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Hetalia Gakuen por shudyeer

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Notas del capitulo:

Hola hola!! ahora sí aquí está el segundo capi =) espero les guste.


 

 

 

El fin de semana por fin llego para alivio de todos los estudiantes que ya ansiaban un descanso. El festival escolar estaba a punto de iniciar y todas las clases ya tenían preparadas sus atracciones.

 Este año la atracción principal estaba a cargo del consejo estudiantil que gracias a su excéntrico presidente tenía “La casa del sobreviviente” Una lujosa construcción montada en el patio principal que estaba dotada de retos, castigos  y juegos extremos. Lo que hacía a esta casa tan genial era que tenía todas las atracciones de casas que se pueden esperar en un parque de diversiones, como la casa de los espejos, los sustos, casa de rarezas en fin, de todo.

Por el grupo del 2-D no había mucho de qué preocuparse ya que Rusia había tomado el mando del café de cosplay al lado de sus amigos (léase pobres esclavos) para hacerle competencia al restaurant de comida china de Yao.

Todo iba muy bien pero Italia como siempre resulto todo un estorbo como mesero  y antes de que Iván le arrancara la cabeza prefirieron desistir de su valiosa ayuda y  también  Alemania porque asustaba a los clientes.

Del otro lado del pasillo en los salones del grupo 3-A, Yao tenía todo bajo control porque desde un inicio decidió dejar a Lovino fuera del proyecto.

 

El tesorero del consejo estudiantil revisaba una vez más, con terror y rabia,  las desmesuradas facturas por los gastos que como siempre, arbitrariamente hizo el presidente y él debía enfrentar.

Su prometida,  Elizabeta,  como siempre, estaba a su lado, perdiéndose todo el festival escolar,  ella sentía que su deber era estar al lado de prometido aunque fuera para soportar sus rabietas por los gastos absurdos de Alfred-san.

— No se preocupe Austria-sama, muy pronto todos los alumnos traerán las ganancias por sus atracciones y entonces podremos cubrir todas las cuentas adecuadamente.

— Ese Alfred es un excéntrico ¿Cómo se atreve a apostarle a ese proyecto solo porque era divertido? — Expreso Roderich completamente furioso— Ni siquiera sabe si remunerara los gastos extras ¡Nos salimos del presupuesto!

— Austria-sama, tenga un poco de paciencia.

Elizabeta tomo la mano de su prometido,  intentando tranquilizarlo le regalo una cálida sonrisa que surtió el efecto deseado, la ansiedad de Roderich desapareció por unos momentos.

— Tienes razón, no ganaré nada solo preocupándome. Haré cuentas al final del día.

Roderich tranquilizo su tono de voz y abandono su asiento, disimulando su sonrojo tomo cordialmente la mano de la chica y para sorpresa de ésta,  Roderich la invito a salir.

 Una vez que hubo aceptado la proposición tomados de la mano se dispusieron a partir pero antes de dar más de dos pasos alguien golpeo con los nudillos la puerta pidiendo permiso para entrar.

Vash Zwingli se presentó ante ellos. Los saludo con la formalidad necesaria para para solo atender los negocios.

El corazón de Roderich se apretujo por tan brusco cambio de ambiente. Siempre era igual, Vash se mostraba completamente frio y distante, actuando como si no lo conociera. Lo que más afectaba a Austria era que nunca habían explicado nada de lo que ocurrió.

Para Elizabeta esto representaba la oportunidad de que pasara algo interesante. Sin parecer molesta u obvia se disculpó y abandono el consejo estudiantil.

— Traje las facturas y el porcentaje que le corresponde al 3-C. — Dijo Vash en tono mecanizado.

Roderich no pudo ni hablar, solo se dedicó a hacer apuntes. Su mente trabajaba rápidamente  atendiendo las cuentas pero su concentración total estaba en darle vueltas una y otra vez a su antigua relación con Vash,  teniéndole enfrente el ambiente era tenso porque ninguno de los dos se atrevía a decir nada, el muro de la indiferencia era demasiado frio como para cruzarlo sin embargo los mantenía a salvo.

