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MÍO por Orseth

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            Al día siguiente, cuando Harry bajo a la cocina, Draco ya estaba ahí, vestido  con sus Convers rojos, jeans negros y una chaqueta de algodón roja con capucha; él por su lado iba vestido  con zapatos deportivos, jeans azules, camiseta blanca y una gastada chaqueta de piel negra.

            En cuanto terminaron con el último sorbo de café, Draco se levantó impaciente.

            -¿Nos vamos?

            -¿Puedo al menos lavarme los dientes?

            -¡Diablos, es cierto!... bueno, vamos rápido –exclamó saliendo de prisa de la cocina.

            -Creo que nunca había visto al señor Malfoy así de animado –dijo Tombo recogiendo los platos.

            -Yo tampoco.

            -Me da gusto, ya no esta tan delgado.

            Diez minutos después, Draco entraba a la chimenea seguido de Harry para salir en una chimenea de una lavandería muggle de un squib; después se aparicionaron a otro lugar.

            -¿Dónde estamos? –preguntó Draco viendo a su alrededor una campiña, arboles y un viejo cobertizo.

            -En el sudeste del país –respondio Harry sacando su varita para poder abrirlo- para ser exacto en Chiltren Hill.

            -¡Ah! Conozco estos rumbos, en las colinas de Cotswold Hill hay un hotel para magos y volar sobre estas campiñas es genial… bueno, lo era –dijo viendo a Harry entrar al cobertizo y salir rodando una motocicleta pintada de rojo y negro.

            -Me gusta practicar el Café Racer.

            -¿Qué es eso?

            -Es un estilo de motociclismo muy popular en los años 50´s en donde se hacían carreras de un café a otro o en lo que duraba una canción, para eso modificaban las motocicletas para hacerlas más veloces y agiles.

            -¿Y tu modificaste la tuya? –preguntó con mucha curiosidad.

            -Ajá, la mía es una Royal Enfield, modifiqué el tanque y el manubrio; cambié el chasis y las estriberas, quedó muy ligera, la transformé en una verdadera Café Racer –concluyó Harry desbordando orgullo por todos los poros.

            ¿Chasis? ¿estriberas?... Draco sintió que le hablaba en chino, lo que si le quedó más que claro es que Harry parecía un padre presenciando la graduación de su hijo.

            -Aun me falta una que otra cosa, pero no he tenido tiempo.

            -¿Quieres decir que todo lo has hecho al mero estilo muggle?- exclamó Draco sorprendido.

            -¡Pues claro! –respondió dejando la motocicleta a un lado de Draco y regresando al cobertizo.

            -¿Y no sería más fácil hacerlo con un hechizo?

            -¿Y dónde estaría lo emocionante? –dijo regresando con un casco negro con franjas rojas en una mano y una llave de tuercas en la otra- el chiste es hacerlo con tus propias manos Malfoy.

            -Ah.

            -Toma, necesitaras un casco –dijo dándole la llave y sacando su varita transformándola en un casco idéntico al suyo.

            -El casco se ve genial pero voy a parecer una hormiga gigante ¿es muy necesario que me lo ponga?

            -No solo es necesario, sino obligatorio.

            -¿Pero puedes ver con esto? –exclamó examinándolo con cierto desagrado.

            -Si, además te acostumbras, es genial sentir el aire en el rostro, pero no es tan genial cuando te partes la cabeza si sufres un accidente.

            -mmm… pues como que no me convence –respondio girando el casco entre sus manos mirando el más mínimo detalle.

            -No quiero que te rompas la cabeza Draco, póntelo –dijo Harry colocándose el suyo.

            -Un momento ¿Por qué te lo pones tú?

            -Por las razones que ya te dije.

            -No, a lo que me refiero es ¿Qué no se supone que voy a montarla yo?

            -Pues sí, pero no habrás creído que tú solo ¿o sí? –dijo Harry quitándose el casco.

            -¿Y qué hay de malo en ello?... digo, no voy a escapar y tú lo sabes.

