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Cazadores - II - Entrega de vida por sangre por The Original Sasuke Uchiha

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Aclaraciones de lectura:

-Letra normal: dialogo, relato.

-Letra en cursiva: pensamientos de los personajes.

 

Capítulo Tres

 

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“Anunciad con cien lenguas el mensaje agradable; pero dejad que las malas noticias se revelen por sí solas”. Shakespeare

 

 

 

 

Despertó desorientado, la luz hería sus ojos y los recuerdos de aquella escena se agolparon en su mente. Palpó todo su cuerpo, suspirando aliviado al encontrarse intacto y sano. Sus ojos se adaptaron al fin y, con extrañeza, se descubrió sobre una mullida cama, en una pequeña habitación. En la recámara solo había una ventana y, a través de ella, la luz intensa de un día soleado entraba de lleno a la estancia. Se incorporó levemente y observó una silueta oculta tras las sombras, era enorme y colosal, como si se tratase de un gigante.

 

— ¿Quién eres? — inquirió al momento en que vio como la figura se movía.

 

— Eso debería decirlo yo. — su voz grave se dejó escuchar, con un tinte de indiferencia en la voz. Le vio acercarse y gracias a la luz que se filtraba pudo ver su silueta; si de lejos se veía grande, desde cerca era magnánimo; nunca había visto un hombre similar en ningunas de las regiones del continente que haya visitado. Llevaba el cabello corto como el suyo, de color rubio dorado, cejas muy pobladas al igual que sus pestañas, que parecían despedir destellos de luz, como si de un cristal se tratase, su piel por igual parecía irradiar un brillo extraño, bajo la luz que se filtraba a la estancia y, sus ojos eran como plata líquida, con pupilas rasgadas y profundas, le llevaba casi el doble en fibra muscular, más unos diez centímetros de altura y, eso que él era alto.

 

— No acostumbro dar mi nombre a desconocidos pero lo haré por cortesía y gratitud; soy Charles Fuery. — extendió su mano y el sujeto le observó como analizando sus movimientos, luego de cabecear en acuerdo estrechó su mano con la del pelinegro y este sintió como una enorme corriente de energía recorría su piel. — ¿Su nombre? — inquirió dubitativo.

 

— Allen, puedes llamarme por ese nombre ya que no puedo darte mi nombre real. — Fuery vio desconfiado como el sujeto se acercaba cada vez más, invadiendo su espacio, sin soltar el agarre en su mano y, se puso un poco incómodo cuando el mencionado Allen olisqueó su cuello y deslizó las yemas de sus dedos por su nuca, logrando que su cuerpo se estremeciese un poco. — Debes tener cuidado con esos parásitos de ahora en adelante. — sorprendido vio como el más grande sostenía una especie de bicho raro entre sus dedos y lo lanzaba al suelo. El animal en cuestión, inmediatamente tocó el suelo, corrió aprisa hacia la salida pero fue pisoteado por aquel hombre.

 

— ¿Qué se supone que es? — cuestionó interesado el pelinegro y observó que su compañero aun poseía esa expresión indiferente. — Tal vez se trate de alguna máscara. — pensó. El mayor le inspeccionó de arriba abajo y Charles pudo jurar que una sonrisa casi imperceptible afloró en sus ojos.

 

— Es un wizards, tipo larva. Este es su nuevo método de reproducción ahora que no tienen reina, creí que a esta altura todos lo sabrían; se reproducen entre ellos y depositan estos huevos en terrenos húmedos, aunque no lo creas. — Charles tuvo la decencia de lucir contrariado. — Sí, se supone que los wizards odian la humedad pero ellos están venciendo sus miedos. ¿Qué decir de las demás especies? — sus palabras parecían guardar algún mensaje en clave y el pelinegro quiso saciar su sed de conocimiento.

 

— ¿Es acaso usted un científico, un investigador? — el rubio enarcó una ceja de una forma que al pelinegro se le antojó sexi. — ¿O se trata de algún brawn explorador? — entrecerró sus ojos, un tanto desconfiado mientras observaba al hombre frente a él.

