Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Guerreros Legendarios por Shiochang

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Guerreros Legendarios
Una nueva misión

Los cinco jóvenes fueron llamados a la presencia de San Miguel para recibir nuevas órdenes, en especial porque ya casi se había cumplido lo dicho en las profecías del Apocalipsis y no tenían gran cosa que hacer más que esperar.
- Hay algo que ustedes deben recuperar del pasado - les dijo el general - en los territorios de los antiguos Mayas en la península de Yucatán, en una pirámide que los hombres aún no encuentran, hay una poderosa arma, a los hombres no podrá servirles para nada, pero a los demonios sí, es la llave que cierra las puertas del paraíso. Antes no nos habría importado que la encontraran, pero ahora, con el juicio final tan cerca, debemos recuperarla para que no lo cierren y nos alejen de los hombres.
- ¿Y cómo se supone que vamos a viajar al pasado? - dijo Wufei.
- Ustedes los humanos son muy cerrados - le dijo - Nosotros podemos estar en cualquier tiempo y lugar, Dios es Omnipresente ¿recuerdan?
- Muy bien, pero ¿por qué debemos ir al pasado?
- Los demonios están por encontrar la pirámide, así que los enviaremos al pasado para evitar que encuentren la llave. Y para evitar problemas, han de tomar el lugar de cinco jóvenes que están por venir a este mundo, ustedes deben evitar, tal como lo hicieron ellos, una guerra catastrófica.
- ¿A qué época nos manda?
- Más o menos el siglo XIV Después de Cristo, un siglo antes del descubrimiento de América.
- ¿Quiénes seremos?
- Son cinco príncipes guerreros de cinco tribus distintas, sus mayores están en guerra por la posesión de una gran extensión de terreno cultivable a las orillas de un río, la guerra está siendo ganada por el reino Machica, que es a dónde irá Deia, y han capturado el príncipe del reino Yuchica, que es dónde irá Heero. Mientras, por matrimonio el reino Bachica, que es el de Trowa, se unirá al reino Winichica, que es el de Quatre, por medio de un matrimonio entre sus príncipes y luego al reino Chanuchica , que es el de Wufei. El príncipe del primero y del segundo reino se enamoran poco antes de la ceremonia del sacrificio y deciden morir juntos para detener la guerra...
- ¡Que romántico!
- ¡Deia! - le regañaron todos.
- Ambos van juntos al sacrificio tomados de la mano y comienza a temblar, es el momento en que ustedes entrarán a ocupar sus lugares, deben unir los cinco reinos y convertirlos en uno para el único heredero de los cinco reinos.
- ¿Un sólo heredero? ¿Por qué si son cinco reinos? - le dijo Deia intrigado - ¿acaso no podrán tener hijos?
- Claro, Deia y Heero son una pareja, Trowa y Quatre la otra y el hijo de quien va a reemplazar Wufei será el heredero.
- ¿Acaso voy a ser padre?
- Bien, deben ir con Gabriel al lugar del "envío", toda la información necesaria les será traspasada subliminalmente de manera que no tengan problemas con que les pregunten algo - los guió hasta donde los esperaba su hermano - una advertencia, no hagan alusión al tiempo del que vienen ni nada que sepan que va a pasar, no están autorizados a decir nada de ustedes mismos y Deia, trata de no usar tus poderes síquicos de manera visible. Heero, debes cuidarlo, él recibirá tres intentos de asesinato antes que logren unificar las cinco tribus.
- Misión aceptada - replicó.
- Podrías haber dicho que lo harás de todo corazón - le reclamó.
- Claro que sí - le jaló la trenza - te cuidaré porque te amo.
- Mucho mejor - se abrazó a él y sonrió.
- Bien, mis niños, deben partir de inmediato - les dijo San Gabriel - y recuerden que sólo tendrán 16 años cuando lleguen allá, sólo Wufei tendrá 17 y será padre de un bebé recién nacido que será el primer gran rey de las tribus Chicas.
- Mm, eso de ser padre de un rey no me agrada.
- Tan pronto ustedes tengan la llave, serán traídos de vuelta y los verdaderos regresaran a su tierra con los recuerdos que ustedes le hayan dado.
- ¿Cómo nos llamaremos?
- Lo sabrán a su debido tiempo - les señaló cinco cápsulas - cada uno será enviado a un lugar diferente pero se reconocerán de inmediato, no se verán como los verán los humanos de allí, pero si se paran frente al agua verán quienes son y cómo se llaman. Que les vaya bien y regresen pronto.
- Hasta luego - respondieron ellos y cada uno entró en una cámara.

Heero abrió los ojos y vio el lugar a su alrededor, iban subiendo aquella larga escalera hacia el altar del sacrificio, miró las prendas que le quedaban en el cuerpo. Según los datos que tenía, vestía una hermosa y delicada túnica de algodón rojo prolijamente bordado con hermosos y delicados hilos de oro, llevaba sandalias de cuero labrado y doradas a fuego, tobilleras, muñequeras, cinturón y collarín de oro con incrustaciones de hermosas piedras de jade rojo, un tocado del mismo material y con plumas rojas, una capa pendiendo de su espalda de la que colgaban hermosas plumas por el borde inferior. De sus orejas y de las delgadas trenzas en su frente pendían pesados colgantes de oro y jade. Pero en estos momentos sólo le quedaba el cinturón y la túnica, era parte del ritual irse quitando las prendas hasta quedar desnudo al llegar al altar, sólo conservaría las piedras en el cabello. Miró a su derecha y vio a Deia que estaba en sus mismas condiciones y que volvía a tomarlo de la mano.
Deia miró a Heero, estaba cansado ya de subir aquellas largas escaleras ¿Por qué no había un ascensor allí? Gimió para sus adentros.
Tal como les habían dicho, iban al sacrificio porque sus tribus luchaban por un extenso campo de cultivo, a él le parecía que bien podían compartirlo e igual les sobraría de comer, pero la gente de Heero había perdido la batalla y éste había aceptado ser el sacrificado para detener el exterminio de su gente y al mismo tiempo darle su sangre al dios Xipe Totec, dios de la primavera y de las nuevas cosechas, así tendrían una excelente cosecha y su muerte habría de valer la pena. …l lo había acompañado porque lo amaba y quería demostrarle al Halach Uinic (jefe supremo) que las cosas no se solucionaban de esa manera.
Estaban por quitarse la túnica cuando comenzó a temblar violentamente, varios sacerdotes e incluso el Ah Kin (Sumo sacerdote) rodaron por las escaleras. Heero abrazó a Deia y se hizo a un lado mientras seguía temblando y caían los que estaban arriba del altar de sacrificios. Pero se quedó tieso al ver como empezaban a llenarse las escalinatas de sangre sin que nadie estuviera siendo sacrificado.
- Hee Kun - le dijo Deia a Heero asustado - ¿qué está pasando?
- No lo sé Dúo Kile - lo abrazó con fuerza - pero parece que es sangre lo que corre por las escaleras, parece que los dioses no han querido nuestro sacrificio.
- Yo le dije al Halach Uinic que la tierra era más que sobrante para las dos tribus, pero de todas maneras quiso sacrificarte, que así sería mejor la cosecha, que a Xipe Totec le iba a gustar tu sangre de noble enamorado de su hijo.
- Intentemos bajar - le dijo al ver que se detenía el temblor - no se le vaya a ocurrir venir una replica y ahora sí nos matemos.
Ambos bajaron con cuidado evitando pisar el río de sangre que corría, a ambos se le hacía extraño todo aquello, pero era claro que a la gente de allí no, tal vez era su mentalidad de otras épocas que los hacía verlo como nauseabundo.
- ¡Gran dios Xipe Totec! - gritaba el Ah Kin - dinos ¿no te ha gustado el sacrificio? - un nuevo temblor remeció la tierra, está vez con mayor intensidad - Oh, gran dios, la sangre de los príncipes no debe ser derramada ¿verdad? - un temblor más débil se dejó sentir - Bien, ambos son libres.
- ¡Gracias a Dios! - gimió Dúo Kile y ocultó el rostro en el pecho de Hee Kun.
- Kukulcán me ha protegido, como siempre - le dijo éste despreciativo al Halach Uinic de la tribu del trenzado - espero que ahora si podamos trabajar unidos, creo que mientras más manos trabajen la tierra, más frutos nos dará Xipe Totec al final de la jornada.
- A mi hijo lo habrás convencido con tus tonterías, pero a mí no - se volvió y se retiró - y no creas que el dios te ha de proteger siempre, ya caerás de su gracia y entonces será tu fin - afirmó mientras se alejaba.