            -No es eso Malfoy, es que tú nunca has montado una motocicleta, no sabes manejarla.

            -Por Merlín, Potter no ha de ser la gran ciencia, solo le das vuelta a la llave y giras esas cositas con las manos ¿Dónde está lo complicado?

            -Es igual que aprender a volar, no es solo  cuestión de poner el culo en la escoba y ya, hay que aprender a hacerlo ¿de casualidad te acuerdas cuando le robaste su recordadora a Neville en primer año?

            -No.

            -Claro –respondio Harry alzando una ceja- pues para que recuerdes, te diré que se rompió un brazo al caer de varios metros de altura, así que…

            -De acuerdo, de acuerdo… -interrumpió rodando los ojos y poniéndose el casco- ya entendí.

            -Bien –dijo colocándose de nuevo el suyo viendo como Draco batallaba con la correa- deja, te ayudo.

            Draco torció la boca sintiéndose un inútil cuando Harry le bajó el visor y comenzó a asegurar el casco, entonces se le ocurrió mirar al frente para encontrarse con los ojos verdes del moreno, quien los tenía un poco entrecerrados en un gesto de concentración.

            -Listo –dijo Harry mirándolo directamente.

            -Gracias –respondio apartando la vista rápidamente sintiéndose acalorado de repente.

            -Ya tengo colocados varios hechizos a lo largo del camino… -exclamó Harry rodando la motocicleta por un sendero- para que cuando yo llegue aquí, automáticamente se activen y alejen a los muggles.

            Draco lo siguió en silencio hasta la carretera, ya ahí Harry se montó bajando su visor.

            -Siéntate atrás de mí y sujétate  fuerte de mi cintura–dijo sacando la llave de su bolsillo y encendiendo la maquina.

            Draco se montó atrás de él sintiéndose incomodo ante la cercanía de Harry, por lo que solo atinó a colocar sus manos en sus propios muslos.

            Harry encendió la maquina dándose cuenta de la cerrazón del rubio ante sus consejos de seguridad.

            -Bien Malfoy, creo que necesitas una pequeña lección –pensó sonriendo con  malicia.

            Y sin decir “agua va”  aceleró de repente haciendo que Draco se fuera de espaldas cayendo de culo en el pavimento.

            -¡Ay!... ¡hijo de puta!... –gimio despatarrado en el suelo mientras Harry se detenía y giraba la cabeza.

            -Te dije que te sujetaras, eso te pasa por necio.

            Sintiendo su humanidad adolorida, pero sobre todo su orgullo, Draco se levantó sacudiéndose el trasero para después volverse a montar, esta vez rodeando la cintura de Harry con sus brazos.

            -¿Listo? –preguntó el moreno en voz alta para hacerse oír.

            -¡Sí!

            -Bien.

            Los primeros cinco kilómetros Draco se había puesto nervioso sin querer admitirlo, por eso había abrazado a Harry con más fuerza de la necesaria, pero conforme las ruedas devoraban kilómetros, fue relajándose poco a poco al grado de aflojar los brazos y mirar el paisaje que velozmente se deslizaba ante sus ojos.

            La vibración es sus piernas, en su cuerpo… la tensión de Harry al dar una curva… la pesadez de la máquina que respondía al auror como su fuese una extensión de su cuerpo… sonrió feliz por experimentar tal sensación, eso no era como montar un escoba… ¡era mucho mejor que montar una escoba! Sintió a Harry acelerar haciendo que a su vez se acelerara también su pulso, por lo que volvió a apretar su agarre; se imaginó lo maravilloso que sería quitarse el casco y sentir el viento en la cara, como cuando volaba en la escoba; pero de forma involuntaria también imaginó el rollo mareador que Harry le soltaría teniendo como castigo final, nunca más volver a montar la motocicleta.

