Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Deja de llorar por Yais

[Reviews - 112]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

No tengo ni perdón divino.

Capítulo 6

 


Gaara deslizó su mano derecha por debajo de la playera de Lee y tentó su piel. Su pareja enredó los brazos alrededor de su cuello y chocó su respiración agitada contra su boca. A causa de estar sentado cerca del  horno, la piel de Lee estaba perlada con su sudor  y para Gaara, las gotas de agua salada disolviéndose entre sus dedos fueron algo bastante tentador, así que apresuró sus movimientos y se dedicó a desabotonar la camisa de su esposo para poder seguir el camino que aquellas recorrían con libertar.


Cuando tuvo a Lee semi desnudo, sentado sobre la mesa de la cocina, se aventuró a separarse para poder mirarlo por completo. Sintió un tirón en la entrepierna, excitado, ante la visión de su esposo acelerado, desordenado y esperando a que lo siguiera tocando.


Lee se sentía hervir  y soltó una exhalación disconforme cuando perdió el contacto con su esposo. El sutil frío que sintió su piel al verse solo le hizo saber que Gaara le había quitado de la mitad de su ropa y él ni cuenta se había dado. Y, entonces, también se dio cuenta de lo que había pasado.


Comenzó a temblar producto de la mezcla de sentimientos. Siempre pensó que una manera de calmar su angustia era que su esposo se dignara a notar su presencia, pero jamás pensó que recibir sus caricias, después de lo que había pasado, también lo calmaría.  Probablemente se debía a su determinación a justificar a Gaara y culparse a sí mismo; a la certeza que tenía de que su esposo no volvería a lastimarlo, a pesar de que jamás escuchó una promesa similar por su parte; o por la empatía y lástima que sentía por ambos.


Cuando Gaara volvió a acercarse, Lee disfrutó de las lentas caricias desperdigadas sobre su cuerpo y hubiese alcanzado el clímax sólo por ello, si no hubiese sido porque Gaara lo intentó despojar de su pantalón. Entonces se dio cuenta de que no estaba tan determinado a olvidar el dolor y miedo, podía suprimirlo al tocarse, pero no al nivel de quedar sin ropa frente a él. Se apartó asustado e puso las manos entre el cuerpo de Gaara y el suyo para alejarlo.


El mayor contuvo la respiración y cerró los ojos un instante como respuesta al movimiento percibido. Había momentos en los que se arrepentía por lo que había ocurrido y aquella era una de las tantas razones por las que evitó a Lee. Era cierto que estuvo iracundo y dejó salir sus muy fundados celos en aquellas acciones. Aceptaba que había cometido un error al exteriorizar su frustración de esa manera, sin embargo eso no le hizo detenerse.


–Lee – le llamó alzando la mano para acariciar sus cabellos. Perdido en el deseo por tenerlo y siendo consciente de que en esos momentos necesitaba al pelinegro, pero que no por ello estaba dispuesto a perdonado.


Al saber que no lo obligaría a quitarse la ropa, el mencionado se dejó llevar por el calor de la mano de su esposo y cerró los ojos perdido en la sensación. Casi ronroneo al sentir el toque y se hipnotizó porque la dulce voz de Gaara había pronunciado su nombre.


–Déjame seguir –le pidió el mayor atrapando sus manos entre las suyas y apartándolas del camino.


Lee negó levemente, pero no pudo hablar porque su esposo atrapó su boca en otro beso.  No tenía idea de porqué se sentía de esa manera, ardía lleno de sensaciones desconocidas y  quería que el otro parara, no le gustaba como se estaba comportando su cuerpo. –Gaara, yo no… espera, no estoy lis…


–Shh – su esposo lo volvió a besar y coló su mano entre sus piernas. Lee jadeó y se echó para atrás chocando la mano contra el salero y derramando su contenido.


– Por favor – pidió sin dejar de observar la sal – no me gusta, tengo mi-edo, no-o me obligues.


