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Más allá por PukitChan

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Notas del capitulo:

¡Muchas gracias por los reviews del capítulo pasado! *3*

Más allá

 

Por:

 

PukitChan 

 

 

 

Capítulo 2. El espíritu que canta.

 

 

 

Era inútil. Después de tantas horas esperando dormir, resultaba que ahora Morfeo no estaba de su lado. Los espíritus antiguos de las cosas se la traían contra su existencia últimamente, y aunque su fecha de entrega ya había pasado, ahora se le jodía la existencia con insomnio. Y no, el café, la cerveza y el cigarro no eran los que le causaban esa maldita pelea con su cama. La causa de todo había comenzado cuando se había encontrado con esos ojos amatistas que se le quedaron grabados. No era nada más allá de simple deseo de saber quién demonios era ese chico y porqué no había podido tocarlo… no, mejor dicho… ¡¿Por qué su mano lo había traspasado?!

 

 

 

Yuki quedó sentado en la orilla de la cama, tocando el puente de su nariz. El chico se llamaba Shuichi, por simple deducción de la escena que recordaba ese día. Pero eso no era todo; si bien Eiri había sido criado en uno de los templos más respetados del Japón, pertenecientes a la familia Uesugi, famosa por esas tradiciones tan antiguas, él no creía demasiado en esas clases de cosas… un poco irónico, considerando que aún recordaba su crianza y enseñanzas importantes de ella. Se podría decir que gracias a eso, contaba con algo que muchos llamarían… “Sexto sentido” y justamente era Shuichi quien lo alteraba, el que había despertado esa parte de él.

 

 

 

—Debo ser idiota, si empiezo a creer que ese mocoso es un fantasma.

 

 

 

Porque ésa sería una explicación de lo más estúpida, ¿verdad…?

 

 

 

 

 

***

 

 

 

…y estoy esperándote, en esta habitación sin ti…

 

 

 

—¿Se puede saber en qué rayos estabas pensando al tocar a un humano, Shuichi…? —preguntó el hombre, con una mano escondida en un bolsillo de su pantalón y la otra ocupada, sujetando la playera del muchacho por el cuello, acercándolo a su rostro.

 

—¡Ya déjame en paz! —gritó Shuichi, mirando al castaño que lo amenazaba—, ¡él fue quien me vio!

 

—Imposible… —murmuró inmediatamente—, los humanos no pueden vernos a menos de que hallan nacido con la capacidad para ello.

 

—Él sí lo hizo…

 

 

 

Aquel sujeto soltó a Shuichi de mal humor, empujándolo como un trapo, acto que le ganó un gruñido por parte del chico, aunque al final mostró una sonrisa inexplicable.

 

 

 

—Shuichi… no te sientas especial, sólo porque un humano te ha visto.

 

 

 

***

 

 

 

No es que Eiri lo estuviera buscando nuevamente. Bueno, mierda, sí, pero era más sencillo decir que sus pies se estaban atrofiando y necesitaba un paseo y precisamente por eso ahora, estaba haciendo esto: caminando sin rumbo y sin razón por el parque en el que lo había visto. Sí, era un ridículo pensamiento, pero… ¡No había nada que Yuki Eiri no pudiera comprender! Así se había dicho. Y resolvería aquel misterioso enigma.

 

 

 

El cigarro en sus labios se movía de arriba hacia abajo y su andar era lento cuando escuchó un sollozo profundo, que era distorsionado entre una voz que se negaba a dejar de cantar, aún cuando aquella estaba rota y lastimada por lo que probablemente también estaba llorando. El rubio caminó lentamente, deteniéndose frente al chico que cabellos rosas que ahora ocultaba su rostro con las palmas de sus manos, sentando en una banca… curiosamente la misma donde se habían conocido. Gimoteaba levemente, ahí, echo bolita, abrazando sus piernas, posición que, por cierto, a Yuki le pareció completamente infantil, pero…

 

 

 

—¿Y ahora se puede saber por qué lloras mocoso?

 

 

 

Y sin duda, Shuichi era un mocoso, pues se limpió el llanto con las mangas de su sudadera, deteniéndose en esta acción y casi mandando todo al infierno cuando la voz de Yuki asaltó una vez más sus pensamientos. Tan o quizás más impresionado que la primera vez, el chico levantó su mirada para dirigirla al rubio, aun con esos rastros de lagrimas bañándole sus ojos pero sin dejarse de abrazar a sí mismo.

 

 

 

—¿Me puedes ver? —indagó el muchacho, quien terminó presenciando cómo un tic en la ceja izquierda del rubio hacía acto de presencia, luego de que por enésima vez (No habían sido tantas en realidad…), se atreviera a formular esa cuestión.

 

—¿Por qué me preguntas eso? —dijo finalmente Yuki, mirándolo. Efectivamente, había algo en ese chico que no era normal y no era tanto porque fuera imposible de tocar, sino porque definitivamente, había algo diferente en él. Shuichi mientras tanto, se animaba a sí mismo a responder a la pregunta que le habían lanzado.

 

—Porque eres un humano —contestó con simpleza—, y ustedes no tienen porqué ver algo que no necesitan ver, algo como yo.

 

 

 

Sin que nadie lo supiera, aquellas palabras quedaron grabadas a fuego en el pecho del escritor. No por cómo sonaban, sino por lo que traban de decirle en el fondo aunque en esos momentos le era imposible averiguar si aquello a lo que se estaba enfrentado era cierto.

