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Cuando el Hielo se Derrite en Tu Cuerpo por Arwen Diosa

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Notas del capitulo:

Hola! aqui les traigo el capi 7, espero cumpla sus espectativas si?

Y muchas gracias por sus buenos deseos sobre mis parciales que me va muy bien gracias... en verdad agradezco su apoyo.

sobre el fic tengan un poquito mas de paciencia si?

 Y como siempre pasen y lean!

 

CUANDO EL HIELO SE DERRITE EN TU CUERPO


 


 


 


Capítulo 7.-  Quisiera Creerte…


 


        


         Lo primero que sintió fue el movimiento irregular de la superficie, como un lento vaivén que hacía resonar los tablones de madera. Lo siguiente fue el  leve, pero no menso molesto, dolor en la nuca y en el pecho. Escuchó la lluvia golpear contra la superficie y su visión al principio fue doble ante la tenue iluminación de un par de velas a cada lado de aquella cama improvisada.


         Todo le volvía a la mente… lento. Antes de poder entender una voz a su lado lo distrajo de su tarea.


         - Es un alivio verte despierto.


         Con un suave movimiento miró a su lado izquierdo divisando a quien le hablaba.


         - Ca… mus – habló en pedacitos - ¿Dónde estamos?


         Milo se llevó la mano a la frente intentando con eso disipar el dolor y a la vez recordar los sucesos que precedieron su estancia en aquella habitación lúgubre y ese movimiento del suelo.


         - ¿No lo recuerdas?... Te precipitaste Escorpio – Camus exprimió sobre una cubeta de agua, un paño de mediano tamaño y la extendió sobre la frente de Milo quitando sin cuidado la mano de éste y sin prestarle atención al gruñido que lanzó al recibir en su cuerpo, el contacto con el frío.        


         No se quejó, supuso que ésos cuidados eran para bajarle la fiebre…


         - Sería más efectivo que te acostaras a mi lado Caballero de los hielos y tú sabes… bajarme la fiebre mientras yo te la subo – sonrió de manera coqueta – Camus.


         El aludido no cambio de expresión, pero se puso de pie mostrando con eso su desagrado de las palabras de Milo.


         - Es mejor que me retire.


         - ¡No! Espera… perdona Camus, no pude evitarlo – en verdad era parte de su naturaleza hacer esos comentarios, antes suponía que Camus le contestaría con una evasiva pero, dadas las circunstancias no podía jugar con comentarios ni acciones que comprometan más su “reputación”, quería en verdad que sus sentimientos alcancen a Acuario – Perdona – repitió. Para su suerte Camus no se movió, pero tampoco demostraba  intenciones de quedarse - ¿Qué sucedió? Ayúdame a recordar.


         El Onceavo guardián volvió a sentarse en un banquito de madera pero, no dijo nada. Milo convencido que tenía que romper el silencio empezó a hablar. 


         - Llegamos y la gente nos esperaba en la playa de la isla. Estaban un poco alterados… había constantes temblores que  empezaban a rajar la tierra… sólo eran alumbrados por el fuego de sus antorchas y llovía – Milo guardó silencio, suspiró y continuó – Supongo que por más Caballeros Dorados no podemos ganarle a la naturaleza… los derrumbes…


         - No es necesario que lo relates todo, yo también estaba ahí – No quería revivir los sucesos de ésa noche – Aunque todo pasó demasiado rápido, te dejaste llevar por las súplicas de ésa mujer.


         Ya lo recordaba, el rostro pávido de aquella mujer llorando, sus facciones del rostro desfiguradas por el terror y su voz suplicante. Sus hijos aún no llegaban del centro de la isla, su padre era quien tenía que traerlos pero… ¡no llegaban!


         - No tenía por qué seguirme – dijo Milo por lo bajo – Mujer insulsa.


         - ¿Qué sucedió?  - Preguntó Camus más intrigado, por cuestiones de la misión lo que supo de Milo, fue verlo partir hacia el centro de la isla. Él controlaba el derrumbe el tiempo necesario hasta que llegue la embarcación lo suficientemente cerca de la playa mientras Saga guiaba a las personas.