Gaara le dio un beso corto antes de pegar su frente contra la suya y al encontrar sus miradas Lee se hipnotizó, no paró sus intentos de detener al mayor, pero sí aflojó la fuerza y lanzó un gemidito pues su esposo coló la mano en su pantalón y atrapó su ya despierta erección. Cerró la mano alrededor de su piel, apretó y jugueteó su dedo pulgar sobre la punta, donde pequeñas gotas de líquido pre seminal comenzaban a salir.


–No tienes miedo – le dijo a la vez que comenzaba bombear lentamente –prometo que esta vez te va a gustar.


Lee cerró los ojos y no pudo parar de emitir en volumen bajo gemidos de gozo constantes. Eso se sentía muy bien. Mejor que nada en la vida, así que inconscientemente separó las piernas para que Gaara pudiese llegar hasta la base de su erección sin problemas. Ahora ya no se acordaba del miedo, sólo sentía placer y vergüenza porque no podía parar de emitir sonidos de placer.


–Eres hermoso – cuando el mayor susurró eso en su oído y todo su cuerpo se estremeció, y todo a su alrededor desapareció, fue incapaz de pensar en resistirse hasta que se sintió invadido por su esposo.


Dolió e hizo todo lo posible por alejarse, a la vez que tensaba todo su cuerpo, pero Gaara lo retuvo como aquella vez. La diferencia fue que ahora no lo hirió, sino que besó toda la piel que tuvo a su alcance y con calma, casi ternura, le pidió que se tranquilizara. No se movió de inmediato, sino que se mantuvo en la misma pose hasta que fue el mismo Lee quien se atrevió a mover la cadera para asegurarse que Gaara seguía incrustado en él y no sólo tenía el recuerdo de la sensación en su cuerpo.


Ambos lanzaron exclamaciones de gozo. Lee jamás había experimentado tantas sensaciones recorrer su cuerpo como en aquel momento, tan impactante que, incluso, se olvidó de respirar. La piel de ambos ahí donde se rozaban y las suaves e incontenibles exclamaciones lo habían llevado a perderse en el limbo. La paz los inundó justo cuando llegaron al clímax y el recuerdo de aquel doloroso vaivén fue sustituido con una explosión de colores indescriptible.


Al final Lee soltó un prologando gemido y después relajó el cuerpo. Se sentía en paz y satisfecho. Dibujó una sonrisa en su rostro, pues el saber que Gaara lo había buscado, lo bien que lo trató y lo bien que se sintió, le hizo saber que aún lo amaba. La idea de que su esposo se había animado a perdonarlo y volver a mirarlo con amor lo hizo juntar las fuerzas necesarias para incorporarse y abrazarlo sin intención de soltarlo –te amo – le susurró al oído, feliz pues sostenía a la persona más importante en su vida.


Su esposo se dejó apresar, pero no hizo amago por devolver el abrazo y tras unos segundos lo obligó a soltarlo. –Gaara – Lee llamó sorprendiéndose por la frialdad con la que era tratado –¿qué ocurre? – diferente a la dulzura con la que antes fue tomado.


–No tengo hambre – lo apartó y se vistió para salir de la cocina.


Cuando Lee lo vio partir sintió que el corazón se le quebró junto con todas las ilusiones. – Gaara – llamó mientras buscaba una prenda con la cual cubrirse e ir detrás de él, pero se quedó a medio camino al darse cuenta de que era ignorado de nueva cuenta. Un pesado bloque de piedra pisoteó su alma y sintió un duro golpe directo al pecho. Gaara no lo amaba de vuelta, aún no lo perdonaba y jamás iba a hacerlo. En cambio, sólo se había saciado de él.


No pudo evitar derramar un par de lágrimas. Largos minutos después salió al patio en búsqueda de Baki, el capataz de la hacienda.


