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Rock ya no por favor por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

No sé si te acuerdas~ que ya tiene casi un año sin actualizar~ qué vergüenza me da~ nah~ después de tanto al cuento y mira cuánto hay LOL.
Dedicado a Konosuke, por su shalalesca ayuda, y porque esto es suyo. Y el fic también.
Besitos~

 

Capítulo VII.

+ : : Séptimo Escenario : : +

+ : : : : +

El corazón estaba allí, aún latía con fuerza, aún cuando la coherencia del latido le abandonó desde que él lo poseyó; el corazón, para recuperarse, por el momento era pura mecánica;  la vida en esta historia iba a cantar de ésa manera. El amor no triunfa a menos de que el contrincante causador de penas muera en batalla. Un proceso de salvación, redención o venganza.

—¿Tenía caso pensarlo? –se preguntó a sí mismo y se afianzó de la tela de la camisa propia, la respiración era entrecortada y la fiebre no cedía. Pero poco demostraba su debilidad.

—No te debe importar el pasado –le dijo intentando que se pusiera a descansar de nuevo –. Así,  no debe importarme que al final te acostaras con los dos –suspiró y viró la mirada hacia la ventana de la habitación –. La idea es que ellos nos lleven a donde estén, el fin justifica los medios, ¿no?

—No tuve amoríos porque realmente quisiera –frunció el ceño –. Eres un sujeto difícil, Gesso, y eso será la causa de tu tragedia –alegó levantándose, no sin antes sufrir de un vahído –. ¿Qué no te importa? –se encogió de hombros –. Tienes razón, ni siquiera entre nosotros nos preocupamos realmente el uno por el otro, lo que importa es el resultado. Llegaremos a la cima –devolvió la llama de decisión.

+ : : Llegada de Reborn  : : +

—La clase de propuesta que me llevó a consumar el trato contigo se ve ensuciada por esto que me estás pidiendo –dijo Reborn subiéndose al lujoso automóvil del que era dueño –. Espero no sea este otro de tus juegos, Cavallone –le miró de perfil – porque no podré hacer mucho en caso de que sea así.

—No digas mentiras, manager de cuarta, que te emociona igual o más que a mi –refutó recargándose en la puerta del auto que aún no era cerrada –. Los llevaré a la cuidad, ¿qué clase de músico sería yo a dejar al vientre que almacena a mi futuro primogénito como vil expósito?

—¡Ja! Permite que me ría entonces de aquellos que te crean tal declaración altruista –le dejó una pequeña maleta color negro –, allí está lo que pediste, además de un par de teléfonos celulares; ponle al inútil de Dino el localizador en la garganta sí es necesario, se presentarán esta misma noche en el Auditorio R, sin excusas –y quitó al moreno de la puerta para cerrarla y marcharse.

El Bronco miró el comboy que se había armado para escoltarlos de regreso a la ciudad. Después de esta pequeña aventura, Primo sentía más ansias de volver a su antigua vida mas que nunca. Abrió la caja y encendió enseguida al que identificó como celular propio e hizo una llamada al próximo lugar donde llegarían.

—¿Todo bien? –preguntó Mukuro, saliendo de la cabaña y bajando los tres escalones de madera, arreglándose una gabardina color café sobre la camisa negra –. Dentro nada es mas que paz.

—Viniendo de ti, en serio que me sorprende.

—¡Oya, ¿es que piensas que he causado alguna molestia allá dentro? –terminó a un lado de él.

—Cavallone-sama –interrumpió un monigote de negro, con lentes y cara de asesino experimentado –. Todo listo.

El guapo moreno cerró el celular y desplegó una sonrisa.

—Traigan con mucho cuidado al pequeño de Alaude, recuerden que en él se encuentra el heredero de Mortality.

+ : : : : +

Se fueron en limusinas separadas, los campesinos por un lado, y los músicos por el otro.

—Vaya, no pensé que funcionara, digo, el plan se fue a pique cuando todos se dejaron follar como animales –farfulló, mirando la ventana, el bello paisaje de la urbanización.

—Será mejor que te calles –respondió Hibari.

—Sólo quería charlar –se encogió de hombros y se recostó en el fino asiento y tomó algo de alcohol –. Me acostumbraré a esto nuevamente –los dos compañeros le recriminaron con la mirada –. No he dicho nada~.

+ : : : : +

—¿Esta misma noche? –inquirió Mukuro, sosteniendo el mentón con la mano derecha.

—Se tomaron unas interesantes vacaciones, no veo por qué postergar mas el llamado del deber –contestaba el bronco, sentado con aire supremo, cruzado de manos y piernas, cubriendo su mirada por un sombrero color caqui cálido. Dirigió una mirada corta a su hermano menor –. Demasiado callado para ser algo mío.

—Déjalo –dijo, soltando un suspiro –. Sigue pensando en el lindo conejo.

—Te escuché –murmuró el rubio, muy cómodo en la esquina del transporte, con ojos vacíos y voz sin sabor –. Ya no me interesa discutir con ustedes –después de eso, se dejó caer en el sueño, ignorando las declaraciones negativas al respecto de sus dos camaradas.

+ : : : : +

—¿Hasta qué fecha te podrá llegar la madurez, kora? –se ató la banda militar en la frente, ajustándola a la perfección y dejando que el broche con el número “1” quedara a su izquierda –, esto sólo te meterá en problemas, bueno –se encogió de hombros –ojalá te los cause.

—Te olvidas que me casé con Lal por sociedad, así que tanto mis triunfos como fracasos se dividen por la mitad con ella, ¿no sería una lástima que terminara en la quiebra por tu falta de apoyo? –seguía sentado en la cama, exhalando el aire del tabaco.

Colonnello no tuvo nada qué hacer, mas que apretar la quijada junto con los puños.

—Bastardo, me he estado acostando contigo por…

—Porque te encanta –se levantó con aire ecuánime –, ah, y porque supuestamente el que tu hermana se entere constituye algo que destruiría a tu familia –movió la mano, restándole importancia.

Se veía tan sorprendente y confiado, aún estando a medio vestir, el rubio sólo atinó a virar la mirada hacia otra parte de la habitación de lujo. Otro hotel tachado en la lista de Reborn.

—Dices que esperas mi apoyo –comenzó a decir, tomando su chaqueta y dirigiéndose a la puerta –, pero no buscas más que lo que ya has tenido en todos los hoteles de la ciudad, felicitaciones, kora.

Pero le detuvieron el momento de poca rebeldía, agarrándolo por la cintura con fuerza, no pasó ni un segundo para sentir el mordisco de los dientes blancos sobre su piel, se estremeció al instante.

—¿Aún sigues sensible? –se mofó y fue bajando las manos hasta las caderas, pegando mas su pelvis al trasero bien formado de Colonnello.

—Se te acabó la hora –guardó los temblores en caja fuerte, dio un codazo al costado del moreno y salió sin agregar palabras de despedidas.

Su relación siempre era así.

+ : : : : +

Los instalaron en una mansión, justo en medio de uno de los barrios de más categoría entre los ricos. Byakuran hizo de las suyas en cuanto llegaron, un par de llamadas al manager, alegando una cita con la banda, pero Reborn la negó porque Mortality estaba muy ocupada.

−Entonces, entreténganos, señor manager.

+ : : : : +

Fiesta en casa de la disquera. Pomposa, por mas, petulante. Gente aquí, allá, en la barra de bar y cerca de la piscina adornada con el brillo de las luces azules con rosas flotantes; la música, Mortality, obviamente. El rock tan maravilloso a los oídos de los invitados.

Mucha mujer, mucha bebida. Qué originalidad tan bárbara. Podrían encontrar tapizada la pared de discos, incluso del señor Dalí; ah, un olvidado estante de libros y el título grabado en letras de oro. Fotografías de la banda al iniciar, autógrafos tamaño persona, bocinas estridentes. Risas bobas y exclamaciones mezclándose en la arena de las odas. Y la llegada de los molestos medios de prensa, otro flash y podría vomitar.

Entrevista tras petición, petición tras trago de vino, pregunta, pregunta, pregunta, basta, disfrute la fiesta.

