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Cazadores - II - Entrega de vida por sangre por The Original Sasuke Uchiha

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“Afortunado es el hombre que tiene tiempo para esperar”. Calderón de la Barca



Había pasado la noche sin poder dormir, mareado y con insomnio, una combinación verdaderamente molesta. Escondió su rostro en la almohada cuando una terrible sensación hizo presencia en su garganta; el sabor ácido ascendiendo por su tráquea más el molesto vértigo, le arrancó un gemido. Giró en su lugar, intentando contener las arcadas que le azotaban pero, esto solo lograba empeorar. Como pudo, llegó hasta el cuarto de baño anexo a su habitación y pasó largo rato arrodillado frente al excusado, expulsando todo el contenido de su estómago, luego de esto no pudo incorporarse.

— Por… favor…— gimió impotente cuando sintió los familiares síntomas azotarle nuevamente. Inclinó su cabeza hacia atrás y contó hasta veinte, dejando su mente en blanco, después de todo el miedo podía empeorar las cosas y debía hacerse la idea. Estaba tan azorado que no notó cuando la puerta de su habitación fue abierta. Unas manos frotaron su espalda y alzaron su frente mientras sentía como el vértigo amainaba. — Gracias por todo Sara pero estaré bien. — se incorporó con ayuda de la castaña y luego de tomar un refrescante baño volvió a la cama.

— Nada de eso. Deberías considerar abandonar, Spinel. — su tono poseía un matiz de preocupación aunque pareciese una reprimenda pero, en realidad el estado del rubio era desalentador, por más que este intentase mantener su máscara de felicidad inquebrantable la realidad era otra; el tiempo estaba en su contra. — Y sabes a qué me refiero. — el rubio rehuyó su toque y se escondió bajo las colchas. Sara comprendió su situación y se alejó resignada, no sin antes expresarle su apoyo. — Estaré siempre contigo, Spinel. — sus palabras, lejos de calmar el estado anímico del rubio, le hicieron convulsionar; intentaba contener las lágrimas y el nudo en su garganta, odiaba ser débil.

Sara, por su parte, regresó a su habitación y tomó asiento en el escritorio de la estancia. Suspiró dolida mientras rememoraba aquellos días en los cuales su rubio amigo era feliz, sin preocupaciones, ignorante de aquel mal que crecía en su interior y rodeado de sus amigos, sin embargo los brawns se habían ido y, tres meses atrás, luego de enterarse por medio de un examen rutinario, le habían diagnosticado una terrible enfermedad que amenazaba con acortar su vida; en realidad siendo ignorante de aquello eran más felices. Para colmo el rubio no quería enfrentar aquello, por más que su médico insistiese en someterle a un tratamiento, con quimioterapia, Spinel se negaba a la sola idea, estaba empezando a creer que el más joven deseaba la muerte. Solo le restaba resignarse y esperar.

Entre tanto un pelinegro se encontraba observando el cielo nocturno cuajado de estrellas, con una luna radiante y nostálgica a la vez. El aire frío llenó sus pulmones mientras su corazón bombeaba con fuerza ante las escenas que su mente reproducía; la discusión con Antalon, su ascenso imprevisto, su compromiso con la hija del general, la partida de su amante… Cerró sus ojos con fuerza y maldijo en voz baja; era un ingenuo.

— Comandante, todos los preparativos están listos para el ataque; la base está justo frente a nosotros. — anunció una pelirroja mientras hacía el típico saludo militar. Fuery asintió y tomó los binoculares. En ese momento un grupo de wizards irrumpían en una base abandonada, cerca del desierto Sahara. Al parecer no gustaban del agua y preferían los espacios secos o desérticos pero, su comportamiento empezaba a resultar extraño. — Según último informes de estudio, los wizards están aprendiendo a subsistir en terrenos húmedos y puede que pronto incursionen en al área marina. Estos son partes de un remanente, después de sanear esta zona toda África estará limpia. — argumentó la pelirroja.