            Cuando finalmente se detuvieron, sintió como si hubiese hecho una pausa en el tiempo, por lo que se quedó unos instantes muy quieto sin soltar a Harry, hasta que por fin aflojó sus brazos sintiendo hormiguear todo el cuerpo; sin desmontar Harry se quitó el casco girando el rostro para verlo.

            -¿Y bien?

            Draco parpadeó un par de veces antes de hacer “clic” con la realidad.

            -¡Oh! –exclamó llevándose las manos a la correa intentando desabrocharlo inútilmente- rayos…

            -Bájate, yo te ayudo.

            Sintiendo las piernas de gelatina, Draco se quedó quieto cuando Harry, después de bajarse y dejar su propio casco en el asiento de la moto, comenzó a quitarle el suyo.

            -Es cuestión de practica –dijo el moreno oprimiendo el broche.

            -Potter… -musitó Draco quitándose el casco dejando ver unas mejillas arreboladas  y un par de ojos grises abiertos como platos.

            -¿Qué pasó?

            -¡Oh Potter!... –repitió mirándolo fijamente al tiempo que abrazaba el casco- es… es…

            -¿Es?... –inquirió Harry instándolo a completar la frase.

            -¡Es fantástico! ¡Es genial!... ¡es… es…!

            -¿Mejor que la escoba? –completó divertido al ver a Draco al borde del colapso.

            -¡Sí, mejor que la escoba!

            -Yo diría que cada uno tiene lo suyo.

            -Si, pero con la escoba no se siente tal poder en el cuerpo, una escoba no pesa ni la decima parte de una motocicleta.

            -Bueno, eso sí… -dijo Harry dándole la espalda para mirar el paisaje que se extendía ante ellos- este es uno de mis lugares favoritos.

            Draco observó la interminable extensión de verdes colinas pobladas de arboles, cuyas ramas se mecían al arrullo del viento.

            -Es hermoso –dijo dejándose envolver por la paz reinante del solitario lugar- y pacifico.

            -Exacto, esa es la palabra –exclamó Harry aspirando profundamente el aire campestre.

            Por unos momentos Draco permaneció en silencio para respetar la contemplación de Harry, pero estaba demasiado excitado como para resistir quedándose quieto ahí, reflexionando sobre los misterios de la vida y la inmortalidad del cangrejo.

            -Bueno ¿ahora si ya puedo?

            -¿mmm? ¿Ya puedes qué? –preguntó Harry extasiado en el paisaje.

            -Montar la motocicleta yo solo.

            -¿¡Qué?! ¿Estás loco? –respondio viéndolo al fin.

            -Pero ya la monté contigo ¿Por qué no puedo? –Preguntó verdaderamente contrariado- solo explícame como se hace.

            -Si tanto quieres manejarla, podemos ir los dos y eso estoy siendo imprudente, pues ni eso deberías hacer –dijo Harry reuniendo toda su paciencia al ver el enorme anhelo de Draco.

            -No, yo quiero ir solo.

            -Pues entonces te friegas –exclamó molesto- parece que estoy hablando con un berrinchudo niño de cinco años que no entiende que cuando digo no, es no ¿acaso hablo en chino o qué?

            -Juro que nunca más te vuelvo a pedir nada –respondio sin amilanarse.

            -Ajá, si claro.

            -Lo juro Potter.

            -No jures nada, eso dijiste la última vez.

            -Pero esta vez es cierto.

            -¿Entonces la otra no lo era?

            -Si lo era.

            -Pues ya te dije… o los dos o te quedas con las ganas, no voy a dejar mi motocicleta en manos de un inexperto.

            -Yo pensé que te importaba mi integridad física –protestó frunciendo el ceño.

            -Si te partes la cabeza sería por idiota, en cambio mi motocicleta sería una inocente victima de las circunstancias.

            -Pero puedes repararla con tu varita.

            -Si de algo me enorgullezco es de no haber usado un miligramo de magia en ella y no voy a empezar ahora.

            Draco resopló dándole la espalda y alejándose unos momentos; Harry notó como apretaba la mandíbula y suspiró sintiéndose culpable sin poder evitarlo.