Trowa miró a su alrededor, había temblado y muy fuerte unas tres veces, pero sentía algo, un peso conocido, contra su cuerpo. El lugar estaba en la semipenumbra y el polvo que se había levantado con el temblor lo hizo toser al igual que aquella persona que lo abrazaba con fuerza. Puso la mano en el mentón de esta y se sorprendió al ver los bellos ojos agua marina de Quatre frente a él. Este le sonrió amablemente y volvió a ocultarse en su pecho.
- ¡Trowataxi! - se escuchaba una voz que llamaba al castaño.
- ¡Amo Quatrexi! - llamaban al rubio.
- ¡Estamos bien! - le respondió el primero intentando ponerse de pie, pero su pierna no respondía a sus órdenes y no era porque su amado estuviese estorbando, seguramente durante el temblor se había golpeado con algo - amor ¿te puedes poner de pie?
- ¡Por mi culpa estás herido! - le dijo el rubio levantándose y ayudándolo - si yo no hubiese regresado a buscar a Huixic nada de esto habría pasado - le dijo abrazándolo por la cintura mientras salían de los restos de su vivienda.
- Tú no podías saber que vendría un segundo temblor, corazón - trató de consolarlo - al menos tu mascota está bien ¿verdad?
- …l escapó tan pronto se dio cuenta que la casa se iba a caer - se disculpó - debí haberlo sabido, es tan cobarde.
- No te culpes - le levantó la barbilla y lo besó suavemente - lo importante es que estamos bien y que aparte de una pierna rasmillada no tengo nada, ni tú tampoco.
Caminaron hasta el centro del poblado donde Ah Kin de su gente trataba de descifrar el significado de aquellos temblores.
En eso llegó un joven de cabellos negros tomados en una cola en la nuca, con un bebé en brazos, los guardias lo detuvieron, pero este exigió hablar con el Halach Uinic de allí y ellos lo levaron con el rubio que curaba a su esposo. Cuando los dejaron solos, los tres se miraron y sonrieron.
- Hay que ver que saben harto allá arriba - murmuró el chino mirando a sus amigos y les mostró al bebé - se parece a mí ¿no es bello?
- Pensé que no te gustaban las mujeres - le dijo Trowa divertido.
- Pero eso no me quita que quiera ser padre - le replicó de vuelta.
- Así que este será el futuro rey - se sentó el rubio junto a su esposo al terminar de curarlo - es muy hermoso - dijo tomando al bebé.
- No me digas que tú también quieres ser padre - le dijo Trowa abrazándolo mientras le hacía cosquillas al bebé en la barriga - todos los bebés son tiernos
- Bueno yo vine porque se supone que vamos a hacer una alianza entre los tres para atacar la ciudad de Uxmal que es donde deben estar en estos momentos Heero y el trenzado - les dijo Wufei.
- Me dijeron que luego del sacrificio iban a hacer una fiesta antes de comenzar la cosecha - dijo Trowa.
- Espero que no les haya pasado nada malo a Heero y a Dúo con el temblor, ellos iban a llegar aquí mientras se intentaba hacer el sacrificio ¿recuerdan? - les dijo Quatre preocupado.
- ¿Por qué no te enlazas con ellos?
- Está prohibido usar nuestros poderes aquí - lo regañó el rubio.
- Muy bien, lo olvidé - le dijo levantando las manos - supongo que si les hubiese pasado algo de alguna manera ya lo sabríamos.
- Es cierto - dijo Quatre - tan pronto Ah Kin nos diga que significaron los temblores nos pondremos en marcha, recuerden que en ese templo en el que iban a sacrificarlos están las llaves para cerrar las puertas del paraíso.
- ¿Por qué las habrán traído aquí?
- El valor y la sabiduría se juntan - dijo Wufei pensativo - él único que conoce toda la historia es Yuy, así que debemos preguntarle a él al respecto, creo que es algo relacionado con el Chilan Balam.
Al poco rato dos sacerdotes les informaron que los dioses habían rechazado de aquella manera un sacrificio humano de parte de los Machicas.
- Ese par de locos siempre tienen suerte - sonrió Trowa y le entregó al bebé a Wufei - ¿qué haremos ahora, amor?
- De todas maneras iremos allá, si los dioses rechazaron el sacrificio del pueblo vencido, entonces tendrán que negociar con nosotros sobre las siembras en aquel valle - dijo Quatre.

