Cap 4: "Hilos"
Ambos sabían que no iba a preguntárselo. No tenía sentido para él. Pero eso no significaba que la duda no lo carcomiera por dentro, aún cuando en sus acciones no había más que seguridad.
Y las palabras brotaron solas, mezcladas con el humo de la pipa, cuando la muda tensión fue demasiada para ambos.
_Lo sabes.
La mano morena subió para que su poseedor bebiera, y los ojos bicolores giraron hacia él en espera de sus orbes doradas, para perderse irremediablemente en ellas.
Era una sensación tan fuerte que sólo ellos podían soportarla.
_ Ella es la mujer que más amo en el mundo.
La pipa y el vaso quedaron a un lado, igual que el resto del universo. Su voz se volvió casi un susurro.
_ Y tú eres el hombre.
Mientras se hundían en las seductoras ondulaciones rojas de aquello que comenzaba a ser demasiado poderoso para llamarse "Hilo".
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(151 palabras)
Cap.05: "Atrapado"
Despertó con la claridad que inundaba el cuarto. Se frotó los ojos y miró hacia arriba, desorientado. Aún tardó unos segundos en reconocer el techo del cuarto de invitados. Se sentó en el futón, buscando con la mirada su yukata entre el enredo de ropas desperdigadas por el suelo, para vestirse y abandonar la habitación, cuidando de no hacer demasiado ruido. Enseguida se dirigió a la cocina, comenzando a preparar el desayuno. Afuera, el día recién comenzaba.
Cuando terminaba de servir la comida, Doumeki apareció, ya vestido con uno de sus trajes.
_ Buenos días.
_ Buenos días. –contestó el moreno sentándose a la pequeña mesa de la cocina. Watanuki colocó frente a él un apetitoso desayuno, que Doumeki devoró enseguida, mientras que él sólo bebía una taza de té.
_ ¿Llegarás a tiempo? –preguntó el menor luego de un rato.
_ Si. Aún es temprano.
Se quedaron en silencio, sin nada que decirse, simplemente disfrutando de la compañía y del agradable calor de la cocina.
_ Gracias por la comida.
Watanuki retiró los platos y los dejó en el fregadero, dirigiéndose luego a la sala, en donde Doumeki terminaba de guardar sus cosas y cogía su maletín.
Sin cruzar palabra, caminaron hasta la entrada, en donde Doumeki se sentó unos momentos a ponerse los zapatos. Cuando se puso de pie, Watanuki le tendió una caja envuelta en un pañuelo. Doumeki la recibió con naturalidad. Sus ojos se desviaron desde el bento hasta los ojos de su compañero, sosteniendo la mirada por unos segundos. Se disponía a voltearse cuando la voz de Watanuki lo detuvo.
_ Ve con cuidado.
Esbozando una sonrisa casi imperceptible, se acercó hasta apoyar su frente contra la del menor. Ambos cerraron los ojos.
_ Ya me voy.
Watanuki lo vio desde la entrada, suspirando, mientras su figura se perdía por la calle.
Y entonces pensó que, ciertamente, estaba atrapado. Atrapado como pocas personas lo han estado alguna vez.
Porque aún cuando Yuuko volviera y lo liberara de su encierro, nunca podría liberarse del lazo que lo unía a Doumeki. Un lazo tan fuerte y tan estrecho, que sentía que se ahogaba en él. Y era la sensación más maravillosamente embriagante de toda su vida.
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(369 palabras)
Cap 6 : "Perderte"
Watanuki no sentía miedo. Ya no.
Recordaba los tiempos en que fue un estudiante, cuando, a pesar del tiempo y la costumbre, los espíritus que lo perseguían lograban sacarle un escalofrío de repente. Cuando la incertidumbre de su propia vida lo tenía despierto más de una noche. Cuando la sensación de inmensidad que lo rodeaba le encogía el corazón.
Recordaba cuando conoció a Yuuko-san, y algunos de sus miedos desaparecieron para darle paso a otros. Cuando en su pequeño mundo entraron nuevas personas, y el riesgo de ser herido dejó de limitarse a sí mismo. Cuando volvió a sentir culpa por aquellos que estaban a su alrededor.
Y recordaba las múltiples enseñanzas de Yuuko sobre eso. Las palabras, directas como ella, que clavaba en su mente y en su corazón, para incrementar su confianza y su miedo, incapaz como era de separar una de otro. Incapaz como lo eran todos.
Pero esos eran miedos pasados. Miedos de adolescente. Sería quizás la influencia de Yuuko, de la tienda, o del giro que había dado su vida entera, la razón por la cual esos miedos habían desaparecido. La razón por la que era capaz de enfrentarse a las presencias y a las situaciones que antes lo hacían temblar.
Doumeki, como todo aquello que concierne a Watanuki, lo sabe. Sabe que, por lo menos, esos miedos, han desaparecido. Y se alegra por ello.
Por eso, de sus labios no saldrá ni una palabra cuando, por la noche, las manos desesperadas de Watanuki se aferren a su espalda, tan fuerte que duele.
El estará ahí. Para atenuar ese único miedo que, ni siquiera juntos, son capaces de vencer.
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(274 palabras)