            -Mira Malfoy, si eres paciente, tal vez después puedas hacerlo solo.

            -¿En serio? –respondio girándose.

            -Sí, pero no ahora, ni siquiera sabes echarla a andar, comprenderás que no puedo soltártela así como así.

            -Pues sí, eso es cierto… -reconoció a duras penas- me doy cuenta de que la aprecias mucho, es solo que… bueno, me dejé llevar.

            -Ya me di cuenta.

            -¿De verdad hay posibilidades de que me dejes montarla solo? –preguntó suspicaz.

            -Pues créeme que no muero de ganas, pero das la impresión de que te han negado un trasplante de corazón.

            Ante esa declaración, Draco sonrió ya con la certeza de que aun sin saber cuándo, podría montarla él solo.

            -Bien, esperaré, ¿pero ahora podemos hacerlo de nuevo?... conmigo adelante por supuesto.

            Harry suspiró mientras rodada los ojos.

            -De acuerdo, ven te explicaré como se hace, aunque iremos muy, muy despacio.

            Un par de minutos después de haber recibido una  breve instrucción, Draco se montó en la moto seguido de Harry; ni siquiera había reparado en su cercanía hasta que el auror pasó sus brazos por su cintura, fue entonces que percibió de lleno el calor de las piernas abiertas a cada lado de sus muslos y el calor de su pecho en su espalda.

            -Bien, ahora hazlo poco a poco… -dijo Harry hablando un poco fuerte para hacerse oír por encima del casco- ¿Malfoy?

            -¿Eh?... ¡ah, sí!

            -¿Nervioso?

            -No, estaba repasando mentalmente tus instrucciones –respondio poniendo en marcha la pesada máquina- ¡rayos!... –exclamó al dar unas rodadas y yéndose de lado.

            -Tranquilo, de todos modos no dejaría que mi hermosura tocara el suelo –dijo Harry poniendo los pies en el  pavimento.

            -Gracias por cuidarme tanto, Potter.

            -No hablaba de ti, torpe.

            -¿En serio? Lástima, pensé que me tenias algo de aprecio –respondió animándose a bromear para aminorar la tensión y nervios que de repente lo habían invadido.

            -Yo creo que necesitas comenzar por lo básico –dijo Harry bajándose.

            -¡Espera, no te bajes! ¿Acaso ya no lo haremos?

            -Contigo adelante no, no sabes mantener el equilibrio –respondio poniendo el soporte principal.

            Draco suspiró sin bajarse y sin quitarse el casco, solo mirando hacia la carretera que prácticamente le enseñaba la lengua.

            -Bueno… -dijo al fin bajándose- disfruté mucho esto, hacía tanto tiempo que no salía… gracias Potter- Harry lo vio soltarse el casco ya casi sin ningún problema- mira, ya le agarré el truco.

            -¿Quieres que la corramos de nuevo? –dijo Harry sintiendo pesar al verlo tan resignado.

            -Claro, el día está muy bueno como para regresar ya a la casa.

            Un par de horas más tarde, Harry guardaba la motocicleta en el cobertizo.

            -Bueno, por hoy estuvo bien.

            -¿Ya vamos a regresar?... ¿Por qué no comemos fuera? No quiero regresar aun.

            -Pues…

            -¡Oh vamos Potter! Si ya estamos afuera ¿Qué más da? Conozco unos restaurantes muy buenos por aquí.

            -De acuerdo, pero no iremos a esos restaurantes,

            -¿Entonces a donde? –Exclamó contrariado- no quiero ir a ninguno de esos lugares favoritos tuyos de comida rápida en donde sirven veneno a la carta –concluyó cruzándose de brazos.

            -eee… pues no, claro que no –respondio sintiéndose pillado e intentando disimularlo.

            -Por Merlín Harry ¿acaso piensas que comer fuera es sinónimo de hamburguesas? Amplia tus horizontes por piedad.

            -De acuerdo, de acuerdo, pero no iremos a ninguno de esos restaurantes que dices.

