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Guerreros Legendarios por Shiochang

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Guerreros Legendarios
La fusión de la espada

Habían viajado varios días conociendo lugares que en su tiempo y en su mundo no eran más que meras ruinas, allí estaba intacta toda la civilización prehelénica, sus monumentos completos y podían conocer la fisonomía de la gente en terreno, esto mantenía hasta cierto punto contento a Heero, sin embargo, ya había pasado más de una semana y no había ningún dato acerca de las otras dos espadas.
- Tal vez nadie las ha visto - hizo el comentario Deia y Heero le lanzó una mirada fría - No te enojes conmigo, tal vez vamos en la dirección equivocada.
- Tal vez deberíamos separarnos en dos - le replicó enfadado - tú te llevas a Quatre y a Trowa y yo a Wufei - agregó sabiendo cuál sería su respuesta.
- ¡Nos mantendremos los cinco juntos! - respondió de inmediato - ¿Cómo sabremos después que las cinco están en nuestro poder?
- No te enfades, mi trenzado - le acarició la mejilla con delicadeza y le sonrió divertido - me supuse que esa sería tu respuesta.
- ¿Me estabas provocando? - le dijo medio enfadado.
- Está bastante claro que no podemos separarnos - dijo Trowa - no habría manera de comunicarnos sí encontráramos la espada de alguno que no esté con nosotros en caso que necesite desenvainarla y lo otro es la manera que los miran, no los dejaría a merced de cualquier libidinoso que los pudiera dañar.
- Yo no he visto...
- Eres muy inocente, amor - lo abrazó Heero - nos han mirado a todos como si quisieran que fuéramos el postre, no sólo a Quatre y a ti.
- Pero ninguno que valga la pena perder el tiempo - dijo Wufei fastidiado - puros tipos mal encarados a los que de un puro golpe puedo vencer.
- Eres un tipo demasiado exigente - le dijo Quatre abrazando a Trowa - así nunca vas a encontrar a alguien.
- Pero si no llenan los requisitos no pueden gustarme ¿no te parece?
Deia se separó de Heero alarmado, algo dentro de él le avisaba que algo malo estaba por pasar, así que jaló levemente a Heero de la manga para llamar su atención y una sola mirada bastó para que lo entendiera. Sin embargo, era demasiado tarde y se vieron rodeados de alrededor de 20 hombres. Wufei los miró con indiferencia y Trowa los miró sin preocupación.
- Quieren robarnos - dijo Quatre mirándolos - y violarnos - se estremeció.
- Un niño bonito que comprende nuestras intenciones - dijo un hombre alto y moreno que parecía ser el jefe - me gustas.
- Pues él es mi pareja - le replicó Trowa poniéndose frente a él.
- ¿En serio? - se burló - pues te mataré aquí mismo y él será mío.
- No uses a Fuerza - le dijo Heero y le entregó otra espada, lo mismo hizo con Wufei y Deia que permanecían a un lado - Quatre, quédate junto a Wufei, es a ti a quien quieren.
- De acuerdo.
- Así que eres un chico listo, me gustas - le dijo otro de los hombres.
- ¡…L ES MIO! - gritó Deia furioso - ¡TENDRAS QUE VENCERME SI QUIERES TENERLO!
Ambos jefes se enfrascaron en una violenta pelea, uno con Trowa y el otro con Deia mientras los demás observaban protegiendo a Quatre que no atinaba más que a levantar una espada y el escudo, sabía que debía luchar contra aquellos tipos, pero no estaba muy seguro de poder hacerlo si por casualidad llegaban a herir a su amado.
- ¡MAL... !- Deia se mordió la lengua la ver como el tipo trataba de besar a Heero pero este le dio un feroz bofetón que lo hizo caer al suelo - sus besos son sólo míos - le informó.
- Déjate de jugar, Deia - lo regañó Heero - usa todas tus fuerzas - le ordenó.
Deia lo miró a la cara y asintió, Heero lo estaba autorizando a que usara sus poderes síquicos contra el enemigo, así que lo hizo mientras evitaba la estocada de la filosa espada haciendo que el tipo se tropezara con algo y cayera de bruces al suelo. Este se levantó furioso y se lanzó nuevamente contra él, pero Deia le leyó el pensamiento y lo esquivó nuevamente, sin embargo, los demás tipos se cansaron y se lanzaran contra todos.