— Teniente Valerie, los wizards son criaturas que no deben ser subestimadas, si bien actúan por instinto estos van desarrollándose cada vez más; lento pero seguro. Solo será cuestión de tiempo para que uno de los dos bandos encuentre el punto débil de su enemigo y roguemos porque seamos los primeros, porque de no ser así ni con todos los brawns de Regen lograremos erradicar a esos monstruos antes de que ellos se adueñen de este planeta. — Fuery era conciente que ambas extrañas especies poseían debilidades, tanto los wizards como los brawns, sin embargo aún no daban en el talón de Aquiles de aquellos monstruos y eso le frustraba.

— Ya hemos reconocido la zona, son unos veinte en total pero…— la pelirroja se detuvo, analizando los movimientos de aquellos seres que aún no advertían su presencia pero se estaban moviendo.

— Al parecer percibieron el peligro. Ordene la retirada de todo el equipo de reconocimiento; bombardearemos la base desde aquí. — la teniente asintió y dio órdenes a sus compañeros, quienes se desplegaron en cumplimiento de su misión. La base en cuestión se encontraba a quinientos metros desde donde ellos tenían levantado su campamento y a trescientos metros estaban los equipos de bombardeo; el éxito de la misión dependía de aquellos.

Sin embargo algo extraño ocurría; fuera del tranquilo comportamiento de los wizards, estos habían entrado a la base, todos a la vez y el área parecía deshabitada.

— Algo huele mal aquí. — masculló el comandante, para extrañeza de sus hombres. Observó las pequeñas montañas de arena y todo su alrededor; el calor se estaba intensificando frente a ellos, como si bajo sus narices hubiese algún horno, algo que no sonaría extraño al estar en el desierto pero, eran las cinco de la madrugada. — Teniente Valerie, ordene a cinco de sus hombres que vigilen el área norte, envíe diez delante nuestro y esperen órdenes. — sus hombres le observaron inquisidor y él les hizo señas para que tomasen sus binoculares. — Treinta metros a la redonda, si no es lo que creo, dudo que se trate de un volcán en esta zona. — entró a su carpa y sacó un mapa. — Procedió entonces a dividir sus hombres en cuatro equipos de cincuenta soldados, ordenó a los de bombardeo retirarse doce metros de su ubicación y procedieron a rodear la base, a una distancia de quinientos doce metros a la redonda.

Mientras, unas sombras se movían ágilmente por las habitaciones oscuras de un pelirrubio que al fin había conciliado el anhelado sueño. Una de las siluetas se detuvo frente a la puerta del más joven y traspasó la pared, como si esta no estuviese. La silueta iba tomando forma en tanto avanzaba hacia la cámara, revelando una figura esbelta y masculina, de hombros anchos y vestiduras negras. Su oscura capa ondeó con el viento que se colaba a través de la ventana y con las yemas de sus dedos, cubiertos de una nívea piel, acarició las suaves mejillas y el limpio mentón carente de vello facial. Ante la sutil caricia el bello durmiente despertó y, antes de que sus ojos lograsen enfocar, sus labios fueron tomados por sorpresa. Sin poder hacer nada para librarse del férreo agarre, fue alzado en brazos y sacado de la habitación. En un instante estaba en la azotea del enorme edificio. Observó a su alrededor y lo que vio le dejó perplejo; la ciudad estaba en llamas y no podía distinguir ningún ser viviente en ella, solo aquellos monstruos que destruían la ciudad. Estaba solo, cubierto por su pijama y el desastre terminaría por engullirlo. Con horror sintió como todo a sus pies se conmocionaba, el edificio se estaba desmoronando desde sus simientes y ese nudo en sus entrañas se acrecentaba. Sus ojos, oídos y nariz sangraban, su cuerpo poseía varios rasguños pero no sentía nada más que aquella molestia sensación en su interior. Tosió varias veces, escupiendo sangre en el proceso y se balanceó hacia el frente pero, con sorpresa descubrió que ya no estaba dentro de su cuerpo; observaba todo a la distancia, sin poder hacer nada. Veía como él mismo avanzaba hasta el borde del edificio y se dejaba caer. Justo cuando su cuerpo llegó a colisionar y toda la sangre del mismo se hubo derramado en el suelo, el cataclismo se detuvo; los monstruos acorazados desaparecieron, los edificios volvían a elevarse en su majestuosidad y las personas caminaban serenas, sin preocuparse por el cuerpo desfalleciente que yacía en el suelo.

