Capítulo 1. Nos vemos/Voz.
El día de la partida de cierto soldado, había llegado. Después de aquel fallido intento de detener a Wolfram, ambos no habían cruzado demasiadas palabras.
Ya todo estaba listo. Wolfram se había despedido de todos, pero sólo unos cuantos habían asistido para verlo partir. Aquellos que soportaban las despedidas, aunque sólo fueran temporales.
Esos cuantos eran sus dos hermanos, su tío, el Gran Sabio, Günter y por supuesto Yuuri. Cheri-sama y Greta se habían quedado en el castillo, sabían que si le decían adiós, llorarían y eso le haría más difíciles las cosas al rubio.
Wolfram se colocó sobre el portal, con maleta en mano. Una brillante luz iluminó el piso a sus pies, los miró y regalándoles una última sonrisa se despidió con un “Nos vemos” y al momento siguiente había desaparecido.
-Nos vemos… Wolf –no se había molestado en ocultar su tristeza. Para Yuuri no había resultado nada sencillo dejarlo ir.
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Los tres años habían transcurrido como debía ser. Eternamente lentos para Yuuri; rápidos y tranquilos para el resto del castillo, donde las cosas no habían cambiado mucho. A pesar de haber pasado 10 años en Shin Makoku, las cosas seguían casi igual. El tiempo transcurrido difícilmente se notaba en la raza Mazoku.
Greta se había ido a Suberera un tiempo, después de todo ya era una hermosa mujer que tenía deberes que cumplir. A Yuuri no le había molestado la idea, su hija lo visitaba con frecuencia. Y con eso se sentía conforme.
Gwendal conservaba un semblante de seriedad como siempre, la diferencia radicaba en que era un semblante más suave y relajado. Las arrugas en su frente habían desaparecido casi por completo. Conrad había logrado superar varios de los enredos mentales que tenía y ahora era un hombre mucho más sincero y su rostro era adornado por su eterna sonrisa, que ahora era completamente autentica.
Günter… él seguía siendo el mismo. Yuuri era el que había sufrido una transformación más notable. Había crecido en tamaño y músculo. Era todo un joven de 19 años, era maduro y pensaba mejor las cosas cuando se trataba de asuntos del país. Pero seguía siendo un tanto tímido y torpe.
Sí, las cosas habían cambiado y al mismo tiempo no lo habían hecho. Pero ese día era uno muy importante, porque volvería a ver a Wolfram. Y su regreso representaba un cambio más para Shin Makoku.
Yuuri estaba ansioso, quería ver al rubio lo antes posible, por eso se había levantado extraordinariamente temprano. Estaba incluso emocionado. Iría a la Tierra en compañía de Conrad, Gwendal, Murata, y Günter que se había aferrado a ir con ellos. ¿La razón? Wolfram no podía regresar por su cuenta, así que tenían que “recogerlo”, lo que lo ponía en tal estado.
El moreno se preguntaba como estaría su amigo. Sí, después de 10 años Yuuri seguía con sus dudas sentimentales. En una ocasión tuvo una discusión consigo mismo y había llegado a la conclusión de que tal vez quería a Wolfram de manera distinta, pero su cabeza le hizo pensar demás y prefirió dejar para después esas cuestiones.
Conrad muchas veces lo había puesto en evidencia, pero él siempre daba la misma excusa: “lo extraño porque es el único de mi edad con el que puedo pasar mi tiempo. Sin él me aburro”, entonces Conrad le recordaba que tenía al Gran Sabio cerca; su ahijado se ponía nervioso y respondía “él siempre está en el templo” y ahí se daba por terminada la “platica” entre esos dos.
Pero ya que lo tuviera de vuelta no habría más estúpidos interrogatorios e insistentes comentarios por parte del castaño.
Tuvo que esperar unas cuantas horas antes de que todo lo referente al viaje estuviera completamente preparado.
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En ese preciso instante ya se encontraban en el templo, frente a Ulrike y a sólo un paso de los portales. Yuuri dio la señal a la sacerdotisa y la extraña luz iluminó cada portal, tragándose a su viajero correspondiente.