 

— Ni lo uno ni lo otro. Solo soy alguien que está de paso pero, puede que luego nos volvamos a encontrar. Por ahora creo que debería abandonar esta zona y refugiarse en un mejor lugar o escoger otra casa. — un temblor a sus pies le alertó y pudo ver como aquel desconocido salía a prisa por la puerta, no sin antes decirle que le siguiese. Parecía que el acontecimiento de la noche se repetiría y, no deseando experimentar aquello nueva vez, salió aprisa de allí, sin olvidar recoger sus cosas, las cuales, al parecer, habían sido trasladadas junto con él. Cuando estuvo fuera divisó las calles desiertas y todos los edificios demolidos, como si un terremoto hubiese azotado el lugar.

 

— ¿Gustas lo que ves? — una voz lejanamente familiar le llamó de entre los árboles y el pelinegro fue atrapado al instante en un férreo abrazo. — Estuve buscándote desde ayer. ¿Cómo estás? — Charles consideró que su amigo azabache se veía igual que año y medio atrás, sonrieron afectuosamente y el pelinegro respondió el saludo.

 

— ¿Hace cuánto llegaste? — inquirió presa de la emoción pero, escondiendo  perfectamente su entusiasmo, aunque de nada le servía cuando se trataba de un habilidoso como su amigo y, casi hermano azabache.

 

— Ayer arribamos y de inmediato fuimos en su búsqueda. Tenemos muchas cosas por hablar. — el tono serio en sus palabras más la dura expresión en su mirar, hicieron que el pelinegro desechase cualquier idea y, es que el azabache tampoco le iba a dar tiempo; en un instante ambos se desvanecían, ante la mirada de unos ojos que observaban atentos desde las sombras de los árboles.

 

Entretanto un rubio caminaba de un lado a otro, se había enterado de labios de su amigo castaño sobre los últimos atentados; toda la ciudad de Kansas había colapsado, como si la tierra se la hubiese tragado.

 

— Entonces no se trataba de un sueño. — pensó.

 

— Este es el nuevo comportamiento de los wizards, parece que con el tiempo han aprendido algo pero, no te preocupes, Sara está a salvo; según mis sombras logró salir del edificio antes de que este colapsara, aunque misteriosamente no sé cómo es que logró ser la única que salió de la ciudad. — murmuraba el castaño, un tanto confundido.

 

— Ella tiene un helicóptero, siempre lo deja en la azotea. — explicó el rubio y Jack puso una expresión chistosa de incomprensión. — Cosa de gente rica, Jack. — Spinel suspiró más tranquilo y tomó asiento a un lado del castaño. — Ahora dime ¿qué actividades haces normalmente en el Cenit? — Spinel intentó desviar su preocupación y saciar sus dudas al mismo tiempo.

 

— Las mismas actividades que haces o hacías en tu casa, dormir la mayor parte del tiempo... — el rubio sonrió divertido. — No es que seamos holgazanes, solo que el Cenit mantiene una atmósfera como la de Regen y cuando te adaptas, algo que ocurre fácilmente, tienes que dormir más horas. — explicó el castaño a su amigo y Spinel se dio por satisfecho. — Por cierto, evita dormirte en la bañera; es cierto que un baño es relajante pero, no queremos encontrarte ahogado. —  el rubio se avergonzó al recordar el incidente en la bañera; se había dormido en ella luego de que el castaño desapareciese con los gemelos.

 

— No volverá a suceder. — Jack asintió complacido y sonrió a su amigo quien le devolvió el gesto. Mientras un pelinegro observaba aquella interacción; esos dos eran muy similares y, sin duda, aquel rubio era un buen prospecto para conversión pero, no podían darse lujos de convertir a todo el que apareciese y él ya tenía un compromiso.

 

— Bueno, Bryan ha de encargarse de arreglarlo todo y cuando lo desees podrás volver. — 

 

Justo en ese momento llegó el azabache, había dejado a su amigo en un hotel y ambos prometieron contactarse en caso de cualquier eventualidad. Bryan solo esperaba que su amigo hiciese su parte, antes de que se viese presionado con la llegada de ellos.