Heero se estaba bañando tranquilamente en aquellas aromáticas aguas termales cuando se apareció a su lado Dúo que de un salto se metió al agua empapándole el rostro. Divertido, agarró a su novio y lo atracó contra su pecho.
- ¿Qué crees que haces, travieso?
- Llamar tu atención ¿qué más? - le sonrió - Halach Uinic está furioso porque Ah Kin le dijo que debíamos casarnos, que era eso lo que querían los dioses de nosotros y que si no lo hacemos, tendremos malas siembras y peores cosechas - se separó de él y tomó de la orilla un grano de cacao - abre la boca - se la introdujo bajo la lengua - me fascina el chocolate ¿a ti no?
- No soy dulcero - le dijo y lo atrajo de nuevo hacia él - pero puedo compartirlo contigo - y lo besó en la boca apasionadamente.
- No deben estar juntos - dijo una voz a sus espaldas y ambos se voltearon a ver quien los hablaba - hasta después de la boda que será mañana en la noche - era el padre de Dúo que los miraba molesto - salte del agua de inmediato.
- Pero...
- Nada, ya no verás más a Hee Kun hasta la boda o no se casarán.
- Ve, Dúo, ya habrá tiempo para nosotros - le besó la mejilla y lo dejó ir.
- No me hace ninguna gracia - murmuró.
- Aprovecha e intenta averiguar algo acerca de las llaves del paraíso, recuerda que cuanto más pronto las tengamos, más pronto estaremos de regreso en casa - le susurró al oído.
- Pero no estés mucho rato en el agua - le recomendó y salió siguiendo a su padre que le lanzaba miradas asesinas a su novio y que este respondía con miradas peores.
Fue a ver a Ah Kin al templo central para saber sobre el ritual matrimonial y aprovechar de hacer lo que Heero le había pedido, pero allí nadie sabía nada al respecto y le estaba prohibido usar sus poderes síquicos para intentar ubicarlas.
- Y en esta habitación guardamos las profecías del Chilam Balam - le decía un joven iniciado - yo no las conozco bien, lo único que sé es que son siete.
Dúo sonrió para evitar preguntar que era éso, no tenía idea de qué le hablaba, pero se notaba que era muy importante ya que el cuarto estaba sellado y había un guardia constante en la única y estrecha entrada.
Siguieron el recorrido por el templo buscando a Ah Kin que estaba ocupado preparando un extraño perfume con el cual debía cubrir el cuerpo de su novio la primera vez que hicieran el amor, por lo que le explicó el otro joven, era para dejar una marca sobre el cuerpo del otro que sólo la muerte habría de borrar de su piel y de esta manera evitaba que le fuera infiel.
- También es una poderosa forma de hacer que la pareja lo desee toda la noche, príncipe - le dijo Ah Kin divertido al ver como se ruborizaba - así se asegurará que su noche de bodas sea perfecta, aunque al principio duela un poco.
- Supongo que tiene mucha experiencia - dijo sin pensar.
- No tanta como quisiera, pero algo tengo - dijo divertido - con esto me he asegurado muchos hijos e hijas - se encogió de hombros - se lo recomendé a su padre cuando se casó con su madre, pero se negó a usarlo y por eso no tuvo más hijos. Espero que usted no se niegue, de seguro sería más fácil para dos chicos pasar la noche con esto para que les quite la timidez.
- Hee Kun de tímido no tiene nada.
- Y usted tampoco, por lo que escuché - lo regañó divertido - antes del intento de sacrificio durmió con él ¿verdad?
- Solo dormimos juntos, él me dijo que nuestro sacrificio sería más valioso así.
- Su amado está medio loco, príncipe, por eso le daremos de beber esto - le mostró una botellita semitransparente de color violeta - y lo cubrirá con este aceite especial, verá como lo potencia sexualmente.
- ¿Querrá mucho conmigo?
- Le va a tener que pedir tregua - le sonrió y se las entregó - pero póngaselas sólo si está dispuesto a agotar toda su energía en una noche de pasión.
- Está bien - sonrió - una pregunta ¿de casualidad no ha visto una llaves de oro con extraños dibujos?
- No lo creo, príncipe.
- Bueno, me voy, tengo que preparar mi atuendo para la boda.
- No se olvide del lecho - le dijo y Dúo se puso rojo como la grana.

Las tres tribus aliadas avanzaban rápidamente hacia Uxmal, pero era obvio que no iban a llegar hasta el anochecer del día siguiente debido a que debían esquivar los riscos caídos de las cumbres de las montañas sobre los estrechos caminos y los árboles que habían sido descuajados de la tierra. También había enormes grietas por el camino y el río había desviado su curso y era difícil cruzar a pie su torrente.
- Si tuviéramos nuestros Guardianes - dijo Wufei entre dientes mientras hacían fuerzas para poner un grueso tronco de árbol sobre las aguas del río a modo de puente - este trabajo sería pan comido.
- Deja de quejarte - le dijo Trowa - debemos apurarnos y encontrar a ese par de locos para regresar a casa.
Cuando al fin consiguieron terminar el puente, comenzaba a ponerse el sol y no podían avanzar más debido a lo espeso del bosque y a que no podían ver que cosa interrumpía su avance, así que decidieron montar un campamento provisorio en el claro en el que estaban.
- Y yo tengo que cuidar a mi hijo y ustedes tendrán una linda noche uno en los brazos del otro.
- Parece que te come la envidia - se burló Trowa divertido.
- Si me gustara Quatre, tal vez - le replicó en el mismo tono.
- Entonces te gusto yo - siguió con la burla.
- Tendría que estar loquito - continuó - ¿A quién le vas a gustar tú? Si pareces mazorca.
- ¡Oye! - le reclamó Quatre - a mí si me gusta, y no parece mazorca, es muy guapo y simpático, no te atrevas a insultarlo.
- Vamos, vamos, es una broma - le dijo el chino divertido.
- Pues no me parece gracioso - le reclamó abrazando a Trowa.
- Bueno, al menos me lo dijiste - le sonrió éste abrazándolo de regreso - no le hagas caso, siempre nos tratamos así - le señaló al chino - desde aquella desgraciada tarde que nos conocimos.
- ¿Desgraciada?
- Pues sí, tu querido esposo me cayó encima cual fuera un saco lleno de semillas cuando se cayó del techo de una casa, yo pensé que el cielo se estaba cayendo, pero no era un ángel precisamente lo que me cayó encima.
- Te cayó algo mucho mejor, un guapo dios guerrero.
- Bueno, lo de dios guerrero podría creerlo pero, lo de guapo, creo que Quatre es el único que lo cree.
- Eso quisieras - se rió.
- ¡Trowa!