 

 

 

—¿Y qué se supone qué eres tú?

 

 

 

Shuichi vaciló unos momentos, claramente temeroso de contestar. Pareció pensarlo mejor y cuando dio un respingo, sólo se atrevió a encogerse de hombros con calma.

 

—¿En qué crees? —Aquello tomó con la guardia baja a Yuki.

 

—¿Qué?

 

—¿Qué es lo crees?

 

—No creo en nada.

 

 

 

Satisfecho con esa respuesta al parecer, Shuichi le miró directamente a los ojos, sonrojándose sin darse cuenta de ello. Tragó saliva nervioso y su risa, directamente salida de la nada tal y como él solía hacerlo, apareció para romper ese silencio en el que se habían sumergido.

 

 

 

—Eres un idiota. Primero lloras desconsolado y ahora pareces un maniático —gruñó. Y aunque Shuichi bien supo ignorarlo, Eiri se percató de que entonces la situación había sido modificada. ¿Desde cuándo hablaba tan tranquilamente con un sujeto que bien puede traspasar en cualquier momento? Si lo que estaba presenciando era una experiencia sobrenatural, ¿por qué demonios no podía verse como tal? Cosas como aullidos de lobos… —Los cuales ni siquiera deberían estar en Tokio, a menos de que sean los del zoológico—, lámparas parpadeantes y niebla. ¡Cosas así!  ¿Por qué ese niño de cabellos rosas chillantes tenía que ser como una imitación más excitante de Casper*?

 

 

 

Shuichi dejó de reír cuando ya no le quedaban más fuerzas para esa escandalosa forma de ser suya, así que optó por empezar a jugar con sus manos. El que nunca pudiera quedarse quieto desesperó a Yuki, quien sintió en esos momentos unas inmensas ganas de atarle las manos y dejarlo así, quietecito… atado y a merced de él… ¡¿En qué estaba pensando?!

 

 

 

—¿Vives en un templo? —preguntó Shuichi desesperado cuando ya no sabía qué más a hacer, completamente nervioso e inquieto.

 

—¿Por qué?

 

 

 

El chico resopló rápidamente, así que se puso de pie. Yuki, en esos momentos pudo ver su rostro bello lleno de lágrimas secas, que ahora parecían disolverse en el etéreo ser.

 

 

 

—¿Es manía tuya responder a las preguntas que te hacen con preguntas?

 

 

 

Esta vez, Eiri sonrió. Si bien Shuichi parecía ser alguien completamente anormal, descubrió que también era bastante perspicaz. No se lo esperaba de alguien que parecía tan poco elocuente.

 

 

 

—No es tampoco costumbre mía responder cuestiones echas de un completo desconocido. ¿Por qué tendría que contestarte sobre mi vida?

 

 

 

Shuichi pareció no escuchar lo que Eiri recién había dicho y esto al escritor le irritó de sobre manera.

 

 

 

—Sí, ¡Seguro que eres de un templo! —gritó emocionado—. ¿Eres un monje?

 

 

 

Esa frase terminó de molestar a Yuki, quien terminó golpeando la banca que estaba a un lado de ellos. Fue un acto consiente. Tenía tremendos deseos de golpear a Shuichi por su idiotez y falta de atención, pero no quería quedar en ridículo si lo volvía a traspasar.

 

 

 

—¡Qué no imbécil! ¿Qué no sabes quién soy? ¡Eiri Yuki, idiota! ¡Apréndetelo de una maldita vez! ¡E-i-r-i Y-u-ki! ¡Escritor de novelas!

 

—¿De verdad no eres un monje? —preguntó Shuichi, encogido en sí mismo, asustado por el reaccionar tan violento del otro, llegándose a preguntar si debía correr.

 

 

 

Pero para Yuki, quien ese instante se cubrió la cara con su mano izquierda, en esos momentos estaba preguntándose porqué demonios perdía el tiempo con alguien tan, pero tan idiota. ¡Algo de enigmático debería tener ese chico, para tenerlo atado ahí!

 

 

 

—Me largo… —declaró Yuki, fastidiado de semejante situación. Pensó que el chico lo iba a detener, o algo similar; sin embargo, al final fue el mismo escritor quien se detuvo cuando se percató que el otro había dejado de prestarle atención para ver a la oscuridad de un árbol. Ambos se quedaron callados, sin emitir nada. Shuichi porque estaba temblando sin razón y Eiri porque estaba tratando de descifrar la situación.

 

 

 

—¡Déjalo en paz! ¡Él no es monje ni nada de eso! ¡Es sólo un escritor!

 

 

 

Eiri no entendió nada de lo que ocurría hasta que un viento fuerte comenzó a soplar. Por instinto, sus dos brazos se cruzaron para protegerse a sí mismo. Era la primera vez que experimentaba un  golpe tan fuerte de viento, mismo que parecía empujarlo terriblemente y aunque Yuki no caía, si sentía la velocidad con la que el viento lo atacaba. No podía abrir los ojos, así que lo único que alcanzó a escuchar, fueron ruidos distorsionados de su nombre.

 

 

 

—¡Yuki!

 

 

 

…después… mucha oscuridad.  

Notas finales:

Gracias por leer y si les nace, los reviews nwn

¡Espero que su navidad sea de lo más hermosa y esté llena de amor! *3* 

¡Felices fiestas!


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