–Lee san – Baki lo abordó apenas y  dio un par de pasos fuera del pórtico –¿Qué hace fuera a estas horas de la noche?


La sobria exclamación lo sorprendió –¡ah! Baki san, me asustó.


–Le pido que por favor vuelva dentro, a esta hora no es seguro salir – el adulto le indicó que regresara con un gesto de mano.


–Sí, claro – Lee le sonrió – debe ser por las serpientes y alacranes ¿no? – preguntó y Baki lo miró sin hacer un sólo gesto.


–Le puedo preguntar ¿a dónde se dirigía? – El hombre fue extremadamente formal y Lee escuchó un leve regaño en aquel tono, pero en vez de ofenderse se sintió feliz. Sin su padre, Neji o Tenten y con Gaara ignorándolo, sentía que nadie se preocupaba por él.


–De hecho – Lee levantó un plato envuelto en servilletas y se lo extendió – lo estaba buscando para darle esto, es la cena de esta noche, hice bastante y supuse que tal vez a usted le gustaría comer un poco.


–…Ah – el capataz recibió el plato y olisqueó la comida – muchas gracias joven Lee.


–No es nada, sé que no estoy a la altura de Bele san pero espero que le guste – un gesto gris inundó las facciones del menor, pues aun recordaba que la antigua cocinera perdió su trabajo por su culpa.


–¿Se encuentra bien? – Baki tuvo la sensación de que el joven estaba bastante triste.


–No es nada – Lee negó y lo miró sonriéndole –es mejor que vuelva, para que usted pueda regresar a su habitación y coma antes de que se enfrié.


Baki asintió –Yo comeré aquí, debo vigilar la entrada.


–Ya – Lee se encogió de hombros ligeramente –no sabía que Suna fuese tan peligrosa de noche –. Las casas del resto de los peones estaban en las afueras de la hacienda, así que no se imaginaba que necesitaran vigilancia pues cualquier ladrón debía, primero, burlar a todos los hombres que trabajaban aquellas tierras.


–No se preocupe, es mera precaución. Pero le aseguro que estamos en un lugar muy seguro – Después de decir eso Baki vio como Lee volvía a la casa y, al observar el plato de comida, se sintió una mala persona.


Gaara le había ordenado que vigilara todos y cada uno de los movimientos de su esposo. La razón por la que custodiaba la entrada de la hacienda no tenía algo que ver con que un intruso entrara, sino con evitar que Lee saliera. Aunque, en ese largo mes, era la primera vez que el joven salía al patio frontal de la hacienda. La mayoría del tiempo lo encontraba paseando por los patios interiores o en la casa con montones de tareas por hacer. Muchas veces pensaba que Gaara era un tirano al obligarlo a encargarse de la casa siendo tan evidente que el pelinegro era muy joven y bastante inepto para esas cosas.


Mejoraba, sí, pero muchas veces lo había visto sobarse la espalda o mirarse las manos heridas por culpa de fregar con cepillo el piso durante horas. Parecía como si el pelirrojo lo hubiera sacado de una caja de muñecas donde sólo había aprendido a cocinar.


Suspiró. Sabía perfectamente lo que había ocurrido con Kankuro, todos dentro de la hacienda se habían enterado y él fue el único afortunado que no perdió su empleo por saberlo. Y aunque antes no había tratado a Lee, ahora que lo conocía estaba de acuerdo con las ex sirvientas de la casa, Gaara estaba cometiendo un error al pesar que el joven lo había engañado. O, al menos, eso podía decir de Lee. Porque de Kankuro, podía creer lo que fuera.


Lee entró a su habitación sintiendo un vació en el estómago. Sabía que necesitaba comer, pero no tenía hambre e, incluso, el nudo en la garganta no lo dejaría tragar. Se sentía muy deprimido. Suspiró, recargando el peso en la puerta y, en cuanto alzó la mirada, encontró a Gaara sentado en el borde de la cama. Claramente esperándolo, algo muy raro porque tenía mucho tiempo que no compartían la habitación.