El día de la boda había amanecido magnífico, al menos eso pensaba Dúo que ya tenía casi todo listo para esa deliciosa noche, casarse con Heero era como un sueño cumplido, antes nunca se habría imaginado que podía ser suyo en toda la extensión de la palabra, cuando lo conoció la primera vez, no era mal visto que dos chicos se amaran, pero él era el faraón y Heero su esclavo, y como aún no tenía esposa, sólo se acariciaron y nunca pasaron más allá de darse placer con las manos sin entrar en el otro, en el tiempo nuevo habían llegado a expresar por completo su amor, pero no estaban casados, eran amantes, y ahora tenía la oportunidad de llamarlo su esposo, suyo.
Miró a la gente de su pueblo que preparaba un enorme banquete para la fiesta de esa noche y sonrió, no le iba a decir nada a Heero, sin querer había entrado en contacto con alguien que conocía el lugar donde estaban ocultas las llaves y eran muy fáciles de tomar, pero pensaba en cumplir la otra parte de su misión también, además, habían dicho que debían evitar que lo mataran antes de ser rey y el antiguo aún seguía vivo.
- ¡Dúo Kile! - lo llamaron y el trenzado se volvió hacia aquel que lo llamaba - Halach Uinic lo necesita en la plaza central, dijo que era urgente.
- Voy de inmediato - se acercó a uno de los ciudadanos y lo detuvo en su trajín - dale esto a Hee Kun de mi parte - y se marcho siguiendo al soldado.
Pero algo activó sus poderes síquicos y descubrió que allí había gato encerrado y ni el propio soldado lo sabía, su padre iba a matarlo a él, a acusar al guardia de asesino y luego le echaría la culpa a su novio de complot para quedarse con todos los terrenos de cultivo. Se miró de refilón, iba vestido con una sencilla túnica de algodón y no levaba armas porque le estorbaban ¿cómo salvarse sin usar sus poderes síquicos? ¿Y cómo le hacía saber a su amor lo que estaba pasando?
- Debí tomar las llaves cuando pude - gruñó entre dientes.
- ¿Dice algo, príncipe?
- ¿Sabes que querrá mi padre?
- No, señor, sólo sé que estaba preparando una sorpresa especial para usted - lo miró pensativo - ahora que lo pienso, dijo que tendría que hablar con Ah Kin porque no lo iba a casar con Hee Kun ¿piensa cambiar de opinión en el último momento?
- No, los dioses decidieron nuestra unión allá en las alturas - le señaló el hermoso cielo azul - estoy seguro que ellos protegerán nuestra unión siempre.
- Está muy enamorado, ¿verdad?
- Supongo que sí, sólo espero que él lo haga de la misma manera.
- Es posible que sí, pero creo que no ha salido mucho de la casa en que se aloja, su padre lo tiene constantemente vigilado y me temo que no lo quiere mucho como su futuro esposo.
- Seré quien me case con él, no mi padre afirmó.

Heero estaba muy cerca de la plaza donde estaba el padre de Dúo Kile estaba planeando la muerte del trenzado y cómo echarle la culpa a él después, sin embargo, él había sospechado algo porque de repente el guardia que lo vigilaba constantemente no estaba y siguió su corazonada hasta allí.
- Maldito - murmuró y vio que su trenzado venía en camino hacia la trampa - y Dúo viene desarmado ¿qué hago? - miró a su alrededor y se fijó que estaban junto a un árbol frondoso, desde allí podría ayudar a su amado sin que lo vieran - Bien, Dúo, es hora que evitemos tu primer intento de asesinato - se subió a la copa y espero que su amado llegara.
- ¿Me mandó llamar, Halach Uinic?
- Claro que sí, hijo mío - y avanzó hacia él ocultando un filoso cuchillo en la mano con el que pensaba atacarlo - quiero decirte que ni ahora ni nunca te casarás con el enemigo.
- Hee Kun no es mi enemigo, lo amo mucho - retrocedió leyendo sin querer sus intenciones en sus ojos - no seas obstinado, padre - intentó convencerlo pero el cuchillo rozó su carne y emitió un gemido de dolor.
Heero no lo soportó más y de un salto se interpuso entre los dos evitando que matara al trenzado pero recibiendo un horrible corte en el pecho que lo hizo perder el equilibrio.
- Maldito, no serás de mi hijo - le dijo el hombre mayor enterrando con más fuerza el cuchillo en las costillas del japonés - muérete.
- ¡NO! - gritó Dúo tomando a Heero para apartarlo - ¡NO LO HAGAS!
- Claro que sí, así serás libre de su hechizo - sonrió malvadamente.

Quatre sintió una fuerte punzada en el pecho, era el mismo dolor que sintió cuando aquellos demonios atacaron a Dúo cuando luchaban para proteger a Saldair, pero no era éste el atacado, el dolor ahora era de Heero y el angustiado el trenzado que hacía denodados esfuerzos por protegerlo.
- Debemos apurarnos, Dúo y Heero están en peligro - les dijo a Trowa y a Wufei apurando el paso - Heero se está muriendo.
- ¿QU…? - dijo Wufei alterado echando a correr como loco luego de colocar al bebé en manos de su nodriza - ¿Y dónde está ese loco que se dice su novio que no lo ayuda?
- A Dúo también están tratando de matarlo - le dijo y vio como Trowa también se echaba a correr tratando de darle alcance al chino que se alejaba a grandes pasos - Wufei aún ama a Heero, aunque haya aceptado que este ama a Dúo - se dijo y corrió tras ellos luego de dar la orden de que les dieran alcance lo más pronto posible en Uxmal.
Wufei sentía el corazón aprisionado en la garganta, su querido Heero corría peligro de muerte y él tan lejos para ayudarlo. Ahora que lo recordaba, San Miguel les dijo que iban a intentar asesinar al trenzado antes de ser rey, tal vez por eso él estaba herido ahora, por protegerlo.
- Maldito, como Heero se muera por culpa tuya, vas a pertenecer al reino de los muertos desde esta misma época - gruñó entre dientes.
- Wufei, no puedes maldecir a un ángel, ni siquiera deberías hacerlo, recuerda que también lo eres y que eres la justicia - le dijo Trowa poniéndose a su paso mientras daban saltos entre las piedras sueltas y los árboles caídos.
- Justicia le voy a hacer a ese trenzado si algo malo le pasa a Yuy, me quité del medio pero no para que lo mataran.
- Aún lo amas ¿verdad?
- El primer amor nunca se olvida - replicó y siguió corriendo sin esperar que Quatre les diera alcance.