Dejó que el largo suspiro acabara en el cuello de su ropa fina, se ajustó la chaqueta para sonreír a la puta de la esquina. Reborn sí que sabía los gustos de cada quien, aquella o ésa bien podrían complacer a los pequeñajos. Un pitido molesto, otra vez el teléfono. El amor internacional, buscó en la cartera y se dio cuenta de que había un par de tarjetas llenas de números. Cita, otro hotel, otra cogida. De nuevo el sol artificial.

−Pareces aburrido, Colonnello –se recargó a la misma pared y sostuvo en son de brindis el vaso de vodka.

−Sólo que nunca me acostumbro a estas sencilleces –contestó y se viró para encarcelar a la joven, le tomó la mano y besó  –, pero contigo aquí.

−Para, conozco tu falsa personalidad, no lo soporto.

−Ja, por eso está tan felizmente casada con él, ¿no? –miró en dirección a Reborn que ordenaba al cuerpo de fotógrafos ya retirarse –. Es un fastidio, él los llama y yo tengo que liármelas para conmover a las masas.

−Los hombres no conmueven masas a menos que sean pederastas, ah, espera, ni siendo el Papa causarías algo así.

−No cabe duda de que te ofendí en algo, ¿puedo saber la razón, jefa de disquera, Lal? –se cruzó de brazos y elevó la ceja derecha.

−Dijiste Sencillez, en lugar de carencia de mujerzuelas.

−Te equivocas, allí y allá hay un par. Todas dispuestas a dejar las bragas en la puerta como letrero “Jódase, no moleste, que estoy follando con Mortality”

−El que todas se quieran acostar con el supuesto, autonombrado, mejor amante del mundo de la música…

−Ya, corta el tono simplón que allí viene mi némesis –rió ante Reborn que enseguida se puso al lado de su mujer, le rodeó por la cintura descubierta; Colonnello frunció los labios –, te estabas perdiendo del sermón de mi vida.

−¿Ya tan temprano? –les inquirió –, podrían tomar las cosas con mas calma –se burló.

−He de recordarles a los dos, petulantes hombres lame medias, que soy su superior.

−Entonces inventa una orden que haga alejarme de aquí –fingió implorar –. El aire en esta zona –miró despectivamente al moreno – me es escaso –se dio media vuelta.

−Será porque ya no estabas acostumbrado a las buenas noches –dijo Reborn besando la mejilla de su mujer, de forma que el rubio pudo escucharle perfectamente, éste apretó el puño derecho.

−Claro que lo estoy, tengo a un idiota como maestro, ya sabes –se encogió de hombros –. Me congelo, pero nada que un par de sábanas no puedan arreglar –y se marchó.

En otra sala, más delirios sobre la banda.

−No me cabe la menor duda, estos tres nacieron para revolucionar el universo. Simplemente, nada se le puede comparar –dijo animada una reportera con ropa escasa, gustos del Cavallone mayor; el señuelo favorito –. ¿Ustedes son fans? –se sentó en uno de los bancos y pidió un trago al barman –. No los había visto en estas fiestas, normalmente la buena jefa invita a los medios ¿pertenecen a una revista?

−Acorde a su naturaleza está el hacer muchas preguntas –dijo Byakuran sonriente, sentándose a su lado e hincando el codo en la barra –, pero no somos ninguno de los dos –de soslayo confirmó la existencia de Kyōya sosteniendo una esquina –, somos algo nuevo.

−Oh, vaya –la mujer perspicaz no perdió el brillo violeta de los peligrosos ojos de Gesso y sacó una pequeña grabadora –. Presiento algo bueno, si me permite, me gustaría entrevistarlo.

−Reportera-chan –negó con el dedo índice –, me temo que no puedo dar solución a su curiosidad.

−¿Y eso?

−Falta un integrante, se sintió un poco enfermo de tanto glamur, y ya sabe, casi como hermanos –levantó ambas manos y movió la cabeza –, yo, como hermano menor debo esperar autorizaciones. No me lo tome a mal.

−Pierda cuidado –sonrió.

−“Ése idiota” –pensó Hibari desde su lugar.

En ése momento, un hombre de ojos azules saludaba de paso a la señorita y al joven, para decir a los de seguridad que lo dejaran salir.

−¿Quién es él? –inquirió Byakuran pasando el dedo por el filo de la copa de vino.

−Nnn, no eres de por aquí, niño –mofó la reportera –. Ésa es la segunda persona más importante en esta disquera, no –se entretuvo –, la primero, se trata de Colonnello, el fundador de la disquera que mantiene en el puesto número uno a la banda Mortality.

−Fufufu, ¿quién lo ha desplazado?

−Él mismo –incluso soltó la información algo intrigada –. Resulta que delegó la compañía a su hermana menor después de querer deshacerse de la música por su decaída –Byakuran le pidió explicación –. De verdad que vienes de Marte, Colonnello fue solista, el cantante de rock más joven de la década pasada, pero ocurrió algo que ni nosotros sabemos, Colonnello dejó su trabajo de cantautor y creó esta compañía.

−Algo incoherente.

−Lo es, yo creo que se volvió loco –acomodó su cabello.

−Se equivoca –miró en dirección donde el ex cantante había desaparecido –. Colonnello-chan no puede escapar de su mundo por una razón mas grande. ¿Qué evento fue contemporáneo a su renuncia como estrella?

−Mmm, me parece que la boda de su hermana con el manager de la banda.  

−Ahhh, con que Reborn-chan –murmuró entre dientes –. Esto va a ser interesante.

+ : : Horas después, casa temporal : : +

−¿Estás loco?

−Solo tantito –juntó los dedos, índice y pulgar –. Escucha, Alaude-chan, si queremos que funcione el plan primario debemos hacer un par de desviaciones.

−No me parece.

−Oh, de acuerdo, entonces busquemos otra fuente.

−Espera –intervino Kyōya –, quiero oír el plan del herbívoro.

−Mañana iremos a la disquera a pedir a nuestro manager –aplaudió una vez y abrazó al menor de los Hibari –. Les aseguro que todo marchará a la perfección.

+ : : Día Siguiente : : +

−Tenías mucha prisa, al parecer –dijo al oído y pegó su pecho a la espalda de Alaude –. Espero no haber interrumpido tus planes.

−Eres un estorbo.

−Jaja, vaya que lo soy –lo tumbó en la cama y se sentó sobre el vientre, desabrochándose la camisa –, pero así te gusta.

+ : : : : +

—Entonces, ¿cuál es su respuesta, Colonnello-estrella-kun?

—Está bien, seré su manager, con tal de derrotar a Reborn soy capaz de lo que sea… -se levantó del escritorio y fue a ver la foto sobre la chimenea donde estaba la feliz pareja de recién casados, Lal y Reborn, jurándose amor eterno –. Espero se preparen, no será fácil.

—Fufu, si me gustaran las cosas fáciles no me hubiera atrevido a ponerle a nuestra banda “Immortality”.

 

Capítulo VIII.

Octavo Escenario.

Se levantó y sintió la resaca. Nada que otro trago no pudiese arreglar. Después se metió a la ducha, tardó allí y pensó de inmediato que la fiesta había estado bien, además, un día después, chutar a Alaude siempre le iba a poner de buen humor. Una vez escuchó que el sexo durante el embarazo era muy bueno, ¿y quién era él, Cavallone, para negar el sano desarrollo de su primer vástago?

El altruismo no se le iba a dar nunca, mas buscaba alguna causal de justificación para sentirse todavía más ingenioso de lo que ya era.

Sonó su celular y lo buscó en el mar de sábanas. Un mensaje.

«Parece que sus mascotas tramaron algo demasiado rápido. Ya no están en casa.

Cerró el aparato y lo dejó caer en la cama después de encogerse de hombros. Algo intuía en la frialdad de Alaude por la otra noche. Por supuesto que Cavallone era hombre inteligente, y ya sospechas tenía sobre tanta maravilla.

Principalmente sobre Alaude, ni siquiera prestó atención a las mininas que le cotorreaban en la fiesta ni en los pasillos. Estaba más ocupado por el momento en tratar de destruir la autoestima de aquél. A como diera lugar.