 

— Hola Bryan. Spinel y yo recién tomamos un baño con los pequeños. — el mayor se mostró falsamente indignado y se cruzó de brazos. — No podíamos esperarte puesto que no teníamos conocimiento sobre el tiempo que tardarías. — ambos esposo se sonrieron altaneramente. — Te retribuiré, por supuesto. —

 

— Bien, creo que soy sobrante aquí. Mejor volveré…— Spinel detuvo el tren de sus pensamientos cuando un agudo dolor atravesó sus sienes pero así como llegó se esfumó y supo disimularlo.

 

— ¿A tu casa? Según tengo entendido fue destruida desde los cimientos, Spinel. — la pareja enarcó una ceja.

 

— Lo mismo ocurrió con el departamento de Charles. — añadió el azabache, logrando obtener la atención de todos los presentes, incluso el rubio platinado y el pelinegro, quienes estaban sentados distantes al otro lado de la estancia. — Cuando llegué todo el lugar sufrió lo mismo que Kansas, al parecer nuestros amigos están aprendiendo una nueva técnica de destrucción masiva para deshacerse de nosotros. — los demás entendieron que debían activar los motores de sus torres y alejarse unos cuantos metros lejos de la superficie.

 

— Por ahora es mejor si me quedo en el Cenit, así Bryan da con el humano y terminamos con esto de una buena vez. — nadie, a excepción del pelilargo, notó el nerviosismo en las palabras de Lacus y el primero sonrió internamente.

 

— Sí, Bryan; es mejor si permanecemos unidos, por cualquier percance que pueda ocurrir. — el azabache captó el mensaje y asintió, cómplice. Los demás ni enterados estaban de los planes de esos dos. Lacus, por su parte prefirió salir de allí y la pareja se dirigió a su habitación. — Estás en tu casa, creo que es así como acostumbran decir ustedes. —  comentó dudoso el pelinegro y el rubio asintió sonriente mientras veía como su interlocutor se desvanecía ante sus ojos; nunca dejaría de asombrarse por las habilidades de esos seres.

 

Al día siguiente, conciente de que estaba abusando de la hospitalidad de sus amigos y, pese a que disfrutaba compartir con ellos mas, por la tensión en el ambiente y a causa de cierto brawn de plateadas hebras, decidió dejar el Cenit. Luego de buscar por varias horas una buena vivienda, con ayuda de Sara, a quien había logrado contactar inmediatamente abandonó la torre, escogió una humilde casa a las afueras de la ciudad de Texas con un amplio terreno, parecía sacado de una película del viejo oeste. Evitó hablarle a la castaña sobre la presencia de los brawns, por pedido de Jack, quien aún desconfiaba de la mujer e inventó una excusa sin mentir pero, tampoco le dijo toda la verdad.

 

— Desperté temprano, ya sabes; esos malestares no me dejan dormir y salí a caminar, cuando desperté estaba en pijama y busqué donde asearme ya que estaba lejos de casa pero dime ¿cómo lograste llegar tú sola a la azotea si los elevadores no funcionaban? — Spinel fue astuto y evitó que la mujer siguiese indagando sobre su paradero.

 

— Inmediatamente sentí los primeros temblores corrí escaleras arriba; sabes que soy rápida. — el rubio asintió no muy convencido e inspiró hondo.

 

— Sara, hay algo que debo confesarte. — la castaña le miró esperanzada. — He tomado una decisión. — Spinel había tomado las finas y suaves manos de la mujer entre las suyas mientras le observaba directamente a los ojos.

 

— ¿Sí? — esperaba ansiosa esa respuesta, por largo tiempo estuvo en espera de esa oportunidad y por la misma razón no se había separado del rubio; era indispensable para que su plan tuviese éxito pero, el rubio negó y se dio la vuelta.

 

— Olvídalo. — Spinel no encontraba soporte para todo lo que acontecía, ya era un milagro que permaneciese estable aunque sabía que no podía mejorar cuando él no hacía nada porque aquel mal desapareciese, sin embargo no quería darse falsas esperanzas. Sintió los cálidos brazos de la castaña rodear su pecho y abrazarle. Sonrió satisfecho, solo le restaba disfrutar los buenos momentos, no todo en su vida era oscuridad; tenía los mejores amigos y una prometida ejemplar que le acompañaban en las buenas y en las malas.