Dúo consiguió ocultar a su herido Heero detrás del árbol del que este se había bajado para rescatarlo esquivando una nueva estocada en el cuerpo de su amado que comenzaba a perder la conciencia. ¿Qué podía hacer? Le había prohibido usar sus poderes, pero de seguro allá arriba entenderían que lo hacia para salvar una vida, así que se concentró un poco y una fuerte ráfaga de viento de levantó a su alrededor creando una especie de escudo a su alrededor mientras intentaba detener la sangre que brotaba de la herida.
- No... debes... usar tus... poderes - le dijo Heero entrecortadamente.
- Ellos no saben que es esto - le limpió la herida con el borde de su túnica - no se te ocurra dejarme, te amo.
- Tú sabes... que yo... también.
En eso se escuchó un fuerte griterío que Dúo identificó de los sacerdotes menores y del Ah Kin, así que bajó la barrera y se mostró ante ellos con Heero acostado en su regazo, herido gravemente pero vivo.
- ¡Príncipe! - saltó el sumo sacerdote - no debería estar con su novio, las leyes...
- ¡Qué me importan las leyes cuando mi novio se está muriendo! - le reclamó - mi padre trató de matarme - le mostró el corte en su costado - y como él se interpuso en su camino, lo atacó a él - lo acarició con cuidado - no te desmayes, Hee Kun, no quiero perderte - y las lágrimas comenzaron a correr a torrentes por sus bellos ojos.
Un violento trueno se escuchó, luego vino un temblor y se vieron las luces de un relámpago, y luego otro y otro más y los sacerdotes se miraron entre sí antes de mirar a Ah Kin que se volvió hacia Ahalach Uinic enfadado.
- Con tu terquedad has conseguido que los dioses se enfaden con nosotros y nos castiguen - le dijo furioso - esos tres truenos son la señal que tres jóvenes poderosos vienen hasta aquí para destruirte.
- Para entonces, ese muchacho estará muerto.
Dúo puso la mano en la herida tratando de detener la sangre, debía contener las lágrimas, los ángeles no debían llorar de tristeza, pero no podía evitarlo. De pronto, se escucharon gritos por el costado de la plaza y tres jóvenes se dirigieron de inmediato hacia ellos.
Quatre se agachó junto a Heero y retiró las manos de Dúo antes de poner las suyas sobre la herida, ese era un don propio del muchacho al que estaba reemplazando, así que podía usarlo, cerró los ojos y se concentró en sanarle la herida a Heero frente a los asombrados ojos de todos. Cuando terminó, lo apoyó contra el pecho de su amigo y miró a Wufei que parecía echar fuego por los ojos, parecía un auténtico dragón en espera de saber quien sería su victima.
Trowa también estaba asombrado, les habían dicho que no ocuparan sus poderes allí, pero no sabía que Quatre tuviera los dones del arcángel San Rafael, sólo el de sentir las emociones de los demás ¿o no?
- Gracias - dijo Dúo acariciando el cabello de Heero que descansaba en su pecho.
- No te preocupes, está a salvo ahora - le sonrió y se acercó a Trowa - cierra la boca - le dijo divertido empujándole la barbilla delicadamente - pareces pescado - se abrazó a él antes de mirar nuevamente a Wufei - Hee Kun está fuera de peligro, Wuxica - le dijo - aunque no creo que Ahalach Uinic de aquí lo esté - miró al hombre mayor - usted intentó asesinar a nuestro amigo - le dijo señalando el cuchillo que aún sostenía en la mano.
Wufei avanzó amenazadoramente hacia él, sabía que el joven al que reemplazaba tenía el don de controlar el fuego, ¿por qué? Ni idea, pero lo hacía. Lo tomó por la muñeca y lo miró fijamente a los ojos, iba a vengar la herida de su amado. Casi de inmediato el hombre comenzó a arder sin razón aparente hasta convertirse en cenizas sin emitir ningún sonido. El chino se volvió hacia sus amigos y vio que Dúo había ocultado el rostro en el cuello de Heero y que este lo abrazaba tratando de calmarlo.
- Tranquilo, Dúo Kile - le acariciaba la nuca con ternura - sólo se ha hecho justicia - le dijo en un susurro.
- Pero ¿tenía que ser frente a mí?
- ¿Acaso él no intentó matarlo delante de ti también? - le dijo Wufei molesto por su actitud - eres un llorón, mejor alégrate que llegamos a tiempo.
- Las estrellas le habían dicho ya a su padre que si intervenía en su boda con el príncipe Hee Kun, él moriría de la peor manera, pero no me hizo caso - le dijo Ah Kin moviendo la cabeza - ahora debe separarse de él hasta la boda de esta noche.
- ¿Se van a casar? - susurró apenas Wufei con un gran dolor en el pecho que Quatre sintió de inmediato - no quiero estar aquí.
- Está bien - dijo Dúo soltando a Heero - vuelve a tu casa, Heero, tengo muchas cosas que hacer todavía para esta noche - se volvió hacia los demás y les sonrió feliz - ¿Vienen conmigo o acompañarán a Hee Kun?
- Iremos con él - decidió Trowa mirando a su rubio esposo y al chino - nos veremos más tarde.

Wufei estaba sentado en silencio en la casita que le habían asignado a Heero para descansar antes de la boda, miraba a su alrededor, pero no quería ver, sentía la garganta apretada de un enorme dolor, pero sabía que no debía llorar, aquello acarrearía tragedias a esas tierras, las lágrimas del ángel de la justicia no debían salir jamás.
- Estás molesto conmigo ¿verdad? - le dijo Heero agachándose frente a él - esto no lo hacemos por nosotros, a quienes reemplazamos les valerá de mucho esta unión.
- Pero eso no impide que tú y el trenzado loco ese estén contentos y de acuerdo con eso - le replicó.
- Wufei, siempre has sabido que mi corazón es de Dúo y que te quiero como si fueras mi hermano, y me preocupa mucho tu actitud - miró a Quatre que permanecía en silencio apoyado en el hombro de Trowa con la mano en el corazón - ¿Acaso no puedes ver que tu dolor repercute en Quatre y por medio de él en todos los demás? Míralo - se lo señaló - le duele que sufras y a Trowa le duele que sufran los dos.
- Si me hubieses amado a mí.
- Lo siento, Wufei, yo siempre supe que amaría al trenzado - se puso de pie - lo amé en mis vidas pasadas y hoy vuelvo a hacerlo - respiró profundo - él entró en mis recuerdos ¿sabes? Fui su esclavo cuando él era príncipe solamente, él me amaba y yo a él, así de simple y de complicado, estuvimos siempre destinados a volver a estar juntos y esta es sólo una manera de demostrar lo que sentimos.
- Y ni siquiera soy capaz de odiarlo - lo abrazó - no quiero llorar, no quiero atraer males a estas tierras con las lágrimas de la justicia, pero me duele mucho.
- Lo siento, Wufei - le dijo - deberás ser testigo de la boda esta noche.
- Heero, perdona - le dijo Quatre recordando algo - ¿Qué sabes del Chilam Balam?
- Es un libro en el que se guardan las siete grandes profecías mayas que hablan del fin del mundo, es tan preciso que hasta una fecha da, señala el fin de un ciclo que ocurre cada alrededor de 5 mil años y se parece mucho al Apocalipsis pese a que no conocen la cultura de los cristianos, creo que en el templo hay una cámara sellada donde lo guardan, Dúo debe saberlo, él se ha paseado por allí.
- ¿Y no han encontrado las llaves?
- No he podido hablar con Dúo, nos mantienen separados hasta la boda.
- Yo iré a preguntarle - ofreció Quatre - a ver que sabe de las llaves también.