         - El padre había muerto aplastado por salvarlos de unas rocas del derrumbe de las montañas y los tres hijos estaban llorando su cadáver… - no podía evitar contarlo de manera seca y con poco tacto,  era mejor hablarlo de ésa forma sin demostrar su angustia – cuando llegué a ellos, sin muchas explicaciones los separé del padre diciéndoles que su madre los esperaba. No sabía que venía detrás de mí. La vi al regresar, atrapada entre árboles caídos y rocas, al parecer cayó por los derrumbes a un barranco.


         - ¡Por qué tardaste tanto en llegar! – Renegó Camus – El volcán había hecho la primera erupción y no podía construir la pared de hielo hasta que volvieras. La lava estaba cada vez más cerca y la gente histérica.


         Milo se llevó las manos a la cara, angustiado, frustrado. Aún con tanto poder y la capacidad de moverse más rápido que la luz no supo qué hacer en tal situación.


         - Tres niños llorando y una mujer en pánico a unos cincuenta metros por debajo de nosotros y la lava cada vez más cerca. No pude decidirme rápido. Quería salvarlos a todos.


         - ¿Cómo te las arreglaste para cargar a cuatro?


         - En realidad fue a dos – explicó – la mujer agarró a dos de sus hijos más pequeños y yo la cargue a ella. Todo se complicó a partir de ahí, yo sabía que debía darme prisa porque tenías que construir la pared de hielo.


         - En cuanto te vi cruzar empecé a hacerla – explicó Camus.


         - Si, supongo que por el susto al ver tu poder o el terremoto, la erupción del volcán o todo junto… un niño se le resbaló. Ya estaba en el mar, sólo me faltaba subirla a la embarcación y vi al niño caer mientras ella gritaba en mi oído su nombre.


         Hubo una pausa de unos segundos donde sólo se oyó el sonido de la madera de la embarcación rechinar; estaban en el mar. Escoltarían a ésa población hasta su nuevo destino.


         - Continúa Milo – pidió Camus, quería saber cómo fue que llegó a tal situación donde casi pierde de la vida.


         - Me sumergí al agua en cuanto dejé al resto en la superficie de la embarcación. El niño se ahogaba y estaba en el fondo… lo alcancé sin mucho esfuerzo pero,… supongo que fue por la erupción más fuerte que la isla terminó por partirse y el mar se agitó tanto que nos arrastró. Era inútil, el niño ya estaba muerto, sangraba de la cabeza, debió golpearse con las rocas al caer al mar. Aún así me negué a soltarlo.


         Milo ya no relató, los sucesos que continuaban ya no los recordaba con la claridad precisa para hablar.


         - Te saqué del agua desmayado – continuó Camus – Una erupción y temblores, derrumbares y el mar furioso… ¡Por Atena! Milo pudiste haber muerto. Si no traías la armadura… la explosión lanzó una roca del volcán al mar y te llegó de lleno.


         Milo se tocó el pecho por debajo de las mantas, ya no traía su armadura pero sentía un dolor  intenso en esa región, incluso al respirar. Con sus dedos tocaba los vendajes que cubrían su cuerpo. Como Caballeros estaban acostumbrados a situaciones difíciles y sobrepasarlas, así de la nada. Debía guardar su angustia.     


         - Estoy bien – dijo  - ¿Tú, Camus? – Preguntó observándolo mejor, esforzándose en ver si tenía alguna herida o magulladura, por la escasa luz la tarea se le dificultaba.


         - No me pasó nada – dijo – algunas rocas me llegaron pero no se compara a lo tuyo, solamente me rasguñaron un poco el brazo – se palpó la zona mencionada. Camus aún traía su armadura y se podía apreciar algunas marcas rojizas. 


         - ¿Seguro que estas bien? – Camus afirmó moviendo la cabeza -  ¿Qué sucedió con las marcas del otro brazo?


         Un poco extrañado miró a donde Milo indicaba, no recordaba haber sufrido más lastimaduras pero, efectivamente en el otro brazo, una mancha espesa y de color verduzco cubría su piel nívea. Arrugó el entrecejo extrañado, no recordaba algún golpe para producirle tal moretón…


         - No pasó nada – Dijo al momento que su mente le tría los recuerdos del motivo de esa marca – Fue un golpe.


         Milo suspiró, no creía en las palabras de Camus, había notado algo raro en ése hematoma.