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Jennifer, la madre de Yuuri ya los esperaba en el cuarto de baño, equipada con toallas suavecitas y ropa seca para cada uno.
- ¡Bienvenido Yuu-chan! –gritó la mujer al ver a su hijo salir abruptamente de la bañera.
- ¡Estoy en casa! –respondió el pelinegro con una gran, ENORME, sonrisa.
Habían llegado en prácticamente nada, Yuuri entusiasmado salió de la bañera, tomó una toalla y en seguida abrazó a su mamá, como nunca antes había hecho.
Y es que había quedado estrictamente prohibido que viajara a la Tierra durante esos tres años, por ordenes del Rey Original.
Soltó a su madre y se metió de inmediato a su habitación para ponerse su ropa en un lugar más privado.
Durante esos años había cambiado un poco, y apenas se había dado cuenta de ello al verse al espejo. Era más alto y tenía más masa muscular, todos se lo habían mencionado antes, pero no les prestaba atención por andar pensando en el rubio. Su cabello había crecido unos cuentos centímetros cayendo sobre sus hombros, y sus ojos no lucían tan grandes como antes, lucían más como los de su hermano.
Mientras Yuuri se vestía en privado, en el cuarto de baño el resto de los viajeros terminaba de salir de la péquela bañera y de saludar a su animada anfitriona.
- ¡Llegamos mamá-san! –saludó tan enérgico como siempre, el ya no tan pequeño Murata.
- ¡Cuánto has crecido Ken-chan y estás tan guapo! –dijo al mismo tiempo que le entregaba una toalla y su cambio de ropa.
- Nos vemos nuevamente Jennifer –saludó Conrad con una hermosa sonrisa. Se había dejado crecer el cabello nuevamente, lo que hacía lucir más sexy al castaño.
- Aquí tienes Conrad –dijo Miko encantada de la vida con la nueva apariencia del hombre.
- Gracias.
- Es un placer verla de nuevo señora Shibuya –Gwendal le dedicó una suave sonrisa, y Miko pudo darse cuenta del cambio en el general por lo relajada que había sonado su voz.
- Igualmente Gwendal-san. Aquí tiene. Y aquí tiene su ropa Günter-san, se ve tan guapo como siempre –comentó la peculiar mujer entregando la ropa.
- Es usted muy amable mi señora –exclamó Günter con su característica elegancia.
- No es nada. Estoy contenta de tener a un grupo de hombres guapos en casa. En cuanto terminen de vestirse bajen a comer, hice curry.
Todos agradecieron y en cuanto la mujer se retiró todos se dispusieron a vestirse.
El último en bajar fue Yuuri. Cuando llegó al comedor ya todos estaban sentados, esperándolo. Tomó asiento junto a su padrino y no pudo evitar preguntar por el resto de la familia.
- ¿Dónde está papá y… Shouri?
- Ambos están trabajando Yuu-chan; tu papá no tarda en llegar y Shou-chan vendrá más tarde por ustedes –respondió con una gran sonrisa.
- ¿Recogernos? –repitió Yuuri más para sí, que para el resto.
- Disculpa que te pregunte tan de repente Mamá-san, ¿pero dónde está el joven Wolfram? –y entonces todos prestaron atención después de la pregunta de Ken.
- ¿Wolf-chan? Supongo que en su apartamento o tal vez trabajando. Sólo viene los fines de semana de visita –respondió la mujer con naturalidad.
- ¿De visita? –preguntaron los presentes más que sorprendidos.
- Entonces ¿no está viviendo aquí señora Shibuya? –habló el general.
- No. Desde que llegó sólo se quedó con nosotros medio año. Y un día nos dijo que había conseguido un trabajo y un apartamento, pero que no nos preocupáramos por él, que vendría los fines de semana a visitarnos para saber como estábamos. Pero hoy es viernes, así que vendrá hasta mañana –volvió a responder Miko.
- ¿Entonces lo veremos hasta mañana? –preguntó desilusionado el menor de sus hijos.