Dúo andaba corriendo por todos lados trasladando cosas de su habitación a otra más grande junto con cuatro guardias que le eran totalmente leales, allí tendría más espacio para estar con su Heero, abrazarlo y acariciarlo toda aquella magnífica noche de bodas que iban a tener. Se volvió para salir y se encontró con su rubio amigo.
- Hola, Quatre - le sonrió - espero que Heero esté bien.
- …l sí, quien no está bien es Wufei.
- Si, me imagino, nunca se va a conformar porque me ame a mí y no a él - suspiró - me había olvidado de eso, me gustaría que fuera feliz también.
- Mientras no se olvide de su amor por Heero, lo veo bastante difícil.
- Bueno, olvidémonos de las cosas tristes - esbozó una hermosa sonrisa - quiero saber si me quieres ayudar.
- Claro, pero yo venía a preguntarte por si sabes dónde está el Chilam Balam.
- Si, en un cuarto especial en el templo central y tiene un guardia especial día y noche, ayer estuve allí y traté de averiguar más, pero no conseguí mucho, aquellos guardianes tienen muy poco conocimiento de la sabiduría que este guarda.
- Sabes que tienes prohibido usar tus poderes.
- No los usé - se defendió - al menos no con ellos - se sonrió disculpándose - y ni siquiera fue adrede, es como si esa persona se hubiese puesto en contacto conmigo para avisarme de algo, aunque aún no sé bien qué.
- ¿Y sobre la misión que nos encomendaron?
- Yo... - miró a su alrededor - no le digas nada a Heero, por favor, sé donde están, pero quiero pasar esta noche con él, que sea mi esposo aunque sólo sea una noche.
- Así que las encontraste pero no le has dicho.
- Nos mantienen separados, y me lo he callado porque es mi más preciado sueño, ser suyo por completo.
- Heero dijo que estaban destinados a amarse desde siempre y que antes que fueras faraón fue tu esclavo.
- Así es, me lo enviaron de regalo para mi cumpleaños, pero ya antes soñaba con él y sus caricias - suspiró - no nos estaba permitido estar juntos porque yo no tenía esposa, mi padre estuvo a punto de matarlo, pero algunos sacerdotes leales a mí lo salvaron y cuando él fue asesinado, yo no estaba en palacio, estaba con Heero. Después que me convertí en faraón, los sacerdotes me buscaron una buena esposa, yo no quería casarme con ella, mis obligaciones conyugales me separarían de Heero, nos engañaron a ambos y me lanzaron aquella maldición. Y como él no sabía la manera de despertarme, se alejó y tuve que esperar mucho tiempo su regreso.
- Así que recuerdas lo que pasó.
- ¿Sabes? Todo aquello había sido olvidado, pero cuando hacíamos el amor en el paraíso, las palabras de Heero me lo trajeron de vuelta. Además, fue el propio Heero quien le puso la trampa al sarcófago y lo hizo recubrir de oro por dentro y por fuera.
- ¿Por qué?
- Para protegerme, el oro, al contrario de lo que muchos piensan, potencia los poderes mentales, y así, si alguien intentaba profanar mi tumba, yo podría espantarlo.
- ¿Y cómo es que Heero vio tu "fantasma" antes de abrir el sarcófago?
- Por lo mismo, creo que siempre supe que era él el único que me podía despertar y por eso quise llegar hasta él.
- Wufei tiene razón, estás bien loco - se rió.
- Heero me decía lo mismo - se rió también - pero que por eso me amaba.
- Ahalach Uinic - le dijeron a Dúo - han llegado al pueblo un grupo de extranjeros que dicen venir de Tulum.
- Es mi gente - dijo Quatre - vamos a recibirlos.

Cinco pueblos estaban reunidos en torno a la enorme plaza central de Uxmal preparando el banquete, este sería descomunal teniendo en cuenta que allí hacía alrededor de dos mil personas que querían ver a los novios y festejar con ellos. Las mesas estaban llenas de alimentos, había maíz, frijoles, chiles, tomates, camotes y cuanto fruto se les pudiera ocurrir. Además, había dos grande odres de cuero llenos de licor de maíz y de otros frutos fermentados para desearle prosperidad a la pareja.
La boda se efectuaría en el segundo altar del templo ya que el primero era sólo para los sacrificios. Allí ambos novios intercambiarían sus votos y unirían sus almas al amparo de los dioses frente a todos los presentes, luego beberían y comerían antes de ir a consumar su unión.
Heero estaba más que nervioso, aunque no se le notara, pero se acomodaba una y otra vez las muñequeras de oro y plata con incrustaciones de jade que portaba, como también se sacudía la túnica blanca y se reacomodaba el cinturón.
- Déjate eso tranquilo - le dijo Wufei - te lo vas a terminar sacando.
- Es que quiero verme bien para Dúo - admitió.
- Pero si ya estás perfecto - lo regañó fastidiado - nunca habías actuado así antes.
- Nunca antes he estado por casarme - le recordó - me gustaría tener un espejo para poder arréglame a mi gusto.
- Ese trenzado te tiene echado a perder - lo inmovilizó - estás bien, Heero, estoy seguro que él te encontrará hermoso tal como te veo yo.
- Basta - se soltó de su agarre - no me gustan tus palabras.
- Te estás portando como una mujer.
- Sigue molestando y te voy a dar feroz patada en el trasero, Wufei - le dijo recobrando su postura fría.
- Menos mal, volviste a la normalidad - le dijo burlón.
- Un día de estos, Wufei - lo amenazó - un día de estos me vas a conocer enfadado y vamos a ver quién te salva.
- ¿En serio?
- ¿Estás listo? - le dijo Trowa entrando en la habitación y se encontró con que se miraban de frente uno al otro, la mirada del chino burlona y la del japonés gélida y furiosa - vamos, el novio nos espera - tomó del brazo a Heero y miró a Wufei que seguía sin moverse - ¿Acaso no vas a venir?
- Claro - le dijo como saliendo de un trance.