 

Mientras, en otro lugar, un pelinegro se alistaba para una nueva misión. Habían pasado dos semanas y al fin estaba en su nuevo departamento, en la ciudad de Boston esta vez y, su prometida, mientras estuvo en el hotel, no había tardado en dar con su paradero, por supuesto que la había sacado, alegando que no tendría nada con ella porque él no tenía esa obligación, ni ella tanta suerte. La pelirroja se había ido tras armar un escándalo en la recepción y él, ni tonto ni perezoso, le había notificado por teléfono al padre de la pelirroja.

 

— Esa chiquilla molesta, solo espero que no me siga hasta aquí o la saco a patadas. — masculló molesto mientras se vestía, sentado en la cama. Unos golpes en su puerta le alertaron y fue a ver de quién se trataba. — ¿Bry…? — recordó que el azabache no tocaba a la puerta ya que no lo necesitaba y nadie sabía sobre su nueva ubicación. Sin embargo, el ruido de una ventana al abrirse, le hizo volver sobre sus pasos y observar la ventanilla de su habitación. — ¿Qué…? — se extrañó al descubrir a aquel personaje.

 

— ¿Así piensas de las chicas? — Fuery frunció el ceño ante la violación a su privacidad y estuvo a punto de decirle unos cuantos improperios al intruso, cuando este tomó asiento descaradamente sobre su cama. La imagen le resultó familiar, como cuando su ex amante hacía lo mismo pero desechó el pensamiento, él debía estar lejos y muy probablemente le odiaría. Su expresión se tornó abatida y el mencionado Allen le observó interrogante. —  ¿Algo te molesta? —  inquirió.

 

— Así es; tengo a una prometida que no para de molestarme, frustraciones por cosas del pasado y un desconocido que irrumpe en mi vida sin permiso. — masculló sin disimular su enojo pero el otro ni se inmutó.

 

— Deberías dejar salir toda esa frustración. — comentó dubitativo el más grande, incorporándose de su lugar.

 

— Lo siento pero, tengo trabajo por hacer. — entonces fue cuando un clic hizo en su cabeza y giró hacia su interlocutor. — ¿Cómo es que se las arreglas para encontrarme? — en todo ese tiempo, desde su primer encuentro, el mencionado Allen se había aparecido ante el pelinegro, inclusive en sus misiones y momentos de peligro, sirviéndole de apoyo junto a sus hombres, cosa que no pasaba desapercibida para nadie, ni siquiera para sus hombres y su pelirroja prometida, a la cual empezaba a fastidiarle su presencia.

 

— Digamos que tengo mis técnicas. —  respondió indiferente el más grande mientras se acercaba al pelinegro, este retrocedió por instinto y le miró desafiante desde la puerta de entrada a su habitación.

 

— Lo siento pero, debo hacer unos arreglos concernientes a mi compromiso. — terminó de vestirse y tomó su abrigo; estaba vestido de forma casual por lo que su acompañante dedujo hacia dónde iba.

 

— Vas con tus padres para hablar sobre tu compromiso ¿planeas cancelarlo? — inquirió con verdadero interés reflejado en su rostro, tanto que el pelinegro se vio tentado a preguntarle sobre sus intensiones.

 

— Lo que haga o deje de hacer no debe importarte. — siseó con molestia y, casi salta en su sitio cuando sintió como unos brazos rodeaban su cintura y unos labios acariciaron su nuca, enviándole una corriente eléctrica por todo su cuerpo.

 

— En eso te equivocas. — el pelinegro le observó confuso. — Estas empezando a tutearme otra vez, eso me alegra porque yo también tengo mis planes. — el cálido aliento contra su piel envió un estremecimiento por todo el cuerpo del moreno, el cual se separó del agarre y se alejó unos pasos. — ¿O acaso planeas algo con ese supuesto amigo tuyo? — inquirió sobre cierto azabache que visitaba constantemente al pelinegro.

 

— ¡Ya basta! Bryan es como un hermano para mí y no pienses cosas que no debes; yo amo a otra persona… — sus labios fueron tomados sorpresivamente y, para su desconcierto, se descubrió respondiendo a la caricia, además de que la sensación le resultaba familiar.

 

— ¿Quién es esa persona? ¿Dónde está ahora? — Fuery por un momento quiso correr pero, él era un hombre y los hombres no hacían eso.