Porque eso se merecía.

+ : : : : +

Colonnello tomó la decisión de alojar a sus nuevos pupilos en su propia casa. Algo temerario y algo estúpido, sin duda. Pero había recibido un mensaje en la madrugada. «No llegaste al hotel. Estaré en tu casa. Tarde». Presentía que a Reborn le valdría comino y medio aun así interponerse. Era lo suficientemente machista como para romper la puerta o forzar las cerraduras.

Y no se iba a dar el lujo de parecer muy asustado, pero por si acaso, ahora estaba acompañado por tres muchachos que eran un verdadero lío. En lo que uno no hablaba el otro casi gritaba de euforia. Iba a ser difícil coordinarlos, pero si algo supo desde la entrevista con Byakuran es que tenía esa chispa que él ya había creído perdida.

Colonnello era su puta de medianoche. ¿Había algo que hacer para cambiar el título ganado a gotas de su sudor?

−¿Y cuándo se supone que nos escucharás?

−¿Es que ya saben? –preguntó el rubio, deshaciéndose de su chamarra verde y colocándose una de color gris. Incluso guardó la venda que cubría su frente –. Los llevaré a la compañía y allí los probaremos.

−No hay necesidad de eso –intervino a Alaude.

−Incluso Mortality ensaya –replicó –. Ustedes tienen un propósito, que es obtener fama, ya veremos si tienen las suficientes agallas para merecerla.

+ : : : : +

−¿Cómo, no están? –Dino soltó la exclamación rascándose la nuca y mirando extrañado alrededor.

Era la primera vez que reunía las fuerzas para ver a Hibari y al resto a la cara. Pero habían volado del nido. Ni rastro. No vio más remedio que ir con la primera persona que se le ocurría menos proscripta.

−Hey, Mukuro…

−Apresúrate, Reborn nos quiere en la disquera en media hora –recogía un par de audífonos y los metía en una mochila –. Al parecer tiene noticias y planes que quiere plantearnos en persona.

+ : : : : +

La voz de Byakuran quedó para orden de vocalista, aunque su voz sin cantar sonaba chiqueona, con micrófono en mano, todo cambió. Desde un principio se notó que su personalidad juguetona a la par de una patología psicópata escondida llamaría la atención de inmediato, aunque bien los otros dos podían hacerle al tango. Incluso Lal quedó sorprendida de la armonía que sostenían los tres al interpretar, esperadamente, una canción de Mortality. No era imitación, más bien renacimiento y revolución de la misma.

−Son el diamante y tú el bruto, Colonnello –sonrió Lal –¿De dónde los sacaste? –estaban detrás del vidrio ennegrecido y escuchaban un par de acordes variados como toma de descanso –. No les des muchas alas, ¿tienes idea del meollo que se causaría cuando nuestra compañía los acoja? –le miró con cara de verdadera curiosidad. Rara vez su hermano intervenía en la empresa y ya hacía tiempo que no hacía nada de música.

−No subestimo a la banda –se refirió a Mortality –, sólo que ellos ya brillaron mucho y estos pidieron oportunidad en otras y no sé –se encogió de hombros con aire alegre –, podremos decir que somos tan emprendedores que tenemos la suerte de nuestro lado y damos oportunidad a los novatos además que algo de sana competencia nunca viene a mal… -se quedó meditabundo –, tú puedes hacerlo, Lal.

−No me vengas con eso –replicó, frunciendo el ceño –. No te voy a negar que esto sea genial para mis publicistas.

−Entonces ya no hay problema –dijo Colonnello dirigiéndose a la puerta.

−Oye, oye, dije que por mí no lo hay. Te olvidas de algo –sonrió confiada.

−¿De qué?

−Mi marido.

+ : : : : +

Estaba quieto, contra la puerta y miraba fijamente hacia el escritorio. Debía mantenerse firme y no más dudas tener como cebo. Había enviado de chivo expiatorio a su propia hermana y la vio salir enfurruñada, lista para moler a un par de abogados.

Colonnello tenía que mostrar su valía ahora que estaba la oportunidad. En seguida empezaron a discutir. La idea de una banda nueva formada por esos tres mequetrefes era una pérdida de tiempo y dinero, sin mencionar que el lanzar con bombo y platillo, tal como era el actual deseo de Lal, era danzar en la cuerda floja sin red debajo y sin sombrilla arriba. No había práctica, no había convicción. Era puro impulso de idiotez.

A sentido contrario, la defensa se puso en argumentos más sencillos. Sólo se trataba de un intento, algo nuevo, que podría funcionar o quizá no. Eso, el tiempo y el público lo decide, no un manager cualquiera. Aunado a eso, se iba a encargar de que sus pupilos tuviesen buenas relaciones con los medios, cosa que Mortality ya estaba perdiendo por su fama de destruye-hoteles-y-huye.

−Ah, ¿es reto? Puro cuento, Colonnello.

−No lo tomo a juego, si es lo que deseas saber –se fue acercando al sofá hasta sentarse y se inclinó para usar sus brazos como almohada y miró la lámpara –. Es nostálgico o lo será dentro de poco, ¿lo recuerdas? Cuando yo era el que subía al escenario, pero qué más da –movió la cabeza hacia Reborn –, la inspiración me cegó, apenas si recupero la lucidez.

−Te va a durar poco –trataba de no apretar la quijada y no rechinar los dientes –. Voy a hacer que caigas.

−Ya me tiraste más de una vez –replicó, enojado –. Nuestro terreno de pelea cambia –se levantó –, sé que no darás lucha fácil, pero ¿qué es la vida sin algo de emoción?

−¿No te basta con ser mi contraparte de la infidelidad? –quiso ser despectivo y tallarle una espina en la cara, pero el punzón no llegó.

−Se acabó –y desapareció por la puerta.

+ : : : : +

−¿Viniste a verme? Eres tan considerado, Alaude –lo atrapó justo cuando el mencionado salía del baño con la cara humedecida.

No respondió, sólo viró la vista y respiró con profundidad.

−¿Qué sucede? –buscó algún misericordioso que se pudiera interponer entre él y su plan –. Ven, acompáñame, el baño se torna fantasmal en soledad –no dio tiempo a Alaude de reaccionar, lo empujó por la puerta y la atrancó. Las puertas de cada cubículo estaban abiertas, y sólo un goteo se escuchaba junto con el aire frío del linóleo.

−¿Desearte hace de mi un criminal? –le besó el cuello y fue bajando hasta morderle el hombro todavía con la camisa encima –. Te extrañé estos días desde tu desaparición, quién iba a decir que estarías aquí –le tomó del mentón y plantó un corto beso en aquellos filosos labios.

Pero Alaude seguía sin responder, sólo fruncía la boca y evitaba mirarlo a toda costa. Por eso Cavallone se enojó, al punto de aprovecharse de toda dejadez del otro hombre. Tomó el camino para sobajarlo, lo besó bruscamente y lo orilló hasta el lavabo frente al espejo. La verdad cantaría allí, en el reflejo, con el sonrojo y el vaho.

No, definitivamente el malvado de la historia no era él. El único ladrón era Alaude.

Le dejó un beso negro. Y con el agua como comadrona entró en él rápido. Tallándole muy bien el recuerdo de que ya no había qué temer. Posó sus ojos en el rostro falso de Alaude. De nada servía hacer más preámbulo, lo penetró y el otro se aferró a los bordes del lavabo, casi al resbalar, fue rescatado por la mano impávida de Cavallone masturbándolo.

+ : : : : +

−Este, ¿sabes? Me alegra que te sientas mejor y todo eso –balbuceó.

Hibari sólo permaneció sentado, leyendo un par de revistas con aire ecuánime.

−¿Y el resto? –inquirió tomando asiento cerca de él, ni pudiendo ocultar su bobo nerviosismo –. Me preguntaba qué estarías haciendo aquí y…

−¿Qué pretendes? –replicó.

−Só-Sólo charlar, un poco.

−Ya te irás enterando de lo que sucede aquí –se puso de pie y dejó caer la revista a un lado de Dino –, dudo bastante que a la próxima desees hablar.

El rubio se apresuró a tomarle de la muñeca.