- No Yuu-chan, es por eso que Shou-chan vendrá por ustedes, para llevarlos con Wolf-chan.
- ¿Y a qué hora llegará? –preguntó cierto castaño sexy.
- Uhmm… como a las 6:00 p.m. Pero no se preocupen podemos hacer muchas cosas mientras esperamos que llegue.
- ¡Pero si apenas son las 2:00 p.m! –se quejó el moreno.
- No seas impaciente Shibuya, ya tendrás tiempo para un reencuentro romántico con Lord von Bielefeld- se mofó el chico de lentes.
- ¡¡Cállate Murata!! –exclamó molesto el joven rey.
- Dime Conrad, ¿Yuu-chan aún no acepta lo que siente por Wolf-chan? –le preguntó Jennifer en voz muy baja al castaño que tenia al lado.
- Me temo que apenas va a la mitad del camino Jennifer- respondió el aludido.
- ¡Oh! Mi pobre Yuu-chan es tan enclenque.
La comida transcurrió amenamente entre anécdotas y chistes. Alrededor de las 3:30 p.m Shouma había hecho acto de aparición en la casa, después de comer y saludar a su hijo menor y al resto de los invitados; todos los presentes se sumergieron en una nueva plática a la cual cierto pelinegro no prestaba ni la más mínima atención, por estar pendiente del reloj.
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Finalmente habían dado las 6 de la tarde y Shouri había llegado puntual.
- ¡Yuu-chan! –saludó el joven Shibuya.
- Shouri –devolvió el saludo sin alegría contenida.
Diez minutos después de saludar a todos. Shouri estaba listo para llevarlos con el rubio.
- ¿No piensas comer Shou-chan? –le preguntó su madre.
- No mamá, comí antes de venir –respondió el joven.
- ¡Vamos ya Shouri! –exclamó un Yuuri impaciente, en algo parecido a una rabieta infantil.
- Nos vamos madre –todos se despidieron, y subieron al auto de Shouri, dejando al matrimonio Shibuya.
- ¿Y a dónde vamos? –preguntó Ken.
- Ya lo sabrás cuando lleguemos amigo de mi hermano –se limitó a responder.
Durante el transcurso del viaje nadie dijo nada. Y después de quince minutos de viaje en coche por fin se detuvieron frente a un lugar muy peculiar.
- ¿Qué hacemos en uno de los bares más lujosos de Japón? –preguntó en automático el joven rey, las cosas se volvían cada vez más sospechosas.
- Ya lo descubrirás Yuu-chan –contestó su hermano dejando a todos salir del auto.
En cuanto estuvieron en la recepción del lugar, Shouri sacó una especie de membrecía y los dejaron pasar. El mayor de los hermanos Shibuya los condujo hasta el segundo piso.
- Este bar es muy grande. La planta baja y el primer piso son para los adultos y el segundo piso es para los jóvenes- explicaba tranquilo el pelinegro mayor.
Abrió una puerta enorme, dejando pasar a todos los que lo seguían. Shouri señaló al escenario ubicado en la parte delantera del lugar. Entonces todos se percataron de que alguien cantaba. Se acercaron lo más que pudieron y en seguida lo reconocieron.
Un joven rubio (hermoso a los ojos de Yuuri) estaba postrado encima del escenario, cantando.
Kimagure na kouun mo hizamazuku darou
Owaranai bouken e
Arashi ga, kowashi ni koyou tomo
Akogare wa aozora o suberiyuku fune
Yume o miru moeru hoho mo, kami mo kagayaiteiru
Nishikaze ni fukuranda shiroi ho agete
Owaranai bouken e
Futari de tabishite mitainda*
La música finalmente dejó de sonar. Ninguno se lo podía creer.
- ¿Wolfram… trabaja aquí? –preguntó Yuuri, incrédulo.
- Así es
- ¡Canta fantástico! –exclamó emocionado el moreno.
Los instrumentos volvieron a tocar, pero era una melodía distinta. Los gritos de euforia de las chicas no se hicieron esperar.