no parece gustarles las visitas ¿verdad?
- ¿A qué has venido? - le dijo un joven de más o menos su misma edad agresivamente.
- Sólo ando buscando a un coleccionista de antigüedades que me dijeron vive por estos lados, pero no fueron muy exactos con sus datos - se encogió de hombros.
- ¿Por qué lo buscas?
- Sólo quiero hacerle unas preguntas - replicó sin comprometerse.
- El líder del pueblo colecciona antigüedades, pero no creo que quiera recibirte.
- ¿Por qué no? No deberían ser tan poco hospitalarios con los visitantes, en especial si traen los bolsillos llenos de dinero - le dijo Wufei fastidiado - niña ¿no me dijiste que el desayuno estaba por servirse?
- Claro que sí, señor Chang - le dijo esta dispuesta a tomar la oportunidad de fugarse de aquella mirada negra y aquel ambiente enrarecido que parecía haber empeorado con la sola mención de su nombre.
Wufei decidió desayunar en silencio, ya tenía la información que quería y era preferible evitar los problemas usando la táctica Yuy, ignorando a los posibles rivales, pero ellos parecían dispuestos a armar boche , y aunque no lo quisiera, su temperamento comenzaba a escaparse de control. Terminó de desayunar, pago la cuenta y se puso de pie, pero el mismo tipo que lo había molestado lo siguió mientras salía, la joven trató de detenerlo y fue golpeada por el tipo que parecía estar bebido a tan temprana hora de la mañana, eso fue la gota que colmó el vaso y Wufei se volteó hacia él y le dio un golpe de Kung Fu lanzándolo lejos. De inmediato fue rodeado por un montón de hombres.
- Se las dan de hombres y golpean a una mujer - les señaló a la chica - y más encima se vienen de a varios contra mí ¿Qué, acaso creen que les tengo miedo? - se burló - ande, vengan por mí.
En eso apareció un grupo de hombres que parecían ser los policías del pueblo y los detuvieron. Wufei recuperó su postura tranquila y se inclinó ante todos en una señal burlona antes de retirarse hacia el centro del pueblo a buscar la casa del jefe percatándose que lo seguían.
- ¿Qué diantre quieren conmigo? - dijo fastidiado volviéndose hacia ellos.
- Eres un Chang y ellos no son bienvenidos a este lugar, menos cuando se quieren llevar a nuestra princesa.
- Miren, es cierto que mi apellido es Chang, pero de dónde yo vengo, nos encontrarán por miles - mintió - y yo no tengo nada que ver con su famosa princesa, yo estoy aquí por cuestiones meramente arqueológicas.
- ¿Y que es lo que buscas? - le dijo un hombre moreno mayor a sus espaldas.
- Jefe, este extraño es un...
- Ya lo escuché - lo cortó - acompáñame, en mi casa hablaremos con más calma.
- Gracias - lo siguió y contuvo sus ganas de enseñarles la lengua mientras caminaba entre ellos.
- No vienen muchos visitantes por aquí y estás particularmente agresivos con la noticia que el clan del Dragón va a venir en cualquier momento para que se realice el matrimonio de Merian y Wufei.
- Diablos - dijo mirando a su alrededor ¿lo esperaban de malas pulgas en este lugar? Lo que significaba que aquella chica era su prometida como sospechaba, menos mal que no dio su nombre en la posada, se seguro no habría amanecido en su cama.
- No te preocupes por eso, el pequeño dragón nunca se aparecerá por aquí sin que lo mate yo primero.
- ¿En serio? - sonrió sintiendo como una gota de sudor le corría por la espalda, menos mal que no se parecía a nadie del clan - perdone, ¿Merian no es la chica que trabaja en la posada? - el hombre asintió - es que uno de los tipos que me perseguía la golpeó.
- Ya me dirás cuál fue.
- Pero vamos por lo que vine - le dijo entrando en la casa - yo ando buscando unos determinados papiros egipcios que me dijeron estaban en este pueblo.
- He adquirido varios con el tiempo, pero uno en especial que llamó mi atención.
- ¿Podría verlo?
- Claro - se acercó a la caja fuerte y extrajo varios rollos de papiros y le entregó aquel que decía era especial.
- Yuy se volvería loco con todo esto - murmuró asombrado y se sentó a mirar el famoso papiro - ¿usted sabe que dice?
- No.
- Mi amigo Yuy es arqueólogo e inventó un programa para traducirlo - sacó de su bolsillo una agenda electrónica - veamos sí el diccionario que me dio es tan bueno como me dijo - empezó a comparar los jeroglíficos.
"El mundo de los muertos tiene cinco guerreros guardianes, dos de ellos tienen hermosas alas, uno negro y uno blanco, un guerrero armado hasta los dientes, un guerrero del desierto y un dragón poderoso"
- Vaya.
"El Dragón podrá estirar sus brazos con la llave"
- Es este - dijo el joven chino sonriendo - ¿me lo puedo llevar?
- ¿Por qué quieres ese pergamino? No dice nada importante.
- Tal vez, pero con sus hermanos nos dirá mucho.
- Bien, llévatelo.
Wufei se puso de pie y le tendió la mano agradecido.
- No se preocupe, este papiro lo usaré lo mejor que pueda - el hombre lo acompañó a la salida - me marcharé esta misma tarde, aún debo ir a otro lugar.
- Dime ¿Cuál es tu nombre?
- Lo siento, es mejor que no lo sepa - se alejó corriendo, con eso se marcharía de inmediato y le mostraría a Heero cuan bueno podía ser - Heero - suspiró y entró en su cuarto. Recogió sus cosas y las puso en su bolso. Regresó a la recepción y pagó su cuenta.
- ¡Señor Chang! - lo llamó Merian mientras este se alejaba del pueblo.
- ¿Qué pasa, niña?
- Lamento la manera en que lo trataron, en este pueblo odian a cualquiera que lleve el apellido Chang.
- No importa - sonrió burlón - Wufei Chang jamás volverá por este pueblo - y la vio palidecer - lo que yo quisiera saber es ¿Quién les dijo que me iba a venir a casar? Yo no estoy de acuerdo con la boda.
- ¿Me encuentras fea?
- Estoy enamorado de alguien más.
- Que suerte tiene - dijo ella regresando al pueblo.
- Sí me correspondiera, tendría suerte - dijo al silencio y comenzó a correr hacia donde lo esperaba Nataku - claro que sí, pero nunca fue así.