Trowa miró a su pequeño amado, Quatre era un chico delicado, lo sabía, pero también había sido elegido como guerrero y debía confiar en que podría defenderse, así que siguió luchando para vencer al tipo que quería robarse a su pequeño. Enfocó su enojo en él, el tipo era altamente peligroso ya que portaba un puñal al cinto y ya dos veces había intentado sacarlo para herirlo, sin embargo había sido más rápido y había logrado evitarlo. Pero también portaba una segunda espada y él no podría usar a Fuerza en esta pelea, no podía ensuciarla con sangre humana y menos cuando aún no nacía el redentor.
Heero miró a Wufei que apenas y se valía de la espada para atacar a sus rivales, el Karate y sus técnicas de pelea orientales lo hacían un rival difícil de pasar y por lo mismo Quatre aún no necesitaba entrar en combate. Pero sabía que se cansaría así que se lanzó al ataque por su costado con la misma fuerza, él era casi tan bueno con ese tipo de técnicas como el chino, así que derribó a unos cuantos desarmándolos de paso. Pero no vio que uno iba contra Quatre con la espada en alto con la intención clara de matarlo.
- ¡Quatre! - gritó Trowa al ver que iban a atacarlo, pero no pudo ir a socorrerlo.
Quatre se volvió hacia el tipo y levantó su espada entrando finalmente en combate, el tipo no se esperaba esta reacción y perdió el paso por lo que Quatre se le fue encima lanzando una serie de estocadas que le permitieron desarmarlo y hacerlo huir.
Casi todos los hombres fueron desarmados y huyeron despavoridos, pero Deia y Trowa aún luchaban contra los líderes, sin que ninguno de los cuatro notara que la lucha se había terminado a su alrededor. Trowa consiguió atraparle la muñeca al hombre que quería robarle a su Quatre y lo desarmó tomando la segunda espada de su cinto.
- Vete si no quieres que te mate - le dijo furioso entre dientes agarrándolo por el cuello y luego lo soltó dejándolo caer. El tipo le lanzó una mirada furiosa pero lo obedeció y se fue.
El otro tipo, al verse abandonado por su jefe, intentó huir, pero Deia lo detuvo con sus poderes, iba a vengarse, pero cambió de opinión y lo dejó ir.
- Es una de las espadas - dijo Trowa entregándosela a Heero.
- Si - dijo mientras la examinaba. De un lado había un corazón y una pluma y del otro decía Corazón en Arameo - es la de Quatre - se la entregó - ahora sólo nos falta la de Deia para que podamos irnos al desierto a unirlas.
- Ahora sabemos que vamos por buen camino - dijo Wufei sacudiéndose la ropa.
- ¿Buen camino? - repitió Deia - por poco nos roban y nos violan y dices buen camino.
- Es un decir - le replicó Heero abrazándolo mientras le limpiaba el sudor de la frente a su trenzado - lo que quiere decir es que si seguimos por este camino tal vez encontremos tu espada pronto.
- Ojalá y no nos ataquen de nuevo - dijo Quatre cansado.
- Lo hiciste muy bien, amor - le dijo Trowa abrazándolo - yo sabía que podías hacerlo - lo felicitó y lo besó en los labios - estuviste magnífico.
- No fue nada, apenas y me enfrente a uno de ellos, Wufei y Heero de encargaron de casi todos - dijo apenado.
- Creo que deberíamos usar mis poderes para encontrar mi espada - dijo Deia apoyado en el hombro de Heero - así nos evitamos estos percances - acarició las costillas de Heero - y podríamos viajar más tranquilos.
- ¿Crees poder hacerlo? - lo miró Heero preocupado - no quiero que te agotes como cuando le borraste los recuerdos al príncipe.
- Eso era más complicado, debía de crear nuevos recuerdos para él o le haría daño al borrarle los recuerdos - le explicó - pero necesito algunas cositas para hacer uso de mis poderes síquicos, comenzando por un lugar adecuado, uno que concentre este tipo de energía, que se encuentre elevado y despejado, además, necesito de las otras cuatro espadas.
- Hay un lugar así no muy lejos de aquí - dijo Trowa - conozco el lugar, varias veces visitamos el templo en ruinas que se encuentra en ese lugar con Wufei, se supone que es un templo dedicado a la diosa Artemisa y tiene toda una leyenda a su alrededor, ya verán lo que les digo - soltó a Quatre y se subieron de nuevo en sus caballos para ponerse en marcha.

