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Guerreros Legendarios por Shiochang

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Guerreros Legendarios
Paraíso de pasión

Ese rincón del paraíso no era el mismo lugar que había visitado la vez anterior, aquí sólo se veían animales de todas clases retozando en paz y armonía, las fieras salvajes no prestaban mayor atención a los animales más pequeños, algunas aves hasta descansaban sobre los lomos de aquellos que podrían considerarse sus más feroces cazadores.
- Este lugar, Deia, es para los destinados, sólo aquellos con alma de niños conocerán el paraíso y eres uno de los primeros.
- ¿Estoy muerto acaso?
- No, no estás muerto - le sonrió el ángel - yo te traje aquí para que San Rafael te curara.
- ¿Quién eres? - le dijo percatándose recién que no era uno de los ángeles conocidos.
- ¡Ay, Deia! - se rió con una risa blanca y cristalina - Soy tu ángel de la guarda desde el momento que despertaste.
- ¿Un ángel de la guarda?
- Todos los humanos tienen uno desde el momento de su nacimiento, sin embargo, al perder la inocencia de la primera infancia, dejan de vernos y se olvidan de nosotros, pese a ello, nosotros los amamos profundamente y los seguimos cuidando hasta la muerte.
- ¿Todos lo tienen?
- Claro, incluso aquellos que no creen en Dios tienen uno - lo abrazó contra su pecho.
- Oye, mi corazón es de Heero - se apartó ruborizado.
- Lo sé, yo amo a su ángel de la guarda, pero él prefiere cuidar a Heero que mirarme siquiera un minuto - se lamentó - al menos con ustedes aquí tendré tiempo de coquetearle un poquito.
- Oye, ¿pero ustedes se la pasan siempre con nosotros? - le dijo poniéndose rojo con la idea.
- Bueno - le sonrió sonrojándose también - cuando los humanos intiman nosotros solemos irnos por algunos minutos, no queremos "espiarlos", por así decirlo, pero hay ocasiones en que no lo hacemos.
- ¿Cómo cuales?
- Cuando son a la fuerza - admitió - no podemos hacer nada, pero estamos allí, es una de las más dolorosas labores que nos encomiendan, es terrible ver como los humanos dejan de creer en ti cuando les viene un revés en la vida, pero allí estamos.
- Si no estoy muerto ¿qué hago aquí?
- Te secuestré. San Gabriel debe cumplir ahora una misión en la Tierra, San Miguel no sabe que estás aquí y tampoco San Rafael está, él fue llamado a la presencia del hijo y quién sabe cuando regrese.
- ¿Por qué haces eso?
- Para obligar a Heero a venir aquí con su "dulce" ángel de la guarda.
- Oye, se supone que ustedes son buenos - lo regañó el faraón.
- No lo hago por maldad, es para que estés con Heero sin que nadie los interrumpa - le sonrió - ¿a qué no te gusta mi idea? Yo sé de un rinconcito en el que podrán estar solitos y hacer lo que quieran.
- ¡Pervertido!