            -Bueno, ciertamente tampoco tengo muchas ganas de que me reconozcan como tu masc… como un prisionero –corrigió intentando no darle importancia al asunto- cuando antes fui cliente preferencial… pero no quiero una hamburguesa, Potter ¡no quiero una hamburguesa!

            -¡Ay para ya! Si hubiera sabido que ibas a ponerte así de remilgoso, mejor ni venimos.

            -Ni te quejes, que bien sabes cómo soy, el hecho de que coma donde tú me llevas no implica que esos lugares me agradan, además hace tiempo que no como en un buen lugar, no seas aguafiestas y concluyamos este día de la mejor manera.

            -Con esos argumentos tan convincentes vamos corriendo a donde tú digas –respondio ceñudo.

            Draco torció la boca sabiendo que una palabras mas y caería en lo que sería una súplica, así que pateando su  amarga realidad a lo más recóndito de su cerebro, decidió entonces alzarse de hombros y comer en casa para ya no amargarse más la existencia.

            -Regresemos entonces, aun hay tiempo para que tu elfo inútil prepare algo decente.

            -¡Ah de acuerdo! –Dijo Harry rodando los ojos y alzándose de manos- vamos al Londres muggle, ahí hay buenos restaurantes.

            -No, si por mí no te preocupes, yo puedo comer en casa- replico Draco dando unos pasos hacia la carretera.

            -Ya, no seas melodramático –respondio tendiéndole la mano para hacer una aparición conjunta- regresaremos a la lavandería y de ahí tomaremos un taxi.

            -Bueno, pues ya que insistes tanto, ni hablar –dijo encogiendo los hombros y regresando a donde Harry estaba, quien tomándolo de un brazo se fueron de ahí.

 

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            Cuando tomaron un taxi, Harry le dio una dirección al taxista, el cual los llevó ahí en quince minutos.

            -Vaya, pues tiene buena pinta –concedió Draco como no queriendo la cosa.

            -No solo los restaurantes para magos son elegantes Draco, los muggles también son muy buenos.

            -Si tan buenos son ¿Cómo es que entraremos con esta pinta?

            -Porque este restaurante no es de etiqueta, podemos pasar así –respondio rodando los ojos al tiempo que empujaba la puerta de cristal seguido del rubio.

            -Buenas tardes caballeros –saludó el Maître en cuanto entraron- ¿cuentan con alguna reservación?

            -No.

            -No importa, aunque estamos un poco llenos les asignaré una buena mesa, si me hacen el favor de seguirme.

            -Gracias.

            Fueron instalados en un rincón con ventanales que daban a la calle, pero agradablemente alejados de las otras mesas, por lo que además de tener una buena vista, el ambiente era un tanto intimo.

            -Comida francesa, quien bien, hace mucho tiempo que no la disfruto –exclamó Draco abriendo la carta que el Maître les dio a cada uno.

            -¿Gustan algún vino en especial?

            Harry abrió la boca un tanto titubeante, por lo que Draco salió al paso sonriendo amablemente. 

            -Tráiganos dos copas del vino de la casa por favor.

            -Con gusto, con su permiso –respondio el hombre con una inclinación de cabeza antes de retirarse de ahí.

            -Creo que debo sacarte más seguido –dijo Draco recorriendo la carta con la vista.

            Harry en realidad se había sentido intimidado por unos segundos por Draco, pues a pesar de ser un prisionero, no dejaba de ser un snob de buena cuna, por lo que a pesar de saber que  responder, simplemente se había quedado en la luna.

            -Sabía que responder –refunfuñó al fin viendo también su carta.

            Rato después, cuando ambos disfrutaban de sus alimentos, Draco dijo:

            -¿Cuándo podremos repetir esto? Ya ves que no fue tan malo, sigues cuerdo ¿no?

            Harry le lanzó una mirada asesina mientras Draco se alzaba de hombros.