Tal como lo dijera Trowa, el templo en un centro de energía síquica, pero el templo era magnifico, mucho mejor de lo que se habían imaginado con Wufei y este se lamentó no tener alguna manera de reproducir la imagen para llevársela a casa, cosa que Trowa tuvo que admitir era lamentable.
En el templo había varias sacerdotisas y oráculos que no permitían el acceso a los extranjeros si no pagaban primero un tributo muy elevado, a ninguno se le había ocurrido semejante cosa, por lo mismo no llevaban el dinero que ellas pedían. Deia las miró molesto y se volvió hacia los demás bajando hacia el pueblo.
- Deia debe entrar como sea - dijo Heero sacando todas las dracmas que tenían - lo que piden es mucho por cada uno, pero nos alcanza para que Deia entre, aunque sea solo, si logramos pasar las espadas con él.
- ¿Y cómo vamos a tener dinero para ir al desierto santo? - dijo Wufei.
- Nos quedarán apenas doscientas dracmas - dijo Quatre pensativo - pero podemos vender las muñequeras de Deia a un buen precio, así podríamos tener unas mil dracmas más.
- Pero con eso no tendríamos para cruzar el estrecho de Bósforo - insistió Wufei - y menos para llegar al desierto.
- No nos preocupemos por eso ahora - dijo Heero - debemos recobrar la espada de Deia antes de planear el siguiente paso.
- ¿Cómo sabes si me encuentro una mina de oro y podemos viajar con lujo de regreso? - le dijo Deia divertido.
Los cinco regresaron al templo y, luego de ocultar las espadas bajo las ropas de Deia para que pasaran la primera inspección, pagaron el tributo y éste se dirigió al interior siendo vigilado de cerca por una de los oráculos, pero se decidió a usar sus poderes síquicos e hizo que ella dejara de verlo por unos segundos y llegó al patio principal, la zona más elevada del templo de Artemisa. Allí sacó las cuatro espadas y las puso cada una alineada a un punto cardinal, la de Heero al norte, la de Trowa al sur, la de Wufei al este y la de Quatre al oeste, él se sentó en medio mirando al norte y se concentró íntegramente en sentir la quinta espada. En encontrar su poder a través de sus hermanas, tanto que no se dio ni cuenta que comenzaba a irradiar una deslumbrante luz, casi era como una esfera dorada que no permitía ver lo que estaba dentro. La espada de Heero se levantó apoyándose en su punta y avanzó como dando saltitos hacia él, lo mismo hizo la de Wufei y ambas se apoyaron juntas. Luego, la de Quatre y la de Trowa se pusieron junto a ellas formando una cruz y escuchó una voz en su cabeza:
"Pequeño Deia, has venido a pedir mi ayuda y mi padre me ha enviado a ti" la voz era femenina y muy dulce "Lo que buscas está muy cerca de ti, un hombre la ha dejado como tributo en el primer altar hace pocos días, pero para recuperarla deberás hacer alarde de tus poderes, hacer creer a todas las vírgenes y oráculos que eres un Dios"
- Yo soy sólo un hombre.
- "Usa tus poderes, Deia, tú y tus amigos deben regresar pronto a casa."
Deia se dejó caer, no se había dado ni cuenta que estaba flotando en el aire, y se percató que lo miraban, de inmediato volvió la vista a las espadas y las elevó en el aire ordenándoles ir con su hermana. Los guardias lo miraban asombrados y no atinaban a detenerlo, pero se asustaron mucho cuando las espadas se clavaron en el suelo alrededor de una quinta espada. Deia se subió al altar de un salto y tomó la espada, de un lado había tres eslabones entrelazados sin principio ni fin sobre un corazón y del otro lado decía Amistad en arameo, allí estaba su espada.
- ¡ATRAPEN AL PROFANO! - gritó una de las sacerdotisas.
Deia tomó todas las espadas entre sus brazos e intentó escapar, pero lo tenían sitiado, sabía bien que no podía pedir ayuda, los muchachos no podrían llegar hasta él, así que volvió a saltar al altar e intentó huir lanzando con sus poderes síquicos hacia los guardias cuanto se le atravesara en su camino, pero uno lo agarró de la punta de la trenza y se quedó con la cinta en su mano. Corrió sintiendo como el cabello se iba soltando rápidamente, pero no podía hacer nada, si se detenía lo atraparían y no podía soltar las espadas.
- Hasta aquí llega tu camino, profano - le dijo una oráculo parándose frente a él.
Pero Deia ya estaba cansado y concentró su poder generando un aura a su alrededor que le dispersó los cabellos al viento, los ojos se le pusieron blancos y con una luz brillante. Miró a la mujer que estaba pálida del susto y la elevó varios metros del suelo.
- Déjame salir ahora o pagaras las consecuencias - le dijo usando la voz metálica de Deathscythe - debo cumplir mi destino.
- ¡DEVU…LVANLE SU TRIBUTO Y DEJENLO IR! - ordenó ella aterrorizada.
- Muy bien - dijo bajándola lentamente - estás a salvo, pero te digo que no hagas más oráculos falsos o vendrá un hombre de largos y rubios cabellos y no sólo te matará a ti, sino a todas las sacerdotisas del templo y le destruirá por completo, tanto así que nadie se atreverá a reconstruirlo y la diosa Artemisa jamás volverá a habitar este lugar - tomó la bolsa con las monedas y salió sonriendo hacia sus amigos.
- Vaya - dijo Trowa asombrado - así que fuiste tú.
- ¿Qué quieres decir?
- Bueno, existe una leyenda sobre este templo y de un extranjero que profetizó su fin. Se dice que entró en el templo, tomó algo que un hombre hacía poco había dejado como tributo a la diosa y luego de elevar a la sacerdotisa máxima, se fue diciendo que sí hacían oráculos falsos un hombre de largos cabellos rubios vendría y acabaría con él y sus sacerdotisas, lo que ocurrió varios siglos más tarde, este templo no llegó a ver la edad de oro de Grecia.
- Pero yo nunca he visto el futuro.
- Pero este lugar concentra las energías síquicas - le recordó Heero - no es difícil que lo hayas conseguido, teniendo en cuenta que puedes ver el presente de cualquier persona con relativa facilidad.
- Bueno, ahora podemos irnos - dijo Wufei tomando su espada y repartiendo las demás - y hemos recuperado el dinero de nuestro tributo.
- Es hora de partir al desierto santo - asintió Heero y le rodeó la espalda a Deia echando una última mirada al templo, no podía creer que hubiese sido su trenzado quien presagiara el fin de tan famoso oráculo.

