Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mío para siempre por Novata

[Reviews - 51]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 

Los personajes de Slam Dunk Y Slam Dunk no son míos, pertenecen a su autor, Inoue

Es un fic yaoi y no tiene nada que ver con la trama original del manga, solo utilizo a mis personajes favoritos!

Dialogo: -"...."

Pensamiento: "..."

 

-"¡Qué guapo es!", susurró Haruko a su amiga Kaori mientras se ayudaban con los estiramientos. "Todavía no me puedo creer que tengamos a Rukawa Kaede como profesor de deporte."

-"Sí, nos ha tocado la lotería.", le respondió su amiga un poco sarcástica.

Haruko percibió el tono seco  y no pudo evitar extrañarse.

-"¿Qué no te cae bien?... ¡No! ¡¿Te parece feo?! Sabía que eras rara, pero no tanto..."

-"Nooo tonta... Sí que es atractivo pero me cae mal... ¿Cómo es posible que me haya suspendido en hándbol?! ¡A mí, la mejor jugadora del mundo!"

-"¡Shhhh! ¡Te puede oír!"

-"Hm... Me da igual."

-"Bueno... Seguramente te suspendió por que no pasas la pelota al resto del equipo, como siempre", le respondió Haruko irónicamente.

-"¡Serás xjxjnsuh!"

"Dios,  ¿por qué tengo que soportar esto?", pensé mientras hacía caso omiso a las dos chiquillas que estaban hablando a mis espaldas.

Había empezado a dar clases hacia tan solo una semana. Como me había incorporado a la mitad del curso escolar, me sentía un poco intimidado por los alumnos. Además era la época de exámenes y tenía que familiarizarme con bastantes cosas lo antes posible.

En general, cada promoción tenía pocos alumnos, pero la que más me ponía la vida imposible era la de los quinceañeros, unos jóvenes con edades difíciles. Todo eso de la adolescencia, las hormonas... Buf, era difícil lidiar con ellos. Vamos, que uno tenía que armarse de paciencia para poder tratar con ellos como seres civilizados.

Y eran unos campeones en inventar rumores, pero no me importaban demasiado; eran rumores inofensivos y estaba ya más que acostumbrado a ello.

Además de lidiar con aquellos críos, debía adaptarme al nuevo entorno puesto que era la  primera vez que ejercía de profesor y tuve que cambiar varios aspectos para poder hacerlo. Me  avisó el director de la escuela el otro día diciéndome:

- "Necesitamos profesores comunicativos, cercanos a los alumnos, que entiendan sus problemas y necesidades... ¿Me entiende señor Rukawa?

-"Sí", le contesté.

-"¿Qué es lo que le estoy  pidiendo?"

-"Que sea más comunicativo..."

-"¿Y eso significa?"

-"Que hable más."

-"Bien, creo que ya nos vamos entendiendo. No me malinterprete, pero su fama le delata. Sé que es un hombre de pocas palabras, pero para ser profesor, necesita tener un poco de labia... No tenga miedo de gastar saliva", me dijo finalmente bromeando.

Forcé una sonrisa para dejarle entender que me había gustado la susodicha broma pero en el fondo solo tenía ganas de retorcerle los enormes mofletes de su cara y hacerle callar.

 -"¡Profe!", llamó una voz chillona.

Me giré y vi a una alumna de baja estatura, con unas gafas que oscilaban peligrosamente de su nariz y que estaban en constante peligro de estrellarse contra el suelo. Llevaba entre sus delgados brazos un enorme cesto repleto de pelotas de hándbol. No me acordaba de su nombre.

-"¿Dónde lo dejo?", me preguntó a duras penas señalando el cesto con la cabeza.

-"Déjamelo a mí. Ya lo guardaré.", le contesté.

La liberé del peso muerto y ella agradecida, suspiró profundamente.

-"¡Bien! Es todo por hoy, nos vemos el lunes.", dije dirigiéndome a los alumnos al acabar los estiramientos.

Los chicos empezaron a jugar dándose golpecitos y persiguiéndose unos a otros por toda la pista de recreo mientras que las chicas me observaban e iban formando grupitos de cuchicheo.

Una de ellas, la que no paraba de hablar durante clase, Haruko creo que se llamaba, me dijo antes de adentrarse al vestuario:

-"¡Qué tenga un muy buen fin de semana!"

Le miré a los ojos y le hice un ligero gesto de cabeza en agradecimiento. Se puso rojo como un tomate y se fue corriendo al vestuario arrastrando con ella a una chica morena que parecía fastidiada.