−¿A qué te refieres? –sacó consternado –. Sé que nuestro inicio no fue muy bueno que digamos pero –agachó la mirada y reía sin razón –, puedes contar conmigo para lo que sea… sí… ¡seamos buenos amigos! –estalló en euforia y fue acreedor a un golpe en el estómago.

−Primero muerto –y se largó.

Dino pasó diez minutos repasando su conversación con Hibari, sin duda le había resultado bien. Habían intercambiado más de dos palabras. Eso era buena señal. Estaba pensando en cuál sería su siguiente intento cuando apareció Mukuro y su hermano para ir con Reborn.

Cuando la declaración de guerra había llegado a todos los contrincantes se pusieron a fraguar estratagemas.

Capítulo IX.

Noveno Escenario.

+ : : : +

Fotos, entrevistas y una que otra conferencia ofrecida por Colonnello a los medios de prensa y en el plazo de una semana Immortality ya era la comidilla de la ciudad entera. Sin duda alguna se había sorprendido todos los ajenos al secreto de que Colonnello volvía al mundo de la música.

Fatal había sido la decepción y mucho más la tristeza cuando se retiró sin dar razones a nadie. Lal se había encargado de que nadie molestase a su hermano después de eso.

Pero hoy…

−Entonces, Colonnello, ¿debemos tomar esto como el resurgir del fénix? –preguntó uno.

−Oh no –respondió –, sólo estoy apadrinando a la nueva banda, ya saben –sonrió y eso mataba al público de alegría –. Me interesaron de inmediato, aunque bien sé que son novatos, pero darán lo mejor de sí.

−¿Podría repetirnos cuál va a ser su primer acto de aparición? –inquirió otro.

−Pues –no se le había olvidado las clases de actuación y pasó una mano por sus cabellos alborotados –, la jefa de disquera quiere en cuanto Mortality tenga su siguiente concierto, a lo sumo una semana, la nueva banda haga el acto de apertura –otra ola de flashes.

−¿Y a qué se debe que el nombre haya sido precisamente «ese»?

−No puedo responder a eso –respiró hondo –, ya que quise dejarles ese privilegio –se refirió a sus discípulos –, y ellos estarán encantados de atenderlos al final de esta primera etapa. Es todo.

Reborn se mantenía detrás de los reporteros y televisoras, observándolo desde las sombras. A su lado estaba Primo, al camuflaje y con dos monigotes cerca. Intercambiaban cortos diálogos. Definitivamente el giro de las cosas los había sacado del disco del fonógrafo pero no había tiempo para intentar limar asperezas ni siquiera pudieron hacer retroceder a Lal mucho menos convencerla de que estaba cometiendo una gran equivocación.

−¿Planeas sabotear su primera aparición? –preguntó Cavallone.

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−¿Nerviosos? –pero lo dijo la chica por pura mecánica, tenía la férrea convicción de que no opacarían a Mortality, aunque no por ello descuidaba su labor en el maquillaje.

−Nop –respondió Byakuran y se dejó consentir.

Hibari estaba mirando a la nada y luego al percatarse de la molestia de Alaude no dudó en golpearle moralmente a su gentil modo.

−Estaré bien –dijo.

Pero claro que no iba al obstetra, ni nada por lo parecido. Sabía que Primo conocía su secreto, pero de cualquier manera, no iba darle el gusto de verlo mal.

+ : : : : +

Mortality por su lado, ya estaban acostumbrados al circo detrás de las mamparas, sólo se pasaban de manos listas con las maquillistas y demás nalgas fáciles. Primo meditaba sobre si ejercer o no el plan y dejar en ridículo a los polluelos, que se lo merecían, sí, no había que pensarlo mucho. Gracias al develo de sus  intenciones Alaude había tenido un retroceso con él, más frío. Inexpresivo, incluso cuando lo golpeaba tan duro contra los muebles. Y en lugar de que eso sirviera para deshacerse del juego de enamorados, y digamos bien, Primo se enfermó. Nadie le podía. Nadie le hacía. Pero la inferencia le pudo.

Por su lado, Mukuro ni prestaba atención a las quejas de Dino, cosa rara, porque siempre, cosa por pequeña que fuese, la usaba en la contra y diversión gratis. Pero recordando la reciente conversación que tuvo con Byakuran… no estaba tranquilo, no como ya en cada concierto se le hacía común. Comió un par de chocolates para despabilarse. Byakuran claramente lo amenazó, lo iba a superar… arriba del colchón. Algo así, Mukuro no estaba preocupado por el asunto de amenaza de violación (y la cosa ni existía) sino que la mirada del malvavisco, como había aprendido a decirle, le mostró más allá de las palabras lo que le podría hacer.

−Olvida y ya –murmuró para sí mismo. Ya conocía a los de su clase, no por nada aguantaba a Primo, el amo del machismo, pero en definitiva iba a poner sus murallas entre Byakuran y él mismo. Más vale prevenir que embara−

El asunto del embarazo volvió a su mente como agua fría lanzada sobre él. Le causó un calofrío y buscó con la mirada a Primo.

−Ya van a empezar –comentó estando de pie y dirigiéndose a la puerta –. Será divertido –sonrió con mal aire en los labios.

+ : : : : +

El público estaba impaciente. E Immortality no los iba a decepcionar. Estaban listos, no por nada habían dormido poco en toda la semana. Debían apantallar, sobresalir y dejar a aquellos idiotas bien sentados en la idea: hemos llegado.

Cuando el telón ordenó a escena, el vitoreo los animó lo suficiente como para empezar. Las notas se elevaron sobre la cabeza del auditorio. Tantas personas, y era la primera vez, pero qué bien se sentía. En ese momento Mortality llegó a ver a su rival, y pudo dar fe de que una chispa los haría arder sino conseguían sobresalir.

Byakuran pudo hacer gala de su personalidad en seguida, dejando encaprichado a más de uno. La canción era nueva pero el ritmo y la letra gustó de inmediato, además de la varonil voz que le dio vida parecía la cereza en el pastel.

Y a pesar ser teloneros y con poco tiempo para fama, la reacción fue la esperada por ellos y la odiada por aquellos.

−Perfecto inicio, hey –dijo Colonnello, inflando el pecho de orgullo y mirando de soslayo a Reborn.

+ : : : : +

«Crees que puedes sobajar y olvidar.

«Pues «olvídate», no llegarás jamás.

«Al despuntar el día voy a asesinar

«Todas tus ideas y tus alas cortar.

+ : : : : +

Las personas se amontonaron en la salida, persiguiendo a las dos limosinas que contenían a las bandas del momento. Lal iba a tener mucho trabajo y regalías, eso la mantuvo lo suficientemente contenta.

Así, transcurrió un mes.

Las peripecias de ambos grupos absorbieron las noticias. Por un lado otro hotel mancillado por M. y por el otro, las fiestas de I. que estaban siendo más consentidas por los salones y hoteles mucho mejor de lo que M. se merecía.

I. con el sencillo de la apertura fueron abriéndose camino, y no tardaron en sacar su propio disco. Lal ya no metía mano en ello, Colonnello era el indiscutible toque de hada, pues así ya se referían a ellos: la cenicienta del rock.

En las entrevistas, I. se mostraba tranquilo pero remembrando en penosas situaciones de rechazo, se inventaron un par de buenas para hacer creer que no era la primera vez que se escalaban la montaña de la competencia.

+ : : : : +

−¿Qué acabas de decir? ¿Destruirlos?

−Por supuesto, pero será desde adentro –dijo Primo, sosteniendo su barbilla y mirando por el ventanal hacia el precipicio.

−¿Cómo se supone que logremos eso, genio? –inquirió Dino, revolcándose en las almohadas, no le había parecido en absoluto la idea de su hermano y por ello estaba renuente a participar.

−Por medio de él –señaló a Mukuro que frunció el ceño por pronta respuesta.

−Jamás –sacó su enojo más tangible.

−No ignoras que Gesso está interesado en ti –encendió un cigarro que dirigió a su boca –. Los tres son unidos, se puede respirar, pero si hay un eslabón débil es él, y es débil por ti –lo señaló con el tabaco –. Descuida, no serás el único que se arriesgue –río –, yo también tomaré cartas en el asunto.