Quatre permanecía silencioso oculto bajo la mesa de San Miguel esperando que llegaran los demás, no quería enfrentarlo, no quería aceptarlo, aquello sólo significaba que le había fallado a Heero y a sí mismo.
- Muy bien, Saldair, terminaste pronto tu labor, pero dime ¿qué pasó con Deia?
- Un terrible percance, mi general, Quatre y él combatían a los demonios y ellos regresaban una y otra vez, así los tuvieron que mandar al lago de fuego y azufre para librarse de ellos - el arcángel asintió - pero los tomaron por sorpresa y le hicieron un hoyo en el estómago a Deathscythe, Quatre quería regresar para que San Rafael lo curara, pero alguien desde aquí lo llamó y ambos desaparecieron, me temo que está muerto.
- ¡No! - dijo Heero que venía entrando acompañado de Queber y se puso pálido agarrando al querubín de las alas - ¡Deia no puede estar muerto!
- Pero es que tenía tamaño agujero en el estómago, era difícil que sobreviviera - le replicó tratando de liberarse - no fue nuestra culpa.
- ¿Dónde está Quatre, no me irás a decir que lo perdiste también?
- Claro que...
- ¿Dónde está Quatre? - entró preguntando también Trowa al no ver a Quatre y que venía acompañado de Wufei.
- ¿Y Mon?
- Dice que está muerto - respondió Heero llorando soltando al querubín y saliendo de la sala.
Quatre se encogió aún más en su escondrijo, el dolor de Heero era enorme, sus sollozos lo desgarraban y le provocaban un profundo y desquiciante dolor en el pecho.
- ¿Quién se murió? - dijo Trowa asustado al no ver a Quatre por ningún lado.
- Deia - le dijo San Miguel moviendo la cabeza - Quatre, es mejor que salgas de allí, tu novio está preocupado por ti - le dijo agachándose bajo el escritorio pero este no se movió y se encogió aún más - está así desde que llegaron - vio como los querubines se iban - antes que desaparezcan, sepan que los cuatro están castigados.
- ¿Qué? - dijeron los cuatro al mismo tiempo deteniéndose.
- ¿Por qué? - preguntó Desiré.
- Los ángeles no deben llorar, y dos de ellos han llorado y ustedes no han hecho nada para impedirlo, en especial tú, Queber, y tú, Saldair, ellos son y serán más importantes que cualquier misión.
- Pero el Padre...
- Ustedes saben como detesta que sus criaturas amadas sufran - les recordó - y por eso se quedarán de custodios a las puertas del purgatorio.
- Está bien - dijo Queber - yo pude haber ayudado a Heero a saber que pasaba, que era lo que lo hacia llorar, me merezco el castigo - se retiró.
- Lo siento, Trowa, yo pude hacer que fueras a consolar a Quatre y no pensé en tu corazón, perdóname - dijo Mistifin - también me lo merezco - se retiró.
- Yo no sabía nada, pero también pude haber llevado a Wufei a apoyar a Heero y no lo hice - dijo Desiré - también me lo merezco - se retiró.
- Y como la mayor parte de la culpa es mía - dijo Saldair - soy quién más se merece el castigo, perdónenme, chicos - se retiró.
- Debemos velar por Heero ahora - dijo Trowa metiéndose bajo la mesa y sacando a Quatre de allí echo un ovillo - no te pongas así, mi ángel, no sufras.
- ¡Yo no pude ayudarlo! - lloró amargamente ocultando su rostro en el pecho del latino - si yo hubiese estado atento...
- San Miguel - entró un hombre mayor de vestimentas muy sencillas, nada en comparación con las vestimentas de los bellos ángeles - el joven que buscan se encuentra en el sector alfa del paraíso, pero debo decirles algo, sólo uno de ustedes puede entrar allí con la ayuda de su ángel de la guarda - se retiró.
- ¿Quién era? - dijo Quatre habiéndose calmado casi por milagro sintiendo en su interior una gran paz.
- Ni se imaginan quien es - dijo el arcángel - …l no suele pasearse por estos lados con mucha frecuencia.
- Pero ¿quién es ese viejito? - insistió Wufei.
- Es el Padre Eterno - dijo Trowa asombrado - ¿no es así?
- Sí, es …l, pero no crean que siempre anda así, es sólo una forma que …l puede tomar, por algo es Dios.
- Vamos por Heero - dijo Quatre aún abrazado a Trowa - …l nos dijo que sólo uno de nosotros debe entrar con su ángel de la guarda y quien mejor que Heero, así se sentirá mejor.