 

*******************************************************************************************

 

"¡Por fin libre!", pensé mientras dejaba la bolsa de deporte en el maletero.

Solo llevaba una semana en la escuela pero se me hizo eterno. Y aquel primer fin de semana de libertad me pareció de lo más glorioso.  Bueno...Tiendo a exagerar cuando digo que me pareció una semana larguísima pero en realidad no lo había tenido tan difícil. Fue bastante... mmm, divertida y una agradable experiencia. Aunque los niños fueran muy revoltosos y desesperantes casi todos estaban dispuestos a aprender  y a escuchar al maestro. Tampoco me molestaría tanto si llegará el lunes antes de tiempo.

No tenía planes para aquel primer fin de semana, pero aquel viernes me pensaba pedir una pizza, ver una película e ir a la cama.

Era ya de noche cuando llegué a casa. Cogí el anuario que me enviaron por correo y busqué una pizzería cualquiera.

No era muy cocinero, la mayoría de las veces, cuando era jugador de baloncesto, me preparaban la comida y las únicas veces que pisaba la cocina era para utilizar el microondas.

Por fin encontré la letra p y me sorprendí al comprobar que solo había cuatro pizzerías de los cuales dos disponían de servicio a domicilio. Llamé a la primera y solicité dos pizzas de queso. El chico que me atendió me dijo que en media hora me las iban a traer y aproveché ese tiempo para pegarme una ducha pues había venido directamente del colegio y estaba bastante sudado después de correr con los niños.

Y como me había prometido el chico, media hora más tarde tocaron a la puerta. No me dio tiempo de cambiarme, justo acababa de salir de la ducha y llevaba solo un albornoz y una toalla encima de la cabeza. Cogí la billetera y me dirigí a la puerta. Al abrirla me topé con él, el pelirrojo de la última vez. En el brazo izquierdo llevaba un casco y en el otro las dos pizzas que había pedido. Parecía tan sorprendido como yo al ver quien era yo y estaba tan pasmado como él al ver que era él el repartidor. "¡Otra vez! Qué mala suerte la mía...", pensé en mi fuero interior.

-"Eres tú...", me dijo con una sonrisa de par en par. "Hana-chan volvió a la cancha todos los días pero no te ha encontrado."

-"Mmm... Sí, no suelo ir. Estoy ocupado.", le dije sacando dinero de la billetera para echarle de allí lo antes posible. "¿Cuánto te debo?"

-"Como Hana-chan no sabía que eras tú, te regala las pizzas.", me dijo mientras empezaba  a mecer el casco de un lado para otro y reirse por lo bajo.

-"No tienes por qué hacerlo, además ya tengo el dinero aquí.", le dije mientras le cogía las pizzas y le depositaba el dinero en la mano. "Bueno, adiós."

Cerré la puerta con fuerza pero no conseguí hacerlo, chocó contra algo y acto seguido se oyó un grito desgarrador que provenía del pelirrojo. Baje la mirada para ver contra qué había dado la puerta... El muy imbécil había puesto el pie en la ranura de la puerta.

 

-"¿Pero por qué has puesto el pie allí?", le espeté furioso.

Él no me respondió, dejó caer el casco y unas gruesas lágrimas empezaron a saltar de sus ojos.

-"Duele, duele mucho.", gimió y se agachó para agarrarse el pie.

Le miré irritado, deposité las pizzas en el mostrador que estaba junto a la puerta. Le recogí el casco y le forcé a levantarse.

-"Venga, levántate. Te ayudaré a poner hielo."

Se levantó enseguida, las lágrimas habían dejado de fluir e intentó sonreírme pero le era  difícil, la mueca de dolor no abandonaba sus facciones.

-"Lo siento. Hana-chan no quería molestarte."

-"Déjalo, también en parte es culpa mía. Miraremos ese pie a ver si está bien.", le dije mientras le ayudaba a sentarse en el sofá del salón. "Quítate la bamba, voy a buscar hielo."

-"Sí jejejeje", me respondió sonriendo y aspirando los mocos del llanto.

Me dirigí primero al baño para recoger un spray antiinflamatorio y luego a la cocina, para poner unos cuantos hielos en una bolsa. Tenía pensado ponerlo todo en el pie para que se marchara lo antes posible.

Cuando volví al salón lo encontré sentando en el sofá donde lo había dejado con la única excepción de que había quitado las bambas como le había pedido pero también los pantalones. Solo llevaba la camisa rojo de repartidor de pizza y unos bóxer blancos. Me sorprendí y le iba a decir algo pero me calle la boca al ver varias magulladuras esparcidas por sus piernas.

