Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sol no sabe dejar de brillar por blendpekoe

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

En el trabajo las cosas siguieron su curso normal. Sacando el hecho de que cada vez que iba a buscar café terminaba con chocolate, me ganaba y elegía por mí. Yo me reía y eso lo hacía reír, estuve de muy buen humor esos días.

Y lo llamé y volvimos a salir. Pero nada de ir a tomar alcohol, según su pedido, cosa que me agradó, así que fuimos a un lugar diferente donde pude tomar libremente el café del que me veía privado en horas de oficina. Estéticamente había una discordia, yo andaba de traje por mi trabajo tomando café y él andaba de jean y remera tomando jugo exprimido. Así que mi ropa me hacía sentir incómodo de vez en cuando, al tener la sensación que me hacía ver con más edad de la que tenía al estar junto con él.

Todavía seguía tratándome de usted.

También volvimos a ir a mi casa donde no nos demoramos en repetir las mismas experiencias.

Es fácil pensar que yo era responsable del cómo sucedían las cosas, pero la desgraciada verdad era que no; yo era más tímido que él en lo que al sexo se refiere. Pero sí dejaba que sucedieran, porque era todo un cambio en mi vida que me negaba a rechazar.

Esa mañana siguiente, cuando se preparaba para irse, lo invité a almorzar. Realmente me gustaba estar con él. Lo vi incomodarse un poco ante la invitación y luego de pensarlo me miró con duda.

—¿Está seguro?

Por un momento sentí que hice algo muy malo, que debí haberme callado y dejar que se fuera. Me sentí fuera de lugar, a pesar de que en todo eso yo no sabía cual era mi lugar.

—Sí, pero podemos dejarlo para otro momento —intenté sonar confiado para salvar la situación, aunque por dentro me pesaba el mal momento.

—Mejor no lo pospongamos —dijo algo pensativo pero volviendo a su humor habitual.

Comimos afuera y a mí me tenía tranquilo el poder estar con él usando cualquier cosa menos un traje. Hizo bromas al respecto. Sacando el extraño tropiezo que hubo en el momento que evité que se fuera invitándolo a almorzar, las cosas siguieron muy bien. El almuerzo se alargó más de lo esperado y, luego de eso, nos distrajimos caminando, sucedía sin darnos cuenta. Intercambiábamos palabras, sonrisas y miradas llenas de expectativas. Había una constante atención mutua, roces poco accidentales y muchas ganas de reír. Llegada la tarde su celular sonó el cual no atendió y sólo miró con descontento.

—Mi madre —explicó con un gesto de exageración, luego rio—. Debe estar dándome por muerto.

Entonces me di cuenta de todo el tiempo que había pasado y gané conciencia de que estar con él hacía desaparecer el resto del mundo, presintiendo que podría ser recíproco.

 

Los días siguientes pensé mucho en lo que estaba haciendo. No había duda alguna que necesitaba cosas como esas para poder seguir con mi vida. Necesitaba darle fin a mis conflictos internos en lo que a relaciones se referían. Pero no podía usarlo como una excusa para mis actos. En lo que hiciera, debía ser sincero, conmigo mismo principalmente.

Así que, como primera medida, contemplé los acontecimientos que se habían presentado en la última semana, decidido a saber cómo sentía al respecto.

No hubo manera. Solamente me sentía contento e impaciente por volver a estar con Alan.

No voy a mentir, el sexo era un gran motivante, pero sólo porque me sentía muy atraído a su persona y en ese momento de intimidad pura expresábamos lo que era muy pronto para decir con palabras. Mi hermana me aconsejó, preocupada, volver a ver a mi terapista al contarle lo que estaba viviendo.

 

Luego se hicieron muy normales las salidas y las noches en mi casa con él. Cine, cenas, almuerzos y paseos, de repente eran cosas que podían presentarse en cualquier día de la semana. Las primeras veces que yo insistí en invitar y nunca dejarlo pagar lo incomodaron, pero luego de un discurso donde mostré mi lado más patético al asegurarle que me hacía sentir bien y que necesitaba sentir que hacía las cosas bien, no hubo problemas.

Decir que él era muy maduro para su edad, no le hace justicia, más bien daba la sensación de tener una conciencia de las cosas diferente a otras personas, no sólo de su edad, en general. Era muy comprensivo como si entendiera el por qué de cada cosa y persona, nada parecía alterarlo o escandalizarlo. Tenía una mente muy libre y una filosofía de vida que se basaba en lo realmente necesario: vivir con alegría.

Supe que le gustaba cocinar y me lo demostró un par de veces en casa; incluso hablaba de querer estudiar gastronomía. Contemplaba detalles absurdos o insignificantes de la vida diaria con curiosidad por lo que podía sonar incoherente muchas veces, pero me acostumbré a eso. Él era raro, seguro. También me acostumbré a verlo hacer sus ejercicios de respiración por las mañanas. Y ante mi asombro de que Alan tuviera poca y nada de experiencia en vídeo juegos, le enseñé a darme buena pelea en diferentes juegos de deportes.

Pero entre nosotros había una distancia, un límite, fijado por un respeto mutuo que no permitía que nos involucráramos en la vida del otro. No había cuestionamientos ni reclamos, no había ataduras. En otras palabras, no estábamos en una relación romántica. Algo que yo contemplaba con cierta pena.

 

Me sorprendí mucho cuando mis amigos notaron cambios en mí. Al menos ellos decían que me veían diferente. Siempre se piensa que esas cosas nunca van a ocurrir; que otros vean cambios que uno cree que no van a ver.

Me mantuve discreto al respecto, decidiendo evadir toda pregunta, no hacer comentarios y negar sus burlonas acusaciones. En tono de broma llegaron a la rápida, típica y no muy errada conclusión de que estaba saliendo con alguien. Aunque en ignorancia ellos hablaban de una mujer. Pero pasé de sorprenderme a quedar atónito al recibir un par de comentarios de algunos de mis compañeros de trabajo en los que decían verme sospechosamente contento.

Luego de estos hechos me admití a mí mismo que sufría cambios que eran visibles. Porque después de todo, habían pasados muchos años desde la última vez que me sentí tan bien con el mundo, la vida y conmigo mismo.

Conocía a alguien que me hacía sonreír sin hacer nada para lograrlo.

 

Un lunes, después de que Alan hubiera pasado todo el fin de semana en mi casa, desde el viernes después del trabajo hasta esa misma mañana, antes del mediodía recibí un mensaje en mi celular. El mismo era de él, quien seguramente estaba cerca de la máquina de café, y sólo decía hola.

Eso comenzó lo inevitable: el intercambio sin fin de mensajes en los que en realidad nada teníamos para decir, más que demostrar que no dejábamos de pensar en el otro.

Dos semanas después de que eso se sumara a las cosas habituales, me di cuenta que de verdad deseaba algo más: lo quería a él en mi vida.

Notas finales:

Mis redes, historias y playlists.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).