 

— Es la persona que amo…Aún le amo y no me casaré con nadie más solo porque mi padre crea que es necesario para darle un heredero; puedo hacerlo por otros métodos. — comentó perspicaz, aunque se preguntaba internamente por qué la confianza con aquel desconocido; las palabras parecían escapar por sí solas de sus labios. —  Así que por favor no insistas. — cerró la puerta de un portazo y salió con rapidez del departamento, ignorando que dejaba a un desconocido encerrado en él pero, imaginaba que podía usar esas habilidades suyas, con las cuales solía encontrarle y, escapar de allí e incluso podía concebir su persecución. — Para cuando eso suceda yo estaré lejos. — murmuró para sí, presa de un extraño sentimiento en su pecho y, sin lugar a dudas, en unas horas estuvo en casa de su padre, a la cual había jurado nunca más volver.

 

Observó los majestuosos jardines de la mansión mientras se dirigía al interior de la misma, ya dentro del salón principal su padre le esperaba.

 

— No creo que merezcas una bienvenida, Charles. ¿Se puede saber qué rayos planeas? — inquirió aquel hombre de porte magistral y expresión endurecida mientras caminaba de un lado a otro frente a la chimenea.

 

— Padre, he decidido cancelar este compromiso puesto que no lo considero necesario; si lo que deseas es un descendiente que lleve tu sangre y nombre puedo conseguirlo alquilando un… — fue interrumpido cuando su padre alzó su mano y le observó confundido.

 

— Charles. — aquel hombre se acercó a su unigénito, examinó el cuerpo de su vástago y, acarició sus mejillas así como su mentón, ambos carentes de vello facial. — No importa qué, siempre serás mi orgullo. — el pelinegro estuvo a punto de quebrarse allí mismo puesto que, aunque nunca había escuchado de sus labios esas palabras, su padre siempre se mostraba orgulloso de él, pese a que solo representase una buena empresa y un objeto para sus fines, no así su difunta madre, por eso y, por el pobre lazo que lograron construir, no la echó en menos luego de su fallecimiento. Observó con añoranza el rostro de su anciano padre, lleno de arrugas y marcado por los años, entre sus cabellos, que en tiempos anteriores fueron tan oscuros como los suyos, a penas sobresalían unas pocas hebras negras y el paso de los años también se notaba en sus ojos cansados. — Está bien. Aceptaré el rompimiento de tu compromiso. — Charles sonrió agradecido pero no esperó lo siguiente. — Sin embargo cumplirás con lo que has dicho y, en pago por la afrenta que ha de pasar la familia Vermont por este rompimiento, cumplirás con la siguiente condición como castigo y serás entregado en casamiento al primer hombre en tierra americana que pida tu mano; es bien sabido que ellos no tienen tantos prejuicios, luego podremos hacer los arreglos sobre la concepción de mi nieto. Por ahora quedarás sobre aviso, puedes volver cuando desees a los Estados Unidos pero, ten presente que iré a sellar tu sentencia. —  no había paz ni felicidad completa, tal vez esperó demasiado de su padre, como siempre. El pelinegro estaba en shock y así quedó por largo tiempo, incluso su padre y los sirvientes ya se habían  retirado cuando volvió en sí y corrió en búsqueda del mayor, sin embargo por más que insistió no logró nada; cuando a su padre se le metía algo en la cabeza era imposible hacerle cambiar de parecer. Pero él no se quedaría de brazos cruzados, tenía la satisfacción de ser hombre, ser respetado y poder alejar a todos sus pretendientes, aunque nunca creyó que en algún momento debía hacer lo mismo con los de su mismo sexo.

 

Al día siguiente decidió volver a su casa, después de todo tenia trabajo por hacer y extrañado descubrió que su acosador, como había clasificado al rubio, no se había presentado. Buscó en su departamento mas no le encontró allí y los días siguientes tampoco se apareció. La sorpresa fue encontrarse el fin de semana con su amigo azabache en la sala de su nuevo departamento y, no solo a este sino también a Jack y otros brawns que él desconocía, entre ellos uno muy parecido en complexión y altura al rubio aquel, lo que más le desconcertó fue el parecido del pelilargo con su ex amante, aunque llevaban diferentes tonalidades de color, eran similares.