Quatre se despertó en la mañana apoyado sobre el pecho de Trowa que dormía plácidamente, al parecer el remedio que le dio la noche anterior surtió efecto y el pobre estómago de su amado había dejado de quejarse y éste había podido descansar tranquilo. Se enderezó y salió a preparar el desayuno, de seguro el joven latino tendría mucho apetito cuando despertara, después de todo, había vaciado el estómago de todo lo que tenía y no había podido cenar. Pensativo, empezó a sacar cuentas de lo que éste había comido. Sus hermanas le habían dado mucha comida árabe, tal vez le tenía alergia a los condimentos.
Trowa cambió de posición para abrazar a su pequeño rubio pero no lo encontró a su lado, así que se sentó en el colchón y notó que ya era de día claro. Se desperezó y se levantó de la improvisada cama. Salió de la tienda y vio a su pequeño ángel preparando con tanto esmero el desayuno que no pudo evitar sentir una profunda ternura hacia el árabe. Se acercó a él en silencio y lo abrazó por detrás plantándole un sonoro beso en un costado del cuello.
- ¡Trowa! - le reclamó sonrojado tratando de soltarse - se me van a quemar los huevos - insistió.
- No importa - le dijo mordisqueando su oreja - te desayunaré a ti.
- ¡Yo no estoy dentro del menú! - le reclamó riendo y sintiendo que lo levantaba en el aire - Trowa, por favor.
- Está bien - lo soltó luego de darle un segundo beso un tanto resentido que sus dulces atenciones no fueran bien recibidas.
Quatre sintió el dolor de su amado con mucha claridad en su pecho, así que terminó de cocinar y se fue a sentar en su regazo, no lo había querido lastimar, sólo estaba preocupado por su salud, quería que estuviera contento a su lado.
- Perdóname, Trowa - le rodeó el cuello con los brazos - sólo que yo pensé que tendrías hambre y no ganas de jugar - trató de besarlo en los labios pero éste no se dejó - Trowa - le dijo casi llorando.
- ¡Quatre! - lo besó en la boca con deseo, no soportaba aquello, su frágil ángel dorado no debía sufrir, jamás. Rodeó su cintura con los brazos y lo acercó más a él mientras acariciaba lentamente su torso - perdona, Quatre, no quise hacerte llorar, mi amor.
- ¿Desayunamos entonces?
- ¿Puedo elegir el menú? - le sonrió soltándolo.
- Primero la comida y luego el postre - se sonrojó mientras se ponía de pie.
- Entonces, si estás en el menú - dijo divertido mirando como le servía un rico desayuno a la europea - ¿sabes que? Lo que me hizo mal fue aquel pastelillo que me dio tu hermana ¿cómo se llama?
- ¿Cuál de todas? - se rió y se sentó a su lado - ¿o te refieres al pastelillo?
Trowa se rió también y se dedicó a comer, tenía planes para su Quatre, debían aprovechar el tiempo que tenían a solas, aunque dudaba si estaría bien.