— ¿Qué…? — aquellas dos sombras se acercaron a su cuerpo, una de ellas metió una de sus manos en sus entrañas y sacó una esfera ensangrentada que palpitaba pero, sabía que no era su corazón; era aún más grande. Con vehemencia esa esfera fue sostenida entre las manos de ambas siluetas que tornaron a mostrar sus formas como las de dos hombres, altos, fornidos y cubiertos con ropajes oscuros. Quiso ver sus rostros pero, antes de que pudiese tocar solo el borde de su capa, un terrible dolor de cabeza le invadió. Cuando pudo abrir sus ojos se descubrió recostado en su habitación, el reloj de su cómoda marcaba las seis de la mañana. Aun era temprano; siempre despertaba puntualmente y por eso no necesitaba activar la alarma pero, había roto su rutina. — Seguro ha sido por ese extraño sueño. — Ahogó un bostezo y se levantó de la cama, descubriendo asombrado que aquellos molestos síntomas no le aquejaban, como todas las noches y mañanas. Sonrió y fue al espejo, su aspecto se veía bien y, a pesar de que no había dormido el tiempo suficiente, se notaba relajado.

— ¿Spinel? ¿Ya te has levantado? — unas extrañas voces en su puerta le alertaron y fue a abrir. — Buenos días, bello durmiente. — un castaño le recibió sonriente y, al lado de este, un azabache que permanecía estoico en su lugar, de espaldas a la pared del pasillo.

— ¿Jack? ¿Bryan? — no podía creerlo; se supone que ellos estaban en su planeta.

— Arribamos hace unas horas, es extraño que no se percataran; no activamos los escudos de dispersión en el Cenit. — respondió el castaño, adivinando los pensamientos de su amigo.

— ¡Cielos! ¡Que sorpresa! — con efusividad abrazó a su castaño amigo y saludó al azabache con un apretón de manos pero este, inconforme, le haló hacia sí y le aferró en un abrazo asfixiante. — Bryan… el aire... — el azabache solo sonrió de lado, dándole una sexi imagen de perfil que hizo sonrojar al menor, observándole de soslayo mientras intentaba regularizar su respiración.

— Ya basta de pensamientos pervertidos. ¿Dónde están los demás? — preguntó el mayor, haciéndose el inocente y ocultando su sonrisa divertida bajo su máscara de indiferencia, mientras observaba los pasillos.

— Fuery está en una misión y Sara durmiendo en su recámara. — contestó el rubio, feliz de poder estar con sus amigos; sin duda ese día prometía ser bueno. No notó cuando el rostro del castaño se endureció y el azabache le observaba con un extraño brillo en sus ojos.

— ¿Algo que debamos saber? — inquirió el mayor y el rubio pasó saliva.

— Spinel, lo que Bryan quiere decir es que…— Jack dudó un momento y observó a su pareja, quien permanecía en el mismo lugar. — Los padres de Antalon, están aquí; Fuery está en aprietos. — Spinel enarcó una ceja al estilo de Bryan y este le observó con curiosidad; en otras circunstancias hubiese reído. Jack miró a su pareja en busca de apoyo y este solo se cruzó de brazos.

— Fuery incumplió su palabra con Antalon y ahora nuestros padres se presentarán para encargarse de que todo se resuelva. — contestó el mayor, haciendo sendas muecas de disgusto. Spinel rió divertido, tomando todo aquello como alguna broma de sus amigos, sin embargo el rostro serio del castaño era evidencia suficiente.

— Eso es solo una parte; Antalon ha sufrido mucho en ausencia de su pareja elegida y ahora el muy idiota se rehúsa a enlazarse con nadie más; ha sobrepasado la edad adulta y, eso solo significa problemas para un brawn que ya ha tenido contacto con su pareja. Charles tendrá que cumplir con su palabra o mínimo proveer un descendiente para la rama. — el rubio tomó asiento estupefacto; sabía sobre el hecho de que los brawns hembras podían concebir, incluso el mismo castaño había experimentado aquello al poco tiempo de haber iniciado su relación con el azabache y, que el heredero del nombre de cada rama familiar debía mantener en perpetuidad el nombre de la misma. Spinel observó a Jack y parpadeó confuso.