Roderich se daba explicaciones a sí mismo para  para asimilar que ya no había nada con el suizo. Una de sus explicaciones era que Vash se molestó porque él se comprometió con Elizabeta pero no era lo que parecía, es cierto que Roderich estaba celoso por que el rubio dejo de prestarle atención en cuanto esa chica llego a su vida y por fin acepto la propuesta de su padre con la ilusión de que la noticia se expandiera y su pareja regresara con él, total ya sabía que Elizabeta era una gran amiga. Lo que Roderich no había contemplado era que a Vash no pareció importarle en lo más mínimo y siguió su vida, dejándolo ir. Porque así fue, desde hace más de año él desapareció de la vida de Vash.

Vash tomo su comprobante y sin querer siquiera mirar al chico dio la media vuelta en el silencio lleno de miles preguntas mudas.

— ¿Hasta cuándo seguirás tratándome como a un extraño? — El corazón de Roderich lo traiciono y las palabras brotaron de su boca.

— Me retiro.

— ¿Por qué haces esto? — Insistió Austria en un intento desesperado por retenerlo. —  Siempre me evitas o me ignoras.

— No hablaré de ello.

— ¿De verdad ya no soy nada para ti?

— ¿A que vienen esas preguntas tan repentinas?

— Tú también quieres hablar, lo sé.

— ¡Tú no sabes nada! 

 Vash elevó el tono de voz, estaba muy irritado, para él este era un tema muerto y completamente prohibido. Ni él mismo se permitía esas preguntas, solo quería olvidar y seguir su vida normal.

— Sé que estas molesto por mi compromiso con Elizabeta pero tú debes de saber que yo…

— ¿Regresarías  si yo te lo pidiera? — Suiza interrumpió la confesión y por primera vez enfrentando la mirada de Austria. — No digas tonterías, esto no volvería a funcionar.

— Ya sé y lo comprendo muy bien pero no es eso lo que iba a decir. Solo tenía que decir algo. — Confeso con pena el chico castaño, por primera vez debía ser honesto con sus sentimientos. —  No entiendo tu actitud ¿Algo tan pequeño como eso te alejo tanto de mí? — Dejó atrás el tono melancólico de su voz y  recupero la cordura. — Somos personas maduras, podemos llevar al menos una relación normal. No me agrada que me ignores ni me agrada ignorarte también.

— ¿Odias a Liechtenstein?

La rápida deducción de Suiza tomo por sorpresa a Roderich dejándolo al descubierto.

— No la odio, es solo que tú me cambiaste por ella y ni siquiera me lo informaste. ¿Tanto la quieres?

— Ella es mi hermana. — Declaro reprimiendo sus impulsos, en el fondo Vash deseaba dar una explicación.

— Ya veo. — Austria dio un suspiro de alivio, estaba hablando con Suiza después de tanto tiempo. — Al principio sentí celos de ella, luego mi padre me exigió que me comprometiera  con Elizabeta, trate de explicar mi situación y hablarle sobre ti pero… bueno a lo que voy es que quiero que  nuestra relación no termine.

Vash recordó las continuas amenazas, era obvio que el padre de Austria jamás aceptaría todo esto, ni su propio padre lo haría. Todo estaba en su contra lo mejor era olvidarlo todo. Para él Liechtenstein había llegado en el mejor momento, cuando sus preocupaciones lo ahogaban, no saber cómo enfrentar a Roderich ni a su compromiso, aunque no le gusta admitirlo, él también sintió celos de Elizabeta, demasiados celos y no supo cómo contenerlos.

 No quería preocupar a Roderich con sus anécdotas pasadas. Los únicos culpables fueron ellos por dejar que la situación los engullera, lo más provechoso era seguir aparentando.

— No tienes más que explicar. Digas lo que digas para mí las cosas no cambian tu eres un desconocido y siempre serás eso.

— Comprendo.

Roderich escondió su triste mirada en el piso y escucho los pasos de Vash retumbar por la habitación.

— Espero que sea así.