Dúo estaba sentado ante una mesa en aquel enorme comedor sonriéndole coquetamente a una hermosa joven que era la mesera, cosa que a Heero no le hizo ninguna gracia ¿tenía que ser así con cuanta mujer se le ponía al frente? Y no sólo eso, sino que les decía guapas a todas y se olvidaba por completo de él ¿acaso olvidaba que lo amaba? Lo iba a terminar violando para demostrarle quien era su verdadero dueño, estaba harto.
- ¿Qué va a pedir, joven? - le dijo a él la mesera, se notaba que nunca se había topado con una mirada tan gélida como la del japonés pues de estremeció visiblemente.
- Quiero un café con un emparedado de jamón y queso - contestó fastidiado y miró por la ventana. La chica anotó su orden y se retiró.
- ¿Estás enfadado por algo? - le dijo Dúo preocupado.
- No, cómo se te ocurre - le dijo con sarcasmo sin mirarlo.
- Entonces ¿por qué te has puesto así? - le dijo inocentemente.
- Porque pienso que mereces que perfectamente te meta una paliza - replicó - ¿tienes que ser así con cuanta mujer se cruza en tu camino?
- Bueno, ten en cuenta que fui educado para tratar así a las mujeres.
- Eres demasiado coqueto - le dijo - deberías ser un poquito más recatado, al menos por respeto a mí - lo regañó.
- Estás enfadado - aseveró.
- Baka - replicó y no lo miró más.
En eso entraron dos chicas en el café y al verlo de inmediato fueron hacia él y lo abrazaron con fuerza.
- ¡Dúo Maxwell, regresaste a Estados Unidos y no nos avisaste para ir a buscarte al aeropuerto! - lo regañó la mujer más alta besándolo en las dos mejillas.
Heero se quedó viéndolas sintiéndose extraño ¿quiénes eran ellas que lo trataban con tanta familiaridad? Tal vez conocían al verdadero Dúo Maxwell y tenían algún tipo de relación sentimental con alguna de ellas, porque era obvio que entre ellas eran hermanas, el parecido era innegable, pero esos ojos.
- ¡Dúo, eres un malvado! - le dijo la otra chica sin fijarse que éste estaba usando sus poderes síquicos para leerles la mente.
- Ejem - dijo Heero para que soltaran a su trenzado.
- Perdona, Heero Yuy, ellas son mis hermanas Lucrecia Noin y Hilde Schbeiker - las presentó y el japonés comprendió que había pasado, lo habían confundido con el verdadero Dúo.
- ¿No vas a preguntar por la diferencia de apellidos como hacen todos? - dijo Hilde.
- Heero es un chico callado, si tú no se lo dices, no preguntará nada.
- ¿Es el arqueólogo que estaba contigo en Egipto?
- Si - sonrió.
- Ya veo, entonces, lo llevaremos a casa, el abuelo querrá conocerlo y le diremos a papá y a Mamá que regresen de San Francisco para hacer una fiesta para celebrar tu regreso - dijo Hilde sonriendo.
- Este, yo... - empezó Dúo
- A mí no me gustan las fiestas - dijo Heero mirando a la mesera que venía con su pedido - desayunarán con nosotros ¿verdad?
- Claro, tenemos que conocer mejor al novio de nuestro hermano - dijo la chica mayor sentándose a su lado - así que es mejor que empieces a hablar.
Heero sintió como palidecía ante lo directa que era Lucrecia mientras una gota de sudor corría por su espalda ¿Qué habría dicho el verdadero Dúo Maxwell antes de irse y desaparecer en Egipto?

Continuará...

Bien, por ahora me cansé de escribir, el capítulo se me estaba estirando mucho y por eso no puse el esperado lemon entre Trowa y Quatre, lo siento mucho.
Ya había señalado que ellas los confundirían con el verdadero Dúo, por lo tanto en una de estas va a aparecer también por allí, aunque no directamente a Heero.
Otra cosa, me acordé de la esposa de Wufei, pero como ella no sale en el anime, no sé bien como era, así que es más mi invención que otra cosa.
Shio Chang.

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