 

-"Bueno, vamos a ver este pie.", le dije mientras me agachaba y levantaba su pierna para ponerla encima de mi rodilla.

Lo tenía un poco inflado y rojizo. Le apliqué el hielo y soltó unos cuantos quejidos.

-"¿Mejor?", le pregunté un poco preocupado por hacerle daño.

-"Síiii.", me contestó y de golpe empezó a aplaudir y reírse a carcajadas.

Me cayó una gota de lo absurdo de la situación. Seguí aplicándole el hielo en silencio pero no pude reprimir mi curiosidad. Observé detenidamente los moretones de sus piernas; unos parecían más recientes que otros y algunos tenían un color tan oscuro que parecía que no iban a sanar nunca. Sin darme cuenta rocé delicadamente un moretón que estaba situado en su muslo derecho. Estaba bastante morado y parecía que todavía dolía.

 

-"Mmmm...", el suave suspiro del pelirrojo me arrancó de mi ensoñación.

Quité la mano un poco bruscamente, me quedé perplejo de que yo, Rukawa Kaede, me haya atrevido a tocar a aquel chico con tanta familiaridad y en una parte tan íntima.

Aparte su pierna e intenté levantarme del suelo pero el pelirrojo me sujetó del brazo fuertemente.

Levanté la mirada y le encaré fríamente como desafiándole a cuestionarme. Él sostuvo una mirada confusa, como si intentara entender la situación. Abrió la boca varias veces como si fuera a decir algo y de repente empezó a llorar como un niño pequeño. "¿Y ahora qué?", pensé un poco exasperado.

 

-"Todavía le duelen a Hana-chan.", me dijo después de liberarme de su agarre y secarse como podía las lágrimas que se derramaban sin parar.

-"¿Los moratones?

-"..."

-"¿Quién te ha hecho esto?", le pregunté, pero ya podía imaginar quien muy posiblemente podía ser el culpable.

-"Mi... Mi mamá...", me contestó entrecortadamente y escondiendo su cara entre sus manos. "Pero castiga a Hana-chan porque se comporta mal y comete errores."

Cuando me dijo aquello, ya no sabía cómo coger la conversación. Siempre evitaba las largas conversaciones sobre todo aquellas relativas a los sentimientos o a situaciones complejas como aquella. No por el hecho de que no me importara pero porque no sabía cómo reconfortar a una persona en su situación. Era poco hábil  y esa poco falta de tacto siempre me traía problemas.

 

-"¿Quieres comer un trozo de pizza?, le dije al fin como para evitar algún desastroso desencadenamiento.

Se quitó las manos de la cara y me miró con sus ojos llorosos y la nariz rojo. Un pensamiento un poco espeluznante atravesó mi mente en este mismo instante: "me pareció muy mono y adorable". Sacudí la cabeza internamente y me levanté rápidamente sin esperar su respuesta. Recogí las pizzas que todavía estaban en el mostrador al lado de la puerta y las llevé a la cocina para disponerlas en platos. Me quedé quieto un buen rato para intentar tranquilizar mi desbocado corazón y comprender aquella situación. Pero seguí confuso y ya no me urgía tanto que se fuera de mi casa...

Finalmente, con todo dispuesto y listo, me giré para llevarlas al salón pero me topé de bruces con el pelirrojo que estaba junto a la puerta, y del susto casi dejaba caer la comida.

-"No te oí entrar...", le dije intentando recuperar el aliento.

-"Hana-chan quería ayudarte a preparar la cena...", me contestó mientras se sujetaba a la puerta y mantenía el pie herido levantado.

-"No hace falta, no tienes que moverte... ¿Te ayudo a regresar al salón?", le pregunté al ver como a duras penas se podía mover.

Me contestó que sí y acto seguido dejé los platos en la encimera, me aproximé a él, me rodeó los hombros con su brazo y le cogí por la cintura para que pudiera mantener el equilibrio.

Ahora, me daba cuenta realmente de su altura. En realidad, era un poco más alto que yo pero era apenas perceptible. Con mi brazo, noté el tacto duro de sus músculos; era evidente que se cuidaba. No pude evitar sentir su olor corporal, tenía un olor bastante agradable...Olía como a lima, un olor bastante... apetecible... "¡Mierda Kaede! Deja de pensar en eso y concéntrate en echarlo lo más rápido posible.", pensé intentando recuperar mi cordura. Pero era difícil hacerlo teniendo en cuenta que respiraba en mi oreja y que aquel simple movimiento me producía escalofríos placenteros.

Di unos cuantos pasos, intentó hacer lo mismo pero cojeando, eché un vistazo rápido a su pie, parecía cada vez más hinchado y pensé en aplicarle más hielo.