Heero estaba sentado llorando sentado en las orillas del lago que antes visitara con Deia, allí habían estado tranquilos y contentos, pero ya no estaba con él. De repente una idea iluminó su mente, se enderezó, y se dijo que estaba actuando como un tonto. San Gabriel les había dicho que ellos no debían esperar el juicio final ya que, siendo ángeles, tenían reservado un lugar en el paraíso, así que su trenzado debía de estar en algún lugar por allí. Respiró profundo y se puso de pie sólo para estrellarse con un ángel que lo miraba fijamente.
- Deia no está muerto - le dijo muy serio - de ser así, su ángel de la guarda estaría cesante y lo tendría molestando a mí alrededor, lo conozco bien, dice que, cuando al fin todo termine, podremos estar juntos toda la eternidad.
- ¿Quién eres?
- Tu ángel de la guarda, por supuesto, y tengo la desgracia que, tal como el trenzado te ama a ti, su ángel de la guarda me ame a mí.
- Pero yo amo mucho a Deia.
- ¡No se lo digas a nadie! - le rogó - no quiero que él se entere que yo también lo amo a él, no me dejaría en paz un minuto.
- ¿Por qué no te había visto antes?
- No muchos humanos pueden vernos, son pocos los que conservan esta facultad cuando crecen y pierden su inocencia, creo que ahora puedes verme porque quiero consolarte y no hay otra manera.
- Gracias, me siento mejor.
- ¡Heero! - lo llamaban sus amigos y este se volvió hacia ellos sin darse cuenta que ellos no podían ver a su ángel de la guarda - ¿estás bien? Nos dijeron que Deia está en el sector alfa del paraíso.
- Yo sabía que tenía que estar en alguna parte - dijo Heero más tranquilo.
- Nos dijeron que debes ir por él con tu ángel de la guarda - le dijo Trowa.
- ¿Por dónde?
- Es mejor que me sigas a mí - le dijo su ángel - ellos no lo saben, yo he estado antes allí, he llevado a varias personas a ese lugar, generalmente no están mucho tiempo allí porque es un lugar preferencial, sólo los más puros de espíritu pueden llegar a ese lugar.
- Dúo es inocente como un niño pequeño, no creo que haya un mejor lugar para él - dijo - vamos.
- Creo que a Yuy se le safó una tuerca - dijo Wufei al verlo caminar hacia un ascensor que parecía tocar las blancas nubes.
- Alguien lo acompaña - le dijo Quatre - lo puedo sentir, aunque no podamos verlo, tal vez sea su ángel de la guarda.
- Bueno, no nos queda más que esperar ¿verdad?
- Wufei, puedes regresar a la tierra si quieres - le dijo San Miguel - allá hay alguien que te espera ansioso.
- ¿Por qué, me estás echando?
- Es que te está llorando - le dijo y se lo llevó - ¿o es que quieres hacer de violinista de esos dos?
- Entiendo - aceptó y regresó a la Tierra.