El viaje hacia el sur comenzó al otro día, en la posada habían tenido problemas porque todos querían que Deia les presagiara el futuro, este no quería hacerlo, no era algo que se le diera y ya, así que Heero había tenido que interferir para liberarlo del dilema. Sin embargo, Deia hizo una profecía para los habitantes del nuevo pueblo al que habían llegado, ellos serían el inicio de un gran imperio encabezado por el padre que sería asesinado con veneno y cuyo hijo haría grande esas tierras, llegando muy lejos con su poder, pero que moriría joven, pero dejaría su nombre y el de su tierra marcados en la historia. Muchos le preguntaron quien y Deia movió la cabeza, la visión se le fue.
Trowa y Wufei se miraron en silencio y luego a la plaza del pueblo. ¡Era la cuidad de origen de Filipo, el padre de Alejandro Magno! Era cierto lo que decía Deia, pero él conocía apenas la historia, así que aquello realmente era una visión.
- Debemos irnos pronto - dijo Heero preocupado - no podemos permitir que presagies más cosas del futuro o nos meterás en problemas, Deia.
- Estoy cansado - dijo apoyando la cabeza en el hombro del japonés mientras bostezaba - apenas y aguanto el sueño.
- Vamos a dormir - dijo Quatre preocupado llevándose al trenzado presintiendo que los otros necesitaban conversar a solas.
- Deia ha sido quien dijo la profecía de Alejandro - dijo Trowa preocupado - este parece ser el pueblo natal de Filipo.
- Es el lugar, este potencia sus poderes síquicos y le permite usarlos con mayor claridad - dijo Heero - no podemos permitir que lo siga haciendo o lo perderemos.
- Paguemos ahora el alojamiento - dijo Wufei - así partiremos apenas amanezca y evitaremos que alguien nos detenga haciéndole consultas al trenzado.
- Bien, yo lo haré - dijo Heero - váyanse a dormir.