–¿Dónde estabas? – cuestionó enfadado –te busqué por todos lados y no te encontré.


Lee ladeó la cabeza en un gesto de confusión. Era una dolorosa novedad que Gaara lo interrogara –Afuera.


–¿Por qué?


–La cena se desperdiciaría si ninguno de los dos la comía así que se la ofrecí a Baki san – no se sintió natural contestarle, a pesar de estar hablando de algo bastante trivial Gaara lo miraba como si estuviese a punto de escuchar una mentira.


– Ven aquí – ordenó y él aún confundido lo obedeció. Dio pasos lentos hasta quedar a un metro de distancia – más cerca.


Lee dio otro pequeño paso hacia él pero procuro mantener una distancia prudente. No se estaba sintiendo bien e iba a volver a la entrada de la habitación cuando Gaara lo jaló y lanzó sobe la cama.


–Argh, ¿qué? – jadeó por la sorpresa de tener a su esposo sobre él y sentir como era besado de nueva cuenta. Devorado con urgencia, como si horas atrás no hubiesen tenido contacto. –No – se quejó intentando apartar a su esposo pues no le gustaba la sensación que se había instalado en su pecho y lo ahogaba a la altura de la garganta – Gaara, déjame.


Pero el mencionado no le hizo caso, simplemente siguió con su tarea de intentar volver a poseer su cuerpo.


–¡Que me dejes!– y lo empujó con fuerza, no fue mucha, pero si la suficiente para que su esposo le hiciese caso.


–¿Qué te pasa? – gruñó Gaara y se sorprendió al ver como los ojos de Lee estaban empañados en lágrimas.


–¿Por qué?, ¿por qué me tocas?  – Lee sollozó –me odias ¿no es así? Porque quieres hacer esto si no me amas, si no me has perdonado. Yo te amo… pero no puedo hacer esto con alguien que no me ama – al decir aquello no pudo evitar llorar con más fuerza, tanto que sus palabras salieron ahogadas.


Quedaron en silencio largos segundos hasta que Lee quiso incorporarse y Gaara se lo impidió pegando su cuerpo contra el colchón. –No digas tonterías – casi escupió – que no puedes hacerlo con alguien que no te ama… que me amas. No actúes Lee –. Y entonces volvió a intentar tenerlo –eres mi esposo y tienes que complacerme. Como lo hiciste con mi hermano.


–Eso no es verdad, no es ver…


–Ya lo aceptaste, ahora no intentes negarlo. Con él y con quien sabe cuántos más has estado –besó su frente – dejarte hacer por TU esposo no debe ser problema para alguien como tú ¿no es así?


Lee cerró los ojos y negó. ¿Cómo él?, ¿qué era él para Gaara? Ya no volvió a hacer amago por pararlo, pero se sumergió en la sensación ni intentó moverse. A pesar de que Gaara cumplió su promesa de no lastimarlo físicamente incluso logró excitarlo, lo lastimó emocionalmente. A diferencia de la vez anterior que estuvieron en aquella cama no aceptó aquello como un castigo, sino como un deber.


 


 


Con el paso de los días Lee aprendió lo que era no pegar el ojo en toda la noche y cómo se sentía recibir la mañana con alguien pegado a tu cuerpo. Dentro. También sabía lo que era ducharse con agua hirviendo y seguir sintiendo el cuerpo frío. Desayunar automáticamente, sin tener ganas de tragar y sentirse libre cuando su esposo lo abandonaba. Por la tarde, saberse miserable al mirar su anillo de bodas en su dedo anular y ver el anillo de Gaara en su otra mano.