Deia estaba sentado a la sombra de un árbol mirando el diáfano cielo azul mientras esperaba que llegara Heero, su ángel guardián le había asegurado que vendría, pero ya comenzaba a aburrirse de esperarlo.
- Al parecer la paciencia no es una de tus virtudes - le dijo el ángel sentándose a su lado - como tampoco es una de las mías - le sonrió - pero ellos vienen en camino, lo presiento.
- ¿Estás seguro? - lo miró.
- Completamente, aquel es su aroma - aspiró profundo - espérame un momento, voy por ellos y regreso.
- No me moveré de aquí.
- No debería dejarte solo... - murmuró mientras se alejaba volando. A los pocos metros se encontró con Heero y su ángel y se le echo encima a este último - sabía que vendrían - lo besó mientras este trataba de quitárselo de encima.
- No seas tan efusivo, qué van a pensar de nosotros - logró quitárselo.
- ¿Dónde está Deia? - le dijo Heero divertido.
- Ven, es por aquí, se estaba aburriendo de esperar - se sonrojó y abrazó de nuevo a su ángel - yo también.
Heero los dejó atrás al reconocer la trenza de su amado y corrió a abrazarlo y besarlo con ansiedad.
- ¿Por qué no puedes ser tú así conmigo?
- No estoy tan loco.
- Si él quiere a Deia, tú debes quererme mí, es la ley.
- Te quiero, pero eres demasiado efusivo, demasiado empalagoso para mi gusto.
- Pensé que te gustaban los chicos dulces - hizo un puchero.
- Eres enfermante ¿sabes? - le levantó el mentón y lo besó en los labios para que no llorara - los ángeles no deben llorar ¿recuerdas? Te amo - y lo volvió a besar - dejemos a ese par solos, no creo que les pase algo estando en tan lejano rincón del paraíso - se lo llevó.
Heero abrazaba con fuerza a Deia mientras este ocultaba su rostro contra el pecho de él ocultando sus lágrimas, estaba tan feliz que Heero lo amara tanto como para irlo a buscar que no podía contenerlas. …l le levantó el rostro para besarlo en los labios y las notó.
- ¿Por qué lloras?
- Porque soy inmensamente feliz, te amo.
- Yo a ti - le rodeó el rostro con ambas manos - y estamos solos - le señaló rodeándole el cuello - esos dos se aman y se odian, pero ahora nos dejaron a solas en un lugar al que casi nadie viene y que nadie visitará por ahora porque están ocupados.
- ¿Podemos... podemos hacerlo? - le preguntó ruborizado.
Heero, en vez de responderle, comenzó a besarlo lentamente por el rostro mientras sus manos vagaban delicadamente por su espalda acariciando suavemente sus contornos. Deia se sonrió y le rodeó la espalda con los brazos atrayéndolo más hacia sí.
- ¿Crees que alguien se enoje si hacemos el amor aquí?
- Mi ángel me dijo que a eso veníamos, que mientras estuviéramos en este rincón del paraíso nadie nos vería ni nos interrumpiría - le sonrió - el sector alfa es el séptimo cielo, el más glorioso de todos, y el lugar dónde llegaran únicamente aquellos tan puros de espíritu que sean merecedores de ver a Dios.
- ¿Y …l?
- Está ocupado con lo del Apocalipsis ¿recuerdas? - le apartó la chaqueta del hombro mientras le besaba el cuello - y tenemos su permiso para estar aquí, él nos dirá que destino tendremos después, ahora disfrutemos ¿sí?
Deia sonrió y comenzó a corresponder las caricias desvistiendo y acariciando también lentamente a su amado. Se besaban apasionadamente, nada más importaba que el aquí y el ahora, piel contra piel, su aroma impregnando el cuerpo del otro.
- Heero, empieza tú - le rogó y este asintió bajando lentamente por su pecho, acariciando, pasando la lengua y succionando los pezones erectos, bajando por los firmes músculos del vientre hasta llegar al ombligo. Allí se entretuvo un momento mientras le quitaba los pantalones y los boxer tomándolo por la cinturilla y bajando lenta y sensualmente la ropa aprovechando de acariciar y dejar pequeños besos por las piernas - Heero - gimió extasiado.
Heero sonrió y comenzó a ascender por la parte interna de las piernas recorriéndolas con manos y boca hasta llegar donde el miembro orgulloso de su amado lo esperaba altivo y palpitante. Lentamente lo recorrió con la punta de la lengua hasta llegar a la punta donde comenzó a pasearla haciendo que el trenzado se estremeciera de placer, ambas manos lo tomaron y comenzaron a recorrerlo jalando suavemente la piel y luego lo tomó entre sus labios.
- ¡Heero! - gemía retorciéndose de placer mientras sus manos se hundían entre los cabellos del japonés que lo continuó torturando hasta hacerlo acabar.
Deia respiraba agitado, aquello era tan delicioso que tomó a Heero por los hombros y lo empujó hacia atrás para poder hacerle lo mismo.

