Capítulo 2
Los tres hombres se miraban con exhuma desconfianza.
Aunque helara y se estuviera poniendo cada vez más helado, no se movían un solo centímetro de ese lugar… como si estuviesen pegados al pasto. Hasta que Dumbledore sacó su varita. Wolfram se interpuso entre Yuuri y el anciano, pero el mayor sólo esbozó una leve sonrisa. Unas palabras mágicas abandonaron sus labios y Yuuri no alcanzó a oírlas…
-¿Qué dijo?- preguntó Yuuri sin salir de su asombro. Sus ojos negros se abrieron como platos al ver que el anciano invocaba un hechizo menor de levitación de una rama.
Wólfram estaba sorprendido. ¿En qué clase de mundo los había mandado la condenada máquina de Anissina?
-¿Qué vinieron a hacer aquí?- pregunta el anciano bajando un varita, mientras sacaba de su bolsillo un caramelo de limón- ¿quieren uno?- les ofrece
-No, gracias- responden ambos al unísono.
Transcurrieron horas, ya que apenas era el atardecer y muy pronto el sol se ocultó, dejando solamente las negras siluetas en la pradera.
Un cuervo pasó gritando: ¿qué esperan?...
-¿Podríamos entrar al castillo?- pregunta el pelinegro al anciano, quien ya iba adelantando el paso, como si hubiese recordado algo importante.
-¡Espera, debilucho!- exclama el rubio llevando ambas maletas.
Las puertas se abrieron de par en par. Ambos “invitados” se quedaron boquiabiertos.
-Bienvenidos a Hogwarts, escuela de magia y hechicería- dice Dumbledore- siento mi falta de cortesía.
-No hay problema- responde el rey, tomando su maleta.
Dumbledore se gira y encanta las maletas dejándolas en miniatura.
Wólfram exclamó y Yuuri quedó embobado con ese truco.
Para él, era como estar en una especie de “mundo mágico” en tamaño real.
Dentro de sí, pensaba: “que geniales los efectos especiales”… aún estaba buscando el hilo que hizo levantar la hoja en el patio.
Caminaban en penumbras, hasta que el anciano se detuvo frente a una gran puerta de madera.
-Aquí es…- murmura el director, abriéndose paso hacia el Gran Comedor frente a la mirada curiosa y asombrada de sus alumnos.
Yuuri algo tímido, entra detrás del director. Detrás de él, entra Wolfram, quien veía a un montón de futuros rivales. Para él todos eran unos potenciales rivales en el amor de su ya esposo.
Las chicas comenzaron a emocionarse y a gritar halagos hacia el rubio. Lo que molestó a cierto rubio de la mesa de slytherin.
Ese aparecido de la nada le venía a quitar popularidad. Eso no lo iba a tolerar. Menos a aceptar.
-Tienes competencia, dragón- comenta Blaise cerca del oído de Draco.
Draco sólo gruñó y fingió no notar la mirada boba de su ya novio Harry. Eso sí que era inaceptable.
Hasta los más heteros, sintieron un leve cosquilleo en el estómago.
La postura, el caminar, su cabello rubio como de oro, sus ojos verdes esmeraldas, su piel tan blanca y ese traje militar, sólo resaltaba sus aptitudes.
Mientras que su acompañante, era más bien del tipo atractivo adorable. Con cabellos y ojos negros, piel morena y una infaltable sonrisa en el rostro.
-¿Quiénes serán ellos?- pregunta Hermione, sin poder apartar la mirada de Wolfram.
-No lo se- responden Harry y Ron, volviendo la mirada a esos extranjeros.
Dumbledore pidió la palabra.
-Ellos son unos invitados que estaba esperando… él es Yuuri Shibuya, rey de Nuevo Makoku…- indicando con el dedo al pelinegro- y su esposo, Wolfram von Bielefeld- indicando con el dedo al rubio.
Lo que más extrañó al rey, fue que el director sabía a la perfección sus nombres, el mundo de dónde venían y hasta que estaban casados…
-Increíble- dijo el ojinegro.
En realidad Dumbledore lo sabía por las siguientes razones:
1- Se habían presentado.
2- El anillo de bodas es más que evidente y sus nombres estaban grabados en él.
Después de todo es el director de Hogwarts…
Lo que pasó de un gran entusiasmo, pasó a un gran ¡¡¡¡noooooo!!!!!……. Especialmente gritado por las chicas.
Todas sus esperanzas se fueron a la misma basura.
Ambos invitados se sentaron junto con los profesores y Yuuri picaneaba la comida con el tenedor pensando que era de “mentira”.
Muchos le miraban con rareza. Hablaban un lenguaje extranjero y Dumbledore era el único que le entendía. Incluso hasta para el profesor Snape, le costaba mantener la línea de conversación. Sólo se limitó a comer y los ignoró por ese momento que se le hizo eterno.
Cuando todo ese revuelo pasó, Dumbledore volvió a tomar la palabra y pronunciando unas palabras mágicas, de su varita salió una luz muy brillante, la cual se fue posando en cada una de las frentes del alumnado. Después se extinguió.
Y como si hubiesen descubierto un continente desconocido, ahora todos entendían el nuevo idioma de los extranjeros… era como otra forma de japonés.
Mientras que en Nuevo Makoku…
-¡Su Majestad!- exclamaba Günter contemplando la máquina del tiempo completamente vacía- ¡vuelva pronto!
Continuará…
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