−¿Es entonces este tu maravilloso plan del que hablabas desde hace rato? –intervino Reborn –. Creí que serías más original.

−El resto se dará por sí mismo, cuando estén desmoralizados no necesitaremos más –apostilló –¿Qué dices? –siguió empecinado con Mukuro.

−No lo haré, no pienso ponerme de meloso con el esperpento aquél. ¿Qué esperas, que tengamos conversaciones sobre el calentamiento global?

−El cielo te proveyó de un buen trasero, ingéniatelas –se mofó.

−Hipotéticamente –habló Reborn –, si Gesso queda atrapado en la red, ¿qué hay del resto?

−Mi pequeño Alaude se siente muy solo, aunque viva en casa de tu cuñado, ¿no?

+ : : : : +

Tranquilidad, ya había olvidado lo que era eso. Desde que I. llegó a su vida estaba ocupado yendo de acá a allá por el trabajo, sí, pero aun con todo ello, jamás se pensó tan realizado. Quizá porque ya no tenía el estrés de poder ser descubierto por su hermana. Lo más probable es que eso fuese. Ya poco más de un mes y ni un solo encuentro con Reborn. Aún se burlaba de los toscos mensajes que éste le enviaba. Eran pocos, pero algo de ego le hinchaba. Le hizo sentir necesitado, aunque era bien sabido que esa enfermedad era producto de una ilusión. Reborn jamás iba a salir del mundo de los casados, y él… pues él… buena idea librarse de aquella atadura manada de pura infidelidad.

−¿Hey, Fong? Sí, soy Colonnello –se paseó por el departamento, pasando la mano por la nuca –, oye, estaba pensando, si tienes algún día libre, no sé… ¿salir? Hace mucho que no nos vemos… ¿En serio? ¿Hoy mismo? ¡De acuerdo, hey, yo invito! Elige tú el lugar –después de terminado el arreglo, dejó el celular y se metió a bañar.

+ : : : : +

−¿Una cita?

Sí, este… sé que no te caigo bien, Kyōya, pero podríamos dar una vuelta por alguna plaza, lo que tú quieras.

−No estoy de humor –respondió, apunto de colgar.

¡No, espera, por favor! Dame esta oportunidad, prometo que no habrá reporteros ni nada…

−En Namimori, media hora.

+ : : : : +

Capítulo X.

Décimo Escenario.

Byakuran estaba en casa ajena y esculcaba cada rincón, Mukuro no sabía qué iba a hacer con ese sujeto, pero ya estaba con el ceño fruncido, se le estaba haciendo costumbre. Comenzaron discutiendo (hablando a volumen alto) porque Mukuro claramente no quería ceder a las peticiones de amor de Byakuran.

−Los dos sabemos que me deseas, Mukuro-kun, ¿para qué hacerle de más? –se quedó sentado en el sofá y extendió la mano derecha en el respaldo –, anda, ven conmigo –le extendió la izquierda.

No sin antes bufar, se acercó hasta quedar sentado sobre las piernas de Byakuran. Mantenía la mirada hacia un costado hasta que el malvavisco le atrajo para besar.

−Me encanta cuando estás enojado –le mordió el cuello y le fue desabrochando los botones de la camisa blanca –, tan tierno como siempre –dijo en cuanto Mukuro se quiso apartar. Más aún se besaron y bastante, Mukuro necesitaba alguien que lo dominara, sí, era eso, por este día, sólo eso.

Cuando puso algo de ganas al asunto Byakuran decidió meter marcha rápida, recostó en el sofá dejando que su peso hiciera lo suyo sobre Mukuro.

Se apresuró a dejarlo sin pantalón y le dio la vuelta, le besó el trasero varias veces y coló un par de dedos dentro cuando se pudo, Mukuro sólo se estremecía y recriminaba con miradas calientes.

−¿Te urge, Mukuro-kun? –dijo y recibió un gruñido por respuesta que poco le valió pues siguió haciendo lo que él quería, le metió la lengua a la par de sus dedos, hasta donde se podía. Mukuro tenía las mejillas encendidas y arrugaba su propia camisa. Pero soportó todo aquél preámbulo pues aún estaba clavado en su orgullo. Hasta que Byakuran lo atrapó por la cintura y lo penetró recordó que el orgullo logra muy poco.

Cambiaron de posición y Mukuro le montó como si no hubiere mañana, sus cabellos yacían desarreglados y cubriéndole en ocasiones el rostro. Byakuran se aprovechaba de todo, le halaba hasta hacerlo enojar y después estallarle un beso.

+ : : : : +

El sol estaba a pocas horas de meterse y Hibari estaba mirando el reloj del parque de juegos, Dino estaba a su lado columpiándose y mirando a un par de niños jugando.

−No me imaginé que querrías esto –murmuró el rubio sonriendo con tontera.

−Cuando era niño hubo alguien que se metió conmigo –soltó inesperadamente –. Un idiota que se creía mejor que yo y quiso hacerme sentir como herbívoro.

−Qué desagradable debió haber sido –comentó, agachando la mirada, por dentro algo feliz por ganar esa confesión –. Pero no debes odiarlo, Kyōya, debe arrepentirse algún día y…

−No lo odio –le miró fijamente –, simplemente pensé que sería mejor vengarme.

−Eso no es –se empezó a reír –, ahora siento pena por él y algo de envidia… quiero decir, tiene tu atención aunque de la manera equivocada…

−Eres realmente estúpido –le dijo sinceramente –. Sino lo recuerdas no es problema mío, pero el idiota de mi infancia eres tú –soltó ya, viendo cómo la expresión de Dino se trasmutaba de sorpresa a horror.

−¿Qué?

−Hace años cuando tú y tu estúpido hermano iban de viaje, te conocí –le encaró con enojo –. Te digo todo esto para que te quede clara una cosa, no me interesarás jamás y si estoy aquí es para opacarte.

+ : : : : +

Brindaron por segunda vez, por los recuerdos de la escuela. Las luces parecían más amarillas que de costumbre. La gente reía en otras mesas y cerca de ellos. Estaban en la barra y el barman conocía a Fong desde hace años.

Shie –bufó Fong –, he estado escuchándolo por todos lados: la estrella regresó –levantó el vaso de cristal que de inmediato chocó con el de Colonnello.

−Hey, no es como lo piensas –se echó a reír y bebió largo –, aunque deberías ver lo feliz que está Lal. Cielos, no ha cambiado mucho, podría decirse que cumplió mi capricho.

−Creo que se sentía culpable –miró al frente –, la mente de las mujeres siempre nos serán un enigma.

−Amen.

−Pero dime, Colonnello, es raro en ti pedir reuniones, y menos en estos tiempos en que la marea te puede tragar.

−Ah es que bueno… a veces entra la soledad –vaciló en mirarle –, me pareció buena idea ya que eres de los pocos amigos que conservo.

−¿Por culpa de quién será eso? –masculló, divertido.

−Hey, era mi trabajo…

−No, no lo digo por ti, lo digo por él –interrumpió rápidamente –. Reborn siempre te quiso apartar.

−Es que era endemoniadamente insoportable –se enojó –. No sé cómo rayos lo logró pero hizo grandes cosas para la compañía entre ellos traerme como trapo viejo de concierto en concierto –se quedó pensando –, ni siquiera allí era todavía manager declarado.

Fong le miró directamente, tratando de desentrañar el misterio de la mirada del rubio.

−Colonnello, ¿te sigo gustando, no es así? Vayamos a otro lugar.