Trowa y Quatre se dirigieron hacia un sector privado luego de comer, la cama era grande y blanda, "perfecta para dormir o hacer el amor", pensó Trowa mirando a su pequeño rubio que se sentaba en ella y luego de quitarse los zapatos se acostaba en ella. Lo imitó, pero apoyó la cabeza sobre su pecho y comenzó a abrirle la camisa lentamente para disfrutarlo.
- Trowa, no - le dijo deteniendo sus manos.
- ¿Por qué no? - le sonrió - estamos en una habitación a solas, la cama es grande y cómoda ¿por qué no aprovecharla? Te apuesto que Heero y Deia, donde sea que estén, se disfrutan el uno al otro ¿por qué nosotros no?
- Ellos están autorizados - intentó evadirse.
- Nosotros también lo tenemos - le dijo terminando de abrir por completo la camisa del árabe - ¿por qué crees que San Miguel se llevó a Wufei? - le sonrió acariciando levemente una tetilla que de inmediato respondió a su contacto - ¿o es que acaso ya no quieres estar conmigo? - le dijo tomándola entre sus labios.
- ¡Trowa! - gimió y terminó por rendirse - te amo.
- Yo a ti - le sonrió y comenzó a desvestirlo y acariciarlo lentamente - me gusta tu sabor y tu aroma, son lo más dulce que hay.
- A mí me gusta el tuyo - respondió él acariciando sus cabellos.
Las caricias lentamente comenzaron a hacerse más apasionadas, torturaban la piel del otro con ansiedad y deseo, los besos subían y bajaban por todos lados dejando leves marcas en la piel que parecía arder con el fuego de sus besos, de las caricias de sus manos, el roce de piel contra piel.
- Hazme tuyo, Trowa - le pidió casi sin voz.
- Como... quieras - respondió entrecortadamente mientras comenzaba a acariciarle la espalda con los labios y hundía un dedo en su recto para preparar el camino - te duele mucho ¿verdad, Corazón?
- No, sigue, por favor.
Trowa le permitió acostumbrarse a su invasión antes de introducir un segundo dedo y continuó moviéndolos lentamente de adentro hacia afuera hasta conseguir introducir un tercero y moverlo fácilmente.
- Estoy listo - le dijo Quatre sintiendo que su cuerpo no aguantaría más - ¡Tómame ya!
- Claro, amor - y se colocó en la posición correcta tomándolo por la cintura para poder entrar lentamente en su cuerpo para no hacerle daño.
- ¡Trowa! - gimió Quatre al sentirlo en su interior, sentía como lentamente iban volviéndose uno solo, pero aquella tortura comenzaba a volverlo loco, así que se hizo hacia atrás y sintió que entraba en él por completo tocando puntos muy sensibles en su interior y un ligero grito escapó de sus labios - ¡Ah!
- Quatre - se asustó y trató de retirarse, pero este volteó su rostro hacia él y le sonrió con las mejillas arrebatadas - Amor ¿estás bien?
- Sigue, Trowa, quiero más, mucho más - se movió hacia adelante y luego hacia atrás sintiendo un gozo infinito.
- ¡Quatre! - gimió y se dejó llevar por el movimiento del rubio.

Heero descansaba un momento con la cabeza sobre el pecho del trenzado que aún respiraba agitadamente por las acciones pasadas, se notaba que no tenían la misma resistencia, se dijo pensativo y comenzó a acariciarlo lentamente de nuevo sólo por donde alcanzaban a llegar sus manos, pero era suficiente teniendo en cuenta que lo principal estaba al alcance de sus dedos.
- Heero, sigamos - le pidió en voz baja.
- Claro, mi pequeño faraón - le sonrió y atrapó sus labios en un nuevo dulce y apasionado beso mientras sus dedos recomenzaban el camino de la pasión.
Deia sentía que todo giraba a su alrededor y se detenía con cada beso que su amado le depositaba sobre la ardiente piel, a cada roce sensual en su carne y el firme pero suave agarre de su miembro de nuevo despierto. Heero había vuelto a bajar a su vientre para prepararlo, tocando y acariciando su hipersensible piel, separándole cuidadosamente las piernas y preparando el camino haciéndolo que se olvidara del dolor de la penetración de sus dedos mientras lo masturbaba con la otra mano y sus labios. Cuando ya lo tuvo listo, regresó a su boca sin soltarlo y lo penetró lentamente, pero Deia quería más, lo rodeó con las piernas y lo hizo hundirse profundamente en él y dejó escapar un sonido de éxtasis.
- Te amo, Heero - le dijo en los labios.
- Yo a ti, mi faraón, yo a ti - y comenzó a moverse lentamente provocando fuertes y deliciosas sensaciones en el cuerpo del trenzado, pero también despertando extraños recuerdos que este tenía olvidados...

Continuará...

¿Qué fue lo que olvidó Deia y que las palabras de Heero ha despertado? Sépanlo en el próximo capítulo, a la misma hora y en el mismo canal.
(Creo que estuve viendo muchos capítulos del Batman antiguo :p)
Bien, estaba un poquito estancada con las ideas y por eso todo este drama del muerto que no estaba muerto, etc, y mis seudo intentos de lemon y lo corto del capítulo, perdonen.
Pero gracias a mi amiga Ai Moon Ángel el capítulo siguiente cambiará un resto y entenderán todo.
Que Deia y Dúo tengan las mismas iniciales no es coincidencia, es premeditado, el primero es el Dúo de la serie y el segundo esa sólo una figura de relleno y no sé si dejarlo con Wufei o regresar a Merian para que no se quede solito ¿qué opinan?
En fin, espero que les haya gustado.
Shio Chang.

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