— ¿Quieres decir que Antalon y Charles deben…? — Jack asintió mientras tomaba asiento junto a su amigo y su pareja le imitaba. — ¿Y tú…? — el castaño captó el mensaje que revelaba esa mirada intensa por parte de su rubio amigo y asintió.

— Dos réplicas de Bryan pero, dejemos de hablar de ello, luego les has de ver cuando nos visites. Por ahora queremos ponernos en contacto con Fuery y ponerle sobre aviso antes de que la guillotina llegue a su cabeza. — Jack le guiñó un ojo en complicidad mientras el azabache se ponía de pie e invocaba sus sombras, las cuales con tan solo un movimiento de su mano volvieron a desaparecer. Spinel no pudo evitar un estremecimiento al recordar el extraño sueño y prefirió ignorarlo

— Debemos irnos y tú vendrás con nosotros. — Bryan no le dio tiempo a recapacitar o negarse y tras tomarle de las muñecas se desvanecieron. Jack observó intrigado la estancia y un escalofrío recorrió su cuerpo, sin más siguió a los otros.

Spinel nunca se había aparecido pero, debido a su condición la sensación no era muy diferente, por lo tanto se recuperó rápidamente del vértigo. Al abrir sus ojos divisó el interior del Cenit.

— Bueno ¿cambios de planes? — Jack frunció levemente el entrecejo mientras observaba alternadamente a su esposo y al rubio. Bryan, en tanto, le hizo señas hacia la puerta de entrada al gran salón, desde donde una enorme figura hacía aparición. — ¿Lord…? — el asombro en la voz y expresión del castaño alertaron al rubio, quien observaba curioso al enorme hombre frente a él. Antes de que los brawns híbridos hiciesen algún movimiento el mayor alzó su mano.

— ¿Quién es este humano? — inquirió rápidamente, observando sin ningún disimulo al rubio, quien a la vez estudiaba cada movimiento por parte del desconocido.

— Jack Spinel es mi nombre. — contestó el rubio. El brawn frente a él era aun más grande que Bryan y apenas pasaba por la puerta. Sus cabellos rubios platinados los llevaba al mismo estilo que Bryan, cortos y en puntas, sus brazos eran más largos y musculosos que los de Fuery, incluidas sus piernas. Desvió la mirada sonrojado y extendió su mano hacia el desconocido pero, este no aceptó el gesto y le miró despectivo.

— Bryan, Jack. Quiero a ese humano en mi presencia dentro de cinco horas, mientras iré a tomar una siesta con los gemelos. — escuchó la sentencia ser pronunciada con voz grave y cargada de irritación en el más grande, quien se perdió por los pasillos de la torre. La pareja suspiró agotada y se dejaron caer en uno de los muebles de la sala.

— ¿No van a hacer nada para ayudar a Fuery? ¿Bryan? ¿Jack? — el azabache solo se cruzó de brazos y cerró sus ojos, mientras el castaño se acercó a su amigo y le abrazó confortante. — ¿Nadie hará algo? — cuestionó el rubio, dolido y desconcertado, entonces una nueva voz se unió.

— ¿Qué ha sucedido, Bryan? — la figura de un pelinegro se hizo paso desde el mismo lugar que había llegado el enorme brawn. Este era similar al anterior, en estatura y complexión pero, con algunas diferencias notables; llevaba el cabello largo, cayendo en cascada por su espalda, hasta su cintura; por un momento lo confundió con el mayor de los hijos del cazador pero, el color de sus ojos era diferente, este poseía unos hermosos ojos azules como los de Antalon y en estos un brillo que denotaba sabiduría y experiencia, evidenciando, solo en ellos, el paso de los años. El azabache se incorporó deprisa y volvió a colocar su máscara de indiferencia.

— Este es Karon de Farell, Karon este es nuestro amigo Jack Spinel. — el recién llegado saludó con un cabeceo y el rubio emuló su accionar, sin poder evitar el nerviosismo que le inspiraba el conocer un brawn más, con sus amigos era diferente puesto que los consideraba, más que amigos, hermanos pero, su fascinación era tanta… — Karon, será mejor que vayas; Lacus planea rebanar a mi cuñado. — le advirtió el azabache al recién llegado y este se desvaneció no sin antes sonreír altaneramente, en un gesto que al rubio le pareció muy propio de su amigo azabache y, le vio guiñar un ojo a los brawns, en señal de complicidad.