En el altar esperaba Ah Kin junto con Dúo que vestía una delicada túnica blanca bordada finísimamente con hilos de plata, todos los adornos que portaban eran de plata, perfectas piezas de orfebrería complementadas por las delicadas piedras de jade blanco con delicadas tonalidades violeta que hacían resaltar el brillo de sus ojos y el leve rubor que cubría sus mejillas. Su cabello había sido prolijamente peinado enredando en él blancas cintas con piedras y bellas plumas, a su espalda ondeaba al viento su blanca capa con delicadas plumas blancas.
Heero lo observo tratando de no dejar que se le cayera la mandíbula, realmente se veía arrebatador, no encontraba otra palabra que describiera mejor los sentimientos que con tan sólo verlo habían despertado en su interior. Subió la escalinata hacia él tratando de no apurar el paso, no quería demostrarle lo ansioso que estaba por terminar con aquello para poder robárselo toda la noche.
Dúo miró de reojo a Heero y tuvo que contener el aire, se veía bellísimo con aquella túnica blanca que resaltaba el bronceado de su piel mientras se ajustaba a sus contornos tan masculinos, esos brazos tan musculosos adornados con brazaletes de oro y su cabello despeinado que se agitaba con el viento al pasar por su hermoso rostro, cómo no amarlo si era tan perfectamente hermoso. Le sonrió cuando llegó a su lado y apoyó su mano en la suya.
Los altos dignatarios de las tribus eran los únicos que podían estar cerca del altar, así que Quatre, Trowa y Wufei estaban viendo todo de cerca. El primero puso la mano en la de su esposo y le sonrió imitando a su trenzado amigo, la mirada del latino se dirigió al árabe y también le sonrió, ellos también podían hacer sus votos de amor eterno, aunque nadie se fijara en ellos.
- Para que la dicha sea eterna y la unión de nuestras tribus sea siempre perfecta, nuestro nuevo Halach Uinic y el príncipe Hee Kun unen sus vidas hoy y para siempre bajo la sombra protectora de Xipe Totec - dijo Ah Kin.
Heero tomó la mano derecha de su novio y la llevó a sus labios antes de prometerle su amor eterno e incorruptible. Este, ruborizado, lo imitó haciendo exactamente lo mismo.
Una hermosa lluvia de flores comenzó a caer sobre ellos y ambos se abrazaron sin comprender que ocurría, tal vez había algunas personas en la plataforma superior y ellos lanzaban las flores, pero en realidad no les importaba demasiado ya que ahora eran uno del otro.
Felices y bajo los vítores de todos, bajaron de la mano hacia la plaza en donde comenzaron el banquete de celebración. Allí empezaron por derramar el primer trago en la tierra para tener abundancia y luego lo repartieron entre todos. Luego siguió la comida que corrió en igual abundancia entre los presentes, hasta Wufei disfrutaba de la fiesta pese a su dolor.
Dúo se sentó junto a Heero mientras comían, iba a poner el brebaje en su vaso apenas se descuidara, pero Heero le rodeó los hombros al verlo cerca y lo atrajo contra su pecho mientras con la otra mano atrapaba su barbilla para que lo mirara a los ojos.
- ¿Te has dado cuenta, corazón?
- ¿De qué? - lo miró preocupado.
- Ay, Dúo - movió la cabeza y posó su boca en la del trenzado - volverá ser nuestra primera vez - bajó lentamente la mano por su espalda acariciándolo sobre la ropa - será fantástico ¿no crees?
Dúo se apartó sonrojado mirándolo a los ojos y volvió la mirada a la gente que los rodeaba, pero nadie les prestaba mayor atención, todos estaban entretenidos conversando, bailando, comiendo o bebiendo.
- ¿Por qué la vergüenza? - lo volvió a atraer contra su pecho - eres mi esposo, podemos besarnos y acariciarnos - lo sentó en su pierna - aunque no me gusta tener público ¿nos vamos?
Dúo lo miró y vertió en su copa el líquido del brebaje y lo llevó a los labios de su esposo y dejó que resbalara lentamente por su garganta.
- Vamos - se puso de pie y se lo llevó de la mano.

La habitación tenía un aroma delicioso para los alterados sentidos de Heero y se preguntó qué le habría puesto el trenzado en el trago para sentirse así cuando ni siquiera había comenzado a imaginarse la pasión que vivirían esta noche, debía ser un afrodisiaco muy potente para tenerlo en ese estado, pero iba a controlarse, no se le iba a ir encima como fiera salvaje en celo, eso le terminaría por hacer daño y era lo que menos quería hacer.
- Pasa algo malo - lo miró Dúo sentándose en la cama y tendiéndole los brazos.
- Solo me preguntaba que fue lo que me diste para dejarme así - le dijo sentándose a su lado sin tocarlo - no entiendo, nunca me había sentido así.
- Así ¿cómo?
- Así - lo acercó a su pecho con las manos temblorosas - siento como si nunca más fuera a tener la oportunidad de estar contigo y amarte - lo besó en los labios - siento deseos enormes de comerte - le mordió con suavidad el labio inferior - de estar dentro de ti, sentirte dentro de mí, amarte hasta agotar todas mis energías - arrastró los labios viajando por la mandíbula hasta llegar a su oreja - pero no quiero hacerte daño.
- ¿Te gustaría poner en práctica algunas de las posturas que vimos en el libro? - le dijo ruborizado - hagas realidad nuestras fantasías.
- Siempre que estemos juntos - lo empujó contra la cama - te amo.
- ¿Sabes? Es la primera vez que me lo dices primero - lo atrajo a su pecho rodeándole el cuello con los brazos - yo también - lo beso perdiéndose en su sabor.
Heero comenzó a desnudarlo y sonrió a medias, era más fácil de quitar esa ropa que los complicados pantalones que le gustaba usar al trenzado en su tiempo. Miró su torso desnudo y pasó los dedos suavemente por sus costillas hasta llegar a la tetilla derecha que se irguió de inmediato en respuesta a sus caricias, se inclinó hacia ella y la rodeó con la lengua y su dueño en respuesta se estremeció entero.
- Cada vez que lo hacemos es como si fuera la primera - dijo Dúo quedo presionándolo contra él - me gusta mucho sentirte - le acarició el cabello y vio como este pasaba a la otra tetilla arrastrando los labios y los dientes por su piel - ¡Ah, Heero! - gimió y sintió como una mano traviesa viajaba hasta su sexo y comenzaba a moverlo lentamente mientras los labios de su esposo comenzaban a bajar lentamente por su abdomen saboreando levemente su piel enrojecida.
- No hay mejor música para mis oídos que tus gemidos de placer - le dijo antes de comenzar a prepararlo - te va a doler un poco, corazón - le dijo presionando levemente los dedos en el recto, pero en eso vio una botellita de lo que parecía ser lubricante, se apartó un momento y la untó en sus dedos - esto ayudará - lo besó en lo labios y volvió a iniciar su labor.
Dúo sintió como algo entraba dolorosamente en él, sabía que eran los dedos de Heero preparando el camino, pero de repente se asombró al sentir que el dolor desaparecía como por arte de magia y se volvía placer y se abrió de piernas aún más para facilitarle la labor. Entonces sintió como resbalaba dentro de él algo más grande y más duro lo penetraba fácilmente y lo llenaba de placer en especial cuando su olvidado sexo sintió los dedos de Heero frotándolo al mismo ritmo de sus potentes movimientos contra su trasero. Le rodeó las caderas con las piernas para hacer más profunda la penetración y arqueó la espalda al sentir como sus puntos sensibles eran tocados por las hábiles manos de su esposo.
- Heero - gimió - voy... a acabar... - dijo sintiendo que no soportaba más.
- Ah, no - se detuvo viendo como Dúo se derramaba en su mano entre los dos, pero él se contuvo - quiero que goces como nunca - le prometió.