Apresuré el paso para llegar rápido al sofá, me hacía sentir incómodo y despertaba en mí sensaciones que nunca creía haber tenido. Empezaba a tener calor y el grueso albornoz no me ayudaba en  lo más mínimo. Lo dejé finalmente en el sofá, le dije que esperara allí un momento porque iba a traer la cena. Me apresuré en traerla antes de que aquel misterioso pelirrojo se las ingeniara para hacer alguna tontería. Pero se estuvo quieto.

 

-"Sírvete.", le dije mientras depositaba los platos en la mesa baja y me sentaba a su lado. "Pero espera, antes te voy a poner esto en el pie.".

Le eché el spray y le puse una venda. Carraspeó un momento a causa de la fría sensación pero rápidamente dejó de prestar atención al empezar a devorar la pizza.

La cena transcurrió en silencio y me era muy difícil tragar la comida porque su presencia me estaba turbando. No entendía lo que estaba pasando; me sentía muy confuso a causa de su presencia.

-"Hana-chan quiere beber.", soltó de repente mirándome a los ojos. Tenía toda la  boca pringada de tomate rojo y mozarela y no pude evitar sonreír.

-"¿Qué quiere beber?"

-"¿Tienes cerveza?"

Lo miré un poco escéptico y le pregunté su edad aun sabiendo que seguramente era mayor de edad.

-"¡Hana-chan tiene 24 años!", me respondió ultrajado como si le hubiera insultado.

-"Vale, vale. Solo quería confirmarlo", le respondí al levantarme del sofá.

 

******************************************************************************

 

Transcurrieron las horas sin casi darme cuenta, eché un vistazo rápido al reloj y eran casi las 12 de la noche. Era muy tarde pero el pelirrojo seguía allí, sentado a mi lado en el gran sofá y bebiendo su enésima cerveza. Yo paré de beber mucho antes cuando noté que me sentía un  poco alegre.

 

Carraspeé un poco la garganta y le dije que ya era hora de que volviera a su casa y que si hacía falta lo llevaba en coche. Me miró haciendo un puchero como diciéndome que no se quería ir pero yo no estaba dispuesto a dejarle pasar la noche en mi casa.

Le quité la cerveza de la mano y la deposité en la mesa. Me levanté y me puse frente a él. Me miraba todavía sentado con un puchero. Soplé cansado al ver que no hacía ningún ademán de levantarse. Le cogí  de los brazos para ayudarle a levantarse pero de repente se escabulló de mis manos, me cogió de los brazos y estiró con fuerza hacia él. Caí de bruces sobre su cuerpo, me rodeó la cintura con sus brazos para dificultarme el movimiento... Mi cara estaba a pocos centímetros de la suya.

 

-"¿Qu...Qué haces?", le pregunté intentando apartarme de su agarre.

 

No me contestó pero colocó su mano en mi mejilla y la fue deslizando suavemente hasta mi cuello. Me acarició muy lentamente como si estuviera esperando ver mi reacción. Y la reacción que tenía era de absoluto asombro. Le miré fijamente con expresión estupefacta y me devolvió una mirada tierna pero también...lujuriosa.

El espacio entre nuestros labios se iba reduciendo peligrosamente hasta rozarse.  Restregó lentamente sus labios contra los míos como si estuviera examinando su textura. No tardó mucho en sacar la lengua e intentar penetrar en mi boca pero todavía estaba intentando recuperar la cordura y no le permitía el acceso hasta que de repente empezó a palparme las nalgas y de la sorpresa solté un gemido indeseado. Aprovechó la oportunidad para deslizar su lengua y juguetear con la mía. En aquel instante parecía que iba a perder la poca cordura que me quedaba pero sin avisar me desprendí de él cuando empezó a restregarse contra mi entrepierna.

 

Como si despertara de un sueño respiré aliviado al separarme de él y sobre todo al tener lejos aquella cosa dura que se frotaba contra mí.

 

-"Tienes que irte...", conseguí decirle entrecortadamente. "Tu madre se estará preocupando."

Se levantó como una flecha ante la mención de su progenitora. Parecía que le hubiera despertado con un jarro de agua fría y recogió nerviosamente los pantalones para ponérselos.

Apenas nos dirigimos la palabra pero antes de irse aquella noche, consiguió sonsacarme el nombre y el número teléfono y para mi sorpresa me plantó un sonoro beso en los labios como despedida y prometiéndome que me iba a llamar aquella misma mañana.

No había podido reaccionar en ningún momento. Estaba todavía en estado de shock...


TBC


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).