— Tal vez las cosas no vayan tan mal como creímos. — sonrió Jack, con diversión mal contenida, mientras tomaba asiento en uno de los muebles del salón y llevaba al rubio consigo, al instante el azabache le secundó también, quedando Spinel entre ambos.

Los brawns híbridos, entonces, le contaron sobre los detalles de su viaje; Antalon arribaría en unos días y ellos se habían adelantado para evitar que se armase un desastre por mano del enorme rubio, quien había jurado hacer pagar al pelinegro por su osadía; esto se había convertido en un asunto familiar y al parecer toda la familia viajaba hacia la tierra.

— Entonces los miembros del jurado, el juez y los abogados están presentes y los implicados serán los últimos en aparecer, esto parece una película. — rió el rubio, logrando contagiar a sus amigos y estos se miraron cómplices.

En tanto, en otro lugar, una mujer de cabellos castaños se despertaba bruscamente al percibir un sismo que le hizo caer de la cama. Observó a través de la ventana y lo que vio, lejos de asombrarla, le alegró; su liberación estaba cerca.

Por otro lado, la misión en el desierto había sido un éxito, aunque los soldados pasaron por muchos problemas cuando una horda de wizards emergió desde el fondo, escondidos bajo la arena y, realizando un ataque sorpresa. Sin embargo, Fuery había previsto el movimiento y alertó justo a tiempo a sus tropas. ¿El resultado? Más de cincuenta caparazones vacíos, desparramados por toda la superficie de la arena y unos cuantos hundidos en ella.

— Bien, dejemos lo que resta al equipo de limpieza y tomemos una hora de descanso; viajaremos de regreso a casa en dos horas. — finalizó el comandante mientras sus hombres acataban la orden. Luego de esto, Fuery entró a su carpa y allí se encontró con la pelirroja. — ¿Qué hace aquí, teniente Valerie? — entrecerró los ojos al ver a la chica vestida con solo su ropa interior.

— Creo que podemos aprovechar el receso y celebrar esta victoria. — se acercó con pasos felinos hacia el pelinegro y lamió su oreja mientras se restregaba contra el masculino cuerpo de forma descarada. Sin embargo el pelinegro le apartó bruscamente.

— No estoy para esto, Valerie. — se dio la vuelta y empezó a recoger sus archivos; no se quedaría allí a esperar ser cazado por la pelirroja. Sin más salió de la carpa y ocupó una que recién había levantado uno de los soldados.

— Pronto, muy pronto serás mío, tú y tu herencia, Charles. — susurró la pelirroja mientras se arropaba y aspiraba la fragancia del pelinegro sobre el mullido colchón.

De vuelta con los brawns, estos se encontraban tomando el desayuno. Spinel al fin pudo conocer a los cachorros de Jack, realmente eran viva imagen del azabache, unas versiones de su padre en miniatura. También se enteró del motivo de ausencia de los hijos mayores de Bryan, estos debían realizar algunas pruebas en cumplimiento de algunas tradiciones de su gente. Con sorpresa descubrió que el enorme brawn que había admirado en la sala, lejos de ser tan arisco como se mostró en primera instancia, era muy detallista y amable con los suyos, su actitud se debía a lo sobre protector que era. Agradeció infinitamente el fin de semana, así tendría tiempo para aprovechar con sus amigos.

— Disculpa la actitud de Lacus, solo está preocupado por el futuro de nuestro nieto. — excusó el pelilargo y Spinel asintió sonrojado. — Como vez nosotros siempre andamos en parejas; parejas de hermanos, de primos, de esposos…— explicó haciendo ademanes con su mano libre como si le restase importancia.

— Soy conciente de que ustedes tienen sus propias costumbres y tradiciones, lo cual respeto pero, el caso del comandante… debemos ponernos en su lugar. — Spinel, solo intentaba ser razonable sin embargo un gruñido a su derecha le indicó que no todos aceptaban su idea.

— Pues, contrario a las opiniones, muy poco valor tienen los hombres de esta especie. — Jack y Karon suspiraron mientras los gemelos veían divertidos, desde su lugar en su moisés tamaño doble y el azabache fruncía el entrecejo dolido.