Dúo se despertó con la luz del sol pegándole en la cara, si no fuera por eso de seguro seguía durmiendo mucho tiempo más. Intentó enderezarse para cerrar las cortinas pero no pudo, la espalda le dolía, el trasero no aguantaba su peso y para colmo, Heero lo tenía bien sujeto con las piernas y los brazos.
- Estoy muerto - se quejó tratando de soltarse aunque sabía que no tendría fuerzas para alcanzar las cortinas - Heero, suéltame - le pidió pero este en vez de soltarlo lo acercó más tomando su pene entre los dedos despertándolo una vez más - ¡No, por favor!
- ¿No quieres más? - le dijo frotándolo con cuidado pasando levemente un dedo sobre la punta mientras seguí recorriéndolo - yo si quiero.
- ¿Qué clase de pilas tienes? - le dijo entrecortadamente sintiendo el miembro erecto de su amado contra su adolorido trasero - no tengo fuerzas ni para resistirme - puso la mano en la de Heero.
- Fue tu idea la de drogarme, ahora aguanta.
- No abuses de mí - le rogó.
- Yo quiero más - insistió - pero si te duele, podemos hacer otra postura - los destapó a ambos y lo puso boca arriba - yo te acaricio y tú haces lo mismo y se puso a gatas sobre él dejado su sexo a la altura de la boca de Dúo - ¿te gusta más así?
Dúo sentía placer y más placer, era casi tan loco ¿cómo tenía fuerzas para seguir haciéndolo con las tantas veces y formas en que lo habían hecho la noche anterior? Y parecía que Heero tenía cuerda para rato, lo poco que habían descansado se había recobrado lo suficiente como para recomenzar como si nada.

Quatre se despertó apoyado en Trowa, le encantaba eso de ser su esposo, así podía pasar todo el tiempo del mundo entre sus brazos, allí nada impedía que lo buscara y lo amara, nadie les decía nada si andaban de la mano o se besaban. Miró a su alrededor y sintió algo extraño, el ángel del valor se estaba llenando de lujuria y eso estaba mal. Se sentó en la cama y miró hacia afuera, estaba bien entrada la mañana
- ¿Pasa algo malo?
- El ángel del valor se ha llenado de lujuria - le dijo bajándose de la cama - si dejamos que siga así, se habrá contaminado y no podremos regresar a nuestro mundo.
- ¿Por qué lo dices?
- Es que el ángel de la justicia se llenó de ira cuando hirieron a Heero, pero éste no puede controlar los impulsos de la carne ¿recuerdas los siete pecados capitales? Dos de ellos han caído sobre los ángeles en este mundo, así que debemos apresurarnos a salir de aquí o perderemos nuestro lugar en el paraíso.
- ¿Dúo sabía algo sobre las llaves?
- Si, me dijo que las encontró pero que no se lo iba a decir a Heero hasta hoy porque quería casarse con él primero - se comenzó a vestir - sin embargo, creo saber dónde están, ni siquiera es tan complicado encontrarlas ¿sabes? La gente de aquí no las cree importante y sólo debemos tomarlas para desaparecer.
- Entonces - le dijo Trowa levantándose también - vamos por Wufei, tomamos las famosas llaves y regresamos a casa, aunque a Heero y a Dúo no les guste la idea.
Ya vestidos, los chicos fueron a buscar a Wufei que estaba sentado con "su bebé" en la escalinata del templo, se le veía cansado y ojeroso, incluso un poco deprimido, pero jugaba con el bebé.
- Encontré las llaves - les dijo señalando una pequeña estatua no muy lejos de donde él estaba - las habría tomado anoche, pero había mucha gente y no pude acercarme lo suficiente para sacarlas.
- Si lo hubieses hecho alguien te habría matado - dijo Trowa divertido.
- Tomémosla ahora, antes que este mundo lo contamine aún más - le dijo Quatre decidido y se acercó a la estatua de piedra pero no las alcanzaba - Trowa, sácalas y regresemos a casa.
- Está bien, no te enfades - de un salto retiró el collar de la estatua y contó las llaves - bien, nuestra misión está cumplida - de inmediato una luz los rodeó y los cinco estuvieron de regreso en el salón del "envío" como si sólo hubiesen soñado con la misión. Sin embargo, Trowa llevaba las llaves en la mano.
- Estoy muerto - dijo en trenzado abriendo los ojos y mirando a San Gabriel - ¿puedo ir a dormir una semana?
- Me temo que estás castigado, mi querido Deia - le dijo divertido.
- ¿Por qué?
- Porque la lujuria es uno de los siete pecados capitales e hiciste que el ángel del valor cayera en ella - miró a Heero que se había puesto rojo - así que ambos van a tener que practicar la abstinencia por un buen tiempo.
- ¡Buuuuuuaaaaaaa! - se puso a llorar.
- ¡Dúo, cállate!

Continuará...

¿Por qué las llaves del paraíso estaban en la tierra si se suponía que se las habían dado a San Pedro? ("Pedro, tú tendrás las llaves del paraíso") Sépanlo en el siguiente capítulo, a la misma hora y en el mismo canal.

Creo que se me alargó mucho el capítulo y por eso no explico algunas cosillas que quedan en el aire.
Sobre la aparición de los siete Pecados Capitales (la gula, la codicia, la lujuria, la soberbia, la ira, la venganza, etc.), se supone que esto contamina en cierta forma a los ángeles y como Heero no se había dejado llevar nunca por sus emociones, fue por eso que se volvió loquito.
En fin, la idea me la dio Aichan Moon, aunque no tan directamente, me basé en los datos que ella me dio y otros que yo recopilé de la Enciclopedia Encarta (los nombres de las ciudades y de los dioses) y algunos otros que yo inventé.
Espero que les guste el capítulo y poder pronto terminar los seis que faltan para el final.
Shio Chang
Ah, el capítulo casi no tiene nada que ver con el Apocalipsis ya que ocurre en el pasado y es porque se me pusieron los pelos de punta cuando me senté a leer el tratado sobre el Chilam Balam que es una versión de los Mayas aún más exacta que el Apocalipsis y que va calzando con lo que está pasando.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).