+ : : : : +

Estaba casi dormido, o por lo menos iba a intentar con todas sus ganas dormirse, ya había tenido suficiente de Cavallone por el resto de la semana, aunque éste, y claramente lo dejaba, no estaba preparándose para regresar a su correspondiente cajón de arena. Hundió su cabeza entre la almohada y la cama, tratando de no pensar más en el disfrute que obtuvo teniendo al bronco entre sus piernas. No. Sería mejor concentrarse en otra cosa, como en el concierto de pasado mañana o en la gira por las cadenas televisivas de mañana, o en la cena de hoy que ya tenía programada con Giotto

−¿En qué piensas? –inquirió sacando el filo del cigarro por medio lado, al no obtener respuesta sacó lo siguiente –. Tú y yo sabemos que no tienes nada dentro, Alaude –se sentó cerca de él y le susurró al oído quitándole la almohada –, si querías engañarme te resultó  a mal –le acarició la cintura con minuciosidad –. Pero ahora que sufres las consecuencias no te lamentes –le besó la mejilla – juntos nos la pasamos bien, ¿no ves? ¿No lo sientes? –se subió a él, le agarró la mano y la dirigió cerca de su corazón, Alaude fue abriendo los ojos, le vio por insistencia pero no transportaba nada.

Alaude podía sentir el pecho firme y desnudo del moreno sobre el suyo propio.

−¿Todavía no te hartas? –Primer diálogo –, porque yo sí. Me imaginé que la verdad la sabrías tarde o temprano, ¿luego qué? –cerró los labios en una fina línea.

−No salgas con eso –sonrió –, haré que te embaraces, a cualquier costo. A mí nadie me emociona en vano –detectó la sorpresa en Alaude –. Este pequeño infierno nos pertenece sólo a ti y a mí, tal como tu canción, debería ser suficiente para un traidor como tú.

−El único que traiciona eres tú –frunció la boca en un mohín evitando otro beso de Cavallone –. Ya has poseído a tantos y muchas más que estos, ¿por qué solo a mí me deleitas con tu egolatría?

−En razón de que eres el único que no la disfrutas –se burló.

−Claro –imitó su tono de voz –. Yo te utilicé, Cavallone, ¿ya entiendes? El propósito está cumplido.

−No, mi terco Alaude. Todavía no son ni siquiera independientes como nosotros, aún maman de la disquera como pequeños bebés. Son sus vástagos consentidos por el momento pero no olvidemos que la fama de todos es efímera.

−Cierto, te toca perder.

−Yo no lo diría así –acarició los muslos de Alaude –. Nos queda mucho por compartir, en especial ahora que irás a vivir conmigo –obviamente Alaude no pudo contestar por la sorpresa –. ¿No es fácil de digerir? Te lo explico, a Lal no le conviene tenerme enojado, yo muevo los hilos de mi banda como se me antoje, pero si estoy de mal humor digamos que tiendo a destruir más que simples hoteles… sé triturar reputaciones y si no quieres que tú y tu piltrafa de aliados sean convertidos en putas locales, obedéceme.

+ : : : : +

Al día siguiente estaban dando respuestas a una animadora de televisión que parecía más que complacida por la visita de las tres personas de novedad. Hacía varias piruetas con las manos y deseaba orillar a los hombres para confesarse, aunque el más difícil de alcanzar era Hibari con su ya costumbrista fase de escapista. Byakuran era el que salvaba a todos, ya que Alaude, con sonrisa vacía sí cautivaba pero estaban allí para matar, no para llamar poca monta.

−¿Y de los senderos del amor? –preguntó la mujer con un gesto confianzudo –. Por lo menos ya saben que muchas estamos locas por ustedes.

−Fufu, no lo pasamos por alto. Es de agradecer.

−Quién diría que al ser el vocalista representante, a pesar de la gala y buen horror que muestras en las presentaciones tienes un aspecto muy dulce –se echó a reír.

−Eso es lo que me hace más peligroso –levantó el dedo índice –, y respecto al amor –guardó silencio por un momento –. Es como todo.

Ow, presiento que no nos quieres contar, igual que tus camaradas.

−No es nada del otro mundo –se encogió de hombros, miró a Alaude, como pidiendo autorización –. Sé que a nosotros se nos cataloga como libertinos y yo lo soy que no queden dudas, pero puede ser que cada uno contenga en el concepto de amor algo diferente el uno del otro.

−¿A qué te refieres? –inquirió con interés.

−Verás yo soy un sádico por naturaleza, y araño todo lo que toco –sonrió autosatisfecho –y tengo la confianza de responder por ellos –los señaló con la mirada –, los dos son luz a lo bruto y atraen, en ocasiones, a polillas molestas, me he dado cuenta. Aunque envidio su suerte, ellos son los perseguidos y el acosador soy yo.

−Ya –dijo la mujer muy divertida –. Suenas como para tener en consideración, te aseguro que en cuanto salgas les apagarás la luz a estos dos –le puso la mano al hombro –, les deseo que tengan un excelente representación mañana.

+ : : : : +

Él se despertó primero y tomó el teléfono para responder, ya llevaba vibrando más tiempo del que podía ignorar y aunque no fuera su problema, contestó.

−¿Sí? –se talló los ojos y en cuanto escuchó la voz del otro lado sonrió malvadamente –. ¿Reborn? Ah ya. No esperaba que llamaras.

No te hagas el idiota, Fong, ¿qué…?

Colonnello está muy bien, duerme plácidamente –hizo una pausa −tú sabes cómo es dejarlo drenado hasta que no se ponga de pie, no tienes que preocuparte yo lo cuido.  –y colgó. Fong miró al rubio que estaba ido en el mundo de los sueños. Las sábanas revueltas y con el sudor de ambos como tatuaje transparente sobre ellas.

Primero se habían pasado de copas… quizá poco más Colonnello. Él tenía más que sacar, Fong sólo pintó como pañuelo de lágrimas y lo sabía. ¿Pero qué más importaba? Se había mordido los años esperando una oportunidad como esta y además tenía la recompensa de comerse el pastel de alguien más que por ende recibiría la ira de Reborn. Iría directa y sin miramientos.

Era notable que Colonnello tuviera deberes del trabajo pero por las condiciones presentes las había descuidado. Se pensó lo de despertarlo, se veía tranquilo. Después de todo se había desahogado como nunca, entre hipo la verborrea le salió a borbotones «Hey, Beborn, ese idiota… siempre juega conmigo» «No, Fong, yo lo dejo porque quiero». Pero lo más representativo: «Reborn, Más». ¿Quién iba a lanzar la primera piedra en cuanto se vieran? Dejó un beso en la frente de Colonnello y salió sin ser visto.

 

 

 Por un momento se creyó Frankenstein. Por eso de estar formado de puro retazo humano. Le dolía la cabeza. La mano derecha ni siquiera la sentía como suya.

−Rayos –mascullaba, no quería ser él mismo esta media tarde… ¡media tarde! Se puso de pie de súbito y fue acreedor de un mareo hasta sostenerse de la cama. En la cómoda estaba su celular lo abrió y vio la cantidad de llamadas perdidas, mensajes sin responder, todas de Lal y de Byakuran… pero había algunas otras que… una llamada que sí se contestó, proveniente de Reborn… pero él estaba dormido cuando acaeció.

−Bueno, Lal, sí ya sé, soy un idiota –se pasó la mano por la cara enmarañada –. I. ya fue a las… claro, el concierto, no. Estaré allí, ya no me riñas –pataleó como niño y consiguió lo que quería. Se percató de que Fong no estaba en ningún lado del cuarto y en cuanto salió de bañarse pensó en enviar algún recado para darle las ¿gracias? Se había pasado de listo. En eso, el timbre sonó y fue a responder, sólo andaba con pants grises y todavía algo de agua le escurría por los cabellos.

−Hey, Fong, ¿olvidaste algo? –estaba tan crudo que no se fijó antes de abrir.

−¿Te divertiste anoche? –se adentró empujándolo hacia la pared y dejando la puerta a cerrar.

−Hey… Reborn –soltó sorprendido –. Ya estaba por…

+ : : : : +

Las dos bandas hicieron cada cual su deber sin intervención ni saludo de sus correspondientes jefes. ¿Dónde estaban? Sólo ellos lo sabrían. Mukuro estuvo llamando insistentemente a Reborn pero no contestaba. Alaude dejaba mensajes al buzón.

Aunque para I. era imperdonable que Colonnello no estuviera: Era su primer concierto al 100% propio. Todo el mes la habían pasado abriendo un par de bandas de buen nombre, dando entrevistas y otras labores que bien les retribuían ¡Pero este era el último paso a la catapulta! Sin embargo guardaron sus quejas y reclamos para después, no eran dependientes, lo harían bien. Y aunque las cosas se pusieron de color de hormiga por el traslado de Alaude a otra casa planeaban arreglárselas.