         - Muéstramelo – dijo secamente – Ésa no es marca de un golpe.


         Camus apartó la mirada, no quería caer al descubierto… no creía que el agarre de Saga en la afueras del templo de Aries al que fue sometido para apartarlo de Milo, y cuando le apretaba le brazo reclamándole de la apuesta, le dejara tal marca.


         Milo hizo un esfuerzo para sentarse al tiempo que apartaba el paño de agua, y retiraba la mano de Camus sobre el moretón, evidentemente tenía la forma de una mano.


         - Camus… - buscó unir miradas intentando hallar explicación - ¿Cómo…? ¿Saga?        


         - Saga… basta – Camus hizo un ademán para deshacerse del agarre pero sólo consiguió ser sujeto con más fuerza.”


         Recordaba que el francés fue zarandeado más de una vez sujeto con fuerza de ésa región, pero, no creyó que Saga le hiciera tal moretón.


         - No es la gran cosa – empezó a decir Camus rápidamente – Somos Caballeros ¿no? Hemos sufrido heridas peores, como las tuyas por ejemplo. Ni me había dado cuenta…


         - Que bruto es Saga – interrumpió Milo - ¿Cómo se atrevió a hacerte tal daño?


         Camus prefirió callar y morderse la lengua.


“No hables de daños,


que tu sabes hacerlos peores”


         Quería estamparle eso en la cara pero era victimarse demasiado.


         - Imbécil Saga – Dijo Milo apretando los puños – Cuando lo vea le desfiguraré la cara ¿y dónde estaba en la misión? ¿Recogiendo piedras? ¿Jugando con el agua? ¿Buscando a sus hermanos los cavernícolas? – Exhaló aire - ¿Por qué simplemente no nos teletransportó a la otra isla en vez de subir a todos a éste barquito? ¡Odio cómo se mueve!


         Intentó incorporarse pero el dolor del pecho se extendió hasta la espalda. Además de ese vaivén irregular de lado a lado era molesto y ya hacía mella en su estómago que empezaba a estrujarse ante las crecientes náuseas. Camus no era ajeno a eso, al igual que Milo el constante movimiento ya les afectaba.


         - Entre tanto estallido y caos no podía teletransportar a la muchedumbre que hasta sus ovejas habían alistado para llevárselas. Fue un alivio que había una embarcación, no más decente, a la que asirse. Guió a las personas a subirse a ella y luego estaba concentrado en mantener una barrera protectora alrededor del barco mientras el resto subía y yo… te sacaba del mar.


         - ¿Y ésta carcacha a dónde nos va a llevar?  - Renegó.


         - En cuanto amanezca Saga teletransportará a todos a la isla más cercana – Camus levantó el paño húmedo de la cama improvisada para volverlo a sumergir a la cubeta de agua, luego le tocó la frente con la palma de la mano – Ya no tienes fiebre.


         - Camus…


         Unieron miradas, éstas se encontraron entre la luz tenue de las velas. Milo había sujetado la mano del francés, aquella que reposaba sobre su frente y la dirigió poco a poco a su boca hasta depositar un suave beso en el dorso.


         - Gracias – dijo Milo – Me salvaste la vida.


         Camus de deshizo del agarre sin necesidad de ser brusco.


         - No podía dejar que te ahogaras – Camus miró a sus zapatos. “Aunque Saga lo propuso” pensó – La misión se salió de control al principio pero, todo está bien. No hay civiles heridos, Saga estaba en cubierta…


         Milo se dejó caer en la superficie con calma y dejó salir otro suspiro. Quería disipar las náuseas y a la vez, buscar la manera como expresar sus sentimientos hacia Camus.


         - Todos fallamos alguna vez Escorpio – dijo Camus interpretando ese suspiro como muestra de su angustia ante la misión.


         Milo asintió en silencio agradecido que Camus le dé ánimos, también agradecido que, por lo menos podían entablar una charla normal entre ellos a pesar de todo lo sucedido.


         - Espero puedas perdonarme Camus – no quería perder la oportunidad de estar solos y alumbrados solo por velas para disculparse. Con una mano buscó las del francés y la sujetó.


         - Cállate – le dijo – No estoy aquí para escuchar sobre esos temas Escorpio.


         - Entonces por qué estás aquí – Milo se negó a soltarle la mano a pesar que Camus mostraba intenciones de apartarla.