 

— Él es Charles Fuery. Charles, ellos son Karon de  Farell, algo así como mi padre. — el azabache hizo la presentación con falza expresión hastiada, como si lo estuviese haciendo sin verdadera intención y recibió un codazo en sus costillas, cortesía de su pareja, sin embargo esa sonrisa suya denotaba muchas cosas. — Este es Lacus de Valkham, por ahora. — lo último lo dijo en un murmullo sin embargo los brawns le escucharon perfectamente, por consiguiente el azabache se ganó una mirada furibunda por parte del rubio platinado.

 

— Entonces es usted el padre de Antalon. — Charles estrechó manos con el pelilargo pero el otro se negó. — ¿Y él no vino con ustedes? — cuestionó con anhelo en la voz y el pelilargo negó.

 

— Pero no tardará en arribar. El chico está decidido, joven humano y, ahora que ha adquirido su mutación adulta no tardará en obtener lo que desea, así que tenga cuidado. — las cejas de Charles se fruncieron en contrariedad y observó a su amigo azabache en busca de respuesta.

 

— Significa que no parará hasta tenerte y por como le dejaste yo mismo me encargaré de que logre su cometido; si alguien se entromete lo quito del camino. — el tono de aquel enorme brawn era intimidante mas Fuery no se amedrentó; lo que más deseaba era reencontrarse con su amado, había aceptado sus errores y estaba dispuesto a pagar por ellos si era necesario.

 

Luego de que sus visitantes se fuesen el pelinegro llamó a su rubio amigo para comunicarle la noticia pero, ya este estaba enterado de todos los detalles.

 

— Espero que puedas ser feliz, amigo mío. — fueron las palabras pronunciadas por el rubio, a través del auricular.

 

— Yo solo espero que él llegue antes de que mi padre lo haga o tendré que agilizar mis planes de irme con Bryan y los demás a su planeta. — Bromeó el pelinegro y, Spinel se sintió feliz realmente porque sus amigos tenían la oportunidad de realizar sus sueños, a pesar de los obstáculos.

 

— Solo atesora cada momento, Charles y, deja de vivir para los demás; es tu vida y tienes una sola. — el pelinegro no notó la profundidad de estas palabras pero captó parte del mensaje que iba dedicado especialmente para él; en un pasado perdió la oportunidad de realizar una vida de ensueños con su amado rubio y esta se presentaría nueva vez.

 

Luego de concluir su llamada, el pelinegro tomó una ducha, salió a tomar una taza de café y allí descubrió la figura de su padre.

 

— Padre, debes desistir de esa idea; sabes que puedo hacer a un lado a cualquier pretendiente y no dejaré que te salgas con la tuya. — sonrió con pedantería el menor y su padre enarcó una ceja.

 

— ¿Así me recibes? —

 

— Ah, perdón. Toma asiento por favor. ¿Deseas una taza de café? No tengo té. — ofreció el pelinegro y su padre negó renuente. — Lo que importa es que tenga un heredero, ¿cierto? —

 

— Que lleve tu sangre, sí. — accedió el mayor.

 

— Pero no dejaré que lo críes tú, padre. — señaló el menor con dureza.

 

— Está bien. — Charles se extrañó por la actitud resignada del mayor y, observó dubitativo como este quedaba estupefacto, con la mirada clavada en los pasillos que daban a su recámara.

 

— Buenos días. — una sonrisa boba se pintó en el rostro del desconocido y tanto el hecho como el parecido en la expresión del intruso, fueron el detonante que resultó en un desmayo por parte del pelinegro. Al despertar  lo hizo desorientado; últimamente aparecian de formaa constante aquellos síntomas, los cuales le daban una ligera idea sobre su situación y por lo mismo no se alertaba, después de todo tarde o temprano ocurriría. Vio a sus dos acompañantes conversar  animadamente y, como su padre se incorporaba para salir e hizo el intento de levantarse del sofá, donde yacía mas, no podía moverse, su cuerpo no le respondía. — No se preocupe, yo me encargo. — escuchó decir al rubio antes de que la inconciencia volviera a vencerle.

 

 

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