−Así que te escapaste de Primo-chan –murmuró Byakuran.

−No quiero que hagas de esto meollo más grande –replicó Alaude. Estaban a cinco minutos de empezar –y menos que metas a mi hermano, suficiente tiene él –no necesitó especificar –. Yo puedo soportar a Cavallone, aunque me tenga encerrado encontraré la manera de salir.

−Eso esperemos, Alaude-kun, no me gustaría que al próximo evento te encadene –se apretó a un muro y levantó la mirada al encontrarse con la otra banda viendo hacia ellos.

−Con que aquí estabas, Alaude –dijo Cavallone sonriendo campante –. No vi cuando saliste.

−No necesito permisos –y pasó de largo hasta perderse con la maquillista que le perseguía.

−Fufu, ¿reclamando uso? –inquirió Byakuran mirando a Mortality –. He de recordarte que yo llegué antes. Derecho de antigüedad, no lo tomes personal.

−Él se queda conmigo por convicción propia. no te lo tomes personal –intercambiaron miradas y se despidieron cuando escucharon el llamado del deber –¿Y cómo te va con él, Mukuro? –preguntó sin perder de vista el concierto desde el camerino.

−Libro cerrado –farfulló dejándose caer en una silla –. No aporta mucho, salvo que él es un tipo venido a menos.

−¿Se vino mucho? –preguntó Dino para hablar por lo menos una vez.

−Empobreció, idiota –replicó Mukuro –. No sé en qué condiciones ocurrió.

−¿Te pusiste a investigar?

−No hay nada, usé algunos contactos tuyos y sólo conseguí aire –miró a Primo –. Pero anda, ¿qué me dices de tu casi esposo?

−Me estoy divirtiendo mucho con él –contestó –, rompiéndolo poco a poco.

−Ustedes dos me enferman –masculló Dino y salió con indignación.

No iba a hacerse el santo. Él tenía una cruz propia. La culpa que se despertó en su consciencia estaba impidiéndole estar bien, y eso que no llevaba ni semana de haberse enterado, el plazo se podía medir todavía en horas. Y no se atrevió a ver a Hibari a los ojos. Apenas si recordaba su niñez, y resultaba que había herido al moreno de una manera en que definitivamente se había escondido el expediente en otra parte de su cabeza. Se puso a pensar si alguna vez Hibari había llorado… luego se lo imaginó tan frágil y pequeñito ¿cuántos años? Menudo. El dato no debía cambiar mucho el hecho. Agradecía la franqueza de Hibari, porque ello le daba menos tela que cortar, o tal vez un pozo mucho más profundo. Porque el remordimiento incluso le estaba manipulando  libido. Tenía que salir de esta, juntar valor para enfrentar el pasado tras bambalinas y decirle a Hibari lo que sentía… todo lo que por él sentía. Una inevitable atracción.

Y estaba el asunto del sabotaje. ¿Debería decirle como forma de compensación? No se le había ocurrido, es decir, sabía que estaba mal pues a él no le venía a mal otra banda en la misma disquera, a partir de ese momento ya le importaba relativamente poco su futuro en la música, porque la iluminación vino con la culpa. Él que tanto había hecho alarde de masculinidad no hacía más que huir como ratón. Despavorido y cobarde. No se percató de que comenzó a morderse las uñas. Debía hacer lo correcto, ¿no? ¿Qué podría hacerle su hermano y Mukuro? Nada…

Tal vez.

+ : : : : +

Capítulo XI.

Décimo Primer Escenario.

Lo dejó inmóvil en el piso, apretándole la muñeca a la espalda y la cara a la moqueta. Estaba enojado y no necesitaba una razón. No se iba a justificar. Llegó simplemente y casi rompe la puerta porque no se apuraba a abrirle, casi lo golpea, pero decidió que su ira estaba enfocándose mal. Si Colonnello se había vuelto loco, él no tenía por qué correr la misma suerte. Así que sólo lo arrojó al piso. Tampoco para eso necesitaba explicarse. Colonnello sólo era otra abertura y ya estaba bastante al punto de tanto juego con malabares. Colonnello había dejado la música, y ya. No tuvo jamás que regresar. De eso se había encargado; más le aguantó un rato el teatro de regreso… por su esposa. Qué ironía, se pensó.

−Estás loco –farfulló tratando de moverse, pero el estúpido brazo que seguía sin ser suyo no cooperaba –. ¿Con qué derecho crees…?

+ : : : : +

Esperaría el regreso de Primo, dijo que eso sería costumbrista para no quedar mal ante ese anfitrión. Por ello después de relajarse con el baño y un par de llamadas de concertaciones con Giotto dijo que al fin podrían salir una tarde sin que Primo se enterara. Sería bueno cuando éste tuviera trabajo y él no.

Giotto vivía en la ciudad y por ello lo buscó, era un antiguo conocido, lo más parecido a un amigo aunque con ciertos placeres dignos de otros títulos. Eran libres, o tal vez Giotto no tanto. El chiste era al fin verlo. Todo el mes y días que tenía en el trabajo no eran para reclamos, todo iba demasiado bien, pero merecía un gusto. Pero el punto de demasiado bien es lo que le preocupaba, Cavallone estaba demasiado tranquilo aun sabiendo que había sido utilizado en más de un sentido. Incluso tuvieron que enterarse de que la orden de aprehensión que supuestamente habían dicho que estaban para usar en su contra era sólo para sacar a Mortality a la luz porque ya a estas alturas del juego eran casi intocables. De nada hubiera funcionado el primer plan.

Ya estaba aquí y eso era para aplaudirse; dejarse hacer, tratarse como prostituta… no lo era ni por asomo, en atención de que Cavallone estaba siendo un caballero. Pero era posible que así se portara con todos… todas… con él. Pero el calor se agolpó en sus mejillas y rodeó sus antebrazos con las palmas mirando por la ventana de la habitación. De repente, escuchó que la puerta del apartamento se abría, «ya llegó», fingiría que saldría a la cocina por algo de tomar y se verían. Pero no se esperaba compañía.

−¿Qué hace él aquí? –chilló una chica con casi media blusa de fuera con las garras sobre Primo.

−Es mi nuevo mueble –respondió y vio el enojo en Alaude –. Es broma –arregló –, ya sabes, preciosa, cosas del trabajo.

Hummm –le miró despectivamente y el hombre le correspondió con frialdad.

−¿Te nos unes, Alaude? –inquirió sin soltarla.

−No me gustan vírgenes –respondió  y vio la incomodidad causada en la joven mujer –. Tenía planeado salir –al notar que a Primo no lo iba a convencer añadió –. Mi hermano me llamó.

−Ah, sí. No lo hagas esperar –pasaron de largo y Alaude se atoró en el pasillo cuando le dijo: −Tenemos una charla pendiente, no la olvides.

+ : : : : +

Dino Cavallone llegó sin anunciarse y cuando le abrieron la puerta se lanzó inmediatamente a abrazarlo y a pedirle perdón al oído. No se esperó respuestas, simplemente le jaló del cuello y lo besó. El receptor le pegó en el estómago pero después de varias piruetas de evasión se dio cuenta de que Dino no iba a ceder hasta que le correspondiera, sólo un poco. Se soltó lentamente y sentía la pesada respiración sobre su nariz y la humedad de sus labios. La desesperación tangible y que no encontró mejor manera de expresar lo que sentía, demostrado quedó.

−Este… -un murmuro procedente de la parte interior –. Saca eso –un flash.

−¡Eh! –soltó Dino y se dio cuenta de que había más gente aparte de Kyōya…  y que Kyōya estaba sentado frente a la periodista y su grupo de trabajo… entonces al que besó…

−¡Lo siento! –se disculpó como un idiota durante cinco minutos. Lágrimas de cocodrilo/frustración le estaban dejando sin argumentos entendibles.

−¿Terminamos? –inquirió Hibari a la entrevistadora.

−Eh, sí, claro… -respondió guardando las cosas rápidamente.