Una semana más se tardaron en llegar al estrecho de Bósforo, sin embargo, la fama de Deia como oráculo los había precedido y los acorralaron en una esquina del comedor del barco en que cruzaban el estrecho, aunque Deia ya no podía hacerlas y menos interpretar los sueños.
- ¡Déjenlo en paz! - los apartó Heero molesto - ¿No ven, acaso, que está cansado?
- Lo que pasa es que tú no quieres compartir su gran sabiduría - le dijo uno de los tipos.
- ¡ESTÁ CANSADO! - le dijo perdiendo la paciencia lanzándolo lejos - Y AL SIGUIENTE QUE LO MOLESTE, LO LANZAR… AL AGUA - los amenazó abrazando al trenzado.
Deia se dejó abrazar por el japonés y cerró los ojos, realmente estaba cansado, no sólo el largo viaje lo había agotado, nunca había montado tanto tiempo a caballo, cuando era príncipe y luego Faraón, siempre tuvo un auriga que conducía su carro, y eso de tener que usar sus poderes síquicos para algo que nunca estuvo preparado para hacer, era peor, su cerebro lo sentía como si fuera un limón exprimido.
- No debiste dejar que te forzaran a leerles el futuro - le dijo Quatre preocupado por la salud de su amigo - debiste rechazarlos, inventar algo que los asustara o algo parecido para que no insistieran.
- Lo sé, pero las visiones me llegaban y debía sacarlas de mi cabeza o me iban a volver loco.
- ¿Más de lo que ya estás? - le dijo Wufei y recibió una mirada furiosa de parte de Heero - lo siento.
- Mejor no discutamos eso - dijo Trowa tratando de calmar el ambiente - mejor descansemos, aún no vemos la manera de llegar a nuestro destino.
- Yo lo único que deseo es descansar - dijo el trenzado poniéndose de pie - quiero dormir un poco.
- Pues después de haber dormido cien años, no deberías cansarte así.
- ¡Wufei! - lo regañó Heero molesto y este se escondió detrás de Trowa.

El lugar al que llegaron al otro lado en muchos siglos después se convertiría en Estambul, Turquía, sin embargo, en esos momentos no era más que una pequeña caleta de pescadores. Deia se apoyaba en el hombro de Heero, seguía agotado, pero sintió que algo venía a su mente, trató de controlarlo cerrando los ojos y al final dijo lo que sabía en voz bajísima para que nadie lo escuchara. Heero lo miró y lo atrajo hacia él, tratando de hacer que se relajara.
- Debemos cambiar el dinero mientras viajamos al sur - dijo Heero - de otra manera no tendremos con que comer.
- Pues hagámoslo luego, yo tengo hambre - dijo Wufei.
- Despertó una piraña.
- No molestes, Winner - le dijo entre dientes.
- Yo te secundo - dijo Trowa - estando a bordo no se me antojó probar bocado, ya me veía asomándome a la borda a vaciar el estómago y que alguien me empujaba para así quedarse con Quatre.
- Ay, Trowa - se rió este - venga, de seguro hay un mercado dónde cambiar el dinero y alguna posada donde comer y que nadie nos moleste.
- Siempre y cuando el trenzado no se ponga a hacer profecías de cuanto se ñe cruce por delante.
- ¿Por qué eres tan ofensivo con Deia? - le reclamó Heero - él ya te dijo que no es intencional y que no puede evitarlo.
- No importa, Heero - le dijo este - yo no le hago caso.
- Pero me molesta que lo haga.