         - Que importa – dijo. No iba a dar explicaciones, después de vendar a Milo bien podía dejarlo solo y éste no tardaría en despertar por sí solo, pero, tampoco quería estar en cubierta con Saga…


         “Saga… estaba distraído y no vi que se me acercaba después de dejar a Milo en la habitación. ¿Por qué tenía que acorralarme aprovechando que estábamos solos?”


         El Caballeo de Géminis tampoco desaprovechó oportunidad de acorralarlo en uno de los pasillos estrechos del barco y robarle el aliento de los labios. Un beso demandante y feroz que lo dejó sin palabras e hizo a su corazón pronunciarse con ímpetu contra sus costillas. En tal arrebato no correspondió, ni siquiera se dio la oportunidad de cerrar los ojos o formular pensamientos. Aún al recordarlo temblaba. Entre los brazos de Saga…


         Se llevó los dígitos a los labios donde aún estaba impregnada tal unión.   En vez de adquirir un sabor dulce se tornaba amargo… amargo fue ser besado de tal forma y sin una palabra ser abandonado en medio de ésos pasillos ¿Por qué Saga no se aclaraba? Sin decir nada…


         “Es como si jugara conmigo”


         No quería pensarlo… pero ese precisamente, aquella unión de sus labios en demanda de ser correspondido… fue su primer beso.


         Miró a Milo de reojo, aún le sostenía la mano.


“Las manos de Milo siempre están tibias…


 las de Saga…


…no recuerdo ”


         Movió la cabeza ligeramente a los lados, basta de indecisiones, se decía a sí mismo mientras se ponía de pie y forzando a que el agarre se soltara.


         - Iré a cubierta a ver si todo está bien – dijo sin mirar al griego – Tu, descansa un poco más.


         Antes de llegar a la salida sintió que era sujeto por detrás, en una especie de abrazo. Milo juntaba su pecho con la espalda francesa y sus manos parecidas a pinzas lo atraparon y se colaron a su vientre.


         - Camus no te vayas – dijo con voz queda – Me cuesta mantenerme en pie… así que disculpa que me apoye en ti.


         - Suéltame – dijo serio – o me apartaré y dejaré que caigas… Milo no tienes derecho a agarrarme así…


         r09; ¡Qué derecho tiene Saga de hacerte esto! – Renegó Milo llevando la mano al brazo de Camus tocando el hematoma – Yo al menos quiero abrazarte... Camus, yo… dos semanas y me bastaron para darme cuenta que mi corazón no entiende límites, ni razones. No me apartes de tu lado, déjame quedarme contigo… me esforzaré, tomes la decisión que tomes, yo no soy bueno con sentimientos complicados y lo que sé es que te fallé y comprendo que no confíes en mí… y que tú… hay algo entre tú y Saga… lo sé. No soy tonto, aunque lo parezca la mayor parte del tiempo… odio decirlo, pero Saga… ¿Qué te ofrece?, no me interesa. ¡Él ha estado contigo desde siempre! ¡Y! Necesitó saber que estabas con alguien más para fijarse en ti… teniéndote a su lado desde siempre… siempre…            


         - Basta – musitó Camus – Milo… no confío en ti. Tendría que volver a nacer para confiar otra vez. Aléjate – el plazo para que finaliza la apuesta aún no culminaba, eso le hacía desconfiar más a Camus sobre las palabras de Milo. Sin embargo, no podía quitarle peso a lo que decía…


         “Saga que siempre me tuvo a su lado no supo apreciarme, o valorarme y ahora…”


         Pero, en el pasado Camus fue quien lo quiso primero y no fue un amor mediocre… no… lo amaba en verdad. Era cuestión de tiempo que sus sentimientos recobren la fuerza del pasado y empezar una relación con Saga.


“Está decido”


         No obstante…


         ¡Por qué tenía que meterse a esa situación! Se suponía que en ésos momentos Milo le estaría rogando para que dijera la verdad a Kanon. La dichosa venganza a la que se aferraba era que Milo sufriría diez veces más si en verdad habría cumplido la apuesta pero no tendría forma de comprobarlo. ¡Cómo se salió todo de control! Milo, en primer lugar no tenía que negar la apuesta frente a Kanon y tampoco esperaba que le profese amor o que Saga despierte sentimientos hacia él pero, ¿qué clase de sentimientos?… hacerlo de su propiedad al saber que se acostó con alguien más y luego besarlo y correr.