Advirtió el rubio regresando sobre sus pasos para quedar frente a Roderich y enmarcar su rostro para robarle un efímero beso. Por esa pequeña fracción de segundo parecieron un par de amantes que sabían todo él uno del otro y después del instantáneo roce se separaron como el  mismo par de extraños que chocan por casualidad y no se detienen ni a pedirse disculpas porque saben que no se volverán a encontrar.

 

 

En el patio principal de la escuela Alemania buscaba como desesperado a Italia,  hoy era el gran día para su declaración y estaba muy nervioso. No podía pensar correctamente, las manos le sudaban, las piernas le temblaban, su ansiedad iba en aumento y no podía encontrar a Italia.

Entre su recorrido por las diferentes atracciones de la escuela creyó haber vislumbrado a su italiano. No estaba equivocado en la nacionalidad pero si en la persona. Quién estaba dentro del café era Lovino que de inmediato se distinguió por su especial forma de ser.

— Tráeme un café, rápido. — Ordenó Lovino despectivo.

En menos de 5 minutos el profesor Antonio vestido de mayordomo  (estaba ayudando a su grupo asesorado en su actividad) fue quien le trajo el café y lo coloco con sumo cuidado en la mesa. Lovino lo observó cómo embelesado. Ese cuidado que Antonio siempre ponía en lo que hacía era bien conocido por él y le encantaba esa forma dedicada en la que Antonio intentaba cubrir su torpeza.

— ¡Te tardaste siglos! — Rechazó  romano escondiendo su sonrojo. — Ya no quiero. Esta frío.

— ¿Qué? Pero si todavía está caliente.

El profesor volvió a acercar la taza a Lovino para que la degustara pero éste,  en su berrinche empujó la taza  de regreso volteando hacia otro lado tirando el café por la mesa y en parte de su pierna.

— ¡Esta caliente! — Chilló Lovino levantándose rápidamente.

— Lo siento, lo siento permíteme…

Antonio se acercó amablemente con una franela para tratar de limpiar el desperfecto.

— ¡Basta!

Rechazó la ayuda de Antonio con un manotazo. Sus miradas se encontraron confundidas por una fracción de segundo donde romano encontró la oportunidad que esperaba ignorando su dolor por la quemadura habló con timidez y un inusual puchero dijo algo apenas audible.

— Tienes que venir conmigo al festival.

El profesor que sí logro escuchar lo que dijo se sintió alagado y la vez abrumado.

— Perdona Lovino, ahora estoy ayudando a mi grupo asesorado pero si quieres en la tarde…

— ¡No quiero! — Exclamo con recelo para después darse de cuenta de que lo que estaba haciendo era vergonzoso y recuperó el estilo. — De todas formas no quería ir contigo. Es más ni quería estar en este estúpido festival. ¡Maldita sea! ¿Por qué demonios vine?

— Romano.

El profesor suspiro el nombre del chico mientras lo veía alejarse. Como siempre no entendía que pasaba con él.

 

Afuera Alemania había sido testigo de todo el show que Lovino había armado en la cafetería. “Tan problemático como siempre”   pensó Ludwing caminando para evitar encontrarse con el castaño.

— ¡Qué demonios veías, idiota!

La voz de Lovino detuvo su andar, lo habían descubierto observando. Romano se pegó a Ludwing y lo siguió hasta el patio principal descargando todo su enojo y frustración.

—  Podrías dejarme un segundo en paz. — Dijo hastiado el alemán.

— ¿Para qué busques a Feliciano? ¡Hasta crees que te dejaré imbécil macho patatas!

Romano había dado exactamente en el clavo. Lo dedujo en seguida cuando vio a Ludwing husmeando en todos los salones.  Otra cosa que ponía al italiano de mal humor,  la estúpida amistad de Feliciano y el “macho patatas”. Ese maldito lo separaba de su hermano y no iba a permitir que una vez más le privara de la compañía de Feliciano. El pobre Romano tenía que aceptarlo, no tenía amigos ni nadie en quien confiar y su única opción para no lamentarse de haber ido  a la escuela era estar con su hermano.

— ¡Hey,  ustedes! Parecen aburridos.