Día tras día avanzaban al desierto santo, al desierto de Neguev tratando de evitar las tribus del pueblo de Israel que ahí habitaban ya que, como venían de imperio egipcio, querían evitarse problemas. Quatre había conseguido un excelente precio por los brazaletes de Deia y con el dinero había comprado todo lo necesario para cruzar el desierto hasta el monte donde le fueron entregadas las tablas de la Ley a Moisés, el Monte Sinaí, al otro lado del reino de Judá o Judea.
- ¿Has calculado la época en que estamos? - le dijo Wufei a Heero.
- Si, no hace muchos años ha muerto el rey Salomón y el reino se ha dividido, el rey de las tierras del norte es Jeroboam que volvió de Egipto hace algunos años cuando supo que el rey murió y en el del sur reina Roboam, hijo de Salomón.
- ¿Por qué viene un rey desde mis tierras?
- Salomón se salió del pacto que Dios hizo con él y tuvo relaciones con muchas mujeres de otras naciones que lo desviaron y lo hicieron adorar otros dioses, levantar otros templos y serle infiel a su Dios. Yahvé se enfadó mucho y le dejó a su hijo sólo una de las doce tribus y la ciudad Santa, Jerusalén, las otras están al servicio de Jeroboam. Salomón supo de esto antes de morir e intentó matarlo, por eso él huyó a Egipto. Creo que es casi un presagio de lo que le pasaría a Jesús dentro de nueve siglos, cuando Herodes quiso matarlo para que no se convirtiera en rey, sus padres también se lo llevaron a Egipto.
- Muchos acontecimientos del antiguo testamento se repiten en Cristo - agregó Trowa - su vida está marcada por acontecimientos antiguos.
- San Mateo lo menciona, "Porque así lo escribió el profeta" - dijo Heero.
- "Aquí es el lugar, mis jóvenes guerreros" - les dijo una voz ronca - "suban, pero quítense los zapatos, este es un lugar sagrado"
Sin dudarlo, Quatre se los quitó y comenzó a subir, los demás lo miraron, se miraron entre ellos y lo imitaron. Arriba había una nube oscura que los ocultaba de las miradas curiosas.
- Señor, aquí nos tienes, tenemos las cinco espadas de San Miguel como nos ordenaste y las traemos para unirlas.
- Lo sé, Heero, ustedes han viajado hasta aquí con ese único propósito y deben saber que tan pronto ella esté completa regresaran a su mundo y deberán elegir el camino que quieren recorrer.
- Perdone, Padre Santo - dijo Wufei - pero ¿a qué se refiere con eso? ¿Cuáles caminos?
- Ya comprenderán, hijos míos - les dijo con suavidad - ahora sólo deben completar su misión. Adelante.
Heero avanzó en silencio hasta donde había una roca con un agujero en el centro y enterró su espada.
- El valor que debemos tener para enfrentar el mal, tanto el del enemigo como el propio - dijo soltándola.
- La fuerza para cumplir las misiones encomendadas y no dejarse caer en la tentación que nos presenta el enemigo - dijo Trowa enterrando la espada junto a la de Heero.
- La justicia para equilibrar nuestros actos y valorar los acontecimientos en forma correcta - dijo Wufei imitándolos.
- Amistad para superar los problemas, ayudándonos los unos a los otros sin importar lo que piensen los extraños sobre nosotros - dijo Deia e hizo lo mismo que los demás.
- El Corazón para actuar con amor, porque sólo él puede salvar tu alma de la perdición eterna - dijo Quatre y también enterró su espada.
Una luz enorme rodeó las cinco espadas y los cinco se tomaron de la mano poniéndose en circulo alrededor de la Espada de San Miguel. Cerraron los ojos y en un pestañeo estaban en el mismo lugar, pero había algo diferente, detrás de ellos estaban sus guerreros y una legión enorme de ángeles junto con San Miguel que se acercó a ellos.
- Misión cumplida - le dijo Heero saliendo de su estupor haciéndose a un lado para que el general cogiera su espada.
- Siempre hemos sabido que son muy capaces - le sonrió el arcángel - ahora es su decisión, pueden pelear junto con mis tropas o ir al paraíso a esperar el desenlace, aunque creo que saben muy bien lo que va a acontecer.
- Yo quiero luchar - dijo Wufei y se subió a Nataku - no soy del tipo que se queda a esperar que las cosas pasen.
- Yo también - dijo Trowa - perdóname, Quatre, pero nunca he sido del tipo que se queda de brazos cruzados.
- Yo también voy - dijo Heero.
- Si tú vas, yo también - dijo Deia.
- No nos queda más que unirnos a las fuerzas celestiales - aceptó Quatre - así terminaremos pronto con ellos y podremos estar para siempre en paz y los cuatro se subieron a sus guerreros imitando al joven chino.

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Continuará...

¿Cuál será el nuevo camino que han de recorrer? Sépanlo en el último capítulo de esta saga, a la misma hora y por el mismo canal.

Shio Chang. (sin comentarios, los dejo para el final)

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