Recordar que su matrimonio significaba nada y después convencerse de que eso no era verdad. Tenía que aferrarse a su relación. Sostener ese matrimonio hasta que volvieran a ser como antes, si su esposo lo buscaba no podía no amarlo. Debía amarlo, tenía que, muy en el fondo. Si no, no entendía cómo era capaz de compartir tal grado de intimidad con él. No, su esposo le estaba ocultando sus sentimientos. Pero él lo conocía. Lo amaba y él también. Entonces no se rendiría.


–Gaara san, la comida está lista – llamó intentando sonar animado y se sentó a la mesa para esperar a que el mencionado saliera de su despacho –¿te sirvo esto? – preguntó justo cuando el pelirrojo se acomodó en su silla y como respuesta obtuvo un cabeceó afirmativo. –Espero que te guste – deseó a pesar de saber que no obtendría algún alago por el alimento preparado  –Baki san ha traído bastante comida para esta semana. Voy a poder prepárate muchos de los platillos que hacemos en Konoha que seguro te van a gustar, aún hay muchas cosas que no he intentado. ¿Qué quieres para mañana?, algo de la granja o del rio, o puede ser algo totalmente vegetariano. ¿Qué tal si hacemos un día de postres? sí – sonrió poniendo un gesto ensoñador – ¡Postres!, pero – se llevó un dedo a la boca – café, voy a preparar una olla del café legendario de la familia. ¿Te gusta el café Gaara? vas a amar el café que preparó, me lo enseñó mi padre y es de lo mejor.


Gaara se atrevió a observar a Lee, hacía bastante que no abría la boca durante tanto tiempo. De haber sabido que la llegada de la comida lo iba a emocionar de esa manera hubiera llenado la casa con semillas para todo el año. No pretendía que fueran una pareja feliz, pero tampoco le gustaba observar a Lee siendo melancólico. Odiaba darse cuenta de que le dolía. –Mañana, viene Naruto – comentó una vez que terminó de comer.


–Naruto san – Lee se sorprendió e instintivamente llevó la vista a la mano de su esposo – ¿de-debo prepararle la habitación de huéspedes?


–Él, Uchiha y su hijo – apartó su plato vacío.


–Bien – el pelinegro se mordió el labio ligeramente. Había estado en constante comunicación con su padre y, la verdad, le había estado mintiendo sobre su maravilloso matrimonio –¿van a quedarse muchos días? –


–Toda la semana. Quiero que tengas todo listo para recibirlos por la mañana – Gaara se paró de la mesa y lo abandonó.


El resto de la tarde fue una larga faena para Lee y llegada la noche estaba molido. Quería meterse a la tina y desfallecer en el agua caliente, pero como le daba pereza preparar el baño optó por simplemente darse una ducha. Era bastante tarde cuando por fin se desocupó, así que le sorprendió entrar a la habitación y no encontrarse con su esposo, usualmente leía hasta que él llegara y lo “invitaba” a cumplir con sus deberes de pareja. Suspiró. Afortunadamente, a esas alturas, podía sumergirse en una fantasía romántica cuando estaban juntos.


Se quitó la ropa, con lentitud y se enrolló con la toalla antes de abrir la puerta del baño y ser golpeado con el vaporoso ambiente. Al parecer Gaara había tenido la misma idea que él sobre la bañera, aunque le sorprendía que no lo hubiese llamado para que él preparara todo.


–Gaara san – Lee logró entrever la figura de su pareja a través de la neblina –lo siento, yo iré a otro baño.


Iba a volver sobre sus pasos cuando la voz del pelirrojo lo detuvo –ven – le ordenó con voz calmada y Lee sintió un escalofrió en toda la columna. Pensó que nunca habían compartido el baño y que ese era de los pocos lugares donde aún no tenían relaciones. Se avergonzó al darse cuenta de que comenzaba a excitarse.


Gaara observó a su esposo acercarse con lentitud. Intentó moderar su respiración acelerada y casi gruñó de impaciencia al ver como el menor miraba renuente el agua, así que se incorporó y lo tomó de la mano para ayudarlo a entrar. Sin embargo Lee no quería soltar la toalla y, como siempre, él tuvo que encargarse de quitar la pieza de tela que evitaba que su vista siguiera el camino hasta su apetecible piel.