            -Vamos Harry, haces que ese tema parezca tabú, la verdad es que yo no creo mucho que digamos en esas mierdas de la psicomagia, de hecho estoy creyendo solo un poco solo porque ya no te veo tan amargado últimamente, así que no veo nada malo en salir otra vez.

            -Ya veremos.

            -Bueno, pero dime ¿Cómo voy a aprender a montar la motocicleta si nunca podré practicar? Recuerda que diste tu palabra, aun ha de valer algo… supongo.

            Harry suspiró antes de responderle, con esa manera tan suya de pedir las cosas… increíblemente lo conseguía.

            -Una bicicleta.

            -¿mmm?

            -Con una bicicleta, si aprendes a mantener el equilibrio ahí, con la motocicleta será más fácil.

            -¡Oh genial! ¿Hay alguna en casa?

            -No.

            Draco dejo caer los hombros mientras veía como Harry se reía de su reacción.

            -Que torpe eres.

            -Podemos ir a comprarla –dijo al fin el moreno limpiándose los labios con la servilleta de tela color purpura y tomaba la carta de los postres.

            -De acuerdo –respondio el rubio muy campechanamente como si el muy desvergonzado le estuviese concediendo un capricho a Harry, quien solo atinó a negar con la cabeza mientras elegía un simple pastel de chocolate con helado.

 

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            Cuando arribaron  a la casa, Draco comenzó a desenvolver el paquete que Harry había miniaturizado y que había vuelto ya a su tamaño original.

            -Desde mañana comenzaré a practicar –dijo el rubio mirando su flamante bicicleta- Harry ¿podrías extender el límite de mi dispositivo hasta el patio?

            -Si –respondio desde el sofá.

            -Genial… pero desaparece toda esta basura que me estorba –dijo refiriéndose al empaque.

            -A la orden ¿otra cosita?

            -Eso es todo.

 

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            Esa noche, Draco tardó en dormirse, pues la emoción del día le hacía dar de vueltas en la cama y la expectativa del día siguiente le hacia sonreír en medio de la oscuridad.

 

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            -¿Cómo que te vas? –exclamó contrariado al ver a Harry ya cambiado cuando bajó a desayunar al día siguiente-¿y quién me va a ayudar con la bicicleta?

            -Tu empeño –respondio abriendo la caja de donas especiales que había pedido vía lechuza.

            -Yo quiero la que tiene glaseado y tocino –dijo señalando el interior de la caja rosada- no bromees Potter, no siquiera había visto una bicicleta de verdad, solo en televisión ¿Quién me enseñará, tu elfo inútil?

            -Tombo no es un inútil, además ¿no decías que montar la motocicleta era muy fácil?... con mayor razón una bici –dijo poniendo en su platito una rosquilla con glaseado rosa bañada con nueces.

            Draco resopló contrariado, pues bien que sabía que había subestimado el aparatejo ese y que montar la bicicleta tampoco iba a ser tan fácil como aparentemente parecía.

            -De acuerdo, no es tan fácil –concedió antes de darle un mordisco a su rosquilla- ¡mmm!... ¡hacia tanto que no comprabas estas rosquillas!

            -Están muy buenas ¿no? –Dijo sonriendo mientras se chupaba un dedo- perfectas para el colesterol.

            -Ajá… ¿y entonces?

            -Tengo que comprar algunas cosas, ayer ya no pude.

            -No seas así, aunque sea solo este día, soy de rápido aprendizaje.

            -¡Uy si, sobre todo!

            -¿Qué? –preguntó indignado.

            -Tienes la cabeza más dura que una maldita piedra.

            -Eso no es cierto, pero ese no es el punto, el punto es…

            -No puedo Draco, pero Tombo puede ayudarte.

            -¿Y que tiene un mugroso elfo inútil para enseñarme? –Respondio indignado- sino querías que aprendiera, pues no me hubieras comprado nada.

            -¡Ay está bien! –exclamó alzando la cara dramáticamente.

            Draco sonrió muy ufano mientras tomaba un sorbo de café.

 

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