 El presidente del consejo estudiantil los abordó en seguida los vio y los arrastró hacía su sorprendente actividad escolar. Antes de que terminara la frase ya estaban en la entrada pagando sus respectivas cuotas sin siquiera notarlo.

— ¡Diviértanse mucho!

Deseo animoso Alfred como les daba una patada en el trasero y los metía en su fabulosa “casa del sobreviviente”

— ¡Bien! Como las cosas sigan así podremos pagar la factura y triplicar las ganancias. —Informó con una gran sonrisa Yao.

— No sé cómo lo haces — Dijo Arthur buscando más ingenuos para lograr su ambiciosa meta.

La estrepitosa risa de Alfred podía ser escuchada dentro de la casa en la cual ahora Lovino y Ludwing se encontraban atrapados y juntos.

El primer estrato de la casa donde cayeron fue exactamente la casa de los sustos, donde hombres lobos, duendes dementes y bebes descabezados  trataron de alcanzarlos lanzándoles fluidos extraños y de colores llamativos.

Romano entro en pánico y se aferró al brazo de Ludwing mientras gritaba y lloraba como loco. Los esfuerzos realizados por el alemán para tranquilizar al chico fueron completamente inútiles porque Lovino seguía pegado a su brazo cortándole la circulación, y en esa incómoda posición Alemania avanzó entre los “espeluznantes monstros”

Casi al final de toda la maldita casa Ludwing tropezó  con un zombi y ambos cayeron estrepitosamente encima del zombi. Al verlo, Lovino no se controló y se quedó en una orilla temblando de miedo sin reaccionar ya a nada.

Alemania preocupado por el shock nervioso de Lovino trató de despertarle incluso le dio un par de bofetadas. Su última opción era hacer algo que romano en verdad despreciaba.

Armado de valor aceptando las consecuencias abrazo al castaño, luego le beso la mejilla suavemente esperando su reacción y como no hubo tal tuvo que llegar al siguiente paso, lo beso en los labios, al inicio fue delicado y después más brusco. Escruto en toda su boca estimulando una reacción. Por fin los ojos de Lovino recobraron la órbita y correspondió el beso instintivamente, cerró los ojos y se dejó llevar por un largo rato hasta que todo el miedo y su conciencia de tranquilizaron.

Sus labios y sus cuerpos compartían la misma temperatura y  el mismo sabor. Alemania continuo abrazando a romano hasta que el incansable y bizarro espíritu de pelea regresó a Lovino quitándole lo encantador y haciéndolo salir corriendo de la casa olvidándose de los fantasmas y el horror para utilizar como combustible la inmensa pena que ahora sentía y solo así salió de la mansión de los locos para irse a esconder en el patio trasero de la escuela.

Ludwing logró alcanzarlo y aunque Lovino no quería hablar, Alemania tenía que enfrentar esto y explicar el mal entendido.

— ¡Lárgate, estúpido! ¡No me fastidies solo vete!

— Espera es que eso no es lo que parece.

— Con un demonio ¡Cállate! ¡Cállate! — Grito furibundo romano tapando sus oídos con sus manos encerrándose en sí mismo.

La actitud de romano asusto a Ludwing, era obvio que tenía pena pero con tantas emociones tan fuertes el rubio pensó que quizás el chico colapsaría de nuevo en cualquier momento. Se hinco frente a Romano y con miedo de si quiera tocarlo acaricio lentamente los cabellos marrones, revolviéndolos tranquilizadoramente.

— ¿Estás bien? — Preguntó Alemania tratando de sonar amable.

Lovino escondió su rostro entre sus cabellos y se lanzó hacía Ludwing para poder besarlo de nuevo. Sus labios permanecieron unidos así como sus cuerpos en un abrazo mutuo. Alemania quedo desconcertado, anteriormente era una emergencia pero ahora era completamente distinto sin embargo durante el beso  no podía dejar de pensar que el hermano de Italia era extraño pero también podía ser muy lindo, un chico sumamente envolvente y extremo.

 

Notas finales:

Mañana subiré el último capitulo. Espero les guste el final =)


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