         Camus fue el que suspiró aún siendo abrazado por Milo.


         - Milo… quizá tengas razón y Saga… tardó, por decirlo de alguna forma pero, yo le he amado siempre…


         Todo cambió tan rápido. El abrazo se transformó en un Camus contra la pared y Milo evitando cualquier escapatoria con ambas manos a los lados, flanqueando.


         - ¡No lo acepto! – protestó el Escorpión ante Acuario que estaba más que sorprendido – Dímelo mirándome a los ojos Camus.


         El aludido intentó  empujar a Milo por el pecho pero sólo los dioses sabían de dónde sacaba fuerzas para mantenerse ahí de pie, acorralándolo.


         - Yo amo a Saga.


- Mientes – apenas hubo espacio entre “Saga” y “Mientes” – Mientes Camus, porque si lo amaras no estarías aquí.


 


“Me duele el cuerpo como si yo hubiera sido atacado


por las rocas de fuego del volcán…


El sabor de Saga… el sabor de Milo…


definitivamente me siento atrapado entre dos caminos oscuros.


 Los labios de Milo y ésta danza suave


que realiza con mis labios…


 es dulce y quita el sabor amargo de los labios de Saga…


 Mi corazón caótico late sin control…


 sin darme cuenta, correspondo. 


Quizá Saga me haya besado antes pero, es la primera vez que correspondo, un beso lento…


 y me abraza, entrelaza nuestros dedos y pega su cuerpo al mío.


 Lo siento a pesar de la armadura sobre mi cuerpo…


¿Qué estoy haciendo?


He dicho que lo amo y me beso con Milo,


 entrelazo mis dedos con los suyos


 y dejo que pegue su cuerpo al mío…”


 


         La falta de aire los obligó a separarse, aunque sólo los labios, mantenían pegadas las narices y respiraban agitadamente mientras se miraban a los ojos. Agitados, exhalando aire y sin soltarse. Sus labios se reclamaron en nueva cuenta una unión que Camus inició.      Tanto tiempo en soledad sufriendo en un amor no correspondido… y sin detenerse los labios de Milo continuaban la danza que solos los dos conocían, derrumbándolo todo, arrasando con toda muestra de tristeza e incertidumbre. Lento… pero le iba convenciendo…


         “Quiero creerte Milo… que eres real”.


         - No… - Camus fue quien se separó poniendo distancia entre ellos – No Milo…


         Logró zafarse de los brazos de Milo y caminar una considerable distancia entre ellos.


“Qué estoy haciendo…


en quien me estoy convirtiendo…


Cuando tuve sexo con él solo pude pensar


que siempre seria de Saga…


y aún así… ”


         - Debo irme – dijo bajando la mirada, no quería que nadie advierta la acumulación de lágrimas en sus ojos y el gran nudo que se amarraba en su garganta le presionaba el pecho -… lo siento.


         No dijo más y sus pies caminaron solos hacia la salida.


         Milo se quedó apoyado en la pared que a poco se quedaba en penumbras… las velas se agotaban.


         - ¡Camus! – No iba a dejarle ir como si nada sucediera… no. Debían aclarar la situación - ¡Camus!


         Apoyado en el muro fue como avanzó, incluso si tardaba en alcanzarlo lo lograría. Estaba seguro que oyó a Acuario pronunciar un quedo “lo siento”.


         Sus labios… un beso…


         - Ven Camus – pronunció para él en voz baja, quedándose en el pasillo a oscuras – yo…


“Yo te amo”


         Apretó sus dedos en el cabello y la otra mano se la pasó por los labios húmedos, en una caricia. Aún sentía su esencia, su calor… terminantemente no iba de dejarle ir así como así… Camus lo escucharía y entendería hasta que sus sentimientos lo alcancen.


         “Hasta que entiendas que te amo”


                           


   


        


 


 

Notas finales:

Ah! espero le haya gustado  y no olviden dejar reviews si? que me inspiran a continuar esta loquita historia

Prometo actualizar pronto.

gracias por leer y

nos leemos!!!

 


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