— Tú no cabes en esa clasificación, Bryan; nunca lo hiciste. — Jack y Karon rieron pero el rubio solo se incorporó indignado.

— Pues yo no me quedaré de brazos cruzados viendo como Antalon sufre; casi estuvo a punto de morir por culpa del humano, realizando todas esas pruebas para hacerse más fuerte y ustedes lo justifican. — el tono molesto no ocultaba la tristeza impregnada en su voz y el enorme brawn se desvaneció, no sin antes despedirse. — Creo que no tengo apetito. — al momento el pelilargo también se incorporó, disculpándose luego por la actitud del de cabellos plateados y siguiéndole a la recámara que este ocupaba.

— ¿Este es el juez que se encargará de enjuiciar a Fuery? — inquirió el rubio con una ceja enarcada pero, sin poder evitar el tono burlón en su voz, en respuesta sus amigos rieron divertidos.

— Será un proceso familiar, no legal y, Lacus… digamos que es el demandante pero, el juez es otro. — respondió con tono dramático el azabache para luego incorporarse, mientras el castaño se destornillaba de la risa. — Bueno, creo que lo mejor será encontrarme con nuestro amigo antes de que alguien más lo haga, tomaremos unas copas y celebraremos el reencuentro…— ambos presentes le observaron inquisidores. — Solo voy a preparar las cosas, es mejor ahora que se puede. — guiñó un ojo en complicidad a su pareja y besó la frente de este para luego hacer lo mismo con los gemelos y cabecear una despedida al rubio. — Nos vemos luego. —

Jack se desinfló en su sitio y el rubio rió para sus adentros; en realidad con ellos no podía aburrirse, sin embargo había pasado tiempo ya sin saber de su prometida y los chicos ni tiempo le dieron para tomar su móvil, fue entonces cuando reparó en que se encontraba vestido solo con su pijama y se sonrojó.

— Jack…— el aludido le observó inquisidor y, al adivinar su pensamiento solo se limitó a carcajearse. — ¡No me parece divertido! ¡Con razón ellos me miraban y trataban como alguien raro! — chilló totalmente avergonzado, logrando con esto que el castaño pusiese más ahínco en reír mientras los gemelos observaban todo con ojos curiosos. El castaño se incorporó, recuperando su autocontrol y se acercó a los gemelos para luego alzarlos a ambos en sus brazos.

— Lo siento pero, no debes preocuparte. — el castaño mordía su labio inferior para controlar el impulso de largarse a reír nueva vez y le extendió a uno de los pequeños. — Este es Jensen, ayúdame a bañarlo. — Spinel dudó un segundo al ver el ceño fruncido en el pequeño pero, en él se veía tan adorable; sin duda no podía negar sus rasgos de heredad paterna. Siguió al castaño hasta una de las habitaciones de la torre y se internaron directamente en el cuarto de baño, que más bien parecía un balneario; dos jacuzzi llenos de aguas caliente y dos con agua tibia. Siguió a su amigo hasta estas últimas e introdujo al pequeño Jensen, luego de haberlo desvestido por supuesto. Agradeció que ninguno de los niños chillara, como lo hacían normalmente los niños de su edad pero, al parecer los gemelos gustaban del agua. Eso sí, no se salvaron de salir mojados. — Ahora nuestro turno. — sin preverlo, Spinel fue lanzado al agua y luego de un rato los cuatro estaban mojados, jugando en el relajante líquido. — Llevaré a los gemelos a su recámara y vendré con una toalla para ti. — el rubio asintió mientras veía como su amigo desaparecía por la puerta, con ambos gemelos en brazos. Se permitió relajarse un poco y observó su piel bajo el agua, más pálida de lo normal.

— Por lo menos llevaré buenos recuerdos. — susurró con los ojos cerrados. Cuando los abrió volvió a mirar sus brazos y lo que vio le aterró; el agua se había tornado en sangre y esta emanaba de él. Quiso gritar pero no le salía la voz y sentía como algo le halaba hacia el fondo, mientras la luz abandonaba la estancia y cedía el lugar a la oscuridad absoluta. — No…— un último suspiro escapó de sus labios antes de que perdiese el conocimiento.


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