−Escucha –la detuvo –, entrégame el cartucho –se refirió al que tenía la foto en la que saldría Dino besando a uno de los camarógrafos.

−Pe-pero…

−No es un favor, es una orden –apostilló y a la otra, ante la mirada amenazante y a que admiraba demasiado a Dino como para hacerle daño, entregó el material sin trampas.

Cuando estuvieron solos, Hibari se quedó en el sillón con aire ecuánime y sin parecer acomplejado. Dino, por otro lado, quería echarse al piso a llorar. Tanto trabajo le había costado y todo en vano. Para que el beso, la disculpa y parte de su alma se fuera a la basura, ya sabía, a ese cesto «Bobera de Dino».

−Ay, Kyōya –retomó –. Yo venía… ay, soy un idiota.

−Todos lo sabemos –se cruzó de brazos –. Habla ya, en pocas horas tengo más trabajo.

−¿Estás solo?

−No. A menos que tú seas nada.

−Ya veo –juntó los dedos pulgares y se concentraba en reconocer los colores de la alfombra –. Estás bien, ¿verdad? Quiero decir, venía a pedirte disculpas, aunque resultó pésimo –se rió de sí mismo –, parece que siempre debo quedar como idiota ante ti, es el karma –aunque no fue la mejor selección de palabras, Hibari sonrió.

−Sí, naciste para hacer el ridículo, adonde quiera que vayas –se puso de pie y delante de Dino –. ¿Y forma parte del plan de los tuyos para echarnos abajo? –preguntó y Dino levantó la cabeza con sorpresa –. ¿Pensaste que no lo sabíamos? –se burló. El rubio le tomó la mano –. ¿O es que tratabas de dar advertencia y echar a correr?

−En parte –consintió –, Kyōya, yo… bueno, tú me gustas. Así y ya. No sé qué más decir, salvo que conmigo puedes contar de ahora en adelante, en serio.

−Pensé que ahora ibas tras los camarógrafos –echó en cara y Dino se levantó en vilo para mirarle hacia abajo, gracias al cielo era más alto y con eso quiso manifestar su molestia –¿Y qué hay de todas tus conquistas?

−Olvídalas –respondió con seguridad –, he sido un idiota intentando parecerme a mi hermano, no quiero que me lo digas, yo lo sé. Y, ¿sabes? Si dices que yo te arruiné parte de tu infancia me hace feliz porque te trajo aquí, para mí.

−No te sientas tan importante –bufó –. No me olvidaré de nada.

−Castígame, entonces, pero no me apartes de tu lado…

−¿Tanta es tu obsesión? Ten presente que este es otro de tus caprichos de estrella.

−¡Te demostraré que no! –aguantó poco y lo besó. Asegurándose de que esta vez sí besaba al correcto. Lo abrazó y  pegó su barbilla a su frente–. Aunque me maltrates voy a llegar a enamorarme de ti.

+ : : : : +

Otra cita con Byakuran y ya controlaba las arcadas del vómito. Por primera vez no iba a ser sexo-de-hora-y-vete. Byakuran quería algo diferente antes de su concierto por lo que paseaban con libertad bajo el amparo de gafas oscuras y ropa más común.

+ : : : : +

−Finge por lo menos –masculló Colonnello después de al fin haber asestado un golpe en la cara de Reborn –. Intenta parecer que estás celoso por quererme y no por quererla a ella.

−¿Qué finja o lo quieres real? –se limpió el borde sangrante de los labios –. Te he querido capturar a ti desde el principio.

+ : : : : +

El concierto de Immortality no se dio. Y el descontento no se hizo esperar. Lal estaba contra la pared. Ninguna de las dos bandas estuvo a su vista y ninguno de los dos managers a su alcance. Quería degollarlos a todos, incluidos su esposo y hermano. Nadie la hacía quedar en ridículo. Absolutamente nadie. Y esta sublevación no iba a quedar sin castigo. Porque ella había podido arreglar todo, sola, la experiencia de cinco años de casada con Reborn le daba esa posibilidad, le temían. Y el pecado que se encargaría de penar a esa piltrafa de hombres se debía a una cosa.

Se sintió sola. Por primera vez en mucho tiempo, al verse así, lo pensó detenidamente. Todos los días estaba ocupada y le gustaba, precisamente porque no la hacía caer en la cuenta de que realmente no tenía nada para ella misma. La compañía iba bien, pero no concretamente por ella. Ella la mantenía a flote –con Reborn a su lado− y por ello obtenían excelentes ganancias –gracias al talento de Mortality− y la fundación fue por su cooperación puesta desde el inicio –porque Colonnello detrás de la disquera fue todo lo que necesitaba el público para aclamar la música que allí nacía.

Sí. Definitivamente.

Ella no era nada.

+ : : : : +

−Cancelados temporalmente –fue la sentencia –. Mortality no causó meollo, sólo de la firma de autógrafos a la que fallaron. Sin embargo –los miró con rudeza –. Ustedes tuvieron que habérselo pensado dos veces.

Sin embargo, los tres se veían tranquilos y sin rastros de culpa. Cosa que enojó aún más a la jefa. Hizo que se fueran y que se pensó todavía más cosas con las cuales censurarles su apatía. Advertencia sana, les dijo.

Colonnello por su parte trataba de no dormirse y evitar mirar a Lal a los ojos. Se le notarían las ojeras y tal vez algunos cardenales. Decidió ponerse gafas oscuras y alzarse el cuello de la chamarra. Estuvieron hablando, más el rubio se portó evasivo. Lal no entendía, pero exigió respuestas.

−No puedo –contestó –. No me siento conectado a la realidad. Falta de descanso.

−Me alegra entonces lo que les dije. Tendrás vacaciones –replicó ya bastante irritada –. Ahora entiendo porqué le costaba tanto a Reborn domarte, eres insoportable –no se dio cuenta del respingo de su hermano –. Ve a verlo, le ordené que se encargue de cancelar tus planes.

−No iré –renegó –. No quiero ver a tu esposo en un rato.

−Colonnello, ya acabaste tu dotación de privilegios, empieza a portarte como adulto y profesional, sino tu bandita tendrá una larga y agónica espera.

−Haz lo que quieras –él también estaba cansándose –. Puedes incluso despedirlos, no me interesa.

−¿Ah, en serio? Entonces… -se levantó de su silla y aventó varios papeles a los pies de Colonnello –, llévate toda esta basura contigo –era Immortality en hojas –. Pero me encargaré de que no vuelvan a tocar en ningún lugar que esté a mi alcance.

−Perfecto –chistó.

+ : : : : +

Colonnello se enteró rápido de las cosas. Hibari se las dijo después de haber cooperado a su propia destrucción. Resultó así: Alaude fue encontrado con Giotto apenas en la puerta del edificio donde el primero vivía con Cavallone y por ello detenido de forma inmediata. Byakuran no apareció sino hasta que Mukuro lo dejó. De Hibari, era obvio, se dejó embaucar; ahora y mientras lo relataba a su manager las piezas cayeron en su lugar.

−Incluso yo –dijo Colonnello con coraje. Recordando con impotencia el teatro armado por Reborn y el supuesto «te quiero». Todo había sido una trampa. Y diablos que había funcionado.

Por eso y porque ya se hartó de su situación: provocó a su hermana.

+ : : : : +

−Listo –declaró a los tres –. Tengo preparado todo allá, en cuanto lleguemos tendremos trabajo que hacer. Aprenderán a brillar con poca luz hasta que se ganen una bombilla nueva.

−Ya qué –suspiró Byakuran –. Aunque voy a extrañar a mi precioso Mukuro-kun. Por cierto, Colonnello-chan, ¿adónde dices que nos vamos?

−Idiota –murmuró Hibari.

−Es la quinta vez que lo repite –dijo Alaude, dejando que las maletas fueran directas al automóvil –. América.

Ow, sí. Ya. A tocar nuevas puertas.

−Ni tanto –respondió Colonnello, tirando a la basura su celular que no dejaba de reclamar atención –. Tengo un par de amigos que harán esto menos tedioso.

−¿Y son buenos?

−Bastante –sonrió Colonnello –. Puede Mortality quedarse aquí hasta la podredumbre.


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