Un bello rubor cubrió las mejillas del menor en cuanto Gaara lo desenvolvió, hizo que éste aguantase la respiración. Como siempre, Lee le mostró su natural timidez mezclada con la honestidad de su cuerpo. Ya habían sido muchas veces las que lo había asaltado, las tantas que lamió su anatomía y Lee aún seguía avergonzándose bajo su mirada. Como siempre, no pudo evitar se presa del deseo y se permitió amar, al igual que todas las noches, a su pareja. Lo quería tanto y le dolía. Sus sentimientos no eran naturales, nadie debía sentirse miserable amando a una criatura como Lee.


Tras llegar al clímax permanecieron en el mismo lugar, con la mitad del cuerpo dentro del agua. Gaara abrazó al menor, pegando su espalda contra su pecho, y aspiró las esencias de bañera que aún no se disolvían en el aire. Lee ronroneaba mientras él se dedicaba a lamer la piel de su cuello y apretar su cintura para pegar su trasero a su semi despierta erección. Jamás tenía suficiente. Entonces sintió el anillo de bodas que Lee portaba en su dedo, estorbando su camino para entrelazar sus manos.


–Gaara – la voz somnolienta de Lee lo despertó a la realidad –tu anillo, yo lo ten…


–Quiero que te quites eso – lo empujó.


–¿Qué? – Lee salió del estupor instantáneamente.


–El anillo, no quiero que lo sigas usando – salió de la bañera y regó agua por todo el suelo.


–Pero…NO – el menor permaneció sumergido.


El pelirrojo lo fulminó con la mirada –eso era para la persona que iba amar y me respetaría por el resto de nuestras vidas – caminó directo a la puerta – no para alguien como tú.


–Pu-pues no, no me lo pienso quitar – Lee volvió a sentir como si Gaara lo pateara sin miramientos.


–No te quiero ver con él mañana.


Lee pensó que cuando se animara a salir del baño, Gaara y él continuarían la discusión en la habitación, pero no lo encontró y no volvió en toda la noche. A la mañana siguiente, antes de que Sasuke y Naruto llegaran, Gaara lo tomó del brazo y le sacó el anillo a la fuerza. Lee se quejó y tuvo que contener las lágrimas al ver como su esposo guardaba en su despacho y bajo llave una de las cosas más importantes que tenía. El anillo que le había dado.


Gaara odiaba ver aquella argolla y sabía que debía usar la suya si quería mantener una fachada de pareja normal. Pero le enfermaba, así que era más sencillo hacer que Lee se deshiciese de su anillo e inventar una historia, que tener que ostentar un símbolo irreal en su dedo.

Notas finales:

Ah! lo sé, LO SIENTO... parece que no tengo vergüenza ¿verdad? X_X.

Se me fue la inspiración por completo y a pesar de tener exactamente pensado lo que quería escribir simplemente NADA fluía (detesto que esto me pase).

Pero ya, PORFIN les traje este capítulo y espero les gustase (dee, digo que valiera la pena la espera pero... no lo creo).

Gracias a mis reviewadoras en el capítulo anterior Kaiser, Adid, Hikarinoyami, Cristal y Emina2040. Y, además, gracias a todos los que leen y, aunque no comenten, me la mientan/esperan por una actualización.

Como siempre, les aseguro que actualizo. No semanalmente como me gustaría, pero juro que es muy dificil que abandone.

Salu2 y espero nos veamos pronto

Yais

PD: Ahora... si alguien por ahí lee "Deseos de cosas imposibles" *Argh* no me maten pero aún no voy a actualizar tengo unas 4 hojas pero *SPOILER* una pelea marital entre Sasuke y Gaara es como escribir una batalla con sharingan. Pasa todo y nada a la vez.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).